Los personajes de esta historia pertenecen a la increíble Stephanie Meyer, la trama pertenece a la asombrosa autora CaraNo, Alepattz la tradujo, sullyfunes01 es nuestra prelectora, yo tengo el permiso para publicarla.
Thank you CaraNo for allowing us to share this amazing story in Spanish.
26 - CHICAGO EN DICIEMBRE
BPOV
Empezaba a dudar de mi cordura.
Todas las cosas que Whistler, Kate e Irina me contaron de camino a Chicago... estaban todas locas y seriamente jodidas. Edward, siendo el hombre honesto que es, me dijo que podía hacer cualquier pregunta que quisiera y él respondería. Si descansaba en el medio. Entonces, el escurridizo chico irlandés hizo un trato conmigo. Podía hacer cinco preguntas después de descansar media hora, así que más o menos así pasamos el vuelo a Chicago, y lo mismo cuando aterrizamos en un minúsculo aeropuerto a dos horas de la ciudad. Descansé, pregunté. Y respondieron.
Me enteré de que cuatro de nuestros guardias habían sido eliminados por la gente de Avellino con el objetivo de llegar al Salón Español en el que estábamos todos. También se habían cargado a tres agentes del FBI que habían estado en el local haciendo vigilancia, y tan pronto como Whistler me dijo que Jasper estaba bien, simplemente... no me importó. Puede que odie a Jasper, pero no lo quiero muerto. Aparentemente, Sidekick y Papá Black también estaban bien, pero... lo que sea. Eso no me conmovió. Lo que me conmovió fue que los cuatro guardias de nuestro bando tenían familias asistiendo a la boda. Eso fue lo que me mató un poco. Tenían familia allí mismo. Allí mismo. Esposas e hijos. Y ahora... ahora esas esposas e hijos ya no tenían a sus esposos y padres. Solo pensar en perder a Whistler... Cristo... mierda... La familia lo es todo para mí. Al no haberla tenido antes, protejo ferozmente a la que por fin tengo ahora, así que cuando Edward continuó y me dijo que el equipo de Conn había localizado a nueve italianos y los había detenido a todos, interrogado hasta que ya no tenían nada que contar... y luego los había matado... No le di importancia. Sabían dónde se metían. Lo mismo con los agentes del FBI. No tenían nada que hacer en el Fairmont. Irrumpieron y luego se hicieron matar. Eso no es nada que vaya a tener en mi conciencia. De ninguna manera.
Mis pensamientos estaban con la familia, pero ¿el resto? Se pueden ir a la mierda todos ellos.
Dos de las primeras preguntas que había lanzado eran, obviamente, sobre nuestra familia más cercana y sobre el paradero de Emmett y Rose, y Edward me dijo que Emmett y Rose hacía tiempo que se habían ido. Habían hecho como Whistler y yo y se habían escabullido para empezar su vida de casados. Al parecer, ya estaban en el aire cuando los italianos irrumpieron, y por eso me alegré. Significaba que habían tenido la boda perfecta y que podían compartir su noche de bodas como se merecían. Edward pensaba lo mismo y ya se había tomado la decisión de darles unos días antes de llamarlos de vuelta a casa, porque desgraciadamente era necesario. Pero al menos tendrían unos días. Obviamente, tanto Whistler como yo vimos la ironía, porque recuerdo que, aparte de que nosotros conseguimos más tiempo en Costa Rica, nuestros dos matrimonios arrancan de la misma manera. Edward y yo también fuimos interrumpidos y también volvimos a casa en medio de una tormenta de mierda. Eso también les pasaría pronto a Em y Rose. Pero divago.
Carlisle y nuestra familia más cercana fueron los siguientes, y yo disparé pregunta tras pregunta ignorando la regla de las cinco preguntas de Edward, y afortunadamente las contestó todas. La primera sobre el estado de Carlisle, por supuesto, pero al parecer no era demasiado grave. La bala le había atravesado el hombro y volvería a la normalidad, por así decirlo, en las próximas seis semanas.
Mientras tanto, Carlisle, Esme, Tanya y Garrett estaban escondidos en Vancouver. Bueno, Carlisle, Esme y Tanya lo estaban. Garrett iba a unirse a Edward en Chicago lo antes posible, porque... todo se reduce a Edward a cargo de toda la organización hasta que Emmett regrese. ¿Y por qué?
Así es el protocolo.
De nuevo pregunté por qué.
Kate fue quien me lo dijo. "Porque con Ed secuestrado, su hijo mayor en la cárcel, Carlisle baleado y Emmett en Europa, Edward es el siguiente".
Entonces, me di cuenta. De todo. El siguiente hombre en la línea es, obviamente, Liam, el hijo de Ed. Pero como se ha dicho, está en la cárcel, y por lo tanto Carlisle se hizo cargo cuando Ed fue secuestrado. Esto a su vez convirtió a Emmett y Edward en cabezas de la Familia Cullen, que incluye a los Denali. Y ahora... con Carlisle estando fuera, aunque sea temporalmente, significa que nuestros dos chicos irlandeses están al mando. Técnicamente es Emmett, ya que es un año mayor que Edward, pero... bueno, él no está aquí. Edward sí. Así que... mi marido es actualmente el jefe de la familia Masen. Sí.
Es una mierda. Él también lo cree, claro, pero poco puede hacer.
Comprendí rápidamente que cuando descansaba de camino a Illinois, Edward no paraba de hablar por teléfono y, al parecer, ya había un plan. Una agenda. Y lo primero era concertar una cita con la esposa de Liam, porque Edward necesitaba ponerse en contacto con él para proceder, y la mujer de Liam tenía que ser la mensajera a menos que quisiéramos que se plantearan preguntas. Y de eso se trataba: de hacer preguntas. El trabajo de Edward consistía ahora en hacer un seguimiento de la limpieza de este desastre. El protocolo consistía en asegurarse de que las autoridades y el público tuvieran el mayor número posible de preguntas sin responder. Por eso Garrett vendría pronto con nosotros, porque tenía más experiencia en esto que Edward, y Garrett ayudaría a Whistler a la hora de recoger pruebas y atar cabos sueltos.
Al final entendí por qué huíamos en lugar de luchar en Código Negro, porque esto era real. No era una película en la que la lealtad y el orgullo se interpusieran. En la Familia Masen no oirás a un hombre decir 'haré el trabajo cueste lo que cueste'. Se trataba de ser inteligente, de poner a todo el mundo a salvo, de asegurarse de que la vida es lo primero... y entonces empezaba la conspiración.
"La venganza es un plato que se sirve mejor cuando se ha planeado bien. Preferiblemente a puerta cerrada. No en un salón de baile abarrotado donde vuelan las balas", me había dicho Edward con indiferencia, como si fuera obvio.
Y esa es la cuestión. Debería ser obvio porque es inteligente.
Ed Masen puede ser un hombre cruel pero también es inteligente, y cuando dice que la familia es lo primero, no está hablando de la organización. Está hablando sobre esposas e hijos. La verdadera familia.
Tuve que admitir que se ganó parte de mi respeto.
Entonces... ¿por qué dudo de mi cordura?
Porque después de todo lo que me dijeron, todavía me siento seguro.
Con Edward me siento segura.
Ahora, no soy estúpida. Sé que no debería sentirme segura. Porque esta no es una de esas ridículas veces donde la chica adula a su hombre armado. Sé que esa mierda es jodida y peligrosa, pero... joder, no puedo evitarlo. Me siento segura con él.
*O*O*O*
"No, por mí puedes dejarla ahí", replicó Edward, discutiendo de nuevo con Conn por teléfono. Uno podría pensar que su teléfono se hizo añicos cuando lo estrelló contra la pared anoche, pero no fue así. Es muy resistente. Pero supongo que debes contar con eso cuando pagas ocho de los grandes por un puto teléfono. "¿Dónde estás ahora?", suspiró pesadamente, dando las gracias con la cabeza al portero cuando entramos en el vestíbulo del hotel.
Lo seguí en silencio con el brazo de Edward alrededor de mi cintura.
Mis ojos se desviaron. Excepto en Costa Rica, nunca antes había salido de Washington y... ahora estaba en Chicago, a punto de registrarme en los hoteles más lujosos de la ciudad, y me quedé en silencio. Era hermoso y... grande.
Mientras nos acercábamos a la enorme recepción y Edward seguía al teléfono, intentando que Conn trajera a los niños, me acerqué a la mujer de aspecto elegante, sabiendo que Edward nos había reservado suites con nombres falsos. También había recibido mi primera documentación falsa.
Se sentía raro.
"Sí, gracias, tenemos reservas a nombre de Stewart",
dije una vez que hubo terminado con sus divagaciones sobre lo bienvenidos que éramos en The Peninsula Chicago. Deslizando los carnés de conducir falsos mío y de Edward sobre el mostrador, añadí: "También debería haber una reserva a nombre de Krystoff".
Eso me cabreó un poco porque Kate e Irina se habían negado a ir con nombres falsos, así que reservaron con el apellido de Demetri -también el de Irina, por supuesto, ya que estaban casados-. La única razón por la que Edward cedió fue porque Demetri no era conocido públicamente.
Mientras Irina se adelantaba para ocuparse de su reserva y la de Kate, yo miré por encima del hombro. Edward estaba de pie, pellizcándose el puente de la nariz, todavía discutiendo con Conn, y yo odiaba eso. Lo que yo quería era que Alec y Nessa vinieran aquí. También quería que Edward descansara. Lo necesitaba con urgencia, pues él solo había dormido una hora en el avión y ya era casi mediodía en Chicago.
Y Dios, yo quería una ducha. Una larga. Demonios, no me había duchado desde antes de la boda y... todo el baile, beber... follar... sí, necesitaba un largo remojón. Y ropa limpia.
"¿Señora Stewart?"
Ugh. Es Cullen, pendeja.
"¿Sí?" Dije en su lugar, sonriendo dulcemente.
"Sus reservas están en orden y tienen una Suite Ejecutiva y la Suite Península listas para ustedes", dijo amablemente mientras deslizaba nuestras llaves sobre el mostrador. "También me han informado de las dos reuniones que tendrán lugar mañana en la Suite Península. Por favor, dígale a su esposo que nuestro personal está esperando para tomar su pedido de comida".
"Por supuesto", dije.
"¿Recibiste la petición sobre los periódicos?", preguntó Edward detrás de mí, y recuerdo que me dijo que tendrían que prestar atención a cuánto sabían los medios de comunicación. Empezando por comprobar
periódicos de Washington e Illinois.
"Sí, señor", dijo la mujer, tecleando en su ordenador. "Los periódicos de hoy ya están en su suite".
"Cheers", dijo Edward, volviendo a su llamada telefónica.
Irina y yo reprimimos una sonrisa ante la expresión de confusión de la mujer.
"Cheers también es una forma de dar las gracias", le explicó Irina, no luchando por contener su diversión.
"Oh eh... de acuerdo", la mujer rio incómoda. "Bueno, como he dicho, todo está en orden. La Suite Península está en el último piso y su Suite Ejecutiva, Sra. Krystoff está en el cuarto piso. Espero que disfruten de su estancia con nosotros en The Peninsula". Sonrisa de megavatio.
"Gracias", dije, volviéndome hacia Edward. "Todo está listo", le dije en voz baja, indicando los ascensores. Me guiñó un ojo y me rodeó con el brazo antes de despedir al botones, que estaba deseando llevarnos a nuestra suite. Por lo visto, Edward ya había estado aquí y conocía el lugar. Luego nos dirigimos a los ascensores y que me jodan si Kate e Irina no se quejaron de que solo fuera una suite ejecutiva para ellas. Juro que estuve a punto de darles un puñetazo.
"Cállense de una puta vez, las dos, o juro por Dios..." gruñó Edward, tapando su teléfono con una mano mientras fulminaba con la mirada a sus primas. "En serio, ¿pueden sonar más como un par de zorras mimadas?"
"Lo dice el tipo de la Suite Península", ironizó Irina.
"¿Qué coño acabas de decir?", preguntó incrédulo. "¿Acaso eres tú quien tiene reuniones para veinte personas mañana? Porque si ese es el caso, entonces por todos los demonios, ¡toma la puta suite!"
Sí, lo que él dijo. Por suerte eso calló a Irina y a Kate y ambas
pisotearon al llegar al cuarto piso.
"Dios", suspiró Whistler cuando se cerraron las puertas del ascensor. "¿Está mal que no quiera ordenar seguridad para ellas?"
Me reí por lo bajo, rodeé su cintura con los brazos y negué con la cabeza. "No. Completamente comprensible", murmuré contra su pecho. Mierda, estaba cansada. Y si yo estaba cansada, no podía ni imaginarme lo cansado que estaba Edward, pero cuando levanté la vista hacia él, con el teléfono aún junto a la oreja, supe que estaba jodidamente agotado. "¿Qué pasa? pregunté, con los ojos fijos en su teléfono. "No estás hablando".
"Conn está discutiendo con Liz", explicó cansado. "Está atado porque puede recibir órdenes tanto de mí como de ella, ya que es la esposa del tío Ed".
Ah. Asentí en señal de comprensión. "Ella quiere que Alec y Nessa se queden en Portland y tú los quieres aquí", afirmé en voz baja. "Y Conn no puede hacer nada al respecto".
"Exactamente. Está de acuerdo conmigo, pero tiene las manos atadas", replicó. "El único que puede dar una orden directa es Liam tratándose de Alec y Nessa".
"¿Por eso necesitas hablar con él?", pregunté, mordiéndome el labio.
"Una de las razones", murmuró, liberando mi labio con su pulgar. "Con suerte podremos arreglar todo eso mañana y luego los niños podrán estar con nosotros hasta que termine esta mierda".
Estaba a punto de besarme, pero entonces llegamos a nuestro piso, y yo estaba ansiosa por meternos a los dos en la cama. En realidad, primero quería una ducha y algo de comida, e iba a asegurarme de que Edward no se apartara de mi lado porque necesitaba lo mismo que yo... solo que un poco más. Así que iba a cuidar de él y no aceptar un no por respuesta.
"¿Dónde están Liz y Conn ahora, por cierto?" Pregunté mientras Edward abría nuestra suite.
"De camino a un rancho secreto en Utah", murmuró, dejándome entrar primero. "Creemos que papá y Liz eran los objetivos principales en la boda..."
Lo ignoré un poco porque estaba mirando lo que tenía delante. Lujo. No era una maldita suite de hotel. Era una maldita casa. Un lujo de casa. Una locura. Enorme.
"¿Cariño? ¿Qué está mal?"
Ah, cierto. Está aquí.
"¿Mal? No. No", dije, dándome la vuelta para mirarle. "Es muy extravagante, ya sabes".
El chico irlandés se encogió de hombros y se dirigió a la... aquí no hay mini-nevera... no, se dirigió a la cocina.
"¿Tienes hambre, princesa?", llamó. "¡Me aseguré de que abastecieran la nevera! Demonios, sí... salmón".
No puedo hablar.
Terminé en el gran salón, y... hummenumph, había un
piano de cola. Si eso no es una locura, entonces no sé lo que es. Quiero decir, ¿por qué? ¿Por qué colocar un enorme piano en una suite de hotel? ¿La gente realmente usa esa cosa?
Oooh, pero entonces vi un propósito en ello. Podía ver a Whistler allí... y yo también estaría allí. Hmmm, sí... podía verlo... Dios, él podría tomarme... duro... humh...
"Mierda, realmente necesito esa ducha", siseé en voz baja.
"¿Por qué?"
"¡SantaMierda!" Jadeé, dándome la vuelta mientras me agarraba el pecho.
Mi corazón latía con fuerza. Joder, estaba justo ahí. Con esa sonrisa arrogante que todo lo sabe.
"Parece un poco sonrojada, Sra. Cullen", se rio y señaló el piano detrás de mí. "¿Te importaría decirme por qué estabas follando con la mirada al piano?"
Entonces tenía un sándwich en la cara. Al parecer, acababa de hacerse uno y vaya si ya se lo había empacado.
Decidí actuar con calma. "¿Qué te hace pensar que era el piano? ¿Y qué te hace pensar que me estaba follando algo con los ojos?"
Había estado de pie detrás de mí, después de todo.
El irlandés se rio y me dio un golpecito en la nariz. "Porque me casé con una gatita pervertida, y te conozco, princesa".
Bueno, mierda.
Se quedó allí, bastardo engreído. Y más comida fue empujada en su boca.
Encantador.
"¿Es u fanviff?", preguntó con la boca llena de comida.
De nuevo, encantador. Excitación - desaparecida.
Bueno, casi. Seguimos hablando de Whistler.
"No, no quiero un sándwich, cariño", me reí entre dientes. "Voy a darme una ducha antes de ver el menú". Luego, con una mirada mordaz, añadí: "Y después los dos tenemos que dormir".
"Siff, pwimfeff." Se burló de mí.
Magnífico.
*O*O*O*
Después de ducharme, me vestí con una bata de hotel porque no había manera de volver a ponerme el vestido ahora. Maldita sea, no ahora que estaba limpia, y el vestido olía mal. Bebidas, sudor, perfume y cigarrillo. No era lo ideal. Así que, en mi cómoda bata salí del baño principal, y me llevó un rato, pero finalmente encontré a Whistler en el balcón. Estaba sentado en una de las tumbonas. La camisa desabrochada, el chaleco tirado en el suelo, los zapatos tirados a un lado y los pantalones desabrochados. Y estaba profundamente dormido con la cabeza inclinada hacia un lado.
"Whistler", gemí al ver el cigarrillo colgando entre sus dedos, aún encendido. "Cristo, realmente necesitamos llevarte a la cama, cariño."
"Edward", dije suavemente, acariciándole la mejilla mientras le quitaba el cigarrillo y lo apagaba en el cenicero. "¿Puedes despertarte por mí, cariño?"
Tarareaba somnoliento mientras le pasaba los dedos entre el cabello, con un aspecto tan infantil y adorable. Lindo, pero aún así rudamente guapo. La sombra de la barba de las cinco de la tarde y un mechón de pelo muy sexy sobre su frente. Las últimas veinticuatro horas no habían sido fáciles para él.
"Whistler, ¿no quieres dormir en la cama?" Le pregunté. "Seguro que es mucho más cómoda que aquí fuera".
Otro zumbido. El chico irlandés estaba despierto. Más o menos.
"Con una condición", murmuró somnoliento.
"Cualquier cosa", me reí en voz baja mientras abría los ojos para mí.
Maldita sea, era hermoso.
"Si puedo dormir sobre tus tetas".
Oh, por el amor de...
Jesús.
"Claro, cariño", reí suavemente, poniéndome de pie antes de tenderte la mano. "Vamos".
"Estupendo", respondió con una sonrisa cansada, y nos fuimos a la cama.
Como un niño petulante, Edward se quitó la ropa y ésta cayó... por todas partes. Lo único que se quitó con cuidado fue su pistola. Y luego se desplomó en la cama, con la cara enterrada en la almohada.
"Trae tus tetas aquí, princesa. Las necesito."
Sí, señor.
Me moría de hambre, pero... mirando a la cama... sí, dormir era lo primero.
*O*O*O*
Cuando me desperté de nuevo, fuera estaba oscuro y Whistler no estaba a mi lado.
Pero lo oí.
Lo escuché en el piano.
Envolviéndome con una sábana, salí a paso de tortuga y me detuve en la puerta del salón, donde él estaba sentado. Con la espalda ligeramente encorvada. Solo llevaba una toalla alrededor de las caderas. Obviamente se había levantado para ducharse. Pero... lo que más me llamó la atención fue su expresión. Cejas fruncidas en profunda concentración, los ojos cerrados, los dedos moviéndose sin esfuerzo sobre las teclas. Estaba oscuro. Tanto la habitación como la melodía, y temía que reflejara sus pensamientos. Sabía que así era. Él no quería esto. No quería Chicago ni los asuntos de Masen. Quería diversión y desenfado. Quería viajar y seguir órdenes sencillas. Bueno, tal vez no tan sencillas, pero... segura como el infierno no quería esto. No quería que toda la organización pesara sobre sus hombros, pero eso era lo que tenía ahora.
Parecía desgarrado y... en guerra consigo mismo.
Odiaba eso. A mí también me desgarraba.
"Whistler", susurré.
Vi que su pecho se agitaba una vez y vaciló un segundo... pero luego retomó el ritmo, continuando con la oscura e inquietante melodía.
Tenía los ojos cerrados con fuerza... casi como si estuviera... luchando contra... algo. No lo sabía. No sabía nada. Me sentía impotente.
Pero luego susurró. En voz baja. "Bella."
Y yo estaba a su lado en un instante.
Seguía con los ojos cerrados y tocando. Los hombros seguían encorvados. Su espalda ancha y musculosa, casi plateada en la habitación oscura... pero luego estaba el gran tatuaje que le cruzaba los omóplatos... un tatuaje que demostraba que era cualquier cosa menos un hombre débil. La tinta mostraba lo que su forma no. Era un Cullen, un hombre fuerte. Para mí... era inquebrantable. Pero no lo era. O tal vez sí, pero... los hombres fuertes también necesitan apoyo. Y consuelo.
Casi me daba miedo tocarlo.
Entonces lo hice. Solo un ligero toque. Mi mano pasó como un fantasma sobre su hombro.
Se estremeció.
Mi corazón latía con fuerza de repente y yo estaba... desesperada por... mierda, por solo... hacerlo sentir mejor. De alguna manera. No sabía cómo. No sabía qué podía hacer, pero...
"Dime qué tengo que hacer, cariño", respiré.
Lentamente terminó lo que fuera que estaba tocando... tan lentamente... hasta que se quedó allí sentado... con las manos caídas sobre su regazo.
Necesitaba algo.
Le vi estremecerse de nuevo. Le vi tragar saliva.
Entonces, tan lentamente como había terminado la canción, extendió la mano. Vacilante, haciendo una pausa, moviéndose de nuevo... hacia mí... No me miraba. Tenía la barbilla contra su pecho y... su brazo, su mano... seguía tendida hacia mí. No entendía por qué estaba tan aprensivo. Y cuando su mano llegó a mi cadera, volvió a temblar. Seguía sin mirarme.
"Edward", gemí en voz baja. Tenía miedo. Estaba tan asustada de que... maldición, es que no lo sabía. Pero estaba sufriendo y lo odiaba.
Mis ojos le suplicaban, aunque él no podía verme.
"Yo solo..." No continuó. Pero tiró de mí hacia él, con firmeza y rapidez, enganchando mi pierna derecha a su alrededor, de modo que quedé a horcajadas sobre él en el banco del piano.
Los dos tragamos saliva y nos estremecimos cuando me acomodé en su regazo, pero aun así... no dijo nada. Dejó caer su frente sobre mi hombro y se agarró a mis caderas. Con fuerza.
No me moví. Mis manos estaban completamente quietas sobre su tonificado estómago.
La tensión era palpable.
Tan pesada.
Respiró agitadamente, plantando un suave beso en mi hombro desnudo.
Aun así, no dijo nada.
"Ojalá pudiera leerte la mente", susurré.
"No. De verdad que no".
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
"Edward". Era una súplica. Necesitaba que me mirara.
"Shhh..."
Sentí escalofríos cuando volvió a besarme el hombro.
Con la boca abierta. Despacio. Con firmeza. Los dedos se clavaron más en mi carne. Arriba... arriba... mordió donde el hombro se unía al cuello, y gemí, no de dolor, sino de desesperación. Luego su lengua... lamiendo... calmando el escozor, una vez más provocándome escalofríos. Arriba de nuevo, caliente y húmedo, besos en mi cuello. Le di acceso.
Respiró en mi oído. "Mía".
Exhalé audiblemente.
Sí.
Sí.
Sí.
Me besó la mandíbula. Sus manos movieron la sábana, exponiéndome a él. Más rudo ahora, como si tuviera una misión, me besó siguiendo un recorrido hasta llegar a la boca... cubriéndola con la suya en un beso ardiente. Me besó con tal ferocidad que... oh, Dios... carajo, gemí, abriéndome a él inmediatamente. Necesitaba esto. A mí.
"Mierda", gruñó mientras tiraba mi sábana al suelo. "Mía". Me cogió los pechos y los amasó con rudeza mientras seguía devorándome la boca. Introdujo la lengua en mi boca, lamiendo, saboreando, y yo me arqueé hacia él, dándole con gusto lo que quería.
"Edward", jadeé, rompiendo el beso me atrajo hacia su cuerpo. "Tan duro..."
"Para ti".
Entonces me animé y le rodeé el cuello con los brazos mientras movía las caderas sobre su erección.
Escalofríos.
Joder. Más. Fue un maldito frenesí de repente. Me empujó lejos de él, solo para arrancarse la toalla, y entonces yo estaba de vuelta. Allí mismo.
Rechinando contra él, haciéndonos gemir a los dos. Pero no era suficiente. Ni para él, ni para mí. Era desesperante.
Y sus dedos... Dios, sus dedos... provocándome... esparciendo mi humedad. Su boca en mi cuello, mordisqueando, pellizcando y chupando. Dedos provocadores, placenteros. Sí... oh, Dios... más, nena... más fuerte...
"Mía, princesa", gruñó mientras me metía dos dedos. "Eres mía".
"¡Sí!" Grité, arqueándome ferozmente hacia él mientras me metía los dedos. "Tuya, cariño... por favor, ¡más!"
Sin previo aviso, me levantó y me puso encima del piano, a un lado para que no nos estorbaran las putas teclas. Jadeé ante la fría superficie, pero mi jadeo se quedó atascado en la garganta cuando vi la expresión de Edward. Sus ojos clavados en mí. Su rostro. Feroz, salvaje... posesivo... doloroso. Sus ojos estaban llenos de dolor.
Y me di cuenta.
Tenía miedo. Tenía miedo de perderme. Después de todo lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas, tenía miedo de que me pasara algo.
"No me voy a ninguna parte", respiré, deseando que lo entendiera. "Soy tuya, Whistler".
Sus ojos se oscurecieron, su mandíbula se tensó.
Sin romper nuestra mirada, se colocó en mi entrada... antes de hundir su polla en mi interior.
Me ahogué en un suspiro.
"Mierda", gritó.
Antes de que pudiera hacer nada, me rodeó la cintura con las piernas y las sujetó... y luego me folló. Fuerte y profundo. Rápido.
Me observaba. Mientras yo estaba tumbada, apoyada en los codos, él me miraba. Todo de mí. Y yo lo miraba a él. Observé cómo me penetraba con su gruesa polla. Vi cómo se tensaban sus abdominales. Observé su ceño fruncido. Observé la tensión de su cuello. Lo observé todo. Todo de él.
"Joder", murmuró, haciéndome señas para que me sentara mientras se deslizaba fuera de mí. "Necesito más."
Obedecí sin conocer su plan y lo cogí de la mano antes de que me levantara y me llevara hasta el lujoso sofá. Pero antes de que pudiera tumbarme en él, me quité de encima e ignoré su mirada de enfado y confusión. Demonios, ese enfado desaparecería pronto. Al igual que su mirada de confusión... y así fue. Cuando llegué al respaldo del sofá, me incliné y le lancé una mirada atrevida.
Lo entendió perfectamente, y una vez más sus facciones cambiaron. Su posesividad y desesperación volvieron a estar a flor de piel, y se acercó a mí, colocando inmediatamente su polla donde ambos la necesitábamos. Y con un gruñido se abalanzó sobre mí desde atrás. Las manos en mis caderas, agarrándome con fuerza. Me folló con fuerza. Respondí a cada una de sus embestidas.
"Dime, nena", gimió suplicante. "Dime que me necesitas... demonios... tanto como yo te necesito".
Oh, Dios...
"Te necesito más, Edward", jadeé.
Se inclinó para llegar más profundo. "No es posible."
Saqué el culo con el mismo propósito. "Lo es."
Gemíamos fuerte, nos movíamos juntos, correspondiendo a las embestidas del otro, y él estaba tan jodidamente duro dentro de mí. Me llenaba una y otra vez, entrando y saliendo, golpeando... más fuerte... más... piel golpeando... No había suficiente. No había suficiente de él.
Para siempre no es suficiente. No hay tiempo suficiente... pero tomaré el tiempo que tenemos, y lo usaré. Se lo mostraré. Estaré a su lado.
"¡Oh, mierda, Edward!" Gemí. Él estaba allí. Justo ahí. La punta de su polla, rozando mi punto dulce. Joder. Oh, Dios... Empecé a temblar. Otra vez. Otra vez. Dentro y fuera. Tan resbaladizo. Otra vez. Más fuerte. Y entonces fue más. Aún más. Me atrajo hacia él y me arqueé. Dios mío. Me dejé llevar. Placer por todas partes. Y su mano... oh, sus dedos... justo ahí, frotando y acariciando mi clítoris. No tardaría mucho.
"Estás tan jodidamente cerca", gimió. "Déjalo ir... por favor... mierda, déjalo ir... Vente en mi polla, nena."
Aspiré y contuve la respiración. Entonces sucedió. Me recorrió en oleadas, haciéndome apretar y temblar a su alrededor. Con fuerza. Y siguió asaltándome mientras oía su gemido gutural, mientras sentía su polla palpitar y latir, mientras apretaba cada vez más fuerte, sacándolo todo de él. Tan jodidamente dentro de mí, y yo todavía no respiraba. Mis ojos estaban cerrados, mi cara estaba apretada. Oh, Dios, todavía no había terminado.
Joder. Más fuerte. ¡Dios mío, Dios mío, Dios mío!
"¡Mierda!" Jadeé sin aliento, soltándolo todo. Mis ojos se abrieron, mi boca también. Joder. Respiré, jadeé. Aire. Demonios. Joder. Estrellas. Las vi.
"Santa..." Él también jadeaba. En voz alta. "Mierda". Me estremecí violentamente cuando dejó caer su frente sobre mi espalda.
Carajo.
Eso fue... Surrealista.
"Mierda... nena..."
Estoy de acuerdo.
"Sí", respiré, inclinándome hacia delante para apoyar la frente en el sofá. Dios, estoy... "Agotada."
Lo sentí asentir contra mi espalda antes de que suspirara pesadamente y sacara de mí su polla cada vez más blanda. De repente me sentí débil. Mis piernas eran gelatina, por el amor de Dios.
Unos segundos después de que se fuera, estaba de vuelta, envolviéndome de nuevo en mi sábana antes de levantarme al estilo nupcial, y mi chico irlandés estaba de vuelta.
Todavía había inquietud en sus ojos cuando me miró, pero... estaba ahí. Rebotando.
"Lo siento", murmuró en voz baja, presionando un suave beso en mi mejilla. "No debí..." Suspiró. "Me comporté como un..."
"No lo hagas", dije suavemente, sacudiendo la cabeza mientras él estudiaba mi cara. "Lo entiendo, cariño. No te disculpes. ¿Por favor?"
"Pero..."
"Sin peros", dije en voz baja pero firme. "Estás bajo mucho estrés, Edward, y... Dios, no puedo ni empezar a entender la presión que sientes".
"Eso no excusa mi..."
"Oh, cállate", gemí. "No seas aguafiestas, ¿vale?" pregunté, pellizcándole las mejillas para aligerar el ambiente. Solo quería recuperar a mi Edward feliz. "Estoy aquí para ti, Whistler. Siempre. Te amo y soy tuya. Es tan sencillo como eso. No me iré a ningún lado."
El chico irlandés estaba de vuelta y boquiabierto como un pez.
Hablando de...
"Me muero de hambre", anuncié. "Y ese sándwich de salmón que te estabas embutiendo antes suena bien ahora. ¿Tenemos más?"
El chico irlandés se limitó a asentir, aún boquiabierto como un salmón.
Veinte minutos más tarde, teníamos sándwich, fruta, tentempiés y latas de refresco esparcidos por la cama, y me alegré de que Edward se abriera y me contara sus temores. Eran más o menos lo que yo había sospechado. No quería Chicago. No quería dirigir la organización, y no quería
que me reuniera mañana con toda esa gente. También tenía miedo de que me distanciara de él porque no sería mi chico irlandés cuando llegaran esas personas, pero lo tranquilicé. Claro que no será mi chico irlandés. Ya lo sabía. Sabía que sería un trajeado, todo negocios y despiadado, y creo que después de una hora de decirle que lo entendía por fin se relajó. Por fin.
"Eres mi vida, Bella", me murmuró antes de volver a dormirnos.
"Y tú eres mi vida", respondí con sinceridad, acurrucándome más cerca de él. "Te amo, Whistler".
"Yo también te amo, princesa".
Mañana iba a ser un día largo, pero mientras tuviera a mi chico irlandés, todo era felicidad, y yo no iba a ir a ninguna parte.
