-Todo está perfecto, pero es momento de que dejes el trabajo- La doctora Radka revisaba el vientre del Pines, que ahora se encontraba más grande a pesar de que solo había pasado cuatro meses de la concepción. - Aunque el riesgo de perder a los bebes ha disminuido considerablemente, lo mejor es mantener mucha precaución y evitar cualquier esfuerzo que pueda afectarles. - El castaño asintió.

-¿Quieres saber el sexo de los bebes?- El castaño negó. - Sorpresa ¿Hm? De acuerdo, ¿tienes alguna duda?

-¿Cree que pueda tener alguna complicación en el parto? Me gustaría tenerlos aquí en casa como tuve a Lían.

-Por el momento todo parece en orden, en todo caso, estaré aquí para apoyarte.

La conversación breve fue interrumpida por un alfa rubio que abrió la puerta sin cuidado alguno, pues recién llegaba de una larga y cansada jornada de trabajo. Se ruborizó al ver el rostro de confusión de la doctora que, tomaba la mano de su esposo recostado en la cama de su habitación. Había olvidado por completo el chequeo mensual de sus cachorros no nacidos. Se acercó apenado mientras su esposo le mostraba una sonrisa comprensiva. El que estuvieran esperando gemelos no era cosa de nada y afectaba la memoria de la pareja.

-¿Qué tal los malestares?

-Han disminuido los mareos y vómitos- explicó el castaño - Aunque ahora recibo pequeñas patadas nocturnas que suele levantarme.

-La actividad de las crías dentro del vientre es buena señal. -Premió la doctora. -Lo mejor es reforzar sus movimientos con hablarles, caricias o por medio de sus propios aromas. Eso sería todo por mi parte. - La pelinegra se levantó y acaricio brevemente el abultado vientre del omega. -Cualquier duda llámenme y los atenderé inmediatamente. No olvides seguir tomando tus vitaminas.

Los esposos agradecieron al unísono a la doctora.

Bill acompañó a la obstetricia a la salida de su habitación mientras aún recibía pequeñas indicaciones sobre el cuidado del embarazo del omega.

Cuando la puerta de la habitación se cerró, el Pines se acomodó bien en la cama, tornando su sonrisa en una pequeña mueca de incomodidad y acaricio su vientre con cuidado. Cuatro meses y ya estaba así de hinchado ¿Qué será de él cuando los bebes crezcan más? ¿Acaso su cuerpo resistirá lo suficiente para cargar con dos seres en su interior? ¿Será lo suficientemente buen padre como para poder cuidar con tres crías? Su mente paranoica lo estaba carcomiendo y eso lo perturbaba de cierto modo.

El rechinar de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos, pero se tranquilizó al ver en la entrada a su cachorro. El menor corrió hacia su padre y se recostó a su lado.

-¿Cómo se encuentran mis hermanitos?

-Ellos están bien.

-¿Puedo tocarlos?

Dipper sonrió y asintió. El pequeño rubio acercó sus manos para tocar el vientre de su padre. Al no sentir movimiento alguno, acerco su oído y la pegó contra la fría piel del mayor, sonriendo al escuchar unos tenues latidos asincrónicos. El castaño cerró los ojos dejándose llevar por la conmovedora sensación de su cría interesada en sus futuros hermanos.

El breve recuerdo de la plática que habían tenido con Lían paso por su mente. Hacía unos meses, le habían explicado al cachorro el funcionamiento de las castas y el cómo los bebes se relacionaban con ello. El pequeño había comprendido el tema tras unas preguntas y luego de quejarse con sus padres de mentirle, aceptó rápidamente el hecho de que su papá Dipper estaba en espera de pequeñas crías en su interior. El pequeño cachorro parecía feliz con la noticia y agradecía a sus papás el hecho de que le diera hermanitos y que fueran buenos padres con él ¿Realmente era un buen padre? ¿Realmente será un buen padre?

Exasperado de sus pensamientos, frotó su cien con un poco de fuerza.

No podía permitir que los pensamientos negativos lo carcomieran.

-? ゚フᄇ-

La doctora Radka se había dado cuenta del estado depresivo y angustiante en el que estaba cayendo el castaño. La doctora le había prohibido firmemente trabajar por el tamaño en el que los bebes estaban desarrollándose, por lo que era posible que parte de estado depresivo fuera la falta de actividad. Sin embargo, esas emociones eran algo normal para las personas embarazadas en su quinto mes, y era aún más común cuando se trataba de un embarazo múltiple. Le había recomendado una buena psicóloga, y aunque al Pines no le convenció mucho, el Cipher no lo dudo ni dos segundos. La preocupación del rubio era grande, y más cuando ansiaba mucho que todo marchará bien para su esposo y sus cachorros, evitando sufrimientos y percances que pudieran ocurrirle más adelante.

Quería lo mejor para su familia, y haría todo lo que fuera para hacerlo. Mientras el rubio se encargaba de pedir unos meses libres en el trabajo del Pines, Dipper había visitado a la dichosa psicóloga de la obstetricia. Nunca había hecho esto, pues en el embarazo de su primogénito, nunca llegó a caer tan bajo gracias a Mabel, pero ahora que Mabel viajaba mucho por su trabajo, no había tiempo para poder platicar de sus sentimientos ni ser animado a la forma divertida de su melliza. Con la psicóloga platicó de muchas cosas y sus palabras de aliento combinado con explicaciones científicas, de una u otra manera lo alivio.

La recomendación de la especialista fue clara: armar un nido. Tenía que dejarse llevar por sus instintos de omega y dejar de suprimir sus hormonas como si de algo malo se tratase, su embarazo no era común y por ende, el proceso tampoco lo era. El cansancio, el dolor, la irritación y los cambios de humor repentinos se habían hecho una pequeña costumbre durante esos meses, por lo que hacer algo nuevo y fuera de su monotonía, tranquilizaba en su mente y sus instintos.

No recordaba haber hecho algo parecido con cuando Lían era un nonato, pero ahora, el simple hecho de pensar en un lugar seguro y cómodo donde poder tener a sus bebes, le alegraba por completo sin mucha razón aparente. Sosegado en sus pensamientos, se encontraba buscando entre el armario que compartía con su esposo. Olfateaba ávidamente cada prenda de su pareja, buscando aquellas que más le gustarán a su fino olfato, pues aunque estuviesen limpias, muchas estaban marcados con la esencia del alfa, y ese fuerte aroma a vainilla con un toque de café le reconfortaba. Lo hacían sentir seguro aun cuando su esposo no se encontraba con él.

-¡Papá! - Unos pequeños golpes en la puerta y una dulce voz lo alegró por completo. - ¿Puedo pasar?

La pareja le había explicado al pequeño Lían sobre los cambios repentinos en el castaño, así como aprender a respetar su espacio personal y sobre todo, el nido que su Padre Dipper estaba construyendo, ya que, instintivamente, ese era un lugar en el que su padre omega debe sentirse seguro por sobre todas las cosas. Tenía que respetarlo y preguntarle a su papá por todo cuando él entrará a la habitación de sus padres.

-Pasa, Lían-. Le permitió el castaño, quien tomó entre sus brazos la ropa que había separado del armario y se dirigió a la enorme cama que recién habían comprado.

Al igual que su primer cachorro, consideraron pertinente comprar una cama el doble de grande que la anterior, pues pensaban dormir junto con sus recién nacidos cachorros para cuidarlos hasta que sean lo suficientemente grandes y puedan dormir en su respectivo cuarto que comenzaban a preparar. Lo que habían hecho con el pequeño Lían lo harían con sus próximos hijos. Estaban ansiosos por la llegada de los gemelos sorpresa, que consideraban hasta el más mínimo detalle.

La puerta de madera se abrió, dejando a la vista a un pequeño rubio, vestido con una camisa manga larga color coral con un elegante moño negro en el cuello y cubierto con una enorme camisa blanca de su papá. Cargaba unos peluches en su mano izquierda, mientras que en su mano derecha sostenía una bolsa de papel con varios objetos dentro. Se adentró a la habitación, moviendo su nariz al sentir la fuerte mezcla del aroma de sus padres en el ambiente. Su nariz comenzaba a desarrollarse más a cada día y ahora sentía levemente los aromas territoriales que sus papás marcaban en su habitación. No le afectaban en lo absoluto, pero sí le costaba un poco acostumbrarse.

-Papá fue a bañarse y me pidió que te trajera esto. - El cachorro se acercó a su padre castaño y le entregó todo lo que cargaba, inclusive la camisa usada de Bill sobre él. El castaño agradeció a su cría y le beso en la frente, notando que el aroma que se cargaba encima el pequeño, era el de su esposo. El muy maldito había marcado Lían sin que el menor se diera cuenta, en un vano intento de confortar a su pareja, pues al sentir esa esencia sobre su cachorro sintió molestia por el acto de posesividad de su esposo. Ya luego le reclamaría, su hijo no era ningún objeto para que lo estuviese marcando de esa manera.

Lían notó el enojo de su padre, y en un acto de reconfortarlo, abrazó el vientre abultado de su papá. El castaño notó el atisbo de preocupación del pequeño y se relajó. Su cría tenía razón, no podía enojarse y malgastar su energía en cosas sin sentido. Retomó su sonrisa y lo cargó subiéndolo a la cama.

-Estoy bien- Susurró -¿Quieres ayudarme en lo que viene tu padre?

Los ojos de Lían resplandecieron ante la idea de su papá omega y asintió frenéticamente, mientras gateaba en la cama en dirección hacia los peluches que había traído con anterioridad.

-Traje al señor Mitones, él cuidará a mis hermanitos cuando este ausente- Mencionó mientras levantaba un conejo de peluche con botones rojos como ojos. El castaño sonrió conmovido.

-Bien, trae al señor Mitones aquí, le pondremos un lugar adecuado- Lían asintió y acercó su preciado peluche. El castaño movió los objetos con parsimonia, cambiándolos de un lugar a otro, y pensando si era lo adecuado para él y sus pequeñas crías.

Después de todo, Lían igual quería estar en el cuarto cuando los bebes estuvieran. Quería ser el hermano mayor protector de sus pequeños hermanos.

-? ゚フᄇ-

Estaba embelesado por la figura de su esposo.

En el Sexto mes, el vientre del castaño había aumentado su tamaño considerablemente, mostrando una esfera perfecta que contenía a sus cachorros. Se apoyaba en el marco de la puerta mientras observaba con ternura a su esposo que recién salía de una caliente ducha que necesitaba para aliviar sus dolores corporales y eliminar su estrés. A Bill le enloquecía la idea de que sus gemelos estuvieran en un perfecto desarrollo en el confortante útero del Pines, pero Dipper, no parecía sentir lo mismo.

Miraba su reflejo una y otra vez a través del grande espejo de plata que tenían en el baño. Se sentía hinchado e inflamado, había subido considerablemente de peso a pesar de hacer ejercicio constante para mantener su figura, cosa que claramente no ocurría. La doctora se lo había prohibido, pero le enfurecía el hecho de aumentar su masa corporal de mala manera ¿Lo seguirá queriendo su esposo? Se sentía como una pelota de playa mal desinflada. El rubio salió de su estupor ante el pequeño gruñido de su esposo.

-¿Qué pasa?

-Estoy obeso.- los orbes castaños no se apartaban del espejo.

-¿De qué hablas? ¡Estás perfecto, Pino!

Dipper se sentó con cansancio en el banco de madera que su esposo le había traído y comenzó a secar su cuerpo con una toalla de baño. Sus piernas le dolían con intensidad y apenas podía inclinarse para secarlas, por lo que gruñó con fastidio y le aventó la toalla a Bill. El rubio entendió a la perfección, se acercó y se inclinó a secar con dedicación las extremidades inferiores del castaño. El alfa notó como los tobillos de su omega estaban ligeramente hinchados, probablemente por el peso extra del embarazo. Los masajeo con cariño recibiendo un pequeño suspiro de alivio.

-Lo dices porque no tienes de otra. Apenas puedo alcanzar a ver mis pies. Soy una asquerosa bola de grasa y hormonas.

El rubio gruñó en desacuerdo. Odiaba aquellos comentarios del Pines hacia sí mismo. Ya había pasado algo similar cuando Lían aún estaba dentro del vientre de Dipper, y siempre había algo que lo hacía reaccionar de sus comentarios hirientes. Bajando con cuidado el pie del omega, se levantó del lugar, caminó hacia la espalda del castaño, lo abrazó por la espalda y acercó su rostro al oído ajeno.

-Eres la cosa más bella de este universo- Susurró para luego acariciar el vientre abultado con cariño- Y estos pequeños sacos de carne en desarrollo te hacen ver aún más sexy de lo que eres.

Dipper se ruborizó ante lo comentado por su esposo.

-¿Qué te parece si antes de que Lían venga, te recuerdo lo ardiente que eres con unos deliciosos besos de lengua de vampiro?

El castaño empujó entre risas al rubio, quien también siguió las pequeñas carcajadas de su esposo.

-Eres un tonto.

-¿De qué hablas? Sé que te encanta tanto como a mí. Prometo no morderte duro esta vez.- su voz coqueta no impidió que el castaño riera con más fuerza.

-Solo ayúdame a vestirme, que me empieza a dar trabajo.

-¡De ninguna manera! ¡Te exijo como esposo estar así por el resto del día!

Las risas hilarantes y los pequeños gruñidos retumbaron por todo el baño, hasta que finalmente Dipper pudo terminar de vestirse con una holgada pijama que ocultaba gran parte de su blanca piel, aunque a Bill no le agradara mucho.

-¿Quieres que te compre unos tacos de carne humana?- El castaño hizo un puchero para después asentir.

Su esposo se sabía sus antojos incluso antes de pedírselo.