Disclaimer: los personajes de Kimetsu no Yaiba NO me pertenecen, sino a la mangaka Koyoharu Gotouge.

Advertencia: este capítulo y otros futuros contienen algún spoiler del manga/anime.

Lara: ¡agradezco tu comentario! Me anima bastante y espero que puedas probar o rechazar tu teoría más pronto que tarde. También espero que te satisfaga la manera en la que manejaré todo este embrollo.

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Capítulo 3

Adaptación

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Dos meses habían transcurrido desde su batalla contra Douma, pero la vida que ella había dejado atrás seguía rondando su cabeza, más como un sueño vívido y cercano que como algo que realmente se percibiera como la realidad.

Había estado pensando en muchas cosas últimamente, intentando buscar explicaciones razonables para su situación, pero sin llegar a concretar algún argumento factible. Seguía siendo ella en el cuerpo de un personaje ficticio y no encontraba la maldita manera de que eso tuviese sentido. Probablemente en sus días de instituto, mientras su hermana menor y ella fantaseaban con sus "novios ficticios", todo esto hubiese sido un loco sueño del que se hubiese reído durante el desayuno mientras lo contaba como una loca anécdota; sin embargo, hace algunos años que había salido del instituto y se había incrementado la carga de trabajo en ese particular mundo laboral que había escogido desde joven, uno que no era especialmente mortal para ella debido a su naturaleza, pero que había tenido un desenlace fatal y repentino.

Seguía en coma... ¿verdad?

Con el devenir de cada día, se percataba de que todo lo que vivía actualmente era mucho más real de lo que se hubiese imaginado jamás. El aire no había sido más puro, el sol no había sido más brillante y la tierra no había sido más fresca que en ese momento único de tiempo. ¿Todo esto podía sentirse así de real pese a estar en un sueño?

Las heridas seguían ahí, dolían aún, aunque muchas de ellas, las menos graves, eran ya vestigios hechos cicatrices. Sus brazos ya no estaban vendados, pero las innumerables marcas pálidas le recordaban que había sobrevivido a algo que debió ser mortal. Algo que, de hecho, fue mortal para Kanae antes de que ella se imaginara todo este escenario en su cabeza. Kanae sobreviviendo... Nunca se le habría ocurrido escribir un fanfic así en su adolescencia.

En algunas ocasiones hablaba consigo misma en el intento de encontrar la voz de Kanae en su cabeza, pero todo aquello parecía ser en vano e inaudito incluso para su creativa imaginación. Solo estaba ella hablando y, ocasionalmente, sentía aquellos impulsos y sentimientos que le eran completamente ajenos, como un inmenso cariño desbordado hacia las muchachas de la Finca Mariposa y hacia su hermana Shinobu.

Y, justamente como ahora, cada que veía a Kanao se le estrujaba el corazón.

No era poco más que una niña, más pequeña de lo que la habían presentado en la historia original, aunque casi alcanzaba la altura de Shinobu. No hablaba demasiado, como se lo había esperado, pero la profundidad de sus ojos era infinita. A veces la encontraba mirándola con mucha atención y sin nada de recelo, silenciosa y con un aura taciturna que no debería tener a su corta edad. Los recuerdos de su pasado habían reprimido toda voluntad en ella, pero sabía de primera mano, por lo que había vivido, que era posible recuperarse. Kanao lo había hecho, incluso aunque ahora mismo estuviera lejos de abrir su corazón a alguien.

«Es Tanjiro quien hace posible esos cambios en su personalidad»; recordó mientras le ofrecía una casual sonrisa al acercarse a ella.

Había cierta luz ausente en su mirada y tuvo la sensación de que sus ojos la traspasaban, como quien ve sin observar realmente. Otro impulso y su cuerpo se acuclilló con una lentitud convaleciente frente a la más pequeña. Su propia sonrisa fue tenue antes de comenzar a hablar.

—¿Estás aburrida, Kanao? —preguntó, encontrando aquella nota melodiosa y rítmica en su voz.

Kanae era naturalmente alegre y bondadosa. A ella le había tocado hacer algunos papeles así, por lo que no le resultó extraño encontrarse cómoda con ello. La línea divisoria entre lo que ella todavía era y Kanae se desvanecía constantemente debido a que algunos destellos de memorias, voces, sentimientos y conocimientos le acompañaban cuando intentaba evocar sus propios recuerdos sobre lo que había leído en la historia original.

Sonaba irónico que algunas veces pudiera pensar en ello tan tranquilamente, como si esto fuera algo natural, mas estaba segura de que no lo era. Solo se estaba adaptando a la situación y dejándose llevar por el fantasioso sueño.

Kanao no respondió ni se movió, como esperaba, pero arrugó imperceptiblemente los labios. Ese gesto pareció ser el interruptor para una imagen reciente que se reprodujo en su mente. Kanae le decía a la pequeña que no estaba de acuerdo en dejarla participar en la selección final, incluso si se sabía todas las posturas de la Respiración de la Flor.

—¿Acaso estás molesta porque dije que no te dejaría ir a la selección final? —inquirió con su tonada aún alegre.

Era un recuerdo vívido de Kanae. Podía reproducir la sensación de terror absoluto que recorrió el cuerpo de la mayor de las Kochō cuando Kanao expresó querer participar en la selección final. De alguna u otra manera, había estado feliz porque por fin estaba demostrando algo de iniciativa, pero hubiese preferido mil veces que no la sacase a relucir en su intención de cazar demonios. Probablemente en su interior se había sentido obligada por gratitud.

—Dijiste que no. No iré —habló por fin.

Su voz fue monótona, suave y desprovista de algún matiz emocional. Kanae había entendido a Kanao en gran medida y eso la ayudaba a entenderla también... ¿No resultaba extraño referirse a ella misma en tercera persona? Pero es que así lo sentía. Ella no era Kanae, solo estaba usurpando su cuerpo durante un extraño sueño.

—Irás cuando de verdad quieras ir, no antes.

Aseguró. Sobre todo, tenía que procurar que asistiera a la misma selección que Tanjiro. Era suficiente cambio el hecho de que Kanae estuviera viva después de su encuentro con la Segunda Luna Creciente. No quería arriesgarse a que por el más mínimo e insignificante movimiento cambiara todo lo que conocía y terminara creando una historia infumable en su cabeza.

Ella se levantó con cierta dificultad de su posición acuclillada y Kanao solo inclinó la cabeza ante ella previo a continuar su camino. Kanae la miró partir con cierta desazón reflejada en su rostro y proveniente del corazón, pero su rictus serio cambió inmediatamente cuando escuchó la voz de su hermana Shinobu a la vuelta de la esquina. Tenía sus momentos, pero poseía una capacidad increíble para cambiar de semblante de un instante a otro.

Con su peculiar tono mandón y enérgico dictaba algunas órdenes a las muchachas de la finca y a algunos kakushi justo antes de toparse con ella y fruncir el ceño inmediatamente después. Tuvo que contener la risa que amenazó con brotar a borbotones, sin razón plausible realmente.

—¡Nee-san! ¡No se supone que debas estar de pie en este momento!

Una inconmensurable ternura se acurrucó en lo profundo de su pecho. El cariz rebelde en la voz de su hermana (no, la hermana de Kanae; se recordó) inundó sus sentidos. Se sintió atesorada y destacablemente apreciada, como si de repente se diera cuenta de que estaba viva. Viva. Había muchas razones para ello, aunque ella no las entendería del todo, al menos no ahora.

Otra vez se presentaron las ganas de llorar, y aunque esta vez no pudo interpretar alguna posibilidad para que ello ocurriera, no se deshizo en pensamientos y solo dedicó una sonrisa brillante en dirección a Shinobu, las chicas y los kakushi, quienes de repente le observaron con ciertas lágrimas en los ojos.

—¡Kochō-sama, nos alegramos de que se encuentre en pie! —anunciaron sus deseos inclinándose a su vez.

Ella inclinó la cabeza, enternecida por la escena, antes de caminar hacia ellos. Podía notar la preocupación en el rostro de la hermana menor, pero solo le dedicó una dulce mirada para restar gravedad.

—¡Agradezco los buenos deseos de todos ustedes! ¿Cómo no iba a ponerme en pie cuando tengo una médico muy talentosa encargada de mí? ¡Era de esperarse! —exclamó con natural alegría incluso cuando su voz sonó algo rasposa.

Avergonzar con elogios a Shinobu en el camino parecía ser un pasatiempo de Kanae, porque realmente se sentía bien mientras veía sus venas brotar, quizá de vergüenza o de impotencia al ver que su hermana mayor era una testaruda y ella no podía hacer nada para remediarlo.

—Todavía tienes una herida no cicatrizada del todo recorriendo tu torso y los rastros de otra marcando tu espalda, hermana —susurró cerca de ella con un matiz enfurruñado.

Debió haberse sentido ridícula al ver cómo Kanae lanzaba una risita baja, pero alzó el brazo para abrazar a Shinobu por los hombros y acercarla hacia su dirección.

Ara, ara... Siempre estamos al despunte del peligro, pero sobrevivimos como mejor podemos.

El optimismo estaba presente en su voz y eso hizo arder la admiración de los presentes. Había sobrevivido a la Segunda Luna Creciente y aportado una información valiosa a la organización. Había estado al borde de la muerte y aún podía mantener esa actitud afable y una sonrisa desbordante. Tanto las niñas de la finca como los kakushi sintieron un repentino orgullo.

No cabía duda de que los pilares eran asombrosos.

Y tan rápido como Kanae había empezado de nuevo a interactuar con los demás, también empezó el rumor de su leyenda entre los cazadores de rangos más bajos. El Pilar de la Flor que sobrevivió a la invernal tempestad de una Luna Creciente. Un nombre con tintes bastante románticos, apreciaría en su momento con una risa contagiosa.

Ese día no fue solamente el recorrido por toda la Finca Mariposa y la agradable estancia de los kakushi lo que la había puesto de buen humor. Hubo una gran razón para que, después de estar un rato admirando la claridad del cielo (luego de calmar de cinco maneras diferentes los nervios de su hermana menor), se levantara de la tierra con una sonrisa dedicada a Gyomei Himejima, quien hacía su rápida aparición, imponente en su inquietante altura, pero en un andar tan amable como ella sabía que era su corazón.

—Gyomei-san, me alegra verte aquí —comentó de inmediato.

Le impresionaba la manera en la que él parecía estar completamente orientado en el lugar pese a su ceguera permanente. Recordaba que él había sido quien rescató a las hermanas Kochō de que aquel demonio terminara por matarlas como había hecho con su familia. Ella misma podía sentir un infinito aprecio y una gran admiración por la incansable labor de Himejima. Recordaba haber llorado con su muerte mientras leía y había sido el panel de su mortuoria sonrisa el que más se había quedado en su memoria después de terminar la lectura. Había sido uno de sus personajes favoritos desde que apareció.

—Kanae-chan —pronunció con su voz profunda pero cálida a su vez. Ella sonrió de forma involuntaria—. ¿Cómo te encuentras? Quise venir en cuanto me enteré pero apenas he vuelto de la misión encomendada.

—Pues, estoy viva. Es más de lo que hubiese podido esperar de ese encuentro —denotó con sinceridad.

Le vio juntar las manos para orar entre un balbuceo y sentarse sobre la tierra, acción que ella imitó de inmediato.

—Te noto distinta.

Ella hizo esfuerzos para evitar atragantarse con su saliva. Himejima era especialmente intuitivo y perceptivo, mucho más que cualquier persona con la que se hubiese juntado hasta ahora.

—Fue la segunda vez que estuve tan cerca de la muerte, Gyomei-san —replicó rápidamente—. Creo... Que eso cambia a las personas irremediablemente cuando se llega a cierta edad.

Quizás había sonado demasiado mayor, demasiado seria para ser Kanae, pero si Himejima, quien la conoció siendo una niña y le vio crecer, se dio cuenta de ello o no, su rostro no lo demostró.

—Sobrevivir a la Segunda Creciente... No tengo dudas de que el mundo te ha encomendado una misión importante —prosiguió.

Ella lo miró en silencio por algunos momentos. El Pilar de la Roca era preso de sus propios pensamientos y su postura erguida era sinónimo de que estaba meditando sus siguientes palabras. De repente, se sintió nerviosa. No dudaba que estaba allí por voluntad propia, pues también tenía un corazón bondadoso y una amabilidad inquebrantable, pero estaba segura de que era el más cercano a Kagaya Ubuyashiki en la actualidad y cumplía sus misiones al pie de la letra, incluso aquellas que no implicaban luchar contra demonios de por medio.

—Si aún sigo viva es por una razón. —Si estaba en ese sueño profundo, también era por una razón que aún no entendía.

—Todo ser vivo en este mundo tiene un propósito más grande que la propia existencia del cuerpo. Vives porque formas parte del todo que representa la cofradía y tu fuerza de voluntad hizo que sobrevivieras. No hay muchas personas en el mundo que puedan decir que han persistido a la mortalidad de sus cuerpos, pero tú inevitablemente sigues aquí —replicó en calma y predicó la incertidumbre pacífica en sus palabras.

Cómo era lo habitual, no entendió de buenas a primeras sus palabras, pero estaba segura de que llegaría a comprenderlo si el sueño se extendía más.

—En todo caso, no soy demasiado fuerte —dijo.

Pese a la ceguera de Gyomei, este desvió su atención hacia ella, ladeando la cabeza como motivándola a que continuara.

—Sobreviví, sí, aunque... ¿Al menos pude dejarle algún tipo de secuela tal y como él me las dejó a mí? Aguanté hasta el amanecer, pero el daño que pude haberle causado no es nada para ese demonio tras su regeneración. No tengo tu fuerza, Gyomei-san, tampoco la agresividad avasalladora de Shinazugawa, la habilidad impasible de Tomioka o la rapidez implacable de Uzui-san. Me falta algo...

Tragó saliva. Nombró solo a los que sabía que eran pilares al momento de la muerte de Kanae en un sórdido intento de obtener más información, aunque la familiaridad en sus nombramientos le hizo reparar en que Kanae parecía ser más cercana a Uzui que al resto, solo excluyendo (por obviedad) a Himejima.

Era algo... Curioso.

—Estás siendo demasiado crítica contigo misma —aseguró el hombre con un tono contundente sin dejar de ser amable—. Tienes tu propia habilidad y sobrevivir a una potencial muerte ya es un logro. Tú y tu hermana superaron mi prueba con perseverancia e inteligencia, como lo has venido haciendo desde muy joven dentro de la organización. —Frotó las manos nuevamente. Era impresionante la forma estricta en la que mantenía una postura meditativa y relajada a su vez—. Tu mayor fortaleza actual es tu ingenio en la estrategia, solo que no tuviste tiempo de armar un plan —prosiguió con aquel tono tranquilizador.

Sonrió débilmente. Realmente era generoso y sus palabras sonaban alentadoras, incluso cuando dentro de ella se libraba una batalla interna que le parecía bastante ajena. Kanae de verdad daba la impresión de manifestarse a través de las emociones que despedía su cuerpo y podía palpar su frustración, la manera en cómo se obligaba a sí misma a ser mejor con cada batalla. Pudo palpar la compasión, su disciplina, la inalterable concentración de su mente y sus músculos para imposibilitar a su enemigo... Pero seguía siendo débil.

«Igual que la mayoría de los que se convertirán en pilares en los próximos años. Débiles contra los verdaderos enemigos, las Lunas Crecientes y Kibutsuji Muzan»; pensó apretando la mandíbula. Ahora mismo no eran más que polvo y probablemente solo Gyomei y Sanemi sobrevivirían el tiempo suficiente con sus capacidades actuales a un enfrentamiento directo como lo ocurrido al final de la historia...

De solo pensarlo le daba escalofríos. Necesitaban tiempo... ¿Cuánto tiempo tenían?

—Ahora... ¿Hay nuevos pilares desde mi ausencia? Ah... Ya deseo que estas heridas sanen —preguntó con un tono más alegre, mismo que pareció contagiar un poco el rictus concentrado de Himejima y lo convertía en una modesta sonrisa.

—El hijo de Rengoku ha empezado a asistir a las reuniones como sustituto del Pilar de la Llama. Acaba de ascender a Kinoe pero su pasión por el trabajo es contagiosa. —Volvió a frotar las cuentas de su amuleto entre las palmas. Ella notó que lucía satisfecho por la diligencia de ese joven.

¿Cómo olvidar a Kyojuro Rengoku y su enérgica labor? Era un personaje ciertamente llamativo al que muchos le habían tomado un cariño que parecía ridículo, sobre todo tomando en cuenta la poca cantidad de tiempo que había hecho acto de presencia, pero eso solo demostraba la calidez de su corazón y la figura del héroe que muchos querían ser.

—Así que finalmente Rengoku-san no asistió más... —Le alegraba en sobremanera que el vibrante futuro pilar de las llamas estuviera ya a pocos instantes de tomar su legítimo lugar. Recordó cuán mal le había caído el patriarca de la familia en un principio y cuánto había llorado la pérdida de su hijo mayor luego de ello.

—Su estado de ebriedad ha puesto en peligro varias misiones y su actitud ante el patrón se ha vuelto errática. —El tono generalmente pacífico de Gyomei se tornó severo—. Es mucho mejor que su reemplazo sea rápido y seguro para evitar inconvenientes.

Pudo ver cómo se tensaban sus hombros ante la mención. Si había algo que ella sabía que Himejima odiaba, era que insultaran directa o indirectamente a Oyakata-sama. También había sido evidente hace poco, cuando Sanemi Shinazugawa se había vuelto pilar y había osado insultar al patrón. Era conocedora de su fuerza demoledora y de cómo podría fácilmente reducir a cualquiera que le faltase al respeto.

La muchacha colocó una mano sobre uno de sus hombros de manera tentativa. Él pareció relajarse un poco y ladeó la cabeza en su dirección. Sus ojos ciegos seguían siendo amables y ella sonrió, incluso si él no podía notar su expresión.

—Todo lo que nos queda es hacernos más fuertes, Gyomei-san, y esa fortaleza debemos pasarla al resto de los cazadores como una antorcha. Procuremos que todos sean lo suficientemente capaces de resistir lo peor. Me di cuenta de que necesitamos más diligencia. —Suspiró.

Aquel era un comentario destinado a la reflexión. Este era su sueño y en su sueño podía evitar un sin fin de tragedias ocurridas, ¿verdad? Como intentar salvar a Kyojuro Rengoku, por ejemplo.

—Te acompaño en tu pensamiento. Sin duda has renacido —comentó el hombre y en su rostro se dibujó una expresiva sonrisa.

La mueca sonriente que permanecía en el rostro femenino, tembló.

Gyomei Himejima no se imaginaba que tan literal era aquel comentario.