Disclaimer: los personajes de Kimetsu no Yaiba NO me pertenecen, sino a la mangaka Koyoharu Gotouge.

Advertencia: este capítulo y otros futuros contienen algún spoiler del manga/anime.

Comentario: estos primeros capítulosson para situar a Kanae y que se ubique un poco en el transcurso de la trama y se desarrolle mientras se acostumbra. Pronto se vinculará con la trama principal, aunque su presencia en un inicio afectará de ciertas maneras particulares.

· Guest: ¡gracias por el review! Aunque Royal está bastante más adelantado que este, espero que te sea entretenido.

· Lara: qué bueno que te haya gustado la interacción, lo intenté hacer lo más fiel posible a mi percepción sobre ellos, así que espero no salirme del personaje con alguno. Pronto más del resto de pilares jaja. ¡Gracias por seguir por aquí!

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Capítulo 4

Determinación

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Las semanas siguientes retomó sus actividades en la Finca Mariposa. Como una joven médico con una ascendencia familiar en el ramo farmacéutico, se dio cuenta de que Kanae tenía bastantes recuerdos de cómo tratar heridas y contusiones complicadas a través de la medicina herbal y otros tratamientos, aunque definitivamente no era tan hábil creando pócimas y medicinas como Shinobu, quien se había interesado en ello desde siempre.

Varias veces se había encontrado ejerciendo su trabajo de manera natural, casi por inercia. No cabía duda de que tenía una memoria corporal bárbara, ¿o era ella la que se estaba inventando todo aquello en su mundo ficticio?

Algunos cazadores habían llegado con heridas menores y ella había sabido exactamente qué hacer. «¿Cómo es esto siquiera posible?»; volvía a preguntarse constantemente, incapaz de asimilarlo del todo.

Con gratitud se dio cuenta de que Shinobu hacía todo lo posible para que Kanae tuviese menos trabajo, e incluso Kanao (de quien era sabedora que no se le daban bien los oficios del hogar) también estaba trabajando duro para que la Finca Mariposa estuviese de vuelta en su máximo esplendor.

—Bueno, creo que oficialmente vuelves al trabajo, al menos al de sanación —comentó Shinobu con un particular tono entusiasta.

La había ayudado a colocarse su haori con patrones coloridos de alas de mariposa. Era realmente extraño llevarlo ella y no Shinobu tal y como se le había visto por primera vez en la historia que ella conocía en su... Vida anterior. A veces contenía las ganas de suspirar y evitaba preguntarse hasta cuándo duraría este sueño, pero cada día que pasaba allí iba enterrando cualquier capacidad de respuesta.

—¡Al fin! Adoro dormir, pero no las camas en sí —compartió ella con el habitual tono simpático y suave que la caracterizaba, un contraste total con la perpetua mueca de rebeldía en el rostro de Shinobu.

Seguía siendo un poco desconcertante el verla con esa personalidad, pero entendía que esta vez no había adoptado parcialmente la forma de ser de Kanae porque esta no había muerto y no había memoria que honrar con un cambio radical de comportamiento.

El hecho de dejar sola a su hermana le daba escalofríos, como si de verdad temiera que quedara a la deriva sin que pudiera hacer nada para remediarlo. No solo era el tiempo que habían pasado juntas desde que ella llegó a este mundo, sino también los sentimientos propios de Kanae que brotaban con furia de vez en cuando. Shinobu no había sido su personaje favorito ni de lejos, pero podía comprobar de primera vista que tenía una personalidad avasalladora.

—¿No estás sobrecargada con tanto trabajo? ¡Aquí está tu hermana para remediarlo! —alentó a modo interrogante.

Envolvió sus hombros con uno de sus brazos mientras caminaban. Pudo notar que Shinobu se relajaba y envolvía la cintura de su hermana mayor con su delgado brazo.

—Sabes que no me molesta hacer el trabajo. Se me da bastante bien. Me ayuda a tener la mente despejada —aseguró con una media sonrisa.

Por supuesto, sabía lo que escondía su perpetua sonrisa rebelde y se sorprendió un poco por lo claro que estaba todo para su entendimiento. Shinobu guardaba un profundo odio y rencor contra los demonios y esa determinación estaba presente incluso antes de la muerte de Kanae. Ahora, aunque la historia era diferente, podía notar el creciente resentimiento. Ambas eran tan distintas y, sin embargo...

Ella depositó un suave beso sobre la coronilla de su hermana, causando que esta se sorprendiera un poco, pero terminara por captar las intenciones de la mayor.

—Estoy aquí y no me iré a ningún lado. Lo menos que quiero es que mi hermanita se desgaste entre tanto trabajo —aseguró con su tono dulzón y suave, ese que tanto le exasperaba a Shinobu que utilizara después de decirle algo importante.

Iba a replicar, pero la mirada despejada y clara de su hermana la hizo enmudecer, así que, por una vez, se dejó contagiar por su sincera sonrisa.

Aquella sonrisa que a veces la hacía olvidar el odio y la pesadumbre que albergaba en su corazón.

No fue hasta muy tarde, en la noche, cuando todos estaban profundamente dormidos, que ella decidió sentarse en el pasillo del patio interior para admirar la luna. Se veía tan serena, cauta y real que ella se abrazó a sí misma. De alguna manera, en su interior bullía una melancólica tristeza que no era capaz de explicarse, porque dudaba que fuese por estar "en coma". Nada de esto se sentía como un sueño y empezaba a hacerse demasiado largo.

A veces había algunos retazos de las memorias que albergaba de su vida anterior entremezclándose con las propias de Kanae. ¿Cómo podía ser tan precisa al momento de reproducir momentos que nunca había vivido?

En un último (loco) intento, se pellizcó uno de sus antebrazos, con tanta fuerza que tuvo que morderse los labios para no gritar. No había sido la idea más inteligente ni sensata, claramente, mucho menos la que le brindaría respuestas.

Suspiró.

Sus ojos brillantes observaban las estrellas con detenimiento.

—Esto de verdad está pasando, ¿no? —interrogó retórica hacia el firmamento.

Ninguna le respondería, era ella la que tenía las respuestas ahora y dependía de su persona el seguir pensando que esto era un sueño o asumir la realidad en la que ahora vivía. Ni en sus más locas ensoñaciones se le hubiese ocurrido armar semejante trama alrededor de un personaje que ni siquiera era secundario en la historia, uno que ni siquiera estaba vivo, de hecho.

«Bueno, pues Kanae ha sobrevivido en esta realidad. ¿Qué procede?»; se interrogó, aunque la respuesta no tardó demasiado en llegar.

Claramente tenía que hacerse más fuerte. Si en algunos meses o años de verdad iba a ocurrir todo lo que ella había leído, entonces debía empezar a construir una base sólida para evitar al menos la mayoría de las tragedias acaecidas.

Estando en el cuerpo de Kanae, sabía exactamente a quién acudir, así que no tardó en buscar sus utensilios de tinta y papel en su habitación y luego salió de nuevo hasta el pasillo del patio para empezar a escribir.

Escribió dos cartas. No fueron extensas, pero sí lo suficientemente explicativas para que los destinatarios captaran su objetivo. Pasó al menos media hora sopesando qué decir antes de envolver los escritos, ya listos para ser enviados. Ni siquiera hizo falta que llamara a su cuervo kasugai, Urugi, pues este observaba con mucha atención y en completo silencio los movimientos de la cazadora a la cual servía.

Desde un inicio se había sorprendido de que alguien como Kanae tuviese a un cuervo tan introspectivo y silencioso. Casi no hablaba, aunque cumplía cabalmente su trabajo y ocasionalmente se quedaba dormido cerca de ella en la más completa serenidad. La respetaba mucho y definitivamente le gustaba estar cerca de la mayor de las hermanas la mayoría del tiempo.

—Urugi, ya sabes quiénes son los destinatarios. ¿Quieres partir ahora a entregarlas o preferirías esperar hasta la mañana? —habló bajo y con tono suave.

Una sonrisa iluminó su rostro y acompañó su gesto con una leve caricia a las plumas del ave, quien pareció muy satisfecho con el trato y un poco reticente a alejarse del toque de su cazadora. Unos momentos después el cuervo partió con ambas cartas y ella se quedó largamente observando su silueta adornando el firmamento, pero un repentino ataque de tos perturbó el silencio nocturno y su propia paz.

«¿Qué me pasa?»; se preguntó cuando se agarró el pecho por inercia, inclinando su torso hacia adelante, alarmada, pues por un segundo no pudo respirar.

Apretujó los dedos contra su pecho antes de que los estertores de su respiración se calmaran un poco. Estaba temblando y tenía frío. Aquello la asustó y solo pudo pensar en un único nombre.

Douma.

Para cuando el sol despuntó en todo su esplendor, Kanae ya estaba levantada para asearse y emprender el viaje hacia su primera parada. No había tenido tiempo de avisarle a Shinobu sobre eso, pero lo tendría sin duda.

«Parte de la posterior personalidad de Shinobu se formó tras la ausencia de Kanae... Esto no será igual de doloroso, pero será un avance»; pensó, por completo convencida de su plan y el objetivo que estaba dispuesta a lograr.

En el fondo de su ser le sabía mal ocultar información, pero esto era una locura aún para ella y debía ir con pies de plomo si de verdad quería hacer algún tipo de diferencia real y favorable.

Utilizó sus primeros minutos de la mañana para hablar con Shinobu sobre su primera visita y también sobre el rumbo que tomaría a continuación. Shinobu se vio angustiada, por supuesto, pero ella sabía que la entendería a la perfección, sobre todo después de ver la expresión pétrea y serena en el semblante de Kanae, esa que transformaba su rostro durante la batalla. No le habló sobre su ataque de tos en la noche anterior y su incapacidad momentánea para respirar. Ella misma podía evaluarse y no tenía sentido preocuparla.

—¿Quieres que siga ahondando mucho más sobre los venenos? —La pregunta de Shinobu era perspicaz y pedía una confirmación a lo que estaba escuchando.

Ella asintió un par de veces. Su sonrisa iluminaba el pulcro semblante matutino.

—Eres mejor que nadie con las pócimas, ungüentos y brebajes, también con los venenos contra los demonios —argumentó—. No puedo confiar en nadie más que en ti.

—Pero tú también eres buena... ¿De verdad te irás, nee-san? —El tono apagado y expresivo de Shinobu causó que ella le tomase de las manos.

Ara, ara... ¿Qué es esa expresión que veo? Me iré solo lo necesario. Cuando menos te lo esperes, estaré de regreso. —Reprimió su propia sorpresa al expresarse de una manera tan natural por segunda vez en lo que llevaba viviendo dentro de ese cuerpo.

—Pero las cicatrices de las heridas profundas aún no están del todo curadas —argumentó Shinobu una vez más y visiblemente preocupada.

La mayor presionó las pequeñas manos entre las suyas, tan gentil y tranquilizadora como pudo, pero seria y firme en su decisión. La cazadora de la Respiración del Insecto solo había visto ese tipo de expresiones en su hermana cuando la contemplaba en pleno entrenamiento o enfrentando a un demonio.

—Ningún demonio esperará a que nuestras heridas sanen, así que debemos seguir adelante, rumbo hacia el objetivo. —Era una sentencia que guiaba su actuar y su vida. Ella podía sentir ese sentimiento emanar del interior de sí misma, del cuerpo de Kanae que invadía.

Pese a la piedad y bondad que albergaba el corazón de la mariposa mayor, esos sentires empezaban a entremezclarse con los propios sentimientos que ella había cargado desde antes de ese fatídico día, el mismo que ella había despertado ensangrentada entre los brazos de una llorosa muchacha. A veces resultaba incómodo no poder distinguir entre las emociones de Kanae y las de ella al estar en el mismo cuerpo, pero intentaba buscar la diferencia siempre.

Shinobu enmudeció. No sería ella quien la haría cambiar de opinión. Sabía que ambas eran temiblemente perseverantes e incansables con su labor, por lo que terminó expulsando el aire tras sopesar los pros y los contras que representaba seguir oponiéndose a una decisión tomada.

—Escríbeme cuando puedas y si necesitas algo... —Su voz se fue apagando con cierto tinte de reticente aceptación.

El rostro de Kanae mostró una sonrisa satisfecha.

—No tengas duda de que lo haré.

Más tarde, casi al rozar el mediodía, un kakushi se detuvo en la entrada de la Finca Mariposa con la intención de guiarla hacia su primer destino. Con unas pocas palabras y formas muy respetuosas, se cumplió el protocolo, rumbo hacia el objetivo que la haría cumplir con las primeras tareas que se había propuesto. Oyakata-sama debía ser informado de su proceder y, por supuesto, tenía que hablar con él sobre ciertas cosas. Sabía que él entendería (a su manera) las peticiones que estaba dispuesta a expresarle.

La minuciosidad con la que la Mansión Ubuyashiki estaba escondida era admirable. Tal y como la villa de los herreros, los escondrijos que se tomaban para llegar al camino principal representaban una confusa dificultad. Se sorprendió de saber de memoria algunos de los atajos y las transversales boscosas que había que atravesar para llegar, mas no le resultó extraño que alguien como Kanae lo supiera. Se desconocían muchos datos sobre ella y no sabía en qué momento de su vida se había convertido en un pilar, pero debió haber sido bastante joven (a juzgar por la edad prematura de su muerte) aunque con más edad que la que Muichiro Tokito tenía en su ascenso, pues era sabido que se había convertido en el pilar más joven de su generación.

«Me pregunto si ya Amane los está cuidando»; pensó con un suspiro interno, consciente de que no podría evitar tragedias; sin embargo, cierta parte de ella tampoco quería evitarlas por más cruel que sonara, pues todo lo que ocurría con las familias de los cazadores eran un medio para un fin mayor, no obstante, al menos intentaría salvarlos a ellos.

Teniendo la fuerza suficiente, estaba segura de que podía hacer algo, por ello, en su segunda visita se encargaría de eso.

—Hemos llegado, Kochō-sama —anunció la voz fuerte del kakushi que le acompañaba.

Apenas y había prestado atención al arribo del lugar, pero su murmullo fue suficiente para tomar consciencia del ambiente. En el balcón principal estaba una muy joven Amane en compañía de dos de sus gemelas de hebras blancas. Ella nunca se había aprendido los nombres de las pequeñas hijas de Kagaya, mucho menos había aprendido a diferenciarlas, así que solo podía estar segura si el niño estaba presente entre ellas.

Enarboló una venia cortés y delicada en dirección al trío de mujeres, ellas respondieron con la misma sutileza antes de que la hicieran pasar al interior. Sonrió al percatarse de los cuidados del patio principal, empedrado, lleno de grama y con una flora brillante que embellecía la estructura tradicional de la mansión.

Sus pasos se sucedieron hasta el lugar iluminado y techado con grandes vistas a todo tipo de plantas. Oyakata-sama ya estaba en el sitio, sentado en seiza y completamente solo, hecho que le pareció bastante extraño en un inicio, antes de recordar que la previsión era parte de las habilidades del líder de los cazadores. Debió haber previsto que todo esto tenía un tinte importante y que era recomendable que escuchara en soledad lo que ella tenía que decirle.

—Oyakata-sama —saludó con una dulzura formal al reverenciar en su dirección, luego tomó la misma posición que él.

—Kanae Kochō, hija mía. —Le escuchó pronunciar con suavidad—. Esperaba que vinieras pronto.

La muchacha lo observó. Su sonrisa tenue era visible y su único ojo sano le contemplaba con atención. Parecía saber algo que ni ella misma sabía, así que eso le trajo un poco de esperanza.

—Me tranquiliza no haber importunado —dijo un poco impaciente por saber en qué estaba pensando el hombre frente a ella.

Sin embargo, las respuestas no llegaron sino tras una contemplación de varios segundos de silencio, aunque no sintió incomodidad.

—Con certeza —reanudó el diálogo el patrón —, los últimos acontecimientos en lo que respecta a tu supervivencia y recuperación han sido impresionantes, no obstante, hay algo que debo decirte. —Su tono de voz no abandonó el sosiego que daba paz a su espíritu, pero tenía cierto rasgo de incertidumbre.

—¿Qué es? —Su propio tono sonó serio y desprovisto de cualquier matiz alegre característico de Kanae.

—Al finalizar tu batalla contra la Segunda Creciente, Urugi vino rápidamente a mi —hizo una pausa antes de continuar—. Traía la noticia de que habías muerto en combate.

La joven tensó la mandíbula, inhaló y exhaló con lentitud para que su nerviosismo no se evidenciara. Era como si él tuviese su secreto en la palma de la mano, como si fuese capaz de describir con exactitud lo que había pasado con ese acontecimiento, mas era imposible, simplemente. ¿Cómo iba a saber aquello? Aun así, parecía que él estaba esperando una respuesta de su parte.

—Ciertamente quedé moribunda, pero... —El tinte de su voz se elevó, esperanzador y brillante, poseído por la personalidad avasalladora típica de Kanae—, ¡finalmente pude sobrevivir! —culminó, aún sin poder creerse del todo lo que decía.

Y no parecía ser la única que dudaba, pero no con mala fe.

Kagaya Ubuyashiki observó los movimientos de Kanae sin perder la suavidad en su pupila sana. Todo, desde su repentina sonrisa hasta su mirada dulce le gritaban que era el pilar de la Flor, pero al mismo tiempo había algo que lo empujaba a creer que existía cierta diferencia entre lo que ella había sido antes de enfrentarse a la Luna y lo que era ahora. Un brillo de seguridad en su mirada parecía conferirle saberes que ningún otro de sus hijos conocía.

—Como te lo dije en un inicio, toda criatura viviente y pura está donde debe estar, y a pesar de todas las dificultades, una parte de ti te obligó a sobrevivir —recordó. Su voz aterciopelada se hizo notar en conjunto a su afabilidad—. No puedo evitar pensar que tienes una misión importante.

Como un interruptor, aquello dio inicio a la cinta de su memoria, aquella que había apagado parcialmente desde que había despertado en el cuerpo de Kanae. En su vida real nunca había tenido un verdadero objetivo, al menos no uno que involucrara la salvación de personas. El hecho de saber gran parte de lo que ocurriría, le decía que debía utilizar ese conocimiento para terminar toda esa pesadilla demoníaca de la mejor manera posible.

Si es que existía esa manera, pero en su coma era posible, ¿no?

Recordó de sí misma que había muerto a los veinticinco años, sin nada más que una carrera sólida en un mundo lleno de máscaras al que había entrado desde su adolescencia, durante sus estudios en el instituto Sekirei, valiéndose de su alegre carácter y una bonita apariencia que le fraguaron ser la inspiración de algunos mangakas para crear el diseño de algunos personajes, incluso algunos sin su permiso.

. Extrañaba esa parte artística de su ser y al mismo tiempo no echaba de menos en absoluto la falsedad de la que se había rodeado con los años. Japón y su cerrada sociedad la habían llevado a tragarse sus réplicas para evitar escándalos, convirtiéndose cada vez más en un títere...

Y, entonces, había caído en medio de una escena de riesgo por su profesionalidad. Se había convertido en una actriz tan entregada a su trabajo que incluso practicó todo aquello que le exigían sus papeles, desde el manejo de armas hasta artes marciales.

Recordaba su dolor en escena mimetizándose con el horror de las heridas que Douma había ensartado en el cuerpo de Kanae, una línea difusa entre el delirio y la realidad.

Allá en la realidad, pese a todo, no había hecho algo importante. ¿Podía hacerlo dentro de su propia fantasía?

—Sé que usted es el único que me va a entender, Kagaya-sama —aseguró con una voz determinada—. Desde que desperté me siento ligeramente diferente. A veces siento que debería estar impidiendo muchas atrocidades en el mundo, que otras personas necesitan de nuestras fuerzas renovadas para combatir la barbarie de los demonios y... —Se detuvo bajo la atenta y comprensiva mirada del joven líder, sopesando cómo proceder sin que pareciera algo descabellado—, hay algo que siento que debo hacer.

Ubuyashiki prosiguió en el acto de escuchar y analizar antes de preguntar:

—¿De qué se trata, Kanae?

La muchacha tomó aire.

—Alejarme un tiempo de las misiones individuales con el fin de entrenar con el mejor de los pilares actuales, Himejima Gyomei —declaró con seriedad—. Si está dentro de sus posibilidades y si he de cumplir alguna misión encomendada, me gustaría que sea con su compañía. —No era un acto inconsciente sino algo premeditado que ella necesitaría si quería hacerse más fuerte—. Desde mi despertar tras la batalla que casi me llevó a la muerte, me di cuenta que todos necesitamos ser más fuertes, desde el rango más bajo hasta el más alto. Las Lunas Crecientes son casi invencibles, y la diferencia está en ese casi que puede compensarse puliendo al máximo las habilidades de cada cazador, encontrar sus puntos fuertes y llevarlos más allá para que el cuerpo obtenga el mayor potencial, pero es una iniciativa que debe comenzar desde los rangos superiores, en mi humilde opinión —expresó.

En ningún momento quiso dar la impresión de ser pretenciosa o querer cambiar las reglas de la cofradía, pero necesitaban un cambio, uno que no llegaría hasta que se tomaran las medidas necesarias. No podía esperar hasta el entrenamiento de los pilares tras las batallas acaecidas en la villa de los herreros, y si tenía que comenzar por ella misma, lo haría. Esperaba que Kagaya la entendiera.

—Entiendo —anunció luego de meditar sus palabras por casi un minuto entero—. Siempre has tomado tu trabajo en serio a pesar de que en tu corazón gobierna la bondad y la compasión hacia los demonios, es por ello que no podría negarme a tu nueva resolución. Si es del agrado de Gyomei, te aceptará como su compañera en sus siguientes misiones por el tiempo que ambos crean conveniente —concluyó con una sonrisa.

El rostro de la fémina se iluminó, contagiado por la sonrisa masculina y su aceptación. La segunda carta que había escrito, era precisamente para el Pilar de la Roca. Ella inclinó su talle hacia él a modo de respeto, sin embargo, no era lo último que quería decirle, pues quedaban un par de asuntos en el aire que aún no había podido discutir. Tal parecía que Oyakata-sama ya lo presentía, así que instó a que continuara con una expresión serena y llena de tranquilidad.

—Gracias por su generosidad —soltó antes de continuar—. Lo segundo que quiero solicitarle, es que se considere a mi hermana, Shinobu Kochō, de manera independiente a su instrucción como tsuguko y se le tome en cuenta en un posible ascenso a Pilar, sobre todo debido a que no compartimos respiración y ella ha sido lo suficientemente talentosa para crear la suya propia.

Fue una breve expresión, pero pudo ver cierta sorpresa en el semblante del patrón.

—Será una petición que meditaré en su debido momento, sin duda —respondió con brevedad—. Puedo notar que hay una tercera solicitud. Prosigue, por favor.

La joven miró un momento hacia el pulcro suelo de la estancia. ¿Cómo podría solicitar lo siguiente sin delatarse demasiado en el proceso? Sería sospechoso que ella supiese tanto de algo así antes de tiempo (si es que no había ocurrido aún el suceso con la familia de Tanjiro) o que conociese de la naturaleza de Nezuko (si es que el maestro Urokodaki ya había escrito la carta), así que no tenía idea de cómo proceder.

«¿Y ahora qué?»; se dijo, buscando las palabras adecuadas, no obstante, la voz de Amane penetrando el silencioso ambiente y distrayéndola de sus pensamientos, le trajo la respuesta de inmediato, como caída del cielo.

—Kagaya-sama. —El tono levemente intranquilo de su esposa, causó que el joven líder girara rápidamente el rostro en su dirección—. Muichiro Tokito se ha despertado.

Finalmente, podía ubicarse.