Disclamair: Aunque la idea está inspirada en la canción de Hitoshizuku, el desarrollo es mio.
Aurélie suspiró irritada.
—Empiezo a creer que no le caigo bien a Dorothea.
—Parece que no le agradan las chicas de ciudad —supuso Rhin.
—¿Acaso piensa que todas las chicas citadinas son superficiales con la única cosa en mente comprar atavíos costosos? Por cierto, Rhin ¿Se manchó mi vestido? —preguntó tratando de observar la parte de atrás. Temía que tuviera lodo o tierra.
—No, se ve bien.
—¡Que alivio! Mi madre me mataría si volviera a ensuciar otro vestido de muselina.
Rhin, Aurélie y Émile se dirigían al este, una zona no muy alejada de sus respectivas casas. Rhin pensó en la Moder que estaba no muy lejos de allí.
—¿Alguien sabe qué clase de pistas buscar? —preguntó la rubia.
Los dos se detuvieron y reflejaron una mirada confusa.
—Pues no. Pero algo fuera de lugar como un pedazo de ropa o algo así es lo que deberíamos estar buscando —secundó Émile.
—Cierto, algo que no se ve en los bosques muy seguidos —continuó Aurélie—, como una piedra que camine.
—Las piedras no caminan —le dijo Rhin.
—Si viéramos una que caminara, sería algo fuera de lugar.
—O un animal que hablara y se transformara en humano —bromeó Émile.
—¡Ja, ja! Émile. Has oído muchos cuentos, más que Rhin. Hablando de eso ¿Cuándo me devolverás mi libro, Rhin? —preguntó haciendo una sonrisa inquisidora su amiga.
—¿Qué libro? —fingió la chica que no sabía sobre lo que hablaba—. ¿Para qué querría un libro? Sabes muy bien que no se leer.
—Pequeña mentirosa ¿Por qué no se lo decimos a Émile?
—¿Decirme qué? —preguntó el chico con un aire curioso.
—Nada —respondió rápido Rhin, pero su amiga tomó la palabra pronto.
—¡Rhin y yo estamos aprendiendo a leer! ¿No es grandioso?
Su amiga rubia la calló tapando su boca, pero ya era demasiado tarde. Émile se mostró sorprendido por la noticia y detuvo su caminar.
—¿En serio? Qué bueno.
—Gracias —respondió la chica de coletas apartando la mano de su amiga—. ¿Ves? Te dije que él nos entendería —le murmuró con un guiño.
—¿Pero cómo aprenden solas? ¿Es muy difícil?
—No, para nada. Mi hermano Benoit sabe leer y nos está enseñando, él es todo un maestro ¿Verdad, Rhin?
—Si, Benoit es un chico de grandes conocimientos y buena memoria.
—Usamos cartillas, cuadernos y lápices. También usamos libros de cuentos que tengo en casa, con eso practicamos. Benoit nos indica una frase corta que leer y nosotras la leemos.
—Suena complicado, pero es muy sencillo. También escribimos letras junto a palabras con la que cada letra empieza y aprendemos. Lo hacemos en el orden del abecedario.
—¿Tanto hacen? —el chico hizo un silbido y reanudó la marcha junto con ellas—. Debería enviar a Lottie con ustedes. Haría algo más que travesuras en la cocina. Pero ¿Cómo fue que se les ocurrió aprender a leer?
—Fue de Rhin la idea.
—Lo hice para impresionar a mi padre, así que por favor no se lo digas a nadie —rogó con sus manos juntas.
—No te preocupes, no se lo diré a nadie. Mucho menos a mi madre, se que es amiga de tu madre y si ella se entera, la tuya también.
Eso era algo que le agradaba Rhin de Émile, era un chico de palabra.
—Me saqué un peso de encima —exclamó Aurélie—. Sentía que no podía estar más tiempo sin decírselo a alguien. Por otro lado, Émile, ¿Cómo está Lottie? ¿A qué te refieres con que hace travesuras en la cocina?
—Bueno, a eso mismo. Mamá le enseña a cocinar, pero ella quiere hacer las cosas a su manera y termina ensuciando todo. Luego, cuando no hay nadie en la cocina, se lleva tarros de mermelada y harina y las mezcla como si fuera una papilla y se las da de comer a su muñeca.
—Si hubiese hecho eso a su edad, mi mamá me pegaría. Es casi de la misma edad que Benoit ¿No? Él le podría enseñar modales.
Mientras Aurélie y Émile seguían su conversación, Rhin volvía a observar a su alrededor. No había nada que la alarmara, ninguna pista de los ladrones, ni ningún rastro de Rhein. Excepto por unas ramas que se movían, nada fuera de lo normal. Otro sonido raro la alarmó.
—Chicos —los llamó en un susurro—. ¿Oyen eso?
Los dos se detuvieron y escucharon alrededor, parecían pasos arrastrándose en la tierra y las hojas.
—¿Será alguien peligroso? —preguntó Aurélie.
—Tenemos que averiguar de dónde viene el sonido. Síganme y no hagan ruido.
El muchacho apretó el palo de madera que portaba en su saco en su espalda y lo tomó entre sus manos. Comenzó a caminar con un paso más cuidadoso por el bosque, las otras dos muchachas lo siguieron a una distancia prudente. Rhin rezaba que no fuera Rhein aquello que parecía seguirles. Émile se detuvo con la mano en alto y ellas también.
—Creo que viene de allí —señaló un arbusto. Él estiró su garrote y esperó unos segundos—. Si es alguna fiera, salgan corriendo, no importa qué.
Aurélie quería decirle que jamás lo dejarían, pero estaba demasiado asustada para formular palabra.
Entonces, del arbusto salió un pequeño manchón de color cabello castaño claro, Émile bajó el palo con el ceño fruncido.
—¿Lottie?
—Hola, hermanito —saludó sonriendo.
En efecto, era su hermana menor, con su vestido desarreglado, lleno de tierra y su cabello despeinado. Las chicas sintieron que el pecho se hacía más ligero y un alivio recorrió sus corazones.
—¿Qué haces aquí y cómo llegaste?
—Te seguí mientras me escondía en los arbustos.
—Creí que no querías venir porque tenías miedo.
—Eso dije, pero luego pensé "No es justo que solo Émile se divierta", así que me escabullí de casa, te busqué siguiendo tu rastro y tan pronto te encontré, te seguí.
La niña recibió un pequeño golpe de su hermano en la cabeza, no tan fuerte por supuesto.
—Eso dolió —gimoteó sobándose la cabeza.
—¿Por qué hiciste eso, tonta? Si querías venir, pudiste habérmelo dicho desde el principio, en vez de seguirme ¿Y si te perdías? No sabes el camino de vuelta a casa.
—No podía decirte que quería ir contigo porque mamá estaba escuchando y ella me hubiera retenido. Por eso mentí.
La niña notó a las otras dos chicas y las saludó inclinándose y estirando la falda de su vestido.
—Buenas tardes, Rhin. Buenas tardes, Aurélie.
—Buenas tardes también, Charlotte —dijo Rhin imitando su gesto, lo mismo hizo su otra amiga.
—Nada de "buenas tardes", te vuelves a casa. Mamá estará preocupada.
—No es molestia que nos acompañe, Émile —objetó Aurélie.
La niña rogó con su mejor cara. Aunque había conquistado a Aurélie, la chica de la caperuza estaba indecisa.
—No lo sé. Creo que lo mejor sería que Lottie volviera. Esto puede resultar un poco peligroso. Hasta hace poco teníamos miedo de encontrarnos con una fiera.
Émile asintió decidido, pero su hermanita tenía un truco aún.
—De acuerdo, pero si vuelvo ¿Quién me acompañará? Mi casa no está muy cerca y puedo perderme.
—Lo haré yo, soy tu hermano.
—¿Y dejarás a estas pobres chicas indefensas y a merced de las fieras? ¿Qué clase de doncel eres?
El muchacho estaba indeciso. No quería que su hermana los acompañara, pero tampoco podía dejar esa expedición con el propósito de ayudar a los Garnier, ni mucho menos abandonar a Rhin y Aurélie.
—Podemos caminar en una fila con Lottie en el medio de nosotros, así la mantendremos vigilada —sugirió Aurélie.
Ella puso a Rhin detrás de la niña, luego ella delante de Lottie y a la cabeza de la fila, Émile.
—¿Ven? Así todo estará bien.
—No confío del todo en Lottie, ella podría escaparse.
—Esta vez no lo haré. Lo prometo —volvió a juntar sus manos en posición de ruego.
—También prometiste no volver a usar la harina como nieve en tu juego de muñecas.
Lottie se rio en voz baja con un tono tímido; "ese día fue divertido", susurró.
—Émile, yo la vigilaré. Se hace tarde y lo mejor es no retrasarnos más —dijo Rhin.
Como no quedaban muchas opciones validas, el chico dio la razón a Rhin y continuaron su camino. A pesar de que confiaba en que las chicas vigilarían a su hermana, él no podía evitar darse la vuelta de vez en cuando.
—A todo esto ¿Qué estamos buscando? —preguntó la niña.
—Pistas de los ladrones que robaron a los Garnier. Si ves algo sospechoso, no te salgas del camino, tan solo avísame y señálalo —le indicó su hermano
Las chicas observaban los alrededores y el suelo, en espera de alguna pista, pero nada les llamaba la atención. Sin embargo, Aurélie notó lo impaciente que lucía Émile y como volteaba seguido.
—Ah, sabes Émile, dentro de poco volverá mi familia a la ciudad por el tratamiento de Benoit y para visitar unos parientes. Me preguntaba ¿Te gustaría algo de allí?
—Siendo sincero, no se que podría querer de afuera. Me gusta lo que tengo en este pequeño pueblo. Ya estuve en la ciudad antes y excepto por algunas cosas, no me impresiona.
—¿Qué cosas te impresionaron? Dime, podría traerte algo.
—¡Yo quiero lápices para dibujar! —gritó Lottie—. También papeles ¡Ah! Y también quiero un soldado de plomo que pueda ser pareja con mi muñeca.
—Está bien, Lottie, pero le preguntaba a tu hermano.
—Mi hermano no quiere nada de la ciudad —entonces la niña recordó algo que hace tiempo venía pensando—. ¿Cómo está Benoit?
—Él está bien.
—¿Aún le cuesta hablar? ¿Por qué habla así? ¿Es porque es tímido? ¿Tu papá no es doctor? ¿No podría solucionar el problema que tiene? ¿Por qué deben ir a un doctor de la ciudad?
—Pues… eh…
La joven se mareó con tantas preguntas, que olvidó el tema que estaba tratando con el chico hace pocos segundos. En ese momento, Aurélie empezaba a arrepentirse de haber sugerido que la niña los acompañara.
Mientras continuaban hablando los otros tres, Rhin se mantenía observando los árboles. Más que buscar pistas, ella buscaba a su lobo favorito. Sin embargo, comenzó a notar algo, no era algo que reconociera del bosque, sino lo que desconocía.
—Chicos, ¿Dónde estamos? —preguntó la caperucita.
—Estamos cerca del viejo roble ¿Verdad, Émile?
Él miró en su entornó, tampoco podía reconocer que parte del bosque era esa. Por medio del bosque, a los chicos les gustaba jugar con un roble que muchas veces los adultos recortaban su corteza en invierno. Le llamaban "El Viejo" porque estaba desde el tiempo de sus tatarabuelos. Émile avistó algunos robles, pero ninguno era El Viejo. En efecto, no sabía dónde se encontraba.
—No lo creo, Aurélie.
La muchacha se abrazó con la niña.
—¿Qui-quieres decir que nos perdimos?
—Todavía no podemos llegar a esa conclusión sin escuchar a nuestro entorno —trato de animar el joven y cerró los ojos—. Tenemos que encontrar el río Moder y así será más fácil.
Ellas también cerraron sus ojos y Rhin recordó el familiar sonido. Por un momento le pareció oírlo.
—Creo que lo oigo —murmuró Rhin.
—¡Yo también! —exclamó Lottie—. Viene de por aquí, vengan.
La niña soltó la mano de Aurélie y salió corriendo a la dirección del arroyo. Los mayores la siguieron, mientras Émile mascullaba como castigaría a su hermana si se llegaba a meter en problemas.
—¡Lottie, no vayas muy lejos sin nosotros!
Después de correr por poco tiempo, encontraron a la menor de los Belmont frente al río.
—¿Esto significa que ya no estamos perdidos, Émile? —preguntó la niña con los ojos brillantes.
—No, esto significa dos cosas; una, que estás castigada, la otra, que debemos orientarnos para encontrar el sendero que nos lleva a la comarca.
Mientras Lottie murmuraba reproches a su hermano por lo estricto que era con ella, Rhin supo cómo orientarse.
—Conozco el sendero que lleva a la casa de mi abuela, no debe estar muy lejos de aquí. Debemos encontrarlo y de allí se cómo volver a la comarca.
—¡Eres muy inteligente, Rhin! —la halagó Aurélie—. ¿Pero cómo encontraremos el sendero?
—Dividirnos no es buena idea —negó Émile—. Solo nos meterá en problemas.
—Ya se ¿y si dejamos que Rhin nos guíe? Puesto que ella conoce mejor estos lares —sugirió su fiel amiga.
—Es buena idea. Rhin, ve adelante —pidió el muchacho, luego puso a Lottie detrás, seguido de él y Aurélie—. Listo, marchemos.
—¿Por qué no puedo ir detrás de ti, hermanito? Quiero seguir hablando con Aurélie.
—Así puedo vigilarte mejor.
La caminata se reanudó y esta vez la caperucita iba a un paso torpe. Nunca había sido la guía de nada y que tres personas dependieran de ella la ponía nerviosa, sin mencionar que así no podría buscar a Rhein. Estuvieron marchando un largo rato, hasta que uno de ellos alzó la voz.
—¡Oigan! ¿Qué es eso? —señaló Aurélie algo brillante cerca del río.
—¿Será una pista? —infirió Lottie.
Todos voltearon sorprendidos, Émile se salió de la fila y corrió hacia el objeto, su hermana vio eso como excusa para imitarlo. De cerca, los siguieron las otras dos chicas. El muchacho fue el primero en llegar al objeto. Lo tomó y limpió un poco de la tierra que lo cubría.
—¿Qué es? ¿Qué es? —preguntó impaciente Aurélie.
—No lo sé —respondió Émile que comenzó a limpiar el objeto con su camisa. Fue entonces cuando pudo percatarse que ese objeto se parecía a algo entre sus ropas—. Creo que es una hebilla de cinturón.
—¿Tú crees? —cuestionó Rhin.
—Si, mira, se parece a la mia —comparó los dos artefactos y mientras más observaban, más notaban cosas peculiares.
—Es de metal y tiene una decoración muy bonita —comentó Aurélie—. Estoy segura que el herrero que la hizo le puso mucho esmero.
—Podríamos preguntarle a Monsieur Denueve si reconoce el artefacto con que se hizo —pensó en voz alta el muchacho.
—Parece que es del exterior. Podríamos llevarla al alcalde para que alguien la revise en la ciudad —sugirió de pronto Aurélie. La idea de acercarse a ese hombre no le agradaba.
—Es mejor recurrir a alguien que se encuentra más cerca.
—No quiero recurrir a Monsieur Denueve, pero si no tenemos otra opción más viable —opinó Rhin.
—Tenemos otra opción viable —la interrumpió su amiga.
Mientras los jóvenes discutían por el asunto, Lottie siguió buscando por la orilla del río. Estaba impaciente por encontrar algo por lo que luego su hermano la felicitara, en vez de ser más regañada.
La niña se acercó más a la orilla y alzó su cabeza, su cuello se sentía cansado de estar tanto tiempo agachado. Algo que no estaba allí antes llamó su atención. A lo lejos pudo observar un animal tomando del arroyo. No, eso no era un animal… ¿Era un chico o era…?
—¿Un lobo?
Quiso acercarse para ver mejor que era esa criatura escondida entre los arbustos pero no contaba con que el suelo estuviera tan resbaloso.
—Tenemos que llevar la hebilla con Monsieur Denueve y se acabó la discusión, yo hablaré con él si tanto les incomoda —dijo por último Émile antes que el ruido de un chapuzón llamara su atención.
Los tres voltearon a Lottie que comenzó a ser arrastrada por el río.
—¡Lottie! —gritaron al mismo tiempo y empezaron a seguir a la niña corriendo por la orilla.
—¡Émile! ¡Rhin! ¡Aurélie! ¡Ayúdenme!
—¿Qué hacemos? Ni siquiera podemos recurrir a un adulto, no sabemos dónde están nuestras casas —exclamó Aurélie.
—¡Lottie, sujétate de una rama! —le gritó su hermano, pero la chica estaba en un pánico absoluto.
—¡No puedo! ¡No puedo! ¡Tengo miedo, Émile!
—¡Tenemos que pensar en otra cosa! —le gritó Aurélie.
—Tengo el garrote —recordó Émile con el palo en su espalda.
—Pero no es muy largo, necesitamos algo mejor —objetó Rhin.
Entonces ella vio una sombra familiar corriendo entre los árboles. Debido a que la atención de sus compañeros estaba en la niña, ellos no lo notaron. Una idea surgió de la cabeza de la rubia.
—¡Chicos, vayan por una rama larga! ¡Yo seguiré a Lottie! Manténganse cerca del río y no se pierdan.
—¡Pero Rhin, debemos mantenernos juntos! —protestó Aurélie.
—Si no van por una rama ¡¿Cómo ayudaremos a Lottie?! ¡Vayan ahora! —le gritó de tal forma que los dos se sintieron aterrados.
—¡De acuerdo, Rhin! ¡Te encargo a mi hermanita! ¡Vamos, Aurélie!
Rhin los vio alejarse buscando una rama caída, luego volteó y corrió más deprisa, pero ese momento bastó para perder de vista a la niña.
—¡Lottie! ¡Lottie! ¡Rhein! —gritó el nombre de su amigo, de quien sabía no se encontraba muy lejos.
De los arbustos Rhein apareció corriendo y se acercó a su lado.
—¡Rhin! ¿Qué sucede? Te oí a lo lejos con tus amigos.
—Es Lottie, una niña. Ella se cayó al río y no puedo encontrarla. Le prometí a Émile que la vigilaría.
—¿Ella huele como tú?
Antes que Rhin respondiera, el lobo la estaba oliendo. Luego de eso, se zambulló en el río. La caperucita presenció impactada toda la acción pero reaccionó a tiempo.
—¡Rhein!
—¡La buscaré, mantente cerca por si aparece! —dijo el chico lobuno volviendo a aparecer y devuelta se sumergió.
Ella se mantuvo por la orilla, tratando de buscar a la niña o a su amigo. En todo caso, no deberían estar muy lejos.
Rhein luchaba contra el arroyo, ese día estaba un poco más enfurecida de lo normal la corriente. El chico trató de olfatear algo que oliera como Rhin, esa niña no debería estar muy lejos.
Los peces, las plantas marinas, los patos, todos esos olores él podía reconocerlos. Debía concentrarse en un olor diferente, uno que se pareciera a Rhin, uno que oliera a tela, algodón, avena, sal, oveja, carne, sangre, oxido. Un olor a… ¡Humano!
El olor a humano era diferente al de los demás animales. Rhein lo sabía, también sabía que él olía diferente a los demás humanos.
—¡Lottie! —escuchó a Rhin gritar a lo lejos. Debía concentrarse en buscar esa niña.
La percibió con su olfato, ella no estaba muy lejos. Nadó lo más rápido que pudo y sujetó un pedazo de algodón de su ropa ¡Era ella!
"Mis garras", pensó asustado, no podía lastimar a la niña. Se concentró en agarrar solo el cuello de su ropaje, como era verano, la niña no traía manga larga.
—¡Rhin! —le avisó el muchacho. Observó como la chica corrió hacia donde estaba.
—¡Lottie!
El muchacho la sujetaba y la llevó hasta la orilla. Rhin tomó su brazo y la mantuvo lejos del arroyo, notó que estaba desmayada.
—Oh, no ¡Lottie, háblame! —la sacudió pero no despertaba.
—Tranquila, solo se desmayó por el susto. Respira normal, pude oír su corazón —informó mientras salía del agua y se sacudía como una canino—. Genial, mi segundo baño del día —murmuró para hacer reír a su amiga, pero ella estaba más ocupada en Lottie.
—Rhein ¿Ella va a estar bien?
—Natürlich, pero será mejor que se cambie las ropas rápido.
Cuando Rhin sintió a la niña respirando contra su pecho, se tranquilizó y recordó algo que quería preguntarle a su amigo.
—¡Cierto, Rhein! ¿Dónde estabas?
—¿Qué?
—No me vengas con "¿Qué?". Esta mañana ocurrió un robo y mi padre fue al granero porque un vecino le dijo que vio a alguien escabullirse allí. Me diste un susto de muerte, por un momento creí que te descubrirían y te mataría mi padre, pero resultó que no estabas.
—Acerca de eso… lo siento, Rhin —respondió con sus orejas bajas y una sonrisa nerviosa—. Esta mañana me levanté más temprano de lo normal a beber agua y pude ver que unas personas querían robar del granero de tu familia —la chica jadeó asombrada y asustada, no podía entender como su amigo era tan valiente, ni que estaba acostumbrado a la oscuridad del bosque—. Los espanté con mis rugidos y ladridos, pero no esperaba que ocurriera otro robo.
—Si, le robaron al panadero, Monsieur Garnier.
—Que canallas —susurró con las garras apretadas—. ¿Pero tu familia está bien?
—Todos estamos bien, nadie robó nada en nuestro granero.
—Qué bueno.
—Pero eso no responde a mi pregunta ¿Dónde estabas, Rhein?
—Después que los espanté, tu padre salió con una escopeta y decidí escabullirme en el bosque. Temía que él revisara el granero y me encontrara.
—Fuiste muy inteligente, él hizo eso exactamente. Casi me muero del susto —Rhin observó a la chica que dormía en su regazo, apenas había salido de una conmoción y recordaba otra que sufrió temprano—. Eso me hace recordar, Rhein no vayas a los puntos cardinales del exterior de nuestra comarca.
—¿Por qué? ¿Pasó algo?
—Unos chicos están vigilando en busca de alguna pista que dejaron los ladrones. Aunque creo que usaron esa excusa para hacer una excursión. Encontramos algo con mis amigos. Entonces Lottie, esta chiquilla, cayó al río. Le prometí a su hermano que la vigilaría de cerca ¡Si algo le hubiese pasado! ¡Oh, Rhein! No podría ver a Émile a los ojos de nuevo.
La chica empezó a sollozar, la mezcla del susto por casi ver a Lottie ahogarse sumado al susto que pudo perder a Rhein esa mañana, hicieron que sus emociones se derrumbaran. El chico lobo quería consolarla de alguna manera, pero no podía abrazarla, sabía que sus garras podrían lastimarla.
—¡Rhein, muchas gracias por salvarla! —exclamó la caperucita y lo abrazó con su brazo libre.
Rhein quedó inmovilizado por la conmoción, tocó la espalda de su amiga. Esperaba que se calmara, quería hacer que dejara de sollozar, pero al menos estaba más tranquila y eso le bastaba.
—Hueles diferente, Rhein. Tienes un olor exquisito —murmuró ella. El muchacho sonrió con un pequeño tinte carmín en sus mejillas.
—Oh, lo notaste —el chico trató de ocultar su nerviosismo pero se hizo evidente con su risa.
A Rhin le hubiera gustado hablarle más, contarle más cosas, pero notó que la niña en su regazo comenzó a moverse y sería un problema si lo viera a él.
—Rhein, debes irte pronto. Mis amigos están en camino y Lottie podría despertar en cualquier momento.
—Cierto.
Cuando quiso levantarse con intenciones de irse, ella lo volvió a jalar para que se mantuviera sentado.
—¿Sabes cómo volver a la comarca desde aquí?
—Si, claro, mi olfato me ayuda a guiarme.
—Necesito que me dejes algún indicio que me guíe. En lo posible, algo que pudiera ver con claridad.
—¿Hasta tu casa?
—Al menos hasta el sendero que va a casa de mi abuela.
—Te dejaré marcas en los árboles, las reconocerás.
—Nos vemos esta noche en mi habitación, no podrás volver al granero.
—No importa, dentro de dos semanas termina el mes.
Lottie hizo algunos movimientos en los brazos de Rhin que alertó a los jóvenes.
—Debo irme, Rhin.
—Espera, quiero volver a agradecértelo —pidió la chica y tiró de nuevo para que se acercase a ella.
Con el muchacho lobo en brazos y tan cerca de ella, la caperucita depositó un tierno beso en su mejilla. Aquel acto lo dejó conmocionado y olvidó todo, incluso que debía marcharse antes que la niña despertase.
—¿Rhi-Rhin? —murmuró él mirándola con los ojos más abierto que la boca de un pez.
—Esa fue mi muestra de agradecimiento —dijo con una risa tímida.
La mirada conmocionada de Rhein poco a poco se convirtió en una gran sonrisa.
—¡Bitte! —exclamó con su cola meneándose—. Significa "por favor" y "de nada" en mi idioma.
Rhin se hubiese reído de la forma en que su rabo se movía y pensó en comentar que parecía un perrito, pero Lottie entre sus brazos la devolvió a la realidad.
—Ya vete, antes que Lottie despierte.
Entre algunos tropezones y tartamudeos, el chico se fue, seguía atontado por el beso. Cuando Rhin ya no lo distinguió a la distancia, llamó por sus amigos.
—¡Émile! ¡Aurélie! ¡Tengo a Lottie!
Sus gritos despertaron a la chica antes que atraer a sus amigos.
—¿Rhin? ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?
La chica fue sentada por Rhin con cuidado. Estaba aturdida y empapada, le recorrió escalofríos en sus brazos y espalda.
—Caíste al río ¿Lo recuerdas?
—Si, pero… no me acuerdo como pasó… tengo frío —susurró lo último frotándose los brazos—. ¿Dónde están Émile y Aurélie?
—Fueron por una rama, los estoy llamando. Debemos irnos pronto para que te cambies las ropas.
La caperucita estaba consciente que aunque fuera verano, no era bueno que una chica pequeña estuviera tanto tiempo con el vestido mojado. Volvió a gritar lo más alto posible para ser oída y lo logró, en poco tiempo aparecieron Émile y Aurélie a la distancia.
El chico sintió que el alma volvía a su cuerpo cuando presenció a su hermana en el regazo de Rhin con ninguna herida visible.
—¡Rhin! ¡Gracias! —él gritó con lo que le quedaba de aire en los pulmones después de tanto correr y abrazó a su hermanita.
—¿Cómo está Lottie? —preguntó Aurélie tan pronto alcanzó a los demás.
—Estoy bien. Perdón por preocuparlos.
—¿Cómo fue que Rhin te salvó?
—No lo sé. No puedo recordarlo. Creo que me desmayé ¿Cómo fue Rhin?
La caperucita volvió a enmudecer, esta vez no por la emoción, sino por no saber cómo responder a esa pregunta. Para mentir comenzó a pensar sus opciones; no podía decir que nadó hasta ella porque no estaba mojada, pensó algo verosímil viendo algunas cortezas de árboles en el río.
—Tu ropa se atascó con esas cortezas a orillas del río. Como no estabas tan lejos, pude agarrarte del cuello de tu ropa y subirte a la superficie.
Hasta hace un rato, la niña parecía intranquila, pero su respiración se sosegó cuando sentía los brazos de su hermano. Ella le sonrió a Rhin.
—Muchas gracias, Rhin.
Ella sabía que no había sido la verdadera heroína, pero mentiría para mantener en secreto y a salvo a su amigo alemán. De tan solo pensar en él, las comisuras de sus labios se elevaban y una palabra de su idioma se le escapó sin darse cuenta.
—Bitte.
Por alguna razón, evocó la palabra que su amigo lobuno respondió cuando ella le agradeció.
—¿Qué? —preguntó Émile impresionado, nunca había escuchado esa palabra antes.
—¿Eh? ¡De nada! De nada, Lottie —se apresuró a corregirse.
Émile se percató de las ropas mojadas de Lottie y se alarmó.
—Hay que volver a casa pronto, súbete Lottie —le ordenó inclinado para que ella se subiese a su espalda.
—No es necesario que me cargues, no estoy lastimada.
—Pero estás empapada y se te dificultará correr con la ropa pegada al cuerpo.
Lottie no hizo más objeciones y obedeció a su hermano, en parte para no discutir más con él, sabía que estaba en problemas.
—Pero ¿Por dónde vamos? —preguntó Aurélie mirando a su alrededor en busca del sendero que les habló Rhin.
La caperucita recordó el favor que le pidió a Rhein y corrió hacía donde él se fue. Pudo vislumbrar unas marcas de garras en un tronco. Esa era la señal.
—¡Rhin! ¿A dónde vas? —cuestionó su amiga siguiéndola.
—Por aquí, Aurélie. Ya me acuerdo del camino, dile a Émile que me siga.
La fiel amiga avisó al muchacho con la niña en la espalda y fueron detrás de Rhin. Ella pasó corriendo lo más rápido que pudo para que ninguno notara las marcas en los troncos que el chico lobo dejó. Pasó un árbol, luego otro y así, observando con cuidado su entorno para encontrar las marcas de sus garras rápido. Entonces pudo atisbarlo: el sendero de la casa de su abuela.
