Los vientos de Kynareth

Skyrim no me pertenece, si así fuera hubiera hecho todo lo posible para que se casara con mi personaje.

Este es mi primer fic de Skyrim, espero que les guste.


Capítulo 3: En el gremio de ladrones.

El traje que Tonilia le dio al día siguiente era tan feo como toda la ropa que había en Skyrim. Mientras la mujer de tez morena y cabellos negros hablaba, Farah miró fugazmente un corte en el lado izquierdo del pantalón; nadie se había tomado la molestia de remendarlo decentemente. Se preguntó si el antiguo portador de ese traje simplemente se había cortado con un clavo o si había sido apuñalado… los accidentes trágicos eran muy frecuentes en los caminos de Skyrim.

—Si no quieres que la gente te relacione con el gremio no salgas con esto puesto durante el día, o usa la capucha para que luego no puedan reconocerte. —La voz de Tonilia interrumpió sus pensamientos. Ella asintió a la vez que recordó que Brynjolf no llevaba puesta esa armadura mientras estaba en Markarth.

Farah tomó el traje de cuero y se lo llevó hasta su cama. Lo estiró y lo observó con un poco de desagrado, no le gustaban para nada esos colores terrosos.

Caminó hacia la sala de entrenamiento adyacente a la cisterna y mientras había gente allí aprovechó de entrenar puntería con su arco. Cuando vio que ya no quedaba ningún ladrón se sentó rápidamente en uno de los baúles -que utilizaban para entrenar a abrir las cerraduras- y se quitó la ropa para colocarse el traje que Tonilia le había entregado. Para su sorpresa su desagrado se esfumó rápidamente al notar lo cómodo que era llevar eso puesto. Entre ese color tierra destacan los pequeños bolsillos y los broches dorados que por el uso prolongado estaban desgastados, pero que aun así brillaban a plena vista. Se colgó su daga de origen orco en una de las dos correas que estaban atadas alrededor de su cintura y que moldeaban sus curvas. Al otro lado del cinturón colgó la capucha que por obvias razones no necesitaba llevar puesta dentro del gremio.

Se estaba poniendo las botas cuando de pronto entró Brynjolf a la sala, agradeció a Kynareth el haberse alcanzado a vestir antes de que alguien apareciera. Se miraron durante unos segundos hasta que luego ella lo ignoró para seguir haciendo sus cosas.

Con paciencia comenzó a desenredar su pelo blanco mientras que de reojo observó que el hombre sacaba una daga para luego entrenar frente a un muñeco de paja al que previamente ella había lanzado sus flechas. Peinó prolijamente su cabello y comenzó a trenzarlo. Miró con disimulo al pelirrojo; era rápido y ágil, ella también lo era, aunque no tanto como él. Sus pensamientos se detuvieron de pronto… entre ambos no había punto de comparación, se dijo a sí misma, no solo porque los dos usaban distintas armas, sino también por la experiencia; ella había aprendido todo por ensayo y error, en cambio en él saltaba a la vista que llevaba viviendo entre ladrones durante muchos años -y si de años se trataba, él tenía al menos diez años más que ella-. No, no había punto de comparación.

Decidió dejar de mirar al que ahora era un compañero más en ese gremio de ladrones y se concentró en seguir peinándose. A su lado había una pequeña bolsita y de allí sacó una botella con un elixir que había aprendido a hacer gracias a su madre. Dejó que sobre su mano cayeran unas gotas de ese líquido con esencia de flores de campo y se la pasó cuidadosamente por su peinado recién hecho. Luego sacó un frasquito que contenía cera de abeja ligeramente pigmentada con uvas jazbay, untó su dedo meñique y puso un poco de cera en sus labios para que no se le resecaran.

Finalmente guardó todo y antes de irse se apretó levemente las mejillas y se las golpeó despacio, casi de inmediato adquirieron un color rosado que contrastaron con la piel pálida casi fantasmal que tenía.

Se sobresaltó cuando Brynjolf, quien aún seguía allí, se rio despacio. Farah intentó no tomar la actitud del nórdico como algo personal hasta que sus miradas volvieron a cruzarse.

—¿De qué mierda te ríes? —inquirió molesta.

—Eres un poco vanidosa, chica. —contestó él, despreocupadamente.

—Eso no es problema tuyo. —contestó molesta e hizo un ademán de levantarse. Decidió que para la próxima vez haría esa rutina en otro lado o simplemente lo haría en un horario distinto al que él usaba para entrenar.

—No me burlo de ti… Sólo se me hace un poco irónico que hagas todo eso mientras vives en las alcantarillas. —fue él quien dejó de mirarla para continuar entrenando. —Creo que debes dejar de estar a la defensiva, chica.

Farah no dijo una palabra más, se levantó finalmente y salió con todas sus cosas de esa habitación. Se fue en dirección al jarro ajado para poder comprarse una botella de aguamiel y para pedir trabajo a las dos personas que podían dárselo.


Los primeros trabajos que le asignaron fueron en Riften, tal parecía que el maestre del gremio aún no tenía la certeza de si podría confiarle a ella un trabajo importante en otra comarca a pesar de que en Markarth ya había trabajado para Brynjolf.

Había hecho muchos trabajos que Delvin le había asignado: desde cambiar las cuentas numéricas en algunos libros de tiendas de alquimia o tabernas de la ciudad, hasta cambiar joyas o gemas para luego ponerlas en los bolsillos o las cajas fuertes de otras personas que luego serían inculpadas. Había hecho también varios trabajos para Vex, pero ella misma decía que sus trabajos en su mayoría estaban fuera de la ciudad. Por supuesto el pago no era tan bueno como lo que había ganado en Markarth, además se dio cuenta de que el gremio se quedaba con una gran tajada de oro, pero no le importaba, los trabajos eran fáciles y los guardias en Riften, en su mayoría, estaban comprados por Brynjolf o Mercer.

Ahora Farah sabía que Riften no solo era una ciudad impresionante, sino también se dio cuenta de que Riften parecía ser un nido de skeevers pues entre las mismas personas que vivían allí contrataban al gremio para acabarse unos con otros.

Aunque le costó en un principio, logró comenzar a relacionarse con el resto de los ladrones que, si no estaban trabajando fuera de Riften, pasaban la mayor parte del tiempo en la cisterna o en la taberna del jarro ajado. Y a pesar de que Farah era bastante reservada con dar detalles de su vida antes del gremio, gracias a ellos aprendió algunas cosas interesantes, como por ejemplo: que a Vipir le apodaban "el raudo" por escapar de los guardias desde Ventalia a Riften, del miedo de ser atrapado había olvidado que tenía un caballo y había huido corriendo; o que Thrynn antes de convertirse en un ladrón había sido un bandido hasta que su jefe le ordenó asesinar a mujeres y niños inocentes; que Cynric había pasado 3 años en una prisión en Roca Alta; que Niruin había dejado una vida tranquila para vivir algo más emocionante convirtiéndose así en un ladrón; que de niño a Runa lo habían encontrado solo en medio del mar con unas extrañas runas que tenía en el cuerpo. O que, en el pasado antes de unirse al gremio, un grupo de bandidos habían capturado y abusado de Zafiro hasta que ella una noche los asesinó, entonces cuando Farah escuchó esa historia, por un segundo, su máscara se cayó al verse reflejada en Zafiro con quien comenzó a entrenar todas las mañanas.

Gracias a los ladrones aprendió también que Mercer llevaba años siendo maestre del gremio luego de que Galo, el antiguo maestre, fuera asesinado por Karliah, su novia; aprendió que Brynjolf era el segundo en la línea de mando del gremio y que eso no sólo se debía a su experticia en todo lo relacionado al robo o la estafa, sino que más bien dentro del mismo gremio se le conocía como una persona a la que "nada se le escapaba", siempre parecía saber más de lo que aparentaba saber y siempre parecía que, con mirarte con esos ojos verdes, conocía todo tu pasado, tu presente y lo que podría suceder en tu futuro. Aprendió que Delvin y Vex eran dos de los ladrones que llevaban más tiempo en el gremio incluyendo a Mercer, por ese motivo todos confiaban en ellos. Aprendió que debía tener cuidado cuando Mercer o Vex se enojaban; que Delvin era una persona relajada y que amaba el dinero y a Vex tanto como le gustaba sentarse frente a un gran trozo de carne de Horker, y, sin embargo, por más que lo intentaba lamentablemente para Delvin Vex no tenía ojos para él.

Aprendió que, tal como le había dicho Brynjolf, el gremio estaba pasando por una racha de mala suerte. Tal parecía que Maven, la matriarca de la familia de los Espino Negro, era una de las pocas clientas influyentes que quedaban y apoyaban en secreto al gremio.

Aprendió que Vekel le había pedido matrimonio a Tonilia varias veces, pero que esta siempre lo rechazaba, a pesar de todo ambos seguían manteniendo una relación. Que Vipir y Zafiro siempre discutían y que eso se debía a que ellos ya habían tenido una historia amorosa que había acabado abruptamente, aunque, por lo que veían todos e incluso Farah, en unas cuantas discusiones más volverían a estar juntos… sólo era cuestión de tiempo.


Luego de una semana y media viviendo en el gremio, Delvin le comentó que ya no tenía trabajos para ella dentro de Riften y que tendría que esperar unos días más. Fue entonces cuando Farah se acomodó en una silla en el jarro ajado y decidió beber un poco de cerveza para descansar un rato. Tenía pensado en ir a hablar con Brynjolf para que Vex y Delvin la enviaran a otras comarcas, después de todo él le había prometido trabajo, y si algo bueno había escuchado de Brynjolf era que se caracterizaba por ser honesto y cumplir sus deudas con los ladrones.

El olor de la carne de Horker cocinándose comenzó a darle náuseas, la primera vez que había probado esa carne había vomitado, pues la espesa capa de grasa del Horker se había pegado en su paladar. Vekel dejó frente a ella su plato de comida en una mesa solitaria, ella tomó un tenedor y comenzó a comer.

—No sé cómo puedes comer esa basura. —comentó, Delvin, mientras se sentaba frente a la misma mesa donde estaba la nórdica. Farah tragó el trozo de tarta de zanahoria, papa, calabaza y carne de venado que estaba comiendo.

—Y yo no sé cómo puedes comer Horker. —respondió ella arrugando levemente su nariz en rechazo a ese tipo de carne mientras Vekel dejaba el plato de Delvin en la mesa.

—Simplemente es comida refinada para alguien refinado… —murmuró divertido. —Pero no tan refinado como tú. Recuerdo que la gente adinerada a la que yo le robaba cuando vivía en Roca Alta comía esas tartas de verduras. —Ella levantó una ceja. —Así que supongo que es cierto lo que dijo Brynjolf… vienes de Roca Alta. —masticó su comida y luego continuó. —Nos lo dijo después de verte a ti en Markarth. —añadió.

Farah endureció su mirada; verdaderamente sentía que no tenía nada que esconder de su pasado pues cada cosa mala que le había ocurrido la habían convertido en la mujer fuerte que era en el presente, pero de algún modo le inquietaba saber la forma en la que Brynjolf conseguía la información de cada uno. Decidió quedarse en silencio.

—Así que vivías en Roca Alta. —comentó despreocupado, el bretón, mientras masticaba otro trozo de carne. —Entonces… ¿cómo llegaste a Skyrim?

—Pregúntaselo a Brynjolf, seguramente él debe saberlo. —contestó ella con sequedad y queriendo dar por terminada esa conversación. De pronto se sobresaltó cuando escuchó el característico acento con el que hablaba el pelirrojo.

—No, en realidad no sé cómo llegaste a Skyrim. —Brynjolf se sentó al otro lado de la mesa.

Farah siguió comiendo despacio tratando de ignorar que ahora Vekel dejaba la comida de Brynjolf en su misma mesa.

—Entonces, chica… —comenzó, Brynjolf. —¿Cuánto tiempo llevas en Skyrim?

Farah movió la cabeza y comió sin decir una palabra. De pronto recordó que se había propuesto buscar a Brynjolf para pedirle trabajo, ese era el momento para hacerlo.

—¿Cuándo podré ir a un trabajo fuera de esta comarca? —inquirió ella ignorando completamente la pregunta que él le había hecho primero. —Ya no quedan trabajos en Riften, y a decir verdad, tú me prometiste que aquí en el gremio había trabajo.

—Sé lo que te prometí, pero tuvimos un problema, Runa la cagó en Soledad y Mercer…

—Sí, lo supe. —lo interrumpió, Farah.

Claro que sabía que Runa la había cagado… todos en ese maldito lugar lo sabían. Era imposible que nadie supiera lo que había pasado con Runa. Resultaba ser que una mañana mientras iba de camino a la sala de entrenamiento escuchó que Mercer llamaba a Runa a su escritorio. El ladrón obviamente se acercó y una vez que llegó el maestre del gremio comenzó a gritarle delante de todos los que estaban presentes en la cisterna en ese preciso momento.

Sintió un poco de lástima por el ladrón. Se detuvo un segundo a mirar la escena como todos los que estaban allí, aunque luego continuó caminando. Antes de llegar a la sala donde todos entrenaban vio de reojo que Brynjolf, quien estaba a un lado de Mercer, suspiraba y se frotaba el puente de su nariz.

Al cabo de un rato llegaron a la sala Zafiro y Vipir quienes le terminaron contando que a Runa lo habían atrapado los guardias en Soledad y que lo habían metido a la cárcel unos días. El cliente, quien era alguien adinerado, se había enojado mucho y había cortado las relaciones con el gremio.

Al paso que vamos, sólo tendremos a Maven, y si Maven nos deja entonces tendremos que decirle adiós al gremio. —fue lo último que dijo Vipir.

Farah miró seriamente a Brynjolf y esperó a que él se explicara. No era tonta, sabía perfectamente por qué motivo Mercer quería mantenerla vigilada, así como también sabía que el problema que tenía ahora el gremio disminuía aun más sus posibilidades, no obstante, trabajo era trabajo, y lo cierto era que Brynjolf se lo había prometido.

—Bueno, chica… —continuó, el pelirrojo. —Por el momento Mercer no quiere enviarte a otro lugar. Ya hemos perdido a muchos clientes importantes y no podemos darnos el lujo de perder lo último que nos queda por otro maldito error. —explicó. —Estamos en una situación delicada, pero espera a que las cosas se calmen dentro del gremio y te prometo que podrás irte a otra comarca las veces que desees.

Finalmente, la peliblanca suavizó su mirada. No respondió pues entendía lo que Brynjolf le decía. Él antes ya le había explicado que el gremio estaba pasando por un mal momento y, por extraño que pareciera, para casi la mayoría de los ladrones, el gremio era como una familia que temían perder.

Mientras comía escuchó cómo Delvin le explicaba por quinta vez a todos los que estaban en el jarro ajado que la mala suerte del gremio era debido a una maldición. Brynjolf e incluso Vex, quien bebía en otra mesa, se rieron ante la idea. Farah se permitió sonreír por un momento pues Delvin estaba acostumbrado a hablar de maldiciones para explicar todo lo malo que pasaba. Terminó de sonreír cuando su mirada sin querer se topó con la de Brynjolf.


Salió de vez en cuando a las afueras de Riften para visitar a su caballo en los establos. Y al tratar de entrar a la ciudad tenía la mala suerte de toparse con los dos guardias descarados que la habían estafado la primera vez que había llegado. Ambos idiotas aún la molestaban y se reían de ella intentando que ella volviera a pagarles o insinuando cosas en doble sentido, por lo que la nórdica sospechaba que ellos aún no se daban cuenta de que les habían robado. Farah, en vez de estar molesta, se sentía más que satisfecha, pero como le asqueaba la actitud de los dos guardias decidió cortar por lo sano y darse la vuelta para entrar por la puerta sur a la ciudad.

Los siguientes días pasaron lentamente, al no tener trabajo vagaba por la cisterna leyendo algún libro interesante en los estantes o conversando casualmente con algún miembro del gremio.

De un día para otro parecía que la mayoría había hecho los bolsos para salir de la ciudad. Allí sólo quedaban ella, Mercer, Vex y Vekel. Hasta Tonilia, quien siempre estaba en el jarro ajado contando dinero o revisando mercancías robadas, había tenido que viajar por negocios.

Lo más emocionante de esos aburridos días fue cuando Cynric fue a despertarla para explicarle que Vekel necesitaba carnes así que la invitó a cazar. Obviamente ella aceptó de inmediato.

—¿Cuándo llegaste? —inquirió Farah mientras ambos caminaban por la nieve. Se sorprendió al notar lo entretenido que era escuchar una voz diferente a la de Vex o Vekel.

—Anoche. —respondió Cynric. —Tuve que ir a Ventalia. —De pronto ambos tensaron sus arcos al ver a lo lejos una de las gigantes arañas que habitaban entre los bosques de la comarca. —Pero hoy en la noche tengo que volver.

Cerca de un pequeño riachuelo faenaron a los animales que habían logrado cazar y juntos volvieron a la ratonera. Y así en la noche, tal como el arquero le había dicho, Cynric volvió a marcharse.

Pasaron varios días más hasta que al fin Vex le informó que tenía trabajos para ella.

La nieve dio paso a la lluvia. Y pronto comenzó a cansarse de la tranquilidad y del sonido fuerte que las gotas de lluvia que hacían eco en la cisterna. Extrañaba el bullicio de los demás, los entrenamientos con Zafiro y Vipir y extrañaba cuando Delvin hablaba de las una y mil maldiciones que habían caído sobre el gremio. Incluso extrañaba el acento raro de Brynjolf, tal así que se sintió un poco asustada cuando antes de dormir su mente recordó los ojos verdes de ese ladrón en específico.


El lago Honrich se había descongelado y la lluvia se había detenido unos días. Dos semanas habían transcurrido desde que había salido a cazar con Cynric.

Despertó esa mañana escuchando las habituales discusiones de Zafiro y Vipir, y luego de unos días el resto de los ladrones comenzó a llegar de a poco. La alegría la invadió, aunque hizo todo lo posible para parecer indiferente a todo eso.

La lluvia empezó a caer nuevamente cuando sentada en su cama se peinaba para hacerse cuidadosamente una trenza, de pronto escuchó la voz del nórdico pelirrojo. Su acento seguía siendo tal como lo recordaba; Brynjolf había vuelto.

Siguió haciendo trabajos dentro de Riften hasta que luego tres días después de la llegada de Brynjolf Vex le comunicó que alguien en Carrera Blanca había recibido una generosa herencia y que sería una pena que dicha herencia no la fueran a compartir con el gremio.

Tal parecía que la ausencia de los ladrones durante tanto tiempo había rendido frutos, al menos Mercer estaba de acuerdo con que ella trabajara fuera de Riften. Le pidió a Vekel que le preparara un poco de comida para el camino mientras ella se iba a la cisterna a ordenar su bolso de viaje.

Se cambió de ropa rápidamente pues quería salir de Riften y entrar a Carrera Blanca como una civil normal. Sacó un bolso de cuero del baúl que tenía a los pies de la cama y dejó allí dentro su ropa perfectamente doblada.

De pronto escuchó unos pasos que se acercaron hasta donde estaba ella. Brynjolf le mostró algo que tenía en las manos, era el trozo de papel que ella había dejado en el baúl de los guardias cuando había entrado a robarles.

—Ninguno de nosotros deja papeles como estos en los cofres o las cajas fuertes de nuestras víctimas… si tú quieres hacerlo, hazlo bajo tú responsabilidad. Sin embargo, evita dejar estas notitas tuyas entre las pertenencias de los guardias.

Ella endureció la mirada al entender que los dos guardias seguramente se habían quejado con Brynjolf. Esos idiotas recién se daban cuenta de que les faltaba dinero.

—Les robé porque ellos… —intentó explicarse, pero él la detuvo.

—Es precisamente por eso es por lo que no quiero que involucres al gremio en esto, chica, no podemos sobornar a los guardias si ellos piensan que luego el gremio les roba. —habló seriamente. —¿He sido claro? —inquirió mostrándose molesto por primera vez.

—Muy claro. —respondió ella.

—De acuerdo, suerte en tu trabajo. —esa última frase estaba cargada de significado pues casi todos allí pensaban que la suerte era lo que más necesitaba el gremio en ese momento, algo que la hizo sentirse un tanto insegura por primera vez en mucho tiempo.

Tuvo la intención de irse, pero se dio media vuelta cuando ella lo llamó.

—Brynjolf… —lo miró seria. —No quiero que Mercer me grite como lo hizo con Runa. —apostilló intentando no mostrar ni siquiera una pizca de temor al decirlo, aunque eso era imposible, nadie quería enfrentarse a los gritos de Mercer, ni siquiera ella.

—Entonces debes hacer bien tu trabajo. —contestó, el pelirrojo, pero entonces se dio cuenta de que sus palabras no la habían tranquilizado. —Mira, chica, Runa cometió el error de quedarse callado y ya sabes de sobra lo que pasó cuando Mercer supo la verdad. Si ocurre algo avísame y veremos cómo podemos encubrir y arreglar juntos tu error. Sólo debes ser sigilosa y seguir nuestras reglas, no mates a alguien, es muy malo para el negocio.

Ella asintió y sin esperar a que el pelirrojo se fuera cerró los botones de su bolso, tomó su arco y se lo colgó.

—Por cierto, chica. —él la detuvo brevemente. —Aprovecha de dejar una buena suma de dinero en las arcas del templo de Kynareth. —se burló. Sus ojos verdes estaban en el collar de ella que había quedado a la vista cuando se había agachado para recoger su bolso de viaje. Tomó su collar y se lo guardó dentro de la ropa.

—Tú como buen nórdico deberías comenzar a dejar donaciones en su templo. —ella sonrió levemente.

—No lo creo, chica, los dioses no han hecho nada por este viejo ladrón así que, ¿por qué debería darles de mi dinero?