—2—


Tan rápido como las ilusiones y esperanzas de Giyū se encendieron, así se hundieron en el fango.

—¿Cómo que podría morir? —preguntó Giyū tratando de hacer caso a la petición de Sabito, y no hablar fuerte—. ¿De qué se trata ese trabajo? ¿Acaso es algo relacionado a operar maquinaria pesada?

En su ignorancia y una ligera pizca de inocencia, Giyū se imaginó de primeras ser un obrero en una construcción, o quizás ser guardia de seguridad en algún centro comercial. Sabía pelear y aprendía rápido, pero no tenía idea de cómo manejar armas de fuego y cuanto menos sabía de conducir autos enormes para trasladar arena y grava.

—Bueno, en términos simples, serías un 'cobrador'.

Sabito iba a decir algo más, pero Giyū lo interrumpió en su afán de querer saber con rapidez exactamente qué tipo de trabajo tenía su amigo de la infancia para él.

—¿Cobrador de qué? ¿De luz? ¿Agua? ¿Artículos? No sabía que trabajar de alguna de esas cosas fuese tan arriesgado —musitó, algo ido, imaginándose erróneamente a aquellos tipos que llamaban por teléfono o mandaban e-mails a aquellos que debían dinero a las compañías de electrodomésticos y otro tipo de servicios legales.

Luego se imaginó yendo a las casas a recordarles a sus dueños que debían dinero por sus licuadoras o sus recibos de luz. Incluso se visualizó embargando televisores y estéreos.

—Arg, maldito estúpido —lo oyó murmurar exasperado, pero no del todo enojado aún—. Si fuese eso no te diría que debes ser discreto con nuestra conversación. Cállate de una buena vez, Giyū, y presta atención. Te hablo de cobrar dinero a la gente que pide préstamos a mi jefe y se rehúsa a pagar.

Giyū aún no entendía bien eso. ¿Por qué Sabito lo insultaba si no parecía ser algo diferente a lo que él había preguntado?

Aún no se imaginaba ni la mitad de lo que su amigo estaba proponiéndole.

—¡Ah! ¡¿Por qué no dices nada?! —exclamó luego de un corto tiempo en silencio.

—Me dijiste que me callara —respondió entrecerrando sus ojos.

Sabito volvió a suspirar.

—Te explicaré mejor: Giyū, yo soy un cobrador… de dinero —enfatizó lo último como si hablase con un perfecto idiota—, un cobrador que debe de hacer algunas "ilegalidades" para conseguir lo que busca. Yo y otros, trabajamos para un hombre al que llamamos "Oyakata-sama". Él es la razón por la que muchas figuras públicas como algunos políticos pueden ostentar los puestos que tienen; por la que muchas compañías aún no se han ido a la quiebra; y si tienes suerte, la razón por la que tu situación económica cambie de "miserable" a "endemoniadamente rico". ¿Ya tienes alguna idea de la magnitud de la importancia que este hombre tiene? ¿Y lo radical que puede cambiar tu vida si aceptas trabajar para él?

—Creo que me doy una idea —bisbiseó un poco nervioso—. Entonces… esa gente que le debe dinero a ese hombre… ¿no son comunes, verdad?

No. Son gente, mayormente, de mucho dinero, y con contactos peligrosos. Gente con recursos, pero muy malagradecida. No te hablo de personas que no puedan pagarle a Oyakata-sama, sino de gente que no quiere pagarle. Y ahí es donde entramos gente como yo… y si aceptas, gente como nosotros.

—Sabito… yo…

—No respondas ahora. Piénsalo bien. Ten por seguro que si tienes deudas o necesites dinero para malgastarlo en idioteces, con Oyakata-sama lo conseguirás en menos de un día. Sí, los riesgos son muy altos, pero las recompensas también lo son. Oyakata-sama cuida bien a quienes lo protegen, y creo que tú podrías hacerlo bien.

Giyū instintivamente supo que Sabito iba a colgar, así que se apresuró a detenerlo.

—¡Espera, por favor! Sabito… si tú tienes dinero… ¿crees que…?

—¿Mmm? ¿Qué?

Iba a decirle sobre su hermana. Si Sabito ya era "endemoniadamente rico", quizás a él podría venderle su alma. Pero, luego pensó: ¿cómo diablos iba a pagarle 600,000 yenes si ni siquiera tenía 20,000 a la mano?

No podía ser tan miserable, ¿o sí?

Necesitas dinero, ¿verdad? —adivinó Sabito.

—Más o menos —respondió Giyū sabiendo que no podría mentirle.

—¿Cuánto?

—Bu-bueno…

¡Ya dímelo!

Giyū entonces topó con pared. Su orgullo.

¿Cómo podría pedirle a Sabito dinero para él y su hermana? Él estaba ofreciéndole un trabajo, uno que, él aseguraba, podía darle mucho dinero. Quizás más del que ellos necesitaban.

Giyū —insistió Sabito.

—Seiscientos mil yenes —musitó rendido.

Sabito calló por unos segundos, luego soltó un bufido.

—¿En serio? ¿Tan poco?

¡¿Poco?!

—Escucha, no son para mí. Tsutako… ella… los necesita para antes de que termine este mes, y yo… ¡te juro que te los pagaré!

—¿Con tu suelo de repartidor de sushi? —se burló él descaradamente—, por favor. No me mientas.

—No trato de hacerlo. Pero…

Giyū, seamos honestos, tal y como estás ahora, no rejuntarías esos seiscientos mil yenes con ese estúpido empleo, ni rezándole a Satanás. Tal vez lo harías si vendieses tus órganos en la Deep-Web —dijo malsanamente—. ¿Y de qué otro modo me pagarías si rechazas el trabajo que te ofrece Oyakata-sama? Lo siento, pero no prostituyo a la gente que me debe dinero; hasta yo tengo mis límites, ¿sabes?

—Sabito, hablo en serio.

—También yo.

Giyū no supo qué pensar de lo que acababa de oír. ¿Qué les hacía Sabito a las personas que le pedían prestado dinero a él?

—Yo… aún no sé si podría hacer lo que dices… eso de cobrar dinero a gente peligrosa, y arriesgar mi vida, porque eso significaría que también tendría que alejarme de Tsutako y mi padre para protegerlos, ¿verdad?

Y es que eso sería lo lógico. ¿No? Si el asunto iba de tratar con personas peligrosas, era mejor no tener ningún ser vivo cercano de importancia con la cual estas gentes podrían desquitarse.

—Sí. Pero escucha, estoy bromeando, claro que ese dinero no me costaría nada dártelo. Si es para Tsutako, no tengo problema en ayudarla… y ahora que lo mencionas, cuando la vi noté que estaba un poco cansada, pero pensé que eso se debía al idiota de su esposo. Tal vez trabaje turnos extra en su cafetería. Espero que su salud no esté mal.

—Sí… también yo. Estoy muy preocupado por ella.

Sabito guardó silencio por un par de segundos.

¿Te parece si hacemos una apuesta?

—¿Qué tipo de apuesta?

—Si Tsutako necesita esos seiscientos mil yenes para ella, y sólo para ella, yo se los daré, a cambio de nada. Pero si los necesita para usarlos de algún modo en ese imbécil… tú trabajas para Oyakata-sama y te los ganas. Claro, yo te los prestaré en efectivo en el acto, y sin un solo yen menos, pero tú me los tendrás que devolver trabajando conmigo. ¿Qué dices?

Era una apuesta peligrosa. Pero su hermana lo necesitaba, y ya fuese por ella o por ese imbécil, como Sabito decía, Giyū no podía ignorar que Tsutako estaba pasándola mal.

Ella lo necesitaba.

—Bien. Es un trato.

—Perfecto. Ponte en contacto con ella rápido, averígualo, y llámame antes de veinticuatro horas. Como comprenderás, este puesto no te estará esperando tanto tiempo —entonces Sabito colgó la llamada.

Giyū suspiró pesadamente dejando de lado su teléfono.

Dios, ¿en qué se estaba metiendo?

Se tomó unos momentos para enfriar su cabeza; había hecho una apuesta, y debía apresurarse a averiguar la verdad. Sin embargo, Tsutako seguramente no iba a querer decirle nada por teléfono.

Decidido, Giyū se levantó, se cambió de ropa a una más casual y cómoda, y salió de nuevo de su apartamento después de almorzar una maldita sopa instantánea.

Era tan miserable.

Este iba a hacer un viaje algo largo.

Sin dejar de pensar en lo que significaría trabajar con ese tal Oyakata-sama, y la apuesta que hizo con Sabito, Giyū abortó un autobús y después subió al metro, no alcanzó ningún asiento disponible por lo que las 3 estaciones las tuvo que cruzar de pie y agarrado a un tubo que estaba en el techo. Al salir, tomó 2 autobuses más.

Para cuando estuvo a punto de llegar a la cafetería, el cielo se hallaba algo nublado y había viento frío corriendo.

Caminando, miró su celular.

3:19pm.

Y las palabras de Sabito todavía resonaban en su cabeza.

Aún no era tan tarde, su hermana trabajaba a esta hora.

La cafetería que Tsutako administraba la había abierto con ayuda del señor Tomioka. Y Giyū la había apoyado trabajando con y para ella, ganándose un sueldo medianamente bueno. El querido padre de ambos les había ayudado a abrir el local y aportó una generosa cantidad de dinero para los primeros meses de renta, el cambio de pintura, el inmueble, los utensilios y demás, correrían por parte de los ahorros de Tsutako.

Giyū y Tsutako trabajaron juntos por un tiempo… luego ella se casó y Sora lo echó no sólo del apartamento, sino también de la cafetería, pues además, él afirmaba que podría ayudar a Tsutako en su lugar.

¿Por qué ella no lo había conservado siquiera como trabajador?

Habían estado haciendo un buen equipo, juntos.

Desprendiéndose de sus recuerdos amargos, Giyū llegó a la cafetería, cabizbaja y casi arrastrando los pies; pero al alzar la mirada, lo que vio no le gustó nada.

—¿Pero qué…? —dio un respingo.

Palideciendo de la cara, sintió que el corazón se le detenía; enmudecido; no hizo más que correr y apresurarse a entrar.

El escaparate principal, y la puerta que estaba justo al lado, tenían pequeños agujeros; hechos por las balas de una pistola. A pesar de que el letrero decía "abierto" y las luces estaban encendidas, además de que las 4 mesas redondas se hallaban puestas en orden, Giyū no sintió que aquello estuviese nada bien.

Temió por la integridad de su hermana.

Entró estruendosamente de golpe haciendo sonar la campanita de la puerta, que además, golpeó la pared y se cerró con violencia atrás de Giyū. Por suerte, esta no terminó rompiéndose por completo.

Pronto, una delgada y femenina figura conocida emergió del mostrador al fondo, sacándole un respingo de sorpresa al joven.

—Bienveni… ¿Giyū-kun?

—Tsutako, hermana… ¿qué te pasó? —preguntó pasmado, pero al menos, un poco aliviado de verla en una pieza—, ¿qué pasó aquí?

Tan bonita y delicada como siempre, Tsutako usaba un vestido verde claro, un lindo mandil y unas zapatillas blancas. Pero su rostro se veía un poco pálido, e inflamado, su boca tenía una cortada y su pómulo derecho estaba morado.

¿Sabito la habría visto así?

No. De haberla visto de este modo, seguro la policía ya lo estaría buscando por el homicidio de Sora Takahashi y el rapto de Tsutako.

—¡Hermana! ¡Déjame ver! —gritó Giyū yendo a su encuentro, nerviosa, Tsutako trató de privarle de una mejor vista de su rostro, pero ya era tarde.

—No sabía que vendrías —dijo quedamente, no dejando que él le tocase el rostro. Evadiendo explicarle lo que había pasado con ella y la cafetería.

—Tuve que venir antes —espetó regañándose a sí mismo—. ¿Sora te hizo esto? ¿Dónde está él? —mientras preguntaba, decidido a arrancarle la cabeza, Giyū trataba de sujetar a Tsutako, pero ella se mecía, impidiéndoselo—. ¡Hermana, por dios!

Comenzando a llorar, cayendo de rodillas. Tsutako se sujetó a los brazos de Giyū, derrumbándose por fin.

Él la dejó llorar, la dejó soltar quejidos y sollozos.

A él le dolía haber tardado tanto en venir a verla. De hecho, jamás debió irse sin más. Tuvo que pelear más por permanecer al lado de su querida hermana.

¿Esto era su culpa? ¿Él pudo haber evitado esto?

—Hermana… —masculló Giyū, torturándose a sí mismo con los: "si tan solo hubiera…"

—Se lo llevaron —chilló desalentada—, Giyū-kun… se llevaron a Sora-kun… se lo llevaron.

A Giyū poco o nada le importaba Sora Takahashi, pero… de nuevo, si era importante para Tsutako…

—¿Quiénes? ¿Quiénes se lo llevaron?

—Los usureros —llorosa, ella entonces lo miró, sus ojos estaban inyectados en rojo, incluso tenía pronunciadas ojeras—. Nosotros… debíamos dinero.

—Los seiscientos mil —dijo Giyū tratando de no perder el hilo.

—Al principio eran doscientos mil…

Ayudándola a pararse, Giyū la llevó hasta una de las sillas, donde la hizo sentarse. Luego, sin pedirle permiso, fue a girar el cartel de "abierto" a "cerrado", aseguró la puerta, y se puso a preparar cafés para ambos.

Cielos… hace años que no hacía café al estilo de una cafetería como esta. Y pensar que las circunstancias en las que volvía hacerlo eran las peores.

—Lo necesitábamos para pagar algunos meses de renta atrasados. No queríamos molestarte, y ya le debo mucho dinero a papá.

Giyū entrecerró sus ojos.

¿Cuánto dinero le deberían ya a su padre?

—No… no habíamos tenido buenas ventas, y los gastos nos superaron. Así que Sora-kun buscó a algunos hombres y les pidió dinero.

Giyū tomó el vaso de la cafetera, la cual se veía vieja, y la llenó de agua; luego la puso a calentar. Más tarde la miró con el ceño fruncido.

—¿Hombres? —musitó para luego espetar—: ¿Pero qué hombres? Hermana, ¿qué hizo Sora? ¿Acaso él no tenía a nadie más para pedir prestado?

Sólo un idiota pediría dinero a unos usureros. Era de conocimiento básico que estos siempre pondrían intereses altísimos, casi imposibles de pagar hasta con una vida.

Se tragó su suspiro de fastidio. Se limitó a dejar que su hermana terminase de hablar.

De la pequeña alacena en el interior del mostrador, Giyū movió algunas bolsas viejas, otras vacías y algunas más con producto caducado. ¿Qué clase de…? Esto era una locura, Tsutako nunca había tenido sus artículos tan desordenados y en tan mal estado.

Esta cafetería había sido un éxito durante sus inicios precisamente por su calidad, ambiente ameno y buen servicio.

Sintiéndose impotente y enojado, Giyū sacó la única bolsa aceptable de café y la abrió.

—Ellos son unos usureros —le respondió Tsutako, sonando aún peor de lo que se veía.

Esto era deprimente y angustioso.

—No sé por qué su familia ya no quiso prestarle, y tampoco sé de sus amigos —ella negó con la cabeza, sollozando aún—, yo no estuve de acuerdo con pedirle dinero a esa gente, pero cuando me di cuenta. Sora-kun ya había hecho el trato con ellos. Trajo el dinero que necesitábamos; pero… las ventas no subieron, y al cabo de unas semanas, también les debíamos dinero a esos usureros, y lo peor, con intereses muy altos. Intereses que crecen cada día —hizo especial énfasis en lo último.

¿Día a día?

Giyū puso las porciones adecuadas de café en cada taza, luego extrajo la cafetera con el agua caliente y poco a poco lo fue vertiendo en estas. Esas tazas que seguían siendo las mismas con las que ellos abrieron este local.

El sitio estaba bastante descuidado. Y no hablaba sólo de las marcas de balas en el escaparate ni en la pared atrás de él.

—Tsutako, ¿por qué algo me dice que no son seiscientos mil yenes lo que les debían?

Tsutako no quiso mirarlo; se tensó en la silla, bajó la cabeza, y apretó sus puños sobre sus piernas.

—Continuará




De primeras, agradezco muchísimo el buen recibimiento que tuvo este fanfic. Honestamente, no sabía qué pensar.

Segundo, espero poder actualizar el fanfic seguido; tengo otros pendientes, pero este en especial me gustó mucho hacerlo. Más que nada porque es la primera vez que hago un long-fic con este tipo de tramas.

Seguro algunos se preguntarán, ¿a qué hora aparecerá Shinobu? Y sólo puedo decirles que, muy pronto 7w7

Espero que este episodio haya sido de su agrado.

Saludos.

¡Gracias por leer y comentar a...!

matryoshkah, Nocturnals, Ungoliant, y sofit11.


Reviews?


Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)