IV
Los veinticuatro tributos emergieron de sus plataformas, con aspectos y actitudes de todo tipo, pero tú lucías desconcertada, sin señales de reconocer el terreno que te rodeaba, claramente confundida. "¡Concéntrate!" quería gritarle a la pantalla, pero me obligué a permanecer en silencio, manteniendo la compostura delante de mi familia. El miedo palpitaba dentro de mí como un segundo latido, un miedo intenso e incontrolable, una impotencia infinita al verte nuevamente vulnerable y ser incapaz de ayudarte.
Insistía, mirándote fijamente, como un año antes, tratando de transmitirte calma y que te centraras de una vez. Poco después, aunque me pareció una eternidad, mi respiración se normalizó cuando te enfocaste en tu entorno; apenas faltaban pocos segundos para el arranque de los juegos y, para mi tranquilidad, volvías a ser la cazadora que confiaba plenamente en sus instintos.
Tras finalizar la cuenta atrás, fuiste con todo rumbo a la cornucopia, siendo la primera en llegar; aunque el del Cuatro te alcanzó rápidamente. En esos instantes iniciales fui plenamente consciente de que esta vez jugabas con una estrategia diferente: no había pasado más de un minuto y ya te habías hecho con un arco y flechas.
Al verte armada, pensé que el profesional estaría a tu merced y poco a poco me acercaba al viejo televisor, al borde de mi asiento, desesperándome porque no habías notado su presencia. Y fue desconcertante ver que, al reparar en él, le apuntaste, pero no llegaste a disparar. Las cámaras transmitieron su conversación y descubrí, perplejo, que tenían una alianza.
Me era difícil comprender esa elección, aunque considerando su popularidad, Finnick era un aliado que atraería patrocinadores por montones, no parecía alguien en quien se pudiera confiar. Me preocupaba, sobre todo, la duda que teñía tus ojos. Hasta llegué a pensar que seguramente aquella alianza había sido cosa de Peeta, que para ese momento permanecía inmóvil sobre su plataforma.
No tuve tiempo para hacer más conjeturas porque otros tributos empezaban a incorporarse a la lucha, entre ellos los profesionales del Uno y el Dos. Finnick, tras aclarar su situación de aliados, atravesó con su tridente al viejo del Cinco que se acercaba con increíble celeridad al cuerno, señalando con ello la primera muerte del baño.
Los cuatro profesionales se lanzaron al agua hacia la cornucopia, comportándose como un equipo bien compenetrado, aunque ninguno avistara a sus otros compañeros. Los del Dos fueron directamente a por las armas. Me pregunté si también habías hecho algún trato con ellos, pero aclaraste mi duda cuando le disparaste a la mujer con dientes de piraña y luego a su compañero. La rubia del Uno se lanzó hacia la plataforma en la que estaba Peeta, pero la mujer mayor del Once, a un radio de distancia, hizo todo lo posible por sortear las barreras que las separaban y terminaron forcejeando, alejándose del panadero.
La del Distrito Nueve, que no se había movido ni un centímetro, súbitamente se desplomó y cayó al agua, sujetándose el pecho y estremeciéndose sin ningún control. Por su parte, el otro tributo del Uno interceptó a la del Diez, que chapoteaba desesperada por llegar a la orilla, y le rompió el cuello con un movimiento firme y rápido. Luego, como si nada, reanudó su recorrido nadando hacia la cornucopia. Su hermana, que ya había terminado con su adversaria, se le unió a los pocos minutos.
Peeta seguía paralizado sobre su plataforma; era improbable que supiera nadar, por lo que no se atrevía a echarse al agua. Finnick fue a buscarlo y lo llevó hasta ti, luego la anciana voluntaria, que logró superar la barrera acuática por sí misma, también se les unió. Tú y tu alianza, que seguía pareciéndome bastante cuestionable, decidieron alejarse del baño de sangre, rumbo a la selva. Por su parte, los del Siete hicieron equipo con los del Tres y también intentaban abrirse paso hacia la selva. Beetee había resultado herido por el tipo del Nueve, a quien Johanna despachó de un machetazo.
Los cuatro profesionales se adueñaron de la cornucopia. Una vez que llegaron los del Uno, los del Dos se lanzaron en busca de más víctimas, al parecer para no quedarse en inferioridad respecto a sus aliados. Enobaria le lanzó dos cuchillos al hombre del Ocho y Brutus arremetió con una lanza contra Cecelia. El último muerto del baño fue el tributo del Seis, que había estado largo rato forcejeando contra el del Diez, pero este último era unos 20 años más joven, más fuerte y con un aspecto mucho más sano. Los otros cuatro sobrevivientes del baño, dos hombres y dos mujeres, se dispersaron en la arena, cada uno por su cuenta.
Tras finalizada esa primera matanza, la transmisión obligatoria se terminó con unos desacertados comentarios de Claudius respecto a los ocho tributos caídos y yo comencé a caminar por toda la casa, sin ningún lugar al cual ir para poder desahogarme a gritos. Aquella mañana en la plaza se había anunciado un decreto de Romulus Thread que prohibía todo tipo de reunión y establecía un toque de queda a partir de las once de la mañana, de hecho, ni siquiera se transmitirían los juegos en la plaza. Era evidente que el descontento en los demás distritos iba en aumento y a nosotros nos apretaban las tuercas incluso antes de dar señales de rebeldía. En la mañana estaba permitido salir a hacer compras, pero a partir de la hora señalada los agentes empezaban a patrullar las calles, pudiendo también irrumpir en cualquier casa para constatar que no hubiera visitantes. Atrapado, aquellas cuatro paredes me asfixiaban y estaba poniendo de los nervios a toda mi familia.
Un rato después alguien tocó a la puerta y, como mi mente estaba a tu lado, a kilómetros del Distrito Doce, no puse cuidado a lo que pasaba, hasta que vi que Rory ayudaba a Prim y a tu mamá a acomodar un par de maletas en nuestra sala. Resultó que Thread las había echado de la casa de la aldea argumentando que no tenían derecho a vivir en aquellos predios hasta que, con tu victoria, te ratificaras como propietaria. Se suponía que el alcalde debía arreglar la documentación para que volvieran a su antigua casa, pero, por la paralización general de actividades, no lo había hecho, así que momentáneamente debían acomodarse con "familiares". De nuevo sentí un gran odio hacia el imbécil de Thread, por su arrogancia y su manera de hacernos sentir que no valíamos nada. Consciente de que esa rabia ciega no iba a llevarme a ningún lado, hice lo posible para estar calmado y ser un apoyo para ellas, aunque no podía evitar dar un salto cada vez que iniciaba una nueva transmisión. Tu madre había cargado sus maletas con alimentos y medicinas para colaborar con el sustento de la casa durante su estadía y, en lugar de su equipaje, se habían puesto dos mudas de ropa encimadas para poder traer más cosas, esa idea resultó mucho más útil y necesaria de lo que nos pareció en aquel momento.
El resumen de la primera tarde dejó ver que el avance en aquel terreno fue agotador para casi todos los que buscaron refugio internándose en la selva. Estaban bañados en sudor y, por lo visto, en la arena no había provisiones sino una cantidad absurda de armas, concentrada en la cornucopia, bajo el dominio de los profesionales. Pronto empieza a notarse que todos están sedientos. En tu alianza la tensión entre tú y Finnick era palpable, en cambio Peeta parecía totalmente cómodo con su compañía y Mags hacía lo posible por hacerse entender entre gestos y señales.
También dieron breves vistazos de los demás tributos, primero los que iban por su cuenta: Chaff, del Once, en medio de la selva, encontró un árbol con una gran cavidad y con sus cuchillos excavó dentro, presumiblemente buscando agua; Daytona, la del Seis, se camufló para asentarse cerca de la playa, pero dentro de la protección de la jungla; Ronan, del distrito Diez, subió en línea recta hasta casi llegar al campo de fuerza que delimita la arena; Nylah, del Cinco, asustada como un cervatillo, se ocultaba entre la vegetación más cercana a la playa y trataba de mantener siempre vigilados a los profesionales. Estos estaban en el cuerno, visiblemente enfadados por no tener las provisiones usuales, pero haciendo planes para iniciar la cacería cuanto antes; mientras que Beetee, herido, y Wiress, un tanto trastornada, dificultaban el avance de Johanna y Bligth en busca de terrenos más altos.
Más tarde nuestras madres estaban preparando algo de comer; Prim, mis hermanos y yo permanecíamos en la salita, atentos a cualquier noticia desde la arena. De pronto se volvió a encender la televisión, Caesar anunciaba un revés para la pareja de amantes trágicos y mi corazón se saltó un latido. Pasaron de inmediato a transmitir como, en su ascenso por la selva, el cuchillo de Peeta dio de lleno contra el campo de fuerza, activando una descarga eléctrica que lo expulsó algunos metros, dejándolo inconsciente. Los comentaristas anunciaban, con cierta pesadumbre, que no se recibían signos vitales del sensor de Peeta, por lo que en la sala de control seguramente estarían preparando el cañón para despedir a uno de los favoritos. En la arena tú te alteraste por completo al reparar en el estado de Peeta, pero Finnick, tras apartarte bruscamente, tomó el control de la situación e hizo algo jamás visto en los juegos: intentó reanimar el corazón de Peeta.
Nunca nadie, por sólida que fuera una alianza, había intentado salvar la vida de otro tributo de aquella manera. A lo largo de los años la muerte de un aliado ha suscitado tristeza, rabia, ha motivado venganzas, pero nada como esto. Los narradores se quedaron mudos, tu madre se arrodilló frente a la tele, como comprobando la técnica del vencedor del Cuatro. Rory abrazaba a Prim, que hacía todo lo posible para no echarse a llorar. Y yo, egoístamente, no tenía nada bueno qué pensar, sino que Peeta empezaba a decepcionarme. Tras verlo volver a la vida y a ti aferrándote a él, temblando en medio del llanto, acabó la transmisión.
Mientras en casa todos se alegraban de que hubieran superado esa prueba, yo me quedé absorto, reviviendo la final del año anterior, recordando como se aferraban el uno al otro. Entonces descubrí que morirías si él llegara a faltarte, comprendí que estabas jugando a su favor, aunque debieras dar tu vida para salvarlo, porque, pese a que te esforzaras en demostrarme lo contrario, tus prioridades habían cambiado.
Durante la espera entre una y otra transmisión en casa reinaba el silencio, no compartíamos con la familiaridad a la que estábamos habituados y hasta Posy estaba inusitadamente calmada, jugueteando de vez en cuando con las doradas trenzas de Prim. En ediciones anteriores se transmitían cuatro resúmenes a lo largo del día y conexiones en vivo en los momentos más emocionantes, pero en estos parecía que no deseaban dejarnos desconectar porque cada poco tiempo había una novedad; la tensa calma que nos autoimponíamos se rompía abruptamente con cada nuevo enlace a la arena.
Al caer la noche los profesionales decidieron dejar la cornucopia para su consabida primera cacería. Al verlos marchar en dirección contraria a la suya, Nylah se hizo una especie de nido, oculto entre la vegetación, para echarse a dormir. No obstante, la expedición que la manada había emprendido no fue exitosa, un par de horas después regresaron a la playa con el rabo entre las piernas, huyendo de un enjambre de rastrevíspulas que, contrario a su "naturaleza" y por fortuna para ellos, no los siguió fuera de la selva.
A las doce hicieron un nuevo enlace, pese a que no pasaba nada interesante, la amplia toma que abarcaba toda la arena comenzó a centrarse en uno de los árboles más impresionantes del lugar: robusto, alto y casi en la cumbre de la colina. Sobre éste se descargó una tormenta eléctrica, acompañada de fuertes campanadas que sobresaltaron a la mayor parte de los tributos, pero no hubo ninguna otra señal de alarma. Con la entrega de varias botellas de agua a los profesionales, finalizó esa transmisión.
Poco después la alianza de Beetee se alegró cuando empezó a llover, ya que no habían podido encontrar agua, pero pronto se dan cuenta que lo que caía del cielo era sangre. Era un espectáculo de horror ver como súbitamente aumentó la intensidad de la lluvia y los cuatro, mucho más erráticos que en la tarde, trataban de salir de ahí. En medio de esa locura Bligth terminó estrellándose contra el campo de fuerza, muriendo en el acto. Tras presenciarlo la mujer del Tres entró en pánico y empezó a gritar, a su vez huyendo de sus compañeros, que ya iban empapados de rojo. A Johanna se le dificultó guiarlos fuera de allí y mantener al grupo unido, tenía que arrastrar unos metros a Beetee, y luego volver en busca de Wiress y luchar con ella para llevarla junto a él, repetidamente. Me preguntaba qué ganaba con eso si para escudo le valía uno solo.
Pasada la medianoche ya mi madre se había llevado a los chicos a dormir a su habitación; Prim, tu madre y yo nos quedamos en la sala tratando de descansar un poco en el sofá, frente a la tele. Entonces reanudaron la transmisión: tú montabas guardia y tus aliados al fin descansaban de la dura jornada. Alrededor empezó a formarse una densa niebla que, sin pausa ni obstáculo, se acercaba a ustedes. Cobraste conciencia antes de que los alcanzara, pero no reconociste ningún peligro. Hasta que extendiste los dedos hacia eso. Te dolió y enseguida alertaste a todos, instándolos a huir. Finnick cargó con Mags y salió corriendo, pero tú y Peeta iban mucho más lento, tropezando y rezagándose.
Todo empeoró cuando nos dimos cuenta de que aquel gas no solo les quemaba la piel, sino que afectaba seriamente sus capacidades motrices y hasta los trajes estaban deshaciéndose sobre sus cuerpos. Para no variar, Peeta fue el primer y más afectado, su rostro estaba cayéndose de un lado y no podía andar normalmente; tú, aunque más ágil, también comenzabas a tropezar. Un grito casi escapó de los labios de tu madre y Prim la abrazó para tranquilizarla, aun cuando también estaba al borde del llanto.
Me estaba haciendo a la idea de que allí morirían ambos, cuando Finnick regresó, proponiéndote ayudarte con Peeta si tú llevabas a Mags. De verdad lo intentaste, pero fue inútil, no podías con la anciana, el veneno te estaba afectando cada vez más y a duras penas podías avanzar. Finnick volvió, otra vez, poniendo en riesgo su vida para seguir ayudándoles. Cuando le pediste que se llevara a Mags y a Peeta sentí que te rendías. Ibas a morir, un nudo hacía presa de mi garganta y las lágrimas empezaban a inundar mis ojos. Él también estaba mal, con ampollas en el rostro y en los brazos, y reconoció con voz lastimera que no podía, los cuatro corrían el riesgo de morir allí, pero un nuevo milagro les dio otra oportunidad: contra toda lógica Mags se despidió con un beso de Finnick y se adentró en la niebla. El cañón no tardó en oírse y, tras escucharlo, Finnick lideró la huida, cargando con Peeta, alejándose, primero a tumbos y luego a rastras, fuera del alcance de la niebla.
No había pasado más de media hora, en la que en casa tratábamos de tranquilizarnos bebiendo una infusión de hierbas, cuando retomaron la conexión a la arena y son de nuevo ustedes los protagonistas. Tú y Finnick parecían estar recuperándose de las secuelas de la niebla con agua de mar, mientras que Peeta perforaba con su cuchillo el tronco de un árbol, en busca de agua. El rubio no se dio cuenta cómo empezaban a amontonarse a su alrededor unos simios de pelaje naranja. Decenas de ellos aparecieron en las ramas de los árboles, sin hacer ruido alguno, pero no era casual su súbita llegada, sobre todo en tal cantidad; tampoco que los estén transmitiendo en vivo, alguna de sus maldades les tenían reservada. Cuando Finnick y tú regresaron, inmediatamente notaron el cambio, así que trataste de sacar a Peeta de allí sin confrontarlos, pero era demasiado pedir; al mínimo gesto hacia ellos se desató el enfrentamiento. Ustedes tres atacaron en equipo, repeliendo a las bestias: Finnick con su tridente, Peeta a cuchillazos, tú sin malgastar un solo tiro, pero eran tantos que se te acabaron las flechas.
Entonces nos revelan que, muy cerca de ustedes, aunque escondida entre la espesa vegetación de la zona, Daytona observaba la pelea sin mover ni un músculo, aunque su mirada de ojos desorbitados denotaba terror. De pronto uno de los mutos se abalanzó contra Peeta y ni tú ni Finnick podían socorrerlo, en ese mismo instante una sombra, Daytona, se materializó entre la bestia y el rubio, recibiendo de lleno el ataque. Peeta, sorprendido y furioso, acuchilló a la bestia y lo separó de la mujer, cuyo pecho dejaba fluir su sangre a través de cuatro profundos zarpazos. En una impropia muestra de mal genio, Peeta arengaba a los monos, pero estos le ignoran y empezaron a marcharse dejando atrás los cuerpos de los caídos, a ustedes tres extenuados y a la mujer exhalando sus últimos suspiros.
Lo que restó de la noche estuve en un estado de duerme vela, tratando de entender el montón de situaciones incomprensibles que estaban sucediendo en la arena. La mujer del Seis estaba del todo segura en su escondite vegetal, pero se lanzó, sin armas, indefensa, sin tener ninguna oportunidad de enfrentarse a aquella bestia, evitando que Peeta resultara herido. No tenía sentido. ¿Y Mags? Ella también se sacrificó, aunque eso resultaba más comprensible si consideramos que le tenía cariño a quien fue su aprendiz, era noble de su parte dejar de ser una carga para que él se salvara. Si a todo esto le añadimos que Finnick resucitó a Peeta, el conjunto parecía un completo sin sentido, pero se hacía evidente que el panadero había encontrado varios ángeles de la guarda, precisamente en una de las ediciones más violentas de los juegos del hambre. Parecía que los buenos deseos de Effie Trinket sobre la suerte habían sido escuchados y recaían totalmente en él.
La mañana llegó sin novedades, seguramente con la noche tan acontecida le daban a la audiencia capitolina la posibilidad de recuperar algunas horas de sueño. En casa, en medio de un sencillo desayuno, Prim puso al día a mi familia sobre lo que les había pasado la noche anterior. Cuando llegó el resumen de las 8 nos alegramos de que no tuvieran más novedades escalofriantes. Tú y Peeta dormían, al cuidado de Finnick, que se había portado espléndidamente haciéndoles una especie de toldo de hierba para resguardarlos del sol y consiguiendo comida del mar. Cuando despertaron recibieron medicina para las heridas de la piel y luego algunos panecillos, se perfilaba una mañana tranquila. Eso les dije a los demás, eso me obligué a creer.
Más tarde una gran ola arrastró colina abajo a la tributo del Cinco, ahogándola. Poco después los sobrevivientes de la lluvia de sangre por fin pudieron salir de la selva para limpiarse en la playa. Estaban a poca distancia de ustedes, pero no representaban ningún riesgo, pues iban desfallecidos y desarmados. Claudius y Caesar preveían un enfrentamiento en el que ustedes podrían imponerse fácilmente. En cambio, Finnick salió corriendo al reconocer a Johanna y terminaron juntándose. Me llevé una nueva sorpresa cuando ella reconoció, en medio de un violento ataque contra ti, que había salvado a los del Tres para ganarse un sitio en tu alianza. Si Finnick me parecía un aliado como mínimo cuestionable, Johanna Mason, quien demostró ser capaz de todo durante sus juegos, era una apuesta aún más riesgosa. Aquello no era propio de ti y tu rostro desconcertado confirmaba mis sospechas: había algo raro en esas alianzas de las que no parecías saber nada.
De todas formas, terminaron conformando la alianza más numerosa de la edición, convirtiéndose en dignos rivales para los profesionales, pese al estado de los tributos del Tres. Tú y Peeta se encargaron de atenderlos y limpiarlos, ya que estaban débiles y deshidratados. Prim lucía orgullosa al verte curando la herida de Beetee sin pasmarte como el año anterior con Peeta. Mientras tanto Finnick trataba de hacer entrar en razón a Johanna.
Para el mediodía, tu alianza recobraba fuerzas descansando bajo tu cuidado, cuando se reanudó la tormenta eléctrica. Los comentaristas, entre risitas, se preguntaban si serías capaz de atar los cabos con las pistas que te estaba dando una adormilada Wiress. Al final resultó que sí, lograste descifrar que la arena emulaba a un reloj. Despertaste a tus compañeros para contárselo, advirtiéndoles que estaban demasiado cerca del sector de los monos.
En el programa dividieron la pantalla para mostrar una toma aérea de toda la arena, con sus doce rayos; un destello animado ilustraba qué tipo de trampa encierra cada fragmento: Tormenta eléctrica, lluvia de sangre, niebla venenosa, primates, charlajos, reptiles, ucumaris, golems, rastrevíspulas, niebla psicotrópica, tsunami y tijeretas.
Ustedes en la arena decidieron moverse de donde estaban y Finnick propone que vayan a la cornucopia. Una vez allí, él y Johanna se armaron hasta los dientes mientras que Beetee y Peeta se ocupaban de terminar de descifrar el acertijo que representaba el estadio de juego, compartiendo sus impresiones. Los profesionales, que los vieron desde la playa, se lanzaron al ataque por parejas. Gloss fue a por el eslabón más débil: Wiress que, canturreando, limpiaba una bobina de Beetee. Cashmere aprovechó su distracción para acercarse a ustedes, pero algo raro lograron advertir antes de que ella los alcanzara y una batalla frontal dio comienzo. Le disparaste a Gloss, quien enseguida cayó al agua, y Johanna se hizo cargo de la chica; en tanto, Enobaria y Brutus se aproximaban, un tanto retrasados, por el extremo opuesto.
Finnick evitó que Peeta sea alcanzado por la lanza de Brutus y en cambio recibe una herida de cuchillo en el muslo, cortesía de Enobaria. Entonces se escucharon los cañones que confirmaban la muerte de tu aliada y de los hermanos del Uno. Al verse en minoría, los dos profesionales sobrevivientes abandonaron el cuerno para volver a internarse en la selva. Antes de que salieran tras ellos la cornucopia empezó a girar, alcanzando una gran velocidad, ustedes se agarraron a lo que pudieron, aunque Beetee salió disparado al agua. Instantes después el cuerno frenó en seco. Ustedes, mojados, mareados y abatidos por la pérdida de Wiress intentaron reponerse. Finnick se encargó de sacar a Beetee del agua, tú te lanzaste a ella para recuperar el cable que Wiress estaba limpiando, que parecía ser algo valioso para el vencedor del Tres.
Cargados con sus armas abandonaron la cornucopia pero, habiendo perdido la orientación respecto a las zonas de la playa, tuvieron que ir de nuevo a ciegas. Tú y Finnick se internaron en la jungla para buscar agua y, en nuestras pantallas se encendió una luz amarilla indicando que entraban a un terreno cuya trampa está por activarse. No revelaron de qué se trataba, pero, cuando escuchamos a Prim gritar desgarradoramente, descubrimos que están en el área de los charlajos. El efecto en ti fue inmediato. Dejaste todo de lado para internarte a toda prisa en la selva en pos de tu hermanita. Finnick, desconcertado, fue corriendo tras de ti.
Por primera vez desde el anuncio de los juegos la fuerza de Primrose flaqueó y se permitió llorar, balbuceando que no era justo que la usaran para herirte. Tu madre intentaba consolarla, pero verla así hizo que también se soltara a llorar. Y yo hervía de indignación, sin poder hacer absolutamente nada por ellas ni por ti.
Cuando ubicaste la fuente del sonido no tardaste mucho en reconocer la treta, derribar al ave y rematarla partiéndole el cuello, al fin Finnick logró alcanzarte cuando otro grito perturbó al vencedor, que salió corriendo en busca del sonido. Entonces fuiste tú quien lo persiguió. Algunos metros después, al encontrarlo desconsolado oteando entre las ramas de los árboles, te subiste a uno para abatir al maldito muto y trataste de reconfortarlo explicándole que los vigilantes estaban manipulando sus temores, pero él no lo creía así y logró convencerte de que habían torturado a sus seres queridos para arrancarle aquellos gritos.
Entonces es mi voz la que suelta alaridos y súplicas por ayuda, harto de aquello y sin poder contenerme lancé un vaso contra el suelo, sobresaltándolos a todos, mi madre me dedica una mirada tan tierna que sólo quise echarme a llorar en su regazo, en cambio recogí el estropicio sin despegar un ojo de la televisión.
Vencido, de cierta forma, Finnick trató que salieran de allí, pero nos hicieron notar que la sección estaba aislada pues el resto de tu alianza no podía acceder allí y ustedes no podían salir. Supuse que la tortura abarcaría toda la hora, pero tras diez minutos era incapaz de seguir viendo, tuve que irme a mi cuarto a taparme la cabeza con la almohada y escapar mentalmente, lejos de tanto sufrimiento.
Entonces lloré, lloré tanto que me quedé dormido, exhausto por la presión acumulada durante tanto tiempo.
¡Hola!
Quiero dedicar este capítulo a dos autoras geniales: Dani H. Danvers (ya que tus comentarios me dieron el empujoncito que me hacía falta para ponerme "dedos al teclado") y Nora Mellark (que seguro ni sabe quién soy, pero recientemente actualizó su fic En Llamas: Peeta y Prim y me inspiró con su ejemplo a retomar Ajena aun cuando han pasado años).
Lo cierto es que tras esta enorme pausa al fin tenemos capítulo 4, quizá no en la misma onda que traía cuando inicié este fic (no es tan nostálgico ni tan poético), pero me siento complacida de lo que he puesto frente a sus ojos. Es un capítulo más largo que los anteriores, pese a representar un lapso menor, y mucho más descriptivo con lo que pasa en la arena (tenía muchas ganas de retratar los 75° juegos desde la visión de un espectador, mi idea era narrar toda la edición en este capítulo, pero me estaba quedando kilométrico (para mis estándares), así que el día 3 vendrá en el próximo, probablemente junto al reencuentro en el Trece.
Una ventaja que tuvo esta larga espera fue que me permitió avanzar en mi Reto de los 75 y perfilar a los personajes que participan en esta edición, consolidando el universo que he venido creando en torno a estas historias y dándoles una participación más "personalizada" (de allí vienen, cronológicamente, Darriel, Noah, Analyssa, Lindsay, Ronan, Daytona, Angus y Nylah).
Al final de En llamas se especifica que los tributos de los distritos 3, 4, 6, 7, 8 y 11 participaron en el plan rebelde para rescatar a Katniss y mantener a salvo a Peeta; es por ello que durante el baño Seeder desvía a Cashmere de ir a por Peeta, Mags se sacrifica para que puedan huir de la niebla, Daytona se atraviesa entre Peeta y el muto. Otro que, en mi concepción, sabía del plan rebelde era Terrence del D5, pero su mentor Darriel fue cosechado y (sin saber nada del plan) no permitió que Terrence tomara su lugar; Johanna y Finnick se comprometieron a darle una muerte rápida.
En esta historia trato de ser lo más fiel al canon, con algunas licencias que no alteran el desenlace que nos dio Collins, sin embargo, tengo el gusanito de no dejar morir a Madge y quizá lo deje caer por acá, ¿qué opinan al respecto?
¡Gracias a todos por su tiempo! Me harían muuuuuy feliz si me dejan saber qué les pareció este capi...
SS.
