El lápiz rodó sobre la madera devuelta a los dedos de Misaki, quien dejó escapar un suspiro perdido. Un pensamiento que acababa de llegar a él como una vaga esperanza.
Seguía sin comprender del todo esas funciones que dibujaba de manera mediocre, por lo que marcó el borde de la hoja con un papelito para no olvidar de consultarle a Usami apenas tuviera oportunidad.
Lo desmotivaba ver la cantidad de notas sobresalientes de los bordes. Siguió lo que el hombre le dijo, y ya anticipaba la burla que iba a soltar en cuanto viese ese inédito número de dudas. Si existía un límite para consultar, Misaki se encontraba seguro que él ya lo había sobrepasado.
Hizo rodar el lápiz de nuevo; ahora debía continuar con literatura.
Estuvo toda la hora en eso: reconociendo lo que no sabía, que era el doble de lo que tenía conocimiento y el cuádruple de lo que dominaba. Un nudo se le apretó en el estómago, puso mala cara y se preguntó qué fue lo que le consumió todo el tiempo escolar.
No era como si fuera super popular. Sus pocos amigos (de los cuales era consciente una vez terminara la preparatoria no volvería a hablarles) con los que solo hablaba de manga y tampoco había tenido novia aún— aunque soñaba a diario con el momento.
Misaki no dormía en clases, no faltaba, no ignoraba al profesor.
Prestaba atención, tomaba notas y luego se daba cuenta de que en realidad, no entendía nada.
Quizás solo era un tonto de naturaleza.
Tan pronto ese pesimismo lo invadió, fue que los dedos de Takahiro, su hermano mayor, le llamaron la atención. Como era habitual llegaba del trabajo con las manos congeladas, un desagradable olor a humo, pero siempre mostraba esa infatigable sonrisa que se esforzaba por dedicarle a Misaki.
—Oh... lo siento, no te oí llegar —reconoció Misaki, que comenzó a recoger el material de estudio—. ¿Tienes hambre? ¿Te sirvo la cena?
Takahiro lo detuvo con un suave movimiento. Se sentó en donde Misaki estuvo tanto tiempo y hojeó el cuaderno de matemáticas con paciencia. Recordó los días en los que su hermano le revisaba las tareas cuando era un niño, para comprobar si las había hecho.
Todavía no decía ni una palabra, por lo que Misaki interpretó que era una afirmación. Casi corrió a la cocina a calentar la cena y cuando regresó con los individuales, se encontró con su hermano en la misma posición.
Tal vez él también había notado lo mediocre que era. Poco enseñaban esos ojos y aquel brillo peculiar que, de seguro, debía ser decepción. Misaki se mordió el labio y cuando se puso al lado de Takahiro, pudo sentir su mirada.
—¿Qué hay de comer?
—Hice udon caliente, con okomiyaki, porque nos quedó Kimchi de ayer.
Takahiro asintió, se levantó y envolvió a Misaki con fuerza.
—¿Eres feliz, Misaki? Solo quiero que seas feliz... Lamento no ser tan hábil como tú.
Si lloraba, Misaki no lo notó, porque se perdió en el breve, pero estridente sonido del lápiz que cayó al piso solo por la fuerza de ese amor fraternal.
Martes 16 de mayo de 2023.
23:56 p.m.
1) Kako o manabu to atarashī koto o manabu koto ga dekimasu: Estudiando el paso se aprende lo nuevo.
Amo la relación de hermanos de Misaki y Takahiro.
