Fic

Historias de Albert y Candy

Presenta

Bajo el Mar

Por Mayra Exitosa

Inspirada en el diseño de Lulú Mtz.

Nace esta historia que espero se vuela tu favorita

Viajar a la playa era por fin las vacaciones que tanto habían planeado, su pequeña vería por primera vez el mar, aunque iba dormida en su asiento infantil, sus padres manejaban a un viaje de placer que tanto habían anhelado. Christopher Bedford manejaba cuidadoso, su mujer también se encontraba cansada y ya no podía continuar haciéndole conversación, el auto la arrullaba, así que ambas su mujer e hija llegaron dormidas a la puerta del hotel donde se hospedarían.

- Si, amor, hemos llegado, van a subir las maletas. - Si cariño, disculpa salimos tan temprano que no pude aguantar el viaje, debiste hacer una parada, no vuelvas a realizar el viaje tan largo. - Lo prometo cariño, descansaremos en nuestra habitación, llevaré a Candy en mis brazos. - Gracias amor, te sigo.

La familia por fin llegaba a su destino pasarían una semana grandiosa, tomando el sol, pisando la arena y disfrutando cocos con la vista del mar. Candy era recostada en su camita, su madre la cambiaba y cobijaba, mientras su padre caía rendido luego de darse un buen baño.

La mañana era encantadora, los sonidos de las aves despertaban a la pequeña dormilona, mientras sus padres ya desayunaban en la terraza de su habitación, con un brillo muy especial en sus ojos vio el mar y no pudo contener la emoción de ver la gran vista con un sonido espectacular. Candy brincaba emocionada para ser llevada a la playa, más sus padres lucían amorosos y cubrían con protector solar su piel, su traje de baño bien colocado, unas zapatillas para que no se quemara, la bolsa de juguetes, el desayuno abundante y la emoción la hacía soltar un grito cuando por fin salieron de la habitación, siendo invitados a ver a las pequeñas tortugas negras que estaban naciendo frente a las playas en esos momentos, las cuales estaban siendo custodiadas para que no fueran a escarbar por llevarse los nidos desde la noche anterior.

La rubia no podía creer como siendo tan pequeñas reconocían el sonido y se iban directas a las olas, dejando claro que no le temían al mar, por el contrario, parecía una gran bandada de puntos negros dejando una estela marcada de sus patitas y dirigiéndose a sortear la vida.

-¡papá! mira, cuando muera me convertiré en una tortuga igual, seré grande y fuerte. - No digas eso Candy, tu vivirás muchos años, nada de hacerte la perezosa y nadar como tortuga, anda vamos a la alberca, ahorita el mar está recibiendo a sus nuevos integrantes. Candy era llevada por su padre en sus hombros, mientras que alguien hacía lo mismo a una distancia lejana dentro del mar, un hombre de abundante barba sentado en los riscos observaba la llegada de las tortugas y su hijo a su lado miraba que los humanos no estaban estorbando la partida de las nuevas especies del mar, así ambos con una mirada azul cielo, desde la distancia vigilaban cada oleada, para alejar un poco a los peces enormes que las tragaban en esos primeros pasos que apenas daban. Bajo el mar una bandada de tritones y sirenas, hacían lo suyo, alejando a tiburones y peces, así como el movimiento de sus colas espantando a las aves que solo estaban listas para lanzarse en picada por una de esas pequeñas bebes tortugas, era la primera vez que había una unidad entre humanos y personas del mar con un mismo objetivo, darles una oportunidad a las nuevas integrantes marítimas de ir en búsqueda de su familia, conocer la belleza del mundo submarino y luchar como todo ser vivo en la tierra por sobrevivir y ser amado.

- Lo ves hijo, ellos también pueden ayudar sin que nosotros dejemos la seguridad del mar. - No dijiste lo mismo cuando estaban lanzando agua sucia en nuestros caudales, - Esos son otras especies de humanos que no valoran la vida, suelen ser desdichados, infelices que solo creen que el dinero da la felicidad. - Padre, son muchos más los que atacan contra nosotros que los que nos ayudan a que perdure la vida marina. - algún día iras a la tierra, veras de cerca a esos humanos, te esconderás entre ellos y sabrás porque lo hacen, después volverás con otra mentalidad diferente. - Cada día hay más contaminación, arrojan basura y hemos tenido que salvar a muchos de los nuestros por esas enredaderas enormes con las que atrapan los peces, aunque seamos muchos, no podemos lograr cuidar de todo el mundo. - No estamos solos hijo, ellos también deben hacer su parte, si nos va mal, a ellos les ira peor y no será venganza, sino karma de vida, entre más dañen los ecosistemas, ellos tendrán menos de que vivir.

Tanto padre e hijo se sumergían con un ruido enorme al golpear su cola en el mar antes de hundirse, viendo a todos los demás manejar los caminos de las nuevas pequeñas que se unían a la familia de tortugas marinas de una especie obscura y de caparazón garigoleado.

Candy por su parte jugaba en las orillas de la playa con su padre quien la enseñaba a nadar, recoger piedras de colores, estrellas de mar y conchas brillantes que hacían crear una curiosidad en la pequeña que deseaba llevarse todas ellas. Su madre se unía a ellos, para darle oportunidad a su esposo de que nadara un poco, así ella dejaba a Candy más cerca de la orilla, con la seguridad de portar los flotadores en cada brazo y una rueda de aire en su cintura, vigilando que siempre estuviera cercana, la madre la veía con su bolsa de malla llena de piedras y quitándosela para que no se hundiera por el peso. - ¡oh Candy! No podremos llevarnos tantas piedras, luego el mar se quedará sin ellas, toma en cuenta que adornan muy bello el lugar, además son parajes donde pequeños seres viven y al quitarles las conchas como se cubrirán para que no los coman los animales grandes. - Mami son bonitas, quiero llevarlas. - Pero solo una, no más, deja a los cangrejos tomar una concha para cubrirse del sol, a los pequeños peces que tengan donde refugiarse cuando el mar este picado y a otras especies que estas rocas les sirva para no ser llevadas en la marea. - Esta bien mami.

Albert escuchaba la explicación de la madre a su hija, miraba como la pequeña niña dejaba las piezas, donde podían servirle a otras especies. Era una pequeña, y ya comprendía que todo en el mar formaba parte de un ecosistema, incluso los sobrantes de las conchas quebradas.

Los días junto al mar eran disfrutados por la familia, tomar un paseo en bote y ver las ballenas, era algo que Candy jamás olvidaría, quizás por las especies más grandes de ballenas de ese lugar o por ese día en especial, que podía correr por toda la proa y la popa, sintiendo que estaba dentro del inmenso océano; bajo el bote existían ventanas de cristales que dejaban ver el fondo donde los arrecifes lucían a cierta distancia y los ballenatos eran protegidos por la familia de ballenas para que pudieran disfrutar de una salida constante de bailes entre todos ellos.

Inesperadamente llegaban delfines por un costado, otras especies a lo lejos, escuchando el radar que anunciaba que había más seres dentro de las profundidades, los paseantes ansiosos por ver cada una de ellas a la distancia, fue entonces que Candy quien vio un pez mitad humano, el cual no salía en el radar, estaba cerca y se escondía en la orilla de los vitrales para no ser visto, más ella trataba de asomarse por ver si era verdad o lo había imaginado, la mirada azul de una cabeza de un jovencito, le hizo un guiño, haciendo que ella se asombrara, más cuando le hizo la seña con un dedo que no avisara de su presencia, ella asentía accediendo. Lo vio irse rodeado de delfines, alejándose de las ballenas, para quedarse con la mayor impresión de su vida, pues Candy jamás había visto algo similar, por lo que no podía decirlo sin que buscaran atraparlo, cuando él ya se había ido.

El regreso del gran barco de paseantes tuvo complicaciones, las ballenas ya se habían alejado, de pronto una alerta de sunami hacía que la velocidad del barco se incrementara en su regreso, más por el sonido y experiencia no lo librarían, así que trataban de alejarse donde existía la posibilidad de menor impacto, el capitán daba aviso, más la radio se interrumpía, todos las personas que abordo se alarmaban colocándose los chalecos salvavidas; Candy era la más pequeña de los viajeros con apenas cinco años, sus padres estaban optimistas de que todo pasaría y que el barco era capaz de solventar el impacto, al ser un buque de los más avanzados tecnológicamente, más nada prepara para una contingencia de esa magnitud y la bajada de la marea se sentía al notar que la profundidad se disminuía viéndose en los cristales que poseía el barco, así los encargados cerraban protegiendo dichos vitrales, más todos lucían nerviosos; el ruido, los peces y hasta el mismo mar avisaba que algo muy intenso pasaría.

- Candy no te separas de mamá y papá, estaremos bien hija, esto es algo inesperado, no tengas miedo, el chaleco nos elevará a la superficie, más debemos estar dentro, porque tenemos mayores posibilidades de salir de esto, con la protección del barco. La pequeña asentía, confiando en las palabras de su padre, nada más lejos de la realidad, el golpe y sonido del agua cambiaba, el barco resentía el impacto, girando una y otra vez, los pasajeros estaban mareados, con cinturón en sus asientos de seguridad, pero el ingreso de agua, anunciaba la perforación de uno de los costados y todo el barco, se iba llenado del líquido salado, los equipos de buceo servirían, mas no eran suficientes y con el mar en esas condiciones, no estaban seguros de que lo logarían. Su pequeña hija no sabía usar el oxígeno, por lo que sus padres trataban de mostrarle, más la madre ya mostraba un golpe sangrante en su frente entre los giros y su padre la atendía abrazándola para sujetar la salida del agua a presión en cuanto el barco se sumergiera completamente.

Candy despertaba días después en un hospital lejos del lugar donde habían estado hospedados, sin recordar nada, sin saber cómo había llegado ahí, sus golpes al igual que el de muchos pacientes eran por todo su cuerpo, sin embargo, de todos los niños que se habían salvado, ella era la más pequeña, no había adultos a su alrededor.

- ¿Como te llamas pequeña? - No lo sé. - Paty, mira su collar, ahí puede decir su nombre. Dentro del pequeño objeto que portaba, se veía una imagen de una familia, eran sus padres junto a ella y frente a la imagen, la frase, te queremos mucho Candy, con todo nuestro amor, Papá y mamá. La fecha podría ser su nacimiento, por los años que le calculaban. - Te llamas Candy ¡eh! Muy bien. Es norteamericana, envíala a las personas de su país, ellos deben saber sobre sus padres. - Si señorita.

Candy tenía una venda alrededor de su cabeza, sus manos también tenían telas similares al igual que sus pequeños pies, en brazos la llevaba la enfermera, para anunciarla como norteamericana, hablando inglés, la pequeña de cinco años, con la imagen de sus padres que portaba en su cuello, tenía muchas posibilidades de ser localizada y entregada a sus padres. Trataron de identificarla, más sus familiares no aparecieron, ella no los recordaba y fue enviada a un orfanato en los estados unidos de américa, donde trataron por todos los medios de que fuera adoptada, más ella no ayudaba con su forma de proceder, al tener el collar creía que debía esperar a sus padres, quienes debían estarla buscando y ella no deseaba ser adoptada por nadie.

Continuará...


Gracias por sus comentarios y apoyo en esta historia que se une al festejo del cumpleaños de Candy,

para ver más finales no deje de unirse en face al grupo de Historias de Albert y Candy

Agradecida por no tomar mis escritos, ni adaptar ni utilizar por ningún medio auditivo o plataforma alternativa, en parte o completa ninguno de estos.

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa