capitulo 20
la cruz de cada uno
Eran finales de las vacaciones de verano, los pasos de las zapatillas baratas, claramente piratas de marca Tiger de Hikigaya, elegidas por el mismo en pro de ahorrarse unos cuantos Yen, en una clara muestra de tacañería, si su espíritu animal se manifestara, claramente seria el de un cangrejo.
Komachi en una jugada digna de una mente del mal, había trazado un plan con su compinche Kamamura y Sable, en pro de sacrificar a su hermano a la familia Yuigahama, claro esto sin que el siquiera lo sospechara.
Por ello el día de hoy, Komachi había escapado en una salida con sus amigas a una cafetería y había convencido a su hermano de entregar a sable a la casa Yuigahama, con la escusa de que la suso dicha estaba ocupadas con tareas de ultima hora, una vaga escusa que Hikigaya ni siquiera cuestiono viniendo de su propia hermana, una traición digna de Marco Junio Bruto.
Como cordero al asador Hikigaya se dirigía a su destino, ignorante como todos nosotros de las fuerzas tras nuestras acciones.
¡Toc!, ¡Toc!, ¡Toc!
El corazón de Yuigahama dio un vuelco ante el vals de las ondas sonaras por el aire, no estaba lista a un, sabía que Hiki vendría hoy, Komachi lo había instado a ello, tendría que agradecerle en un futuro, había hablado con su madre para que la apoyase, pero no esta lista aún.
Iluminada por las blanquecinas luces de su habitación, medito su decisión con mas ahínco de lo que debería, usar su chándal rosa y dar una impresión hogareña o una ropa que dejaba mas piel expuesta, ella no era tonta, aunque la avergonzara, sabia que era atractiva al sexo opuesto, de prueba estaba las miradas que recibía a menudos del sexo opuesto, y aunque Hikki era mas desinteresado sobre ello, aun lo atrapaba viéndola de ves en cuándo, pero no quería que si llegaran a tener una relación sea solo por su físico.
¡Aaaaaaaahh! ¡que debo hacer!
Grito desesperada ante tal situación que a sus ojos era lo mas apremiante del mundo.
-¡Yo abro cariño, no te preocupes tómate tu tiempo!-
Grito su madre desde la cocina.
Hana Yuigahama, era una hermosa dama ya a finales de su treintas, aunque nadie creería tal afirmación.
Al poco tiempo de su toque, la puerta de madera tallada con el numero 306 se vio abierta mostrando a la señora yuigahama.
-Buenas tardes señora Yuigahama-
Saludo cortes mente Hikigaya, sea por inculcados modales o por su vergüenza nacida de sus hormonas, al estar consiente de la mujer mayor frente a el, la última vez estuvo siempre con yuigahama presenté por lo que no había reparado en ello, Pero diablos era hermosa.
-¡Buenas tardes Hachiman!-
-Buenas tardes señora Yuigahama-
-vamos puedes llamarme Hana o ookasan-
Su voz era dulce, sus movimientos suaves, su olor a cilantro, inundaban el ambiente , atrapándolo en su propio vals.
-Señora yu.-
-aha,aha, aha-
Interrumpió ella con solo la negativa de sus voz moviendo su dedo envolviéndolo a su ritmo, diablos de seguir así desarrollaría algo hacia las mujeres mayores.
-Hana-san, h…he venido a traer a sable-
Entre un breve desliz de su voz, mostro al canino por el que estaba.
-¡Oh! Gracias, esperó que no se haya portado mal-
Respondió atrapándolo a su propio ritmo, sus gesto gráciles ,su voz suave, su olor casero, todo en ella lo atrapaba, cual moscas en tela de araña, diablos voy a salir teniendo algo por las mujeres mayores ésos pensamientos rumiantes inundaban su, que no se entere Hiratsuka sensei.
-No, nada de eso, de echo se porto mejor que nuestro gato, por lo menos no me detesta-
Su comentario pueril forzó una suave sonrisa de la señora Yuigahama.
-Me lo imagino, es demasiado cariñoso, pero donde están mis modales-
Como acordándose del secreto del universo los ojos avellana rosáceo, iguales a los de su hija se iluminaron con el fulgor de una nova.
-Pasa, pasa, debes tener hambre-
-La verdad-
Antes que pudiera dar una negativa y con la insistencia típica de alguien que no aceptaría un no por repuesta Hikigaya su arrastrado a los dominios de sus anfitrionas, el modesto apartamento no había cambiado desde su última visita, cosa obvia, puesto que no había pasado mucho tiempo desde su última visita, bueno mentía habia una diferencia, un pequeño templo fúnebre y el olor indiscutible del caldo de ramen casero impregnaba el ambiente.
-Eres libre muchacho-
Con tales palabras sable dejo su encierro y con un enérgico recorrido fue directo al cuarto de su ama, en pro de confirmación de su existencia.
-vaya, es un muchacho enérgico-
Inicio la conversación la señora Yuigahama.
-Supongo ¿que se parece a su dueña?-
Se dijo indeciso de sus palabras, véase pues sus pocas experiencias en conversación le impedía entablar una correctamente.
-Si, no lo habia notado-
Su sonrisa era tranquilizadora, su voz maternal.
-Pero dejemos eso de lado-
Finiquito invadiendo el espacio personal de Hikigaya obligándolo a tomar asiento.
-Relájate, el almuerzo está casi listo-
-Sobre eso, esta haciendo ramen, permítame ayudarle Hana-san-
No quería terminar su conversación allí mismo, mucho menos frente al santuario póstumo que adornaba la sala, la última vez no estaba allí o a caso lo había ignorado, era tan mala su memoria, en todo caso no se sentía cómodo al estar solo allí, por mas que su vago interior lo tentara.
-No hay necesidad Hachiman-
El uso de su nombre lo desconcertó, y sus modales lo machacaban, pero en verdad no se sentía cómodo siendo observado por la imagen de aquel hombre que ni siquiera llegó a conocer, estar bajo el escrutinio de su mirada le helaba la sangré.
-No, en verdad insisto-
Tal ves notando su incomodidad o detectando la dirección de su mirada, Hana aceptó su ayuda, ella era una mujer con experiencia, podía detectar la incomodidad, el nerviosismo y la inseguridad del chico frente a ella, queriendo preguntar pero inseguro de como abordar el tema, temeroso de causar daño.
-Sabes a las chicas no nos gustan los chicos insistentes-
(Suspiró )
-Esta bien, ayúdame a cortar los vegetales-
Con eso dicho ambos se dirigieron a la cocina.
Yuigahama habido salido del baño y con un enfoque puntual, opto por su chándal rosa que hacia juego con su cabellera, siempre sujeta ahorra suelta fruyendo cual corriente de un rio.
Al salir de su cuarto, su fortaleza, lo primero que capto fue el hogareño y familiar olor a ramen en el ambiente, lo segundo que noto fueron las ¿Risas?, Si eran risas, las de su madre y Hikki, con curiosidad un tanto infantil se escabullo hasta la cocina asegurándose de no causar ningún ruido, pasando por la pagoda fúnebre de su padre a el cual le dedicó un breve asentimiento, no lo habia conocido y la noticia fue inesperada, pero aun así merecía respeto o así creía ella.
En la cocina Hana y Hikigaya Hombro con hombre tenia una afable conversación mientras picaban las verduras.
-Entonces Yui era mas introvertida en su niñez-
La incredulidad estaba marcada en su voz.
-Me cuesta creerlo-
-Si, no te culpo-
Respondió Hana colocando la tabla de picar al borde de la cacerola y con un movimiento practicado numerosamente vertido todo su contenido en ella.
-Veras, antes ella siempre se mantenía al margen de los demás, incluso una ve-
-¡Mama!-
Interrumpió Yui con sonrojado semblante ante la palabra de su madre.
-Vaya-
Respondió Hana con obvia diversión antes las acciones de su hija.
-Cariño no te escuché, bueno como decía-
-¡Mama!-
Interpuso con más vehemencia.
-¡Hikki no escuchéis!-
-Sabes no es como si pudiera apagar mis oídos Yuigahama-
-Yui-
Intervino con un suave cantar.
-Puedes llamarme Yui-
¡Si te vas a sonrojar no digas tales cosas mujer! En un intento de buscar ayuda poso su mirada en Hana-san, la cual solo le devolvió una sonrisa de culpabilidad.
-Bien, Y…Yui-
Degusto las palabras como el mas sabroso manjar, era dulce, eran amargas, era suave eran duras, el sentir era complicado tanto que no sabría ponerlos en palabras.
-Además no veo el problema, si le preguntas a mis padres, estoy seguro que te dirán que de niño era mas extrovertido-
-¡Enserio!-
Exclamo Yui con tal asombro tal cual le hubieran revelado los secretos del universo.
-Si, komachi se burla diciendo que me podrí al entrar a la secundaria-
Se descarto, como si tal cosa no importarse, por lo menos no importa para el hablante.
-Veo, komachi no me dijo nada de ello-
-Bueno, bueno, esto esta casi listo-
Anunció Hana con un ligero aplauso.
-Ok-
Respondió Yui, mientras Hikigaya se dedico a seguirla.
En la mesa mientras colocaba los utensilios en su lugar Yui noto la mirada imperativa de Hikigaya, no es que lo estaba observando o fantaseando con una típica vida de casado, el punto era que parecía llamarle la atención la pagoda fúnebre de su padre.
-Es mi padre-
El silencio se instauro, sus músculos se contrajeron, su voz se silencio incapaz de producir ningún ruido, no quería ser intrusivo no quería hacer daño.
-O eso dice mi madre, no lo conocí-
-Lo siento?, La verdad no se que decir-
Por unos instantes sus ojos cafés rosáceos, carecían de su típico brillo, solo unos milisegundos que parecieron eterno, que pasarían por su mente durante ese tiempo, nunca lo sabrían.
-No tienes porque decir nada Hikki-
Respondió con su burbujeante personalidad, acomodando los utensilios con sumo cuidado.
-Fue sorpresivo al inicio, pero no sentí nada mas que eso-
Tal vez mentía, tal vez no, no podría hablar por ella, pero ¿que sentiría él? Sus padres aunque ausentes la mayor parte de su vida, aun estaban hay, aun podría discutir con ellos, aun podría verlos agotado arrojándose a su cama exhausto para que a ellos dos no les faltase nada, aun podría recibir consejos de parte de ambos, no sabría que pensar, Yui era mas fuerte de lo que creía, o podría ser mas frágil de lo que parecía, él quería saberlo.
