Misaki ya tenía treinta, por lo que no podía justificar sus actos por la impertinencia de la juventud y mucho menos llorar por las necedades de la cotidianidad.
En Usami, del mismo modo, se notaba la vejez. Con el paso del tiempo, la actitud hostil propia de Usami acabó por disminuir, hasta el punto en que comenzó a sonreír con más frecuencia y a disfrutar de las cosas pequeñas. De esos detalles que Misaki tanto le recordaba; el café en la mañana, despertarse un domingo a las diez y la eternidad en la que se sumergía durante horas a través de las interminables palabras.
Eran cosas que no se podían comprar con dinero y que lo llenaban más que lo material.
Vivían una vida rutinaria, pero no por eso aburrida. Ambos hombres se amaban en esas cuatro paredes, sostenidos ante una firme relación de doce años.
Una situación que, una vez fue aprobada por Takahiro, todo se solucionó. No necesitaban la aprobación de tantos otros, solo de aquellos que influían a diario.
Aun así, Misaki todavía no olvidaba esa promesa que hizo entre el pánico de la juventud y la rememoró vívidamente ante las velas de cumpleaños.
Era el momento de atacar a Usagi.
Lo intentó por primera vez cuando Usami cenaba. Se colocó a espaldas del hombre, con las manos temblorosas, mientras le recorría por la nuca un frío de muerte. Esa noche se había arreglado más de costumbre, aunque Usami todavía no se daba cuenta del polo azul que se colocó.
Se enfrentó al miedo y sin decir nada, al mismo tiempo en que Usami se llevó un trozo de pescado a la boca, Misaki golpeó la mesa con ambas manos en los lados de Usagi y el corazón disparatado que presionó contra la espalda de Akihiko.
—¿Misaki? —dijo Usami dudoso, al dejar los palillos a un lado y sentir el nerviosismo de Misaki.
En cuanto Usami dio vuelta un poco la cabeza, Misaki fue directo a atacar la boca. Akihiko, que no podía estar más sorprendido, abrió los labios e introdujo la lengua al momento, haciendo que todo ritmo comenzado por Misaki se desvaneciera al instante.
Los brazos y pierna le flaquearon. Las manos de Usami lo hicieron doblegarse al meterse dentro de la ropa y hacerle suspirar. Dejaron la cena inconclusa, ya que Usami se apresuró en cargar a Misaki hasta la habitación y recompensarlo por tomar la iniciativa.
Misaki se convenció de que lo intentaría la próxima vez.
Misaki se encontró con Usami concentrado leyendo una novela. Acababa de llegar tarde del trabajo, tras el anticipado periodo de descanso postedición de un manga y, a pesar de que Usami se lo propuso, Misaki no aceptó la petición de ir a recogerlo, debido a que le tocaba ir a tomarse la clásica ronda de bebidas con sus colegas de trabajo. Era un evento imprescindible, que debía ser llevado a cabo para felicitarse entre ellos el duro esfuerzo invertido.
Una ronda, que pronto se convirtieron en un par, hasta que terminaron siendo demasiadas.
Llegó con las mejillas sonrosadas, la risa suelta y el olor a alcohol impregnado en cada milímetro del cuerpo. Usami lo notó, pero no fue hasta que Misaki se le sentó encima del regazo, que quitó la vista de las palabras impresas en el papel.
—Sensei~, el trabajo ha sido duro ¿No? —le susurró en el oído, con una carcajada sinsentido de por medio—. Sensei~ pronto será verano ¿Verdad? Hace calor... Sensei...
Puso a prueba la limitada paciencia de Usami, en especial cuando Misaki, sumido en la inconsciencia del alcohol, presionó la boca en el cuello de Usami para dejar marcas lascivas. Era una sensación novedosa, porque Misaki sobrio nunca se hubiese atrevido a dejar signos de su paso, de manera tan visible, en Usami.
Aun con todo, a Akihiko no le apetecía tener sexo con el alcohol como intermediario. ¿De qué servía el goce si solo él iba a recordarlo?. Quizás hace años lo hubiese aceptado sin dudar, pero en ese punto, lo único que quería era que Misaki no atrapara un resfrío al sacarse la ropa con tanto afán.
Aparte, siempre priorizaba el disfrute de Misaki, y le gustaba molestarlo al día siguiente con las anécdotas que dejaban una noche apasionada.
Por esto, Usami tomó la decisión más racional. Le sirvió un poco de vino en una copa y tan pronto Misaki se la bebió cayó rendido. Lo cargó con cuidado y entre las sábanas, Misaki se aferró a Usami al instante, en busca de recibir un abrigo tan necesario.
Misaki no dejaba de fruncir el ceño y aquello perturbó demasiado a Usami que tomaba el café de la tarde.
—¿Sucede algo?
—Para nada.
Mentía, claro que lo hacía, Misaki nunca fue buen mentiroso; arrugaba la nariz, rumiaba palabras o ejecutaba alguna acción que lo delataba por completo. Usami dejó la taza a un lado y le dedicó toda su atención.
—Bueno, en realidad pensaba en algo...
Las mejillas sonrojadas de Misaki le jugaron en contra, porque Usami interpretó aquello como carta verde sin contexto y se levantó de inmediato, con afán de darle los mimos que, supuestamente, Misaki quería.
Pero al tenerlo encima, volvió a enfurruñarse.
—¡Ese es el problema! ¡Yo también soy un hombre!
Usami frunció el cejo sin comprender.
—Misaki, ¿no crees que, en este punto, tu molestia por ese asunto es algo obsoleta?
—¡No lo entiendes! ¡Yo quiero...! Por una vez... ser quien... domine a Usagi-san.
Akihiko abrió la boca, algo sorprendido por la sinceridad de Misaki. Hizo un ruido pensativo y luego extendió los brazos.
—Bien... atácame.
Pero Misaki se paralizó por la falta de experiencia adoptando ese papel. Lo intentó de manera vergonzosa, con besos torpes, caricias breves y, como no logró ningún avance, volvió a molestarse más por la presión y sensación ajena que le trasmitía aquella situación.
Era la incomodidad resultante tras escuchar las risas de Usami, que no lograba transformar el momento con la misma sensualidad y naturalidad que el otro si podía.
En esta ocasión, Usami abrazó a Misaki para evitar que se fuera y lo comenzó a despeinar.
—No te fuerces a hacer algo que no te gusta.
—Pero... no es justo... Usagi-san, tú siempre lo haces para mí y...
—Eres demasiado tierno, Misaki.
—¡Tengo treinta! —gruñó Misaki— ¡¿Cómo puede un hombre de treinta ser tierno?!
—Es cierto... esa es una cualidad que solo tiene mi Misaki —se rio Akihiko—. ¿De verdad crees que me molesta la dinámica que mantenemos ahora? Tú sabes muy bien que yo nunca hago nada que me desagrade.
—Ya, pero el punto es...
—Entiendo que sea una cosa de orgullo, pero no dejes que la posición que adoptas conmigo defina tu persona, Misaki —regañó Usami, que le dio un golpecito juguetón y un par de besitos en la mejilla—. Aparte, yo creo que ahora mismo estamos bien. De esta forma disfrutamos los dos y no nos sentimos incómodos. No seas bobo, y no gastes calorías en ese asunto sin importancia.
Misaki sintió un alivio tremendo que se deslizó hasta perderse en el suelo. Con Usagi al frente, cerró los ojos y le dio un beso extenso, que el otro recibió gustoso, antes de acomodarse en la posición que disfrutaban.
—Misaki, quiero dejarte claro una cosa.
Misaki lo miró, antes de recibir un segundo y tercer beso. Al separarse de nuevo. Usami continuó:
—Yo nunca he pensado que el sexo que tenemos recae en algo tan banal como adoptar un papel. Cuando estoy contigo, siempre lo hago pensando en que quiero que tu disfrutes de esto tanto como yo.
Misaki se sonrojó otra vez, y abrazó a Usami.
—Usagi-san.
—¿Sí?
—Quiero hacerlo...
Recibió un beso tierno debajo de la comisura del ojo derecho. Usami lo cargó en brazos en un movimiento acostumbrado y Misaki, sin refutar lo abrazó con fuerza.
—Sí, Misaki, hagámoslo.
2/30
Jueves 01 de junio del 2023.
Notas:
1) Nana Korobi Ya Oki (七転び八起き): Cae siete veces, levántate ocho.
