¡Buenas tardes a todos! ¡Gracias por estar pendientes de esta historia! Como les había comentado, los capítulos últimos son más extensos, por lo que este en específico decidí mejor dividirlo en dos partes. ¡Es una fecha especial, así que espero lo disfruten…! ¡Un abrazo!
"MI REALIDAD"
CAPÍTULO XIX
Escocia, Reino Unido, sábado 22 de julio de 1922.
"¡Qué vivan los novios!"
"¡Que Vivan!", gritaban sus alegres primos y los elegantes invitados en el atrio del templo de esa antigua ciudad.
La lluvia de arroz que cayó sobre ellos hizo sonreír divertidos a la pareja de felices recién casados a su salida de la Catedral de Saint Andrew's, en Escocia. Las blancas palomas volaban libres a su alrededor, elevándose muy alto cerca del campanario, tanto como lo hacían sus sentimientos de felicidad en esa mañana extrañamente soleada en la ciudad de Glasgow.
"¡Felicidades, Candy!" Una emocionada Annie abrazaba a la feliz novia mientras su esposo Archie hacía lo mismo con un elegante Anthony. Archie y Annie habían llegado hacía tan solo dos días, directo desde su luna de miel en París, para asistir a la boda de los rubios. Y ahora eran los primeros en poder felicitarlos a la salida de la ceremonia. Stear y su prometida Patty, la dama de Velo de Candy, también se acercaron a abrazarlos con gran emoción. El apuesto inventor y la bella joven de cabello recogido castaño, tomados de la mano, anticipaban su propia felicidad al ver la de sus primos. La próxima boda Cornwell-O'brien estaba ya programada para la próxima primavera en Londres, cortesía de la misma familia O´brien. Pero ese día pertenecía a sus primos Brower Andley.
Todo era algarabía alrededor de unos extasiados Anthony y Candy, en medio de sus ciento cincuenta invitados, entre miembros lejanos de la familia Brower y amigos, y miembros de la familia Andley, e invitados especiales de los novios y de la tía abuela, que habían asistido. La tía abuela Elroy sonreía como nadie la había visto hacerlo antes, mientras los novios recibían las felicitaciones de sus distinguidas visitas.
En realidad, la elegante Matriarca de los Andley se había salido con la suya en la planificación de este evento. Entre lo ocupados que estaban los novios, Anthony en su tercer año de especialización en cirugía ortopédica, en traumatología, en la Universidad de Glasgow, y Candy trabajando como enfermera en el Hospital Central de la ciudad, y como voluntaria en un hogar de niños en un pueblo vecino, ambos no dudaron en que su tía abuela se luciría como siempre en su planificación, y ellos podrían tan solo apoyarla en aportar los detalles importantes.
La Gran Guerra había terminado hacía casi cuatro años, con todos sus horrores y pérdidas, y la austeridad todavía era notoria en toda Gran Bretaña, como lo era en gran parte del mundo, pero la tía abuela había hecho uso de sus contactos para celebrar el enlace de dos de los herederos más importantes del Clan por todo lo alto, como ella creía debía hacerse, pero los jóvenes novios insistieron en que no fuera un derroche por respeto a la carestía aun existente. Y la tía abuela, algo renuente, aceptó. De 500 invitados se redujo a 150, de caviar a quesos y canapés, y de regalos… a algo más sorprendente, lo cual constituyó una conmoción al imprimir las invitaciones, por la petición de los novios de no pedir regalos ni aceptar dinero, sino solicitar su generosa donación a los Hospitales e Instituciones para niños sin hogar más necesitados de Gran Bretaña y de varios estados en los Estados Unidos de América, como la más feliz forma de honrar su alegría por su unión. Una petición que pareció bastante excéntrica para los invitados de esa época, pero comprensible conociendo la naturaleza y proyectos de los novios.
Por lo pronto, Elroy Andley conversaba con los invitados en las afueras de la iglesia, y con solo mirarla, en su elegancia y orgullo innato a pesar de su edad, y su cabello ya canoso, era suficiente para saber lo feliz que el desarrollo del evento la había hecho, la concesión de sus nietos de delegarle casi todo el control de la misma había sido una gran alegría para ella. Cosa que no había sucedido con la boda de su sobrino William Albert y la señorita Catherine Vanderbilt hacía casi siete años atrás. En aquellos días, Albert y Catherine habían insistido, para su sorpresa, que también por la guerra que se estaba desarrollando en Europa, la suya fuera una boda sencilla en los viñedos de la familia Vanderbilt en California, en mayo de 1915. Anthony había tenido que recibir un permiso especial de la Universidad de Chicago para ausentarse y viajar a la boda junto con toda la familia; y Candy también, ya que acababa de iniciar sus estudios de enfermería en febrero; por su parte, los jóvenes Cornwell, estudiando entonces ya en América, no tuvieron inconveniente en estar presentes, viajando desde su universidad, tras George hacer la petición formal de parte de la familia. Al final, a pesar de las protestas de ambas familias de alcurnia por la decisión de los novios, había sido una boda hermosa y conmovedora en la capilla ampliada de la finca ahora Andley-Vanderbilt. Con una fiesta bajo el atardecer de los Valles de Napa, y luego bajo el cielo estrellado de California, con los mejores vinos de su viñedo, incluyendo su vino dos veces premiado, el ahora conocido Chardonnay "La Matriarca", para deleite de la hermosa novia de cabellos castaños y ojos azules enamorados, en su hermoso vestido estilo imperio, color blanco, de seda y encaje, con cristales bordados, luciendo su cabello castaño recogido en alto, con una tiara impresionante de diamantes de la familia Vanderbilt que sujetaba su velo de encaje. La tía abuela estaba muy contenta con esta unión. Su sobrino se veía más feliz de lo que lo había visto nunca antes y, coincidentemente, su nueva nuera, la nueva Matriarca de la familia Andley - al dejar ella misma el cargo ahora que el Patriarca ya se había casado -, le parecía una perfecta elección, considerando que desde el primer día, en aquella cena de despedida a sus nietos, dándole la joven la descripción de su vino, la hizo darse cuenta de que la jovencita comprendía perfectamente de lo que se trataba el cargo de Matriarca que ahora ella misma portaba.
Así que entonces, en esa otra boda trascendental para la familia, en California, en medio de las felicitaciones de los 400 invitados – los Vanderbilt insistieron en el número-, todos los presentes en la gran mansión de Catherine despidieron a la nueva pareja, en medio de una lluvia de fuegos artificiales en el despejado cielo californiano, mientras se marchaban de la festiva hacienda, despidiéndose con un beso espectacular frente a sus invitados, que escandalizó a la tía abuela, y luego subiendo a un vehículo que el mismo Albert insistió en manejar, con destino desconocido. En realidad, el nuevo matrimonio se retiró a la suite principal del Archer Hotel Napa, para su noche de bodas, para partir cuatro días más tarde, en un viaje de luna de miel a Sudamérica, zarpando desde el puerto de San Francisco, en uno de los barcos de la familia Brower, un velero de dos mástiles llamado el "Princess of the Sea", cortesía del padre de Anthony, quedando el mismo al servicio total de la pareja durante todo su viaje, con tripulación y servicio completo. Conociendo en su recorrido de siete meses, lugares tan lejanos como Argentina, Uruguay y Chile, y sus principales viñedos, para deleite de su consentida y enamorada esposa.
"Saben," comentó el joven inventor con una sonrisa, junto a los felices novios de hoy, bajo el cielo escocés. "Tenía planeado quemar dos series de fuegos artificiales en su honor al entrar ustedes a la casa del tío Vincent …" les dijo a Anthony y a Candy, "y otras dos más por detrás de la propiedad en la noche, como lo hice en la despedida del tío Albert y la tía Cathy en California" comentó el inventor, ataviado en el tradicional kilt de gala de la familia, como todos los hombres Andley vestían ese día de fiesta. Sobre todo, el apuesto novio, con su kilt especial que lo distinguía de los demás con elegancia, y Candy con un paño de esa misma tela de tartán especial, cruzado elegantemente sobre su vestido blanco. El gesto del joven de lentes se volvió de pesar, "pero luego recordé el día en que intenté celebrar el triunfo de Anthony en el rodeo, y el incendio que provoqué" continuó, "y pensé que era mejor no arriesgarme esta vez. Ya he tenido mucha suerte con las que puse para el tío y que sí funcionaron aquel día." Dijo más convencido de su decisión.
"¿Entonces el incendio junto a la bodega de herramientas ese día en Napa no cuenta como error?" Le dijo un escéptico Archie.
Y los demás jóvenes comenzaron a reír.
"¡Por supuesto que no!," dijo la joven de lentes y delicada figura junto a Stear, "¡Lo apagamos entre todos antes de que se quemara nada importante! ¡Así que no cuenta!" dijo convencida.
Y todos volvieron a reír, incluso Stear. Al recordar cómo terminaron sus trajes esa noche, tras la prisa por acarrear agua de los abrevaderos de los caballos y apagarlo, ayudando al personal del viñedo.
"Gracias, mi Patty querida." Le dijo el joven inventor, dándole un breve beso en la cien a su nueva ayudante favorita. Patty se sonrojó. "Pero ¡igual se las debo para su próximo aniversario, chicos!" continuó el encantador inventor, ilusionado.
"¡Dios nos ampare…!" Murmuró su hermano preocupado y Annie le dio un breve codazo jugando.
"¡Gracias, Stear!" Le sonrió Anthony con su sonriente novia a su lado. "Te haremos llegar la fecha exacta de nuestra fiesta de aniversario… ¡pero sospecho que será de hoy en un año!" le dijo divertido. Y los demás rieron.
El grupo de seis tenía una larga historia de convivencia juntos. Todos ellos, luego de que los Cornwell, Patty y Annie interrumpieran sus estudios en el Real Colegio San Pablo debido a la guerra y regresaran a estudiar a América, habían mantenido una cercana comunicación y amistad a pesar de las distintas ciudades en que se encontraron y más tarde, cuando mayores, cuando hubo viajes de trabajo para los muchachos junto con George o con su tío, o los estudios de Anthony en Escocia, nada logró mermar su convivencia y el estar pendientes de los hitos en la vida de cada uno entre sí.
Había muchos recuerdos a los cuales apelar. Uno de los principales en 1915, en noviembre, durante la crisis de Stear, cuando se le metió en la cabeza la loca idea de enrolarse en la Gran Guerra, estando Anthony en su segundo año de medicina. A petición de Archie, el rubio menor dejó sus estudios en Chicago y viajó a Massachusetts, donde, en aquel momento los hermanos Cornwell estaban estudiando sus carreras, y le pidió a su primo mayor que lo escuchara, tras un encuentro sorpresa auspiciado por Archie en el campus central de la Universidad de Harvard. Stear pensaba abandonar la universidad la noche del día siguiente.
Esa tarde, tras una larga plática que los encontró charlando hasta el amanecer en el hotel donde el estudiante de medicina Brower se había hospedado, Anthony le recordó a su primo mayor el drama vivido por su querida Candy al pensarlo muerto, cuatro años atrás. En medio de esa seria plática, Anthony le preguntó a un confundido Stear ¿si estaba seguro de querer imponer ese mismo sufrimiento, pero talvez de manera "permanente", a la joven que él decía tanto amar? Cuando Stear contraatacó diciendo que lo hacía justamente por defenderla a ella, a su Patty, Anthony le dijo entonces que consiguiera un arma y la defendiera cuerpo a cuerpo, valientemente, como un caballero, pero en los Estados Unidos, si la guerra llegaba hasta allí. Y que lo hiciera cuando su propia nación lo convocara para la lucha, que entonces no dudara en ofrecerse, defendiendo patria y familia. Pero no antes… "Si la vida no te obliga, Stear," le dijo con total experiencia Anthony, tras experimentar de primera mano los horrores de la guerra al ver y tratar a los enfermos trasladados desde el frente de otros países, "…no tientes al destino desaprovechando la oportunidad de estar con la mujer que amas. Ella ya está a salvo aquí, no está en Inglaterra. No te apartes de ella abandonándola voluntariamente así", dijo indignado, sorprendiendo a su primo con la implicación de un abandono. "O el destino, Stear," continuó Anthony "podría elegir por ti un final muy diferente para su historia de amor." Concluyó sombrío. "Uno que casi tuvimos Candy y yo por la maldad de otros." Le dijo con el corazón en la mano. "Cada amanecer, le agradezco a Dios la oportunidad que me dio de no abandonarla tras el atentado, y de poder estar allí para ella cada día. Y hacerla feliz, en la medida de mis posibilidades." Su joven primo apoyó la mano en el hombro del contrito inventor, "Stear, no te niegues a ti y a Patty la oportunidad de ser felices. No si puedes aún elegir."
Y para alivio de todos, - sobre todo de la angustiada señorita O'brien, quien esperaba noticias en La Florida donde, por órdenes de su padre, se quedaba entonces con su abuela Martha -, el inquieto inventor Cornwell finalmente desistió, estando de acuerdo en permanecer junto a su hermano en la universidad el resto de la carrera, y junto a su Patty, a quien por carta le pidió disculpas por inquietarla de esa manera tan innecesaria. La tía abuela nunca se enteró de lo sucedido. Solo Albert lo supo luego de que Anthony se lo contara a su regreso de su luna de miel, en diciembre.
Ya en 1919, tras la guerra, luego de concluir Anthony sus estudios de medicina en Chicago, junto con Candy, quien también ya se había graduado de enfermera en la prestigiosa escuela de enfermeras de la señorita Mary Jane varios años atrás, el entonces muchacho de 23 años decidió realizar, luego de consultarlo con el doctor Anderson, decano en Glasgow, una especialidad en cirugía ortopédica, como traumatólogo. Había habido muchos avances en esa rama de la medicina debido a la experiencia adquirida en la Gran Guerra, así que el joven doctor Brower escogió realizar dicha especialización de cuatro años, en la ciudad natal de su padre en Escocia, Glasgow – por supuesto Candy, sin dudarlo aceptó acompañarlo de inmediato y Anthony, con el apoyo de su tío, se aseguró de que lo hiciera siendo oficialmente su prometida ante toda la sociedad de Chicago. En realidad, era un secreto a voces, debido a todas las negativas dadas por la familia Andley a posibles pretendientes para ambos, a lo largo de los años; diciéndose que ambos ya estaban comprometidos entre sí, pero sin un aviso formal de parte de la familia ante la sociedad. Pero la tía abuela insistía que esta vez debía seguirse el protocolo y realizarse una gran fiesta, no solo el aviso a través de los periódicos que pensaba Anthony, así que antes de su partida, la mansión de Chicago fue marco de la noticia más importante de la sociedad americana. Los dos herederos principales se comprometían. Y los titulares no se dejaron esperar: "Boda doble dentro de la familia Andley." "La fortuna Andley permanecerá dentro de la familia escocesa" "La Hija Mayor del gran Patriarca Albert Andley se compromete" "La familia Brower y la familia Andley volverán a unirse en nupcias", "Anthony Brower, sobrino del Patriarca Albert Andley, se compromete con su Heredera" "El Patriarca de la Familia Andley anuncia el compromiso de su hija mayor con su sobrino, el doctor Anthony Brower".
Fue entonces que, tras la fiesta oficial de su compromiso, ignorando una que otra perspectiva inoportuna que le dieran algunos periódicos a la noticia, Candy y Anthony se mudaron, junto con su padre, a Escocia, a vivir en la mansión familiar Brower, llevando consigo a Miena, su perrita San Bernardo adoptada, una mascota muy querida para ellos que perteneció a uno de sus pacientes que habían tratado juntos en el Hospital de Chicago y que, al morir este, se las había dejado a su cuidado.
Así comenzó la vida de Candy y Anthony en 1920, en un nuevo país. Los estudios de Anthony fueron muy demandantes, y mientras Candy le daba su espacio, y compartía con él entre turnos, limitados también por los de ella en el Hospital de Glasgow, con paciencia y comprensión de ambas partes, visitando ambos los hogares de niños cercanos y apoyándolos médicamente cuando podían, es que su relación siguió floreciendo y haciéndose más cercana a lo largo de los años. Su padre se divertía a veces, cuando la gente los confundía como esposos por la familiaridad de su trato, haciendo sonrojar a una apenada Candy y reír afable a un despreocupado Anthony.
El joven Brower concluyó sus primeros dos años de especialización en diciembre de 1921, pero a medida que el tiempo pasaba, ya en enero de 1922, ambos jóvenes se daban cuenta que no podrían seguir retrasando su boda dos años más hasta la graduación del muchacho. La espera cada día se volvía más difícil de manejar cuando estaban solos. Dorothy los había acompañado el primer año de su estancia, pero considerando los horarios de la pareja, y que ahora eran ya unos adultos que laboraban de manera independiente, la tía abuela tuvo que desistir de la idea y liberó a la mucama de esa obligación, aceptando su petición de regresar con su familia a América. La despedida con su amiga le causó a Candy mucha tristeza, pero comprendía su necesidad de estar con los suyos. Como ella sentía ahora la necesidad de estar en Escocia.
Anthony por su parte, le pidió a la tía abuela que a la llegada de Dorothy a América, le diera a la muchacha la opción de seguir trabajando como parte del personal de la mansión de Lakewood, en un puesto de mayor responsabilidad y rango, y que se le ofreciera una casa en el pueblo cercano para que pudiera trasladarse con su familia, si así lo deseaba. Con la aceptación de esto último, luego de tres meses, pidió se le entregara a la muchacha la escritura de dicha propiedad, ya inscrita a nombre de la muchacha, como un regalo de parte de los rubios, junto con una carta de ambos, con su eterna gratitud. Conocían la nobleza de Dorothy, y lo habían planeado así para evitar que, por pena, no aceptara su regalo. Lo cual intentó la joven tras recuperarse de la sorpresa, pero George al final la convenció de que era una muestra de afecto de parte de Anthony y Candy, y de la familia misma. No un pago por servicios prestados. Y que la tía abuela en persona se había involucrado para escoger la casa para ella, y su devolución sería un gran desaire para la dama. Y con esa perspectiva, la muchacha ya no intentó protestar más, y con lágrimas de alegría le agradeció al fiel administrador de la familia, recibiendo las escrituras de sus manos, para alivio de los felices rubios en Escocia.
Con Dorothy ya en América desde hace un año, Anthony y Candy, luego de mucha discusión, decidieron no esperar más a que Anthony terminara su especialización y avisaron a Albert en América y al señor Brower una noche, tras la cena, que habían tomado la decisión de casarse en seis meses y comenzar su vida allí mismo, en la tierra de los Andley, conformándose con solo una semana de luna de miel en Escocia, debido a los estudios del rubio. A ambos les había encantado la gente y la historia del lugar y, además, ambos querían estar al tanto de la salud del señor Brower, quien no se había recuperado del todo bien del atentado de Sarah, notándolo ellos unos años después. Así que cuando el señor Brower había anunciado su decisión de regresar a Escocia tiempo atrás, Anthony no dudó en anunciar también su decisión de especializarse en ese país y viajar junto con él y Candy.
El asunto Legan había sido manejado hasta esa fecha con total discreción, y la pecosa jamás supo de lo sucedido. Pero los Andley nunca bajaron la guardia. Incluso la noticia de que Sarah había muerto durante una trifulca en la prisión, el año anterior, no disminuyó la severidad de Albert y de la Tía Abuela hacia los Legan. Por lo que Neil y su padre cumplieron con la orden de mantenerse alejados y discretos. Thomas incluso prometió hacer lo mismo con su hija cuando ésta saliera de prisión, si aún él estaba con vida, y si no Neil se encargaría. A pesar de sus promesas, cada año, metódicamente, la familia Andley enviaba un atento recordatorio de lo acordado, a través de sus abogados en Melbourne. Lo último que supieron de esa familia oficialmente fue que el tío Thomas había tenido que casar a Neil con una mujer 30 años mayor que él, para salvar a su empresa de la quiebra segura, por las pérdidas ocasionadas por una mala inversión. En cuanto a Elisa, ahora cumplía su sentencia de 21 años en la prisión para mujeres de San Francisco, tras cumplir su primera condena de 5 años en Canadá. Ninguno de ellos volvió a mencionar a esa familia en sus conversaciones nunca más.
En el atrio de la iglesia, los invitados seguían pasando frente a los felices novios, recibiendo agradecidos los cumplidos y felicitaciones, tanto de sus compañeros de trabajo, como de compañeros de estudio y de mentores de Anthony. Y, sobre todo, de los miembros del Concejo Andley, que tantos dolores de cabeza le habían causado a la pareja en América. En medio de la gran fila, alguien muy especial se les acercó también, luego de que estos últimos se retiraran.
"¡Hijo!"
"¡Padre!" Anthony sonrió y recibió el emotivo abrazo de su progenitor, quien, a su pesar, se ayudaba ahora a caminar con un bastón.
"Querida Candy, ¡eres la novia más hermosa que haya visto en mi vida!, -¡Aparte de mi querida Rosemary, claro! -" agregó recibiendo en sus brazos a quien desde el día que la conociera cuidando de su hijo en Chicago, fuera considerada como una verdadera hija para él. Candy se veía espectacular, su vestido blanco de seda, de corte princesa, de manga larga con bordes de encaje, con un velo fino francés, y su cabello dorado recogido con rulos delicadamente sueltos, hacían de ella una verdadera ninfa de ensueño. El tartán adornando su vestido, cruzado en la parte superior del frente, resaltaba el verde esmeralda de sus ojos.
"¡Papá!" exclamó la rubia aceptando el abrazo feliz de su ahora suegro y padre. Candy nunca imaginó que luego de sentirse tan sola de pequeña, la vida generosamente le concediera una nueva realidad y que, con el paso de los años, ahora tuviera la amorosa familia que siempre había soñado.
"Hijos, ¡espero que sean muy felices en su nueva vida juntos!" les dijo un conmovido Vincent Brower. "Será extraño para mí ya no tenerlos bajo mi techo…" continuó con cierta añoranza, "ni conversar con ustedes para la cena… o escuchar sus risas en los jardines. Sus llegadas tardes de sus turnos… ni nuestras pláticas mientras cenaba con ustedes en las madrugadas…"
"Vamos, papá, ¡no estaremos tan lejos!" dijo Anthony conmovido por sus palabras. "Sabes que no te desharás de nosotros tan fácilmente. ¿Verdad, amor?"
Candy sonrió feliz, "¡Por supuesto que no!" Candy se le aproximó tomándolo por el brazo y recostando su cabeza en el hombro del capitán. "Recuerda, papá, que sigo al pendiente de tus medicinas y que a pesar de los intentos de la señora Flora, ¡no cocino muy bien!" le sonrió divertida.
El señor Brower rió recordándolo, "Es verdad." Dijo con alivio "Los esperaré a comer seguido entonces."
Anthony asintió complacido viendo a los dos juntos.
"¡Felicidades, Anthony!" otra voz familiar se acercó a ellos.
"¡Tío Albert!" exclamó Anthony, viéndolo llegar con su hermosa esposa embarazada de 4 meses, Catherine Vanderbilt Andley, ahora Matriarca de los Andley. Ambos habían sido escogidos por los rubios como sus padrinos de boda. Albert abrazó a su sobrino. Tras de ellos, se detenía la gentil nana Elizabeth, con dos niñas de cabello castaño y ojos verdes. La primogénita de ambos, la sonriente Ann Marie de 5 años de edad, tomada de la mano de su nana, y la pequeña y traviesa Caroline de 3, ahora dormida en los brazos de su niñera.
Abrazando al hermano de su madre y Patriarca de la Familia Andley, el joven Brower sonrió exultante. Verlos tan sonrientes a ambos, los hacía verse más parecidos que nunca, pensó Candy. Eran igual de altos ya. Pero Albert insistía, para disgusto de la tía abuela, en continuar usando el cabello dorado hasta sus hombros, como cuando vagaba joven por los terrenos de Lakewood fingiendo ser únicamente un trotamundos llamado Albert. Candy sonrió al recordar la confusión de su infancia, cuando conoció a Albert siendo tan solo una niña de seis años y lo consideró su mágico Príncipe de la Colina, para luego enamorarse perdidamente de su Príncipe de las Rosas, años más tarde, su maravilloso y magnífico Anthony Brower Andley, su esposo de deslumbrante sonrisa y de bellos ojos expresivos color azul cielo. ¡Santo Dios!, ¡ahora era su esposo!, ¡Anthony era su esposo! Una radiante sonrisa iluminó su juvenil belleza al recordarlo.
El mayor de los dos se volvió entonces hacia ella. "¡Felicidades, mi pequeña Candy!"
"¡Albert!" Candy exclamó feliz, abrazando a su alto y apuesto protector, que tan solo una hora atrás, en su papel de padre adoptivo, había tenido el honor de entregarla en el Altar a su conmovido sobrino. Los votos de Candy y Anthony ante el Altar habían sido los tradicionales de la ceremonia y, sin embargo, la convicción y el amor de ambos al pronunciarlos había sido tal, que había dejado a todos los presentes conmovidos. La bendición final del padre, mientras ambos se habían hincado en respeto ante el Altar, había sellado su unión con un aura tan santa y tan fuerte, bendiciendo el amor que los unía, que los anillos dorados que ahora portaban en sus manos brillaban con igual energía, y llamaban la atención, con la misma intensidad que lo hacían las sonrisas y felicidad en la expresión de los jóvenes rostros de los novios.
"Tía Cathy" Anthony recibió el abrazo de la esposa de su tío.
"¡Anthony querido! ¡La misa estuvo preciosa, no podía parar de llorar!" le dijo feliz y sincera, con un pañuelo en la mano. "Los quiero tanto a ambos…" les dijo mientras Candy se aproximaba y ella la abrazaba con mucho cariño. "¡Felicidades, Candy!"
"¡Muchas gracias, Cathy!" le dijo Candy emocionada. Anthony aún tenía reticencia a llamarla solo por su nombre, lo sentía poco caballeroso.
"¡Candy!" dijo la pequeña Ann Marie soltando a su nana y ofreciéndole los brazos a la novia.
"¡Corazoncito!" dijo la feliz pecosa, cargándola con facilidad. Al haber sido la primera hija de Albert, se había convertido instantáneamente en su hermana. ¡Algo que jamás consideró posible experimentar! "¿Te gustó la boda?" le dijo sonriente.
"¡Te ves como una princesa!" le dijo con la emoción heredada de su madre, juntando sus manos a su propia mejilla.
"¡Y tú también!" le guiñó el ojo Candy, "¡Te mirabas hermosa lanzando todos esos pétalos cuando entré, Ann Marie!" le besó en su mejilla sonoramente. "¡Eres mi Princesa de las Rosas!"
La niña la vió admirada "¡¿Cómo mi primo Anthony?!", exclamó emocionada.
Anthony rió y extendiendo sus brazos hacia la pequeña, "Algo así", le dijo él sonriente mientras con toda agilidad la niña se pasaba a sus brazos.
"¡Anthony!" gritó feliz ahora abrazándolo a él. "¿Me darás mi premio al llegar a la casa del tío abuelo Vincent?"
"¿De qué premio hablan?" preguntó curioso Albert, viéndolos departir con alegría.
"¡Papi!, ¡Mi primo dijo que si me portaba bien en la misa, me dejaría jugar con Miena durante la fiesta!"
Albert y Cathy rieron. "Cariño", dijo su madre comprensiva "pero solo por poco tiempo, hay muchos niños con quienes jugar en la fiesta también."
"Vaya, mami", le dijo contenta la pequeña.
"Ahora adelántense al auto con Nana Elizabeth, y mami y yo iremos en un momento." dijo Albert sonriéndole a la pequeña, tomándola de brazos de su sobrino y besando su mejilla.
"Sí, papi", sonrió la princesita de vuelta, mientras su padre la bajaba y ella corría obediente a tomar la mano de su nana. Candy se acercó a ellas y la nana los felicitó sincera. Tras agradecerle, la novia besó en la frente a su hermanita menor, 'su pequeño terremoto' como le decía, pero que había caído presa ya del cansancio, en su bello vestido celeste, como el de su madre y de su hermana. "Dulces sueños, Caroline…" le susurró la pecosa, dándole un beso. Anthony le acarició la espaldita también y le dio un beso en su cabecita. Luego la niñera se dirigió al auto con las pequeñas.
"Espera." Le dijo de pronto Catherine. "Mejor voy con ellas, amor." Le dijo su elegante esposa a Albert.
"Está bien, te alcanzo en un momento." Le respondió el rubio mayor y ambos se besaron brevemente y Albert las vio fascinado caminar hacia el estacionamiento donde el chofer esperaba. Sus tres tesoros. Cuatro en realidad, pensó sonriente.
Otra figura conocida se aproximó entonces a felicitar a la pareja, "¡Anthony, Candy!"
"¡Tía Abuela!", dijeron a una voz. Candy abrazó a la anciana con mucho cariño y luego le siguió Anthony.
"Felicidades a ambos, niños." Ella les dijo conmovida, sus ojos brillaban con notable alegría. "No saben lo feliz que me siento de verlos finalmente comenzar su vida juntos, y justamente aquí, en nuestra tierra ancestral que tanto honor e identidad ha traído a nuestra familia por siglos."
"Gracias, tía abuela" sonrió Anthony abrazando por la cintura a su bella novia, viéndola embelesado.
"Como saben," continuó la anciana "tengo que regresar junto con Albert y su familia a América en unos días, pero volveré a Londres dentro de seis meses para la boda de Stear. Espero que para entonces tengan buenas noticias para todos nosotros. Nada sería más maravilloso que la siguiente generación de los Andley naciera otra vez en nuestra querida Escocia." Sonrió esperanzada. "¿No lo cree así, Vincent?" buscó el apoyo de su ahora conocido aliado cuando de estos muchachos se trataba.
"Definitivamente que sí, Elroy", sonrió entusiasta el señor Brower. "¡Ya hasta tengo la cuna!, le comentaba a Albert. ¡La de Anthony!"
"¡Tía Abuela! ¡Papá!" Candy se sonrojó y se refugió en el pecho de su esposo apenada, ocultando su rostro.
Los demás rieron.
"Es hermosa la cuna labrada de Anthony" comentó la tía abuela muy complacida, sin notar la pena de la novia. "Rosemary y Albert la usaron también. Me alegra que la hayas guardado todo este tiempo."
"La hice traer desde Lakewood el año pasado." Comentó el capitán Brower también interesado en la conversación. "¿Recuerdas que te pedí guardarla en la habitación del tercer piso, luego de que Anthony comenzara a caminar?"
Mientras los mayores conversaban, Anthony sonreía, abrazando a su apenada novia con cariño, besando su cabello dorado, visible frente al hermoso tocado que sujetaba su velo.
"¡Sí… un nieto sería maravilloso!" dijo su papá sincero, conversando con la Matriarca y volviéndose hacia su hijo.
"Pues no se preocupen demasiado, familia" les dijo Anthony tranquilo al verlos terminar su discusión sobre las cunas Andley. "¡Haremos todo lo posible por cumplir con su petición!", les sonrió.
Su padre y la tía abuela Elroy le sonrieron complacidos. Y Candy sonrió también, aunque aún no se atrevía a mirarlos de frente.
"Bien, como les mencionara la otra tarde, Anthony y Candy", intervino Albert, ayudando a desviar la atención de su apenada pupila, "De nuestra parte les reitero que la mansión de Lakewood estará siempre esperándolos para ser su residencia permanente en América tan pronto como decidan regresar a vivir con nosotros. - ¡O también cuando quieran ir de vacaciones, claro!"- agregó rápido. No quería incomodar a su cuñado con la idea de llevarse a sus sobrinos de vuelta a América.
"¡Gracias, tío Al! Te lo agradecemos mucho."
Candy se volvió agradecida, y le sonrió. "¡Muchas gracias, Albert!"
"Aunque al terminar mi especialización, tío, con Candy hemos pensado vivir todavía algunos años más por acá." Le aseguró Anthony. "Sin embargo, te lo agradecemos."
"Después de todo es la herencia que te dejó mi hermana, Anthony", continuó Albert, "Rosemary estaría muy feliz por lo que has logrado en tu carrera médica aquí, hasta el decano me felicitó hoy por tu buen desempeño en el hospital. Insiste a que te quedes a realizar trabajo de investigación con ellos después de que te gradúes."
"Ya veremos" dijo Anthony, un tanto apenado por los cumplidos.
"Y también, estoy seguro de que tu madre estaría muy orgullosa por todo lo que has logrado dentro de la familia, Anthony. Ya te lo he mencionado antes", continuó el Patriarca.
Anthony asintió.
Durante los años de estudio de Anthony en la carrera de medicina en Chicago, fue igual, el joven se había destacado, no solo académicamente, sino también ganándose, por mérito propio, un lugar de respeto y admiración entre sus maestros y colegas. Era verdaderamente brillante en su profesión, pero como hasta ahora, humilde al respecto. De igual manera, Candy fue muy apreciada como enfermera en su medio, incluso Mary Jane, su mentora, aunque no se lo mencionara entonces, siempre consideró a la pecosa como su primera elección para los casos difíciles, como lo fue el caso del señor McGregor, a cuyo deceso, como ya se había mencionado antes, Candy y Anthony gentilmente habían adoptado a su perra San Bernardo, Miena, siendo, según el capitán Brower, desde entonces, casi que la primera hija de la pareja.
En realidad, en sus años en América, Anthony y Candy habían sido un equipo de trabajo muy querido por los pacientes que habían tratado en el hospital de Chicago, y por quienes ellos ayudaron sin costo aparte, trabajando la pareja los fines de semana, en que no tenían turnos, en la humilde "Clínica Feliz", junto al doctor Martin, un amable médico que habían conocido y con quien compartían una visión generosa para con los más humildes. De hecho, la propiedad de Chicago de los Legan había sido la primera en servir con su venta para promover todo un proyecto de 'Clínicas Felices' en el estado de Illinois, diez en realidad, y ya el próximo año se planificaba extenderlo a Michigan, con el auspicio del Consorcio Andley.
"He de confesarte que nunca antes había estado tan orgulloso de nuestra familia como lo estoy ahora, Anthony" continuó su tío de manera sincera. "Hoy vinieron todos simple y llanamente por ti y por Candy para acompañarlos en su felicidad. Incluso, como viste, el Concejo Andley en pleno estuvo aquí. Todos te admiran mucho, sobrino, aunque no te lo digan", concluyó el joven patriarca. "Y yo también lo hago". Sonrió él con candidez.
Candy miró la expresión conmovida de su esposo viendo de frente a su tío al decirle eso, y sintió una gran felicidad y orgullo por él.
"Gracias, tío Al." agradeció el joven médico estrechando brevemente su mano. "Aunque creo que tu cariño por mí te hacer ser demasiado generoso con tu apreciación de mi trabajo." Le dijo. "Yo te admiro mucho también." continuó el apuesto novio. "Desde que regresaste a nuestras vidas, has sido como un hermano mayor para mí. Una inspiración." Le dijo, conmoviendo al Patriarca también.
"Pero en verdad creo que lo que la familia ha alcanzado hasta hoy ha sido el resultado de un esfuerzo conjunto, tuyo, de Archie, George, y Stear, y del mismo Concejo. De nuestros buenos empleados y eficaces administradores también. No sin tropiezos, he de reconocer, pero creo que el mérito pertenece a todos. Sobre todo, en estos tiempos tan difíciles de recuperación." dijo sincero.
Albert asintió. Conocía bien a su sobrino, jamás admitiría que había sido su idea y su motivación la causa de toda esa innovación.
Candy pensó lo mismo, el mérito era de su esposo. Había sido un camino difícil, ella admitía también. Luego de concluir sus estudios con sus tutores, Anthony había retomado su sueño de mejorar a los Andley, como le mencionara en una de sus cartas cuando jóvenes, y alguna vez a su tío también. Y al final, luego de mucho esfuerzo, lo había conseguido. De hecho, continuaba haciéndolo diariamente.
En un principio, la familia Andley, incluso la tía abuela, y a veces su propio tío, se habían resistido a modificar la visión que por tantas décadas se había manejado, tanto a nivel negocio, como del trato dentro del mismo Clan a sus miembros. El Concejo había sido implacable con el paso de los meses en oponerse con indignación a aceptar cambios tan radicales de visión e imagen como los que proponía el segundo en rango del Clan Andley, 'Un simple estudiante de medicina, idealista, sin experiencia en los negocios reales', habían dicho ellos de él entonces, llegando incluso a entrometerse en sus estudios médicos, a través de sus contactos, para desesperarlo, exagerando las demandas de su carrera en el hospital, hasta el punto de inventar una pasantilla obligatoria en unos pueblos de África, para así lograr que dejara de insistir con su loco proyecto, y que se dedicara solo a sacar su carrera y a sostener su excéntrico hobby. Treta que pronto se descubrió, luego de que Albert interviniera.
Tras llamarle la atención al Concejo por ello, las cosas volvieron a la normalidad. Pero con el apoyo de su conciliador tío y Patriarca, y el aval de la Matriarca del Clan, con el paso de los meses, la implementación paulatina, aunque renuente, de los cambios inició.
Se siguió un plan de trabajo diseñado por el joven Brower, con la ayuda de sus primos Cornwell, y dicho proyecto fue presentado formalmente por estos últimos al Concejo para su aprobación. Durante todo este proceso, Candy fue el remanso de paz en la vida del joven médico. Ahora no podía imaginarse haber logrado un proyecto de semejante envergadura sin la confianza, apoyo y devoción de su pecosa. Ella era el corazón detrás de toda su visión. Para él siempre lo había sido.
Luego de unos meses en que los cambios fueran puestos en marcha, los resultados positivos hablaron por sí mismos. Y con el paso de los años, ya nadie protestó. Los Andley ahora eran reconocidos en los cinco continentes, no solo como una familia poderosa y de prestigio, sino también como un clan de firmes principios humanitarios y sociales. El espíritu de innovación a la hora de enfrentar crisis tanto internas como comerciales, les hizo afianzar una imagen confiable y estable dentro del sistema económico y financiero en que se manejaban que, sin saberlo, les sería de gran utilidad en la difícil década por venir.
Todos comentaban también la clara influencia de los hermanos Cornwell y del Patriarca en la implementación de más cambios, todos inspirados en la visión original del joven médico, instaurando por su parte becas en las diferentes universidades del país en apoyo a la juventud menos favorecida. Programas de protección animal en tres continentes, y de salud poblacional en cuatro colonias del Reino Unido en África.
Con la ayuda del fiel George Johnson, Archie y Stear se habían convertido en grandes gerentes de área dentro del Consorcio, ayudando a su tío con la pesada carga de llevar adelante los negocios familiares y de proteger los intereses de la familia a nivel global.
Las felicitaciones continuaron a medida que la fila de invitados avanzaba y pronto, poco a poco, la concurrencia se fue trasladando en lujosos vehículos a la recepción en la elegante residencia Brower, a orillas del río Clyde.
Continuará…
¡Un Día de Ensueño…! Y, como ven, ¡una vida de muchos cambios para los rubios y para los Andley! ¡Ji, ji, ji! ¡Espero les haya gustado el capítulo! ¡Hasta el Patriarca es muy feliz! ¡No digamos nuestros rubios enamorados!
¡Quiero agradecer a Sharick, Anguie, Guest 1, Guest 2, GeoMtzR, y Julie-Andley-00 por tomarse el tiempo de compartirme sus comentarios! ¡Es una alegría para mí saber de ustedes cada vez, y ver que les causa emoción la historia! ¡Gracias por darme ánimos!
Como ven, la Boda Brower-Andley continúa… ¡Y todos están invitados cordialmente a pasar a la recepción! ¡Ji, ji ji!
¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
lemh2001
P.D. La continuación la publicaré este sábado. Coincidentemente es también un ¡sábado 22 de julio!, como en 1922! ¡Ji ji ji! ¡La fecha se la agregué al capítulo en borrador a principios de junio y cabal coincidió ahora! ¡Por lo que será una boda en tiempo real! ¡Ja, ja, ja! ¡Un abrazo!
