Somewhere only we know

Era inusual para Natsuki levantarse temprano un domingo, incluso cuando estaba en Kitauji y la banda sinfónica tenía ensayos. Aquel era diferente. Haber presenciado el concierto de bienvenida del club de música ligera le hizo darse cuenta de que tendría que esforzarse y tomar bastante en serio su nuevo instrumento para estar al nivel que vio en las otras bandas. Saber acordes básicos y defenderse con un par de ritmos no era suficiente, y menos con las ambiciones que Miyuki y Hibuki tenían. Tan solo esa primera semana con ellos bastó para darse cuenta de que querían ser profesionales, y Natsuki no quería ser un obstáculo para ellos.

Viendo tutoriales y leyendo foros en internet, Natsuki estuvo toda la mañana tratando de aprender nuevas cosas en pos de mejorar sus habilidades en la guitarra. Las puntas de sus dedos dolían y las cuerdas habían hecho marcas en ellas, siendo este el motivo por el que optó por detenerse antes de lastimarse. Recostada en su cama, se preguntó qué podría hacer mientras sus manos descansaban. Sonrió cuando una idea surcó por su mente y tomó su teléfono.

14:01
Puedes salir a algún lado?

14:02
¿No tienes nada mejor que hacer, Natsuki?

14:03
Obvio no. Lo estaría haciendo si fuese el caso 😜

14:05
No estoy de humor para soportarte. ¿Por qué no buscas a Nozomi?

14:06
Ella está con Mizore
No quiero molestar a las tortolitas azules
Pasó algo?

14:07
Nada de tu incumbencia.

14:07
?

14:10
En serio, no es nada. Estoy algo estresada. Hoy tuve bastante clientela que atender.

14:12
Qué mejor desestresante que salir conmigo a despejarte un rato? Yo invito los gastos 😉

14:14
No sé qué tan desestresante sea salir contigo…
Pero acepto. ¿Dónde y cuándo nos vemos?

14:14
Puedes ya?

14:15
Sí. Ya terminé mi turno.

14:16
De acuerdo
Nos vemos en una media hora en la estación del metro cercana a la universidad.

Yuuko sonrió mientras guardaba su teléfono. Solo ese intercambio de mensajes bastó para mejorar su estado de ánimo tras la agitada mañana que tuvo. Ella no tenía idea de la razón para que esa mañana de domingo en particular tuviera tanta clientela. Por momentos sentía que no daba abasto y estuvo a punto de llamar a su jefe para pedir ayuda, en especial cuando alguien con bastante prisa comenzó a exigir una atención más pronta aun notando lo larga que estaba la fila en la caja y que solo había una cajera.

Pasar tiempo a solas con Natsuki era algo impredecible. Las cosas podían resultar bastante pacíficas o ser muy caóticas, pero la diversión estaba asegurada. A Yuuko realmente no le importaba qué planeaba hacer Natsuki con ella aquella tarde. Fuera lo que fuere, estaba segura de que regresaría a casa con una enorme sonrisa. Aquella chica tenía algo especial que siempre, aún en sus habituales discusiones, la hacía sentir mejor, en especial desde aquella noche.


Cerca de dos años atrás, luego de conseguir la clasificación a la competencia de Kansai, los integrantes de la banda sinfónica de Kitauji se tomaron una noche para relajarse y disfrutar del tradicional festival de fuegos artificiales de Uji. Los estudiantes se mezclaron con la multitud, disfrutando de las diferentes atracciones que la comunidad ofrecía para la ocasión.

Yuuko asistió con su entonces mejor amiga, Tomoe Kabe. Lo habitual era que asistiera con su grupo de amigas, pero ese año era inusual para ella en ese aspecto. Mizore se había negado a asistir al evento, pese a la insistencia de Yuuko. Por otra parte, su relación con Nozomi por esos días no era la mejor, ya que la trompetista era de las que se oponía al regreso de la flautista a la banda, pensando en proteger a Mizore de aquella chica a quien la oboísta temía enfrentar luego de sentirse abandonada un año atrás. Dadas estas condiciones, Yuuko optó por disfrutar lo más que pudiera junto a Tomoe, y así fue hasta que se encontraron con alguien especial.

No era habitual que Kaori Nakaseko estuviese sola, usualmente estaba junto a Asuka Tanaka y Haruka Ogasawara, sus amigas más cercanas, a las que en ocasiones se les juntaba Aoi Saito, exintegrante de la banda. Esa era una de las pocas ocasiones en las que la entonces líder de la sección de trompetas deambulaba sin compañía, algo que Yuuko no quiso desaprovechar. Tomoe, a sabiendas de esto, la animó a ir junto a la mayor, excusándose en que iría a comprar algo de yakisoba. Agradeciéndole a su amiga, Yuuko fue lo más rápido que pudo al encuentro de su senpai, saludándola efusivamente y siendo recibida por la cálida sonrisa de la mayor.

—¡Qué sorpresa encontrarte, Yuuko-chan!

—Lo mismo digo, senpai. ¿Dónde están la presidenta y Asuka-senpai?

—Haruka está un poco retrasada, pero no tardará en llegar. En cuanto a Asuka, ella está buscando un lugar donde podamos ver el espectáculo de forma cómoda.

Y se hizo el silencio entre ambas. Yuuko odiaba que la espontaneidad que tenía junto a Tomoe, a Mizore o a Natsuki parecía esfumarse estando cerca de su amada Kaori. Todos aquellos temas que desataban largas conversaciones en la imaginación de la más joven desaparecieron, dejándola en blanco. Fue Kaori quien rompió ese silencio.

—¿Sabes? Hace poco escuché el rumor de que, si una pareja declaraba su amor en este festival, su relación sería duradera.

—¿En serio?

La emoción era palpable en la voz de Yuuko, viendo esta una oportunidad de oro para revelar sus sentimientos.

—Quiero creer que es así. —Kaori miró hacia el lugar de donde saldrían los fuegos artificiales minutos después. Había un cierto deje de tristeza en el tono de su voz—. Quisiera comprobarlo, pero…

—Kaori-senpai, hay algo que quiero decirte. —La mayor regresó su mirada hacia Yuuko, quien estaba sonrojada, pero tenía una gran determinación en sus ojos—. Hace tiempo que vengo sintiendo esto y creo… No, estoy segura de que es el momento de decirlo, mi ángel. Estoy enamorada de ti, de tu amabilidad, de tu suave voz, del sonido de tu trompeta. Amo todo de ti, y nada me gustaría más que compartir el resto de mis días contigo.

Kaori veía con sorpresa a la menor. Sabía mejor que nadie lo devota que le era Yuuko, pero jamás imaginó que esa devoción se debiera a un interés romántico.

—Lo siento, Yuuko-chan. —Un par de lágrimas se asomaron en los ojos de la menor al escuchar esto—. Me honra saber que te sientas así por mí, pero no puedo corresponderte. No cuando ya estoy enamorada de A… Alguien más.

—Entiendo…

Yuuko no dijo más. Simplemente se alejó de Kaori, caminado sin rumbo entre los puestos del festival mientras una voz a través de los parlantes anunciaba que el espectáculo pirotécnico estaba por iniciar. A pesar de la enorme tristeza que la embargaba, se rehusaba a llorar, pensando que eso atraería una atención que ella no deseaba tener en ese momento. Su marcha errante continuó por un par de metros hasta que un par de brazos la envolvieron suavemente desde su espalda. Girándose para ver a la persona que le daba esa muestra de afecto, descubrió que se trataba de Natsuki, que la veía con preocupación en su rostro.

Sin decir una palabra, Yuuko correspondió aquel abrazo, ocultando su rostro en el hombro de aquella chica que en otro momento le habría fastidiado ver, y rompió en llanto. Natsuki también guardó silencio, sabiendo que cualquier intento de broma sería inapropiado, limitándose en acariciar la espalda de su compañera en busca de hacerla sentir mejor.


Yuuko llegó a la estación aún pensando en ese día. Su corazón había quedado destrozado tras ser rechazada por la chica que le gustaba en ese entonces, y tan solo el abrazo de Natsuki bastó para que recuperase sus ánimos. Ninguna de las dos dijo nada esa noche acerca de lo sucedido. Simplemente permanecieron juntas, distrayéndose en los puestos y tratando de animar a una de las chicas de la banda para que besase a su novio antes de que el festival finalizara. Yuuko estaba segura de que habría entrado en una etapa depresiva de no ser por su encuentro con Natsuki. Un «bu» sacó a la rubia de sus pensamientos y le hizo soltar un grito por el susto que se había llevado. Natsuki reía por la reacción de su amiga.

—¡No puedo creerlo! ¡No solo llegas un par de minutos tarde, sino que me haces pasar vergüenza con tus juegos infantiles! —reclamó Yuuko.

—Ya, no te esponjes. Ignoraste mi saludo, así que tenía que vengarme de alguna forma. —Natsuki se encogió de hombros mientras hablaba—. ¿En qué pensabas?

—En la forma en que voy a castigarte si no me divierto contigo hoy.

—Siendo así, olvida esos pensamientos. Te aseguro que te divertirás como nunca antes lo has hecho.

—Más te vale, Natsuki.

Ambas sonrieron. Natsuki se dio vuelta y comenzó a caminar hacia los andenes para abordar, seguida por Yuuko. No tardaron mucho en subirse a un vagón para dirigirse a donde Natsuki planeaba llevar a su amiga. En el trayecto, ambas conversaban sobre el concierto del día anterior. Natsuki parecía especialmente emocionada en poder presentarse en un evento similar en un futuro cercano, asegurando que practicaría bastante duro para poder lograrlo junto a Ao no Danjon.

—Aún no es tarde para que te unas, Yuuko. Estoy segura de que a Yamazaki y Tsujimoto no les molestará tener dos guitarristas en su banda, o una trompetista, dadas sus fuertes influencias en el jazz.

—No lo sé. —Yuuko suspiró nostálgica—. Mientras que el año pasado sentía que podía hacerlo todo, ahora creo que apenas puedo con mi vida. No es fácil llevar un estilo de vida adulto, ¿sabes?

—¿Te arrepientes de haberte independizado de tus padres?

—¡Por supuesto que no! Sigo convencida de que ese era un paso que debía dar en mi crecimiento personal. Es solo que ya no soy la Yuuko ingenua que creía tener todo bajo control siendo presidenta de una banda sinfónica escolar.

—Que ya no creas tener todo bajo control no te hace menos ingenua —afirmó Natsuki en tono burlón.

—¡¿A qué te refieres con eso?!

—A que sigues rehusándote a pedir ayuda cuando la necesitas. Sabes perfectamente que cuentas conmigo y con Nozomi, y puedo asegurar que Yamazaki y Tsujimoto también te darán una mano si lo pides.

—Aun así, hay cosas en las que ustedes no pueden ayudarme. Mi trabajo, por ejemplo.

—¿Acaso eres la única empleada?

—Obvio que no, pe…

—Entonces pide ayuda a alguno de tus compañeros cuando lo necesites —interrumpió Natsuki—. Seguro alguno está dispuesto a colaborar y no creo que tu jefe sea tan estricto como para no permitir que haya dos cajeros en un momento de alta demanda.

Yuuko permaneció en silencio al no poder refutar lo que decía su amiga. Pese a haber dicho lo contrario, esa versión de sí misma que se creía superpoderosa y capaz de hacerlo todo por su cuenta seguía ahí, impidiéndole ver cuándo necesitaba una mano.

El metro llegó a la estación de destino y Natsuki salió del vagón seguida por una inusualmente silenciosa Yuuko. Todavía intentaba asimilar la conversación que habían tenido minutos antes. No quería admitirlo, pero la joven Yoshikawa ya se sentía atrapada por sus responsabilidades, y apenas había terminado la primera semana del año lectivo. Sumado a eso, también se sentía sola al no pasar tanto tiempo con sus amigas. Cuando estaba en Kitauji, pasaba casi todo su tiempo con Mizore, Nozomi, Natsuki, Tomoe o incluso su admirada Kaori, bien fuera en clases, la banda sinfónica o los espacios de ocio que tenía. Luego todas decidieron estudiar diferentes carreras, algunas en distintas universidades, lo que redujo el tiempo que compartían juntas prácticamente a la nada. Ver a Natsuki y a Nozomi en alguna hora libre y mensajearse con las demás era lo máximo que podían permitirse, pero se sentía insuficiente. Fue por esto que se dejó llevar por su lado más impulsivo. En la mañana planeó pasar la tarde estudiando, pero ahora estaba junto a Natsuki en la entrada de un muy familiar establecimiento dedicado al karaoke.

—Qué cliché de tu parte, Natsuki —comentó fingiendo indignación.

—Creo que es el momento de revivir nuestra tradición del año pasado —replicó Natsuki con algo de nostalgia en su voz—. ¿O tiene alguna mejor idea, señorita?

—De tenerla, la tengo. Pero ya que estamos aquí…

Sin decir más, Yuuko tomó la mano de su amiga y la dirigió hacia el interior del establecimiento.

Ir a karaokes, tal como mencionó Natsuki, era una tradición semanal que ellas tenían durante su último año en Kitauji, permitiéndoles deshacerse del estrés y olvidar por un rato que eran presidenta y vicepresidenta de la banda sinfónica. En principio, Natsuki tenía que retar a Yuuko para que esta accediera a ir, pero con el paso del tiempo, la entonces trompetista terminó cediendo, tomándole gusto a esta actividad.