Recapitulando:

Emilia continúa enjugando sus lágrimas, mientras agradece una y otra vez. "Gracias", repite incansablemente, buscando calmar el torrente de emociones que la embarga. Finalmente, toma mis manos y me mira con una sonrisa radiante en su rostro. El atardecer se acerca y un rayo de luz la baña en un resplandor mágico de tonalidades anaranjadas.

Emilia me observa fijamente, sus ojos resplandecen con una intensidad arrebatadora, mientras su agarre se afianza con una fuerza renovada. Una danza mágica comienza a desarrollarse a su alrededor, pues varios espíritus acuden en su auxilio, sus formas etéreas y luces deslumbrantes se elevan en apoyo a su nueva esencia luminosa. Emilia, en quien se ha operado una metamorfosis profunda, se alza como un ser verdaderamente admirable.

Con una sonrisa radiante y una determinación palpable en sus ojos, ella me habla con confianza y una alegría contagiosa:

—¡Sí! Seré auténtica, seré yo misma y seguiré avanzando. ¡Gracias por venir a este mundo, Marco!

Sus palabras llenas de convicción y gratitud resuenan en el aire, dejando entrever el resurgir de su fortaleza interior. Emilia se dispone a abrazar su nueva realidad con coraje y determinación, desplegando sus alas y dejando que su luz ilumine el camino que se despliega ante ella.


He dedicado largos momentos a reflexionar sobre todas las ocasiones en que he entablado conversaciones con estas personas.

Para mí, que he sido testigo de los laberintos de sus pensamientos más profundos y he desentrañado sus secretos más íntimos, cada interacción se convierte en una sinfonía de colores y emociones que anhelo experimentar en carne propia.

Los engranajes de la vida giran sin cesar, y los cambios se presentan como un sendero inevitable que debemos transitar. A mi alrededor, todos han experimentado metamorfosis notables, y Emilia, en particular, se está transformando en un ser completamente distinto.

Es hora de que también yo me adapte y evolucione, como un árbol que abraza el cambio de estaciones.

Mientras contemplo su hermosa figura dormida, sentado frente a ella, mi mente se sumerge en un mar de recuerdos que hemos compartido hasta ahora.

Algunas de estas vivencias, anhelaría compartirlas con mis padres, aunque sé que esa posibilidad se desvaneció en las brumas del pasado.

Los entrelazados hilos de mis aciertos y desaciertos han tejido el tapiz de mi existencia, y, sin embargo, no logro vislumbrar claramente la esencia de mi propia identidad.

¿En qué me estoy convirtiendo?

Me alguna forma, mi sentir se torna grisáceo, me extiendo más allá del tejido de la realidad, ya que puedo rehacer todo lo que desee.

Mis emociones son complejas, pero no me puedo dejar abrumar por ellas.

Tan solo persiste en mí una frase incrustada en lo más profundo de mi ser, un mantra que me guía en la oscuridad: "Hay que hacer lo que toca hacer".

Enfrento cada día sin importar el torbellino de emociones que me embargue, sin importar las tormentas internas que amenacen con arrastrarme. Mi deber es claro y mi compromiso inquebrantable.

Desde que llegué a este lugar, he experimentado una transformación interior. La compañía de otros seres ha despertado en mí una sensibilidad latente, algo que no necesariamente es bueno.

Durante mucho tiempo, me mantuve apartado del mundo, sumido en una desconfianza que consumía mi existencia, por eso la compañía se hizo algo agradable.

La ironía se cierne sobre mi camino, pues aquella a quien rescaté resultó ser la misma que intentó arrebatarme la vida.

La vida es un torbellino de giros impredecibles que nos sumergen en el desconcierto. Y en medio de esta vorágine, no puedo evitar pensar que mi resurgimiento personal solo será posible al borde del abismo, al límite de la muerte misma.

Si, solo al morir, siento que estoy vivo.

Incluso la muerte, un destino que parece inevitable, ha sido arrebatada de mis manos. Siento el peso de una carga inmensa al saber que un futuro incierto aguarda tras el horizonte.

Quizás hubiera sido más sabio vivir en la ignorancia de lo que está por venir, eso habría cambiado las decisiones que habría de tomar. Sin embargo, acepto con valentía el desafío y continúo mi marcha, forjándome en el fuego de las adversidades y creciendo en fortaleza.

El recuerdo de la primera vez que arrebaté una vida me atormentaba en pesadillas perturbadoras. No obstante, con el paso del tiempo, ese recuerdo se ha desvanecido, convertido en un destello fugaz en la vastedad de mi mente.

Aunque mi esencia permanezca inmutable, anhelo perseverar en mi avance constante.

Mis emociones, en ocasiones, me han servido como ancla que obstaculiza mi progreso. Por ello, me esfuerzo en cultivar la serenidad en estos días venideros. Cuando finalmente ponga pie en la capital, desplegaré una imagen impecable, sin titubeos ni fisuras.

"Hay que hacer lo que debemos hacer", estas palabras resuenan en mi interior como un mantra inamovible, una guía en la maraña de caminos que se presentan ante mí.


Prologo

Todo inicia con querer hacerlo.

Mientras acaricio suavemente la cabeza de Emilia, quien reposa plácidamente en su cama, me sumerjo en profundas reflexiones. Ahora, nos enfrentamos al desafío de reconstruir el pueblo, y el tiempo apremia.

Las noticias del ataque ya deben estar esparciéndose como la pólvora, por lo que debemos aprovechar esta oportunidad para recibir el reconocimiento que merecemos. Los pueblos circundantes, al observar nuestra victoria y nuestra valentía al enfrentar el mal que aquejaba al mundo, seguramente desearán unirse a nosotros.

Aumentar la población es mi prioridad ahora.

Este gran logro comenzará a labrar su reputación, pero con ello, también nos exponemos a enemigos indeseables.

En las narraciones que me brinda la novela, puedo adentrarme en diversos temas que vivió el protagonista, pero el entramado político permanece en la penumbra. Aunque poseo algunos volúmenes al respecto, carezco de detalles más precisos.

Al protagonista nunca le interesó nada de esto.

Sin embargo, sé que Emilia pronunciará un discurso formidable. No obstante, me inquieta la postura de Roswaal. Contemplo a Emilia y su crecimiento, y no puedo evitar preguntarme qué dicta su libro de profecías y que curso desea.

Afortunadamente, no me aflige el aspecto monetario. Las minas de Roswaal han triplicado su producción, hemos hallado yacimientos de mayor calidad, y eso se ha convertido en nuestra principal fuente de ingresos. Sin embargo, para mantenernos a la vanguardia, debo ponerme al día en la creación de nuevos implementos para la máquina a vapor.

Si mi objetivo es monopolizar todos los mercados, necesitaré establecer fábricas, lo cual requerirá reclutar a personas idóneas.

El discurso resulta crucial, ya que debemos dejar en claro que fuimos nosotros quienes derrotamos al culto. Solo así lograremos atraer a nuevos habitantes al pueblo. No obstante, para lograrlo, debo ser astuto y elocuente en mis palabras.

Me levanto de la cama y abro la puerta que conduce a la biblioteca perdida. Allí, frente a mí, se encuentra Beatrice. Sus labios se fruncen en un gesto de disgusto. Con una sonrisa comprensiva, me acerco a ella con calma y, una vez frente a ella, me arrodillo y, siguiendo el ejemplo de Emilia, deposito un cálido beso en su frente.

—¿Deseas otro? —le pregunto a Beatrice con una sonrisa, mientras el aroma de los libros llena la habitación— Parece que te estoy malcriando.

Beatrice devuelve mi sonrisa y su mirada se pierde en algún punto indeterminado. Sus ojos brillan con un deje de celos hacia Emilia, aunque siempre las trato a ambas con delicadeza, ella sabe que no es exactamente lo mismo.

—El contratista de Betty no necesita hacer más que rendirse ante ella —comenta Beatrice, con tono divertido, pero también lleno de admiración hacia su amiga—. En cambio, tú le brindas tu afecto. ¿Será que te gusta?

Beatrice se inclina ligeramente y desvía su mirada para evitar encontrarse con la mía. Es evidente que hay algo más detrás de sus palabras.

Pensar que sentiría celos por eso.

—Ella es como una hermanita para mí —respondo sin titubear, dejando traslucir mis verdaderos sentimientos—. Tengo que cuidarla como corresponde y ser un modelo para seguir para ayudarla a crecer y avanzar en la vida. Ese también es el deseo de Puck.

»—En cambio, tú eres como una hija para mí, aunque nunca he tenido una. Tu felicidad es lo que me hace feliz.

Sobo su cabeza con calma mientras hablo, pero Beatrice me mira preocupada. De repente toma mi mano y la sostiene con delicadeza, fijando sus ojos en los míos.

Puedo sentir cómo nuestras respiraciones se entrecruzan en el aire cargado de emociones contenidas. Me sorprende ver esa calma aplastante reflejada en los ojos profundos de Beatrice.

Y entonces ella habla:

—No tienes por qué ser así supongo... —susurra Beatrice acercándose más, rodeando sus brazos alrededor de mi cuello.

Un escalofrío recorre mi espalda mientras siento el calor de su cuerpo tan cerca del mío. Pero es su voz calmada y serena la que me impacta aún más.

—Yo también puedo sentir lo que sientes, aunque sea solo una parte de hecho —confiesa Beatrice tocando su frente con la mía—. Me duele tanto que quisiera llorar supongo. Poner tanto estrés en ti no está bien, tarde o temprano te derrumbarás de hecho.

Cierro los ojos por un momento, agradecido por las palabras sinceras y el amor incondicional de Beatrice. Ella siempre ha sido un pilar importante en mi vida, alguien en quien confiar plenamente.

Pero ahora no es momento de detenerse ni dejarse llevar por los sentimientos. Si caigo, si me rindo, si descanso... todo colapsará. Debo seguir adelante y esforzarme al máximo para recoger los frutos merecidos. Aunque deseaba vivir tranquilo en este mundo cruel y despiadado, he sido recibido por una tras otra tragedia inesperada.

Con un tono serio pero lleno de determinación respondo:

—Gracias, realmente gracias —correspondo su abrazo con delicadeza— Sin embargo, ahora debo continuar hacia adelante y te pido que me sigas acompañando en esta travesía incierta pero llena de esperanza.

Beatrice se aparta levemente para dirigir su rostro hacia mí. Cierra los ojos con fuerza antes de posar sus labios tiernamente en mi mejilla. Puedo sentir su temblor, pero también el amor que emana de ella.

Sé lo difícil que le resulta a Beatrice mostrar afecto de esta manera, por eso aprecio aún más este gesto íntimo y sincero.

«Voy a protegerte siempre», pienso para mí mismo mientras nos abrazamos con fuerza.

Ella me mira sonrojada mientras yo sonrío. Tomo su mano y me levando, listo para seguir.

—Siempre que necesites, Betty estará a tu lado, de hecho. No importa lo que acontezca, nunca te dejará de amar, Marco —murmura Beatrice, afianzando su agarre con dulzura.

Sus palabras, suaves como una brisa de primavera, se deslizan por mis oídos y se anidan en mi corazón. Betty siempre ha sido así, un faro en medio de la tormenta, dispuesta a amarme incondicionalmente sin importar las circunstancias. No puedo evitar que mis labios esbocen una tímida sonrisa mientras siento cómo sus manos aferran las mías con firmeza.

Pero ahora no es momento para debilidades. Estos próximos tres días serán cruciales; proyectos importantes esperan mi atención y el éxito en las elecciones depende de mí. La determinación fluye por mis venas mientras me adentro al mundo exterior desde la seguridad acogedora de la biblioteca.

Beatrice me acompaña hacia el lugar donde retienen a aquella chica desafortunada que lo ha perdido todo. Necesito respuestas, necesito confirmar algo crucial para avanzar en este camino tortuoso que he elegido seguir.

Al llegar al pasillo en el que esta su habitación, me encuentro con Ram, cuyos ojos reflejan cierto malestar ante mi presencia constante. A fin de cuentas, siempre estoy creando problemas para ella; nada irrita más a Ram que el trabajo.

Levanto delicadamente mi mano libre para saludarla y le dedico una sonrisa pícara intentando incomodarla ligeramente.

—Buenas tardes —susurro con voz melodiosa— Parece que has estado bastante ocupada últimamente ¿no?

Ella hace una mueca de disgusto y chasca su lengua en señal de desaprobación.

—¡Tsh! Y yo que tenía la esperanza de no volver a encontrarte —Ram se cruza de brazos, dejando en claro su descontento— definitivamente, hierba mala nunca muere.

En medio de esa tensión palpable, me doy cuenta de que nuestra relación siempre ha sido así: una danza constante entre el antagonismo y la complicidad. Y aunque las palabras afiladas floten en el aire como cuchillos amenazantes, sé que Ram estará allí para apoyarme cuando lo necesite.

Sus palabras están cargadas de sarcasmo y resentimiento. Es comprensible; después de todo, siempre le estoy dando trabajo adicional y Ram aborrece nada más que eso: trabajar. Pero no puedo evitarlo; cada vez que me sumerjo en las profundidades insondables del conocimiento prohibido, nuevos desafíos emergen y requieren de su presencia.

—Afirmas lo evidente, aún sigues con vida a pesar de todo —replico desechando su insulto y lanzándolo de vuelta.

Ella se dispone a pronunciar alguna respuesta, pero la interrumpo enérgicamente, ganando así esta batalla verbal.

—Hemos logrado derrotar al arzobispo de la pereza —mi mirada se torna seria mientras mis ojos se clavan en Ram con determinación—. Ahora debemos adquirir información crucial.

Un destello arrogante ilumina el rostro de Ram ante mi semblante serio.

—¿Acaso esperas que te aplauda? —abre la puerta y un soplo caliente nos envuelve contrastando con el frio exterior.

El maná presente en ella indudablemente proviene de otro mundo; denso y abrasador como las llamas ancestrales. No estoy seguro qué causa este efecto tan singular, pero es algo que Beatrice ha estado estudiando minuciosamente. Afirma que no existe registro alguno sobre ello en los antiquísimos libros heredados de su madre.

Es mejor decir que no lo recuerda.

Por otra parte, el maná emanado por Emilia es helado como el vacío sideral, mientras que este nuevo descubrimiento arde cual volcán furioso. Resulta sumamente curioso cómo alguien tan diferente ha llegado hasta nosotros en medio de estas circunstancias sombrías.

Ram rompe el silencio añadiendo más detalles a esta compleja situación.

—Despertó hace unos minutos, sin embargo, solo tuve tiempo para conversar brevemente antes de que cayera inconsciente —sus palabras solo aumentan la intrincación de todo esto.

Me revela que ella nació y creció en Ultem, aquel pequeño pueblo arrasado por las garras del culto. Durante ese fatídico ataque liderado por el arzobispo, una neblina misteriosa envolvió cada rincón de aquel lugar, absorbiendo sin piedad toda forma de vida.

—El miasma de la bruja —susurro con voz apenas audible mientras mi mente se llena de imágenes macabras.

Si lo reflexiono detenidamente, resulta sumamente extraño que tal cantidad de personas hayan desaparecido sin dejar rastro alguno. No importa cuán vasto sea nuestro mundo o qué tan lejos lleguen sus fronteras; la escala utilizada para este propósito es irracionalmente alta. Solo existe una manera plausible para lograrlo.

—Deben poseer alguna forma siniestra para convertir a las personas en fervientes seguidores del culto —Ram intuye mis pensamientos y asiente concordando conmigo.

—Eso es algo imposible de hecho, el miasma no funciona de esa manera supongo. Un ser humano común y corriente sucumbiría ante su influjo y enloquecería al instante de hecho—objeta Beatrice con una expresión de incredulidad que rechaza nuestra propuesta.

Algo extraño está ocurriendo en este mundo, hay eventos que desafían toda lógica conocida. Todo esto tiene un aire misterioso y perturbador.

—Solo existe una forma de verificarlo —indico con determinación—. Si queremos obtener respuestas claras, debemos hacer que ella presencie los cadáveres de los fallecidos. Si alguno de ellos proviene de su aldea natal, entonces debemos replantear todo lo que creíamos saber.

Ambas me observan con sorpresa e incredulidad. Reconozco la crueldad inherente a esta acción, pero es el único camino posible para comprender la verdad oculta tras el miasma.

Necesito profundizar mi comprensión sobre esta fuerza oscura y haré lo necesario para lograrlo.

Me acerco cautelosamente a la joven desconocida y empiezo a sacudirla suavemente. Su cabello blanco como la nieve le otorga una apariencia etérea similar a una muñeca delicada; sin embargo, al tocarla puedo percibir claramente su maná envolvente. Es incluso más poderoso que cuando la vi por primera vez.

La chica comienza a retorcerse levemente mientras sus ojos se abren lentamente frente a mí: unos ojos ardientes como llamas vivas cargados con un poder insondable. Quedo sorprendido y absorto ante su mirada, hipnotizado por la belleza enigmática que emana de ellos.

De repente, Beatrice me jala del brazo con cierta brusquedad, sacándome de mi ensimismamiento.

—No te quedes allí sin decir nada —comenta Beatrice con evidente molestia en su voz.

La joven me observa con cautela, sus ojos llenos de desconfianza. Para ella, esta es la primera vez que nos encontramos. Me inclino ligeramente en un gesto cordial, tratando de transmitirle tranquilidad.

—Permíteme presentarme. Soy Marco Luz, alcaide de Irlam y general del ejército —digo con confianza mientras sostengo su mirada.

Al escuchar mi presentación, la chica se lanza hacia mí impulsivamente. Beatrice está a punto de detenerla, pero le hago una señal para que espere. Ella me agarra firmemente, mostrando signos de desesperación en su rostro mientras sus ojos se oscurecen.

Su agarre se fortalece y puedo notar la fuerza presente en su cuerpo a pesar de su apariencia delicada. Aunque sea tan delgada, irradio una determinación inquebrantable.

—¿¡Los mataron!? —grita furiosa; el caos se refleja en su mirada mientras sus ojos arden con sed de venganza y lágrimas contenidas— ¿Acabaron con esos bastardos? —pregunta sin apartar los ojos de mí.

Una sonrisa arrogante se dibuja en mi rostro mientras intento liberarme del agarre férreo de sus manos usando toda mi fuerza.

—Sí, todos los cultistas incluyendo al arzobispo han muerto; ninguno ha sobrevivido —anuncio provocando un destello aún más intenso en sus ojos penetrantes.

Ella cae arrodillada al suelo, golpeando con fuerza el suelo con sus manos. Todos nos quedamos sorprendidos por su comportamiento, pero rápidamente se levanta.

Ha experimentado la pérdida de todos sus seres queridos. Es poco probable que haya alguien más con vida, lo cual significa que ahora no tiene a nadie ni nada. A pesar de su apariencia juvenil, parece tener dieciséis años o quizás un poco más; no es más que una niña en realidad.

Sus ojos pierden brillo y el rojo ardiente se desvanece en un carmesí opaco. Al haber escuchado mi respuesta devastadora, su mirada se sumerge en un vacío abrumador.

En este momento, no tengo tiempo que perder.

—Cuéntame todo desde el principio —ordeno mientras la ayudo a sentarse en la cama.

El calor sofocante comienza a disminuir cuando Ram abre la ventana y una brisa cálida entra, refrescando el ambiente. La joven parece contener las lágrimas mientras su mirada se posa en un collar que lleva alrededor de su cuello, mostrando una determinación inquebrantable.

—Te contaré todo, así que por favor escucha con atención —menciona antes de comenzar a relatar la situación.

Ella explica que entre todos los pueblos se había corrido la voz sobre los movimientos del culto, lo cual mantenía a todos alerta y resguardándose durante las noches. Sin embargo, en esa tarde fatídica cuando nadie lo esperaba, una neblina purpúrea empezó a envolver el pueblo.

Al parecer, ella también tiene la capacidad de ver y percibir el miasma, lo cual resulta aún más extraño según mi teoría de que solo aquellos con espíritu o personas traumatizadas pueden hacerlo.

La densidad del miasma provocó que todas las personas enloquecieran; al final fue tan intenso que ella misma no pudo ver nada.

—Mi madre se sacrificó luchando contra los cultistas para permitirme escapar —añade con tristeza en sus palabras.

Cuenta que su madre es una maga del fuego y confiesa ignorar cómo llegaron al pueblo ya que nunca le habló acerca de su pasado. Finalmente revela que su madre le entregó el collar antes de dejarla huir.

—Hay un fragmento de ese recuerdo borroso desde el momento en que perdí contacto visual con mi madre hasta llegar al pueblo —admite desconcertada.

Esto confirma mi teoría de que ella fue capturada y utilizada para atacarnos desde dentro. Lo que Petelgeuse no sabía es que la joven sería capaz de liberarse del control del miasma y de él mismo, inconscientemente.

Si su relato es verídico, entonces mi curiosidad por su familia se intensifica aún más. Sin embargo, este no es el momento adecuado para profundizar en ese aspecto.

—Lamento mi imprudencia, pero actualmente necesitamos confirmar algo importante. Me gustaría saber si podrías identificar a las personas de tu pueblo —propongo con cuidado, tratando de no abrumarla—. Necesitamos comprender qué ocurrió exactamente.

Ella me mira con cierto temor mientras aprieta los puños con fuerza. Cierra los ojos y tras un largo suspiro asiente.

—Si solo se trata de identificarlos, supongo que puedo hacerlo —con una voz entrecortada, la joven acepta mi propuesta.

Se levanta y se inclina ante nosotros como muestra de respeto.

—Permíteme presentarme, soy Luan. No tengo apellido, ya que mi madre nunca me lo reveló, por lo tanto, me presento simplemente con mi nombre —Luan hace un esfuerzo por contener sus emociones y mantener la calma—. Muchas gracias por rescatarme.

—Es un placer conocerte, Luan. Ahora descansa, puedes quedarte aquí todo el tiempo que desees. Si necesitas algo, solo tienes que llamar a una de las sirvientas; todas sabrán cómo atenderte —comento mientras doy media vuelta.

Esta joven es extraordinaria. El hecho de que sea capaz de eliminar el miasma es sorprendente. Debo asegurarme de retenerla a toda costa; si investigo más a fondo su habilidad, tal vez pueda descubrir una forma de combatir el miasma. Sin duda alguna, la necesito.

No puedo compartir esta información sobre su habilidad con Roswaal; guardaré este secreto para mí mismo y Beatrice.

Ram me mira como si esperara que le diera alguna indicación. Ella informará a Roswaal todo lo que yo le diga, así que no puedo confiarle nada en este momento.

—Vigílala bien; es probable que Roswaal llegue esta noche o mañana por la mañana y no quiero ningún contratiempo —la miro con una sonrisa para evitar cualquier tipo de relajamiento en su actitud.

Ella chasquea la lengua y me da la espalda mientras me alejo del lugar.

Ahora tengo que regresar al pueblo; mientras Emilia descansa tengo responsabilidades pendientes allí. Necesitamos limpiar todo y asegurarnos de tener los cañones preparados para la batalla contra la ballena, en caso de que ocurra. Todo debe estar listo.

El problema radica en que no tengo una hora o fecha exacta para ello, así que tendré que confiar en Crusch e improvisar si es necesario. Debo prepararme lo más rápido posible.

—Será mejor que evites usar magia durante estos días. Tu puerta ha estado dañándose y reparándose constantemente; aunque esto la haga más resistente, sería prudente darte un descanso —advierte Beatrice mientras me mira con preocupación— No olvides que tenemos pendiente hablar sobre el gen supongo.

Aunque personalmente no sienta ningún cambio evidente, ahora soy portador del gen de la pereza. Petelgeuse era capaz de utilizar magia sin complicaciones, pero cada vez que hay mucho miasma presente, parece haber interferencias entre mi cuerpo y el flujo del maná.

Cuando Puck apareció durante la batalla, de alguna manera mi puerta se reparó. Sin embargo, no tengo idea de qué sucederá ahora que soy portador del gen de la pereza.

—Sí, podemos hablar antes de acostarnos. Por ahora, iré al pueblo para verificar que todo esté en orden —le respondo a Beatrice mientras me alejo hacia el pueblo.

Lo siguiente en mi lista es asegurarme de cuántos cañones tenemos disponibles. Sé que están siendo producidos, pero desconozco cuánto tiempo llevará. En estos días es mejor mostrar todos nuestros recursos disponibles.

El pueblo luce cada vez más hermoso: con sus calles de cemento, adornadas con luces cristalinas que lo iluminan incluso durante la noche. Si tuviera que compararlo con algo, diría que se asemeja a un pequeño pueblo en mi mundo natal.

Mi objetivo es mejorar continuamente en todos los aspectos a medida que nos expandamos; cuando haya más gente podremos incluso construir centros comerciales. La idea principal es aprovechar mis conocimientos para hacer uso de lo mejor de ambos mundos.

Ahora debo dirigirme hacia la base militar; supongo que han llevado allí a los heridos para brindarles un mejor cuidado y también porque es donde se gestiona todo el asunto militar. La base militar fue construida inmediatamente después del final de la segunda fase del proyecto.

Se encuentra un poco apartada del pueblo por razones obvias de seguridad y consta de un edificio grande y espacioso distribuido en dos pisos.

Es un lugar vital ya que cuenta con habitaciones destinadas para los cadetes postulantes además posee instalaciones importantes como una enfermería, salas de mando, almacenes y salas de reuniones.

A medida que sea necesario, nos iremos expandiendo; pero por ahora esto será suficiente.

Toda el área está cercada con vallas de hierro y protegida con cristales para evitar cualquier ataque. Pero eso no es todo: hay trampas estratégicamente ubicadas en todo el lugar; desde mabestias hasta minas que han sido instaladas previamente.

Este lugar debe ser impenetrable. En el futuro, planeo utilizar la magia de Beatrice para hacer espacios apartados del resto como lo es la biblioteca prohibida o los almacenes.

Si tan solo no hubiera perdido todo ese conocimiento valioso...

Los soldados me saludan a mi llegada. Estos hombres son guardianes que permanecieron en la base militar incluso durante la batalla. Es crucial mantener este lugar lo más seguro posible.

Al entrar, admiro la magnificencia del edificio. Es una obra impresionante que ha requerido gran parte de nuestra inversión económica y recursos materiales.

Me encamino de inmediato hacia la enfermería, ansioso por conocer la situación de los heridos. Al llegar, me recibe el saludo fatigado de varios soldados que emergen del lugar, probablemente en busca de sus compañeros. A pesar del agotamiento que se refleja en sus rostros, perseveran con estoicismo y determinación. Son conscientes de su deber y luchan por su propia gente.

Rem se acerca a mí; ella también muestra signos evidentes de cansancio, pero conserva su sonrisa característica.

—Buenas noches, general —me saluda mientras me entrega una carpeta—. Entrego el informe oficial.

Inmediatamente hojeo el informe. Más de la mitad de los heridos ya han sido dados de alta y se han reincorporado para brindar ayuda sin demora. Aquellos que lamentablemente perdieron extremidades han sido dados de baja del servicio militar activo. Esto implica que ya no podrán servir como soldados en nuestras filas.

Sin embargo, he decidido ofrecerles oportunidades laborales dentro del ámbito administrativo del ejército: gestionar almacenes y desempeñarse en otras áreas afines. Además, tendrán un año sabático para adaptarse a su nueva realidad y aprovechar las academias militares para adquirir nuevos conocimientos.

En este mundo existen prótesis mágicas, aunque aún no hemos profundizado lo suficiente sobre ellas. Si logro obtenerlas quizás podamos considerar reintegrar a estas personas valientes a nuestras fuerzas armadas, aunque dudo mucho que deseen regresar después de todo lo ocurrido.

Aquellos pacientes cuyo estado era crítico han sido estabilizados, por lo que solo nos queda esperar a que despierten. Esto significa que no habrá más bajas aparte de las ocho vidas preciosas que ya hemos perdido.

Un suspiro aliviado escapa de mis labios. Nuestra población es aún pequeña para alcanzar los objetivos que anhelo; cada pérdida representa un golpe inapreciable para nosotros.

—Perfecto, en ese caso puedes ir a descansar —le sonrío con gratitud—. Has hecho un trabajo excelente y una vez estén estables, los trasladaremos a sus hogares.

Deseo posar mi mano sobre su cabeza como muestra de reconocimiento, pero la presencia de tanta gente me obliga a mantener las formalidades. Rem comprende esta realidad y se inclina antes de alejarse del lugar.

Ahora debemos ocuparnos de contactar a las familias afectadas. Es vital brindarles el apoyo necesario en estos momentos difíciles.

Le pido a uno de los soldados que llame al coronel y le solicite su presencia en mi oficina. El oficial asciende rápidamente y se dirige en busca de Alsten.

Una vez dentro de mi despacho, me dedico a gestionar los preparativos. Por ahora, no habrá lugar para celebraciones. Debemos asegurarnos de que todos los fallecidos reciban un funeral digno y el campo de batalla quede limpio de cadáveres antes de poder pensar en cualquier tipo de festejo. Roswaal probablemente llegará mañana, lo cual significa que solo contaremos con su ayuda a partir del próximo día.

Es imperativo que consigamos más gente para Irlam, para así poder generar nuestros propios productos y dejar de depender tanto del exterior. Afortunadamente, nos encontramos en una zona montañosa donde podemos avanzar con la exterminación de las bestias mágicas y establecer nuestras propias minas para obtener minerales por nosotros mismos.

Hoy hemos detenido toda producción y enviado a todas las personas a sus hogares, convirtiéndolo así en un día perdido desde el punto de vista económico.

Sin embargo, lo más importante ahora es asegurar la fabricación constante de balas. Sé que hay un lote por salir pronto, por lo que no tendremos problemas durante las elecciones si necesitamos unas cuantas balas adicionales; pero sin duda alguna no podremos soportar otro ataque sin suficiente munición.

Con un doloroso martilleo en la cabeza intento examinar todos los documentos apilados sobre mi escritorio. A diferencia de mi vida anterior en otro mundo, aquí cada uno representa garabatos e innumerables soluciones a problemas. El papeleo burocrático se ha convertido en una de las tareas más tediosas que he presenciado.

Necesito urgentemente alguien que pueda encargarse de administrar todo este caos. Suspiro abrumado mientras me pregunto cuándo despertará Otto, quien es la siguiente persona en unirse a nuestro equipo aquí. Rem ya tiene demasiadas responsabilidades sobre sus hombros.

Roswaal puede encargarse de los asuntos relacionados con la mansión y su economía personal, pero lo referente a Irlam es mi responsabilidad exclusiva. No deseo que esté al tanto de mis ganancias ni detalles adicionales, por lo que le envío informes escuetos y poco detallados.

Justo cuando estoy inmerso en estos pensamientos, Alsten hace su entrada oportuna.

—¡Mi general! —Alsten realiza un saludo militar impecable— Ya he contactado a todas las familias; deben estar por llegar.

Me levanto rápidamente y comenzamos nuestra labor. Durante toda la noche organizamos la situación y explicamos a las familias de los heridos todo lo acontecido. Algunas comprendieron el sacrificio realizado por sus seres queridos, mientras otras cayeron presas del llanto inconsolable.

Para aquellos cuyos seres amados perdieron la vida en combate, fuimos extremadamente cuidadosos y les brindamos un espacio íntimo para despedirse uno por uno.

Les otorgamos media hora antes de permitir el ingreso del próximo grupo familiar. A medida que avanzaba la noche, todas las familias abandonaron nuestras instalaciones y los soldados finalmente pudieron regresar a sus hogares exhaustos.

El silencio se apoderó del lugar, dejando tras de sí solo susurros y el eco de corazones rotos.

Mañana nos enfrentaremos a la ardua tarea de recoger todos los cuerpos sin vida esparcidos por el campo de batalla. Es fundamental para nosotros identificar si pertenecen a habitantes de otros pueblos y asegurarnos de que cada uno sea enterrado adecuadamente.

La idea de quemar los cadáveres queda descartada debido al daño ambiental que esto causaría, además del humo tóxico que se propagaría por toda la ciudad.

La única solución viable que se me ocurre es cavar fosas profundas en una zona alejada para dar sepultura a todos estos desafortunados individuos. Afortunadamente, con el uso de magia elemental se puede lograr. El poder manipular la tierra permite excavar estas tumbas con relativa facilidad.

Me hubiera gustado mantener los cadáveres expuestos durante más tiempo utilizando nuestros comunicadores como prueba visual del terrible ataque sufrido; sin embargo, esta opción no resulta factible en su totalidad.

Optaremos entonces por dejar las prendas junto a las fosas mientras enterramos los cuerpos desnudos. De este modo, al menos tendremos pruebas tangibles de lo ocurrido.

Sentado frente a mi abrumador escritorio, mis ojos comienzan a cerrarse involuntariamente mientras intento continuar con mi interminable montaña de papeles burocráticos.

Incapaz ya de seguir luchando contra el agotamiento, me inclino sobre el escritorio y permito que el cansancio tome control absoluto sobre mí.


Capítulo 1

Preparativos.

Abro los ojos y me encuentro sumido en un mar de dolor que recorre mi espalda con una intensidad insoportable. Con esfuerzo, me levanto lentamente y comienzo a estirar mis músculos en un intento desesperado por aliviar el malestar.

La hora marcada en el reloj indica que son las cuatro de la madrugada, una hora temprana para despertar.

Salgo del lugar donde reposaba y observo con melancolía cómo todo a mi alrededor se encuentra sumido en soledad sepulcral. Las labores del ejército no comenzarán sino hasta las cinco de la mañana, lo cual me lleva a dirigirme hacia la ducha para refrescar mi fatigado cuerpo.

Debo encontrarme con Beatrice hoy mismo, le prometí asistir durante la noche, pero lamentablemente caí presa del sueño profundo.

En su momento, sugerí conectar esta área con nuestra biblioteca mediante cristales mágicos; sin embargo, ella explicó que requerimos un cristal piroxeno de calidad excepcional para llevar a cabo tal empresa.

Por ende, solicité uno a Roswaal y ahora descansa pacientemente sobre una mesa en mi habitación dentro de la mansión.

Aunque el tiempo nos apremiaba entonces y no pudimos completarlo antes, quizás sea el momento adecuado para hacerlo realidad.

No puedo evitar sentir fascinación por la magia Yin; considero que es una forma excepcionalmente versátil de magia capaz tanto de ser utilizada en combate como fuera de él.

No se queda atrás respecto a ninguna otra disciplina mágica existente.

Incluso llegué a soñar con la posibilidad de poseer un objeto mágico conocido como "bolsillo dimensional", tal cual había leído en ciertas historias.

No obstante, Beatrice desalentó mis esperanzas al explicarme que no solo se requiere una gran cantidad de maná para mantener ese tipo de espacios, sino que también carezco actualmente de las habilidades necesarias para llevarlo a cabo.

Pero no me rendiré fácilmente; si algo he aprendido es que debo aprovechar al máximo el potencial inherente a la magia, pues existe por alguna razón.

Finalmente llego a la majestuosa mansión y, al abrir las puertas principales, soy transportado instantáneamente hacia la biblioteca perdida.

Por lo general, sería recibido con el embriagador aroma del papel antiguo y los libros encuadernados en cuero; sin embargo, ahora solo me encuentro enfrentando un vasto espacio vacío.

Los estantes repletos han desaparecido dando paso a numerosos escritorios donde reposan innumerables planos meticulosamente trazados.

La habitación de Beatrice yace en un rincón oscuro, con solo unos cuantos estantes restantes que albergan los libros que he escrito sobre mi mundo mágico, así como aquellos que Beatrice ha plasmado con su talento.

La carga de mi celular se sitúa en el cincuenta por ciento, lo cual significa que aún nos falta mucho trabajo por hacer y es tarea de Beatrice transcribir todos estos escritos.

Afortunadamente, gracias a mis trabajos universitarios he descargado una amplia variedad de textos académicos; sin embargo, anhelo fervientemente tener a mano volúmenes sobre agricultura o metalistería para complementar nuestra colección literaria.

Lastimosamente, no todo puede ser alcanzado tan fácilmente.

Mientras contemplo la mirada enfurecida de Beatrice y sus adorables pucheros mientras se acerca hacia mí, me permito esbozar una sonrisa traviesa con la intención de molestarla ligeramente.

—Tu sentido del orden deja mucho que desear —expreso divertido.

—¡Hmpf! —refunfuña ella girando su espalda hacia mí en señal de disgusto.

Ante tal reacción decidí ofrecerle mi ayuda para poner algo más de orden en este caótico espacio compartido.

—Permíteme ayudarte —ofrezco amablemente.

Con mi orientación y dirección comenzamos a organizar meticulosamente cada objeto presente: establecemos estantes firmes donde los planos arquitectónicos adornan las paredes circundantes.

Aquellos estantes independientes han sido retirados para otorgarnos más espacio en esta sagrada estancia, que ahora funciona como nuestro laboratorio y también como hogar para Beatrice y para mí.

—Es increíble cómo ha tomado forma la biblioteca prohibida —comento con asombro mientras observo el progreso realizado.

Mis ojos se deleitan al ver cómo todo va tomando su lugar, incluso traslado una mesa de noche desde mi habitación hacia la cama de Beatrice.

Una mesa redonda con cuatro sillas. Será un rincón acogedor para compartir momentos de relajación y disfrutar de una buena taza de té mientras charlamos y disfrutamos.

Los escritorios encuentran su lugar junto a las imponentes estanterías que resguardan los valiosos planos y libros que atesoramos.

La necesidad de adquirir más volúmenes se hace evidente, con el propósito de enriquecer nuestra colección personalizada en esta parte sagrada del hogar. Contemplo complacido el resultado hasta ahora logrado, maravillado por el hecho mismo de haber transformado la antes llamada "biblioteca prohibida" en un laboratorio ingenieril.

Beatrice, tomando mi mano entre las suyas pequeñas pero poderosas, contempla también nuestro esfuerzo conjunto y aprieta ligeramente su agarre para transmitirme seguridad y determinación.

Luego extiende su mano hacia adelante con un gesto imponente, como si desafiara al mundo entero.

—Esta ya no es la biblioteca perdida —refuta Beatrice con una sonrisa arrogante—. Ahora es nuestro santuario del conocimiento e ingenio. Un laboratorio de ingeniería.

Recuerdo cómo todos los contenidos mágicos plasmados por Echidna desaparecieron cuando Beatrice rompió su contrato con ella.

Al principio sentí ira y pesar ante semejante pérdida irreparable, pero luego me vi obligado a aceptarlo y seguir adelante sin mirar atrás.

Por fortuna, alcancé a leer algunos de aquellos tesoros literarios y Beatrice se dedicó a transcribir textos sobre metías durante su tiempo libre, con el fin de facilitar mi comprensión.

Afortunadamente, sus valiosas transcripciones permanecieron intactas.

Es el mecanismo ingenioso que Echidna creó en caso de que algo terrible ocurriera: si alguien intentara asesinar a Beatrice o si ella decidiera traicionar los designios de su madre.

Aquella revelación sumió a Beatrice en una profunda tristeza durante unos días, pero luego encontró la calma necesaria para seguir adelante.

Al contemplarla sonreír ahora, un sentimiento de dicha inunda mi ser y mi corazón se llena de calidez hasta tomar control absoluto de mis acciones.

La cargo en mis brazos con delicadeza mientras ella muestra cierta sorpresa inicial y utiliza sus manos para resistirse levemente; sin embargo, sé que si realmente quisiera alejarse ya lo habría hecho.

Elevo su rostro hacia el mío estableciendo contacto visual directo mientras esbozo una sonrisa sincera. Estos pequeños momentos verdaderamente gratificantes nos conectan profundamente.

—Buenos días, Beatrice —la miro con ternura mientras ella me devuelve la mirada entornando los ojos con adorables pucheros juguetones.

A medida que pasa el tiempo he observado cómo Beatrice ha ido liberándose gradualmente de las cadenas emocionales del pasado.

Su transformación no se limita únicamente a nuestra relación íntima sino también afecta positivamente a las personas cercanas como Emilia, quien ocasionalmente se une a nosotros mientras estudia, creando un ambiente de armonía y compañerismo en nuestro sagrado refugio.

Me gustaría que tuviese una compañía de la misma edad, pero Petra no está en la mansión. Ella vive felizmente con sus padres mientras estudia en la academia y recibe un entrenamiento personalizado acorde a su talento.

—No me llames así, supongo —refunfuña Beatrice, posando sus delicadas manos en mis mejillas. Con una sonrisa tímida y el rostro avergonzado, agrega— dime Betty, de hecho.

Un pequeño tartamudeo acompaña su petición. Sin duda alguna, Beatrice es alguien que se encuentra apartada de todo esto.

Ojalá pudiese brindarle siempre felicidad.

—Quién diría que mi princesa podría ser tan tierna —sonrío, provocando que ella se ruborice— Betty.

Quizás mi trato hacia ella ha influenciado este cambio en Beatrice; sin embargo, lo veo como algo maravillosamente gratificante dentro del caos reinante. Es un bálsamo para mi espíritu cansado y me permite seguir adelante con renovada energía.

Ella asiente tímidamente pero no puede ocultar la radiante sonrisa dibujada en su rostro.

—Soy tu Betty...de hecho —afirma antes de soltarse gentilmente de mis brazos y dirigirse hacia el escritorio donde reposan los planos del siguiente proyecto.

Yo suspiro agradecido por esta situación única e intento contener las emociones abrumadoras que amenazan con desbordarme. Hasta que logremos estabilidad debemos trabajar arduamente; el tiempo apremia y sé muy bien que ella también lo sabe.

En la capital, espero poder llevarla de paseo.

Me encamino hacia el escritorio, observando cómo ha progresado en comparación con hace unos días.

Hay un proyecto que tiene prioridad: la mejora en la producción de lingotes. Actualmente, en todo Lugunica se utiliza un método rudimentario para fabricarlos; sin embargo, he decidido aprovechar la máquina a vapor para convertirla en una herramienta mejorada.

Lo único que me viene a la mente es algo que aprendí durante mi paso por la universidad.

El pudelado es un proceso de producción del hierro forjado que se llevaba a cabo durante la Edad Media y los albores de la época moderna. Consistía en calentar el mineral de hierro en un horno especial llamado pudelador, junto con combustibles como el carbón vegetal.

A medida que se iba calentando, el hierro se fundía y oxidaba, eliminando impurezas tales como carbono y azufre.

Es evidente que hay aspectos por mejorar; no es necesario recrearlo exactamente tal cual lo conocemos.

Utilizaremos magia para reemplazar varios elementos que disminuyen su eficiencia. La máquina a vapor será responsable de mover los materiales, haciendo así todo el proceso mucho más sencillo.

Esto significa que seremos los primeros en producir hierro de alta calidad, libre de las numerosas imperfecciones ocasionadas por los métodos actuales, los cuales generan una gran cantidad de subproductos perjudiciales para su eficiencia.

El antiguo método del pudelado permitió la producción en masa de hierro de una calidad sin precedentes, convirtiéndose en una contribución invaluable a la industria metalúrgica de su época.

Ahora, nuestro deber es aprovechar esta técnica para obtener el monopolio en la producción de hierro. Una vez que esté listo, compartiré esta información con Crusch y mis socios, quienes poseen ricos yacimientos minerales.

A través de ellos podré vender nuestro preciado hierro al mercado.

Este logro nos otorgará visibilidad y renombre entre los forjadores, ya que desconocen por completo este innovador método. Irlam se convertirá así en el principal productor y exportador de hierro en toda la región circundante.

Es evidente que este proceso también puede aplicarse a múltiples metales, lo cual nos brinda un amplio margen para expandirnos en un futuro cercano hasta alcanzar incluso la capacidad para producir acero por cuenta propia.

—La eficiencia térmica mejora considerablemente al eliminar el uso del carbón —explica Beatrice—; no obstante, el consumo mágico aumenta exponencialmente debido a las grandes cantidades requeridas.

El problema inherente a esta máquina radica en el desperdicio energético significativo que genera; pero eso puede ser suplido gracias al uso magia, cuya eficiencia es prácticamente perfecta según mis cálculos.

No me preocupa demasiado pues Roswaal posee las mayores minas de lamicta de fuego disponibles para nosotros.

—Podemos utilizar nuestras reservas de lamicta —agrega Beatrice con seguridad— Su eficiencia es excelente y, además, ayuda a evitar la generación de residuos nocivos.

Los gases expulsados por la máquina son altamente tóxicos y contienen metales pesados y otros desechos dañinos para el medio ambiente.

Con los lamicta no se produce ninguna fusión con el hierro. En consecuencia, toda nuestra cámara estará llena de lingotes de hierro impregnados con este valioso mineral. Así evitaremos utilizar una cámara de generación de vapor adicional.

La caldera interna podrá incrementar su temperatura cuando sea necesario, aunque el único inconveniente surgirá al momento de reemplazar los lamicta agotados en nuestro proceso.

—Podemos enfriar la caldera utilizando lamicta de agua, de esta manera las personas podrán abrir la tapa sin preocupación alguna —sugiere Beatrice.

Sería ideal contar con sensores de maná que nos indiquen cuándo los lamicta están a punto de agotarse, así evitaremos contratiempos al tener que realizar cambios a mitad del proceso

—Si hacemos la caldera removible, podremos reemplazarla por otra una vez que los lamicta se hayan agotado —rechazo inmediatamente esa idea— No, no sería eficiente.

Lidiar con una caldera desmontable resultaría impracticable en extremo. Lo mejor será colocar los lamicta en la parte superior para facilitar su cambio cuando sea necesario.

Lamentablemente no dispongo de modelos actuales para fabricar hierro mediante este método innovador. Sin embargo, el proceso de fundición en sí no es tan complicado. Anhelo poseer todos los conocimientos necesarios sobre el tratamiento y curado del metal para poder crear el mejor hierro posible.

—Si añadimos escotillas y utilizamos una pequeña fuente de maná como activación, el operario podrá retirar y cambiar fácilmente los lamicta agotados —propone Beatrice mientras examina detenidamente nuestros planos— De esta manera resolveríamos ese problema. Podemos incluso reforzar las escotillas con placas de acero para evitar su fusión debido al calor.

Con eso concluye nuestra preparación inicial. He adquirido lingotes de acero especialmente diseñados para situaciones como estas; siendo un metal capaz de soportar altas temperaturas, resultará perfecto para nuestro propósito.

Una vez obtengamos el hierro, la producción de acero estará al alcance de nuestras manos. El acero es un metal relativamente sencillo de fabricar, lo irónico es que en esta región solo la casa de herrería de Lugunica posee el monopolio sobre su producción, y además se limitan a crear productos escasos por encargo.

¡Qué rostros pondrán cuando nos vean producirlo a nivel industrial!

—Tienes una expresión malévola en este momento, de hecho, —observa Beatrice mientras me mira directamente con sus penetrantes ojos mágicos.

—Es divertido ver cómo caen los arrogantes —respondo con seguridad mientras firmo los planos, indicando así que están listos para comenzar la producción.

Ahora que hemos resuelto esa cuestión, el siguiente paso es encontrar una forma de utilizar los metías de comunicación.

—¿Has encontrado alguna manera de clonarlos? —pregunto mientras observo cómo Beatrice trae un libro con magia gravitacional, el cual parece ser una enciclopedia sobre metías.

Disponemos de seis dispositivos en total, aunque uno está dañado, por lo que en realidad contamos con cinco. En este momento resulta crucial poder reproducir estos dispositivos, ya que nos otorgan una ventaja estratégica en cuanto a la comunicación se refiere.

Ella me señala una página específica del libro y yo comienzo a leer detenidamente.

"En todo el universo solo existe un metía capaz de clonar objetos, pero su paradero es desconocido".

Había pensado que al tener un metía en nuestras manos sería simplemente cuestión de descubrir su hechizo interno.

Sin embargo, parece ser que los metías cuentan con algún tipo de bloqueo mágico incorporado al finalizar su fabricación. Según Beatrice, ese bloqueo proviene del creador original y si no se logra eliminar correctamente podría dejar al metía inservible por completo.

Solo disponemos de cinco unidades funcionales en este momento y no estoy dispuesto a correr el riesgo de dañarlos irreparablemente.

—Es probable entonces que ese único metía capaz de realizar clones esté actualmente en posesión del culto —suspiro derrotado ante esta revelación—. Tenía la esperanza de poder llevar esto a cabo. Al menos sabemos que nuestro dispositivo protector funciona perfectamente.

Este desarrollo ha sido implementado para la próxima entrega del lote armamentístico que se encuentra en producción. Además de hacer sido incorporado antes en las maquinas a vapor.

Beatrice y yo creamos un metía capaz de reconocer al usuario, aunque en realidad requiere que la persona utilice maná directamente sobre el arma.

Al utilizar maná, el dispositivo se abrirá únicamente para esa persona. Beatrice explica que este mecanismo es similar al de la biblioteca; ahora bien, nuestro taller.

—La razón por la cual las personas encuentran la entrada al taller es porque yo les doy permiso para hacerlo, ya sea de manera consciente o inconsciente —explica Beatrice con una mirada profunda— Es algo parecido aquí: mediante un hechizo permitimos que el maná de esa persona ingrese al arma, lo cual le permite desarmarla fácilmente.

En caso de que alguien más intente desarmar el arma sin autorización, esta contiene cristales lamicta cargados con fuego que explotarán instantáneamente.

El arma quedará completamente destrozada e inutilizable. Hasta ahora, esta es la mejor medida preventiva que disponemos.

—También será útil cuando necesitemos hacer identificaciones —admito, mientras pienso en todas las tareas que nos esperan en el futuro.

Reunir a investigadores de distintas partes del mundo para utilizarlos en la producción, crear nuevos armamentos y posiblemente mejorar nuestras fábricas para especializarlas. Si cada sector produce lotes de un elemento específico, avanzaremos rápidamente hacia nuestros objetivos.

Para eso necesitaré más personal.

La máquina de hilar fue una adición reciente, pero aún estamos construyendo la fábrica correspondiente; por lo tanto, no estará disponible en este momento.

—Entonces, para el siguiente paso debemos diseñar la máquina de escribir. No sé por qué he tardado tanto tiempo en pensar en ello, pero estoy realmente cansado de escribir a mano.

Sí, puedo detener temporalmente la producción de una fábrica autosuficiente de telas. De hecho, siento que la máquina de escribir será toda una revolución. El único problema es que los planos que tengo están incompletos.

—Debemos finalizar los mecanismos. En realidad, no es tan complicado; el verdadero desafío radica en encontrar una solución viable para la inyección de tinta —añado mientras saco mi reloj del bolsillo.

—Espero sinceramente que sea tan increíble como dices —murmura Beatrice mientras busca los planos entre sus pertenencias.

Roswaal debería llegar muy pronto; esa es principalmente la razón por la cual no he salido todavía de esta mansión.

Beatrice y yo pasamos algún tiempo reflexionando sobre cómo completar los planos adecuadamente.

El principal obstáculo es el idioma de este mundo. No sé si deberíamos utilizar los Ro—glifos o los I—glifos para escribirlo. La elección debe ser la más eficiente en términos de tiempo y escritura, además de que sea accesible para que los niños también puedan aprender a usarlos.

—Aunque podemos utilizar los I—glifos, creo que sería mejor optar por los Ro—glifos. Con los I—glifos podrían surgir problemas al intentar expresar palabras complejas o emplear nombres y creaciones nuevas —argumenta Beatrice con razón.

Beatrice tiene toda la razón. El problema con los I—glifos es que, aunque son más sencillos, se vuelven complicados cuando se trata de palabras complejas o términos técnicos.

Los Ro—glifos, al abarcar todo el abecedario, ofrecen una mayor versatilidad y practicidad en su uso.

—Entonces serán los ro—glifos —respondo.

Aunque el idioma hablado en este lugar sea japonés, ciertamente no es tan complicado si uno ya está familiarizado con él.

El verdadero desafío del japonés yace en los kanjis, pero aquí ese obstáculo no existe, lo cual confirma que los ro—glifos son la elección más acertada.

Sin embargo, el cambio repentino de expresión en Beatrice trae consigo recuerdos desagradables que se agolpan en mi mente. Un escalofrío recorre mi espalda mientras ella comenta con seguridad:

—Roswaal ha llegado.

Tomando su mano firmemente entre las mías, ambos somos transportados instantáneamente a la entrada majestuosa de la mansión.

Los sirvientes quedan momentáneamente sorprendidos ante nuestra aparición repentina, pero luego saludan con naturalidad como si nada extraordinario hubiese ocurrido.

Unos instantes después, las puertas se abren lentamente para revelar a Roswaal manteniendo su expresión seria. Intento controlar mi ira interna mientras siento cómo Beatrice refuerza su agarre en mi mano para transmitirme una sensación de calma imperante

Desafortunadamente, este no es el momento adecuado para hablar sobre nuestros asuntos pendientes.

—He venido tan rápido como me fue posible al enterarme de la situación del pueblo. ¿Qué ha ocurrido? —interroga Roswaal sin utilizar sus habituales muletillas y fingiendo una preocupación que parece forzada.

Me dirijo hacia él sin alterar ni un ápice mi semblante serio y saco una carpeta cuidadosamente oculta dentro de mi manga antes de entregársela en sus manos.

—Esta es la versión de los hechos hasta la fecha, aunque supongo que ya puedes imaginar lo sucedido —lo observo con una seriedad inquebrantable—. Será mejor que hablemos en tu despacho, pero por el momento, debo dirigirme al pueblo.

Roswaal asiente con gesto sombrío y se acerca a mí. Tomándome del hombro y agachándose ligeramente, me susurra al oído palabras cargadas de significado:

—La lista de las candidatas se ha filtrado desde el castillo de Lugunica.

Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras absorbo esa revelación impactante. La conspiración parecía extenderse como un velo oscuro sobre nuestras cabezas, amenazando con desmoronar todo lo que habíamos construido hasta ahora.

Abro los ojos con incredulidad ante esta revelación impactante. Durante todo este tiempo, había estado buscando una explicación lógica y coherente para lo sucedido, pero si la filtración provino de la misma burocracia del castillo, eso significa que los miembros del culto se han infiltrado en el poder.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras considero las implicaciones de esta verdad atroz.

Sin embargo, también existe la posibilidad de que Roswaal esté tejiendo una red de engaños a su alrededor. Después de todo, su ambición desmesurada por encontrar a su amada perdida lo ha llevado a convertirse en ser despreciable.

Mantengo la calma y asiento serenamente frente a la información proporcionada por Roswaal. Necesito hablar con él detenidamente para discernir cuál es la verdadera naturaleza de sus intenciones.

En ese momento, Ram irrumpe en escena con una sonrisa radiante y emprende una pequeña carrera hacia Roswaal para saludarlo efusivamente. Él corresponde con una sonrisa cálida antes de despedirse y dirigirse junto a Ram hacia su oficina privada.

Mi mirada se dirige entonces hacia una sirvienta cercana y le pido amablemente que traiga a Luan hasta mí. Ella asiente diligentemente y se apresura hacia el lugar indicado.

Emilia debe permanecer resguardada en su habitación; aunque partimos mañana mismo, me gustaría que ella descansara adecuadamente antes del viaje agotador que nos espera.

Se merece ese reposo después de todos los desafíos que ha enfrentado.

—¿Te gustaría acompañarme al pueblo? —pregunto a Beatrice, quien parece sumida en sus propios pensamientos, mientras mantenemos nuestra conexión física.

Ella asiente con una sonrisa serena. En ese preciso instante, Luan aparece ante nosotros. Rem le ha proporcionado algunas prendas adecuadas para la ocasión, y ahora se presenta ante nosotros con un aspecto impecable y elegante. Su ropa casual combina de manera armoniosa con su cabello y sus ojos carmesíes, irradiando una apariencia llena de detalles exquisitos.

Sin embargo, en contraste evidente con su imagen externa radiante, el rostro de Luan refleja un profundo pesar que no puede ocultarse. Ha perdido todo lo que tenía y ahora se encuentra sola en este mundo cruel e indiferente.

Le daré el tiempo necesario para que pueda procesarlo a su manera; sin embargo, en este momento apremiante debemos darnos prisa para deshacernos de los cadáveres y obtener cualquier información valiosa posible.

Nos dirigimos hacia la carroza esperándonos afuera. Durante todo el trayecto hasta el pueblo vecino del caos reinante, ninguno de nosotros pronuncia una sola palabra. Es mejor que Luan tenga su espacio para llorar y lamentar por sí misma; es triste ver cómo la juventud inocente debe enfrentarse a tragedias tan devastadoras como esta.

Pero así es la vida inexorablemente implacable.

—¡Hemos llegado al pueblo! —exclama emocionado el conductor interrumpiendo mi reflexión sombría sobre las vicisitudes del destino.

Descendemos de la carroza y Beatrice suelta mi mano, anunciando con calma su intención de dirigirse a la academia por un tiempo. Es la primera vez que veo a Beatrice tomar esta iniciativa por sí misma; generalmente me sigue en todas mis actividades.

Sin embargo, presenciar este deseo de explorar el mundo sin mí resulta reconfortante para mi espíritu.

No es que no quiera tenerla a mi lado en este momento, pero como estaré lidiando con los cadáveres y llevando a cabo tareas tediosas, no es necesario que este conmigo. Saber que ella está ansiosa por descubrir nuevos horizontes me llena de alegría.

—Entonces nos encontraremos para almorzar —respondo con una sonrisa cálida mientras nos despedimos momentáneamente.

Camino junto a Luan, dándole espacio para que se vaya adaptando gradualmente al entorno cambiante. El pueblo ha recobrado vida después del caos previo, con sus habitantes moviéndose ágilmente mientras realizan sus labores cotidianas.

Observo cómo Luan mira sorprendida todo lo que le rodea; para alguien como ella, quien nunca había abandonado las fronteras de su pequeño pueblo hasta ahora, estas experiencias deben resultar completamente nuevas e impactantes.

Avanzamos juntos durante unos minutos hasta llegar al camino arbolado que nos guía hacia nuestra meta: la base donde se encuentran los cuerpos inertes esperando ser examinados y tratados adecuadamente.

Este sendero está rodeado por majestuosos árboles cuyas ramas acogen delicadas hojas danzantes bajo el influjo del viento suave.

Tomamos una nueva carroza que nos conducirá directamente al lugar de destino.

Percibo en Luan una ligera ansiedad, pero comprendo que no hay palabras que puedan consolarla en este momento. Fue su elección venir, y, por ende, respetaré su decisión mientras enfrentamos juntos las tareas pendientes.

Al llegar a la base, somos recibidos por los soldados y me dirijo de inmediato hacia el lugar donde se agrupan los cuerpos inertes. La tarea de limpiar este campo plagado de muerte es ardua y extenuante, pero su importancia no puede ser subestimada.

Aunque llevará varios días completarla, ya hemos progresado significativamente en nuestros esfuerzos.

Nos dirigimos a una zona abierta designada para albergar temporalmente estos cadáveres, evitando así que el pueblo y sus valiosos cultivos resulten afectados por tan macabra presencia.

Al aproximarnos, me encuentro con el capitán encargado del escuadrón de limpieza. Este hombre adulto posee una cabellera violeta resplandeciente y una estatura imponente junto a músculos bien definidos. Sostiene entre sus manos una carpeta repleta de anotaciones meticulosas.

Al notar mi llegada, camina hacia mí con paso decidido mientras realiza un saludo militar impecable.

—¡General Marco! Buenos días —exclama con júbilo evidente en su mirada mientras los demás soldados siguen su ejemplo realizando el mismo saludo.

—Capitán Dust, soldados... buenos días —respondo con solemnidad devolviendo cortésmente su gesto militar.

Dust procede entonces a informarme sobre las últimas novedades descubiertas durante nuestras tareas.

Menciona la existencia de unos cultistas cuyos rostros han sido deformados gravemente; según él pareciera que antes eran seres humanos corrientes hasta que algo ocurrió desencadenando tan espantosas alteraciones.

Además, hay otras personas que no presentan tal deformidad.

Las filas de cadáveres se extienden ante nosotros mientras los soldados meticulosamente los apilan en distintos montículos. Según las palabras del capitán, la labor de limpieza demandará varios días y requerirá a los magos escarbar profundamente debido a la gran cantidad de cuerpos inerte enterrados bajo tierra.

Los magos especializados en el control del agua se dedican diligentemente a limpiar la sangre y la suciedad adherida, mientras que el resto del equipo se encarga de remover con cuidado cada uno de los cadáveres.

Luan observa todo este panorama con una repugnancia profunda grabada en su semblante; ya empieza a notarse el olor nauseabundo que desprenden estos cuerpos sin vida.

Dado que carecemos de medios adecuados para preservarlos correctamente, su fetidez resulta abrumadora e invasiva. Además, considerando las circunstancias adversas en las cuales estas personas perdieron sus vidas, es poco probable que hubieran tenido oportunidad alguna para disfrutar un baño antes del trágico destino que les aguardaba.

—Te lo vuelvo a preguntar por última vez ¿Estás completamente segura? —le digo mirándola fijamente mientras ella aprisiona sus manos entre sí y responde con determinación:

—Sí... necesito saberlo.

Con asentimiento, emprendemos nuestra marcha, ella examina los cadáveres uno a uno. Pasamos varios minutos recorriendo el sombrío escenario mientras reflexiono sobre lo que Dust me mencionó.

Algunos cuerpos presentan deformaciones más grotescas que otros, mientras que otros permanecen intactos. Si esto es efecto del miasma, constituiría un hallazgo de gran relevancia.

Sé que el miasma afecta a todas las formas de vida, pero los estragos que causa son desgarradores. Algunos han perdido por completo sus narices, otros carecen de orejas, y así sucesivamente, deformándose gradualmente.

Si tan solo hubiésemos capturado a uno de ellos con vida, sería intrigante estudiarlos y entender qué ocurre con sus órganos.

Le pido al capitán que lleve dos cuerpos a una sala especial: uno deformado y otro sin alteraciones, para verificar si existen diferencias entre sus órganos. Es un aspecto importante que considerar en nuestro análisis.

Luan escudriña el área a su alrededor, pero solo puede negar con la cabeza. Tal vez no tengamos éxito hoy, pero quizás mañana o más adelante tengamos la oportunidad.

El miasma sigue siendo un misterio para mí. La información que encontré en la biblioteca de Echidna no resultó tan detallada como esperaba; da la sensación de que ciertos datos han sido omitidos a propósito o que faltan piezas cruciales.

En medio de mis pensamientos, Luan se detiene repentinamente. Mi mirada se posa sobre ella, pero sus ojos reflejan una desesperanza profunda, como si hubiera perdido toda esperanza en ese instante.

La figura de ella permanece inmóvil, sus ojos clavados en la carroza que se aleja lentamente. Indiferente a las personas a su alrededor, su rostro pierde todo matiz de color, como si estuviera presenciando el paso de un espectro.

Con pasos cautelosos, Luan se acerca al cuerpo y luego corre hacia él con premura desesperada. Lo abraza con una fuerza sobrenatural mientras deja escapar un grito desgarrador que resuena en los oídos de todos los presentes.

Su lamento provoca una pausa en cada movimiento circundante; sin embargo, ella sigue ajena a todo lo que le rodea, aferrándose frenéticamente al cadáver.

Sus gritos llenan el aire con una intensidad indomable hasta que ya no puede más; toda la angustia reprimida, el dolor soportado y la calma aparente se disipan ante esta pequeña esperanza hecha añicos.

Ahora solo queda ella misma sosteniendo a alguien amado entre sus brazos.

Me acerco sigilosamente para contemplar aquel cuerpo caído en el suelo. La bala incrustada en su frente es lo primero que capturo con mi mirada; pero es su rostro contorsionado por el tormento lo que me hiela la sangre en las venas.

Al morir, nuestros músculos retienen nuestra última expresión facial como testigo mudo del último momento vivido.

Este hombre esbelto de cabello azul llevaba consigo un collar perlado negro y rojo que llama poderosamente la atención de todos los presentes. Con la boca abierta y unos ojos penetrantes, su presencia resulta inquietante.

Trato de apartar la mirada, pero sé que debo ser fuerte. Me agacho a su lado y poso mi mano en su espalda mientras ella continúa llorando desconsoladamente, sumida en un abismo de desesperación y emociones avasalladoras.

Sus gritos no cesan, confirmando mis sospechas más sombrías. Para convertirse en cultista no se requiere devoción al culto; esto implica que el control puede ser forzado sobre una persona vulnerable.

Esto sugiere una magnitud desconocida: no sabemos cuántos pueblos han sido afectados por esta calamidad, pero si consideramos que Ultem es igualmente poblado que Irlam, entonces debemos preocuparnos profundamente.

Ignoro si Petelgeuse utilizó el poder del pecado de la pereza para lograr esto o si hay otros arzobispos capaces de hacer lo mismo. Si estos individuos lograron adentrarse sin ser detectados por el todopoderoso Santo de la Espada y sus caballeros...

A medida que profundizo en la investigación, todo se vuelve cada vez más complejo y amenazante.

Corro el riesgo de ser abrumado por los detalles. Necesito fortalecerme, crecer en conocimiento y actuar con astucia.

Me agacho y coloco mi mano sobre su espalda mientras ella sigue aferrada a aquel hombre. Observo detenidamente ese rostro, percibo su aroma, pero decido ignorar todo eso por respeto hacia su ser querido.

Supongo que puedo mostrar un poco de solidaridad hacia ella; es lo mínimo que puedo hacer.

—Le daremos un entierro digno —aseguro con voz apacible—. Por ahora lo trasladaremos a otra área designada. Quédate aquí; el capitán se encargará de ti y te llevará a la mansión durante la noche.

Ella asiente mientras continúa abrazando fervientemente al amado difunto. Por mi parte, ordeno al capitán que se haga cargo de ella y también instruyo separar a las personas indicadas por ella misma. El capitán asiente en señal de obediencia y finalmente me alejo del lugar rumbo a la enfermería.

Necesito hablar con alguien en la enfermería.

Al llegar, me encuentro con una sorpresa inesperada: Emilia aparece ante mis ojos enfundada en su uniforme militar, conversando animadamente con un hombre postrado en una camilla.

Este último parece haber perdido una extremidad, pero gracias a la expresión en su rostro pareciera que Emilia ha logrado calmarlo.

Indudablemente todos han cambiado considerablemente; cada uno está haciendo esfuerzos para convertirse en una versión mejorada de sí mismo.

Emilia voltea hacia mí, irradiando una hermosa sonrisa que ilumina todo el lugar. Inclina ligeramente la cabeza con gracia y ternura mientras me saluda.

—Buenos días, Marco —dice con alegría.

—Buenos días, señorita Emilia —respondo inclinándome en muestra de respeto.

El hombre intenta incorporarse para saludar también, pero lo detengo. La situación de los heridos ha mejorado; les hemos proporcionado una alimentación adecuada para que recuperen la sangre perdida y poco a poco la enfermería va vaciándose.

Emilia me explica que ha venido desde temprano para ayudar en la recuperación de los heridos como forma de compensar su ausencia del día anterior. No le digo nada al respecto; es su propia decisión. Observo a mi alrededor buscando a Otto, el chico de cabello gris, pero no logro encontrarlo por ningún lado

—Ese chico se fue hace unos minutos con el coronel —explica Emilia ante mi mirada inquisitiva.

Me despido de ellos y salgo de la sala. Es probable que Otto esté buscando encontrarse con el marqués o conmigo. Dirijo mis pasos hacia mi oficina, justo cuando comienzo a subir las escaleras del segundo piso, me encuentro con ambos bajándolas.

—¡General Marco, buenos días! —exclama Alsten, a lo que le respondo con un saludo cortés.

Los tres nos dirigimos hacia mi oficina y al llegar, Alsten se despide y sale de la sala dejándonos solos a Otto y a mí. Observo detenidamente su situación: ha perdido su mano izquierda, pero parece estar en buen estado de salud en general.

Su semblante denota tristeza; sin embargo, en un instante se inclina ante mí.

—¡Muchas gracias por salvarme! —dice gratamente sorprendido mientras explica que se enteró de que fui yo quien lo rescató de la cueva.

Otto había escuchado acerca del cambio económico ocurrido en una localidad cercana llamada Irlam; había tenido malas experiencias comerciales anteriormente y buscaba un nuevo comienzo allí.

Había partido de Ultem poco antes que los demás y se dirigía hacia ese lugar cuando fue interceptado por los cultistas

Cuando recuperó el conocimiento estaba amordazado dentro de aquella oscura cueva donde los cultistas lo habían golpeado brutalmente.

—Solo recuerdo haber vuelto a perder el sentido —expresa con pesar en sus palabras.

Lo extraño es la razón por la cual decidieron mantenerlo vivo; quizás planeaban utilizarlo como moneda de cambio o hacerle algo similar a lo que le hicieron a Luan. Beatrice no detectó ningún rastro de miasma en él, por lo que realmente no sé qué pensar al respecto.

—Solo quería agradecerte, así que partiré hoy mismo —dice Otto aferrándose con fuerza a su brazo.

Para él debe ser extremadamente difícil enfrentar esta situación; ha perdido sus inversiones, ha perdido una parte esencial de su cuerpo y su carroza aún no ha sido encontrada debido a la falta de una investigación más profunda.

—Si te quedas unos días más, podríamos intentar recuperar tu carroza. ¿Estás seguro de querer irte? —advierto, tratando de infundirle un poco de esperanza.

Otto niega con la cabeza mientras dirige su mirada hacia el suelo y con una voz despojada de toda energía dice

—No, creo que regresaré junto a alguien conocido. Estoy agotado —se despide y se encamina hacia la salida.

Necesito a Otto para llevar a cabo mi plan. Él es la única persona útil que puede contrarrestar a Roswaal. A pesar de su mala fortuna, puedo utilizarlo en mi beneficio.

—Si te ofrezco un hogar, un trabajo bien remunerado y la oportunidad de limpiar tu nombre...

En ese momento, Otto se gira hacia mí con determinación. Lo observo con una leve sonrisa mientras termino de hablar.

—¿Te interesa? Te daré una posición importante —le digo intentando transmitirle fuerza.

—¿Cómo... cómo supiste eso? —pregunta Otto titubeando.

Desde mi asiento en el escritorio, le extiendo un papel y una pluma tinta. Él se acerca y comienza a leer detenidamente.

—Tengo mis formas; lo importante es que esto te conviene —respondo sin revelar demasiados detalles.

El contrato es simplemente una formalidad; necesito mantenerlo a mi lado cueste lo que cueste. Además, Otto tiene experiencia como comerciante, por lo que sus conocimientos serán valiosos para nosotros.

Este contrato será su ayuda para aliviar parte de mi carga y poder concentrarme en otras tareas mientras me entreno y me vuelvo más fuerte.

Claro está, ese no es el motivo principal.

Otto levanta la mirada y me observa con recelo.

—¿Por qué yo? Si sabes sobre mis fracasos e incluso he perdido una parte vital de mí como mercader...

—Tengo buen ojo para estas cosas; si quiero que estés aquí es porque veo en ti un potencial creciente —expreso convencido del valor oculto dentro de él.

Otto es tímido y desconfía de sí mismo. Sus fracasos anteriores lo han llevado a aislarse en ciertos aspectos, pero la situación actual ha sacado a relucir todo su potencial. Sin embargo, sé que puedo confiar en él.

Todos necesitamos un impulso para alcanzar nuestro verdadero potencial.

—¿Un potencial creciente? —pregunta Otto, cambiando ligeramente su expresión.

—Estamos creciendo poco a poco, y a medida que avanzamos, conseguir puestos se vuelve cada vez más difícil —admito con sinceridad—. Dijiste que venías en busca de un nuevo comienzo, pues bien, aprovecha esta oportunidad excepcional que te estoy brindando.

No hay motivos para rechazarlo. Sé que incluso sin una mano, Otto podrá desenvolverse con normalidad. Además, su habilidad es un valioso recurso en labores de inteligencia; no habrá pérdidas al darle acogida.

Todo cambia dependiendo del entorno en el que nos encontramos.

Otto suspira largamente y coloca el contrato sobre la mesa. Me mira con una sonrisa, pero sé que hay miedo detrás de ella.

—Como comerciante no puedo dejar pasar oportunidades. Si no tengo dinero para invertir, entonces ofreceré mi tiempo a cambio —dice Otto mientras toma la pluma.

—Esa es la actitud que busco —presiono ligeramente el papel con mis dedos para permitirle firmar.

Él firma y luego se sienta en la silla; su preocupación parece desvanecerse como si fuera un acto intencional de su parte. La verdad es indiferente para mí; mientras tenga esta carta oculta bajo la manga, tendré diferentes posibilidades a mi disposición.

—¿No necesitas hablar primero con el marqués? —me pregunta Otto con expresión codiciosa.

—No necesitas tener contacto alguno con esa persona. Por tu propio bien será mejor mantener distancia —adviento seriamente— No puedo darte los motivos exactos ahora mismo, pero confía en mí cuando digo que alejarte de él es lo mejor.

Roswaal no puede enterarse de la existencia de Otto.

Ante mi advertencia, Otto traga saliva, como si mis palabras hubieran despertado cierto arrepentimiento en él.

—Bueno, supongo que, si me estás ofreciendo tantas cosas, es normal que haya riesgos —finge determinación Otto, aunque sus manos delatan su verdadero estado emocional.

—Cobarde —bromeo, provocando una reacción asustada en él

—¡Lo dices como si pudiera morir!

Encogí los hombros con una sonrisa. Sé que en la novela original el personaje no muere a manos de Roswaal; sin embargo, no puedo confiar plenamente en eso.

No después de lo último que ocurrió.

—Cuando no estemos ocupados con nuestras tareas, deberíamos ir a tomar algo. Pronto habrá más opciones en el pueblo —le sonrío.

A partir de ahora, trabajaremos juntos. Aunque Otto pueda tener cierta desconfianza al principio, sé que se unirá a mis planes y objetivos una vez vea su alcance. Me levanto y me coloco a su lado, extendiendo mi mano izquierda para estrechar la suya.

—Normalmente dar la mano izquierda simboliza enemistad, pero hoy le daremos un nuevo significado —lo miro con una sonrisa.

Otto se pone de pie y aprieta mi mano; parece más motivado ahora. Una vez hecho el trato, comienzo a explicarle sus responsabilidades laborales. Otto deberá asistir a mis clases de matemáticas básicas por las tardes.

También le enseñaré sobre estadística y lo incluiré en todos los aspectos del negocio. Por ahora, deberá observar cómo hago las cosas e ir realizando encargos cada vez más importantes.

—Suena como ser un simple sirviente —confiesa Otto con cansancio.

—Ya verás que es mucho más que eso.

Otto empieza inmediatamente y yo le explico todo lo que está ocurriendo en el pueblo: el ataque reciente, las elecciones venideras y los contratos que hemos firmado. Le informo también que Rem lo llevará esta tarde para explorar las fábricas y conocer a todos aquellos involucrados en nuestros negocios.

Resulta sorprendente descubrir cuán astuto es Otto; rápidamente comprende qué espero de él. En estos momentos, tenemos una gran cantidad de contratos pendientes con personas de diversas índoles.

Las noticias sobre la máquina a vapor se han difundido tras la adquisición de Crusch. Además, nos han estado solicitando materiales agrícolas y otros elementos metálicos.

Otto comienza a leer y organizar todas las cartas recibidas, clasificándolas por material requerido y monto ofrecido. Pasamos toda la mañana inmersos en esta tarea, gradualmente acostumbrándose hasta volverse más ágil en su desempeño.

Mientras trabajamos, intercambiamos pocas palabras. Yo redacto propuestas o acepto contratos mientras Otto se encarga de organizarlos y entregármelos.

En este momento necesitamos más hierro, arena y piedra caliza. Sin embargo, el transporte de esta última es complicado debido a su naturaleza pesada y costosa.

—¿No se utiliza la piedra caliza para hacer estatuas y construcciones lujosas? —pregunta Otto.

—Esa es precisamente la razón principal por la cual resulta tan costosa; aunque tengo planeado buscar depósitos en nuestras montañas, por ahora necesitamos utilizarla para producir hierro.

Le explico a Otto que la piedra caliza desempeña un papel crucial como fundente en la eliminación de impurezas del hierro. Es imprescindible para producir hierro fundido y destacar por encima de los demás.

La piedra caliza se descompone a altas temperaturas, liberando dióxido de carbono (CO2), que reacciona con los óxidos de hierro presentes en el mineral, formando escoria.

Esta escoria es un subproducto del proceso y ayuda a eliminar las impurezas no deseadas, mejorando así la calidad del hierro forjado resultante.

Después de un tiempo, Rem hace su entrada. Ella mira a Otto con extrañeza, pero este se presenta con confianza.

—Otto Suwen, es un placer trabajar aquí —dice Otto sin inclinarse ante Rem— Soy nuevo en esta empresa.

Rem observa a Otto con desdén mientras lo analiza detenidamente antes de dirigirme una mirada inquisitiva.

—Sé que puede parecer poco confiable, pero tengo plena confianza en sus habilidades —le digo a Rem.

Otto nos mira tanto a mí como a Rem y exclama:

—¡No es muy educado decir eso!

Una vez aliviada la tensión entre ellos dos, le explico a Otto que debe seguir a Rem. Ella tomará sus medidas para asegurarse de tener ropa apropiada y lo acompañará durante toda la tarde para mostrarle todas las fábricas y otras instalaciones importantes.

Rem se acerca más hacia mí e inclina su cabeza para hablar en voz baja:

—¿Estás seguro de incluirlo en todo esto?

La preocupación de Rem es comprensible, considerando que Otto es un completo desconocido para ella. Además, otorgarle un rango tan alto a alguien puede resultar peligroso.

Si no fuera por mi propósito detrás de ello, no lo habría hecho. Pero tener a Otto como aliado es una carta valiosa.

—Mantén un ojo sobre él —le digo en voz baja— Necesitábamos a alguien y lamentablemente Clint no inspira confianza en mí.

Nadie cercano a Roswaal es digno de confianza para mí. Prefiero correr el riesgo con personas desconocidas antes que aceptar la recomendación de Roswaal.

Rem asiente y se lleva a Otto. Me quedo un rato terminando algunos documentos, justo cuando estoy por cerrar mi oficina, la puerta se abre lentamente. Beatrice aparece con una sonrisa en su rostro y entra en mi despacho.

—¿Te divertiste? —pregunto con curiosidad mientras la observo entrar.

—¡Hmpf! No pienso decírtelo —responde con una sonrisa burlona mientras ella examina la habitación.

Beatrice sostiene en sus manos una bolsa de cuero de tamaño considerable. Al notar que lo he notado, su expresión cambia a una sonrisa traviesa.

—Vamos a hacer algo realmente especial —anuncia misteriosamente.

Comprendo al instante lo que quiere decir, así que me levanto emocionado y me acerco a ella. Beatrice saca un cristal anaranjado cuyo poderoso maná puedo sentir claramente emanando de él.

—La magia yang tiene la capacidad de expulsar maná, supongo —comenta ella intrigada.

Luego explica que, si creamos una matriz combinando magia yang y magia yin, podremos absorber el maná circundante y dirigirlo hacia este lugar. Con esa cantidad suficiente de energía mágica, podemos establecer una conexión entre el nuevo laboratorio e incluso conectar la mansión con mi oficina.

—Además nos ayudará a mantener tu puerta bajo control al lidiar con el miasma —afirma orgullosamente Beatrice.

—Sin duda eres mi mayor bendición —confieso lleno de orgullo recordando mi decisión de hacer un contrato con ella.

Ella se da la vuelta tímidamente, avergonzada por mis palabras. En un susurro suave, me responde:

—Tú también lo eres, supongo —Beatrice comienza a organizar los cristales mientras yo la observo con alegría.

Después de unos minutos, los cristales yang son colocados en cada esquina del techo y los cristales yin en las esquinas del suelo.

—El maná nace desde el suelo y se mezcla con el ambiente circundante, creando así un ciclo continuo —asegura Beatrice con confianza—. Sin embargo, debido a que el maná puede ser muy poderoso aquí dentro no tendrá mucha fuerza. Necesitaremos esperar un tiempo para que se acumule suficiente energía antes de poder utilizarla nuevamente.

En la mansión ya hay una matriz instalada por Echidna donde el maná fluye hacia el laboratorio sin problemas. Además, como Beatrice tiene un contrato conmigo, utiliza mi propio maná para todo lo que necesita hacer.

Ella me ha enseñado cómo absorber el maná de manera más efectiva y he estado practicando, pero por ahora es solo una instalación preliminar. Lo mejor es no exponerme a peligros innecesarios en este momento.

Una cosa es hacerlo en la seguridad de la mansión, pero con tanta distancia entre nosotros, requeriría una gran cantidad de maná. Mi puerta aún no ha suprimido por completo el miasma que la rodea, así que lo más sensato es descansar y esperar.

Durante la tarde paso por la herrería, donde el herrero jefe me comenta que necesitaremos contratar más manos hábiles.

—Confío en tus recomendaciones, Baltasar —le digo mientras asiento con seriedad—. Puedes decirle a Rem que contrate a todos los trabajadores disponibles que pueda encontrar. A medida que nuestros proyectos se expandan, tendremos cada vez más trabajo por delante.

En estos momentos resulta complicado conseguir suficiente personal debido a las limitaciones económicas y al hecho de que nuestras actividades son desconocidas para muchos trabajadores comunes.

El renombre de nuestra máquina a vapor todavía se circula principalmente entre los nobles y poco ha llegado hasta aquellos dedicados al trabajo duro.

Necesito incrementar nuestra fuerza laboral; ese problema me tiene sumamente ansioso. Nos urge crecer rápidamente para poder enfrentar cualquier adversidad futura. Si nos atacaran nuevamente ahora mismo, sin duda alguna seríamos masacrados.

Mientras Beatrice trabaja en establecer la matriz mágica, yo continuo inmerso en mi labor incansablemente. En un abrir y cerrar de ojos, la noche se ha adueñado del cielo y todo sigue su curso con normalidad.

Al día siguiente, mi jornada en la oficina consiste en trabajar incansablemente para terminar todos los contratos pendientes, mientras que en el pueblo todos despliegan una fuerza laboral inquebrantable.

Por la tarde, decidimos realizar un funeral para honrar a los soldados caídos, una ceremonia conmovedora dedicada a aquellos valientes que perdieron sus vidas protegiendo a su gente.

Todos están presentes y rinden sus respetos de manera solemne.

Es un momento de unión y consuelo para las familias que han perdido a sus seres queridos más preciados. Una vez concluido todo el acto ceremonial, me quedo junto a Luan para acompañarla durante el entierro de sus familiares.

Solo pudimos encontrar los cuerpos de su padre, su hermana menor y su hermano mayor. Su madre no fue encontrada en ninguna parte; suponemos que perdió la vida en el bosque.

Luan ha estado esperando durante estos dos días angustiantes.

Ahora todos los cuerpos han sido limpiados y preparados adecuadamente. Roswaal ha estado ocupado sin descanso y no hemos tenido tiempo para hablar hasta ahora; sin embargo, es absolutamente necesario tener esa conversación hoy mismo ya que mañana partiremos hacia la capital.

Luan llora mientras observa cómo los ataúdes son sepultados por los encargados. No quise dejarla sola en este momento de dolor abrumador. Quizá debí informarle a Emilia, pero ella debe concentrarse en las elecciones que se avecinan.

Una hora después, Luan se voltea hacia mí con determinación brillando en sus ojos. Coloca su mano sobre su pecho y exclama con fuerza:

—¡Quiero unirme al ejército!

Su resolución es palpable; sus ojos brillan intensamente en la oscuridad de esta noche lúgubre. Beatrice me indica que esté atento a ella y no permita que se vaya. No tengo objeciones si decide enlistarse, pero Beatrice me ha pedido específicamente que la mantenga con vida pues desea investigarla más a fondo.

Estoy de acuerdo; un cuerpo capaz de disipar el miasma sembrado por un arzobispo debe ser algo extraordinario.

—Realizarás el examen durante la próxima ronda de reclutamiento —le digo seriamente, tratando de estar acorde con sus emociones desbordantes—. Sin embargo, primero deberás tomar clases en la academia.

La observo detenidamente mientras hablo estas palabras cargadas de responsabilidad.

—No te preocupes por el dinero u otras cuestiones similares; estudia con tranquilidad y si aún deseas formar parte del ejército, te incluiré en la lista oficial.

Ella asiente solemnemente y se despide afectuosamente de sus familiares. Una vez llegamos a la mansión, seguimos caminos separados para cumplir nuestras tareas respectivas hoy: yo hablaré con Roswaal y acordaremos el procedimiento a seguir.

Él me recibe en compañía de Ram, ambos parecen tranquilos.

Por mi parte, siento como si tuviera un edificio completo descansando sobre mis hombros. La situación es abrumadora.

—¡Qué gran placeeer verte! —exclama Roswaal con alegría mientras me invita a sentarme—. Hableeemos.

Tomo asiento y comenzamos la conversación necesaria. Él me explica que se ha retrasado debido a una investigación sobre la lista de todas las candidatas y su aliado sociopolítico.

Parece ser que alguien fue arrestado por vender dicha lista, por lo que supuestamente el delincuente pronto estará muerto.

—Un encubrimiento...

Lo más común en todas partes, aprovechar la agitación para eliminar a aquellos que obstaculizan tus planes. En mi mundo, es una táctica usada en diversas situaciones; nada extraño cuando se trata de burocracia.

—Exaaactamente —responde Roswaal mientras saca una carta—. He estado investigando por mi cuenta, pero han borrado todo rastro del problema. Las noticias sobre los ataques del culto en mis dominios me llegaron a través de una carta anónima, demasiado tarde para intervenir directamente. Sin embargo, gracias a tu magnífico trabajo, pudimos salvar este pueblo.

Es aún más extraño pensar que una simple carta fuera el medio de comunicación utilizado. No, sin duda es un engaño; él sabía del ataque y probablemente ese era su objetivo: ganar fama para poder ascender al trono.

—Si ese es el caso, debemos estar agradecidos de alguna manera —sonrío mientras abordo lo que realmente me importa—. ¿Podemos atribuirnos la derrota del culto?

Roswaal asiente con alegría. La masacre en los pueblos se extendió rápidamente y aún no se sabe el paradero exacto del arzobispo.

—Mi palabra será suficiente para reclamar esa victoria —afirma orgulloso.

Supongo que eso es lo beneficioso de tenerlo presente; su posición como protector de Lugunica nos otorga cierta influencia dentro de todo esto. Significa que podemos seguir adelante según lo planeado.

La siguiente cuestión es la opinión sobre Emilia; obviamente ya tengo algunas referencias previas, pero sería ideal contar con algún apoyo dentro de la burocracia.

—¿Existe algún aliado que no tenga prejuicios contra Emilia?

Roswaal reflexiona durante unos segundos; parece que mi pregunta es más compleja de lo esperado. La razón por la cual necesito saberlo es porque, si comenzamos a crecer, en el futuro podríamos establecer acuerdos con esa persona, involucrarnos más en Lugunica y construir una sólida red de información.

—Hay dos eruditos posibles —responde Roswaal seriamente—. Sin embargo, aún no he tenido la oportunidad de entablar un contacto sólido con ellos antes del inicio oficial. Los eruditos seleccionan a quienes apoyarán, ya que también ven esto como una competencia para obtener puestos una vez se haya elegido al gobernante.

Las cosas no cambian, sin importar el mundo en el que nos encontremos. Con esta premisa clara, es evidente que debemos seleccionar a los mejores candidatos posibles. Debemos demostrar que tenemos posibilidades, sobre todo, mostrar nuestra fuerza y capacidad para lograrlo.

—Entonces sería ideal si puedes organizar una reunión privada entre Emilia y ambos eruditos —propongo.

Roswaal me mira con sorpresa e incluso Ram parece desconcertada ante mi sugerencia. En ese momento comprendo mi error: me he dejado llevar por la confianza y he revelado algo que no debía.

Me reprendo internamente; su historia no es igual a la del libro, yo no soy el mismo protagonista de esa trama.

—Entiendo tu punto, pero creo que deberías ser tú quien acompañe a Emilia para brindarle apoyo durante esa conversación —responde Roswaal con intriga en sus ojos.

Ram dirige su mirada hacia Roswaal por un instante antes de fijarla directamente en mí.

—No digo lo contrario; obviamente la ayudaré a expresarse correctamente. Lo que quería enfatizar es que ella debe ser quien hable —aclaro rápidamente.

Roswaal sonríe aceptando mis palabras. Un suspiro interno alivia la presión momentánea; no sé si fue solo imaginación mía o si estoy preocupándome demasiado.

Solo espero sinceramente que todo salga bien.

Si yo realmente formo parte del libro, entonces hay alguien más capaz de escapar de él.

Cuando llegue el momento adecuado, pondré fin a Roswaal; pero para eso necesito destacar, hacerme notar.

Quizás deba causar un pequeño revuelo durante las elecciones.

Una vez cambiamos de tema, le explico a Roswaal sobre la necesidad de obtener piedra caliza y su uso para mejorar la calidad del hierro y, en el futuro, del acero. Sin vacilar, él responde:

—Costuul es el principal exportador de piedra caliza; ellos comparten la gran montaña que poseemos. Es allí donde tengo mi segunda mansión

Roswaal me entrega un mapa rudimentario que muestra nuestra ubicación relativa. Aunque no es muy detallado, sirve como una ayuda para comprender mejor la situación: efectivamente estamos separados por esa montaña imponente.

El descubrimiento del manantial de agua ya era una señal de que podría haber piedra caliza en la montaña. Esto significa que, si investigamos a fondo, podríamos establecer una mina de este valioso recurso.

Sin embargo, el lugar está infestado de peligrosas mabestias y necesitará ser limpiado.

Supongo que será mi tarea cuando regrese. De todas formas, sin munición no podemos hacer mucho al respecto. Me despido de ambos y me dirijo hacia mi habitación; ahora es crucial que me concentre en las elecciones.

Necesitamos obtener el apoyo de uno de los sabios para demostrar que nuestro campamento tiene el poder necesario para competir con los demás. Mientras camino hacia mi habitación, la noche se presenta clara y brillante bajo la presencia majestuosa de la luna.

Continúo caminando y justo cuando estoy a punto de llegar, veo a Emilia parada junto a mi puerta. Al notar mi presencia, ella me saluda con una sonrisa.

—Buenas noches, Marco —dice Emilia acercándose a mí— Ha sido un día agotador para ti; debes estar cansado.

En efecto, hoy he avanzado en muchas tareas y ha sido un día realmente productivo. Además, gracias al cuidado puesto en reparar mi puerta, me siento bastante bien en general a pesar del arduo trabajo realizado.

Aprovecharé también parte de la noche y mañana para entrenar; reanudar mis sesiones combate con alguien tan hábil como Ram sería muy beneficioso.

—Tú también debes estar agotada después dedicarte tanto tiempo a perfeccionar tu discurso —respondo, reconociendo su esfuerzo.

La tarea de Emilia en este día era sumergirse por completo en la práctica de su discurso. No le exigí nada más que eso. Aunque, obviamente, ella se presentó durante el entierro; sin embargo, después debía continuar con sus labores.

Emilia asiente y la invito a adentrarse en mi santuario personal: mi habitación.

Desde aquel entonces no hemos tenido una conversación formal. Me imaginaba que estos días los pasaría ociosa, pero me sorprende gratamente descubrir que ha estado trabajando arduamente al igual que todos nosotros.

Por unos instantes, Emilia ojea su entorno antes de tomar asiento en el borde de la cama. Sus pies se mueven con ternura sobre el aire mientras yo me libero del peso de mi chaqueta y tomo lugar en una silla cercana.

A decir verdad, los uniformes no son incómodos del todo; sin embargo, llevarlos puestos ininterrumpidamente ciertamente agota el espíritu humano.

Emilia viste su clásica pijama con elegancia innata y su apariencia indudablemente cautiva mis sentidos. Su mirada amatista irradia felicidad plena; supongo que ha pasado un buen día lleno de productividad y satisfacción interiorizada. Sin duda alguna tiene algo importante para compartir conmigo.

—¿Te gustaría escuchar lo que he practicado hoy? —me pregunta con timidez, pero también ansias por ser escuchada.

Así pues, anhela mostrarme los frutos de sus esfuerzos actuales. Considero esta ocasión como propicia e incluso tengo interés genuino en conocer lo que ha preparado. Por ende, acepto su oferta de inmediato.

Emilia se levanta con gracia y me dirige una mirada cargada de nerviosismo contenido.

—Es un tanto incómodo —confiesa con humildad.

Y es cierto, cuando uno practica algo durante horas interminables, exhibirlo ante alguien más suele ser una experiencia intrínsecamente incómoda.

—No obstante, es importante hacerlo. Cuando te encuentres frente al público debes irradiar confianza en todo momento —le aseguro con voz apacible y segura.

Ella desvía su atención hacia sus pies por unos breves instantes; luego, aprieta sus manos entre sí mientras dibuja una sonrisa enigmática en su rostro. Intenta extraer fuerzas del mismo aire que nos rodea. Finalmente, me observa directamente a los ojos y comienza a recitar su discurso con una voz clara e impregnada de confianza absoluta.

Yo permanezco silente mientras ella habla; analizo minuciosamente cada matiz de entonación y cada gesto que acompaña sus palabras. Tal como le he enseñado previamente, mantiene la fijeza de su mirada en un punto determinado antes de trasladarla hacia otros horizontes visuales.

Es vital que ella logre abarcar visualmente a todo el auditorio presente; aunque no sea posible alcanzar tal hazaña literalmente debido a las limitaciones físicas del espacio escénico, debe concentrarse durante unos fugaces segundos en diferentes sectores para cautivar la atención colectiva ante lo que tiene por decirnos.

De esta manera todos estarán atentos y expectantes ante cada palabra que brote de sus labios.

"Superar la barrera del racismo no es una empresa sencilla", esa esa una realidad inmutable para Emilia. Especialmente cuando dicha barrera se origina en un sentido de temor inculcado en todos desde su nacimiento.

El discurso de Emilia, aunque breve, resonó con una profundidad sorprendente. Dado que no teníamos certeza acerca de la duración permitida, optamos por mantenerlo conciso pero lleno de significado.

En la novela, la imagen pública de Emilia había sido dañada en gran medida debido a su actitud pasiva y reservada. Aunque ella logró reparar parte del daño al deshacerse de Subaru, aun así, las personas no la consideraban una competencia legítima.

Sin embargo, al finalizar su discurso con sus intenciones claras y sus ojos llenos de determinación y poderío, pude vislumbrar cuánto ha cambiado desde entonces.

Emilia está lista para brillar con todo su esplendor y estoy ansioso por presenciar las reacciones que provocará en aquellos que se encuentren con esta nueva versión mejorada de sí misma.

—Has realizado un magnífico discurso —le aseguro sin vacilar—. Solo debemos esperar hasta mañana para ver los resultados.

Ella inhala profundamente mientras yo le sirvo un vaso rebosante de agua fresca. Con gratitud palpable en sus ojos amatista, acepta el vaso entre sus delicadas manos y lo lleva a sus labios sedientos.

—Gracias —susurra emocionadamente después de beber el agua calmadamente.

Emilia me devuelve el vaso vacío como muestra simbólica del fin del momento compartido.

—¿Es realmente necesario partir tan temprano? —me cuestiona ella mientras entrega el objeto inanimado a mis cuidados.

Mi respuesta surge sin titubeos:

—Deseo explorar cada rincón de la capital y, además, Baltazar me ha informado acerca de un gremio de herreros sumamente talentosos. Quién sabe, tal vez podamos persuadirlos para que se unan a nuestra causa y aporten su valiosa destreza a nuestro lado.

Mi mayor desafío reside en la falta de mano de obra calificada. Aunque he recibido cartas provenientes de diversas regiones ofreciendo terrenos para vender, y algunos pequeños pueblos cercanos han decidido mudarse a Irlam, lo que realmente necesito son personas con habilidades especializadas. Individuos capaces de liderar a los trabajadores comunes.

—Entiendo —responde Emilia mientras clava su mirada intensamente en mis ojos. Parece querer expresar algo más, aunque sus mejillas empiezan a teñirse lentamente de un rubor nervioso— Yo... me retiraré ahora mismo. Dado que partiremos temprano, sería prudente descansar adecuadamente ¿no crees?

—Sí, descansa bien —le respondo amablemente.

Emilia cierra sus ojos delicadamente y una dulce sonrisa se dibuja en su rostro. Da media vuelta y emprende el camino hacia la puerta. Sin embargo, justo cuando su mano está a punto de posarse sobre la manija para abrirla, se detiene repentinamente. Juega distraídamente con un mechón de su cabello sin decir palabra alguna.

Justo cuando estoy por pronunciar algún comentario al respecto, ella estalla en voz alta:

—¡Yo! Eh... —Emilia da media vuelta hacia mí y parpadea varias veces mientras intenta evitar mi mirada directa— Si no te molesta... yo quiero decir...

Con un notorio rubor cubriendo sus mejillas e incapaz de mantener el contacto visual conmigo por mucho tiempo seguido, Emilia utiliza gestos animados mientras continúa hablando:

—¡Quiero dormir contigo!

—¿Eh? —exclamo, sorprendido por sus palabras.

Observo a Emilia con asombro mientras ella se da cuenta de lo que acaba de decir. Rápidamente cubre su boca y se acerca hacia mí nerviosamente. Sus ojos buscan desesperadamente cualquier punto en la habitación, mientras sus manos se mueven inquietas tratando de explicarse.

—¡No es eso! Quiero decir... —Emilia frente a mí baja tímidamente la cabeza y añade en un tono suave, lleno de ternura— Quería decírtelo cuando conversamos anteriormente, pero como nunca llegaste no pude hacerlo.

Alza la vista nuevamente, sus orejas ahora rojas y sus labios ligeramente temblorosos revelan el esfuerzo que está realizando para expresar sus sentimientos.

—Estoy un poco nerviosa y tú mencionaste que cuando duermes junto a Beatrice te sientes tranquilo —juguetean sus manos mientras intenta transmitir su último pensamiento. Cierra los ojos brevemente antes de exclamar con determinación—: ¡Así que quería probar si lo mismo ocurre cuando estoy contigo!

Sus ojos me miran con anhelo, su mirada se clava en la mía y, quizás sin darse cuenta, adquiere un matiz seductor. Se inclina hacia mí mientras sus mejillas se tiñen de un suave rubor. Sin embargo, para mi sorpresa, su expresión cambia repentinamente y una tristeza melancólica se refleja en sus ojos.

—¿No quieres? —pregunta Emilia mientras las orejas caídas hacia abajo revelan su desilusión.

—¿Acostarme contigo? —respondo con una sonrisa juguetona, intentando molestarla.

Ella cambia de posición abruptamente y me da la espalda.

—¡No es lo que crees! —exclama Emilia cubriendo su rostro con las manos.

Comprendo perfectamente por qué reacciona así. Ella entiende el significado detrás de sus palabras y todo lo que implica. A través de mis enseñanzas personales sobre educación sexual y biología detallada, ella ha adquirido una mejor comprensión de estas cuestiones.

Sin embargo, aún no le he enseñado nada acerca del romance. Creo firmemente que esto es algo que debe descubrirse más allá de meras palabras explicativas.

De cualquier manera, por precaución he compartido con ella todos los conocimientos necesarios e incluso hemos tenido conversaciones exhaustivas al respecto.

Es por eso por lo que últimamente nuestra cercanía física ha disminuido considerablemente; cada vez que nos encontramos en situaciones íntimas como esta, ella se pone nerviosa.

Es realmente tierno verla así. De alguna manera reconfortante.

Me acerco a ella, me agacho a su lado y sonrío. Aunque no se mueve, logra percibir mi presencia. Intenta mirar hacia atrás, pero al encontrarse con mi mirada, desvía rápidamente los ojos.

Posicionándome detrás de ella, susurro con calma en su oído:

—Por supuesto, podemos dormir juntos si eso es lo que te hace sentir bien.

En un instante casi mágico, una pequeña neblina parece escapar de sus orejas. Ella asiente mientras continúa en esa posición vulnerable y expectante.

—Si… gracias.

En el momento mismo de su respuesta, somos transportados a otro lugar. Al mirar a mi alrededor, veo que estamos en el laboratorio; frente a mí se encuentra una niña de cabellos dorados que me observa con pucheros mientras se acerca hacia mí.

—Coqueteando en tu habitación, supongo —comenta Beatrice con picardía, tomando mi mano.

El golpe es contundente. Emilia se levanta y contempla su entorno: lo que antes era la biblioteca perdida ahora aparece ante ella organizada y transformada. Sus ojos reflejan sorpresa ante este cambio repentino.

Después de examinar cuidadosamente el lugar, Emilia reacciona con vehemencia:

—¡No es eso! —exclama con fuerza cerrando los ojos como si quisiera bloquear las nuevas imágenes que se despliegan ante ella.

—Hmpf! Eso dices ahora, supongo —reprocha Beatrice sin perder su aire travieso.

Yo las observo a ambas con una sonrisa. Me alegra ver cómo han congeniado tan bien desde que hicimos aquel contrato especial. Especialmente me complace ver cómo Beatrice ha logrado abrirse más emocionalmente hacia otros seres humanos.

Es como si fuera un gato pequeño encontrando confianza entre extraños.

Agradecido por ese pensamiento fugaz, acaricio la cabeza de Beatrice mientras emito una breve risa llena de complicidad:

—Me alegra ver que ambas se llevan bien.

Emilia me mira sorprendida por mi respuesta y luego dirige su atención hacia Beatrice, sonriendo con alegría.

—¡Sí! Beatrice es muy linda —comenta Emilia con un puchero juguetón mientras la observa— aunque a veces puede ser malvada.

Beatrice no dice nada en respuesta, pero su expresión tranquila revela que también disfruta de la compañía de Emilia en cierta forma.

—Por supuesto, mi princesita siempre será la más hermosa —afirmo mientras acaricio el mentón de Beatrice. Es normal que le haga estos cumplidos; sin embargo, cuando lo hago delante de los demás, ella suele reaccionar de manera especial.

Ella coloca una mano sobre su pecho y exclama con alegría:

—¡Naturalmente de hecho! La Betty de Marco siempre será la más linda —afirma Beatrice con una sonrisa.

La atmósfera se llena de una dulce complicidad entre nosotros tres. En ese instante fugaz, puedo vislumbrar el vínculo único que nos une como familia elegida por el destino.

Tras ese instante efímero, Emilia curva sus labios en una sonrisa rebosante de dulzura y se acerca a Beatrice para acariciar su cabeza con ternura. La atmósfera se llena de un aire ligero y cálido, como si el nerviosismo que anteriormente embargaba a Emilia hubiera sido disipado por completo.

Beatrice, sin embargo, opta por guardar silencio ante la iniciativa de Emilia. Quizás lo hace por mí, pero deseo fervientemente que sea porque siente una conexión más íntima con ella.

—Sin duda eres maravillosa —susurra Emilia con una risita juguetona bailando en sus labios.

La anticipación del mañana pesa en el aire mientras nos preparamos para descansar y recargar nuestras energías. Con movimientos coordinados, caminamos hacia la cama envuelta en seductoras sábanas de seda.

Para evitar cualquier atisbo de incomodidad en Emilia, es decidido que Beatrice ocupará el lugar intermedio entre nosotras dos. Es la elección más sensata no solo pensando en su confort sino también considerando mi vínculo especial con Beatrice.

Emilia admira extasiada el amplio espacio remodelado que antes solía ser conocido como "la biblioteca prohibida". Sus ojos se detienen cautivados por los detalles exquisitos y las mejoras realizadas mientras se acomoda grácilmente al borde de la cama.

—Ahora lleva consigo un nombre nuevo: laboratorio de ingeniería —corrige Beatrice con ímpetu e incontenible orgullo.

Yo me reclino sobre mi lado de la cama, observando con deleite cómo Beatrice se acomoda entre nosotros dos. Pareciera que somos una familia unida por un vínculo indestructible. Sin lugar a duda, fue una decisión acertada haber tomado este rumbo en nuestras vidas.

—Es verdad... —susurro yo en respuesta al comentario de Emilia—. Es maravillosa.

Beatrice mira fijamente a Emilia con una ternura profunda y genuina, pero rápidamente aparta su mirada para ocultar sus emociones tras el velo protector de su cabello oscuro.

—Beatrice ha cambiado muuucho—expresa Emilia con voz queda y comprensiva—. Solo te pido que no la consientas demasiado, Marco...

Las palabras reverberan en mis oídos mientras analizo las implicaciones detrás de ellas. ¿Quién soy yo para decidir los límites del afecto y la atención hacia Beatrice? Pero antes de poder responder, Beatrice irrumpe enérgicamente en la conversación tomando posesión de mi brazo.

—¿¡Y quién demonios crees ser tú para sugerir algo así!? —exclama ella desafiante mientras me aferra con fuerza— ¡Mi contratista tiene el deber ineludible de satisfacer todos mis deseos!

Ciertamente, no tengo ni un ápice de arrepentimiento por las decisiones que he tomado hasta ahora.

—Bueno... hay ocasiones en las que simplemente no puedo resistirme —confieso con una sonrisa cargada de encanto y sinceridad—. Beatrice es tan adorable que mi corazón se rinde ante su encanto.

Beatrice aprieta aún más su agarre en mi brazo, dejando claro que no tolerará ninguna interferencia en nuestro vínculo especial. Emilia sonríe con alegría y la luz de la habitación se desvanece lentamente hasta que solo queda la penumbra envolviéndonos por completo.

Un momento cálido, una tregua en medio de la tormenta que precede nuestra partida hacia la capital. Mi esperanza es que Emilia haya encontrado algo de calma y alivio, pues sé que sus hombros soportan una pesada carga.

—Gracias a ambos, de verdad... los quiero muuuchísimo —susurra Emilia con voz somnolienta antes de sumergirse en un sueño profundo.

Me sorprende lo rápido que logra entregarse al sueño. Sin más opción que seguir su ejemplo, cierro mis ojos y abrazo a Beatrice con ternura mientras anhelo fervientemente que el nuevo día nos traiga experiencias inéditas y permita que nuestros preparativos se desenvuelvan sin contratiempos.

—Descansa, mi querida princesa —susurro quedamente mientras acaricio su cabello sedoso—. Que tus sueños estén llenos de paz y dicha.

Beatrice coloca mi brazo protectoramente alrededor de ella misma y se recuesta sobre mi pecho. Su calor reconfortante me envuelve como un manto tranquilizador en medio del silencio nocturno.

No obstante, nuestro sosiego se ve interrumpido por un murmullo apenas perceptible proveniente de los labios dormidos de Emilia.

«Puck... madre fortuna», balbucea ella entre sueños con cierta vacilación.

Aun cuando exhibe una fachada fuerte ante el mundo exterior, puedo intuir la soledad interna que debe afligir a Emilia. Ha resistido con valentía todos los embates lanzados por el destino, demostrando así su capacidad para superarse a sí misma una y otra vez.

De repente, Beatrice se aparta de mis brazos y se inclina hacia Emilia. Tomando su mano delicadamente en la suya, ilumina mi corazón con un resplandor inesperado incluso en medio de la oscuridad reinante.

En cierta medida, ella comprende lo que Emilia siente y actúa como un bálsamo reconfortante para mi alma.

Los susurros de Emilia cesan gradualmente y encuentran paz mientras duerme plácidamente.

La respiración serena de Emilia es indicio seguro de que está teniendo dulces sueños. Sin lugar a duda, Beatrice es algo extraordinario.

—Eres realmente hermosa… Betty —susurro quedamente antes de dejarme llevar por el abrazo del sueño.

En ese momento efímero envuelto en amor y ternura, nos sumergimos juntos en los misterios del reino onírico donde nuestros deseos más profundos encuentran refugio hasta el amanecer dorado que nos espera al despertar.


Capítulo 2

La capital de Lugunica.

Al abrir mis ojos, me encuentro con el delicado rostro de Emilia. Sus largas pestañas plateadas enmarcan su piel tersa y suave mientras su respiración lenta acompaña la serenidad matutina. Es una vista magnífica que nutre mis ojos al despertar.

Para mi sorpresa, Emilia ha colocado su brazo sobre mí, envolviéndome en un abrazo afectuoso mientras Beatrice permanece entre nosotros dos. Si alguien nos viera en este instante, bien podrían pensar que somos una pareja inseparable.

Sonrío ante la ocurrencia y luego de admirar por unos segundos esta situación peculiar, acaricio con delicadeza la mejilla de Emilia.

Bajo mis caricias tiernas, sus párpados se agitan y ella comienza a abrir lentamente sus ojos como si emergiera de un profundo sueño.

Mantengo mi sonrisa radiante mientras ella despierta poco a poco. En un momento determinado parece percatarse de mi presencia porque sus ojos se abren con fuerza e intensidad, buscando encontrarme allí mismo frente a ella.

Antes de que Emilia pueda pronunciar palabra alguna, pongo mi dedo índice sobre sus labios, señalando algo debajo de ella. Curiosa, Emilia dirige su mirada hacia abajo y descubre a Beatrice abrazándola con ternura.

En ese mismo instante, una lágrima escapa de los ojos de Emilia, una sola lágrima cargada de sentimientos profundos.

Emilia retira su brazo cuidadosamente de mi cuerpo y envuelve a Beatrice en un abrazo cálido. La luz comienza a intensificarse gradualmente, permitiéndome contemplar claramente esta hermosa imagen bañada por la plenitud del día.

—Parecen hermanas —comento emocionado—. Estabas hablando mientras dormías y Beatrice decidió acercarse para calmarte.

Una sonrisa ilumina el rostro de Emilia al comprender los motivos detrás del gesto amoroso de Beatrice. Ella acaricia con dulzura la cabeza de Beatrice, quien empieza a despertar bajo esas caricias afectuosas.

Beatrice levanta su cabeza para encontrarse con la mirada radiante de Emilia. Esta última sonríe con cariño y felicidad genuina al verla despierta.

—Buenos días —saluda Emilia en voz baja pero llena de calidez.

Al percatarse del estado consciente en el que se encuentra ahora Emilia, Beatrice se ruboriza levemente y libera su agarre antes volverse hacia mí dándole la espalda.

—Buenos días... supongo —responde tímidamente entre murmullos apenas audibles.

Supongo que de alguna manera han estrechado lazos y se han vuelto más cercanas. Espero en el futuro que Beatrice se abra aún más hacia Emilia, para que ambas puedan compartir una conexión más profunda.

—Buenos días a ambas. Veo que han descansado bien —comento mientras asentimos y salimos de la cama.

Yo me estiro ligeramente para despertarme por completo, mientras observo cómo Emilia permanece absorta en sus pensamientos, probablemente todavía somnolienta.

De repente, Emilia dirige su mirada hacia Beatrice y toma sus manos sorprendiéndola con esta inesperada propuesta.

—¡Tomemos un baño juntas! —exclama Emilia emocionada ante la desconcertante expresión de Beatrice.

—¿Qué...? —balbucea Beatrice sin poder articular respuesta alguna ante el arrebato entusiasta de Emilia. Los ojos de esta última brillan como estrellas fugaces, mientras Beatrice queda envuelta en la iniciativa impulsiva e irresistible de Emilia.

Beatrice me mira con cierta incredulidad, pero yo simplemente encojo los hombros resignado. No hay nada que pueda hacer para detener la determinación de Emilia.

—¡Sí! ¡Ven! —exclama Emilia mientras jala a Beatrice hacia la puerta— Jeje, tomaré un baño con la adorable Betty.

—¿Cómo me llamaste, de hecho? —intenta oponerse Beatrice, pero es prácticamente arrastrada por la emoción y el entusiasmo desbordante de Emilia.

Emilia se detiene y fija su mirada en Beatrice. Luego entreabre los labios y entrecierra los ojos, realzando aún más su belleza con cada gesto. Su voz resuena llena de emociones profundas cuando responde con una sonrisa celestial que nos deja a ambos sorprendidos.

—Betty, el dulce espíritu con un corazón muuuy hermoso.

Ambas salen de la habitación dejándome solo ante el eco residual de ese momento mágico. Camino hacia un cajón y saco las vestimentas usadas durante nuestro culto. Deseaba investigarlas más a fondo, pero si clonarlas resulta imposible por ahora, lo mejor será darles un buen uso en otra forma.

Pasadas unas horas me encuentro parado sobre una plataforma frente a mis soldados. Todos ellos me observan expectantes, sus miradas rebosan determinación y aunque han trabajado arduamente como nunca, puedo percibir vida palpable en cada uno de ellos.

—¡Soldados! Como bien saben hoy es el día en que las candidatas al trono de Lugunica harán su presentación. Por esta razón, nos dirigiremos hacia la capital. Sin embargo, desconocemos los peligros que podrían acecharnos en el camino, por lo tanto, seleccionaremos a aquellos que sean más aptos para acompañarnos en este viaje hacia Lugunica.

Cada escuadrón ha sido asignado un número. No soy hábil con los nombres y aprovecho esta oportunidad para establecer un mayor orden dentro de nuestras filas, así tendré claro qué grupo corresponde a cada uno. Aunque cada escuadrón tiene ciertos apodos característicos propios de sus integrantes.

Todos miran con sorpresa e impaciencia mientras esperan mis palabras, algunos mantienen expresiones neutras, pero todos están llenos de determinación.

Una vez finalizada la selección, todos me observan con seriedad y compromiso.

—¡Eso es todo! —exclamo con fuerza haciendo que todos realicen un saludo militar al unísono.

—¡Sí mi general! —responden al instante todos ellos como una sola voz.

La elección del capitán Lucas como líder del escuadrón fue bastante sencilla debido a su dedicación sin igual y habilidades excepcionales

Aparte de ser un hombre serio, el escuadrón liderado por Lucas es el más equilibrado en cuanto a habilidades, complementando sus debilidades entre sí. Lucas es un individuo dotado de grandes destrezas y aunque puede mostrar cierta sensibilidad en ocasiones, generalmente mantiene su fortaleza inquebrantable.

—Las personas seleccionadas deben presentarse en una hora en la mansión del señor Roswaal L Mathers —anuncio extendiendo mi brazo para dar órdenes— ¡Rompan filas!

Me dirijo hacia mi oficina donde encuentro a Otto trabajando junto a Rem. Ambos parecen llevarse cada vez mejor; Otto ha experimentado un notable crecimiento bajo la tutela de Rem y ella, a su vez, le ha ayudado a suplir sus deficiencias.

—Vengan los dos un momento —les llamo. Se colocan frente a mí y saco uno de los dispositivos de comunicación de mi chaqueta. Rem extiende las manos para recibirlo con curiosidad evidente.

—Este dispositivo nos ayudará a mantenernos comunicados mientras esté fuera —explico detalladamente— Es necesario que lo utilicemos.

Rem me mira sorprendida.

—¿Yo no iré contigo?

Niego con la cabeza instantáneamente.

—La situación administrativa no está muy estable y necesito que ambos se queden aquí para apoyar al pueblo. Dado que Roswaal no está presente, alguien debe encargarse de manejar todo el asunto desde aquí.

Comprende rápidamente y asiente comprensiva.

Otto parece notar la tensión incómoda e intenta hacer algún comentario ligero:

—En cualquier caso, con una candidata al trono tendremos mucho trabajo —hace una pose extraña que llama la atención de ambos—. Y qué mejor manera de trabajar al máximo.

En ese preciso instante, Alsten irrumpe en la habitación. Por unos segundos, su mirada se posa en Otto, quien permanece en su peculiar postura.

—General, vine como me solicitó —Alsten ignora a Otto y se acerca hacia mí.

Otto inclina la cabeza y reflexiona sobre lo que acaba de hacer, mientras Rem esboza una pequeña sonrisa fugaz y se dirige a su escritorio. Observo a Alsten mientras le entrego el dispositivo y le explico su funcionamiento y propósito.

—¡Entendido! —exclama Alsten con determinación— Las carrozas y las armas están preparadas y revisadas minuciosamente.

Con eso, los preparativos están completos, aunque aún falta algo. Mi mirada se posa en una elegante caja de madera negra que descansa sobre mi escritorio. En su interior hay un pequeño regalo destinado a nuestra valiosa socia comercial.

Un preludio al inicio de nuestra colaboración.

Después de una hora, me encuentro frente al escuadrón en la mansión. Todos visten sus uniformes con determinación mientras me observan fijamente. Este es un escuadrón formado por individuos altamente cualificados, dotados de habilidades notables.

—Nuestra misión principal será recopilar información del pueblo —les digo seriamente— Necesito que estén atentos y preparados para cualquier situación imprevista.

Las miradas del escuadrón no muestran vacilación alguna, excepto Lucas. Los soldados poseen cualidades únicas cada uno a su manera. Siendo Lucas el capitán, todos están bajo mi mando en esta élite militar; sin embargo, decidí no seleccionar solo capitanes para este grupo especializado.

Lessed es un hombre corpulento con músculos prominentes, cabello corto morado oscuro e impresionante altura; destaca por sus habilidades físicas excepcionales y resistencia inquebrantable. Por otro lado, Bert es uno de los capitanes asignados al escuadrón, pero decidí incluirlo debido a que este grupo representa una nueva fuerza y requiere lo mejor de nuestro ejército.

Arne, un mago especializado en el elemento tierra que se postuló para formar parte del ejército, posee habilidades diversas y aprovecha su dominio de la magia para obtener ventajas tácticas.

—¡Sí, mi general! —responden al unísono con determinación.

Entrego el metía a Lucas y el escuadrón se dirige hacia las carrozas preparadas. Dado que somos más numerosos esta vez, necesitamos dos carrozas para cumplir con nuestra misión. En una viajarán Emilia, Roswaal, Ram, Beatrice y yo; mientras que en la otra irá el escuadrón.

Emilia y Beatrice conversan animadamente mientras suben a la carroza. Por otro lado, Roswaal y Ram abordan sin decir apenas palabra alguna.

—¡Vamos! —exclama Emilia invitándome a entrar.

Con paso firme me uno a ellos en la carroza e iniciamos nuestro viaje lleno de incertidumbre hacia lo desconocido.

El momento de emerger a la luz ha llegado, y ahora debemos convertirnos en una fuerza imparable. Justo antes de subir a la carroza, mi mirada se desvía hacia la mansión donde veo a Luan observando desde una ventana. Le sonrío y me despido con un gesto, deseándole un buen día.

Una vez que tomo asiento, partimos rumbo a la capital. Los preparativos están completos y esta vez todo saldrá sin contratiempos. Las medidas contra la ballena han sido tomadas; solo necesito hablar con Alsten si es necesario.

Además, Rem también está en Irlam, así que todo estará bien.

Mi prioridad ahora es conocer al gremio de herreros recomendados por Baltazar y reclutarlos. Una vez que los tengamos a bordo, podremos contratar personas de pueblos cercanos para transportarlas hasta Irlam.

Si todo sale según lo planeado, Lugunica tendrá un nuevo competidor en su industria.

Observo el paisaje por la ventanilla mientras viajamos. Cada vez que atravieso este mundo no puedo evitar pensar en su naturaleza plana: cómo funciona el viento o cómo actúa la gravedad aquí. Debe haber algo más regulando todo esto; aunque algunos crean que es Odd laguna, yo siento que hay algo más profundo.

Al ser un mundo plano, si me elevo lo suficiente debería poder ver los límites del horizonte; sin embargo, cuando intenté hacerlo con Beatrice no vi nada más allá. En ese fugaz instante diviso algo fuera de lo común por la ventana.

—¡Detén las carrozas! —exclamo con determinación.

Las carrozas se detienen y bajo rápidamente. Camino unos pasos hasta encontrarme frente a una planta peculiar. Esta planta tiene un tallo alto y erguido, que alcanza hasta dos metros de altura.

Sus hojas son grandes, ovaladas e intensamente verdes. Se disponen en forma de roseta alrededor del tallo, creando una apariencia densa y frondosa.

Ignoro las palabras de los demás mientras contemplo la planta con asombro.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Emilia sorprendida.

—¡Está loco! Siempre lo supe —añade Ram con desdén.

Esta planta es sin duda alguna...

—Tabaco —susurro sorprendido.

La existencia de plantas de tabaco en este mundo me ha tomado completamente por sorpresa. El tabaco, cultivado principalmente por su contenido de nicotina, posee efectos tanto relajantes como adictivos.

Este descubrimiento podría abrir un nuevo y prometedor mercado, algo distinto a las pipas que se usan comúnmente en esta época y que solo contienen hierbas de olor.

—¿A qué distancia nos encontramos del pueblo? —pregunto al conductor con curiosidad.

—No estamos muy lejos, aproximadamente a una hora de distancia —responde él.

El proceso para elaborar el tabaco no es particularmente complejo; implica secar las hojas, fermentarlas y repetir el proceso de secado. Sin embargo, desconozco cómo podrían afectar a la salud humana.

—Mis disculpas por mi reacción anterior —me inclino en señal de disculpa antes de volver a subir a la carroza.

Una vez dentro, todos me miran expectantes buscando una explicación; incluso Roswaal parece intrigado por mi comportamiento inusual.

—En mi mundo, estas plantas son utilizadas para relajar la mente y calmar el cuerpo. Son ampliamente conocidas y su presencia aquí me sorprendió enormemente.

Tras explicarles cómo se procesa el tabaco y sus diversos usos, las miradas acusatorias cesan. Solo Beatrice permanece tranquila e imperturbable; sin duda alguna ella es un ser angelical.

Mientras pasamos el tiempo viajando hacia nuestro destino final, continúo observando por la ventana mientras organizo mis pensamientos.

—Llegaremos justo a tiempo para presenciar el inicio de las elecciones. Mañana tendremos que reunirnos con los herreros —miro el reloj, indicando que quedan pocas horas para el medio día.

—De hecho, Betty quiere comprar algunos libros —me mira con anhelo mientras sostiene mi brazo.

A Beatrice siempre le ha encantado la lectura; los libros de su madre eran todos obras de investigación y antiguas historias. Estoy interesado en adquirir algunas novelas para sumergirme en la literatura de este lugar. Por supuesto, mi prioridad son los libros relacionados con la magia.

—Yo también deseo comprar más libros. Podemos ir al atardecer —respondo mientras acaricio su cabeza cariñosamente.

Finalmente llegamos a la capital y puedo percibir desde lejos el bullicio y movimiento constante del lugar. Las casas y todo lo que nos rodea irradian vida, justificando plenamente su título como capital. Sin duda alguna, este frenesí se debe principalmente a las elecciones que están por comenzar.

Continuamos avanzando hasta llegar a la magnífica residencia que Roswaal posee en la capital. Situada cerca del imponente castillo principal, esta casa es un verdadero tesoro de belleza y amplitud. No cabe duda de que Roswaal es extraordinariamente rico en todos los aspectos materiales.

El castillo principal se alza majestuosamente ante nuestros ojos desde aquí. Aunque atacar la capital sería una empresa sumamente difícil, también parece sencillo debido a su ubicación estratégica. Sin embargo, me pregunto qué medidas de protección habrán implementado para salvaguardarla.

—Debemos llegar lo más pronto posible —Roswaal me mira fijamente, transmitiéndome sus palabras con determinación.

Mi tarea será analizar posibles cultistas y miembros infectados por el miasma, así como evaluar la situación interna por mi cuenta. El único problema radica en que no pertenezco a la nobleza; por ende, mis interacciones pueden verse limitadas.

Observo a mis soldados mientras esperan ansiosos instrucciones.

—Ustedes se encargarán de recopilar información importante —les digo con firmeza—. Necesito que consulten con los mercaderes acerca de los tipos de productos ingresados recientemente y cuáles son las producciones más demandadas.

Dado que no somos una fuerza reconocida oficialmente, resulta imposible para mis hombres ingresar directamente al lugar. Solo aquellos formalmente invitados junto con sus sirvientes tienen acceso permitido.

—¡Entendido, mi general! —responden al unísono con determinación en sus rostros.

Roswaal se aproxima hacia mí y me susurra solemnemente:

—He obtenido un permiso para que estas personas ingresen.

No es sorprendente que Roswaal haya conseguido tal autorización, considerando su influencia. Sin embargo, lo desconcertante radica en el hecho de que yo nunca solicité dicho permiso. Es probable que se trate de una trampa.

—¿Es realmente necesario su ingreso? —pregunto con cautela mientras busco desesperadamente una excusa adecuada.

—Obtener información comercial será más sencillo a través de algunos conocidos comerciantes —responde Roswaal con convicción—. Sin duda alguna, lo más importante es que ellos sean reconocidos y puedan establecer contactos.

Mi mente trabaja frenéticamente para encontrar la mejor manera de abordar esta situación llena de incertidumbre.

Sus palabras revelan una verdad irrefutable, y sin embargo, Roswaal no es la clase de hombre que actúa movido por el deseo de ayudar. De cualquier manera, al adentrarnos en este lugar, sabía que nuestros rifles saldrían a la luz.

El verdadero problema radica en el riesgo de que intenten robarnos nuestras armas. En ese sentido, estar aquí resulta incluso más seguro.

—Entendido. Gracias por tu ayuda —le digo a Roswaal mientras se dirige a hablar con los sirvientes del lugar.

Mi atención vuelve entonces hacia mis soldados.

—Cambiamos de planes —les anuncio con firmeza—. El señor Roswaal L Mathers nos ha concedido permiso para ingresar al castillo; debemos demostrar de qué estamos hechos.

Mis palabras resuenan con fuerza y todos sienten una oleada de emoción recorrer sus cuerpos. Probablemente nunca imaginaron tener la oportunidad de poner un pie dentro del castillo principal de la capital, pero ahora eso es completamente posible.

Roswaal decide cambiar las carrozas por otras más elegantes en apariencia, con diseños formales, pero no excesivamente ostentosos.

Sin decir más, partimos rumbo al castillo y nos toma menos de diez minutos ingresar a él. El lugar es indudablemente hermoso: estatuas adornan su interior y varias fuentes están distribuidas estratégicamente.

Al bajar del carruaje se puede percibir inmediatamente la magnificencia del lugar; comparado con esta fortaleza imponente, incluso la mansión de Roswaal palidece en tamaño.

Varios caballeros vigilan atentamente mientras nobles van y vienen de un lado a otro. Los sirvientes se distinguen fácilmente por su vestimenta, que sigue el mismo estilo utilizado por Roswaal. Yo decido mantenerme con mi uniforme militar para dejar en claro que fue el ejército de Irlam quien triunfó, no solo yo.

Emilia también lleva puesta la elegante indumentaria militar hecha por Rem, que le otorga una apariencia seria y formal. Lo único diferente es su peinado, cuidadosamente elaborado por Rem para resaltar sus características orejas y ojos.

Comenzamos a caminar y todas las miradas se posan sobre nosotros; está claro que la atención se centra en Emilia. Sin embargo, todos mantenemos una expresión neutra. Una vez dentro del gran pasillo del castillo, las miradas se vuelven más intensas.

Susurros acompañan las miradas desagradables dirigidas hacia nosotros.

No puedo ver el rostro de Emilia, ya que debo permanecer detrás de ella, pero su postura no ha cambiado. Camina con firmeza mientras nos dirigimos hacia la recepción donde dará inicio formalmente al proceso electoral.

La sala de recepción resulta un espacio angosto en comparación con los amplios pasillos del castillo. Los cuadros y las obras de arte que adornan las paredes son sofisticados, con un estilo detallado y realista que trasciende lo abstracto.

Mis soldados no pueden ingresar, por lo que se mantienen afuera del lugar. Se colocan a ambos lados del pasillo, listos para actuar si algo ocurre fuera de la sala. Roswaal habla con el caballero apostado en la puerta, quien me mira antes de abrir paso.

Antes de cruzar el umbral, Emilia se acerca a mí con una mirada ligeramente nerviosa.

—¿Podrías estar detrás mío durante todo este tiempo? —me pregunta mientras sus manos se mueven inquietas.

Comprendo su deseo de sentirse tranquila en esta situación tan tensa; sin embargo, no puedo comportarme como desearía. Ella lo sabe bien, pero quizás solo buscaba oírlo decirlo.

Coloco mi mano izquierda sobre mi pecho y tomo su mano derecha con la mía. La miro directamente a los ojos mientras ella fija su mirada en mí.

—Lamentablemente no puedo cumplir tu solicitud —respondo solemnemente— Estoy dispuesto a recibir cualquier castigo posteriormente. Ahora es momento para que brilles e ilumines a todos con tu gracia y belleza incomparables. Sé que serás impecable en tu desempeño, pues posees una voluntad y una fortaleza superiores a las de cualquier otro.

Mis soldados siguen mis palabras alzando su saludo militar hacia Emilia y expresando con determinación:

—Señorita Emilia, el ejército y el pueblo de Irlam le deseamos éxito en su presentación.

—Haz lo mejor que puedas, supongo —añade Beatrice.

Emilia mira sorprendida a todos los presentes. Sus manos dejan de temblar y una sonrisa confiada se dibuja en su rostro.

—¡Sí! Gracias a todos.

Emilia da media vuelta y se dirige hacia su posición. Roswaal la acompaña hasta llegar allí. Todas las miradas convergen en ella; algunas están teñidas de desprecio mientras susurros apenas audibles llenan el aire. Algunos caballeros lanzan miradas desdeñosas mientras los nobles muestran expresiones cargadas de profundo desdén.

Emilia mantiene su sonrisa, caminando con seguridad mientras Roswaal la acompaña.

Enfrente se encuentran Crusch y Anastasia, quienes mantienen sus espaldas rectas en cumplimiento del protocolo. Me dirijo hacia donde están los caballeros y me topo con Reinhard. Al verme, él sonríe y hace señas para que me una a ellos.

Lleno de confianza camino junto a Beatrice hacia el grupo de caballeros, captando la atención inmediata de Félix, quien es el primero en saludar.

—¡Marco! ¡Hola! —exclama Félix con alegría, luego dirige su mirada hacia Beatrice— ¿Quién es esta adorable niña que has traído contigo Marco

Félix abre los ojos sorprendido y se coloca detrás de mí.

—¿Es tu hija? —pregunta antes incluso de darme tiempo para responder.

Sin embargo, Reinhard mira a Beatrice con asombro y se inclina ligeramente como muestra de respeto.

—Usted debe ser un gran espíritu ¿verdad? Disculpe mi atrevimiento —dice Reinhard con respeto.

Beatrice observa a Reinhard molesta, probablemente porque siente cómo él absorbe toda la energía mágica del ambiente, aunque solo esté parado allí.

—Desde luego que lo soy —responde Beatrice airadamente.

Félix reacciona rápidamente ante las palabras de Beatrice y le sonríe.

—¡Nya! ¿Qué hace Marco con un gran espíritu?

Beatrice sostiene mi mano firmemente mientras responde:

—No tengo por qué responder esa pregunta supongo.

Yo sonrío y les explico tanto a Félix como a Reinhard que he hecho un contrato recientemente con Beatrice. Reinhard menciona que Beatrice tiene renombre entre los nobles, ya que varios han intentado hacer contratos con ella.

—Eso explicaría algunas miradas —murmuro mientras dirijo mi mirada hacia la sección de nobles en la parte superior del salón, donde varios desvían su contacto visual conmigo.

Desde el principio noté ciertas miradas dirigidas hacia mí y pensé que era por ser alguien desconocido, pero parece que es a causa de Beatrice.

—De cualquier manera, me alegra verlos bien a ambos —comento sonriendo.

Félix nos observa a ambos con una sonrisa, aprovechando el momento en que todos se organizan.

—La señorita Crusch dijo que vendrías, pero no pensé que estarías aquí —comenta Félix curioso.

Reinhard mira de reojo a Beatrice mientras pregunta:

—¿Ustedes ya se conocían?

Félix dirige su mirada hacia Reinhard y responde sin dudar:

—Marco y la señorita Crusch tienen contratos comerciales, por lo que hay ocasiones en las que nos vemos ¡Nya! Aunque han sido pocas veces.

Yo miro a Reinhard para añadir algo sin decir mucho.

—Cuando esto acabe podemos hablar con calma.

Reinhard asiente y ambos nos ponemos en posición. Delante de él se posiciona un caballero de cabello morado, cuyo porte elegante y apariencia sofisticada lo hacen parecer la imagen misma del caballero ideal.

El caballero gira hacia nosotros y parece sorprenderse al vernos, inclinándose inmediatamente hacia Beatrice. Ella muestra sorpresa ante este gesto, pero no puede apartar sus ojos de Julius, quien le devuelve una confiada sonrisa.

—Es un enorme placer tener la compañía de un gran espíritu —dice Julius con un tono serio y calmado.

La actitud segura de Julius sorprende a algunas personas presentes, aunque debido al mal momento actual solo hace ese breve saludo. Beatrice parece quedarse sin aliento probablemente debido a la bendición divina que posee Julius.

En ese mismo instante, las puertas vuelven a abrirse para dar paso a la siguiente candidata al trono. Priscilla Barielle, con su largo cabello rubio rojizo brillando como el sol mismo, fluye desde una sola horquilla antes de caer por su espalda.

Sus ojos carmesí tienen un destello de determinación que traiciona su personalidad dominante. Su piel es pálida y blanca, y sus labios ligeramente rosados.

Ella camina con gracia sin desviar la mirada, irradiando un aura de confianza mientras se acerca a tomar su posición. Su vestido aristocrático negro y rojo es lujoso, con mangas envolventes caídas de los hombros y una falda roja hasta los tobillos con amplio dobladillo.

Lleva un enaguas negro, una gran cinta negra con rayas rojas alrededor de su cintura y un adorno adornado con flores negras bordadas en joyas esmeralda que decora el lado opuesto.

Una vez posicionada, todos comienzan a acomodarse para dar inicio al evento.

Su vestido también es sin espalda y embellecido con varias esmeraldas sujetadas a la falda. Es un diseñó usado por la realeza de Vollachia, por lo que su diseño es demasiado elegante e imponente.

Detrás de Félix se alza su caballero, cuya corpulencia robusta y musculatura abultada le otorgan una presencia imponente. Mi mirada es inmediatamente atraída hacia su brazo izquierdo, incompleto desde el antebrazo hacia abajo, envuelto en vendajes que ocultan el muñón donde solía estar. Varias cicatrices dispersas adornan su cuerpo, incluyendo un par de marcas en forma de garras sobre su antebrazo derecho. Su aspecto descuidado, con ropa desaliñada y piernas sin afeitar mientras calza sandalias, lo confunden con un bandido o algún otro ser marginal.

Indudablemente, su apariencia contrasta fuertemente con la de su ama, Priscilla Barielle.

Una vez han llegado todos nosotros al consejo de sabios realiza su entrada solemne. Hombres ancianos avanzan hacia sus asientos; son quienes administran Lugunica en ausencia del rey.

Mientras caminan lentamente uno de ellos aparta momentáneamente la mirada para posarla sobre mí antes de continuar camino a Beatrice. No había previsto que mi compañera atrajera tanta atención negativa.

Finalmente, cuando todos están sentados frente a nosotros, el jefe supremo del caballero Marcos Gildark toma una postura seria y dirige sus ojos hacia las candidatas mientras comienza a narrar:

—Desde hace mucho tiempo —explica él— los miembros de la familia real han estado ocultando...

Pero Anastasia interrumpe bruscamente con tonalidad arrogante e impaciente:

—Espera un momento —interrumpe ella—. Entiendo que quieras hacer un espectáculo o algo parecido, pero soy una persona muy ocupada —dirige su mirada hacia Gildark mientras agita su mano con impaciencia—. Como dicen en Kararagi, el tiempo es dinero. No veo la necesidad de añadir estas narraciones que no aportan nada al final del día. Tengo muchas cosas por hacer y lo último que quiero es desperdiciar mi tiempo.

Crusch se encoge de hombros ante las palabras de Anastasia, pero luego habla con seriedad:

—Estoy de acuerdo con ella.

Gildark cuestiona si alguien como ella debería expresarse así, pero Crusch refuta argumentando la importancia clara de las tradiciones y formalidades.

—El tiempo de todos los presentes es limitado —añade, haciendo que Anastasia mire hacia ella en aprobación.

El motivo de la prisa de Crusch se revela como los preparativos para la aparición de la ballena, y sus últimas palabras confirman mis peores sospechas.

La ballena está por hacer su entrada.

—Sería prudente que nos informemos inmediatamente sobre esto, ya que estamos aquí —concluye ella, provocando que uno de los sabios tome la palabra.

Un hombre mayor con una frondosa barba bien cuidada y cabello completamente blanco, junto con las arrugas evidentes en su rostro denotan su avanzada edad.

—Señorita Crusch, ¿acaso sabe usted por qué estamos aquí?

Crusch sonríe orgullosa mientras asiente afirmativamente.

—Es una fiesta. De esta manera, aunque seamos rivales, podremos entablar relaciones —responde ella con seguridad.

La verdad es que no sé qué pensar al respecto. Es imposible creer que ella no esté al tanto del verdadero propósito del evento. Su respuesta resulta inaudita; supongo que debe tener otras intenciones ocultas bajo esa fachada amigable.

El gran sabio rechaza inmediatamente su explicación y dirige su mirada hacia Félix. Nuestros ojos se encuentran durante un breve instante y yo le dedico una pequeña sonrisa mientras él espera a recibir instrucciones para dar explicaciones.

Félix explica el asunto rápidamente y Crusch se disculpa apresuradamente; sin embargo, Anastasia no permite lugar a ninguna conciliación posible.

Su necedad solo ha logrado desperdiciar más tiempo del necesario.

—¡Disculpen! Puede ser que te arrepientas ahora mismo, pero yo no me arrepiento de mis palabras —dirige su mirada hacia Emilia y Priscilla—. ¿No es una pérdida de tiempo, acaso?

Emilia permanece en silencio, manteniendo la mirada al frente. No hay necesidad alguna de agregar algo más cuando las personas a tu alrededor están envueltas en discusiones.

El silencio es la mejor respuesta posible.

Priscilla, por su parte, habla con un tono austero y confiado:

—Que continúe, después de todo insistirán en explicar sus razones —sin dirigir su mirada hacia nadie en particular, añade—. Continúa Gildark

Gildark prosigue y explica el motivo principal de nuestra reunión. En la Piedra del Dragón se ha inscrito una nueva profecía que dicta que deben reunirse cinco sacerdotisas elegidas por la Marca del Dragón.

Una vez seleccionadas serán las candidatas para ascender al trono de Lugunica.

En ese instante, la sala se llena de confusión debido a que solo hay cuatro candidatas presentes.

—¡Caballero Reinhard Van Astrea! ¡Al frente! —exclama Gildark, haciendo que Reinhard cambie su expresión a una mirada confiada. Este camina con determinación hacia el frente, reclamando la atención de todos. De un momento a otro, se arrodilla sobre una pierna, coloca su mano en su pecho y vocifera con seguridad:

—Honorables miembros del consejo de sabios, yo… Reinhard Van Astrea, miembro de los caballeros imperiales anuncio el cumplimiento de mi misión.

Levantándose con elegancia y firmeza, añade:

—La quinta y última sacerdotisa del dragón, y candidata al trono —tras una pausa dramática exclama—: ¡Ha sido encontrada!

Las personas presentes se sorprenden ante las palabras de Reinhard; sin embargo, antes de que puedan reaccionar por completo a la noticia reveladora, la puerta principal comienza a abrirse lentamente.

Desde allí emerge una niña radiante. Su cabello dorado brilla como si estuviera hecho de hilos hechos de oro mismo mientras camina con gracia vestida en un hermoso vestido amarillo adornado con mangas blancas delicadas que envuelven sus manos pequeñas y botas impecables. Un moño naranja adorna el centro perfecto de su cabeza.

Detrás de ella caminan sus sirvientes con igual gracia, pero se detienen repentinamente cuando llegan a mitad del camino hacia donde está ella parada en todo su esplendor noble.

Vestida, así como lo está ahora parece más digna e ilustre que nunca anteriormente había parecido ser. Aunque, por supuesto, nadie más que yo sabe la verdad: ella es efectivamente una noble y miembro de la familia real, lo cual probablemente le da a criterio del dragón mayores posibilidades de ser elegida sucesora.

Ella camina con una sonrisa radiante en su rostro mientras se acerca al frente. A diferencia de antes, esta vez Rom está a su lado. Supongo que él ha sido quien la ha instado a participar en las elecciones de alguna manera.

Reinhard se aparta para cederle el lugar principal a Felt. Ella me mira fugazmente y en ese mismo instante nota mi presencia entre la multitud expectante. Yo le devuelvo una sonrisa y trato de hacer un saludo discreto; sin embargo, ella se acerca rápidamente con una sonrisa amplia dibujada en sus labios:

—¡Hermanito! —exclama Felt mientras se posiciona enfrente mío— ¿Qué haces aquí? Me alegra ver que estás bien.

Intento decir algo, pero antes de poder formular palabras coherentes, ella dirige su atención hacia Beatrice y sin pensarlo dos veces pone su mano sobre la cabeza de Beatrice mientras bromea despreocupadamente con tono jovial

—Veo que no perdiste el tiempo, hermanito... Tienes una hijita muy linda aquí contigo.

Beatrice retira suavemente la mano de Felt, sin decir una palabra pero con una sonrisa tímida en sus labios. En ese momento, Gildark interviene con tono neutro:

—Señorita, si ha terminado de hablar con sus antiguas amistades, por favor acérquese.

—¡Sí! ¡Sí! Una formalidad tras otra —responde Felt mientras camina ligeramente molesta.

Observo a Beatrice sorprendido por su reacción, pero ella continúa luciendo esa dulce sonrisa.

—Jejeje —susurra Beatrice alegre.

Quién diría que Felt caería bien ante los ojos de Beatrice. Bueno, al menos verla feliz me reconforta el corazón.

Felt se coloca junto a Emilia y extiende su mano hacia adelante. Reinhard toma la insignia entre sus manos y la posiciona cuidadosamente en la palma extendida de Felt, haciendo que esta brille intensamente.

—Antes que nada, es importante mostrar esto —dice Reinhard mientras todos observan atentos—. Como pueden apreciar, señores presentes aquí reunidos, la señorita Felt, quien cuento personalmente como mi candidata preferida para futura reina del Reino de Lugunica... es nuestra última candidata al trono.

Un murmullo generalizado recorre el salón mientras todos miran sorprendidos a Felt; sin embargo, ella mantiene una expresión entre molesta y aburrida en su rostro.

—Con esto damos comienzo oficialmente a la selección real —prosigue Reinhard solemnemente.

Gildark pone su mano sobre su pecho, seguido por el resto de los caballeros presentes, mostrando respeto hacia Felt. A pesar de ello, uno de los sabios interrumpe con una voz llena de desprecio:

—Aunque la gema del dragón reconozca a la señorita Felt como sacerdotisa... ¿No creen que podría haber algún problema durante la selección?

—¿Estás insinuando que los Caballeros Imperiales hemos cometido un error? —replica Gildark con voz firme y desafiante.

La tensión en el ambiente se vuelve palpable cuando Gildark plantea esa pregunta. Los caballeros imperiales enfurecidos por tal afrenta a su honor dirigen miradas serias hacia los nobles presentes, quienes responden con expresiones altivas e ignoran esos gestos amenazantes.

La tensión entre ambos bandos es evidente y me doy cuenta de que necesito comprender mejor la compleja estructura política del Reino de Lugunica para poder entender las implicancias y repercusiones de esta selección real en curso.

Los susurros de los nobles se arremolinan en un mar de preguntas por la misteriosa identidad de la joven dama, cuyo pasado parece oculto en las sombras. Caballero Reinhard, con solemnidad en su semblante, accede a explicar de forma sucinta cómo halló a la enigmática figura. Hábilmente, omite cualquier mención de nuestro encuentro y lo que sucedió entre nosotros, pero fiel a su naturaleza, no puede dejar de revelar una verdad innegable.

—¡Una rata de los barrios bajos! —exclama con desdén uno de los nobles.

En ese instante, Felt se vuelve hacia el altivo caballero y, con una valentía sin igual, responde

—¡Así es! ¡Puede que sea una rata, pero soy digna de aspirar al trono!

Su réplica arroja luz sobre su verdadera naturaleza, y mis ojos la contemplan con una nueva perspectiva. Contengo a duras penas la risa al ver la expresión del noble, incapaz de mantener su altivez ante la osadía de la joven.

El hombre, furioso, busca más palabras para lanzar contra Felt, pero antes de que pueda hacerlo, Priscilla interviene con su aire de superioridad característico:

—Estas nimiedades resultan tediosas —dice Priscilla, con una sonrisa maliciosa mientras cubre su boca con un elegante abanico—. Al final del día, una rata es solo capaz de mantener una conversación a su nivel intelectual.

El desprecio de Felt hacia Priscilla es palpable en su mirada, y con una chispa de desafío en sus ojos, responde:

—¿Qué sugieres entonces? ¿Acaso deseas pelear?

En ese instante, Priscilla empieza a liberar pequeñas cantidades de maná, haciendo que su delicado vestido ondee graciosamente en el aire.

—Tremenda insolencia para una rata. ¿Acaso sabes con quién estás hablando? —proclama Priscilla, agitando su abanico mientras pequeñas llamas brotan de él, incrementando la presión en el ambiente.

Emilia se interpone valientemente entre Felt y Priscilla, dispuesta a proteger a su amiga, pero antes de que pueda actuar, Reinhard toma el control de la situación. Un aura de maná danza alrededor de él, aunque su rostro permanece inexpresivo, como si la demostración de Priscilla no tuviera efecto alguno sobre él.

—Me disculpo con usted, señorita Priscilla —dice el sabio líder en un tono formal.

En ese momento, Emilia toma la iniciativa por primera vez y pregunta:

—¿Qué deseas hacer en este lugar sagrado?

Aunque yo personalmente no hubiera intervenido, sé que es parte de la naturaleza intrépida e inquebrantable de Emilia. Es algo que nunca cambiará. Al fin y al cabo, Emilia siempre será una persona de buen corazón.

Por eso mismo, siento que tengo la responsabilidad de ser su protector silencioso.

Priscilla responde con desdén:

—Solo intentaba enseñarle disciplina a la rata a quien estás protegiendo.

Emilia exclama con fuerza, mostrando destellos de enfado

—¡Debes disculparte por tu falta de respeto!

Priscilla cubre nuevamente su rostro y le responde sin mirarla directamente:

—En ese caso, tú deberías disculparte ante todos los presentes por haber nacido —luego dirige una mirada despectiva hacia Emilia—: medio elfa de cabello plateado.

Emilia se detiene unos segundos antes de suspirar calmadamente. Luego se voltea hacia Felt y le pregunta con preocupación:

—¿Estás bien?

Felt asiente y mira a Priscilla antes de tomar posición frente a ella. No creo que quedarse callada frente a esos insultos sea lo mejor para ella, pero considero esto como un avance para Emilia. Anteriormente solía afectarla mucho cuando enfrentaba situaciones similares, pero ahora veo cierta fortaleza en ella.

Solo espero poder hablar por ella cuando sea necesario.

El sabio líder, con una mirada tranquila, interviene:

—¿Han terminado ustedes, señoritas?

Es una persona intrigante. Su mirada parece ser capaz de abarcar toda la situación. Probablemente ya había previsto que algo así sucedería desde el momento en que supo que Emilia era candidata al trono.

A pesar de todo, no muestra favoritismo alguno.

—Sin más preámbulos, iniciemos la presentación de las candidatas al trono —anuncia Gildark mientras invita a una de las aspirantes a pasar.

Priscilla es la primera en avanzar hacia el centro del escenario.

Ella se coloca dos escalones por encima, a la altura de los sabios. Gira hacia nosotros con una sonrisa arrogante, una mano en su cintura y la otra levantando su abanico mientras señala a todos.

—Estas elecciones son inútiles; sin duda alguna, yo soy la única capaz de gobernarles —proclama con tono elevado—. Lo único que deben hacer es inclinarse ante mis pies y servirme. Quieran o no, eso es lo que terminará sucediendo.

Nadie dice nada, excepto Al, quien deja escapar un suspiro exhausto. No he hablado mucho con él, pero ser siervo de alguien como Priscilla debe ser agotador en muchos sentidos.

La siguiente en subir al escenario es Crusch; mantiene una postura marcial. Félix se posiciona detrás de ella con una sonrisa sincera llena de orgullo.

—Si llegase a gobernar —dice Crusch— mi primer decreto como reina sería eliminar el contrato que tenemos con el dragón —las personas miran sorprendidas ante sus palabras; sin embargo, ella no muestra ninguna alteración y extiende su mano para explicarse—: El Imperio del Dragón de Lugunica lleva el nombre del dragón, pero no le pertenece realmente; somos nosotros quienes conformamos este imperio.

Crusch desciende del escenario y Priscilla toma su lugar junto a Julius.

Cuando la veo nuevamente, como había notado antes. Anastasia es una mujer baja de estatura, poseedora unos ojos azul verdosos que capturan la luz y transmiten una calma apacible. Su cabello largo y ondulado, de un morado delicado, cae graciosamente hasta sus caderas, ondeando con cada movimiento que ella hace. Viste un elegante vestido blanco que le otorga una apariencia etérea y delicada.

Su cabello está adornado con un pasador en forma de estrella amarilla, resaltando y añadiendo un toque encantador.

Ella sonríe codiciosamente y dirigiendo su mirada a todos comienza a hablar:

—Soy una chica ambiciosa; deseo poseer todo lo que me rodea porque para mí no basta con mis éxitos comerciales —cierra los ojos antes de agregar firmemente—. Quiero tener mi propio reino.

Con esas últimas palabras, Anastasia baja del escenario. Como habíamos planeado previamente, Emilia incita a Felt a subir como siguiente candidata.

El plan consiste en que ella sea la última en presentarse; sin importar qué pase, ser la última dejará impresas las palabras de Emilia en todos nosotros.

Palabras egoístas, mal intencionadas, palabras sin sentido y llenas de arrogancia.

Felt se coloca frente a todos, con una mirada de molestia en su rostro. Reinhard sonríe mientras permanece detrás de ella.

—No sabía muy bien qué decir, pero ya no me importa —dice Felt mientras pone su mano en el pecho y exclama con firmeza—. ¡Destruiré todo! Este reino está podrido por todas partes, por eso lo arrasaré todo y lo construiré nuevamente a mi manera. ¡Le daré un soplo de aire fresco a estas tierras!

Los nobles la miran con desprecio mientras contienen sus ansias de hablar; los murmullos se hacen cada vez más audibles a medida que Felt baja del escenario con una sonrisa.

Ahora es el turno.

—La última en presentarse es la candidata al trono Emilia, quien está acompañada por su patrocinador Roswaal L Mathers —anuncia Gildark mientras Emilia se prepara.

Con pasos tranquilos y llenos de confianza, Emilia sube elegantemente al escenario; su sonrisa no abandona su rostro mientras se gira hacia el público.

Nuestros ojos se encuentran y puedo ver que ella está lista. Su mirada es firme, sin rastro alguno de nerviosismo u otra emoción turbulenta.

Con una voz llena de determinación comienza el discurso Emilia:

—Hoy me dirijo humilde pero decidida ante vosotros como candidata que anhela liderar este reino hacia un futuro próspero y brillante. En este momento crucial de nuestra historia, deseo enfocarme en lo realmente importante: nuestras posibilidades para crecer y avanzar juntos.

Sus palabras son claras y concisas, sin vacilaciones ni florituras innecesarias. Emilia hace una breve pausa para dirigir su mirada a todos antes de continuar.

—En nuestras manos reside un potencial ilimitado, y es mi firme convicción que cada uno de vosotros tiene la capacidad de alcanzar grandes logros.

Los nobles miran sorprendidos a Emilia; incluso los caballeros y demás presentes parecen estar prestando atención a sus palabras.

—Desde el más humilde campesino hasta el comerciante más emprendedor, todos desempeñáis un papel crucial en el tejido de nuestra sociedad. Es en la unidad y en el reconocimiento de nuestras fortalezas individuales donde encontraremos el camino hacia el éxito colectivo.

Ahora es momento de ejercer presión.

—Como...

Interrumpiendo a Emilia, uno del público comienza a balbucear.

—Esto carece de sentido. Escuchamos a las candidatas y ahora tener que soportarla por tanto tiempo es indignante —declara el hombre con desprecio, agitando sus oídos como si quisiera desprenderse del sonido de la voz ajena.

No había un tiempo para hablar, si las candidatas anteriores hicieron su propuesta tan siempre es porque es el limite de lo que pueden hacer.

En ese preciso instante, uno de los sabios del consejo se suma al desdén generalizado:

—Estoy de acuerdo. Permitir que una niña de los barrios bajos se presente aquí. ¡Incluso el Marqués Roswaal L Mathers se atreve a traer una medio demonio a este recinto sagrado!

La repentina metamorfosis del ambiente toma a Emilia por sorpresa, convirtiendo a los presentes de asombrados en insultantes, sin que ella pueda hacer nada para evitarlo. Los caballeros muestran confusión, algunos entrecierran sus ceños con desprecio.

Entre todos, es Julius quien parece más afectado, sus manos se tensan con fuerza, luchando por mantener la compostura. De noble semblante, su afán de autocontrol es palpable.

—¡Dejadla terminar! —exclama un noble, creando una división entre opiniones y discusiones.

Quién habría pensado que alguien la apoyaría.

Frente a una disputa aparentemente interminable, solo queda una opción. Cuando la razón pierde relevancia, la fuerza debe tomar las riendas.

Girándome para sorprender a Félix, le llamo la atención y, imbuido de maná, elevo mi voz con fuerza y alegría:

—¡JA! —El comienzo de mi risa resuena en toda la estancia— ¡Jajajajajaja!

La mirada de todos se dirige hacia mí, dejando de lado los insultos y discusiones para intentar interrumpirme.

El noble que desencadenó todo, el hombre cuyo aspecto feo podría representar siete fealdades combinadas, me interrumpe con curiosidad:

—¿Quién diablos es este individuo?

Mis lágrimas de risa apenas se desvanecen, y en el retorno a la seriedad, clavo mi mirada en aquel hombre, consciente de que, si la fealdad pudiera personificarse, este individuo sería su leal representante. Con su barba y bigote largos y canosos, su aspecto semeja el de un chivo malhumorado.

—No importa quién soy, lo que realmente importa aquí es que están cometiendo un grave delito —respondo con firmeza, sin ceder ante su mirada furiosa.

El hombre, en demanda de una explicación, escudriña mi semblante con ira, mientras la expectación se apodera del público circundante.

—Permítanme ofrecer una opinión a todos aquellos que están vertiendo comentarios de odio hacia la persona que he elegido apoyar —dirijo mi mirada hacia el público, que se muestra impaciente, y con una sonrisa confiada, continúo—. Las candidatas al trono del Dragón de Lugunica son actualmente las personas más importantes en todo el reino.

Me pongo de pie, haciendo que todos esperen a que esté dispuesto a hablar.

—¡Habla de una vez o vete! —exclama aquel noble y sus aliados con odio.

Haciendo caso omiso de su reacción hostil, mi mirada se posa en las candidatas, quienes me observan con curiosidad. Solo Priscilla permanece impertérrita. Anastasia me mira con impaciencia, mientras que Crusch me ofrece una mirada seria.

Emilia, en cambio, me mira con sorpresa, pues le había dicho que ganarse el favor de las personas era primordial, pero omití una enseñanza crucial.

La política se rige por facciones; para triunfar, uno debe saber quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos.

—Al tener tanta relevancia, todas las candidatas están por encima de cualquiera de nosotros en rango —coloco mi mano en el pecho—. Si me permiten decirlo, considero que insultar y faltarle el respeto a cualquiera de ellas equivale a traicionar los deseos del dragón y desobedecer el mandato imperial.

Con una mirada aguda, escaneo a aquellos que deliberadamente han agraviado a Emilia. Observo cómo ellos se inquietan al percibir la verdad en mis palabras.

—Me consta que el decreto imperial establece que todo acto de traición es castigado con la muerte del culpable, sin importar su estatus —continúo, dirigiendo mis palabras a todos los presentes.

Mi aseveración se impone como un hecho irrefutable, provocando murmullos entre la multitud. Incluso Anastasia se ve sorprendida por el giro inesperado de los acontecimientos.

El noble que fue el detonante de todo se torna impasible. Siendo él quien instigó las miradas de desprecio, todos sus compañeros del consejo se callan de inmediato, asumiendo el papel de figuras de autoridad, lo cual hace que su acción resulte verdaderamente condenable

En un abrir y cerrar de ojos, el noble intenta defenderse:

—¿Cómo osa una persona de la servidumbre hablar sobre leyes y razonar contra nosotros, los nobles? —me señala con furia, y su saliva vuela con el énfasis de sus palabras—. En efecto, acabas de insultar a todas las personas que son superiores a ti. Deberías ser arrestado de inmediato —y, con una sonrisa maliciosa, concluye—. ¡Arrestadlo!

La situación se vuelve a tornar tensa, las personas parecen aún más divididas entre los que entendieron mis palabras y los que buscan defenderse.


Sostengo mis manos con fuerza mientras observo cómo Marco intenta defenderme. No puedo culparlo; yo misma pensé que sería capaz de concluir mi discurso a pesar de las miradas cargadas de asco que se posan sobre mí.

Pero, a pesar de todos mis esfuerzos, parece que nada funcionará.

Marco trata de calmar la situación con aplomo, pero ahora es él quien está siendo objeto de los insultos más despreciables.

—¡Es solo un vulgar aldeano! —escupe alguien con desdén.

—¡Se cree importante con ese garrote a sus espaldas! —añade otro, lleno de hostilidad.

Jamás he sido aficionada a las peleas. Siempre he creído que forjar un mundo para todos implica colaboración y ayuda mutua, como ocurre en Irlam, donde los habitantes trabajan juntos para mantener el pueblo próspero y floreciente.

Sus palabras ya no me afectan como solían hacerlo, pero cuando siento toda esa aversión hacia mí, no puedo evitar desear tapar mis oídos y huir de allí.

No obstante, debo mantener mi fortaleza.

Solo porque ahora piensen que no valgo la pena, no significa que esa opinión será eterna. Todos merecen una oportunidad de redimirse.

Aun así, la situación se torna cada vez más tensa, y Marco se convierte en el enemigo de todos.

Intento pronunciar algunas palabras, pero Roswaal coloca su mano en mi hombro, deteniéndome.

—Él lo hizo para que, cuando lo expulsen, puedas concluir tu discurso. Así, a pesar de las consecuencias que él afronte, todos sabrán que sus palabras son verdaderas y respetarán tu opinión —me explica Roswaal con sabiduría.

Marco siempre se encuentra allí, listo para socorrerme, pero lo que anhelo va más allá de su ayuda. Un persistente presentimiento de que mi esfuerzo ha sido en vano albergo en mi corazón, donde yace una chispa temerosa de avivar su fuego.

Mi entorno se torna hostil, mientras los insultos hacia Marco continúan en aumento. Felt, en un intento por intervenir, ve su voz silenciada por el clamor de los demás.

Gildark es retenido por uno de los sabios, mientras su líder, con ojos penetrantes, escruta directamente los míos. En ese instante, pareciera como si él leyera el desenlace de este conflicto en la profundidad de mi alma.

—Fue un buen discurso, una lamentable situación —expresa el líder del consejo de sabios.

Es el único que no me ha dirigido una mirada despectiva, salvo otro anciano que parece absorto en sus propios pensamientos. Verdad es que todo mi esfuerzo parece desvanecerse ante la apariencia que porto.

No, la raíz de todo esto yace en aquellos que no logran ir más allá de las apariencias. He sido bendecida con compañeros y familiares que me comprenden, aunque el camino no haya sido sencillo.

Ahora, cuento con muchas personas a mi lado.

Y Puck, sé que en algún rincón del mundo esperas que me descubra a mí misma.

Marco insiste en que soy demasiado bondadosa, y que debo considerar mi bienestar. Pero yo discrepo, ya que ayudar a los demás es, en sí mismo, un acto que beneficia mi propio ser. Antes, solo ambicionaba ser gobernante para descongelar el corazón de los habitantes de mi aldea. Ahora, mi propósito es transformar todo cuanto toque.

Felt y yo somos afines.

—¡Yo mismo me encargaré! —exclama una persona que se aproxima a Marco. Reinhard parece intentar intervenir, pero algo siniestro acontece.

Mi respiración se torna pesada, y una opresión mágica se extiende, sumiendo al ambiente en una densa atmósfera de incertidumbre.

—¿Un ataque? —se cuestiona Gildark con extrañeza.

Pero yo sé quién es la culpable.

Beatrice, con odio profundo en su mirada, se eleva en el aire mientras mantiene su hechizo. Por un instante, observo a Anastasia jadeando con dificultad y me apresuro hacia ella.

—Perdónala, no fue su intención herirte —coloco mi mano en su espalda y desactivo el hechizo—, solo actúa según lo que los demás dijeron.

Entonces me percato de que la puerta de Anastasia no existe, lo cual justifica su reacción. Agradece con la mirada antes de dirigir su atención hacia Beatrice.

Julius me observa fijamente por un momento, pero yo le sonrío, procurando tranquilizarlo.

Beatrice continúa observando cómo todos se preparan para protegerse, incluso Reinhard luce sorprendido. Marco, por el contrario, muestra una sonrisa, como si todo hubiera sido planificado por él.

—Atrévanse a tocar un solo cabello de mi contratista, atrévanse a intentar algo y, como el gran espíritu Beatrice —la presión se incrementa, obligando a algunos a arrodillarse—, les prometo que ninguna alma quedará sin lamentar su insolencia.

La opresión cede, permitiendo a las personas recobrar el aliento y erguirse nuevamente. Marco ha desbaratado su primera impresión por completo, pero la causa de todo esto reside en mi incapacidad para ser una gobernante adecuada.

—¡Arréstenlo de inmediato! —exclama Gildark, provocando temor en los caballeros.

La situación se deteriora y yo permanezco inmovilizada, pues aún ignoro qué camino tomar.

—Tienes un gran compañero, señorita Emilia —afirma el jefe del consejo, esforzándose por ponerse de pie.

Sé lo que debo hacer, lo sé, y, sin embargo, me siento como una insensata.

Perdón, Marco, parece que he echado a perder todo, pero a pesar de cómo se encuentran las cosas...

Tú me enseñaste que uno debe hacer lo que tiene que hacer.

—Sí, más que un compañero, es una estrella que ha llegado a mi vida —respondo, esbozando una sonrisa ante la situación.

Los caballeros cercan a Marco, la situación no podría empeorar, aunque él parece no tener intenciones de intervenir.

Mas yo sí.

Tomo una bocanada de aire, y con todas mis fuerzas, grito:

—¡Deténganse!

Expulso mi maná, captando la atención de todos. Una pequeña neblina emerge de mi respiración, mientras todos se giran hacia mí.

Me equivoqué al pensar que debía soportar insultos indefinidamente, pero tarde o temprano, esto habría de suceder.

—¿Cómo te atreves a gritar así? Definitivamente, tanto tu sirviente como tú están mal de la cabeza, debería darte vergüenza, repulsivo ser medio demonio.

En ese mismo instante, una estaca de hielo surge a sus pies. Sin pronunciar palabra alguna y sin vacilar, la boca del hombre se cierra en un instante y el miedo se entrevé en sus horrendos ojos.

Estoy hastiada, furiosa.

—El que debería permanecer en silencio eres tú —digo mirando a todos mientras mi mano se posa sobre mi pecho, luchando por aplacar el corazón que amenaza con estallar—. Como candidata al trono de Lugunica, tengo los mismos derechos que cualquier otra aspirante. Pese a quien le pese, he sido elegida por la voluntad del dragón.

Los caballeros dejan de rodear a Marco, quien se acerca a Reinhard.

Estoy indignada.

Jamás deseé aceptar estos sentimientos.

—Aquellos que se hacen llamar sabios deben demostrar su sapiencia. Sostener ideas xenófobas y racistas hacia cualquier individuo es un acto de ignorancia e irrespeto —mi mirada se torna firme mientras intento hacerles comprender—. Sus palabras son mis palabras; faltarle el respeto a una candidata al trono debe ser severamente castigado. Si no se es capaz de respetar el estatus o a cualquier ser humano, entonces jamás se podrá gobernar adecuadamente un reino.

Ahora debo apaciguar a las altas autoridades.

—Me disculpo por la actitud de nuestra campaña. Si he de enfrentar alguna penalización, la aceptaré con gusto —los observo a todos, mientras el líder de ellos esboza una sonrisa—. Creo que la posición de sabios conlleva la habilidad de ver más allá. Me lastima profundamente ser comparada con una de las peores catástrofes, simplemente por nacer con su presunta apariencia.

—¡Eso no importa! ¡Tu semejanza con ella es innegable! —exclama alguien.

Me volteo con determinación, fijando mi mirada en cada uno con ira, y coloco mi mano en el pecho.

¡SOY EMILIA! No soy otra, no importa cómo me vean. Juzgar a alguien por su apariencia es tan ignorante como falto de nobleza.

Sí, soy Emilia, finalmente lo he expresado a todos.

No soy un monstruo.

—Mi campaña propuesta se mantendrá siempre. Comenzamos en un pequeño pueblo y nos estamos expandiendo gradualmente.

Debo darlo todo.

—Como futura gobernante, estaré ahí para todos, sin importar su estatus o sus necesidades. Siempre brindaré apoyo, pues es mi deber como líder —frunzo el ceño, mostrando mi molestia—. Sin embargo, un gobernante que no se hace respetar nunca será adecuado. Por ello, exijo al gran consejo de ancianos que arresten al principal culpable. Un individuo como él no debería trabajar bajo la protección del noble dragón de Lugunica.

El sabio en jefe hace una señal a Gildark, quien asiente y se lleva al hombre que inició todo esto. Sin oportunidad de decir una palabra, es escoltado y sacado del lugar.

Ahora, con alguien para cargar con la culpa, Marco no tendrá problemas.

Un silencio calmo envuelve el recinto, todos me miran mientras jadeo lentamente tras haber hablado tanto. Entre los caballeros, hay miradas de sorpresa acompañadas de algunas sonrisas.

Pero la sonrisa que más me reconforta es la de Marco. Al alzarme el pulgar y guiñarme el ojo, mi corazón se serena un poco.

—Señorita Emilia, nos disculpamos profundamente por los inconvenientes causados. Ha demostrado ser digna de portar el título de candidata, por lo que nos gustaría que culminase con su discurso —expresa aquel anciano que antes se mantuvo en silencio.

Aunque los demás no estén totalmente de acuerdo, no se oponen.

—¡Muchas gracias! —Inclino mi cabeza en agradecimiento, disculpándome por lo sucedido. Luego, me posiciono firme y continúo con determinación—. Mis palabras no carecen de fundamento. Mi objetivo es claro y tangente. Si no creen en mí por mi apariencia, si no creen en mi nombre, entonces les demostraré que deben creer.

»—Irlam es un pequeño pueblo en los dominios del marqués Roswaal L Mathers, mi generoso patrocinador. Partiendo desde cero, hemos ido creciendo sin cesar.

Las personas comienzan a mirarse entre sí, pues ese nombre parece sonar familiar a algunos.

»—La máquina a vapor, un invento creado y comercializado en Irlam, ha estado en boca de todos. Esa invención no fue ideada por un noble, ni concebida por un mago.

Apunto hacia Marco, haciendo que todas las miradas se posen en él.

»—La persona presente aquí es la inventora de la máquina a vapor. Con su ingenio, ha demostrado que el potencial reside en las oportunidades. Todos tienen la oportunidad de crecer, de avanzar. Como sociedad, debemos anhelar seguir adelante y ser más fuertes. Para ello, necesitamos que todos trabajemos juntos.

Con mi mano en el pecho, agradezco el apoyo brindado por Marco y por todos los habitantes en Irlam. El momento ha llegado, y ahora, con la determinación ardiendo en lo más profundo de mi ser, revelaré una de las más oscuras amenazas que ha acechado a estos reinos.

—El arzobispo del pecado del culto de la bruja, aquel ser que encarna la pereza y cuyo nombre resuena como un eco aterrador: Petelgeuse Romanee Conti, ha sido oficialmente erradicado de este mundo.

Mis palabras, imbuidas de pasión y convicción, resuenan en el majestuoso recinto, y enseguida exclamo con fuerza, demostrando que mis palabras no son meros alardes sin fundamento:

—¡Fue derrotado por un grupo sin espadas, sin entrenamiento de caballería, por poco más de cuarenta personas! Juntos, aniquilamos una maldad que por generaciones había resistido cualquier intento de extirpación.

Las personas presentes comienzan a murmurar, sus expresiones mezclan sorpresa e incredulidad ante la inusual hazaña. Sin embargo, no cedo ante sus dudas. Mantengo mi mirada firme, con mis ojos brillando con determinación.

—Permítanme ser el puente que nos conduzca hacia un futuro más resplandeciente y próspero —proclamo, erguida con determinación.

Es el cierre de mi discurso, y lo hago con la certeza de que mis palabras llegarán a oídos sensibles.

No me arrepiento de mis acciones, aunque comprendo que los desafíos que enfrentaré serán enormes.

Tal vez debí haber dado este paso antes, pero el destino nos ha conducido hasta aquí.

Soy Emilia.

Una medio elfa de cabello plateado, una medio elfa que supuestamente se asemeja a la bruja de la envidia.

Pero más allá de las comparaciones y los estigmas, yo sé quién soy en realidad.

Sigo siendo Emilia, una fuerza viva dispuesta a tejer un nuevo camino para todos aquellos que, como yo, anhelan un futuro mejor.


Al término del discurso, mis ojos permanecen abiertos de par en par, sorprendidos ante la inesperada intensidad de las palabras de Emilia.

Aquello que ensayamos previamente se vio opacado por la autenticidad y pasión que emanó de su ser en este instante.

Observo la mirada satisfecha de Roswaal, intuyendo que este resultado estaba planeado por él desde el principio. Sin embargo, no me preocupa, pues sin importar lo que acontezca, estoy decidido a acompañarla hasta el final.

Beatrice se encuentra en mi pecho, pidiendo disculpas por su comportamiento anterior. Aunque la situación fue inesperada y estuvo a punto de poner en peligro nuestro contrato, no tengo el corazón para reprenderla.

Brilló con luz propia en este escenario, y eso me llena de orgullo.

—Tranquila, Betty. Brillaste como nunca, mi princesa —le aseguro, y ella asiente, comprendiendo mi apoyo inquebrantable.

Mi mente se centra en el próximo paso. Observo a los nobles que apoyaron a Emilia, pues ellos podrían convertirse en piezas valiosas para su causa. Sin embargo, uno de los sabios refuta las palabras de Emilia, cuestionando la veracidad de su afirmación de haber acabado con el arzobispo con la ayuda de campesinos.

Emilia confirma la verdad de su declaración.

En este lugar, solo dos personas pueden discernir la verdad en su totalidad. Yo no soy uno de ellos, pero sé que no mentiré en ninguna circunstancia. Roswaal, señalado por Emilia, aporta su testimonio, sellando la credibilidad de su afirmación.

—He comprobado personalmente la veracidad de la información. Como marqués, Roswaal L Mathers, juro que todo lo expresado es cierto —asevera con solemnidad.

Ante la firmeza de Roswaal, no queda mucho más por decir. Sin embargo, solicita que la persona que estuvo presente y dio el golpe final al arzobispo hable.

La mirada de Reinhard se posa sobre mí con sorpresa, pero yo sonrío con calma. Bajo a Beatrice y tomo su mano con determinación. Ahora es el momento de mostrar mi verdadera fortaleza.

Frente a todos, sin titubear, me encamino hacia el centro. Desconozco la razón detrás de los actos de Roswaal, pero comprendo que el contenido de su libro de la sabiduría cambiará si alguien más lo testimonia.

Sin tiempo para vacilar, mi deber impera y me arrodillo ante las candidatas y el consejo. En este instante, mi voluntad se funde con la de Emilia, dispuestos a enfrentar cualquier reto que el destino nos depare.

—Sube hacia nosotros para que podamos observarte con detenimiento —pide uno de los sabios con un tono serio.

Niego con la cabeza con humildad y respeto.

—Disculpen mi atrevimiento, pero no me atrevería a darle la espalda a las candidatas al trono de esa manera. Por lo tanto, solicito hablar desde esta posición.

Respetando las formalidades y reafirmando el error cometido por los nobles no les quedará otra que aceptar.

Gildark ordena con firmeza:

—Preséntate ante todos.

Desde mi posición, miro hacia adelante con mirada confiada. No hay rastro de temor en mí, pues sé lo que estoy haciendo.

—Alcalde del pueblo Irlam, inventor de la máquina a vapor, general del ejército de Irlam, mago espiritual de un gran espíritu y la persona que asesinó a un arzobispo del culto. Además, soy socio de la candidata al trono, Emilia.

Mi orgullo y determinación se reflejan en mi mirada mientras proclamo mi identidad.

—¡Soy Marco Luz!

El murmullo se esparce entre la multitud, sin embargo, hay dos personas cuyos testimonios podrían confirmar mis palabras.

—Está diciendo la verdad —afirman al unísono Reinhard y Crusch.

El asombro se apodera de todos, incluso Julius me mira con sorpresa. Los sabios exigen explicaciones, ansiosos por conocer el alcance de mi conocimiento sobre la situación.

Es hora de soltar una revelación.

—Como bien saben, las noticias sobre los miembros del culto ya se habían extendido. El día del ataque, fuimos advertidos por una persona, pero sin tiempo suficiente, decenas de cultistas lanzaron sus ataques.

Bajo mi cabeza con pesar.

—Masacraron a todos los pueblos en su camino, pero gracias a mi gente logramos plantar cara y aniquilar a todos los cultistas —sonrío con determinación mientras me pongo en pie—. La candidata al trono, Emilia, y yo personalmente luchamos contra el arzobispo. Gracias a que este tenía un medio para evitar la muerte, tuvimos que emplear un método diferente.

Justo cuando estoy a punto de continuar, uno de los sabios me interrumpe.

—Dices que fueron pueblerinos contra cientos de cultistas, personas sin experiencia en caballería y que tú mismo nunca practicaste esgrima.

Asiento con sinceridad.

—Es cierto. Hace apenas unos meses comencé a practicar la magia.

Crusch me mira con asombro, percibiendo que mis palabras son veraces.

—Si desean comprobarlo, pueden ir a Irlam. A pesar de haber pasado tres días desde el ataque, aún conservamos todas las armas y túnicas de los cultistas como prueba de nuestros actos. Además, si desean ver los cuerpos, también puedo mostrarlos.

Uno de los sabios se levanta con aire molesto, mientras los caballeros me observan con rabia contenida. La tensión en la sala es palpable.

—Construimos nuestro propio ejército, en apenas un mes y poco más desde su creación, fuimos capaces de acabar con un arzobispo y cientos de miembros del culto. Una hazaña que ni el imperio había logrado, pero nosotros, simples pueblerinos, lo conseguimos. —mis palabras resuenan en el silencio, y el asombro se apodera de todos.

Crusch y Reinhard asienten, apoyando mis afirmaciones, lo que aumenta la incredulidad en los presentes.

—Además, estamos investigando los motivos detrás del ataque, buscando fugas de información u otras posibilidades. Cuando tengamos pruebas, cumpliré mi deber como ciudadano de Lugunica y las presentaré ante el mundo. —con estas palabras, sus rostros se desvanecen, saben que he sembrado la semilla de la inquietud entre los altos mandos.

Mi bomba ha sido plantada, y ahora ellos también saben lo que se oculta tras el ataque.

Si fuera necesario, incluso haría un contrato de alma para respaldar mis palabras.

—Seguiremos creciendo y avanzando, si alguien muestra interés en Irlam, en la máquina a vapor o en cualquier proyecto que tengamos, no dude en contactarnos. En Irlam, seguimos la palabra de la candidata Emilia, a quien profeso un profundo respeto desde el alma.

—Está diciendo la verdad, cada palabra que dijo es absolutamente cierta —añade Crusch, cuya integridad es incuestionable.

—Lo que Marco ha dicho es cierto en su totalidad —concluye Reinhard, quien es conocido por su sinceridad y honor.

La razón por la que Crusch no podría mentir es evidente por la existencia misma de Reinhard, y sé que él no se prestaría a engaños por beneficios personales. Así que, por fortuna, me ahorro tener que recurrir a un contrato de alma.

Ahora no solo hemos limpiado nuestro nombre, sino que Emilia ha demostrado de lo que está hecha. Hemos identificado a nuestros posibles aliados y, tal vez, también a nuestros enemigos.

Las miradas de todos siguen puestas en mí, incluso Priscilla ha dirigido una pequeña ojeada hacia mí. Ahora que todos conocen nuestras capacidades, la verdadera competencia comienza. La lucha por el monopolio de la industria se inicia con esta declaración.

—Puedes volver a tu posición —ordena Gildark, a lo que asiento y obedezco, regresando a mi lugar con la cabeza en alto.

Al llegar, un ominoso silencio me rodea, Reinhard parece a punto de decir algo, pero opta por el silencio. Yo, en cambio, permanezco imperturbable, satisfecho por haber alcanzado mi objetivo.

—Entonces, finalizaremos la ceremonia con el juramento a la piedra dragón —anuncia Gildark con voz poderosa.

El eco de su voz se desvanece en el aire, y uno por uno, cada candidata toca la piedra dragón y pronuncia su juramento. En ese instante, se desencadena un resonar profundo que parece emanar de lo más profundo de la tierra, como si el espíritu mismo de la piedra respondiera a sus promesas.

Todos comprenden la solemnidad del momento, cada una de las cinco ha sido seleccionada por el dragón.

Finalmente, las candidatas son citadas por los sabios, y el resto de nosotros nos dispersamos. En compañía de mis soldados, me dirijo hacia un amplio pasillo que se abre a un balcón con vistas al exterior. Una vista majestuosa y grandiosa se extiende ante mis ojos.

Algún día, espero que Irlam alcance tal grandeza.

—¿Lo escucharon? —pregunto a mis soldados.

Como un añadido, abrí el comunicador y compartí con todos el discurso de Emilia, para que mis hombres en Irlam también lo escuchen.

—Fue un magnífico discurso, sin duda, posee las cualidades de una gobernante —admite Lucas con una sonrisa de aprobación.

—Su interrupción fue impactante, como si el frío de la montaña se hubiera colado hasta aquí —añade Lessed con una sonrisa.

Solo el ejército ha sido testigo del discurso hasta ahora; pronto, Emilia lo repetirá en Irlam para todos, sin excepción. Así, todos comprenderán mejor su situación y empatizarán con ella, ya que ha estado ayudándolos e incluso salvando sus vidas.

Beatrice sostiene mi mano mientras contemplamos el paisaje, y puedo notar que ella no se siente mal por haber intervenido. Más bien, su inquietud proviene de creer que ha arruinado mi reputación. Tendré que consolarla y obsequiarle muchos libros para animarla.

En el pasillo, varios nobles y caballeros desfilan, arrojándonos miradas despectivas o simplemente ignorándonos. Pero no importa, nuestro propósito y lealtad están firmes, y eso es lo que verdaderamente importa.

Uno de los nobles se detiene, y aunque no lo reconocí a simple vista, su apariencia es común. Sus rasgos normales no destacan entre la multitud, pero algo en él llama mi atención. No son sus facciones, sino más bien sus ojos. Su iris no tiene la profundidad característica de un iris humano; en cambio, parece un iris gatuno.

—Me disculpo por la actitud de estos sabios nobles —dice el hombre con una ligera inclinación antes de extenderme su mano—. ¡Mucho gusto! Mi nombre es Lancaster; es un honor conocerle, señor Marco.

Al escuchar su voz, lo reconozco al instante.

«Lancaster... Uno de los primeros en brindar su apoyo a Emilia», pienso para mí mismo mientras estrechamos nuestras manos.

—El placer es mío —respondo con sinceridad—. Ver que hay personas como tú entre los sabios me tranquiliza profundamente.

En ese momento, Lancaster saca una carta de su bolsillo. Parece tener prisa por tratar otro asunto.

«¿Qué será?», me pregunto intrigado.

—Yo trabajo y tengo una propiedad donde cultivamos diversos productos —explica Lancaster—. Escuché que has creado una procesadora de trigo con tu máquina a vapor y estoy interesado en adquirir algunas para mejorar nuestra producción.

Sonrío ante la perspicacia del hombre. La máquina a vapor tiene usos ilimitados y estoy seguro de que podemos encontrar el mecanismo adecuado para satisfacer cualquier necesidad agrícola.

—Claro que sí —respondo entusiasmado—. Podemos establecer un contrato ya sea por una parte de tu producción o simplemente por dinero.

Actualmente, Irlam está en pleno crecimiento, por lo que pronto necesitaremos alimentos en abundancia. Nuestros cultivos no están dando la talla y eso hace de la comida una prioridad urgente.

La mayoría de las personas me buscan principalmente por cuestiones relacionadas con la minería, pero sin duda alguna, el abastecimiento de alimentos es fundamental para el desarrollo sostenible de cualquier comunidad.

—Entiendo tu situación —responde con seriedad—. En ese caso, ¿qué te parece si...

Pero antes de que pueda terminar su frase, un grupo de hombres nobles se acerca a nosotros con miradas amenazantes. Hacen señas y unos caballeros les siguen sigilosamente desde atrás.

«Se tardaron» pienso molesto mientras los observo acercarse rápidamente hacia nosotros.

—¡No hagan más el ridículo! —exclama Lancaster con voz firme y autoritaria—. Esta persona es un socio comercial de una de las candidatas al trono del Dragón. Es inaudito que intenten interrumpir nuestra conversación tan descortésmente.

Los nobles parecen sorprendidos ante esta revelación repentida e importante.

Lancaster intenta interponerse entre ellos y yo, pero es inútil tratar de razonar con personas de tan poca inteligencia. Lo sabía, tarde o temprano esto sucedería.

Es otro cliché más en la vida.

—¿El ridículo? —responde uno de los nobles con sarcasmo— Nosotros fuimos ridiculizados por esa gente. Además, afirma haber acabado con un arzobispo, pero no parece ser alguien poderoso. Lo único peligroso en él es su espíritu arrogante.

Beatrice aprieta mi mano con fuerza, yo suavemente su palma con mi dedo para indicarle que no haga nada precipitado. Mi nombre ha sido limpiado ante estos despreciables individuos, pero siempre habrá gente así dispuesta a sembrar discordia.

—Parece que he herido su orgullo —me inclino ligeramente hacia ellos con una sonrisa burlona— Es una verdadera lástima perder aliados tan ilustres como ustedes.

Los nobles se sorprenden ante mi respuesta insolente y al ver la pequeña sonrisa en el rostro de Lancaster, sus miradas se transforman en un odio profundo e irracional.

Uno de los caballeros avanza hacia mí y se coloca frente a mi figura desafiante, mirándome con desprecio. Pero yo no retrocedo ni un centímetro; no le tengo miedo a ningún caballero, al menos mientras no sea alguien como Julius o pertenezca a su rango.

—No lo entiendes, nadie cree que hayas logrado hacer eso —el hombre me toma de la chaqueta, y mis soldados apuntan sus armas a todos— ¿Qué van a hacer con miserables palos? Son meros pueblerinos que no saben dónde están parados.

El hombre es más alto que yo, y su mirada condescendiente intenta desestabilizarme. Pero sé cómo hacerle frente.

«Es momento de mostrarles la verdad, de hacerlos ver que somos capaces de más», pienso para fortalecer mi resolución.

Con una decisión firme, pongo mi mano en su hombro y, en un instante, uso vita. Una leve onda recorre el ambiente y el hombre cae arrodillado al suelo, sorprendido por mi magia.

—Gracias por mostrar respeto a un héroe —pronuncio con calma, ocultando mis emociones tras una sonrisa cálida—. Se nota el gran entrenamiento de los caballeros.

En mi interior, la incomprensión y frustración me embargan. La gente a menudo se deja llevar por prejuicios y se cierra a nuevas posibilidades, incapaz de ver más allá de sus limitaciones autoimpuestas.

Un segundo caballero intenta desenvainar su arma, pero su acto es interrumpido por Julius, quien toma de la muñeca al hombre y lo regaña con severidad.

—¡Es suficiente! —proclama Julius con autoridad—. Deberían tener vergüenza de manchar el nombre de los caballeros imperiales con sus actos irrespetuosos.

Julius se muestra como un escudo protector, defendiéndome de aquellos que intentan menospreciar mis logros y mi valía. Su apoyo silencioso me da fuerzas para mantenerme firme.

Los ánimos se calman momentáneamente, y yo, consciente de mi poderosa magia y de la confianza que han depositado en mí, desactivo mi hechizo.

Lancaster, preocupado, me mira, pero yo le devuelvo una sonrisa serena y coloco mi mano sobre su hombro, reconfortándolo con un gesto afectuoso.

«Espero que él, al menos, pueda comprender la importancia de la verdad y la justicia», reflexiono con esperanza en el corazón.

—Tranquilo, será mejor que hablemos en otro momento. Si deseas ir a Irlam, serás recibido con los brazos abiertos —ofrezco con amabilidad, mostrando que hay una acogedora bienvenida esperándolo en mi hogar.

Los nobles, ante la falta de argumentos, evitan pronunciarse y quedan en silencio. Pero uno de ellos, incapaz de contener su orgullo, grita desafiante.

—¡Que luche! Para demostrar que es capaz, debe luchar.

Julius, imperturbable, observa la escena con seriedad, sabiendo que la tensión no se disipará hasta que alguna resolución sea alcanzada.

«Aunque los ánimos se agiten y la batalla sea con palabras y convicciones, yo estoy listo para enfrentar este desafío», pienso con determinación.

El momento de demostrar mi valía ha llegado, y no descansaré hasta que cada corazón aquí presente comprenda la verdad que resplandece en mi alma. La lucha no se dará con espadas, sino con palabras y hechos que despejen las dudas y prejuicios que nos envuelven.

«El poder del conocimiento y la confianza son mis armas, pero no por ello seré débil en combate», me prometo a mí mismo mientras mi corazón se prepara para enfrentar la tormenta de incredulidad y desprecio.

«No me rendiré, porque sé quién soy y lo que he logrado. Y en esta lucha, estoy dispuesto a enfrentar todo lo que sea necesario para proteger el honor de Irlam y de aquellos que creen en mí».

—Ninguno de los caballeros normales podría siquiera atisbar la grandeza de enfrentar a un arzobispo —proclamo con firmeza, sosteniendo mi compostura ante la molestia que crece en todos los presentes—. El nivel de un arzobispo está más allá de lo que ustedes puedan imaginar; compararlo con meros caballeros normales sería un desatino.

La tensión se palpa en el ambiente, mis soldados comparten mi molestia, mientras que los nobles incapaces de comprender la magnitud de nuestros logros se sienten irritados.

«Esta es la oportunidad de demostrarles lo que somos capaces de hacer, y no la desaprovecharé», me prometo a mí mismo.

Entonces, un caballero se adelanta, desafiante, y me señala con el dedo, como si quisiera humillarme públicamente.

—¡Te reto a un duelo! —exclama con arrogancia— Si eres tan poderoso como dices, no deberías tener problema.

Una sonrisa confiada se dibuja en mi rostro, pues se ha presentado una oportunidad que esperaba con ansias.

Julius observa la situación con expresión imperturbable, pero yo le devuelvo una mirada segura y decidida.

—Aquí y ahora, el primero en tocar al otro gana —propongo, seguro de mis habilidades y de que la victoria está de mi lado.

El hombre se muestra aún más seguro de sí mismo y sugiere un lugar para llevar a cabo el duelo: el coliseo, donde se llevan a cabo las batallas oficiales.

—Está bien —acepto—, pero como me has insultado, tengo el derecho a decirlo no. Será una batalla real, con nuestras armas de verdad.

Un murmullo recorre la audiencia, sorprendidos por la osadía de mi propuesta.

«He investigado sobre las batallas aquí en Lugunica, y conozco las reglas», reflexiono mientras el desafío es aceptado

—Solo soy un pueblerino, lo único que tengo es el palo en mi espalda.

Pero bajo mi aparente calma, mi corazón late con emoción y nerviosismo. Sé que esta batalla determinará mucho más que mi habilidad en el combate; será una prueba de nuestro valor y un enfrentamiento directo contra la ceguera de aquellos que se niegan a reconocer nuestro poder y nuestra valía.

«En este duelo, lucharé no solo por mí, sino por todos los que creen en nosotros, una muestra del poder en mis manos», pienso mientras mis pensamientos se mezclan con la impaciencia por el momento cumplir mis objetivos.

Mi provocación es efectiva, pues el caballero lanza su guante directo a mi pecho. Sonrío con cierto deleite, ya que estas situaciones de desafío son comunes en las historias de mi mundo. Sin embargo, siento que algo en mi interior se agita, como si una fuerza desconocida quisiera explotar desde lo más profundo de mi ser.

«Hacer esto solo tiene sentido si es con alguien realmente fuerte», reflexiono, mientras acepto el guante y devuelvo la mirada desafiante al caballero.

—¡Es un duelo entonces! —declara con cierto aire de superioridad, alejándose de su grupo y dejándonos solos.

Julius me toma del hombro con expresión ligeramente preocupada, aunque trata de disimularlo.

—Un duelo con armas reales es sumamente peligroso —comenta el caballero imperial con sinceridad—. Como caballero, me disculpo por la actuación de mis compañeros, pero no necesitas arriesgarte.

Pero sé que no puedo dar marcha atrás, la oportunidad de demostrar la fortaleza de Irlam es demasiado valiosa para desperdiciarla.

—Si te sientes mal, hay algo que puedes hacer por mí —respondo con determinación, dejando claro que ya he tomado mi decisión.

Una vez finalizo la charla con Julius, me dirijo con mis soldados al coliseo. A diferencia de ellos, no siento miedo ni incertidumbre, sino una confianza inquebrantable.

Los soldados a mi alrededor, en lugar de mostrar preocupación o sorpresa, ansían la paliza que recibirá el caballero arrogante.

«Normalmente, hacer esto iría en contra de mis ideales», medito mientras entro en el coliseo y observo los camarines repletos de armas de todo tipo. Beatrice me mira impaciente mientras coloco la bayoneta en mi rifle.

«Mostrar el poder de fuego no estaba en mis planes», admito en mi interior, pero sé que es necesario. Si no lo hago ahora, los nobles podrían urdir artimañas para arruinar nuestra reputación, valiéndose de su poder y posición.

«Darnos tiempo es el mayor error», concluyo mientras me preparo para el duelo, dispuesto a demostrar que Irlam no es una fuerza a la que puedan subestimar.

—Entiendo tus motivos para pelear, pero lo veo innecesario, supongo —expresa Beatrice con su dulce voz, mientras acaricio su cabeza para reconfortarla.

—Son ellos quienes me buscaron, incluso aquel hombre se atrevió a insultarte señalándote —respondo, inmutable.

En este mundo, el estatus lo es todo

«De todas formas, no podrá hacer mucho, es solo un caballero común y corriente», pienso con seguridad, sabiendo que mi habilidad supera con creces la suya. Podría eliminarlo con facilidad, pero esta pelea es solo un calentamiento.

Tras unos veinte minutos, recibo una llamada en mi metía, un dispositivo que, similar a un teléfono, vibra al recibir mensajes. Al abrirlo, me encuentro con el sorprendido rostro de Emilia.

—¿Una pelea? Estoy yendo hacia el coliseo. ¿Te metiste en una pelea? —su tono denota molestia y asombro, no me sorprende, pues le había dicho que debíamos mantener la calma

—Te explicaré cuando termine. ¿Cómo salió todo? —pregunto, sintiendo el deseo de abrazarla y explicarle que todo está bajo control.

Emilia continúa caminando mientras consulta su propio metía, y vislumbro el halo de sus característicos cabellos verdes, lo que sugiere que Crusch está a su lado.

—Tenemos que hablar de algo muy, muuuy importante —insiste, su mirada cargada de preocupación—. Creo que entiendo el motivo de la pelea, pero aun así tendrás que darme explicaciones.

Asiento con seriedad y cierro el metía. La actitud de Emilia ha cambiado desde la selección, y puedo comprender su inquietud.

Sin darle más importancia, avanzo junto a Beatrice hacia la entrada del campo de pelea. Es un amplio espacio abierto, cubierto de tierra, donde la luz del sol ilumina con esplendor cada rincón.

En apenas unos minutos, el coliseo se llena de nobles, caballeros y sirvientes, todos ávidos por presenciar el enfrentamiento.

—¡Marco! —exclama Emilia, atrayendo mi atención hacia su dirección. A su lado se encuentran Crusch y Felt. Esta última me mira con una sonrisa pícara, como si ansíe presenciar el combate.

Crusch mantiene una expresión seria, mientras Félix parece susurrarle algo al oído. Todo parece indicar que esta pelea ha generado gran expectación y que debemos enfrentarla con determinación.

Beatrice suelta mi mano y vuela hacia Emilia, cumpliendo las reglas del torneo. Reinhard me mira con preocupación, pero sé que nada puedo hacer para cambiar esta situación. Mi mirada se posa en la figura que esperaba encontrar.

Inesperadamente, Anastasia entra acompañada de Julius, quien me lanza un gesto de aprobación al que respondo con un asentimiento. Pero lo que más me sorprende es ver a Gildark ingresar, seguido por tres de los sabios del consejo.

«Los viejos que más insultaron a Emilia», pienso con amargura. Esta reunión no es más que un circo en el que desean verme masacrado, tal como en aquella novela de antaño. El estadio rebosa de voces y ruidos confusos, dificultando la comprensión de las palabras.

—¡Silencio! —grita uno de los caballeros desde la tarima, bajando de inmediato—. ¡Daremos inicio a la batalla entre el caballero imperial, Kus Sidmuth! —la multitud aclama a Kus, quien exhibe una armadura ligera en su figura, protegiendo estratégicamente su pecho, canillas y antebrazos.

Con una confianza desbordante, Kus se muestra complacido ante el público, sus ojos paseando por la muchedumbre que lo adora.

Se posiciona a unos escasos metros de mí.

—Y, por otro lado, la persona que fue retada, Marco Luz.

Un silencio abrumador se cierne sobre el coliseo, roto únicamente por el insulto de una persona, seguido por una lluvia de ofensas. Sin embargo, entre todos esos improperios, un grito singular me sorprende.

—¡Patéale el trasero a ese bastardo! —exclama Felt a todo pulmón, demostrando una inesperada y valiosa muestra de apoyo.

Levantando el pulgar en señal de agradecimiento, le hago saber que todo estará bien. No obstante, mi confianza parece molestar a mi oponente.

—Deberías rendirte —me provoca con desdén—. No sé cómo lograste que Reinhard y la otra candidata velaran por ti, pero tu engaño quedará al descubierto hoy.

La expresión del hombre solo podría describirla como la de un loco, con un profundo deseo que elimine toda señal de razón. Le miro fijamente a los ojos, pero él no parece estar viéndome, sus miradas vagan erráticas.

Es extraño.

No pronuncio palabra, sino que tomo mi posición, el dedo en el gatillo y la mirada inamovible en mi oponente.

—¡Así no se sostiene una lanza! —gritan y ríen los espectadores, pero eso no me preocupa en absoluto. Mi objetivo es eliminar a este hombre lo más rápido posible.

El caballero que hace de juez me mira con cierta preocupación, pero le hago un gesto de confianza. Con un suspiro, declara:

—¡Inicien!

Es hora del espectáculo.

Kus me lanza una sonrisa y se abalanza hacia mí. Por lo general, cuando se lucha con una lanza, hay un rango de ataque específico que es mortal y otro que resulta inútil. Sus pasos son rápidos, acortando la distancia entre nosotros rápidamente. Será peligroso si logra entrar en el alcance de mi lanza.

Aunque cierto, esto no es una lanza.

¡BANG!

Un estruendo resuena en todo el lugar, llamando la atención de todos. En cuestión de instantes, su avance queda opacado, cayendo al suelo sin entender qué ha sucedido. Una bala es más rápida y pequeña que cualquier proyectil, y no todos pueden verla o desviarla como Wilhelm, Julius o Reinhard podrían.

Es un poder que solo algunos poseen.

El coliseo se sume en un silencio abrumador mientras el caballero yace en el suelo. La sangre brota de su pierna derecha en cantidades preocupantes, y él comienza a jadear mientras intenta ponerse de pie.

—¡Ahg! —Kus retrocede rápidamente, pero su pantalón blanco se tiñe de rojo, evidencia de que he alcanzado una arteria.

Peligroso.

Las emociones en la multitud se tornan tumultuosas, algunos gritan, otros contemplan la escena en silencio, y algunos parecen emocionados ante la sangre derramada. Pero en mi interior, siento una extraña mezcla de satisfacción y pesar.

Esto era lo que quería, sí, pero de alguna forma sé que no es lo correcto.

Aunque nos permita tomar el logro por nuestra cuenta, hará que estemos a la vista de todos nuestros enemigos.

Mi mente y mi corazón están envueltos en una tormenta, mientras trato de mantener la compostura y seguir adelante con este enfrentamiento.

El coliseo se ha transformado en un campo de batalla, donde las miradas y las emociones chocan violentamente.

La atmósfera está cargada con una tensión palpable y todo parece en pausa, expectante ante lo que pueda ocurrir a continuación. No obstante, lo único en lo que puedo centrarme es en la figura de Kus, tendido y herido, sufriendo las consecuencias de su provocación.

Si quiero proteger a Emilia y a quienes me importan, si quiero cumplir mis ambiciones, debo seguir adelante y enfrentar las consecuencias de mis acciones.

—¿¡Qué fue lo que hiciste!? —Kus me lanza una mirada cargada de odio mientras presiona su pierna herida.

—Simplemente utilicé mi arma —camino hacia él con calma, mientras observo cómo adopta una postura defensiva. Sin embargo, al alejarse unos metros, cree estar fuera de mi alcance.

—¡Eres un tramposo! —exclama el hombre desesperado mientras me ve acercarme.

¡Bang!

La bala atraviesa el arma de Kus, obligándolo a soltarla y sujetar su mano herida. Su mano exploto por el impacto, varios de sus dedos salieron volando, dejando solo un cargo de sangre.

—¡Ahg! —Kus se desespera y, en un instante, grita— ¡El dona!

Del suelo emergen espinas de piedra que se disparan hacia mí. Rápidamente, se extienden y obligan a retroceder usando murak.

El hombre jadea agotado, mientras me observa con un profundo odio.

Es sorprendente cómo el nivel de un caballero común puede ser tan bajo. Pero ¿acaso hay algo más detrás de su feroz resentimiento? Los caballeros tienen fiereza con la espada, cabe decir que la razón de la situación es debido a que es una batalla con un arma desconocida para ellos.

Aunque, no dudo dar una buena pelea con mi propia magia.

Ignorando sus intentos desesperados, dirijo mi mirada hacia el público y, con mi voz imbuida de maná, grito con determinación:

—¡Este es el poder que poseemos en Irlam! ¡Todos mis soldados son capaces de esto! Con estas armas, hemos logrado acabar con los cultistas sin necesidad de usar espadas.

Un silencio sepulcral se apodera del lugar mientras los murmullos persisten. Las personas parecen no comprender del todo lo que está sucediendo, pero hay unos pocos que sí lo captan.

—¡Nuestro poder es innegable! Por lo tanto, es hora de poner fin a esto.

Inmediatamente, canalizo mi magia espiritual. El efecto de la gravedad sobre mí disminuye y, cuando menos se lo esperan, grito con fuerza y determinación.

—¡Fura!

Una ráfaga de viento me impulsa a gran velocidad hacia Kus, tomando al caballero desprevenido. En un abrir y cerrar de ojos, estoy frente a él, lanzando un gancho derecho hacia su rostro. Él bloquea el golpe con su brazo, pero eso no me detiene.

Rápidamente, lanza una patada hacia adelante para alejarme.

Colocandome de lado, agarro su pierna izquierda, haciéndolo perder el equilibrio. En ese preciso instante, aprovecho la oportunidad y clavo mi puño en su nariz, sintiendo cómo la sangre brota al impactar.

Si bien no soy un experto en esgrima, en el combate cuerpo a cuerpo soy implacable. Kus cae al suelo y enseguida crea una barrera de piedra entre nosotros. Desde un lado del muro, se lanza hacia mí con una mirada colmada de odio.

—¡Muere! —grita mientras se abalanza para apuñalarme.

A esta distancia, mi rifle carece de poder, y sus heridas son evidentes. Si hubiese actuado de esa forma desde el principio, habría sido un rival más peligroso.

Pero ahora es demasiado tarde.

Sostengo su mano con firmeza, deteniendo su avance. Él me mira con palidez en el rostro y jadea con dificultad. A pesar de que está al borde del colapso, no quiere aceptar su derrota.

—Al menos, acepta tu derrota —susurro antes de descargar otro golpe en su rostro. Con facilidad, utilizo murak para levantarlo y mostrarlo ante todos los presentes.

Las expresiones de las personas se tornan más temerosas que sorprendidas. La sangre de Kus cae mientras él apenas tiene fuerzas para jadear.

Si esta situación continúa, es probable que muera.

Tomo impulso y, con magia de viento, lo hago volar por el lugar. Se arrastra hasta chocar con el muro donde se encuentran las candidatas, quedando exhausto y maltrecho.

El coliseo se sume en un silencio tenso mientras todos observan el resultado de la intensa batalla. La victoria ha sido mía, pero no siento regocijo en este momento, fue demasiado fácil. La violencia y la sangre derramada no son dignas de celebración.

La sombra de la batalla se cierne sobre mí, recordándome que la fuerza no es la única respuesta en este mundo tumultuoso.

Pero a veces es necesaria.

Miro al caballero que funge de juez, y el silencio se vuelve abrumador en la habitación mientras espero su veredicto. Pasan unos segundos eternos antes de que finalmente reaccione.

—¡El ganador es Marco Luz! —anuncia el juez.

Un silencio tenso se apodera del lugar, y los sanadores acuden rápidamente para atender a Kus. Sin embargo, Félix, con su singular energía felina, desciende rápidamente y comienza a curar las heridas del caballero derrotado.

—¡Nya! Pudiste contener tu fuerza, este hombre está muy malherido —exclama Félix, preocupado.

La razón de mi pelea era acallar a los caballeros arrogantes, pero el problema radica en que esta victoria no demuestra inequívocamente que yo haya sido el autor de tal hazaña. No debería tener que dar explicaciones a nadie, pero si no lo hago, el impacto de mi victoria en Lugunica podría verse afectado.

Si no puedo acreditar esta batalla, podrían tacharla de mentira, y eso no es lo que busco. Un nombre se forja a través de los logros, y tanto el nombre de Emilia como el mío están en juego.

Ahora que el calentamiento ha concluido, es momento de enfrentar la verdadera prueba. Impulso mi voz con maná para que todos me escuchen claramente.

—Este combate no ha demostrado mi capacidad para vencer a un arzobispo, por lo tanto, tengo una propuesta —dirijo mi mirada hacia Julius, quien me devuelve una expresión seria.

Sí, esta es la única forma de mostrar verdaderamente mis habilidades.

—Reto a Julius Juukulius, el gran caballero espiritual, a un combate amistoso —anuncio, sintiendo la sorpresa y el asombro llenar el estadio mientras todos dirigen sus miradas hacia Julius, quien mantiene su imperturbable expresión.

Anastasia, observándonos con una sonrisa enigmática, se dirige a mí.

—Si eso es lo que deseas, supongo que puedo prestarte a mi caballero —dice, complacida.

Ante las palabras de Anastasia, Julius hace una reverencia respetuosa.

—Como usted ordene.

El desafío ha sido aceptado y el ambiente se impregna de una expectación palpable. Será un duelo de titanes, una contienda épica donde se medirán dos fuerzas formidables que dejarán su huella en los anales de la historia de Lugunica.

Julius me lanza una mirada llena de determinación y, sin prestar atención a los demás, salta con gracia hacia la arena. Su elección de unirse a este enfrentamiento es mera decisión suya, y agradezco el favor que le pedí: informar a Emilia sobre la pelea.

En un combate a muerte, no puedo predecir quién de los dos saldrá victorioso. Poseo algunas cartas sorpresa bajo la manga, pero la impecable maestría de Julius en la esgrima lo convierte en un oponente formidable.

Sin mi rifle, es probable que carezca de la capacidad para infligirle un daño significativo.

Él cuenta con muchos años de experiencia en el arte de la espada, y en este punto, parece poco probable que pueda vencerlo. No obstante, debo demostrar que estoy a la altura del desafío.

—Antes de que comencemos el combate, me gustaría preguntarte algo —Julius se acerca a mí, posicionándose frente a frente—. ¿Tienes algún motivo en particular para desafiarme?

Si hay alguna razón, es que no encuentro a ninguna otra persona contra quien luchar. Sería insensato elegir enfrentarme a Reinhard, y no conozco a nadie más en este momento.

—Sé que esto puede parecer irrespetuoso de mi parte, pero he escuchado que eres un caballero espiritual, y me gustaría conocer tus habilidades —sonrío con confianza mientras intento mantener un tono cordial—. Normalmente, sería desfavorable enfrentar a alguien que no es un caballero, pero la situación lo amerita, por lo que me parece perfecto.

No deseo tener a Julius como enemigo, aunque tarde o temprano Anastasia y yo tendremos que enfrentarnos. Él está tan cegado por su camino, tan inmerso en su mundo, que no puede ver más allá de lo que tiene delante.

Sin embargo, no creo que sea una mala persona en sí misma.

—Pero no tienes dominio en la esgrima. ¿Acaso subestimas mis habilidades? —la voz de Julius se torna más severa, dejando entrever su orgullo herido.

Sin duda, su ego dicta sus palabras.

—Si te subestimara, no te habría desafiado. Dije que necesito comprobar que puedo vencer a un arzobispo, y la única forma de hacerlo es luchando contra alguien más fuerte que yo.

Es innegable que afirmar que Julius es capaz de vencer a un arzobispo no es una exageración. Su renombre resuena en cada rincón de Lugunica, lo que le otorga credibilidad a esa audaz declaración, aun cuando quizás no alcance el poder de Gildark o Reinhard y otros de su calibre.

—Veo tu iniciativa y tu motivación. Tendremos una batalla justa —afirma Julius, entregando su espada al caballero juez.

En cambio, yo decido lanzar mi arma hacia donde están mis soldados para que la resguarden.

La mirada preocupada de Emilia y Beatrice se posa sobre mí, pero mi mente está más serena de lo esperado. No percibo intenciones oscuras en Julius, solo una genuina curiosidad por la lucha.

Una espada de madera es entregada a Julius, mientras que yo solicito una daga. La verdad es que carezco de experiencia en esgrima, aunque he entrenado en artes marciales, nunca utilicé armas.

—No tengo experiencia en esgrima, por lo que me disculpo si juego sucio —le advierto a Julius, quien sonríe con una mezcla de ansias y calma.

—Te han privado de tu arma, fue una demostración espléndida, pero sin ella estás en desventaja —comenta mientras examina su espada de madera—. ¿Crees que aun así ganarás?

—No ansío la victoria, solo deseo demostrar de qué estoy hecho. Mi objetivo es simplemente callar las lenguas maledicentes —confieso.

Debo tener cuidado y no revelar todas mis habilidades, pues eso me dejaría en franca desventaja.

Mostrar todas mis cartas ahora solo me traería problemas en el futuro.

¿Seré capaz de ganar esta contienda?

Julius me apunta con su espada.

—Mentir no es honorable —comenta, su sonrisa denota expectación—. Como caballero espiritual, puedo vislumbrar muchas cosas, pero solo te las revelaré si logras sorprenderme.

Adopté una postura de combate, pero parecía que Julius aún esperaba algo más de mí. Quizás notaba la ausencia de Beatrice a mi lado, lo cual era inusual.

—Bueno, tengo mis formas de usar la magia espiritual, así que no tienes por qué preocuparte. Si me ganas, te lo explicaré —aseguré, y mi afirmación pareció impactarlo, ya que desvió la mirada hacia donde se encontraba Beatrice. Tras cerrar los ojos por un instante, tomó su posición.

El ambiente quedó envuelto en un silencio tenso. Esta batalla no se basaba en una enemistad como la anterior; era un enfrentamiento formal. El caballero juez nos observó a ambos y asentimos, indicando que estábamos listos.

Aunque fui entrenado para luchar con cuchillos en el ejército, esas batallas eran contra oponentes armados con cuchillos también. Combatir contra una espada es completamente diferente, sobre todo si el rival es un experto en su manejo.

¿Acaso fue una elección precipitada enfrentarme a él?

Pero algo dentro de mí se negó a dar marcha atrás; algo en mí anhelaba este enfrentamiento.

—¡Comiencen! —anunció el caballero juez.

Julius rompió la brecha que nos separaba con un pisotón, moviéndose rápidamente hacia una posición de ataque. Su espada de madera, aunque convencional, era ágil y su movimiento veloz.

Ejecuta un swing que corta el aire con celeridad, apuntando hacia mi costado. Rápidamente, pongo mi daga para bloquear el golpe, pero la fuerza de Julius es abrumadora.

Un dolor punzante recorre mi muñeca, amenazando con hacerla estallar.

La fuerza de Julius está en otro nivel.

Un simple golpe y sentí que mi muñeca estaba al borde del colapso. Pero ya lo había anticipado; tenía mis formas de combatir

Julius cambió su posición e intentó atravesarme en el pecho. Aproveché la gravedad con murak, saltando hacia atrás para crear una distancia segura. Necesitaba calmarme y concentrar el maná en mi puerta para que fluyera por todo mi cuerpo. Visualicé el maná como electricidad, aumentando su voltaje para potenciar mi fuerza.

Llené mis músculos de maná, e incluso mis ojos se impregnaron de su poder. Ahora estaba listo para enfrentar a Julius con mi máximo potencial, algo que Emilia usa inconsciente yo necesito mantener la concentración.

Mis recursos se agotan, por lo que solo puedo mantener mi habilidad especial puntualmente. Me abalanzo hacia Julius, la gravedad de mi cuerpo disminuida, y en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro frente a él. El polvo se levanta con fuerza a mi paso, mientras apunto mi daga hacia la espada de madera que sostiene.

Es una simple espada de madera, pero mi objetivo es evitar una pelea de esgrima a toda costa. En el instante que ataco, libero el murak, volviendo a mi masa normal, ya que utilizarlo en el ataque reduciría su potencia.

La velocidad de Julius aumenta y sus ataques se suceden con rapidez, y yo los bloqueo con mi daga, pero uno de sus golpes logra impactarme en el costado.

El dolor se propaga por mi cuerpo, enviando señales eléctricas a mi cerebro, pero me esfuerzo por mantener la expresión imperturbable. He soportado dolores más intensos y heridas peores en el pasado. Puedo resistirlo, debo mantener la calma.

Los gritos y abucheos llenan el campo, con elogios para Julius y expectación por verme caer. Sin embargo, Julius no parece satisfecho con ello.

—Es un poco decepcionante cuando la gente no entiende el valor de una batalla —susurra con un suspiro apenas audible, mientras me observa y toma nuevamente posición—. Aumentemos el ritmo.

Sus ataques se vuelven más rápidos, y aunque intento bloquearlos, varios me alcanzan.

El dolor se incrementa a medida que intento defenderme de sus poderosos ataques.

Es evidente la diferencia de nivel entre nosotros, pero eso no me molesta. Apenas he vivido unos pocos meses en este mundo, pero he escalado lo suficiente y estoy decidido a seguir haciéndolo.

No importa el resultado final, debo intentar ganar. Julius intenta una estocada hacia mí, y rápidamente pongo mi daga para bloquear el ataque, pero él cambia de posición y lanza un ataque vertical.

Sin tiempo para reaccionar, agarro su espada de madera, provocando un sonido seco que silencia a todos en el estadio. Julius me mira con cierta sorpresa mientras las gotas de sangre empiezan a caer.

—Es solo un arma de madera, no me cortará si la agarro —afirmo con una sonrisa desafiante.

Julius parece complacido con mi afirmación, y se mantiene firme en su posición.

—Lo supe desde el principio, tu modo de pelear y el mío son diferentes, sin embargo, lo veo en ti —afirma con convicción.

La presión en su arma se hace evidente, y lucha por hacerme agachar. En respuesta, canalizo más maná, sintiendo cómo las venas de mis brazos se abomban mientras intento resistir la fuerza de su ataque.

—Eres igual que yo, no estás satisfecho con lo que eres, buscas mejorar cada día, encontrar formas de ser mejor sin importar los sacrificios que debas hacer —sus palabras resuenan en mi mente mientras intento mantenerme firme.

Una luz naranja aparece, una pequeña bolita luminosa que se mueve por el cuerpo de Julius. Es una manifestación del poder espiritual que corre por sus venas. La atmósfera se carga de energía mientras Julius y yo nos enfrentamos en este duelo trascendental.

—Es In, una de las compañeras que ha caminado a mi lado, y es la prueba irrefutable de que soy un caballero espiritual —el espíritu se funde con Julius, desencadenando un incremento de fuerza abrumador. Me arrodillo lentamente, sometido por su poder sobrehumano. Él sonríe con satisfacción y afirma—. También es una prueba de mi respeto hacia ti como oponente.

La fuerza opresiva me hace perder terreno en esta batalla.

Es hora de cambiar las tornas.

—Bien, en ese caso, lamento decirlo —reúno rápidamente el maná en mi mano y con una sonrisa desafiante exclamo— ¡Goa!

Una bola de fuego surge de mi mano, incinerando parte de la hoja de Julius al instante. Retrocede y me mira sorprendido, pero su sonrisa persiste.

—Eres más fuerte que yo, por lo que debo recurrir a tácticas menos ortodoxas. Supongo que es un trato justo.

El público observa boquiabierto cómo el arma de Julius queda completamente inutilizada. Es evidente que este acontecimiento solo es posible debido a que se trata de una espada de madera. De lo contrario, mis chances victoria habrían sido de cero.

Julius quiere poner a prueba mis habilidades.

—Lamento haber subestimado tu poder, Marco. A partir de ahora, lucharé como un auténtico caballero espiritual.

Otro de los espíritus que acompañan a Julius se manifiesta. No lo pienso dos veces y, en un instante, lanzo bolas de fuego en su dirección. El campo se envuelve en un calor sofocante, pero Julius esquiva con gracia cada uno de mis ataques.

Sus pasos son elegantes y precisos, revelando su experiencia en el combate.

—¡Fu Murak! —en un instante, una onda de viento me impulsa hacia él. Al encontrarnos frente a frente, lanza una patada dirigida a mi costado—. ¡Vita! —utilizo mi codo como escudo para bloquear su ataque, sin moverme ni un centímetro gracias al incremento de mi densidad corporal. Julius se sorprende ante esta maniobra, lo cual aprovecho para lanzar un gancho hacia su rostro.

—Ese fue un buen ataque —Julius sostiene mi puño sin dificultad.

Cuando utilizo In, Julius debe haber utilizado magia Yang. Probablemente, ha potenciado su fuerza más allá de los límites actuales de mis habilidades.

Si quiero hacerle frente, debo pensar de forma distinta.

Julius intenta jalarme, esperando que utilice Vita para mantenerme. Sin embargo, empleo Murak, lo que le permite levantarme con facilidad. Él me suelta y, en el aire, ejecuto una patada en hacha hacia él

—¡Fu Vita! —Una onda de viento se desata a partir del incremento de mi peso.

El aire fluye de manera perfecta, aumentando el impulso de mi ataque. Un sonido seco resuena cuando Julius bloquea mi patada con uno de sus brazos. Pero en ese mismo instante, creo una onda de viento ascendente, reduciendo la presión en el aire.

La tierra y el polvo se levantan en una nube tumultuosa. Julius mira hacia abajo, creyendo que es un ataque, pero hay algo que aún no ha considerado: no he caído

Cada vez que practico el cambio entre Murak y Vita, debo tener en cuenta la inercia que llevo conmigo. Mi cuerpo y mi mente están en perfecta sintonía, ejecutando movimientos que desafían las leyes de la gravedad.

En el aire, mi patada se dirige hacia Julius, pero justo antes de impactar, detengo el flujo de maná, deshaciendo el hechizo y, en un instante, golpeo su rostro con fuerza.

—¡Fura!

Un seco estallido resuena en todo el lugar. La cabeza de Julius gira hacia el golpe, evitando así caer bajo la gravedad que ejerce mi cuerpo sobre él. Rápidamente, tomo distancia impulsándome con su hombro.

Es el primer golpe hacia Julius. Mi intento era golpear su mandíbula, pero no pude lograrlo; sin embargo, alcancé una limpia conexión en su mejilla.

A pesar de que Julius potencia sus sentidos con la magia Yang, mi corazón late con fuerza. Los cambios tan rápidos entre los distintos hechizos sobrecargan mi puerta, por lo que debo dar fin a esto pronto.

No deseo volar, ni utilizar más hechizos ostentosos. No quiero revelar demasiado en esta pelea.

El polvo se dispersa y las voces de la multitud gritan todo tipo de cosas. Algunos apoyan a uno u otro contendiente, mientras que otros simplemente alientan el enfrentamiento.

Julius permanece en su lugar mientras se toca la mejilla. Una pequeña gota de sangre parece asomar en su boca, pero él la borra con magia de agua.

—¡Fell Goa! —exclama Julius con determinación.

En un instante, una neblina de aire se forma a mi alrededor. Cuando intentó escapar, un remolino de fuego se alza de la nada, impidiéndome huir.

La tensión en el aire es palpable, y una intensa emoción envuelve la arena del combate. La magia de Julius se materializa en una danza misteriosa y amenazante, mientras el viento se contorsiona a su voluntad.

Un remolino de fuego me rodea, quemando todo el oxígeno a mi alrededor.

Mi mente se nubla momentáneamente por el ardor de la situación. La danza de fuego y viento parece poseer vida propia, rodeándome con una fuerza sobrecogedora.

—¡Fura! —exclamo, creando una corriente de viento que se opone al fuego de Julius, intentando así abrir una brecha para escapar.

Sin embargo, el viento no es suficiente para detener las llamas abrasadoras que me rodean. El fuego avanza impetuoso, como una serpiente que busca aprisionarme.

El calor intenso me hace retroceder, pero no puedo ceder. Debo encontrar una salida, una oportunidad para contraatacar.

Mis ojos brillan con determinación, y mi mente trabaja a toda velocidad. Busco una solución, una fisura en la marea de fuego que me rodea.

Los murmullos se desatan entre la multitud, llena de asombro y expectativa.

Atrapado en el ojo el calor se hace abrumador, el oxígeno empieza a disminuir a medida que el tiempo pasa.

—Usando a In y Aro puedo combinar magia de viento y fuego, con el tiempo, te quedarás sin aire para respirar —advierte Julius con una sonrisa desafiante.

Solo hay una forma de contrarrestar su ataque.

—¡Huma! —creo una esfera de agua que me envuelve completamente, protegiéndome de la inminente tormenta.

Contengo la respiración y me concentro.

«La única forma de cancelar un tornado es enfrentarlo con una fuerza igual y opuesta, lo que detendría su avance, pero también dispersaría el fuego por todas partes. Quizá algunos nobles enemigos se quemen en el proceso», reflexiono mientras analizo la situación.

Necesito crear un tornado igual y opuesto.

En la atmósfera, cuando una masa de aire cálido y húmedo se encontraba con una masa de aire frío y seco, se generaba una inestabilidad. Las diferencias en densidad y temperatura entre ambos tipos de aire provocaban un frente de ráfagas ascendentes conocido como frente frío.

La variación en velocidad y dirección del viento a diferentes altitudes creaba un efecto de rotación horizontal en la atmósfera.

El agua a mi alrededor comenzó a calentarse peligrosamente, pero no tenía margen de error. Combinar dos hechizos requería una comprensión perfecta de ambas magias. El fuego necesitaba combustible para alimentarse, mientras que el viento exigía un cambio en la presión.

Si logro generar suficiente vorticidad y una corriente ascendente lo bastante poderosa, podría crear un embudo descendente desde la nube, un auténtico tornado.

Con la mente clara, liberé mi maná e imaginé el viento girando a mi alrededor.

Los cielos se nublan con la intensidad de la batalla, y el viento parece susurrar susurros de intriga mientras me enfrento a Julius, mi valeroso oponente. El brillo de determinación en sus ojos se encuentra a la par con mi voluntad ardiente.

—¡Fell goa! —mi voz retumba con poderío, liberando una vorágine de fuego que avanza hacia el torbellino desatado por Julius.

¡Boom!

El choque titánico provoca una explosión formidable, pintando el paisaje con los destellos luminosos del duelo elemental. Sin embargo, la tenacidad de Julius es admirable; no permite que el caos lo debilite y lanza un puñetazo directo hacia mi rostro.

Pero en medio del fragor bélico acecha una sorpresa inesperada.

—Dona.

Un pilar de piedra, en un alarde impresionante de destreza, se alza desde un costado, impactándome con fuerza y arrojándome al suelo con brusquedad. La sangre empieza a brotar de mi boca, pero el ardor en mi corazón solo aumenta.

Con tenacidad, me esfuerzo por levantarme, encontrando a Julius acercándose con elegancia marcial.

—Contrarrestaste mi hechizo usando magia de fuego y viento, y además desplegaste magia de agua —observa Julius con seriedad, mientras otro gancho amenaza mi posición. Hábilmente, logro evadirlo inclinándome hacia atrás, y en respuesta, lanzo una esfera ígnea en su dirección, pero desata una barrera de viento para desbaratar mi ataque— La magia espiritual te otorga el dominio sobre diversos elementos, mas no equipara las artes mágicas normales en ciertos casos.

Un nuevo pilar de piedra emerge, pero mi voluntad es inquebrantable, y mediante el uso de Murak, salto con agilidad, alejándome de su impacto.

—La magia espiritual te permite desplegar hechizos y combinaciones que puedas manejar, mas es el espíritu quien establece el enlace con la magia. Los espíritus captan esas conexiones —continúa Julius, avanzando con paso cauteloso— Puedes controlar dos elementos por tu cuenta, pero ya has utilizado dos elementos adicionales.

En medio de la asombrosa contienda, el eco de sus palabras se funde con el rugido del viento, y la intensidad del combate parece resonar con cada latido de mi corazón. La lucha entre los elementos es una danza mística, y yo, un mero participante en esta sinfonía cósmica.

¿Podré superar el abismo que nos separa, o seré consumido por las llamas de la derrota?

Solo el destino conoce el veredicto que aguarda.

No, no hay nada como el destino.

La multitud se abruma con sus palabras, que resuenan en el campo de batalla como un eco inquietante. Los murmullos se propagan entre los presentes, llenando el aire con una mezcla de sorpresa y admiración.

Julius me mira fijamente, tratando de descifrar la verdad detrás de mis habilidades aparentemente inexplicables.

—Afirmas llevar poco tiempo practicando, pero tu crecimiento es anormal —su voz suena cargada de asombro y sospecha.

Sonrío débilmente mientras intento recobrar fuerzas para enfrentar lo que viene a continuación.

—La magia espiritual te permite dominar múltiples elementos sin necesidad de comprenderlos por completo —respondo con calma.

Es cierto. Para Julius, quien ha dedicado años a perfeccionarse en el arte mágico bajo la tutela tanto propia como ajena, el dominio elemental es más que conocimiento adquirido; es una experiencia ganada a través del tiempo y la dedicación incansable.

Aquí no existen nociones hábiles sobre las leyes físicas o los principios científicos convencionales.

En este mundo donde nos encontramos ahora mismo, pensar en realizar un hechizo implica visualizar los procesos subyacentes involucrados e interpretar cómo funciona cada elemento en particular. A partir de ahí, canalizamos nuestra energía mágica hacia ese elemento específico para manifestarlo poderosamente ante nuestro mundo.

Yo, en cambio, comprendo nociones de las tres formas de percibir el mundo, química, física y matemáticas.

Cada una de ellas estudia los principios del mundo de forma diferente.

Con ellas puedo comprender parte de los principios que rigen, así utilizar el maná para controlarlos. En pocas palabras: utilizar nuestro maná como reactivo y reactante ilimitado para dar forma al mundo circundante.

—La forma en que utilizas tu maná solo se puede adquirir con años de experiencia —continúa Julius, su voz llena de una mezcla de admiración y duda—. Por un instante, llegué a pensar que estabas mintiendo acerca del tiempo que has dedicado a esta disciplina.

¿Será posible que los espíritus tengan alguna manera especial de percibir la antigüedad del vínculo mágico?

El interrogante flota en el aire como una bruma densa y misteriosa, envolviéndonos tanto a mí como a Julius en un aura de incertidumbre. Los secretos ocultos dentro de la magia espiritual parecen ser tan profundos e inescrutables como los abismos más oscuros. Solo aquellos con verdadera devoción y perseverancia pueden esperar desentrañar sus misterios más íntimos.

—Tu puerta adquirió forma hace poco más de dos meses —afirma Julius, su voz llena de asombro y una pizca de incredulidad.

La noticia se propaga como un incendio forestal entre la multitud que nos rodea. Gritos de sorpresa son seguidos por susurros cargados de diversas emociones: admiración, envidia e incluso temor.

Observo a mi alrededor y las miradas han cambiado. Algunas están llenas de miedo ante lo desconocido, mientras que otras aguardan impacientes el desenlace del enfrentamiento. Gildark, me fulmina con la mirada mientras analiza cada movimiento mío con intensidad.

Solo han pasado unos cuantos meses desde que inicié este viaje hacia el dominio de la magia. Y ya he logrado derrotar a un simple caballero común, aunque gracias al poderoso rifle que poseo.

Tengo la certeza interior de que incluso sin el rifle, habría sido capaz igualmente.

Pero ahora me enfrento a Julius; él es otro escalón al cual aún no he llegado a alcanzar.

—¿Acaso pensaste que estaba mintiendo? —le pregunto con una mezcla sutil pero firme convicción en mi tono— Nunca he mentido acerca del tiempo dedicado a esta disciplina. Incluso Reinhard y Crusch pueden confirmarlo.

Julius me observa fijamente mientras invoca a todos sus espíritus para fortalecerse aún más en su resolución. Parece estar absorto en algún pensamiento profundo mientras yo solo jadeo intentando recuperarme del intenso enfrentamiento anterior.

Sé que mis posibilidades de victoria son escasas, pero esta batalla solo es un pequeño capítulo en mi camino. No me rindo fácilmente.

—Me disculpo si dudé de ti —responde Julius con una voz cargada de respeto y determinación— Ahora es momento de poner fin a esto; la señorita Anastasia debe estar esperando por mí.

Julius se impregna de magia Yang utilizando a In como su herramienta principal, mientras el resto de sus espíritus se concentra en sus manos. Un destello luminoso comienza a emanar desde las palmas, generando un calor intenso que distorsiona la forma misma del aire circundante.

A pesar de saber que no tengo oportunidad alguna contra él, adopto una postura defensiva y preparada para cualquier eventualidad. Es hora de terminar este espectáculo con estilo y gracia.

—¡Y lo haré a lo grande! ¡EL MURAK!—exclamo con vehemencia, desatando una onda expansiva proveniente del suelo mismo que levanta todo lo que encuentra frente a mí. La tierra se alza violentamente varios metros hacia el cielo, casi como si estuviera manipulando los vientos mismos para lograr tal hazaña.

Pero esto va más allá...

Julius queda suspendido en el aire sin poder hacer nada para evitarlo mientras es arrastrado hacia arriba por la fuerza sobrenatural generada por mi hechizo. Si bajo la gravedad mediante Murak, puedo ejercer un efecto extremadamente poderoso sobre él.

Pero eso no es todo; si utilizo esa misma técnica para disminuir drásticamente la presión atmosférica en un rectángulo en el suelo, puedo lograr algo aún más sorprendente.

El aire circundante intenta desesperadamente elevarse hacia arriba debido a la baja presión creada. Si disminuyo tanto esa presión y combino ese efecto con una velocidad extrema ascendente del aire, levantar los ochenta kilos que debe pesar Julius se vuelve una posibilidad tangible.

Quizás él lo notó cuando pisó el terreno, pero ya era demasiado tarde para reaccionar.

La escena parece sacada de un sueño surrealista mientras Julius se eleva impotente por varios metros en el aire. Su expresión mezcla incredulidad y resignación ante mi demostración magistral de control sobre las leyes naturales mismas.

—Pero eso no es todo —proclamo con resolución— pondré todas mis fuerzas en este momento crucial.

Retiro el hechizo y Julius, desprovisto de cualquier respaldo mágico, comienza a caer vertiginosamente. Su cuerpo se agita con una energía inquietante, pero me resulta imposible discernir qué está tramando exactamente.

—No puedo vencerte ahora mismo —le confieso con sinceridad aplomada—, pero sí puedo sorprenderte antes de que lo hagas tú.

Justo cuando su voz amenaza con estallar en un grito ensordecedor, adelanto mi acción sin vacilación:

—¡Fu vita! —en ese instante fugaz, creo una zona saturada de gravedad intensa que ejerce una atracción implacable sobre el aire circundante.

Julius queda atrapado irremediablemente por esta fuerza gravitatoria y cae velozmente hacia la tierra como si fuera arrastrado por un remolino cósmico.

El estruendo retumba en cada fibra del ambiente cuando su cuerpo colisiona violentamente contra el suelo. La tierra se quiebra bajo la fuerza del impacto y nubes densas de polvo oscurecen mi vista mientras un mareo insidioso me envuelve gradualmente.

El uso desmedido de magia Yin ha resultado demasiado para mí; aún no me he acostumbrado a manejar magias tan poderosas como estas, pero son la mejor forma de atacar que tengo.

Lo único que importa es su eficacia final frente al adversario.

La multitud estalla en gritos ansiosos, aunque esta vez sus voces están cargadas de expectación más que de abucheos. Todos anhelan conocer el resultado último de este combate sobrenatural al cual han sido arrastrados como testigos involuntarios.

—Deja ya tus artimañas —afirmo con valentía, aunque mis ojos apenas logran penetrar la cortina polvorienta suspendida en el aire—. Sé perfectamente que estás ileso a pesar de todo.

Cualquier persona común habría sucumbido ante semejante embestida, pero él no es alguien ordinario, eso está claro para todos los presentes.

—Aro —murmura Julius con una voz imbuida de dominio total mientras desata ondas poderosas de viento que barren con fuerza cada rincón del lugar, dispersando así la espesa neblina y revelando su figura erguida sin rastro alguno de debilidad.

Pero esto no fue tan sencillo como aparenta ser.

—¡Increíble! —exclaman varios espectadores atónitos al contemplar cómo Julius se erige imperturbable dentro del vasto cráter formado por la explosión devastadora del impacto inicial.

El suelo ha cedido bajo sus pies y las fracturas serpentean amenazantes por doquier, dejando testimonio silente del alcance avasallador del ataque recibido.

Julius dirige una mirada hacia el suelo, sumergiéndose momentáneamente en pensamientos profundos antes de acercarse decididamente hacia mí con un brillo inquebrantable en sus ojos determinados.

—Jamás me rendiré —Afirmó con ferocidad indomable mientras traza cada palabra en el aire como si fuera un juramento de lealtad a su propia causa.

Cuando Julius se acerca, intento lanzarle un gancho certero hacia su rostro, pero mi fuerza traiciona mis intenciones. Un dolor punzante atraviesa mi corazón y mi cuerpo arde por el agotamiento acumulado a causa del uso constante de magias variadas. Al no poder invocar a Beatrice para que me asista, tengo que exigir aún más a mis límites físicos.

La sensación es distinta al exceso de miasma, donde la recuperación es lenta y tediosa. Sin embargo, esta es la única opción que tengo en este momento.

—El hecho de que no te rindas habla mucho sobre tu carácter —expresa Julius con una leve sonrisa mientras se acerca a mí.

Yo lo miro adolorido mientras luchó por mantenerme en pie.

Si no admito la derrota, nada puede detenerme.

Algo dentro de mí anhela seguir adelante; sé que debo llevarme al límite para superarme.

Así es como he crecido durante toda mi vida: solo cuando me encuentro en situaciones extremas que demandan todo lo mejor de mí mismo.

No hay nada que cause más debilidad que la paz.

Pero a la vez, la paz da felicidad.

Que incongruente es la vida.

Julius aprovecha un instante oportuno y dirige un golpe directo hacia mi estómago. Intento bloquearlo con todas mis fuerzas restantes, pero sin éxito alguno; el impacto penetra sin obstáculos y una oleada ardiente inunda todo mi abdomen mientras retrocedo unos pasos tratando de recobrar el control de mi respiración jadeante.

Tomo su mano, preparando para usar vita en él.

—¡Marco! —grita Beatrice con angustia evidente en sus ojos preocupados. Su llamado urgente desvía fugazmente mi atención hacia ella.

Ahí está ella, observándome desde lejos con esa mirada cargada de inquietud y afecto. En ese instante, comprendo que me he desviado del camino que deseaba seguir. Aún hay aspectos en mí mismo que requieren mejora y perfeccionamiento.

Sin embargo, no siento frustración ni molestia al respecto; al contrario, estoy contento con todo lo que he logrado hasta ahora.

El simple hecho de poder enfrentar a alguien del calibre de Julius ya dice mucho sobre mi progreso y desarrollo personal. Esta batalla, aunque sea amistosa, me ha permitido reconocer las áreas en las cuales puedo crecer aún más.

Y eso es todo lo que puedo hacer por el momento.

Sonrío ligeramente ante esta revelación interna mientras vuelvo mi mirada hacia Julius.

—Me rindo —sonrío mientras sostengo la mirada de Julius con determinación—. Si me pongo en peligro, solo le causaré tristeza y no puedo permitirlo.

Si, no hay más opción.

Julius devuelve mi sonrisa, y parece que su actitud hacia mí ha cambiado notablemente tras esta batalla. Sin duda alguna, él es un individuo sorprendente; su fuerza descomunal lo hace destacar entre los demás.

—¡El ganador es Julius Juukulius! —anuncia el juez con entusiasmo, provocando una oleada ensordecedora de vítores por todo el recinto. Todos parecen contagiados por la emoción del combate y celebran efusivamente al vencedor.

Ha sido una experiencia intensa e inolvidable: una combinación feroz de habilidades marciales y magia que me ha llevado hasta mis límites físicos y mentales. Reconozco que aún tengo mucho camino por recorrer en cuanto a entrenamiento se refiere.

Observo a Beatrice desde lejos; sus ojos brillan con orgullo mezclado con preocupación oculta tras esa mirada tierna. Sé que ella siente alivio ante mi rendición para evitar cualquier daño innecesario.

Mientras caminamos hacia el centro del escenario para recibir nuestros merecidos aplausos, me prometo a mí mismo dedicar cada día venidero al perfeccionamiento de mis habilidades marciales y mágicas. Esta derrota no será más que un trampolín para alcanzar niveles aún mayores de excelencia en futuros enfrentamientos.

La multitud sigue aclamando a Julius, y no puedo evitar sentir una mezcla de admiración y gratitud hacia él. Ha sido un honor enfrentarlo en combate y conocer su enorme potencial.

Con la cabeza en alto y el corazón lleno de determinación, me deslizo entre los vítores ensordecedores del público, sabiendo que este día marcará un punto crucial en mi camino.