Harry Potter pertenece a J.K Rowling y no me atribuyo la propiedad de nada más que mis tramas originales y OCs
La Ceremonia de Clasificación.
El hombre de cabello gris miro a la multitud de niños que le rodeaba, todos con sus túnicas escolares sobrias y sin colores distintivos.
—Parece que ya son todos —dijo el hombre mayor en voz alta— Bueno, niños, mi nombre es Ogg O'Leary, soy el Guardian de los Terrenos y Llaves de Hogwarts. Y les guiare en su primera visita al castillo. Vengan, síganme al muelle —dijo antes de voltearse y comenzar a caminar hacia el enorme lago que era visible a la distancia.
Harry, Emily y Dorea siguieron a la multitud de primeros años desde una posición al final del enorme grupo. El entusiasmo de las niñas era palpable, e incluso en el rostro típicamente neutral de Emily una pequeña sonrisa era visible.
Fueron los últimos en llegar al muelle, donde queda un solitario bote vacío, los demás, ya estaban siendo utilizados por otros estudiantes.
—Bien, ustedes tres, tomen el ultimo bote para que podamos ponernos en marca —indico Ogg.
El grupo de Harry hizo lo que se les indico, y abordaron el pequeño bote que permanecía quieto en el muelle.
—Muy bien, niños. Sujétense, y no hagan tonterías. No quiero tener que sacar a ninguno del Lago Negro —dijo Ogg antes de golpear su bote personal con su varita— Bueno, los botes están encantados, se moverán solos y nos llevarán hasta las puertas del castillo. Sera una vista inolvidable, se los aseguro —dijo mientras los botes comenzaban a moverse en sincronía por el lago cuyas aguas negras en la noche, reflejaban el poco común cielo despejado de las Tierras Altas de Escocia, las estrellas y la luna reflejándose en su superficie.
En la superficie del lago de vez en cuando era posible ver criaturas que emergían para echar un vistazo a los niños en los botes. Eran seres humanoides de aterradoras apariencias, y de vez en cuando, los juguetones tentáculos del 'calamar gigante' saludaba a los botes.
La vista era mágica y encantadora, pero nada se podría comparar a lo que siguió cuando Ogg advirtió.
—Ahora, tras esta vuelta tendremos el primer vistazo al Castillo Hogwarts —dijo como un guía turístico.
Harry quien ya había pasado por la misma experiencia antes, junto a Emily y Dorea fue incapaz de contener la exclamación ante la impresionante y deslumbrantemente mágica visión de la escuela.
Allí, coronando una colina, yacía un castillo que parecía haber sido sacado de cuentos de hadas, era una estructura imponente de piedra gris, con una multitud de ventanas en arco. El centro parecía una fortaleza rectangular extremadamente funcional, pero estaba rodeado y salpicado de medio centenar de torres y torrezuelas, algunas terminadas con techos de cono, y otras tantas con murallas dentadas de piedra, algunas integradas a la estructura central y tantas otras conectadas por pasarelas y puentes de piedra al castillo real. Las luces en las ventanas se podían contar con los dedos de las manos, y gran parte del castillo estaba ensombrecido y sin vida, pero allí, desde el lago, parecía haber sido sacado de un sueño.
Los botes se deslizaron en silencio hasta una sección del lago cercana a la orilla donde las tenues y mortecinas luces del castillo se reflejaban en las aguas. Lentamente pero de forma constante los botes tocaron tierra firme, y los jóvenes estudiantes los abandonaron para seguir a Ogg por un camino de adoquines que sinuosamente se acercaba al castillo.
Allí ante la enorme reja de metal, los esperaba un hombre alto de cabello castaño y barba salpicada por ligeras canas, su nariz, torcida en un ángulo extraño, y brillantes ojos azules que parecían escudriñarlos a todos.
Ogg se despidió de los niños diciéndoles:
—El profesor Dumbledore se encargará desde aquí, ¡que tengan un gran año en Hogwarts, niños!
El hombre, al que Harry le costaba mucho relacionar con el anciano Director que conocía de su época, miro con interés al hombre que debía ser Albus Dumbledore, cincuenta años más joven.
—Muy bien, síganme —indico el hombre.
Harry noto que Emily parecía nerviosa en presencia del profesor Dumbledore, pero no entendía el porqué.
El profesor los condujo hasta el castillo, donde les indico que esperaran un momento.
—A continuación, todos entraran en silencio al Gran Salón, donde pasaran por la Ceremonia de Clasificación. Los llamare uno a uno, y tendrán que sentarse en un banquito, luego les pondré el sombrero seleccionador y el determinara a que Casa habrán de ir.
Abriendo entonces las enormes puertas dobles de una sola vez, Dumbledore condujo a los casi setenta primeros años al interior de una enorme estancia donde ocho largas mesas dispuestas en pares estaban repletas de estudiantes. Cada par de mesas tenia caminos de mesa de colores diferentes, verdes, azules, amarillos, y rojos.
Condujo a los primeros años hasta el frente de la mesa alta donde parecían estar sentados los profesores. Y ante la cual un espacio despejado estaba ocupado por un solo banquito de tres patas de destartalada y gastada madera, sobre el que descansaba un raído y viejo sombrero de punta, como los que usaban las brujas en los cuentos muggles.
El sombrero, en aquel momento comenzó a cantar.
'Oh, se lo que estás pensando,
¿Quién habrá olvidado su viejo sombrero?
Se que no luzco bien, pero eso es lo de menos,
Pues no hay sombrero más sabio que yo.
Vere que hay en su cabezas,
Y como he hecho siempre,
A su casa destinada los enviare.
Pues conoceré todas sus destrezas.
Es una absoluta certeza.
¿Pero a donde pertenecerás?
Espera, pues ya lo sabrás.
Sera posible que seas un Gryffindor,
Valientes, audaces, y un gran honor.
Allí enfrentaras, amistad y camaradería,
Pero no has de olvidar que allí,
Prevalece la valentía.
O puede que tu lugar este en Hufflepuff,
Esos amables tejones,
Protegerán siempre a los suyos,
Lealtad, amistad, y unión con ellos hallaras,
Que no te subestimen, oh amable Hufflepuff.
Bien podrías ser un Ravenclaw,
ávidos por saber,
ávidos por pensar,
Donde las mentes despiertas siempre gozaran.
Slytherin sino serás,
Astuto y sagaz,
Esas pequeñas serpientes,
Ambiciosas siempre serán,
Grandes objetivos, grandes planes,
Siempre atento, siempre preparado,
Si quieres algo lograr,
La casa de Salazar es tu lugar.
Vengan ya, no teman,
Que este sombrero no muerde,
Y si en su clasificación un error cometiera,
A mí mismo me comería.'
Los estudiantes en sus mesas aplaudieron y lo mismo hicieron los profesores y el profesor Dumbledore.
—Muy bien, comenzare a llamar —anuncio— Ackerman, Arisa.
Una niña de cabello color chocolate se adelantó, tomando asiento en el banquito antes de que el profesor Dumbledore le pusiera el sombrero seleccionador.
Pasados unos segundos el sombrero proclamo con un tono fuerte, "¡GRYFFINDOR!"
La niña entonces se levanto entrego el sombrero al profesor y se marchó con paso rápido hacia la mesas con los manteles rojos.
—Ainsworth, Richard —llamo Dumbledore, repitiendo el proceso esta vez con un niño de cabello anaranjado que el sombrero clasifico con un "¡HUFFLEPUFF!"
Así continuo la selección, hasta que se llamó a Dorea.
Allí sentada en el banquito, Dorea espero cerca de tres minutos con el sombrero en la cabeza, hasta que proclamo "¡SLYTHERIN!"
—Burke, Alison —llamo a continuación Dumbledore. Burke acabo siendo enviada a Slytherin y se unió a Dorea siendo el único otro primer año de la casa hasta el momento.
La mayor parte de los primeros años fueron enviados luego a Hufflepuff, solo tres fueron a Gryffindor y siete acabaron en Ravenclaw, Slytherin se mantenía de momento con solo Dorea Black y Alison Burke como nuevos estudiantes para dicha casa.
Pronto, fue el turno de Harry cuando Dumbledore llamo.
—Peverell, Harry —su tono era fuerte, y la mirada que dirigió a Harry le hizo sentir escalofríos, el profesor lo miraba con un escrutinio e interés excesivos, que ponían al joven Harry muy nervioso.
Harry camino lentamente hasta el banquito, siempre bajo la mirada atenta del profesor Dumbledore, quien le miraba con tal intensidad que parecía querer perforar un agujero en su frente con la mirada. Harry se sentó lentamente, nervioso por saber a dónde lo enviaría el sombrero seleccionador esta vez.
Dumbledore dejo caer el sombrero sobre la cabeza de Harry, atento a la clasificación del niño cuya familia era más una leyenda y un mito que una casa mágica de la que se tuviera certeza histórica.
Con el sombrero sobre la cabeza, Harry escucho atentamente la voz del sombrero seleccionador, que parecía realmente interesado.
—Oh, ya veo. Un Peverell, han pasado casi mil años desde que tuve la oportunidad de clasificar a uno de los suyos. Si… la ultima fue esa niña… Iolanthe… pero… creía que ella era la ultima de su línea… Oh… ya veo… eres un niño de la línea de Antioch… si… la rama principal… Interesante… pero… donde te pondré… —divago el sombrero en la mente de Harry.
—No importa donde, te lo dejo a ti —pensó Harry en respuesta.
—Claro, déjamelo a mí. Después de todo, soy el sombrero seleccionador, joven Peverell… si… pero la cuestión esta vez es bastante difícil… veo que eres valiente… si aquí hay mucho valor… no estarías mal en la Casa de Godric, de eso no hay duda… Pero… también veo lealtad… una lealtad casi ciega a los que crees tus amigos y familiares… si… pero la casa de Helga no es adecuada para ti… no… trastornara tu camino… sería un obstáculo más que una ayuda… Hmm… Dime, joven Peverell, ¿que esperas lograr viniendo a Hogwarts? Después de todo, podrías ser un gran mago… si, pero puedes lograrlo simplemente quedándote en ese Castillo tuyo y aprendiendo de los libros que tu familia ha reunido…
—Yo… —Harry trato de ordenar sus pensamientos, ¿Por qué había venido a Hogwarts? No lo había pensado realmente, así que le desconcertó la pregunta del sombrero, pero entonces, la última conversación que compartió con Grim Peverell antes de decidir ir al mundo en que actualmente reside le permitió llegar a una respuesta— Hay alguien que me necesita, un primer año como yo… Y también… hay alguien a quien debo detener… alguien que profana el legado de mi familia…
—Oh… ya veo… mantener a cierta niña a salvo y lejos de la oscuridad… y vencer a cierto mago… que ambicioso, señor Peverell… muy ambicioso… un camino de espinas si he visto uno alguna vez… pero posible… podrías quedar bien en Ravenclaw… el conocimiento seria una herramienta necesaria para lograr tus fines, es cierto… pero las Águilas son demasiado impersonales para ti… eres alguien que forma lazos muy fuertes, tienes tus propias creencias y deseos. Y una gran ambición y un objetivo que deseas alcanzar… Si… no me quedan dudas… Tu lugar es en la Casa de Salazar…. Así que mejor se un… ¡SLYTHERIN!
Harry estaba entumecido, nunca le gusto mucho Slytherin y sus experiencias previas con los alumnos de esa casa no eran muy alentadoras. Pero esta vez, allí estaba Dorea, por lo que no podía ser tan malo. Además, Harry que había estudiado el árbol genealógico de los Peverell considero que Slytherin, era apropiado para un Peverell, después de todo, que la familia principal de Peverell se clasificara en la casa de Salazar Slytherin, quien por cierto nació como Salazar Peverell era bastante adecuado.
Harry camino hasta la mesa de Slytherin y se sentó junto a Dorea, quien le sonrió y asintió con entusiasmo, antes de volver a mirar la selección con atención. Harry por su parte no presto mucha atención hasta que llamaron un nombre conocido.
—Riddle, Emily —llamo Dumbledore.
Emily se acercó, procurando en todo momento no cruzar miradas con el profesor. Y luego tras sentarse y que el sombrero fuera puesto en su cabeza, se quedó sentada allí casi diez minutos.
Harry no sabía que el mismo había pasado una cantidad de tiempo similar antes de ser clasificado. Pero miro con atención esperando que ordenaran a Emily.
Mientras tanto, Emily y el sombrero mantenían una conversación silenciosa.
—Vaya, vaya… Que curioso e inesperado… Riddle, ¿eh? —dijo el sombrero en la mente de Emily.
—Si… señor… —contesto ella.
—Oh… ¿señor?... señorita Riddle, soy un simple sombrero pensante, nada más, nada menos… me encargare de clasificarla… déjeme ver… Oh… impresionante… controlar la magia accidental en tal medida… fantástico… veo poder… pero también mucho miedo… si… eso descarta Gryffindor… tu sentido de la autoconservación es demasiado fuerte para la casa de Godric… Oh… veo sed de conocimiento… Podría ser… si… pero… Hmm… Ya veo… desconfías de todo el mundo… así que Hufflepuff no es una opción… difícil… muy difícil… ¿Ravenclaw o Slytherin?... Oh… ya veo… hablas la noble lengua de Salazar… si… eso podría servir para determinarlo… pero que prefieres… ¿Una casa en la que tendrás que enfrentarte al rechazo a cada paso por los estudiantes de Sangre Pura, o un lugar adecuado para aprender todo tipo de magia, y leer tanto como quieras sin interrupciones?
—Yo… no lo sé… —comenzó Emily— ¿Lengua noble de Salazar? —pregunto curiosa.
—Oh… si, la lengua parsel… el lenguaje de las Serpientes… solo los descendientes de un mago británico pueden hablarlo… por lo menos… quiere decir que estas relacionada con Salazar… si… pero ¿Qué quieres que haga con tu clasificación, tienes una preferencia, una razón para querer una casa sobre otra?
—Yo… —comenzó otra vez… la idea de estar relacionada con uno de los Fundadores de Hogwarts pesaba mucho en su mente, y Slytherin le parecía adecuada por ello, pero la pregunta del sobrero la hizo profundizar en sus razones— conozco a alguien… es… amable… yo… no quiero alejarme de él…—contesto finalmente.
—Ah… Si. Ya veo… Me alegro de que esa haya sido su respuesta, señorita Riddle… Es posible que los temores de alguien no se vean cumplidos… si… muy buena respuesta… decidido… mejor se ¡SLYTHERIN!
Emily estaba feliz, se quito el sombrero y se lo entrego al profesor Dumbledore sin dar una sola mirada atrás, luego de lo cual se acerco animadamente a la mesa de Slytherin donde se encontraba aquel chico, su primer amigo.
Emily no vio la mirada de decepción y desconfianza que Dumbledore le dirigió cuando la clasificaron en la Casa de la Serpiente. Pues su mirada esta enfocada en encontrar a Harry. Pero para el joven Peverell no pasó desapercibido.
¿Qué le pasa a Dumbledore? Emily es solo una niña… además, el no debería saber que podría convertirse en Voldemort… Pensó Harry.
Emily se sentó al lado de Harry, y por primera vez le dirigió una sonrisa sin disimular.
