Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Contenido LGBTQ. Relación chico x chico. Personaje transgénero. Hurt/Comfort. Fluff and Angst. Misoginia. Homofobia. Transfobia. Porn WITH Plot.
Pareja: Draco Malfoy/Harry Potter (Drarry)
Nota de la autora: ¡Buenas!
Lamento mucho la demora, no ha sido un buen mes :')
1. sigo deprimida, así que me cuesta escribir algo decente
2. a mi hermano se le echó a perder su laptop, así que tuve que prestarle la mía por unos días
3. me enfermé horrible del estómago
En fin, acá les traigo un nuevo capítulo que me quedo LARGUÍSIMO, pero no me importa porque tiene p*rno y eso era lo que quería escribir :) Sí, pal final del capítulo habrá una escena subida de tono, si no les gusta... ¿qué hacen en esta historia? Desde un principio les dije que iban a haber cochinadas... jiji
¡Disfruten la lectura!
Capítulo 9: ¿Concebir?
Al regresar a Inglaterra, el matrimonio Potter tuvo que enfrentar el tema del heredero.
Harry se había preocupado de hacer una cita en una clínica de fertilidad muggle y había llevado a Draco consigo. En la consulta quedó demostrado que el Slytherin desconocía por completo su propio cuerpo y que la situación del auror era demasiado particular, por ello fue que la sanadora muggle les pidió una serie de exámenes. Dependiendo de la biología de sus cuerpos les daría opciones para el embarazo asistido.
—¿De verdad no podemos desayunar? —se quejó Draco, intentando acomodarse en la dura silla de la sala de espera.
—Ya te dije, lo que comemos afecta a nuestro cuerpo. Para saber cómo estamos, no debe haber nada raro —respondió Harry, soltando un suspiro de agotamiento.
—¿Y después de que le demos nuestra sangre podremos comer?
El auror volvió a suspirar y se frotó el puente de la nariz, levantando un poco las gafas. Draco hizo una mueca y desvió la mirada hacia una puerta donde una mujer con uniforme llamaba a los pacientes que debían hacerse exámenes.
—Nos pidieron más cosas que exámenes de sangre, estaremos un rato aquí —explicó lentamente el auror, señal de que empezaba a perder la paciencia—. Tienen que ver cómo está nuestra salud en general y revisar si los tratamientos del cáncer afectarán la inseminación.
Draco hizo un mohín al escuchar que estarían "un rato" allí. Bajó la vista y se arregló la falda del vestido, dejando sus manos descansando sobre su regazo.
—Oye, Draco —susurró el auror contra su oreja, haciendo que el rubio se sobresaltara—. No te sacarán mucha sangre. Todo será tan rápido que ni lo notarás, te lo prometo.
Para reafirmar sus palabras Harry tomó su mano y le dio un pequeño apretón. Draco se mordió el labio inferior y le apretó la mano de vuelta. Lo que más le incomodaba de toda la situación era que estaban en una habitación llena de muggles.
—No estoy nervioso —mintió—. He usado mi sangre como ingrediente para pociones y he hecho rituales de sangre. No me da miedo que un muggle se quede con mi sangre, Potter.
Harry se inclinó un poco hacia adelante y lo observó con una ceja alzada, sus ojos verdes parecían brillar detrás de las gafas. Draco se vio obligado a apartar la mirada cuando tuvo repentinas ganas de besarlo, estaba seguro de que pasar tanto tiempo con el Gryffindor lo había vuelto un pervertido, era la única explicación a sus extraños deseos.
—¿Qué tipo de magia haces? —preguntó el auror en una mezcla de sorpresa, curiosidad y horror—. No es que sea ilegal usar sangre, pero roza la magia negra.
—En general son cosas familiares —Draco volvió a mirarlo, concentrándose en el tema y no en sus labios—. Para poder acceder a ciertos lugares o encontrar algunas cosas, es lo básico que debería saber un heredero.
—Entiendo… No tengo una buena experiencia con hechizos que piden sangre —Harry hizo una mueca y se volvió a acomodar—. Cuando terminemos iremos a desayunar.
Draco resopló y cerró los ojos, maldiciendo mentalmente su mala suerte. Desconocía el mundo muggle, así que tenía poco control de la situación y eso le causaba ansiedad. Aunque intentó evadirse pensando en otra cosa, pronto toda su atención estaba en la mano que el Gryffindor seguía tomando. No solo lo tenía agarrado, sino que también había empezado a acariciar con el pulgar el dorso de su pálida mano. Draco sentía demasiada vergüenza como para hacerle ver aquel hecho.
—¡Lyra Potter! —gritó la mujer con uniforme desde la puerta.
El auror le dio un nuevo apretón para luego soltarlo. Por un momento Draco se sintió perdido, pero pronto recobró el sentido y se levantó para ir a la habitación donde iban los pacientes. Era un lugar con varias mesas, una al lado de la otra, separadas por unos paneles. La mujer con el uniforme le indicó una de ellas y el Slytherin se acomodó en la silla que allí había, al otro lado había una chica con el mismo uniforme que le sonrió amablemente.
—Hola, Lyra. Vamos a sacarte sangre y luego irás al baño para orinar aquí —la joven le mostró un pequeño recipiente transparente con tapa—. Quítate el reloj y deja el brazo izquierdo sobre la almohada, por favor.
Draco hizo una mueca al imaginar que tenía que orinar en aquella cosa, pero se dijo que era importante hacerlo. Lo único que sabía del cuerpo femenino era que sangraba una vez al mes, que si se eyaculaba dentro había riesgo de embarazo y que cuando tenían un hijo podían dar leche por los pechos. Draco nunca pensó que tendría que saber sobre la anatomía de una mujer y ahora estaba pagando el precio. Ese desconocimiento lo había llevado a la humillante situación de tener que dar su sangre a una muggle desconocida.
—Cierra el puño con fuerza —ordenó la chica.
El Slytherin obedeció, mirando su brazo pálido. Al cambiar su cuerpo, la Marca Tenebrosa había desaparecido. Siempre le sorprendía ver su piel tan limpia. Mientras Draco divagaba la joven le apretó la parte superior del brazo con una banda elástica y dio pequeños golpecitos a la parte interna del codo. El rubio frunció el ceño, había creído que le harían un tajo en el dedo, pero al parecer los muggles necesitaban más sangre.
—Respira hondo.
Antes de poder darse cuenta, la chica le clavó una aguja en la piel. Draco sintió que la habitación comenzaba a dar vueltas y los sonidos se apagaban. Con brusquedad se movió hacia atrás, arrastrando consigo la silla. La visión de la aguja enterrada en su brazo y conectada a un extraño cable le causó náuseas. Con desesperación logró quitarla y antes de que alguien pudiera detenerlo, se levantó y salió de la habitación a tropezones.
El pecho empezaba a dolerle, sentía un sudor frío y tenía la sensación de que se iba a desmayar en cualquier momento. A lo lejos había alguien entonando un mantra, alguien con la voz de Snape. Draco recordó cuando tenía 16 años y casi había muerto desangrado en un baño en Hogwarts, recordó la imperdonable que casi salió de sus labios y recordó el hechizo que lo golpeó en su lugar. Podía ver la expresión aterrada de un Harry mucho más joven y podía sentir esa horrible sensación parecida a espadas clavándose en su cuerpo.
—¡Draco!
La sensación de frío y angustia poco a poco fueron desapareciendo, siendo sustituida por un agradable calor. Cuando se dio cuenta que alguien lo estaba abrazando, el Slytherin se aferró a ese cuerpo con fuerza. Incapaz de detener las lágrimas, se dejó llevar por el llanto angustiado, revivir la experiencia de forma tan vívida había sido traumático.
—Tranquilo, Draco, estoy aquí, ¿sí? —susurró Harry con suavidad—. Estoy aquí, nada malo puede pasarte.
Draco soltó una risa un tanto histérica por la ironía. Había algo gracioso en que fueran los brazos de su atacante los que le estuvieran calmando.
Pasaron varios minutos abrazados y luego el auror lo sacó del lugar para hacerlo caminar por las calles de Londres muggle. Draco no estaba seguro de cuánto tiempo pasó, pero salir de aquel sitio con olor a desinfectante le había devuelto la tranquilidad, dejándole solo la vergüenza.
—No puedo… —comenzó a decir en un susurro cuando se sintió más tranquilo. Tuvo que carraspear y volver a empezar—: No puedo hacer esos exámenes.
Harry lo guió hasta una banca y lo hizo sentarse allí, acomodándose a su lado.
—La sangre puede ser intimidante, puedo entrar contigo la próxima vez —ofreció el auror.
—No entiendes —Draco suspiró y comenzó a juguetear con sus dedos—. No me da miedo la sangre, te lo dije. Pero esto… Me enterraron algo y aunque fue más leve me recordó…
El Gryffindor lo miró preocupado, le tomó las manos y las presionó con suavidad. Draco pensó que tal vez no debía decir nada, ya conocía al auror lo suficiente como para saber que se echaría la culpa cuando escuchara el por qué de la reacción exagerada que había tenido cuando lo pincharon. Si bien era cierto que sí había sido culpa de Harry lanzar esa maldición, no lo era el miedo que le había producido la aguja enterrándose en su piel.
—El hechizo que me tiraste esa vez en el baño cuando estábamos en sexto… —susurró para luego observar al contrario y continuar con algo más de firmeza—. Se sentía como espadas o cuchillas enterrándose… y eso sentí ahora.
La expresión de Harry se ensombreció y de un momento a otro lo rodeó para darle un fuerte abrazo. De inmediato comenzó a susurrar disculpas y a soltar un monólogo lleno de culpa. Draco lo apartó con algo de brusquedad, colocando sus manos sobre sus hombros para poner algo de distancia y lo observó seriamente.
—¡Basta! Eso quedó en el pasado, ahora tenemos otro problema, nosotros tenemos… —respiró hondo y juntó valor—. Más que preocuparnos de lo que pasó hace años, debemos preocuparnos de tener un hijo sin ayuda.
—Está bien, entiendo, tranquilo —respondió rápidamente Harry— Me ocuparé de todo, Draco, no te preocupes.
El Slytherin bufó, lo soltó, completamente fastidiado.
—Potter, estoy diciendo que tendremos que hacerlo —dijo con brusquedad—. Tener relaciones, follar, sexo, ¡o como quieras llamarlo!
—Lo sé, no soy estúpido —el cuatro ojos se rascó la nuca, se veía algo incómodo—. ¿Podemos pensar en todo eso después? Ya que no vamos a hacernos los exámenes, podríamos desayunar. Creo que necesitamos desayunar y luego hablar. Sí, es lo mejor.
Draco abrió la boca indignado, preparado para quejarse por el poco peso que le estaba dando a la situación, pero Harry se le adelantó. El auror tomó su mano, lo obligó a levantarse y empezó a caminar rápido. Los tacones sonaban contra el asfalto y el Slytherin se maldijo internamente por tene que ocupar ese estúpido calzado que le dificultaba caminar.
—¿Sabes cómo curar estas heridas? —preguntó Draco.
Luego de desayunar, habían decidido dar vueltas por la ciudad. Ambos sabían que en cuanto volvieran a Grimmauld Place deberían hablar sobre los pasos a seguir y tácitamente acordaron posponerlo tanto como fuera posible. Habían detenido el paseo cuando los talones del Slytherin no habían soportado estar tanto tiempo con los zapatos altos. Harry le había ofrecido unas banditas para cubrir la piel lastimada, pero seguía siendo incómodo caminar.
—No, no soy bueno con los hechizos de curación, no sé cómo hacer desaparecer un raspón —respondió el auror, rodando los ojos—. ¿Por qué te pones tacones si no te gustan?
—Por la misma razón por la que uso vestidos y llevo el cabello largo, porque son cosas que usan las chicas —murmuró fastidiado, más ocupado en revisar sus heridas.
—¿Por eso usas vestido? Pensé que te gustaba, ya sabes, a los magos les gustan las túnicas y todo ese rollo.
Draco lo miró con el ceño fruncido. Se sentó correctamente en la banca y se alisó la falda del vestido.
—Es una moda anticuada, como usar sombreros con plumas —el rubio hizo una mueca—. Siempre usé pantalones y camisas, pero ahora debo usar vestidos.
El auror suspiró y observó a su alrededor. Habían parado en un pequeño parque, aunque seguían estando cerca de varios comercios y, por tanto, de muggles.
—¿Qué otras cosas que no te gustan las haces porque son de chica? —preguntó Harry.
—Es una lista larga. Usar solo vestidos o faldas, zapatos con taco, llevar el cabello largo, seguir una dieta estricta —Draco se mordió el labio inferior—. Admito que lo último no lo hago bien, siempre como lo que quiero estando en Grimmauld Place, pero sí me comporto con mis padres.
—Ya veo… —susurró el auror más para sí que para el Slytherin—. Vuelvo en media hora, tú descansa y… No sé, haz cosas malvadas.
Draco ni siquiera tuvo tiempo para replicar, el Gryffindor lo dejó solo antes de que pudiera abrir la boca. Como tenía los pies heridos y estaba entre muggles, no tuvo más opción que quedarse quieto y esperar. Veintiocho minutos después Harry regresó con unas zapatillas de lona que eran de la talla del rubio. Aunque en un principio Draco se quejó, terminó por aceptar el cambio de calzado y se maravilló por el alivio que sintió. El auror le sonrió y extendió una mano hacia él.
—Ven, vamos a cambiarte —dijo Harry—. No tienes por qué hacer las cosas de chicas, ¿no quieres llevar pantalones y cortarte el cabello?
—Mis padres me van a matar —murmuró, pero de todos modos aceptó su mano y se levantó.
—Tienes a Harry Potter de tu lado —bromeó el auror, guiñándole un ojo—. Es un pensamiento retrógrado creer que una mujer no puede usar pantalones. Que lleves un vestido no te hace una, Draco.
—Me has visto desnudo, has visto cómo soy —Draco hizo una mueca—. Este es el cuerpo de una chica.
Harry negó con la cabeza y lo obligó a caminar, sin soltar en ningún momento su mano. Quizás era porque iba con un Gryffindor, pero Draco se sentía más valiente a cada paso. Aunque sabía que ahora era Lyra, a Draco le agradaba poder fingir que nada había cambiado cuando estaba con el estúpido cuatro ojos.
—Lamento no haberme dado cuenta antes de la situación —susurró el auror con la mirada fija en el camino—. Si tú quieres, puedes ser Draco. No necesitas fingir ser una chica solo porque tu cuerpo sea así.
—No puedo volver a ser Draco —comentó en voz baja, intentando no sonar demasiado desanimado—. Ahora soy Lyra.
—Pero no tienes que ser mujer solo por tu cuerpo —Harry lo hizo detenerse y se puso frente a él—. Puedes usar la ropa que quieras, llevar el pelo como quieras y comer lo que quieras. Si tú quieres puedes volver a ser ese arrogante bastardo llamado Draco Malfoy.
Draco frunció el ceño ante lo último, pero el insulto no impidió que una calidez creciera dentro de su pecho. Tuvo que desviar la mirada cuando sintió que podría volver a llorar. Estaba harto de que sus reacciones fueran tan emocionales y que cada pequeña cosa lo conmoviera o lo angustiara. El Slytherin se soltó del agarre y se abrazó a sí mismo, como si así pudiese mantener todos esos sentimientos dentro.
—¿Estás de acuerdo con que me convierta en hombre? —preguntó con un hilo de voz, todavía observando hacia un lado.
—Siempre has sido hombre, Draco —Harry le tomó el rostro y lo obligó a mirarlo, dedicándole una pequeña sonrisa llena de ánimo—. ¿Y qué importa lo que yo piense? Siempre has hecho lo que te da la gana, ¿no?
Draco observó los ojos verdes tras las gafas, una mirada limpia y llena de comprensión.
Un lado del rubio quería que Harry siguiera consolándolo y dándole ánimos, ese lado sentimental que solo pensaba en lo bien que se sentía ser abrazado por el auror, que quería besarlo y enredar los dedos en el desordenado cabello. Pero el otro lado quería cambiar de tema y olvidar este episodio, ese lado racional, que recordaba el pasado y que aún no aceptaba la situación en la que estaba.
—Me casé contigo porque hicimos un trato, Draco —continuó Harry cuando no tuvo respuesta—. Siempre he sabido que eres tú. Para mí sigues siendo el mismo imbécil que eras en la escuela.
Una pequeña risa escapó de los labios del Slytherin al escucharlo. Negó con la cabeza y dejó caer los brazos a un lado. Era cierto que seguía siendo igual que en la escuela, manipulaba las situaciones a su favor, buscaba su propio beneficio y seguía haciéndole la vida imposible al Niño-Que-Vivió.
—Acepto el cambio de imagen, pero lo de ser hombre debo pensarlo —dijo con calma, reanudando la caminata. Ninguno de los dos lados había ganado—. Mi padre necesita al heredero de Lyra.
Harry se apresuró a ponerse a su altura, tomó su mano y enredó los dedos con los ajenos. Tenía una sonrisa demasiado brillante para el gusto de Draco.
—¿Sabes? Si en algún momento quieres volver a ser Draco y superas tu miedo a las agujas, podrías intentar con los métodos muggles. Existen tratamientos para que tu cuerpo sea más masculino, aunque no sé mucho —explicó Harry—. Está bien si quieres que los demás te traten como hombre, y, decidas lo que decidas, yo te protegeré.
La calidez que Draco sentía comenzó a desbordarse, era incapaz de hablar o mirar al auror, no quería demostrar que sus palabras lo habían afectado. De todas formas, no soltó la mano del Gryffindor ni puso distancia entre ellos. Sabía que podía confiar en Harry, en aquel chico que lo había salvado del fuego maldito y de ir a Azkaban, que lo había salvado del Señor Tenebroso y lo había salvado al aceptar casarse con él.
El corazón de Draco se sintió pesado al recordar que a Harry solo le quedaban unos pocos años de vida y, silenciosamente, se juró hacer todo lo posible para que aquel estúpido cuatro ojos con complejo de héroe fuera feliz.
Los días transcurrieron rápidamente, las estaciones se sucedieron y el verano llegó de nuevo. En todos esos meses el Slytherin tuvo que soportar las críticas de su madre por su cabello corto, la ropa que llevaba y la forma en que se comportaba. En Grimmauld Place las cosas no iban mejor. Por periodos Teddy se volvía rebelde, creyendo que Draco le robaría la atención de su papá y ni siquiera las discusiones que llegaba a ver lo convencían de lo contrario. Draco y Harry habían intentado hacer funcionar su matrimonio, pero las circunstancias y sus propios temperamentos hacían difícil la convivencia. El auror andaba más irritable por culpa de los dolores de cabeza y el rubio era experto en llevarle la contra cuando más iracundo estaba. Todos los días parecían una guerra en la mansión.
—Tu matrimonio ya cumplió un año y aún no has tenido un hijo —acusó Lucius.
Bajo la presión de los Malfoy para tener un heredero lo antes posible tuvieron que seguir un método "natural". De nuevo fue Astoria quien los salvó, la chica preparó un calendario que indicaba los días en que había más probabilidades de tener un embarazo y les había conseguido pociones que aumentaban la fertilidad y afrodisíacos. Cada vez que llegaba uno de esos días Harry dejaba a Teddy con su abuela o Fleur y Bill Weasley, luego tenía una incómoda conversación con Draco, donde consumían todas las pociones para después tener un incómodo encuentro.
El Slytherin sabía que si no estuviera tan ansioso habría disfrutado más aquellas noches, también sabía que debía ser un poco más considerado con Harry por el esfuerzo que hacía. Sin embargo, siempre había una bomba a punto de estallar cuando se mezclaba su estrés con la irritabilidad del auror producto de los dolores de cabeza. Que el Slytherin tuviera reuniones semanales con sus padres tampoco ayudaba.
—Lo estoy intentando —susurró Draco con la mirada fija en la alfombra del estudio.
Debido a que Astoria había estado enferma las últimas semanas, el rubio solo había podido contar consigo mismo para enfrentar al monstruo del deber y las tradiciones.
—Intenta más, ¿de qué va a servir haber dejado todo a tu nombre si no hay un Malfoy que lo herede?
—¡Yo soy un Malfoy!
Lucius abofeteó a su hijo ante su irrespetuosa intervención. Con un resoplido fue a servirse un vaso de brandy, bebiéndolo de un solo sorbo. Draco sintió su mejilla escocer y las lágrimas acumularse en sus ojos, pero como siempre había hecho, se las tragó.
—Lo siento, padre —se disculpó, agachando la cabeza.
—No vuelvas a presentarte a esta casa hasta que tengas un niño creciendo en tu vientre —ordenó el hombre con voz fría.
Draco asintió y salió del despacho. Sabía que su madre estaba tomando té en el jardín, pero no tenía ganas de escuchar los reproches hacia su cabello demasiado corto o sobre su ropa tan vulgar, aunque se había obligado a llevar un jodido vestido y unos jodidos tacones para ir a verlos. Agotado física y mentalmente fue hacia el salón para irse por la red flu.
—Regresaste pronto —saludó Harry apenas cruzó la chimenea.
Tanto él como el niño estaban terminando de armar un puzzle mágico, por lo que ni siquiera habían levantado la cabeza cuando Draco llegó. El Slytherin no le dio importancia, estaba demasiado agotado como para quejarse y primero quería impregnarse del aroma familiar de Grimmauld Place. Aquella mansión empezaba a ser más un hogar donde podía estar seguro que la mansión Malfoy. Con pesados pasos fue hasta el sofá y se sentó, recostándose sobre el respaldo, demasiado distraído como para notar la mirada de Harry ni su ceño fruncido.
—¿Qué te pasó en la cara? —cuestionó el auror, acercándose a él.
—¡Nada!
Draco se cubrió el rostro con los brazos. Solo al mencionarlo, empezaba a ser consciente de su mejilla herida y el dolor que le producía. Se maldijo mentalmente por haber olvidado curarse y bajó un poco el codo para ver a Harry.
—Tenemos que hablar —declaró el Gryffindor con expresión seria.
—No hay nada de qué hablar, Potter —refunfuñó mientras se levantaba, era preferible huir.
—¿No? —el auror le agarró con fuerza la muñeca para detenerlo—. Entonces explícame cómo es que vas a ver a tus padres y vuelves herido.
El rubio intentó zafarse, pero solo consiguió que el agarre se afianzara aún más. Teddy había dejado de jugar y los observaba a ambos sin saber qué hacer. Era fácil distinguir el conflicto de emociones que tenía el niño, su cabello había adquirido una tonalidad azul y sus ojos ya no eran verdes.
Dentro de su desesperación, Draco pensó que era estúpido guardarse las cosas, Harry Potter siempre había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado, una víctima perfecta para que el Slytherin pudiera desquitar su frustración.
—Si tuvieras padres, lo entenderías —siseó.
—¿Eso crees? —cuestionó Harry en un tono bajo y carente de emoción.
Draco sintió un estremecimiento, los ojos que lo miraban se veían tan fríos como una esmeralda.
—Quédate acá —el Gryffindor lo empujó hacia el sofá y lo hechizó para atarlo—. Iré a dejar a Teddy con Bill y Fleur, después hablaremos.
Draco quiso insultarlo, pero el auror fue más rápido al colocarle una mordaza mágica. Después de verificar que el rubio no podría liberarse, Harry tomó la mano del niño y lo llevó hacia la chimenea. Teddy miró al Slytherin un segundo antes de desaparecer entre las llamas.
Apenas se fueron, el Slytherin intentó forzar las cuerdas mágicas, pero lo único que consiguió fue que lo apretaran hasta casi asfixiarlo. El auror volvió unos minutos después y se acercó al sofá. Sentado y amarrado, Draco lo observó enojado, apenas estuviera libre se las iba a pagar. El Gryffindor no se veía intimidado ni culpable, aunque tampoco se veía como si disfrutara la situación. Más bien, parecía muy molesto.
—Vamos a hablar, Draco —dijo lentamente—. Te soltaré, pero si tratas de huir voy a tener que amarrarte de nuevo.
Draco puso los ojos en blanco mientras el auror susurraba el contrahechizo y lo liberaba.
—¿¡Qué mierda te pasa, Potter!? —gritó apenas pudo hablar.
—¿A mí? —Harry abrió la boca con sorpresa, soltó una risa sin humor y miró el techo—. ¡Tú eres el maldito problema!
—¿¡Yo!? ¡Yo no voy hechizando al resto! —acusó el rubio, colocándose de pie mientras gesticulaba enfadado—. ¿Pero qué podría esperar de un auror? Su lema es hechizar, luego preguntar, ¿verdad?
Harry alzó una ceja. Draco apretó los puños, giró con violencia y salió del salón. No llegó muy lejos por el pasillo, el auror lo agarró del brazo y lo obligó a detenerse. El Slytherin se giró para encararlo, levantando la barbilla y tratando de verse tan intimidante como podía en ese estúpido cuerpo. Por suerte llevaba los jodidos tacones, tenía unos cuantos centímetros más para poder enfrentar al auror cara a cara.
—Suéltame, Potter —masculló entre dientes.
—No.
Draco trató de recuperar su brazo con un fuerte jalón, pero lo único que logró fue que el auror acortara la distancia entre ellos.
—¡Qué me sueltes!
Al mismo tiempo que gritaba, empuñó la mano y no dudó en darle un fuerte puñetazo en el estómago a su malnacido esposo. Esperaba que el golpe le diera una oportunidad para soltarse y así escapar. Por un momento Harry pareció sorprendido por el golpe, abrió los ojos más de lo normal y lo miró incrédulo. Y aunque Draco había logrado quitarle el aliento y hacer que se doblara sobre sí mismo, no consiguió liberarse.
El auror se recuperó rápido, le agarró las dos muñecas para empujarlo contra la pared y lo retuvo allí.
—De verdad que eres molesto cuando quieres, Malfoy —masculló Harry con enojo—. Tienes un don para sacar de quicio a los demás.
—¿Eso crees, Potty? —preguntó Draco haciendo un puchero exagerado—. Si no te metieras conmigo, yo no me metería contigo.
El auror arrugó el entrecejo y acercó su rostro al de Draco. Si las miradas pudieran matar, ambos estarían muertos.
—Ilústrame, ¿en qué momento me metí contigo? —apenas Harry preguntó, cambió su expresión por una sonrisa falsa—. ¿Acaso la familia Malfoy no es tan perfecta como dicen ser? ¡No me digas! ¿Papi y mami son un tema sensible?
Draco apretó la mandíbula y trató de darle un rodillazo, pero el auror se había anticipado, apegándose tanto a su cuerpo que era imposible golpear puntos críticos. El Slytherin cambió de estrategia y apretó los puños con fuerza, tratando de soltarse del agarre, pero de nuevo falló, sus muñecas estaban fuertemente sujetas por Harry.
—No proyectes, Potter, eres tú el que tiene problemas por no tener padres.
Los ojos verdes brillaron con furia, pero el Gryffindor no dejó que la ira lo dominara. No demasiado. Quizás había acorralado un poco más a Draco y había apretado con más fuerza sus muñecas, pero no lo había maldecido ni golpeado. No todavía.
—Todos estos meses solo te he ayudado —replicó el auror—. Estás siendo miserable al desquitarte conmigo.
—¿Ayudarme? ¿Me has ayudado? ¡No te creas tanto, San Potter! —Draco soltó una carcajada histérica, negó con la cabeza y lo miró con el odio que tenía guardado desde los 11 años—. ¡AÚN NO TENEMOS UN MALDITO HEREDERO!
El Gryffindor lo observó con una expresión confundida, unos segundos después se largó a reír, apoyando la frente contra el hombro de Draco. El rubio no pudo evitar sentirse avergonzado por su exabrupto, pero le ofendía la risa del contrario, no encontraba la gracia en sus palabras. Harry levantó la cabeza y lo miró.
—¿Estás haciendo todo este lío por un heredero? —preguntó con condescencia el auror, sonriendo con burla.
—Parece que algo no funciona bien allá abajo —respondió con los dientes apretados—. ¿No serás impotente, Potter?
Harry borró la sonrisa y lo aplastó contra la pared. Draco podía sentir un cuerpo cálido presionándose contra él, con solo tela impidiendo el contacto directo. Se obligó a no pensar en eso y tragó la saliva acumulada. Al sentirse incapaz de mirar a Harry a la cara, bajó los ojos a su cuello, podía ver las clavículas asomándose por la camiseta como también la mandíbula marcada, más de lo habitual porque el Gryffindor estaba apretando los dientes.
—Tus padres solo te tuvieron a ti —murmuró Harry con enojo mal contenido—. Y como tan amablemente mencionaste, yo perdí a los míos, fueron asesinados antes de que pudieran darme un hermanito. Así que, ¿no serás tú el problema?
Las palabras estaban llenas de desprecio, pero Draco no se podía concentrar en ellas. Sus ojos no se apartaban de los músculos tensos ni de la nuez de Adán subiendo y bajando. Tenía que tener un grave problema de estrés si empezaba a ver a Harry con deseo. No podía ser que él, Draco Malfoy, encontrara atractivo a ese intento de ser humano.
—¿¡Qué!? ¿¡Ahora vas a fingir no escucharme!?
Draco levantó rápido la vista. Parecía que Harry iba a explotar de la furia, tenía el ceño tan fruncido que casi no se veían sus ojos llenos de enojo. El Slytherin trató de mover de nuevo las manos, pero solo consiguió que el auror lo empujara con más fuerza. Sabía que al día siguiente vería los hematomas que había causado la brutalidad del auror, pero también sabía que entre más lo provocara, más fuerte sería la pelea. Draco solo necesitaba desquitarse y sacarse el estrés.
Toda esa situación.
Toda la presión por un heredero.
Todo era un puto fastidio.
Draco no pensó mucho cuando tiró la cabeza hacia adelante y mordió el labio inferior del auror con fuerza. Harry tampoco parecía estar pensando cuando lo besó con brusquedad, enterrando los dientes y metiendo la lengua. Ninguno de los dos estaba pensando cuando a los besos se le unieron caricias ansiosas, uñas que dejaban marcas de surcos o labios que recorrían toda la piel que estaba expuesta. El primer pensamiento racional que ambos tuvieron fue puramente por conveniencia y comodidad.
—Cama —jadeó Draco mientras metía sus manos bajo la camiseta del auror y llenaba de mordiscos el cuello.
—Sí, sí… Cama —balbuceó Harry, más ocupado en acariciar la parte interna de los muslos del rubio.
El oscuro pasillo se llenó de jadeos y gemidos, manos y labios que recorrían toda la piel, cuerpos llenándose de rasguños, mordiscos y chupetones. Sin dejar de tocarse lograron llegar a la habitación que compartían. Si bien tenían a unos pocos metros la cama, encontraron más fácil apoyarse en el tocador. Las lociones, accesorios y pociones cayeron al suelo para permitirle a Draco sentarse y apoyar la espalda en el espejo.
Aunque el Slytherin ya no tenía su ropa interior y la camiseta del auror se había perdido en algún lado, ambos seguían vestidos. Era más rápido levantar la falda y deslizar las mangas que quitar el molesto vestido, como también era más rápido que Harry bajara su ropa solo lo suficiente para sacar su erección que sacarse los pantalones. Ambos tenían nublado el juicio por el placer, pero uno que buscaba únicamente el propio. No tenían interés en el bienestar o comodidad de su compañero.
—Carajo —se quejó Draco cuando fue penetrado sin aviso.
Cerró los ojos con fuerza y se aferró a la madera hasta que los nudillos quedaron blancos.
—¿No era esto lo que querías, Malfoy? —susurró el auror cerca de su oreja—. Veamos quién tiene el problema.
—Imbécil —murmuró entre dientes.
Harry soltó una risa sarcástica y comenzó a mover las caderas para dar fuertes y rápidas embestidas. Draco gimió y se mordió con fuerza el labio inferior para mantener los sonidos dentro. A través de las pestañas podía ver el rostro sonriente del Gryffindor, como si disfrutara de las reacciones del rubio.
—¿Qué pasó, Malfoy? ¿Te comió la lengua el león? —cuestionó burlesco.
—Púdrete.
Aunque quiso sonar molesto, no pudo evitar soltar un jadeo al final. Harry sonrió más ante aquello y le agarró de los muslos para acercarlo a su cuerpo. Draco rodeó la cintura del auror con las piernas y lo abrazó por el cuello. La posición no era cómoda, pero el Slytherin decidió que aquello poco le importaba.
—¿Crees que puedes conmigo, Harry? —susurró contra su oreja luego de morder el lóbulo—. Sé que te calienta que diga tu nombre y sé que la línea entre ira y placer es muy difusa para ti.
—¿Y eso qué? —cuestionó con arrogancia el auror.
Draco sonrió, soltó su cuello y se echó hacia atrás para apoyar los hombros en el frío vidrio del espejo.
—Quieres golpearme y quieres follarme —canturreó Draco, levantando una de sus manos y señalando el espejo detrás suyo—. Mírate, Harry. ¿Quién tiene el control?
Al terminar de hablar, llevó su mano al rostro del auror, quitó las gafas y las dejó a un lado. Los ojos verdes estaban llenos de furia, pero la dilatación de sus pupilas mostraban el placer
—Yo gané, Harry.
El Gryffindor salió de su ensimismamiento, frunció el ceño y se inclinó hacia Draco, apoyando una mano en el espejo y la otra sobre la mesa. En vez de responder con palabras, besó bruscamente al rubio, mordiendo los labios hasta que los rompió y luego recogió la sangre con la lengua. El vaivén de sus cuerpos volvió a ser rápido y las patas del tocador se movieron al ritmo, en un aviso de que el mueble no aguantaría.
Harry movió la mano que tenía sobre la mesa y agarró la de Draco, entrelazando sus dedos con fuerza y usándola como apoyo. El Slytherin estaba en una incómoda posición. Su mano se sentía entumecida y estaba siendo aplastada, su cabeza chocaba contra el espejo que parecía se trizaría en cualquier momento, los labios le hormigueaban y le costaba respirar con la boca de Harry sobre él. Pero lo único que podía hacer era cerrar los ojos y dejarse llevar, sintiendo cómo ese algo crecía dentro de su vientre.
—Harry… —llamó en un gemido.
El auror se había deslizado a su cuello, mordiendo con fuerza la piel. Para no quedar atrás, Draco llevó la mano libre a la espalda del Gryffindor y rasguñó hasta hacerlo sangrar. Cuando quiso ver el resultado de su trabajo, observó a través de sus pestañas. Al no tener al auror de frente, el rubio pudo ver el resto de la habitación y notó algunos objetos flotaban alrededor de ellos. Harry era un mago poderoso y las fuertes sensaciones que debía estar teniendo le descontrolaba su magia.
—Perdiste —murmuró el Gryffindor, dando una lamida.
Draco quiso preguntarle sobre qué, pero ese algo comenzó a acumularse y lo único que le importó fue conseguir llegar el orgasmo. Harry parecía buscar lo mismo, porque se había enfocado a mover las caderas y mirarlo con intensidad. Algo rozó el pie del rubio y cuando miró, notó que los objetos se movían sin ninguna dirección en particular en el aire. Volvió a observar al auror y le dedicó una sonrisa.
—¿Qué se siente que te vas a correr gracias a tu rival escolar, Harry?
El auror hizo una mueca, pero sus movimientos continuaron. Draco gimoteó por lo bajo y apretó con fuerza la mano de Harry. La respuesta le llegó tan lejana que pensó que se la había imaginado.
—¿Qué se siente que te esté follando tu rival escolar, Draco?
Lo único que importaba en ese momento era la electricidad recorriendo su cuerpo, la sensación de satisfacción y su mente en blanco. Desde que habían comenzado a seguir el calendario de Astoria, Draco no había vuelto a sentir lo mismo. Era una sensación que extrañaba, porque por un instante nada importaba y todo estaba bien.
—Mierda —masculló el auror.
Cuando Draco pudo levantarse unos minutos después, notó el desorden de la habitación y el espejo trizado. El tocador parecía haber resistido por pura suerte, aunque había quedado endeble. Harry se apartó y se tiró sobre el colchón, se cubrió los ojos con el antebrazo y abrió la boca en un intento de recuperar el aliento. Draco se mantuvo aferrado al tocador unos segundos antes de caminar hacia la cama, aunque sentía algo líquido y caliente deslizarse por el interior de sus muslos, no tenía la fuerza para ir a lavarse.
—¿Estás bien? —preguntó el Gryffindor, apenas apartando el brazo para verlo.
—¿Sigues enojado?
Trató de sonar desinteresado, pero era algo que le preocupaba. Para seguir fingiendo, Draco se metió bajo las sábanas con el vestido todavía mal puesto y fingió prepararse para dormir. Sentía que se dormiría en cualquier momento, pero se forzó a mantener los ojos abiertos para poder escuchar la respuesta.
—No —susurró—. Pero siempre consigues enojarme.
El Slytherin rió y fijó los ojos en el auror que a fuerza de patadas se había quitado el pantalón para luego acomodarse los bóxer. Apenas Harry se coló bajo las mantas, Draco cerró los ojos, había una cosa menos de la que preocuparse.
—A veces quiero matarte —confesó el auror.
—Yo ya tengo un plan y coartadas —respondió de vuelta con voz adormilada.
—No me sorprende.
Harry se movió un poco hasta acomodarse y Draco se acurrucó. Aún era de día y aún tenían que hacer muchas cosas, pero ambos creían que era más importante dormir que enfrentar al mundo.
—Pero primero tengo que tener un hijo —apenas murmuró el Slytherin.
En apenas unos segundos, la respiración de Draco se había ralentizado y su cuerpo se había movido para apegarse al auror en busca de calor. Harry nunca le había dicho que apenas se dormía, era el Slytherin quien lo buscaba y abrazaba, ignorando el almohadón que solía poner como límite. Para el auror aquella situación era divertida, en especial cuando el rubio se despertaba y se encontraba en una posición comprometedora. El Gryffindor sonrió y levantó el brazo para permitir que Draco se apoyara en su pecho, luego bajó la mano y peinó con suavidad los mechones cortos del rubio.
—Espero vivir lo suficiente para conocerlo —susurró, usando la otra mano para acomodar las sábanas—. Sería gracioso si fuera pelirrojo como mi madre, seguro odiarías tener algo en común con los Weasley. Aunque no quiero que tenga los ojos verdes, toda mi vida escuché que tenía los ojos de mi madre, no quiero que le pase lo mismo.
Harry cerró los ojos, dejando que el sueño lo invadiera, aunque continuó dando caricias al cabello de Draco.
—Cuando logremos hacer un bebé, dile que no tome los ojos verdes —balbuceó medio dormido—. Y por mucho que suene divertido que el heredero Malfoy sea pelirrojo, yo le diré que no lo sea. ¿Tenemos un trato?
¡Muchas gracias por leer!
Muy bien, ya llevan un año juntos y se llevan de maravilla :) es decir, aún no se han matado yupi
Ya vimos que tienen que hacer un hijo a la antigua y no les está funcionando, que Lucius está desesperado por tener un heredero y que Draco ha decidido cambiar poco a poco su imagen para estar más cómodo consigo mismo
Aún quedan problemas y p*rno, solo que me demoro en actualizar :c ¡No abandonen y nos vemos en el próximo cap!
