Capítulo 12. Palacio de Hielo III


El príncipe se aclaró la garganta, incómodo e impactado por sus palabras.

¿Acaba de reconocerlo?

—Entonces… Esa es la opinión que tiene sobre mí —dio un paso hacia ella—. Ahora es usted la que está hablando sin saber ¿Qué puede saber usted sobre mí? ¿sobre mi familia o mi pasado? Usted no me conoce.

Elsa movió la cabeza hacia ambos lados, aún con las mejillas coloradas.

—Es un arrogante y no seguiré escuchándolo ¡Lárguese de mi palacio! —le apuntó con el dedo y antes de que él pudiera reaccionar se dió la vuelta.

—¿Cree que será así de fácil? —dijo y ella se giró—. Si no quiere hacer nada por su reino al menos dígame qué significan estás cartas —le cuestionó sacando las cartas de su chaqueta.

Elsa se sorprendió y quedó muda.

—¿Podría ser tan gentil de explicarme qué significan estas cartas?

—Esas cartas no están dirigidas a usted.

Hans sonrió falsamente y las guardó de nuevo, acercándose a Elsa.

—¿Sabe qué es lo que creo? Creo que ese día nos conocimos y usted me congeló el brazo y para evitar que yo dijera algo borraron mi memoria… no sé de qué manera, pero la borraron.

La reina se sorprendió de lo rápido que llegó a esa conclusión y se sintió amenazada y asustada. Sin decir nada se giró y comenzó a huir de él, la reina enseguida escuchó los rápidos pasos del príncipe detrás de ella.

—¡Reina Elsa, no puede huir para siempre!

No obstante, ella le ignoró y siguió corriendo por los pasillos hasta llegar a la sala principal donde un gran candelabro con forma de copo de nieve colgaba desde el techo. Y una cosa que ella había olvidado era que esa sala solo tenía una entrada, la otra salida era por el balcón, a menos que saliera volando no tenía a dónde más correr, se maldijo a sí misma por su estupidez.

¡Oh dios mío!

Se dio la vuelta rápidamente solo para comprobar que Hans había corrido tan rápido como ella y ahora estaba muy cerca.

Sus misteriosos ojos verdes la atravesaron, tan duros e implacables.

—Ya no hay más escapatoria.

—¡Aléjate de mí! —gritó Elsa tratando de ocultar el temor en su voz—. ¿¡Qué quieres que te diga!? Maldigo ese día, maldigo el día en que te conocí, gracias a ti fui encerrada toda mi vida en mi habitación y tú —enardecida de coraje reprimido le apuntó con el dedo—. ¡Tú! Eres un malagradecido, nunca debí hacerlo… eres un egoísta —le empujó con el dedo índice y el le miró atónito—, arrogante —otro golpe—, un hombre desagradable que miró la oportunidad de engatusar a mi hermana para salir de su asquerosa miseria en la que vive.

Los ojos de ambos no podían mirar a otro lado, así llegará una tormenta, nada perturbaba esa conexión. El fuego ardía debajo de sus pies y la tensión que les rodeaba era muy palpable.

Hans desvió la mirada y fue el primero en hablar.

—Cuidado o podrían pensar que está celosa de su hermana —contestó con una sonrisa ladeada y Elsa se sonrojo aún más negando sus afirmaciones.

Resopló molesta.

—¡Por favor! Deje de darse tanta importancia.

—No soy yo quien no ha dejado de pensar en mí desde aquel día —se mofó y ella se molestó—. Siempre deseo todo lo que su hermana tenía ¡Nieguelo!

Eran demasiadas emociones para Elsa. Quería gritarle, quería lastimarlo, quería golpear su pecho con todas sus fuerzas.

—¡No lo niego!

El corazón de Elsa latía contra su pecho con fuerza mientras observaba fijamente los ojos verdes del hombre que tenía delante.

¿¡Cómo se atreve a hablarme así!? ¿¡Cómo se atreve a burlarse!?


Kristtof y Anna junto a Sven estaban a solo metros del palacio de hielo. Se detuvieron a una distancia prudente al ver a los hombres del duque y demás personas, inspeccionando el lugar.

—Creo que llegaron antes que nosotros —dijo Kristoff y Anna asintió—. Entonces… supongo que ya no me necesitas —continuó el joven, desanimado.

Anna frunció el ceño.

—Supones mal —lo tomó del brazo—. Tú me ayudarás a convencer a Elsa.

—¿Yo?

—¡Sí, tú!

Kristtof estaba más que gustoso de seguir acompañándola, pero a la vez tenía miedo de descubrir que el príncipe Hans fuera merecedor de Anna y con ese pensamiento se quedó estático a lo que la joven sintió que él no la estaba siguiendo y se giró.

—¿Qué pasa?¿Estás bien?

—Yo…

Sven que se situaba detrás del joven, ladeó la cabeza y le dió un empujón a su amigo dejándolo a escasos centímetros de la princesa.

—Wow, hola —pasó saliva y Kristoff dándose cuenta de su incomodidad retrocedió un paso.

—Lo lamento —dijo el joven rascándose la nuca, avergonzado.

—No pasa nada —respondió con rubor en sus mejillas.

Anna reparó en los ojos color caramelo de su acompañante y aunque solo había querido mirar por unos segundos, terminó siendo más tiempo del que tenía pensado.

—Tus ojos son como el chocolate —dijo asombrada y a la vez cautivada.

Sus ojos son hermosos.

Ella hizo una pausa y se aclaró la garganta, aunque su voz al final sonó tensa.

—Sí, tus ojos son hermosos —dijo agachando la mirada, apenada.

Kristtof todo ese tiempo no le quitó los ojos de encima y tal vez y solo tal vez "ella esté sintiendo lo mismo que yo" pensó.

Y eso le dió el valor para levantar el rostro de Anna con delicadeza, mirarla a los ojos y sentir que su pecho latía con fuerza. En ese momento sus ojos se desviaron a los labios entreabiertos de la joven y apartando todo pensamiento racional, se inclinó un poco y la besó.


Al observar que Elsa se hacía camino a la salida, Hans la agarró del brazo y la pegó contra la pared.

—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! —gritó Elsa comenzando a enfurecerse, pero él no la soltó.

Hans sonrió triunfante y como si una fuerza invisible lo atrajera hacia ella, acercó su rostro a escasos centímetros de ella poniéndola aún más nerviosa.

—Te seré sincero, tu siempre fuiste mi primera opción, no tu hermana.

Respiró hondo, capturando su olor a violetas y ese mismo olor le hizo sentir una especie de déjà vu.

—¡Miserable!

La respiración de Elsa se entrecortaba y podía sentir los latidos acelerados del corazón de Hans. Elsa evitó su mirada y agrandó sus ojos al darse cuenta que la temperatura se había desplomado aún más, no había escarcha sino copos de nieve comenzando a caer sobre sus cabezas.

—Creelo o no —empezó Hans ignorando los copos de nieve—, mi meta al llegar a Arendelle eras tú.

—¿Qué? —su respiración temblaba al tratar de hablar más.

Elsa apartó la mirada. Y sintiéndose tremendamente indignada por el modo irrespetuoso en el que le hablaba.

—Eres un enigma, Elsa —dijo calmando el tono de su voz—, un enigma que me encantaría resolver.

—¡Alejate! Solo intento protegerte de mí… soy un peligro.

—Nunca me olvidaste —afirmó y ella agachó la cabeza rehuyendo su mirada oscura, él con su mano libre levantó su rostro del mentón y la obligó a mirarle a los ojos.

La mirada en los ojos del príncipe le tomó con la guardia baja, encontró irá, resentimiento, dolor y ¿Anhelo?

Ella se mantenía en silencio intentando que no le afectará su cercanía.

—Tampoco te olvidé—confesó Hans.

Elsa quiso usar ese instante de distracción para alejarse de él pero falló miserablemente, él la detuvo con facilidad, la atrajo hacia él agarrándola por la parte inferior de la espalda con ambos brazos.

—Reina Elsa —susurró el príncipe a solo centímetros de sus labios.

Un aleteo para nada familiar se hizo presente en el pecho de la reina. Las manos de ella estaban atrapadas entre sus cuerpos y la idea de lanzarle hielo para alejarlo cruzó su mente, no obstante, la desechó por completo, no repetiría el error de lastimarlo de nuevo.

—Déjese de juegos y ¡Suélteme! —exigió.

—¿Por qué te es tan difícil aceptar tus sentimientos?—ella le miró escandalizada—¿Es tu hermana la que te detiene?

La reina rehuyó su mirada.

—Anna… ella es tu prometida ¿Por qué haces esto? —dijo con un hilo de voz, volteando la cara.

—¿Anna? —dijo él sin separarse ni un poco—. No me importa Anna —dijo con su aliento acariciando el cuello de la reina, mandando escalofríos por su espalda.

—Debería importarte ¿No… no la amas? —preguntó en un susurro apenas audible para él.

—¿Te gustaría saber esa respuesta?

Elsa se negaba a verle a los ojos, solo quería saber ¿porque se sentía tan nerviosa? ¿Porque su corazón parecía que se fuera a salir del pecho? ¿Porque tenía miedo de tenerlo cerca pero a la vez le agradaba?

—Estás teniendo una batalla interior, ¿cierto? —adivinó el príncipe y ella le vio a los ojos con todo el desafío del que era capaz en ese momento—. Te daré un consejo: piensa en ti antes que en los demás… Sal de tu burbuja y exige tus deseos.

—Guárdate tus consejos para alguien que los necesite —dijo y en un desesperado intento de alejarlo, lo empujó con los codos.

Él dio un suave apretón y la acercó más a él, esta vez las manos de Elsa quedaron de palmas arriba sobre a la altura del pecho de Hans, sin embargo, las mantenía en el aire, no quería tocarlo y lastimarlo de nuevo. No quería lastimar a nadie y mucho menos a él.

Sus labios estaban a tan solo centímetros de distancia, sus alientos chocaban entre sí.

Hans observó cómo la joven parpadeó más veces de lo normal,y le susurró:

—¿Esto es lo que quieres?

Ella le miró confusa, sintiéndose algo mareada por la ola de emociones de las que era presa.

—¿Qué?

Los ojos de Hans se conectaron con los de Elsa y por un milisegundo posó su vista en los labios de la joven.

—¿Quieres que te bese?

El tono de su voz fue melancólico pero determinado, y su mirada se clavó en los ojos de la reina, buscando su respuesta.

Hubo una breve pausa entre ellos y se podía sentir la intensidad de la pregunta en el ambiente. Y aunque Elsa apartó la mirada, pudo sentir que la observaba.

—Estoy esperando a su alteza.

Elsa lo miró, confundida y un sonrojo que era cada vez más abrumador.

—Suéltame —le exigió con voz trémula—. ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Puedo parar si eso quiere, su alteza.

Elsa fue incapaz de pronunciar palabra. El aleteo nervioso en el estómago de Elsa aumentó con fuerza y más lo hizo cuando un suave apretón sobre su cintura entrecortaba su respiración, inútilmente agachó la cabeza para impedir que notara lo rojo que estaba su semblante. Siempre fue una persona fría y rara vez sentía calor pero en esta ocasión sentía su cara arder como el fuego.

—Lo sabía.

Hans sonrió notando su timidez y por primera vez en mucho tiempo olvidó su venganza, solo perdiéndose en esa extraña necesidad de abrazarla y protegerla.

Ella alzó la cabeza hacia él y ve que está mucho más cerca de lo que pensaba. Su sonrisa es más amplia de lo que jamás había visto, su nariz le hace cosquillas suavemente, su aliento baila sobre su piel.

Hans se queda quieto y mantiene el contacto visual, cree que puede morir feliz allí, en el mar de sus ojos y Elsa cree que podría quedarse sin aire en cualquier momento.

—¿Me daría el honor de besarla, majestad? —preguntó con tono suave, a lo que ella bajó la mirada y soltó un suspiro involuntario.

Cada emoción en Elsa es tan brillante y cálida que ya casi no se siente como ella misma. Y a su mente viajó aquella fantasía de alguna vez estar cerca de él y de besarlo, que ahora el acto de besar se siente como una experiencia religiosa.

—Yo… yo —la joven intenta articular palabra pero las emociones que está experimentando se lo impiden y solo balbucea.

Elsa separa un poco los labios ante el cálido aliento del príncipe, ambos deleitándose en el silencio de la cercanía y calidez.

El príncipe observó como Elsa se mordía el labio inferior y sintió como una fuerza invisible tiraba de él y le hacía inclinarse y querer besarle pero no lo haría, quería que ella se lo pidiera, quería castigarla de alguna manera.

—Vamos, dímelo— susurró en una suave caricia que la hizo estremecer—. Sé que lo deseas… ese dia en el baile noté tu mirada, los celos hacia tu hermana…

Ella trató de protestar, sin embargo, él llevó un dedo a sus labios, silenciandola. Los latidos del corazón de Elsa aumentaron y podía escuchar como palpitaban en sus oídos, incluso tuvo miedo de que él pudiera escucharlos.

Estaba asustada de sus propios sentimientos que en ese momento era un caos.

No sientas, no sientas.

Cerró los ojos manteniendo el autocontrol y se preguntaba si él estaba tan tentado de besarla como ella a él.

—¿Por qué? ¿por qué te comprometiste con Anna? —consiguió preguntar.

Él no podía pensar claramente al tenerla tan cerca y respondió sin pensar.

—Por ti…—respondió en una suave caricia para los oídos de la reina.

Hans depositó un beso en su mejilla y Elsa sintió esa extraña calidez en su piel, reconfortante.

—¿Por… por mí? — preguntó y él estaba a centímetros de rozar sus labios.

—Para vengarme de ti.

Elsa no entendía del todo sus palabras, su mente y corazón estaban luchando con esa cercanía del príncipe. Y su parte racional le recordaba que era el prometido de su hermana.

—¿Vengarse?

Él asintió sin prestar atención y Elsa sintió una rabia mezclada con el temor que le daba esa situación y no fue consciente de cómo el hielo fluyó por sus manos hasta el pecho del príncipe al apartarlo de un empujón.

Él gimió ante el impacto y la soltó, cayó poco a poco al suelo, agarrándose el pecho, sintiendo cómo cada respiración se sentía como cuchillos atravesando el corazón.


Hola, déjenme un sensual comentario para darme ánimos y continuar actualizando.

¿Les digo algo? Este capítulo es de mis favoritos.

Gracias por sus comentarios.

!Nos leemos!