CAPÍTULO 7

Extendí mi mano, buscando tentativamente. Él tuvo que verlo y moverse en consideración, porque pronto toqué un muro de carne humana.

—InuYasha, por favor— susurré, apremiante.

—Kagome, no puedo dejar que te aparten de mi lado. Allí no podré protegerte.

El hombre se carcajeó, y sentí los vellos ponérseme de punta.

—Mira la bestia. ¿Has visto cómo codicia su posesión? Nuestro señor se sentirá muy contento por eso.

El pecho de InuYasha retumbó por un gruñido, y por instinto me pegué a él, en un desesperado intento por tranquilizarlo.

—Bastardo...

—InuYasha, escúchame. Estaré bien.

—¡Eso!— alegó el hombre desde la puerta; cuando escuchó otro gruñido, en lugar de asustarse, se rio— Escucha a tu perra, bestia. Te aseguro que lo último que quiere mi señor es dañar a la muchacha. Estará en buenas manos y pronto la tendrás de vuelta.

Era consciente de que estaría de todo menos a salvo si salía por esa puerta, pero tenía que permanecer fuerte. Por mi. Por InuYasha. Y si de alguna manera yo era necesaria para algo, tal y como había dicho el matón... no podían dañarme, ¿no? Estaría bien. Todo iría bien.

Todo tenía que ir bien.

—Kagome...— gruñó entre dientes.

—Por favor— susurré en un hilillo casi imperceptible, confiando en que InuYasha lo oiría— No me lo hagas más difícil: cuanto antes me vaya, antes volveré aquí.

Sentí su mano rodeándome la muñeca, como si su instinto le dijera que no me dejase marchar y él no pudiera escapar de él, pero entonces InuYasha gruñó furiosamente y me soltó, dando un paso hacia atrás. En el momento en el que InuYasha se alejó, la oscuridad se apretó a mi alrededor con más fuerza, como si quisiera penetrar en cada recoveco de mi cuerpo.

Me rodeé la cintura con los brazos en un fútil intento por tranquilizar mi alocado corazón.

—Muy bien, bastardo, lo haré— habló entre gruñidos, y por el tono de su voz, imaginé que estaría acercándose hacia la puerta en busca de la venda—, pero como tenga el más mínimo daño cuando venga, me encargaré personalmente te hacerte comer cada puta extremidad tuya, ¿has entendido?

El hombre se burló de la amenaza, aunque por primera vez desde que apareció no se escuchó tan seguro y pagado de sí mismo. No pude evitar sonreír ligeramente, pero la sonrisa murió en el momento que sentí el cálido cuerpo de InuYasha pegado a mi espalda.

Mi respiración enloqueció y me encogí sobre mi misma. InuYasha, de alguna manera advirtiéndolo, me sostuvo por la parte de arriba de mis brazos y de un suave tirón pegó mi espalda a su pecho. Su cercanía tranquilizó mis nervios (aunque mi corazón bombeó aun más frenético), sobre todo cuando sentí su aliento al oído:

—Tranquila, solo soy yo.

Lo sabía, claro que lo sabía, pero había algo en mí que en lugar de calmarse, se alteraba con su cercanía, aunque supiera que se trataba de InuYasha, la única persona que me traía paz en esta tortuosa situación.

Lo sentí alzar los brazos a ambos lados de mi cabeza, y entonces, lentamente, suavemente, con muchísimo cuidado, colocó el trozo de tela a la altura de mis ojos y después la ató en mi nuca. El nudo se sintió firme, pero no apretado, totalmente distinto a la primera vez que me la pusieron.

Sus manos me sostuvieron por los hombros.

—¿Estás bien?

No, pero eso no importaba.

—Sí.

Como si de alguna manera hubiera podido leer mis pensamientos, me apretó ligeramente los hombros en un gesto reconfortante.

—Ahora vamos a andar en dirección a la puerta, ¿vale?— Cuando me vio subir los brazos instintivamente, siguiendo hablando—: Tranquila, no dejaré que te choques.

—Bien— asentí, tragando saliva.

Mis pasos fueron tentativos mientras InuYasha me llevaba hacia la puerta. De pronto, escuché el sonido de esta abriéndose y mi primera intención fue darme la vuelta y huir en dirección contraria, pero fueron las manos de InuYasha en mi cuerpo las que me mantuvieron en mi lugar. No sé qué pasó después, pero entonces me vi cambiada de manos, con una zarpa sosteniendo mi brazo con la suficiente fuerza como para hacerme daño, y un objeto metálico rozándome la garganta.

El calor quemó el lateral de mi rostro, así que supuse que después de que me hubieran vendado los ojos habían encendido una antorcha.

—Atrás, bestia.

—Como le hagáis el más mínimo daño...— gruñó InuYasha colérico.

—Qué sí, lo que digas— espetó, medio burlón, medio nervioso.

Escuché la puerta metálica cerrarse y salté cuando se oyó un golpe resonando en ella; InuYasha la había empujado o golpeado con sus puños.

Luché por no ponerme a jadear como una tonta cuando el hombre que me tenía agarrada, me quitó de un tirón la tela, sacándomela por encima de la cabeza. El movimiento brusco me hizo sisear, pero lo que más me molestó fue la repentina luz que me dejó momentáneamente deslumbrada. Después de tantas horas en las oscuridad, incluso se me saltaron las lágrimas por la luz de la antorcha.

—Vamos, perra, no te quedes ahí parada. Mi señor desea verte.

El hombre me empujó hacia delante para que empezase a caminar y no sé como me sostuvieron las piernas mientras me movía por el pasillo, pasando por delante de las demás celdas vacías, con el hombre siguiéndome de cerca. Apenas podía ver a través de mis pupilas dilatadas.

¡Kagome!

La voz de InuYasha gritando mi nombre se perdió en el eco de aquella gruta subterránea en la que se encontraban los calabozos.

·

·

Palabras: 940


Hola holaaa! Aunque no lo parezca sigo viva. Perdón por haber desaparecido por un semana pero es que no he estado en mi casa, y mi intención había sido subir los caps a la página e irlos publicando cuando pudiera (para más inri, no tenía apenas internet donde he estado), pero con la tontería, subí los próximos caps salvo el 8, este mismo, que me equivoqué y subí uno diferente, así que me ha sido imposible continuar hasta ahora.

Pero en fin ya estoy de vuelta y como compensación, esta semana subiré DOS CAPÍTULOS un día sí y uno no.

Espero que lo disfruteissss y me contéis que tal os ha parecido!