—Bluey—

Los rayos solares impactaban contra nuestro pelaje, al igual que esas pequeñas, pero, refrescantes brisas que lo sacudían y nos generaba las ganas de inhalar hasta rellenar nuestros pulmones.

—Entonces ¿Cuál es el plan? —Pregunte por curiosidad.

—Adivina.

—Mmm… ¿El arroyo? —Respondí después de haber divagado en mis recuerdos. Aquel arroyo se había vuelto un lugar especial para mí, y Mackenzie lo sabía muy bien. Aquel arroyo es un sitio que marco y me dio una obsesión por la exploración. Al igual que a Jean, me encantaba la naturaleza, no tanto como mi hermana, pero lo amaba. Simplemente la paz que te puede brindar el agitar de las hojas, o los canticos de las aves e insectos, es, tranquilizante.

—Am, sí, pero eso lo tenía reservado para el final. ¿Cómo supiste?

—Espera. ¿Lo tenías como sorpresa? —Pregunte con una ceja enarcada y manteniendo mi cálida sonrisa.

—Si… —Respondió con algo de pena. Ahogue una sonrisa mientras me apreciaba su mirada apenada

— Ya no es tanta sorpresa.

—¿Pero sigue siendo emocionante?

—Continúa siendo emocionante —Confirme.

No tarde en detectar los gritos unísonos de la gente, quienes, se notaban nervioso ante la situación y que desprendieron un grito de temor, hasta convertirse en risas mientras sentían pasar toda la adrenalina por sus venas. Era el parque de atracciones.

—¡Guau! —Exclame maravillada— Hace mucho que no venía aquí.

—Lo sé. Pero no te traje aquí para que vieras los juegos. —Dijo extendiéndome la mano—Vamos a divertirnos.

Yo asentí, y tomé su muñeca con una sonrisa. No tardamos en incorporarnos al resto, a compartir sonrisas mientras percibíamos el aroma de los caramelos y bocadillos en la atmosfera. No tarde en aferrarme a su brazo cuando sentí la adrenalina en la bajada de la montaña rusa. En lo que, si tardamos, fue en las ganas de irnos de aquel lugar, pues, ambos queríamos seguir divirtiéndonos hasta que le cansancio, el aburrimiento, pasen por nosotros.

Fue una tarde divertida y graciosa, y como había adivinado previamente, la salida finalizaría con un pequeño paseo por el arroyo.

Ambos sumergimos nuestros pies, adoloridos, en el arroyo, los renacuajos se hicieron presente y empezaron a juguetear con los dedos de nuestros pies, como si de su propio parque se tratase.

—Jeje —Mackenzie estuvo risueño en toda la salida, lo que me dibujaba una sonrisa y lograba quitarme un gran peso de encima.

Después de lo ocurrido con Jean Luc. Pude darme cuenta, que esas pocas amistades que tengo, eran las que no debía perder. La mayoría de mis acciones solo provocaron que varios de mis amigos se alejaran de mí, posiblemente no me recuerden, y si lo hacen, no debe ser por cosas buenas sobre mí. Aun así, no dejo de preguntarme por qué solo a mí me afecta eso; Mis amigas hacen varias de esas cosas, y en vez de ser maltratadas o ser invadidas por la culpa, ellas, o, mejor dicho, ellos regresan con ellas, pidiendo disculpas casi de rodillas. ¿Por qué debían ser ellos quienes se disculparán?

Ahora que Jean Luc está en la ciudad, no puedo dejar la preocupación de lado. Tengo el presentimiento que volveré a actuar de esa manera berrinchuda y obsesiva que casi alejó a ese labrador de mí. Fue entonces que volteé a ver al Border Collie, pensé por unos instantes, recordando y reflexionando sobres sus intereses.

Fue en ese momento que los recuerdos abordaron mi cabeza, buenos recuerdos desde la infancia hasta la actualidad que me dibujaron una sonrisa. Empecé a tener algo de claridad en los sentimientos que tenia hacia él. Empezaba a comprender el por que se me hizo, y continúa siendo, imposible besarlo aquella vez…

De pronto. Había sentido como sus labios presionaron a los míos, y los encarcelaron en un beso al que él llamaba "encantador".

Algo dentro de mí se activó, era lo contrario a lo que debía ser.

—¡¿Qué diablos Mackenzie?! —Pregunte irritada. Aquel beso suponía ser romántico, uno que debía cerrar como broche de oro aquella salida, pero, eso solo lo pensaba el Border Collie.

—T-te besé. ¿Está mal? —Tartamudeo con nervios.

—¡Si! Quiero decir ¡No o no lo sé! —Dije con fastidio. La claridad fue opacada por la rabia, ese beso fue inesperado, y no lo deseaba.

Tal vez Mackenzie lo vio como algo grandioso, pero yo no. Lo único que esperaba de esta salida, es eso: no una cita ni nada por el estilo, solo una salida de amigos.

—¡Agh! —Me queje, mientras le daba la espalda. No me sentía asqueada, para nada, pero tampoco me sentía emocionada o alegre como suelen describir los besos, simplemente me molestaba— Dijiste que esto solo iba a ser una salida de amigos.

—Hay vamos Bluey —Intento acercarse—, bien sabías que en algún momento iba a pasar

Lo miré a los ojos con ira.

—No, no, yo no tenía pensado besar a nadie y mucho menos que tú lo ibas hacer. —Le dije con gestos— tu solo te abalanzaste y ya.

El Border Collie rodó los ojos mientras se cruzaba de brazos. No puedo creer que un simple beso, pudo cortar esa atmósfera tan tranquila y cariñosa que habíamos formado desde el inicio de la salida, divirtiéndonos en la feria y tomando un descanso en aquel arroyo que es un lugar muy especial y al que no eh ido por un par de años.

—Pero si ese labrador lo hubiera hecho, tú estuvieras feliz de la vida ¿No?

Lo empecé a juzgar con la mirada. El enojo empezaba a apoderarse de mí mientras mantenía mis ojos clavados en él.

—¿Sigues con eso?

—¡¿Que tiene él que yo no?! —Bloqueo mi pregunta con otra. ¿Enserio?

—Mackenzie, no empieces por favor.

—¡Pero dime! ¡¿Que tiene ese sujeto que yo no?! —Insistió.

—¡Se llama Jean Luc, Mackenzie! Y él y yo solo somos amigos.

—¿Amigos? —Pregunto con sarcasmo— Entonces tu definición de amigos es tomarle de la mano todo un rato.

—Exageras —Mis palabras fueron arrastrados por el aire.

—O besarse las mejillas cada que tienen la oportunidad. —El rubor se mostró en mi rostro, mientras mi pecho sobresaltado por la vergüenza— ¿Eso es ser amigos para ti?

—A-así nos saludamos —Mi tartamudeo no me ayudaba, para nada.

—¡Oh vamos Bluey, es más que obvio que te gusta!

—¡¿Y si me gusta que, Mackenzie?! —Exclamé con ira. Pronto, aquel rostro furioso se había opacado y convertido en una de tristeza. Pude leer en su mirada lo decepcionado que empezó a cubrir su ser, pude percibir aquel dolor que él sentía en su corazón, resquebrajado, y que intentaba hacerlo llorar; Pero él es fuerte, y las retuvo lo mejor posible.

—¿Entonces nuestro pasado no vale nada? —El pecho se me partía mientras los recuerdos de nuestra infancia, hasta la actualidad, se reproducían— Las salidas, paseos, cenas, CITAS. —Buscaba alguna respuesta en mis ojos— ¿No significaron nada?

—Claro que valen mucho.

—¿Entonces por qué lo eliges a él?

Mi boca permaneció quieta, mi silencio lo desesperaba y mi cabeza solo intentaba en concretar una respuesta. ¿Por qué elegía a ese labrador más que mi mejor amigo? ¿Por qué no puedo sentir lo mismo por él? ¿Por qué ambos sentimientos son distintos, pero a la vez, semejante?

—¿Por qué? —Volvió a preguntar, poniéndome nerviosa mientras posaba mi mano sobre el brazo. Parecía darse una guerra dentro de mi cabeza, en el que los recuerdos batallaban contras los sentimientos; Todo por querer obtener una respuesta.

—¡¿Por qué?! —Pregunto desesperado.

—¡No lo sé Mackenzie! —Exclamé rendida. Una vez más, volví a ver esa cara de indignación, esa misma expresión que erizaba mis pelos y me recordaban al resto de mis, antiguos, amigos.

—No puede ser... —Se empezó a marchar.

El miedo había acelerado mi corazón, los nervios solo habían aumentado mientras los escalofríos hacían de las suyas con mi cuerpo.

—Como lo siento Mackenzie —Dije en un intento de consuelo. Sabía que, si no hacía algo, aquel Border se sumaría a la lista de quiénes se alejaron. Aquella expresión, se había vuelto el indicio de abandono... De temor—, créeme que lo intente, pero...

—¿Pero que Bluey? —Volteo a verme.

Mi cabeza solo pensaba en varias respuestas, pero todas eran falsas y cuando parecía que mi mente iba desbordarse por el estrés... Los recuerdos con mi hermana, Jean Luc y Mackenzie volvieron a presentarse. Fueron las llaves necesarias para entenderme mejor, para comprender lo que realmente quiero y deseo.

—En aquella fiesta. —Empecé a decir lo que mi corazón decía—Intente besarte, intente amarte, pero... Yo no puedo sentir lo mismo que siento por Jean Luc. —Los recuerdos del campamento volvía a mi cabeza, era como el incienso que despejaba aquella neblina oscura y pesada, y la reemplazaba por un aroma más relajante, libre y calmante— Porque... —Fue entonces que los recuerdos con Mackenzie también se volvieron presente, y, en vez de recordarlos como algo romántico, lo empecé a ver desde la perspectiva correcta, con la claridad por fin puesta en la cabeza— Yo no puedo dejar de verte como mi mejor amigo. Como aquel chico con el que jugaba y peleaba como niños, y así ha sido siempre. No es malo, pero el sentimiento por ti... Es solo de un gran amigo —Mis momentos con Bingo también tocaban la puerta de mi mente—, o el de un hermano.

Me partía verlo triste, ver cómo ese sueño se rompía en pedazos y el dolor lo invadía, y todo por mi culpa.

—Enserio lo siento Mackenzie. —Dije con el corazón en la garganta. Él empezó a caminar, con el rostro decaído y apretando los puños— Pero ya verás que encontraras a alguien mejor —Le dije mientras corría al frente suyo.

Él se detuvo en seco, y con una mirada sombría, dijo.

—Solo te amo a ti... Yo, hice lo posible por entenderte, por aceptar tus cambios, por ayudarte a abrir los ojos, pero, sabes —"No por favor" pensé—, ya no importa. Ahora eres problema de ese labrador.

—No, no, no

El pecho se contrajo y mi garganta empezaba a arder por el temor. Estaba viendo lo mismo que había pasado con mis antiguos amigos. El mundo me hiso revivir el mismo momento en el que la mayoría de mis antiguos amigos, me abandonaron.

Agarre su brazo, en un intento de aferrarme a él.

—No pienso caer en eso. —Dijo con seriedad, pero, su voz estaba partida— Tomaste tu decisión —Se despegó de mi brazo—, y yo la mía Bluey...

Nuestros ojos se centraron. Él ya no me veía con esos tiernos ojos, ya no me dirigía aquella sonrisa. Ahora solo me mostraba su indignación, su tristeza... Su dolor.

—Ya no quiero volver a sufrir.

Y con esas palabras, me aplastó. El peso de la culpa empezó a someterme contra el suelo y me hacía cuestionar si realmente, fue correcto decirle eso o si debía corresponder. No lo sé.

Solo tengo claro, que una vez más, yo tengo la culpa.