Disclaimer: Todo de Oda
…
Notas de la autora: Que Jesucito nos agarre confesadxs, porque esto se viene fuerte.
Canción:Somewhere only we know-Keane
…
Lo que tuvimos que hacer
Capítulo 22: Un lugar al que llamar hogar
—¿Lo supiste todo este tiempo y no fuiste capaz de decirme nada? —Zoro agarró con fuerza el cuello de la camiseta de Franky.
—Se lo prometí a Coby. —Tomó las manos de su amigo en un intento de calmarlo a la par que salvaba su propia vida.
—Ajá, a un completo desconocido —Lo soltó, no sin darle un pequeño empujón en el proceso. —. Fran, he sido tu puto mejor amigo por más de quince años. No me vengas con pendejadas. Deberías serme fiel a mi y no a uno que acabas de conocer.
—Pareces novio celoso —Franky empezó a bromear, pero al ver la mirada asesina de Zoro, optó por calmarlo. —. Ok, ok. Admito que debí decirte antes, pero no me culpes. He estado tratando de advertirte, pero eres más terco que una mula.
—¿Advertirme?
—Cálmate…
—¿Cómo quieres que me calme? Mi amistad con Usopp ahora mismo puede estarse yendo a la verga y ¿Tienes la desfachatez de decirme que me calme?
—Zoro, mírame —Alzó ambas manos por si a Zoro se le soltaba un golpe. —. No todo está perdido. Me dijiste que él te correspondió el beso ¿verdad? Así que tan mal no están las cosas.
—Fran… le dije mis tres reglas. —Si antes parecía una bestia furiosa, ahora Zoro era más como un animalillo indefenso y tembloroso. Franky sintió pena.
—¿No crees que lo mejor es que hablen? Así ambos aclaran todo y ¿quién sabe? Puede que inicien una bonita historia de amor.
—No sé si pueda…
—¡Claro que puedes! Eres el puto amo.
—No hablo de eso, imbécil. Acepté hacer mis pasantías en el dojo..
—¿Con tu papá?
—Si… Mañana voy a viajar en la madrugada, así puedo tener todo listo para el lunes.
—¿Y no me contaste nada? Ahora yo me siento ofendido. Se supone que soy tu mejor amigo y me escondiste esto que es tan importante.
—Mira quien habla… Además, tú también vas a regresar al pueblo para empezar tu proyecto con Iceburg y Tom ¿verdad? Ya no tenía razones para quedarme aquí.
—¿Y Usopp?
—Por favor… No podía aferrarme a una falsa ilusión con alguien que claramente es inalcanzable.
—¿Inalcanzable? No lo veo así.
—Fran… Mi vida no puede girar en torno a Usopp.
—Pues no…
—¿Lo ves? Yo tengo razón.
—Si y no —Suspiró. —. Al menos habla con él ¿no? Si no quieres que su amistad se termine así, tienen que hablar y aclarar sus sentimientos. Usopp te quiere mucho, y tú también lo quieres a él.
—Está bien, supongamos que lo que dices es cierto, entonces ¿Por qué Usopp siguió mintiendo con lo de Perona? Dices que recién el lunes van a decidir si siguen juntos o no. ¿Por qué no me lo dijo?
—Quizás porque tiene miedo, al igual que tú. Y no lo culpo, si andabas de perro en frente de él. ¿Cómo crees que se debió sentir?
Zoro soltó aire de manera lenta al tiempo que cerraba los ojos. La tensión en sus hombros se vio disminuida y los labios apretados se aflojaron.
—Tienes razón. Quizás deba hablar con él y arreglar las cosas antes de irme.
—Ese es mi amigo.
—Pero él también va a tener que poner de su parte —La mirada de Zoro se volvió firme. —. Si sigue mintiéndome después de esto, se acabó.
…
Usopp seguía sentado en el suelo del garage sin terminar de procesar lo que había ocurrido. Se encontraba presa de ensoñaciones que se mezclaban con la realidad y nuevamente se preguntaba si todo había sido una fantasía más, pero al ver la pintura regada sobre el piso además del lienzo a medio empezar, se podía dar cuenta de que ese beso sí había sucedido.
Le quemaban los labios y por momentos, el corazón se volvía loco al recordar las sensaciones que Zoro le había provocado.
Un beso… Había sido solo un beso y eso le bastó para disipar todas sus dudas, si aún quedaba alguna. Se levantó del sitio sintiendo como las piernas le temblaban y se obligó a cruzar la pequeña puerta ubicada en un costado del recinto que conectaba con la sala. Se tumbó boca arriba sobre el sillón y se quedó mirando hacia el techo con la sensación de que había perdido algo importante.
No supo cuánto tiempo se quedó allí, varado en lo más profundo de sus pensamientos, y hubiera podido permanecer en ese estado hasta quién sabe cuándo, pero el tono de mensaje resonó desde su bolsillo.
"Tienes un minuto?
necesitamos hablar de lo que pasó hoy"
Usopp se incorporó de un solo golpe al leer el mensaje y se apresuró a responder.
"Claro, dime."
"Pero no por mensajes
necesito verte"
Usopp sintió miedo… Miedo a no poder controlarse en cuanto tuviera a Zoro en frente.
"No… prefiero hablar contigo por mensajes."
"Estás enojado conmigo?"
"No."
"Puedo ir a tu casa?"
"En mi casa no, por favor."
"Prefieres venir a la mía?"
"No, tampoco. Si vamos a vernos, que sea en un punto neutro. No creo estar listo para estar a solas contigo. Ni siquiera quiero verte."
"El parque que está detrás del Baratie?
ese que siempre vemos por la ventana."
"Si, suena bien. Te veo mañana entonces?"
"Tengo que viajar mañana
estoy afuera
puedes salir?
por favor?"
…
El miedo, muchas veces, es la emoción más fuerte en el ser humano, después de todo, gracias a él es que la raza humana ha podido sobrevivir a lo largo de los siglos. Incluso en el reino animal se ha podido ver este instinto de supervivencia. Un claro ejemplo de este comportamiento es en las cabras, que a la mínima señal de peligro, tienden a paralizarse y caer al suelo súbitamente para fingir estar muertas y así ahuyentar a sus captores que disfrutan de comer presas vivas.
A pesar de que pueda sonar descabellado, así funcionan las cosas en la naturaleza. Nadie puede refutar los mecanismos de defensa de cada especie, y tampoco de cada ser humano. Unos tienden a paralizarse, hay otros que les funciona actuar impulsivamente, hay otros que se aferran a la ira y también existen los que mienten.
La idea de perder a Zoro era más fuerte que su sentido común. Su amigo ya le había dejado claro que él no salía con amigos por temor de hacer incómodas las cosas. Lo había dicho al referirse a Sanji, al que apenas iban conociendo un poco más de un mes, entonces ¿qué podía esperar él? Decidió que lo mejor sería retractarse, fingir que nada había sucedido y mantener intacta su amistad.
—Lo siento mucho —susurró escondiendo el rostro apenas se sentaron en una de las bancas. —, creo que las cosas se salieron de control ¿verdad? —Miró a Zoro mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa tensa. — Debe ser porque estábamos muy cerca y nos dejamos llevar por el momento. Fue un impulso ¿verdad? porque te reté.
—Usopp. ¿En verdad crees eso? —A pesar de sus sentimientos, no planeaba forzar a su amigo.
—Si… es decir. Estábamos con resaca, además, yo tomé un poco de cerveza en la mañana y no medí mis palabras y…
—¿En verdad fue la cerveza? —No quería presionarlo, pero allí estaba, tratando de sacarle las palabras con cuchara.
—Tú mismo lo dijiste. Cuando uno se emborracha a veces dice o hace cosas que…
Con cada respuesta de Usopp, Zoro se sentía cada vez más desmotivado. Quizás era el momento de renunciar, sin embargo, decidió darle una última oportunidad.
—Claro… yo dije eso —Tuvo ganas de darse un golpe en ese momento. —. Oye ¿Te puedo hacer una última pregunta?
—Dime. —Trató de poner su mejor cara.
—¿Vas a seguir tu relación con Perona?
—Su… supongo… Es decir, si. ¿Por qué íbamos a terminar?
Y allí estaba la tan temida respuesta. Si Usopp no iba a cooperar, él tampoco tendría por qué suplicarle. Lo quería mucho, no lo negaba, pero el amor propio que tenía era más fuerte, o quizás solamente se trataba de una cuestión de orgullo.
—Entiendo… No te preocupes. Sólo fue el momento. —Hizo uso de todas sus fuerzas para no ponerse a llorar allí mismo. No negaba que le dolía, pero quizás eso le serviría para despegarse de él de una buena vez. Nada le funcionaba mejor que un par de botellas y un buen culo para desahogarse. Instintivamente miró hacia el "Baratie".
—Entonces ¿amigos?
—Si, Usopp… Solamente amigos. —Apretó el puño detrás de su espalda. Le estaba costando más de lo que pensaba. Mientras iba hacia la casa de Usopp, había pensado en infinidad de escenarios, desde los más desgarradores hasta los más esperanzadores, y a pesar de que trató de mantenerse del lado negativo, no podía evitar imaginarse junto a Usopp, empezando a vivir una vida a la que se creía negado. Pensaba que era el momento de sentar cabeza, después de todo, su corazón clamaba por paz, tranquilidad y un lugar al que poder llamar hogar. —. Debo irme.
—¿Cuándo regresas? —El corazón de Usopp tembló al ver que Zoro daba la vuelta.
—No lo sé… Quizás en un par de semanas a recoger mis cosas. Voy a regresar a mi pueblo. Acepté las pasantías y… —Definitivamente no quería que la despedida resultara de esa manera, pero ya no podía seguir aguantando las lágrimas. Se maldijo por lo bajo. Había prometido no volver a llorar nunca más por asuntos del corazón. Se aferró al anillo con todas sus fuerzas y decidió marcharse sin mirar atrás. —. Debo irme.
Si Usopp había dicho algo, Zoro ya no lo había escuchado, estaba más centrado en recomponerse a sí mismo que en cualquier otra cosa, pero el sonido de unos pasos apresurados detrás de él interrumpió sus pensamientos. Zoro se detuvo y giró lentamente la cabeza para encontrarse con Usopp parado detrás de él, jadeando.
—Estaba asustado y confundido —gritó. —. No fue por la cerveza o la resaca, yo…—La rapidez con la que las palabras abandonaban sus labios era casi inhumana. —. Todo fue una mentira, absolutamente todo. No quiero que esto se termine así, no quiero perderte… Me dijiste que nunca me ibas a abandonar y…
—Usopp… —El nudo en su garganta no le permitía hablar.
—Lo que quiero decir es que mentí todo este tiempo, ni siquiera estoy con Perona… Bueno, en teoría ya no, pero tengo que hablar con ella y explicarle que… —Empezaba a hiperventilar. —. Debo explicarle que…
—¿Qué tienes que explicarle? —Se obligó a mantenerse firme hasta no escuchar algo conciso. No estaba preparado para ser rechazado dos veces en menos de cinco minutos.
—¡Que te quiero a ti, tarado!… que siempre te he querido a ti y solo a ti.
Usopp se precipitó al frente buscando los brazos de Zoro y se aferró a la camisa anaranjada con todas sus fuerzas. Hundió el rostro en el pecho fornido de su amigo como otras tantas veces y empezó a llorar casi con desesperación.
Por un momento, Zoro no supo qué hacer. Todo le parecía tan irreal y confuso que se tomó un momento antes de responder.
—También te quiero, Usopp. Yo también te quiero. —A pesar de sonar firme, se percibía a sí mismo como una hoja aferrándose al árbol, lo único que le restaba era corresponder el gesto y no encontró otra forma que acariciar suavemente la cabeza de Usopp. —Vamos a casa.
Continuará
