Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer, la historia salió de mi hermosa y ya no tan pelirroja cabeza. Favor de preguntar si se desea subir en otras plataformas. Muchas gracias a mi chica Nadeshiko Himuro por tenerme paciencia y discutir conmigo miles de veces los detalles de esta historia, la diosa sabe cuánto tiempo llevo planeando esto. Vamos a divertirnos.

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La castaña se estiró sobre su cálido cobertor, tembló cuando su hombro y parte de su brazo quedaron descubiertos y el aire frío del aire acondicionado le besó la piel, dándole un escalofrío.

Suspiró, rodó por la cama hasta que pudo alcanzar el control remoto que descansaba en su mesita de noche. Entre abrió los ojos, lanzando un leve quejido cuando estiró su mano, su cuerpo se sentía como si hubiera dormido en el suelo en lugar de su cómoda cama.

Con algo de esfuerzo se sentó lo más recta que pudo, estirando su espalda suavemente. Se deslizó fuera de la cama con pesadez.

¿Qué había sucedido anoche? Tenía esa sensación que daba algunas veces cuando la inconsciencia se llenaba de sueños crudos y reales, pero al final, cuando despertabas… no podías recordar nada... pero los sentimientos estaban ahí.

Bella se levantó de la cama y corrió hacia el pasillo, fuera de su habitación. Allí el ambiente era más cálido, propio de Phenix. Entró en el baño al final del pasillo, siguiendo su rutina de todos los días, dientes, rostro cabello. Unos considerables minutos más tarde, bajó a la cocina, su madre no estaba en casa, como de costumbre, así que se acercó a la estufa para calentar un poco de agua, las mañanas nunca habían sido su fuerte, pero una buena taza de té arreglaba todo.

Tuvo la sensación de ser observada mientras preparaba un par de huevos que encontró en el refrigerador. Miró por sobre su hombro, encontrando una pequeña y alta ventana de la cocina parcialmente abierta, frunció el ceño. No era común que lloviera en Phenix, pero era raro que su madre abriera las ventanas por voluntad propia, tenía esta fijación de que todo estuviera limpio y cualquier fuente de polvo o suciedad solía ser erradicada dentro de la casa.

Tomó sus huevos, pan tostado y, su té de durazno y rosas, hizo malabares con todas las cosas hasta salir al patio trasero. Al lindo jardín del patio trasero.

El jardín era todo obra propia, desde las flores coloridas, hasta las hierbas menos agraciadas del fondo. Le había costado un buen par de años lograrlo, pero ahora podía conseguir cualquier cosa con solo salir al jardín y tomarlo.

Disfrutó de su sencillo desayuno en silencio, escuchando el distante pasar de los coches, las pocas aves silbando y volando. En general, todo era silencio en la casa, sobre todo si su madre no estaba alrededor.

Isabella no podía creer que este sería su primer año de preparatoria, tenía una mezcla de miedo y anticipación revoloteando dentro de su estómago. Claro que se sentía lista, pero…

Un flash de lo que pudo haber sido el sueño de anoche pasó por su mente. ¿Había soñado con Alexander? Sacudió la cabeza confundida, ojalá pudiera recordar algo. Subió los pies al asiento para poder recargar el mentón sobre sus rodillas y alcanzó la taza humeante de té.

¿Qué podría significar un sueño con Alex? ¿Debería hacer una consulta? Su madre no llegaría hasta bien entrada la tarde, sino es que, hasta la hora de la cena, podría ser una buena oportunidad.

Volvió a tener la sensación de ser observada.

Decidido. Debía hacer algo.

Claramente, algo la estaba vigilando desde que se despertó.

Dejó la taza de té sobre la mesita y levanto eficientemente el resto de los utensilios, dejándolos en el fregadero para más tarde. Se apresuró hasta su habitación, tomando y colocándose sus pantalones de yoga favoritos y un top deportivo ligero, tomó su desgastado mat azul y regresó al jardín.

Extendió el mat y fue por su taza de té sin terminar. Dio las gracias y, como cada mañana, vació el resto de su bebida en el suelo terroso, cerca de las flores.

Comenzó su rutina de estiramientos y algo de yoga para enfocarse.

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Una hora después, sudorosa y energizada, dijo sus últimos agradecimientos y recogió todo lo que quedaba de sus cosas, entrando de nuevo a la casa. Fue directo a la ducha tibia, alzando los brazos con relajación, la visión de un gato perezoso pasó por su mente y sonrió ante esto.

Al salir del baño, escuchó el sonido de su celular, y de nuevo la sensación de ser observada. Miró hacia su habitación desde la puerta y creyó ver un movimiento por el rabillo del ojo.

El sonido de su celular la distrajo de nuevo. Sacudió la cabeza y lo tomó, era una llamada de Matt.

— Hola, Matt. — respondió quedamente mirando a su alrededor.

— Hola, preciosa. — la voz animada de Matt sonó del otro lado. — ¿Interrumpo el yoga? — preguntó, y Bella pudo escuchar la sonrisa detrás de la voz. Soltó una risa aireada.

— Terminé hace poco, estoy saliendo de la ducha. — comenta distraídamente, se vistió de forma lenta, sosteniendo el aparato entre su oreja y su hombro.

— Estaba pensando en ir al centro comercial y tal vez ver alguna película. — comentó su novio, dejando libre el momento de la respuesta.

La castaña dudó unos momentos en responder, quería averiguar primero qué era aquello que estaba con ella (si es que se encontraba dentro de la casa como suponía), y aunque Matt siempre le había dado su apoyo, se mostraba reacio a participar en ciertas… actividades.

— Suena excelente el plan, Matty… — comenzó a decir, Matt hizo un sonido con la garganta de afirmación, sabiendo que algo venía a continuación. — Pero, estaba planeando hacer algunos… algunas cosas durante el día y… ya sabes, necesito algo de tiempo. — casi lamentó la respuesta, por lo que decidió agregar: — ¿Podríamos ir mañana?

Matt pareció volver a animarse ante la propuesta, ignorando completamente las actividades que su novia planeaba hacer durante el día, ya podía hacerse una idea, prometió llamarla después de la cena, luego de algunas palabras de despedida, colgaron la llamada. Bella, suspiró.

Dejó caer el celular en la cama y se puso un suave vestido de gasa, el clima se estaba tornando cada vez más cálido y no sentía ningún impulso de ponerse algo más pesado y grueso.

Regresó al pasillo y se dirigió a la puerta del final, la última. Extrañamente pintada de color púrpura y con un conjunto de campanillas colgadas del picaporte mediante un lazo rojo. Una llave colgaba de un simple y solitario clavo en la pared.

Su madre sabía muy bien que no debía meterse en sus cosas, y Bella siempre había tenido que ser muy firme sobre esa habitación. Era algo a lo que ambas ya estaban acostumbradas.

Tomó la llave de su lugar en la pared y quitó el seguro de la puerta, sintiendo un aire inusualmente fresco a comparación del resto de la casa. Se tomó su tiempo entrando y contemplando, de cualquier forma, se encontraba sola en casa, no tendría interrupciones.

La habitación estaba bien iluminada, tenía un gran ventanal con unas ligeras cortinas que impedían que cualquier persona que aminara en la calle viera hacia dentro, pero aun así permitía la entrada de la luz solar. El piso era de madera como el resto de la casa, las paredes de un blanco cremoso, casi parecido al beige. Bella se sintió inmediatamente reconfortada.

Cerró la puerta detrás de ella, colocando el seguro en su lugar al hacerlo y colgando la llave en un clavo gemelo en la parte de adentro de la habitación.

Tenía algunas ramas llenas de flores colgando de cabeza en las paredes, esperando por ser usadas al momento de secarse de forma apropiada. Un conjunto de baúles de madera estaba puesto en fila en la pared más alejada de la puerta y de la ventana, cada uno con grabados sobre las cerraduras, para que ella supiera de forma más eficiente que había dentro de cada uno. Frente a la puerta contra la pared contraria, una mesa grande, atiborrada de flores secas, semillas, muñecas, cera de vela derramada por todas partes, dos figurillas descansando en la parte más alta de la escena.

Un cáliz de oro.

Un cuchillo de plata.

Un caldero de hierro descansando bajo la mesa.

Apreciando la imagen frente a ella, caminó hacia el ventanal, en donde la esperaba una serie de gabinetes en donde guardaba la mayoría de sus herramientas y, sobre estos, un montón de libros de todas las formas y tamaños, de todos los colores, tanto viejos con el lomo caso desecho, así como modernos, con los usuales aros de metal sujetándolos, o con dibujos ridículos de unicornios, flores u ositos.

Tomó cuatro velas y se dirigió a los baúles.

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Había tardado más de lo previsto con las velas, la sensación de ser observada se había vuelto más intensa y no había dejado que su mente se despejara lo suficiente para decir las palabras correctas.

Era importante decir las palabras correctas.

Tomó agua con sal y realizó un circulo, pidiendo a sus antepasados la guía que necesitaba para proteger y limpiar su hogar y a sí misma. Colocó las velas en su lugar y las encendió. Abrió su mente y sintió una brisa conocida.

En sus manos colocó dos piedras como apoyo para su mente, el balance debía ser el ideal y siempre le venía bien una mano extra para este tipo de rituales. Al llevar sus manos al pecho, le llenó el olor de aceite de mirra con el que había ungido las piedras unos momentos antes.

Centró su mente y su cuerpo.

Sentada en estilo indio, colocó sus manos sobre sus rodillas, las palmas hacia arriba sosteniendo las piedras.

Un conocido calor comenzó brotar de sus manos, con los ojos cerrados, aclaró su mente para visualizar la energía acumulada en ellas e imaginó guiar el calor hacia las piedras, concentrándose ahí. Su corazón dio una palpitación muy fuerte y obligó a su cuerpo a tranquilizarse por la inmediata ola de energía que la llenó.

Era como si pudiera ver su cuerpo, pero… en su mente, podía identificar su propia energía encerrada en esa vasija mortal y, parte de sí misma, ahora concentrada en las piedras de sus manos. Una turmalina para la fuerza y un cuarzo verde para la protección.

Desde la turmalina y el cuarzo, envió vibraciones al resto de la casa, en busca de la cosa que la había estado observando todo el día. La cocina estaba limpia, al igual que su habitación y la de su madre (parcialmente, su madre… siendo la persona volátil que era, su cuarto se sentía exactamente igual a eso, inquieto, ruidoso y descontrolado; aunque, Bella había aprendido a convivir con esa clase de energía, dejaba su espacio estar. Que tuviera sus propias reglas.), la sala de estar era un lugar neutro. No eran pocas las visitas que su Renee llevaba a casa, por lo que, al ser un área muy transitada, siempre había sensaciones raras que los desconocidos llevaban consigo y dejaban.

Se dijo mentalmente que era hora de hacer una limpieza.

Tomó la oportunidad para revisar el estado de su jardín, lo escaneó con paciencia y cuidado. El laurel necesitaba un poco más de agua, y ya era hora de cortar algunas de las amapolas… empezaban a quitarle luz solar al tomillo… haciendo algunas notas mentales más, frunció el ceño. No encontraba nada.

Su cuerpo físico se tensó cuando percibió movimiento cerca de ella, tomó una respiración profunda y retrajo toda la energía que había utilizado para monitorear la casa, sintió cómo se profundizaba el calor de las velas a su alrededor.

Llegó a la habitación, escaneando, buscando…

Los libros estaban descansando en su lugar, silenciosos y a la espera de ser usados, como siempre han estado. Los baúles, más bien, el contenido de los baúles… todo dentro se sentía adormilando, recargándose, cultivando energía, alimentándose de la oscuridad de sus contenedores y concentrando todo aquello para lo que habían sido creados, preparándose para ser utilizados cuando llegara el momento, de nuevo… completamente normal.

Su atención se volvió al altar y sintió cómo la energía de las piedras titiló, fue cuidadosa para acercarse al círculo que rodeaba aquellas herramientas.

El cáliz y sus compañeras conservaban su frecuencia común, delicada, fresca, imperceptiblemente olorosa, primaveral. El caldero resonaba, profundo, vacío y a la vez lleno, inmenso e inagotable, el infinito mismo y la nada total. La daga, por otro lado…

La daga y sus compañeros parecían enfurecidos, ellos, todos, sabían que este era su lugar de reposo, su santuario y su lugar de protección. Eran celosos con cualquier cosa extraña que rompiera el delicado equilibrio que existía en la habitación, era la causa principal por la que Bella había decidido mantener todo aquello bajo llave. Las herramientas eran objetos celosos y territoriales con su lugar de descanso.

Entonces, lo sintió.

La puerta, pareció susurrarle algo muy dentro de ella, está cerca de la puerta, va a escapar.

El cuarzo y la turmalina se sintieron más pesados en sus manos, como si estuvieran a la defensiva por primera vez desde que habían llegado a su hogar. Como si estuvieran desconfiados.

Puedo verte, dijo en su mente con seguridad, nunca débil, nunca titubeante. Como le habían enseñado hace mucho tiempo. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué buscas? Lanzó las preguntas con ferocidad y urgencia, era la primera vez que algo lograba entrar a esa habitación.

Espero, el silencio se sostuvo como un hilillo muy delgado y, tal parecía, que el resto de las herramientas esperaban una respuesta.

La respuesta nunca llegó.

Analizó la cosa que estaba con ella, había una larga pausa, como si el tiempo flotara a su alrededor y repeliera lo que sea que era. Intocable, incansable, siempre igual, siempre de la misma forma. Estancado.

— Te veo. — esta vez susurró con voz queda, probó sus sentidos físicos, su olfato, su tacto, si oído. Aunque no lograban detectar nada, sus demás sentidos sabían que había algo ahí.

Siguió familiarizándose con lo que podía sentir.

Frío, un frío inmenso y congelado, uno que solo había sentido una vez en su vida. Como si la naturaleza rodeara al ser, sin rechazarlo, pero sin aceptarlo totalmente. Algo que había sido creado por una razón, pero que no debería existir.

La naturaleza, ella había aprendido, solía trabajar en dualidades. Como todo aquello que nos rodea, podía destruir y podía crear. Algo podía estar vivo o… podía no estarlo.

Pero, ¿eso?

Se le revolvió el estómago al terminar su análisis. Estaba esta… hambre infinita. Nunca saciada, siempre presente, flotando en la superficie, controlada pero nunca domada por completo. Un robo, esa cosa le robaba a la naturaleza. Por eso sus herramientas reaccionaban de forma extraña.

De alguna forma, esa cosa daba equilibrio, pero esparcía caos por todos lados. Algo que estaba, pero que no debía estar.

— ¿Qué eres? — inquirió, ahora curiosa y algo asustada por lo que se encontraba cerca de ella. Le sintió moverse, le sintió acercarse a ella y su cuerpo se tensó a la defensiva, apeló a las respiraciones, recordándose mantener la calma. Preparándose para el primer contacto.

— ¿Bella? — escuchó una voz masculina de la nada. Ella lanzo un grito.

Giró su torso a la derecha, alzando el mentón para mirar la figura pálida y alargada de Alexander. Sin pensarlo, lanzó la turmalina y el cuarzo hacia el cuerpo que se alzaba sobre ella, golpeándolo en el rostro, haciendo pedazos las piedras.

Todo llegó a ella con prisa.

Cuando me desperté, estaba muchos kilómetros lejos de casa.

Yo he… hecho cosas malas, Bells.

He lastimado personas… Buenas personas, Bella. No soy la misma persona que era hace diez años, yo…no sé qué soy.

Tu eres mi hermana. Te amo más que a nada en este mundo. No podría pensar en hacerte daño, aunque lo intentara.

Pero, todo había sido parte de un sueño… ¿no? Ella creía…

Algo le había ocurrido a Alexander hace diez años, algo que lo había cambiado para siempre y… ese hombre, esa cosa… lo había convertido en… algo.

— ¿Fue real? — dijo sin aliento, los latidos de su corazón retumbaban fuertemente contra sus oídos y le llegó el olor a humo cuando las velas a su alrededor se apagaron ante el exabrupto de la castaña.

¿En qué clase de ser se había convertido su hermano?

Su hermano… una brillante alegría la invadió de nuevo al recordar la noche anterior. Tenía a su hermano de regreso.

— Pensé en darte algo de tiempo… — comenzó diciendo Alexander. — para que pudieras digerir todo lo que hablamos anoche, pero veo… — echó un vistazo a todo lo que estaba a su alrededor.

Ella averiguaría cuanto pudiera, tal vez sea posible revertir lo que sea que le haya pasado. Tal vez pudiera encontrar algo en los libros.

— No deberías estar aquí. — reacciona la castaña de inmediato poniéndose en pie. Mentalmente ofrece las gracias y camina hasta la puerta, siguiendo el mismo ritual con la llave y la cerradura.

Hace un ademán para que Alexander la siga. Este hace una mueca, pero obedece.

Ambos se quedaron en el pasillo, en silencio. Por un momento, se miraron el uno al otro.

— ¿Qué demonios fue todo eso? — exclamó Alexander con el ceño fruncido.

Isabella suspiró.

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No puedo comenzar a explicarles lo horrible que es un bloque escritor de esta magnitud… he tenido la primera mitad de este capítulo empolvándose probablemente desde el año pasado…

Pero, oigan, por fin está aquí, y por fin les puedo mostrar las muchas sorpresas que tendrá esta historia. Verdades mezcladas con mentiras jaja no crean todo lo que se dice en esta historia… pero crean todo lo que se dice en esta historia.

En fin, gracias por su infinita paciencia, espero poder traerles el capítulo siguiente pronto. Estoy trabajando en el siguiente capítulo de Guardián y pronto tendremos caps nuevos de This Beautiful Broken Thing, los que ya están arriba fueron revisados, beteados y editados en su mayoría.

No se olviden de dejar un lindo comentario para saber qué les pareció este capítulo y tampoco se olviden de pasar por nuestro mágico (y algo empolvado también) grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon'.

¡Nos leemos pronto!