Harry Potter pertenece a J.K Rowling y no me atribuyo la propiedad de nada más que mis tramas originales y OCs


La Bóveda Peverell.

Harry, acompañado por Tuffy, entro al edificio de mármol que parecía ser la entrada a Gringotts desde las tierras de Peverell.

El interior le recordó al Banco Mágico que visito con Hagrid para obtener dinero de la Bóveda de Confianza que le dejaron sus padres, claro, eso fue antes de ser enviado a este otro mundo, pero el lugar era semejante.

Las paredes eran de piedra lisa y blanca, el suelo era de lustrosas y sobrias baldosas de mármol gris y negro. Y una alfombra de un opaco tono rojo se extendía desde las puertas hasta el centro de la gran sala rectangular.

La única diferencia era que solo había dos guardias duende armados con grandes hachas de doble hoja, en el centro de aquel edificio se encontraba un único y sencillo escritorio en el que un anciano duende se encontraba sentado con un gran libro de contabilidad abierto de par en par.

En el silencioso edificio, los ligeros pasos de Harry y Tuffy resonaban notoriamente, y el anciano duende en el escritorio alzo lentamente la mirada sobre sus anteojos de media luna.

Era viejo, muy viejo, con la cabeza cubierta de blanco pelo, y sus ojos parecían casi blancos, como si la ceguera hubiera llegado junto a su avanzada edad. Vestía un traje formal, como un oficinista. Y en cuanto reparo en la presencia de Harry, aclaro su garganta con una tos.

—Ehem… Supongo… ¿Qué usted es el actual Lord Peverell? —dijo con una voz cansada y rasposa, sonora, pero similar a un susurro.

Harry se sintió ligeramente intimidado, los duendes daban algo de miedo, no tanto como había experimentado en su primera visita a Gringotts con Hagrid, pero aun eran seres bastante aterradores en apariencia.

Dudo por un momento, pero asintió con la cabeza.

Al notar que el duende no respondió positivamente a su asentimiento silencioso, Harry se forzó a hablar.

—Si, señor. Soy Harry James Peverell, el ultimo de los Peverell —la voz del niño era suave y titubeante. Pero su respuesta parecido satisfacer a su interlocutor. A su lado, Tuffy se mantuvo en completo silencio, seria y solemne, contrariamente a su usual actitud.

El anciano duende cerro de golpe el gran libro que tenia sobre el escritorio, y sonrió mostrando sus dientes puntiagudos en una mueca de intimidante felicidad.

—Han pasado siglos, Lord Peverell —comenzó con su antigua y susurrante voz— desde que uno de los vuestros ha honrado a la Nación Duende visitando nuestros bancos. —se aclaro la garganta y torno seria su expresión — Ahora, Lord Peverell, supongo que desea discutir la reactivación de su Casa en la Britania Mágica, y… por supuesto; visitar su Bóveda familiar, ¿no es así?

—Así es, señor —respondió Harry respetuosamente, pero una duda sobre lo dicho por el viejo duende le empujo a preguntar— ¿Qué es… la reactivación de mi Casa? ¿Qué significa?

El anciano duende miro por un segundo y luego respondió solemne.

—Vera, Lord Peverell —dijo el duende, aun sentado frente a su escritorio— Los tontos magos, en su infinita estupidez, creyeron que la línea Peverell se extinguió en la Línea Masculina, y que el ultimo Peverell vivo fue una —abrió el libro de contabilidad, que parecía más bien ser un libro de registros al parecer, y acomodándose los anteojos comenzó a leer y con uno de su dedos acabados en una puntiaguda uña, o garra, golpeo dos veces contra el libro— sí, aquí esta… una tal Iolanthe Peverell quien se caso con Hardwin Potter, extinguiéndose así el apellido.

Harry sabia algo de eso, después de todo, Grim Peverell le había explicado lo mismo sobre la familia Potter en el cruce entre la vida y la muerte, antes de que lo enviara a este otro mundo como Harry Peverell.

—Sin embargo, los magos son tontos, crédulos e ignorantes. —añadió el anciano duende— si solo hicieran caso a quienes saben más que ellos, pero no, no escucharan a los seres no humanos. Criaturas nos llaman, pero estas criaturas han rastreado linajes y clanes desde los albores del tiempo —divago, antes de mirar a Harry una vez más— Bueno, nosotros sabíamos que la Línea de Antioch seguía existiendo, pero no sabíamos más que eso hasta el día de hoy.

El anciano duende parecido pensativo, y luego asintió silenciosamente antes de continuar.

—La reactivación de una Casa mágica, ya sea antigua, noble, o noble y antigua, es un proceso legal, en el que la Nación Duende informa al gobierno mágico que una familia largo tiempo en silencio ha regresado al mundo público y político. —explico— Ahora, veamos —comenzó a hurgar en el cajón de su escritorio— sí, aquí esta, esta es la forma correcta. —dijo ajustando sus anteojos— Lord Peverell, por favor, acérquese, solo se necesita que firme aquí, yo llenare el resto del formulario con los datos pertinentes.

Harry se acerco al escritorio del anciano duende, y cuando estuvo justo frente a él, una cómoda butaca se materializo, permitiéndole sentarse y tener una altura adecuada para firmar documentos o leer contratos. Tuffy se quedo de pie, inmediatamente en diagonal a la derecha de Harry a un paso detrás de su silla.

El viejo duende termino de rellenar el formulario, y luego se lo ofreció a Harry, indicándole que lo leyera y verificara que todo estuviera en orden antes de firmar. Una pluma completamente negra le fue entregada por el anciano duende, y le indico que no requeriría tinta para escribir. El documento, o mas bien documentos eran los siguientes; Formulario de Reintegración al Wizengamot A-5, Formulario de Reclamación de Activos T-43, Formulario de Informe de Señoría D-1, etc.

Harry los leyó rápidamente, y procedió a firmarlos, noto que la pluma escribía con tinta roja, y que tras poner su firma, los formularios brillaron con una luz dorada.

—Muy bien, Lord Peverell —dijo el viejo duende tras recibir los papeles firmados de regreso— ahora que lo noto, no me he presentado; yo soy Ragni, y soy su gerente personal. Supongo que ahora querrá visitar su Bóveda —al ver a Harry asentir, el viejo duende, Ragni bajo de su silla y comenzó a caminar hacia la pared del fondo— si me acompaña, Lord Peverell, lo llevare a su Bóveda familiar.

Harry se levantó y corrió tras el duende seguido de cerca por la elfina Tuffy.

Al llegar a la pared, Ragni chasqueo los dedos y una apertura pareció abrirse en el muro de piedra, dando paso a un túnel en el que un carrito metálico esperaba para llevarlos a las entrañas de la tierra donde los duendes habían construido la red de bóvedas que los magos de Gran Bretaña utilizaban para almacenar sus fortunas.

Harry subió a bordo en el asiento trasero del carrito, con Tuffy sentada a su lado. Ragni dio una sonrisa que mostraba los colmillos cuando puso en marcha el vehículo de metal que se deslizaba por las destartaladas vías repletas de curvas, a una velocidad que provocaba una sensación de ingravidez cada vez que giraban en una de las muy pronunciadas curvas, subidas y bajadas.

Harry había visitado antes la bóveda de confianza que sus padres le dejaron cuando había sido un Potter, estaba en una zona profunda, pero no se comparaba en ningún modo con esto.

El carrito se había estado moviendo a gran velocidad por más de media hora, y tanto Harry como Tuffy hacia un tiempo que dejaron de disfrutar el agitado viaje.

Cuanto más profundo iban las estructuras parecían más antiguas. Al principio parecía una red de túneles cuyos muros habían sido tallados en la piedra. Mas tarde, dieron paso un túnel de escarpada piedra repleto de estalagmitas y estalactitas, con el carrito de metal suspendido sobre y bajo las afiladas rocas sostenido por las vías en una oscuridad casi total, con la única iluminación provista por las mortecinas luces de las lámparas de aceite encantadas situadas en ambos extremos del carrito.

El viaje fue largo, muy largo, y para Harry parecía que se estaban adentrando cada vez más profundamente en la tierra.

Si Harry no se equivocaba habían pasado a través de cuatro extrañas cataratas "Caída del Ladrón" las llamo Ragni cuando el líquido frio cayó sobre sus cabezas, según contó lavaban todo encantamiento de control y ocultación, y si esa magia se rompía, los rieles desaparecían llevando a los ladrones a una muerte segura por la caída.

Llegaron a lo que Ragni llamo la zona de alta seguridad, donde su carrito se detuvo y se les indico que debían bajar para realizar un transbordo, la sección estaba custodiada por un dragón, la pobre y majestuosa bestia mágica yacía herida, ciega y encadenada, Ragni había hecho uso de cazos y campanas, y explico que el dragón había sido entrenado para asociar el dolor con los ruidos de tales objetos, tuvieron que cambiar de carrito tras pasar el área del dragón a pie, para tomar una línea de rieles que se adentraba aún más en las entrañas de la tierra.

El nuevo carrito era mucho más cómodo, de metal broncíneo, nuevo en apariencia, y cuya activación requirió una gota de sangre extraída de Harry para sortear el sistema de seguridad.

—Solo los señores de las Familias Antiguas pueden pasar de este punto —explico el anciano duende— Está protegido por guardas de sangre de un miembro de las doscientas trece familias que tienen sus bóvedas en la zona más profunda… aunque… ahora quedan solo cuarenta y tres familias antiguas. Las otras, aquí en la zona de alta seguridad son nuevas, ricas, pero nuevas.

Harry y Tuffy se sentaron esta vez en el asiento delantero por recomendación de Ragni, 'Hay mucho que ver aquí abajo' les había dicho. El carro comenzó a moverse rápidamente, y se deslizo en un pronunciado ángulo descendente.

—Bajaremos unos cuantos miles de metros en cuestión de minutos —dijo Ragni con su intimidante sonrisa— Esta zona incluye las minas de la Nación Duende. —explico cuando la piedra gris dio paso a cúmulos de cristales azulados que parecían brillar con luz propia.

El calor parecía aumentar conforme profundizaban, y enormes cúmulos de cristales teñidos de tonos rojizos por los flujos de lava le daban una sensación mágica indescriptible.

El olor a azufre hacía difícil respirar, y podía escuchar el ruido de picotas golpeando la piedra por encima del casi ensordecedor viento que lo rodeaba por la gran velocidad del carro.

—¿Que son esos ruidos? —pregunto Harry por sobre el ruido del viento.

Ragni lo miro y le dio una sonrisa aterradora al mostrar sus colmillos.

—Esclavos, Lord Peverell —respondió— todos magos que no pudieron pagar sus deudas con la Nación Goblin.

Harry trago asustado con los ojos muy abiertos, decidido a no preguntar nada más. Tuffy se estremeció y se acurruco contra el costado de Harry.

El carro continuo su vertiginoso descenso, por otros diez minutos, hasta que ingreso en una enorme cueva cubierta de cristales, las secciones vacías tenían lagos de lava burbujeante.

Y doce enormes puertas eran visibles, engastadas en los muros de aquel enorme espacio abierto.

—Hemos llegado, Lord Peverell, a las bóvedas de las familias fundadoras del Consejo de Magos.

Harry miro al rededor, cada enorme puerta se encontraba entre dos estatuas de una criatura mágica diferente.

La enorme puerta de plata con dos estatuas de serpientes debía ser la de Slytherin, y la con los Thestrals... esa era la suya, la de la Casa Peverell.

La puerta era de madera oscura, casi negra, en un marco de piedra grabada con runas, la madera estaba reforzada por metal dorado y negro, y en el centro de la puerta estaba tallado el relieve de una cabeza de threstal con ojos rojos hechos de rubies engastados. Y en cuya frente estaba grabado el escudo de armas de Peverell, el símbolo de las Reliquias de la Muerte.

—Muchos creen que nuestra advertencia para los ladrones es demasiado presuntuosa, pero no fuimos los duendes quienes compusimos tal cosa, no, fue Lady Rowena Ravenclaw —comento Ragni mirando desde el centro de aquella caverna, su vista fija en una bella puerta que parecía estar hecha de piedra azul, pero las estatuas que debían estar flanqueando la entrada yacían en ruinas, rotas— vera, Lord Peverell, el mayor motivo por el que sabíamos que los Peverell aun existían es porque las estatuas guardianas de su familia aún están en pie —dijo señalando la pareja de threstals de obsidiana. —Ahora, el tiempo es oro, y será mejor no perderlo. Abra su bóveda Lord Peverell, no creo que solo quisiera apreciar las vistas.

Harry camino hacia la enorme puerta negra desde la que el relieve del Threstal parecía estar llamándolo. Lentamente paso entre las dos estatuas de obsidiana y por un extraño impulso, presiono su mano contra la puerta.

Con una sensación de agudo dolor en la palma, Harry noto, paralizado por la sorpresa como su sangre se filtraba y se deslizaba hacia arriba en la puerta, hasta que se separo en dos flujos que entraron en los rubies que servían como ojos a la talla del threstal en la puerta.

Un resplandor rojo sangre brillo desde el símbolo de las reliquias de la muerte, y luego en un destello rojizo final, la puerta se dividió en dos, separándose y abriéndose hacia el interior, para dar paso a la vista de una sobria cámara de piedra descomunal, con decenas de repisas de piedra repletas de objetos de todas formas y tamaños. Viales y botellas de líquidos coloridos. Vitrinas con varitas, báculos, cuchillas, joyas y otros artículos que Harry no pudo nombrar. Y, en una mesa de piedra solitaria miles de pequeños lingotes de dorado metal yacían sobre su superficie, conformando una ordenada montaña.

—Los Peverell, como vera, no usaban su bóveda solo para guardar oro —dijo Ragni unos metros detrás de Harry— Guardaban objetos, reliquias, pociones e ingredientes alquímicos en su mayoría. Algunas de estas cosas llevan aquí dos mil años, desde mucho antes de que Gringotts se llamara Gringotts.