Extra 02: Juicio en el extranjero. Part I

Da Vinci Restaurant — Mayo 13, 2022 / 19:23

Viajar a Canadá fue mitad placer, mitad necesidad. Víctor tenía intenciones de establecer una filial de su empresa Stammi Vicino en América, y Canadá fue el país que le daba mejores condiciones como inversionista extranjero. Lo discutió con Yuuri, y ambos acordaron que sería una buena inversión, con probabilidad a obtener atractivas ganancias en menos de dos años. Se convertiría en el centro para la exportación de sus diseños al resto de América, y también el centro para captar nuevas modelos. Era perfecto.

Por decisión unánime, hicieron el viaje juntos acompañado de Alexey, su primogénito. No hubo problema porque Víctor no solo era su padre sino también el esposo legal de Yuuri, hecho que tuvieron que acordar con los otros tres alfas para darle un estatus legal al omega y evitar futuros percances. El viaje, además de facilitar las vías de trabajo, sería para que pudieran pasar tiempo juntos con Alexey, que por más que intentaba y a pesar de tener ya tres años, se había negado a hablar. Así que el trato fue de tres semanas en Canadá para luego volver; los otros alfas entendieron la situación, en especial por el bien del niño y consejo del mismo Christofer.

Alexey no había hablado, pero pasaron dos semanas juntos y Víctor sintió que el lazo tanto con Yuuri como con su hijo se había afianzado. Eso era motivo suficiente para celebrar. Por esa razón, los había llevado al final de una de sus negociaciones al Restaurant Da Vinci, experto en comida italiana y compartía una velada en familia.

El tintineo de las copas de champagne llamó la atención de su hijo mientras se relamía las manos llenas de salsa y pasta. Víctor y Yuuri sonrieron al verlo observando con interés el espumeo de las copas, y como en respuesta les sonrió a ambos padres. Estar así juntos era lo mejor que podían pedir en ese momento, se sentía como una familia normal; pero debía ser muy franco consigo mismo al admitirse que también estaba extrañando a Yuri, Otabek y Mila. Solían hacer de cada salida todo un acontecimiento.

—Te gusta la pasta, ¿no? —Sonrió Yuuri con gesto relajado, mientras tomaba la servilleta para limpiar las redondas mejillas de su hijo. Víctor probó de la copa de champagne al acomodarse contra el asiento, muy feliz—. Te la estás comiendo toda, asi se hace.

—Tiene tu apetito. —Dejó una caricia cálida en la cabeza de su hijo, para luego dirigirle la mirada a Yuuri. Su sonrisa decía todo lo que necesitaba hacerle saber—. Me siento en mi luna de miel. —Le confesó, con un toque nostálgico en su voz—. Había olvidado lo que se sentía tenerte solo para mí.

Víctor pudo observar el momento en que los ojos brillantes de Yuuri se humedecieron ligeramente y bajó la mirada, contristo. Tuvo que morder su labio cuando a través del lazo pudo sentir la tristeza embargar a su corazón. Alexey seguía comiendo, ajeno a la conversación de sus padres, quien frente a frente ahora estaban observando aquella pared que siempre evitaban ver.

—¿Sabes? Desde que todo esto empezó he tenido miedo de que te arrepientas y te vayas. —Yuuri miró su mano derecha y el anillo que descansaba allí como símbolo de su unión—. Tenías todo el derecho de hacerlo… de dejarme, de cansarte de est…

Lo calló. Yuuri soltó un suspiro tembloroso cuando los labios de Víctor abandonaron por un momento los suyos, tras ese beso. El alfa se había levantado de la mesa para tomarle el rostro y hacer que esas palabras murieran, porque era imposible, porque no iba a ocurrir. Yuuri respondió a esa certeza que había sabido transmitirle con un beso más apasionado que tuvieron que detener por estar aún en un lugar público.

Víctor volvió a su puesto después del arrebato. Se sonrieron cómplices mientras ignoraban la mirada de soslayo de los comensales y rieron con las muecas de Alexey, quien de nuevo tenía la cara llena de salsa. La velada continuó mientras esperaban que su hijo terminara de comer y sus miradas enamoradas, como si no hubieran pasado ya seis años desde que iniciaron ese camino juntos. Pero conforme la última hora pasaba, Yuuri comenzó a sentirse inquieto. Víctor lo notó distraído, mirando a todos lados con discreción y visiblemente intranquilo.

—¿Ocurre algo?

—Víctor… —No le gustó la sensación que percibió a través del lazo—. Yo… hay otro aroma…

—¿Qué? —Víctor no logró entender. Yuuri sacudió la cabeza—. ¿Otro aroma?

—Debe ser mi imaginación. Es imposible que aquí...

—¿Quieres que nos vayamos? —La aprehensión en la mirada de Yuuri pedía eso. Víctor no dudó un segundo en pedir la cuenta.

Se levantaron de la mesa y Yuuri miró a su hijo lleno de salsa por la comida, que se apresuró a limpiar. Caminaron ambos hasta la caja dispuestos a pagar de inmediato, pero Alexey empezó a llorar y a señalar su entrepierna en señal de necesitar ir al baño. Yuuri lo miró desesperado, sin embargo, su instinto paterno pudo más y decidió buscar los sanitarios. Víctor trabó la mandíbula mientras pasaba la tarjeta.

Sus sentidos estaban alerta. Mirando al encargado que tenía problemas con la comunicación del punto, Víctor arrastraba sus ojos también observando alrededor, en busca de un aroma particular. No encontró nada, pero al recibir su tarjeta, su lazo le advirtió que Yuuri se encontraba en peligro. Sus piernas avanzaron antes de que sus pensamientos y sin siquiera mediarlo, azotó la puerta de aquel baño. Al ver a Yuuri acorralado con su hijo contra el lavado, no lo midió; su mano se movió con vida propia y agarró el cuello de aquel otro alfa hasta aplastarlo contra el primer casillero. Sus pálpitos se dispararon.

Allí estaba, un alfa más joven que él. Su cabello era oscuro y tenía un corte moderno, de brillantes ojos celestes que contrastaba con su piel bronceada. Portaba una divertida sonrisa mientras levantaba sus manos como si le indicara que no estaba armado. Víctor no respiraba por la nariz, sus fosas nasales se abrían mientras jalaba el aire por la boca, con la adrenalina completamente disparada. Sentía el miedo de Yuuri y eso lo aceleraba a ser mucho más violento de lo que hubiera sido jamás.

—Es mi omega destinado. —Fue lo que dijo aquel, con la seguridad aplastante en sus pupilas. Los ojos de Víctor, afilados como dagas de diamantes, le demostraron lo poco que le importaba escucharlo.

—Ya te dije… estoy casado con mi destinado —Yuuri afirmó con temblor en su voz y apretando a su hijo contra su pecho—. No te reconozco. No sé quién eres.

—¡Eres mi destin…! —Víctor volvió a golpearlo contra la madera.

—No. —La voz Alfa de Víctor sonó profunda. El alfa gruñó—. Es mi omega destinado. ¿Qué parte de "no" debo traducirte? —dijo en inglés, y luego, en francés—. ¿Entiendes mejor el "no" en francés? Él es mi omega… aléjate.

El alfa dejó de moverse, aún sin quitarle la mirada. Víctor lo soltó al notar que Yuuri también había salido del baño. Una última mirada de advertencia le dirigió antes de salir tras él, apresurando el paso para alcanzarle. Yuuri temblaba, tenía la piel pálida y su espalda estaba sudando por la tribulación. Víctor le cubrió para intentar calmarlo, y sin perder el tiempo, se lo llevó.

Pero no, la pesadilla apenas empezaba.

Hôtel Le Cantlie Suites — Mayo 13, 2022 / 22:41

Yuuri no había dejado de llorar desde que logró dormir a Alexey y pudo abandonar su porte de padre, para convertirse en solo el muchacho asustado que estaba oculto entre las sábanas. Víctor lo miró con tristeza y en vez de acercarse, le permitió un momento más a solas de desahogo mientras atendía la videollamada que tenía con sus compañeros. Todos los alfas eran un racimo de nervios, rabia y miedo. Yuri estaba destrozando la servilleta con sus manos allá en Suiza, Otabek lucía más regio ahora que cruzaba los brazos contra su pecho, sentado en el mismo comedor mientras Mila daba vueltas en círculos con la mano en la cabeza.

—No lo dejes solo —pidió Yuri, estresado. Víctor chasqueó la lengua mientras se sentaba en el sofá.

—No voy a dejarlo solo, ni dejar que ese alfa vuelva a acercarse. Por fortuna solo faltan unos días más para acabar todos mis pendientes aquí.

—¿Quieres que uno de nosotros vaya? —fue Otabek quien preguntó—. ¿Le has preguntado si… realmente no quiere conocer al otro alfa?

Víctor renegó mientras escuchaba aquella posibilidad. A pesar de no haberlo hablado en forma porque nunca habían planteado que la posibilidad existía desde aquel juicio, Víctor estaba seguro de que todo lo que Yuuri quiso en ese momento fue huir. Y todo lo que seguía sintiendo en esos momentos era miedo y turbación.

—De todos modos, sería bueno preguntarle… —Todos concordaron en esa apreciación de Otabek—. Esto era una posibilidad… tendremos que ver qué hacer con ella.

—Hablaremos de eso en Suiza. —Sentenció Víctor, determinante—. Voy a volver con Yuuri.

—Tranquilízalo por nosotros. —Esa fue Mila, que a pesar de lucir pálida y preocupada, pudo hablar. Víctor asintió.

Tras cortar la llamada, Víctor se dirigió hasta la habitación donde los aromas de Yuuri y un incipiente calor lo invitaba a desnudarse y perderse en la locura. Era el inicio de un celo, celo adelantado y propulsado por las feromonas de aquel otro alfa que lo había buscado por ser su destinado. Yuuri lloraba contra su almohada e intentaba con todas sus fuerzas detenerlo, pero su cuerpo había reaccionado. Su omega reconocía aquel otro alfa y eso tenía a Yuuri a punto de enloquecer. Cuatro marcas que su cuerpo ignoraba a su entero placer… ¿cómo podía tener una naturaleza tan ruin?

Víctor se metió bajo las sábanas ya desnudo, y buscó ese calor para abrazarlo y restregarse contra su cuerpo macizo. Yuuri había subido de peso tras el embarazo, tenía las caderas más gruesas gracias a él y unos deliciosos rollitos que le encantaba estrujar en las noches y cuando le hacía el amor, eliminando así toda inseguridad en cuanto a su físico. Plegó su nariz contra su cuello y olfateó, erizándole la piel ya húmeda de sudor. Yuuri gimió bajito mientras las manos de Víctor comenzaron a moverse con cuidado y timidez entre su desaparecida cintura y los bordes de sus muslos, tentando.

—Quiero hacerte el amor y marcarte —le susurró ronco y Yuuri jadeó en respuesta. Así, sin más, el omega se volteó hasta quedar de espalda y levantar su trasero, ya palpitando y húmedo deseando la intimidad.

—Estoy así… por el otro alfa… —dijo con vergüenza, e hipó antes de morder sus labios. Víctor delineó la columna de su amado hasta alcanzar sus glúteos y separarlos. Tentó con sus dedos la abertura empapada que lo llamaba y gruñó al sentirla apretarle y sorberle los dedos como si pudiera estrangularlo. Su pene saltó de pura emoción ante la idea.

—No importa si está así por mí, o por Yura, Beka, Mila… o por quien sea. No voy a dejar de amarte, Yuuri.

Yuuri sollozó mientras su omega vibraba de júbilo por la estimulación. Era doloroso verlo así. Víctor sacó sus dedos, provocando un gruñido de su pareja; pero buscó voltearlo para tenerlo de frente. Yuuri tenía todo el rostro húmedo por la fiebre y el descontrol de su celo, y sus ojos llorosos de lágrimas de sufrimiento. Víctor besó todo, le besó los labios, las mejillas, la barbilla y su entrecejo, los párpados cerrados, la punta de su nariz. Se incorporó y volvió a caer sobre él para besar más, más. Bajar por su cuello a besos y te amos, por su pecho bordeando por los pezones, a sus caderas, en medio de sus piernas. Yuuri se retorció apretando las sábanas y dejando ir al omega dichoso que empezó a disfrutar de la entrega y a exigir copular. Víctor sostuvo a su alfa ansioso un poco más, mientras veía a Yuuri perderse en el placer.

Penetró, sin dudarlo. La penetración fluyó sin inconvenientes, encontrándose profundo en cuestión de nada. Yuuri gruñó de placer y se retorció con gusto, jalando las sábanas. Víctor dejó que su alfa tomara el control y lo reclamara, que sus caderas se movieran desesperadas mientras Yuuri, completamente embebido por su lado omega, suplicaba por más.

Al cabo de varios minutos, Víctor se inclinó para atrapar con besos y lamidas otras partes de su cuerpo. Atrapó entre sus labios el pezón derecho, su pecho flácido después de los últimos cambios de peso y volumen que había vivido, ante los ojos de Víctor seguía siendo perfecto. Mamó de él, mientras empujaba su sexo con inusitada fuerza y Yuuri empezaba a llorar de gusto. Succionó como otras tantas veces hizo para aliviarle el escozor de la inflamación y el maltrato de su hijo cuando inició la lactancia. Yuuri clamó por él, apretando la cabeza de Víctor contra su pecho, invitándole a morder más.

En la cúspide del deseo, Víctor lo volteó, y expuso su precioso cuerpo en medio de la oscuridad de la noche y la luz que se filtraba por la ventana y las lamparillas. Penetró con fuerza, arrancándole un grito, y comenzó a moverse ya buscando su propio placer. La marca expuesta fue lamida y saboreada con esmero, mientras Yuuri era aplastado por su cuerpo y sus manos tomadas a las de él eran una sola unidad. Escuchó los sollozos de Yuuri llamándolo, se metió con todas sus fuerzas, y cuando el nudo creció y fue aprisionado por aquel cuerpo, Yuuri llegó al orgasmo y Víctor mordió la marca con fuerza antes de empezar a eyacular.

Se recostaron, Víctor se acomodó detrás de Yuuri aún atado por el nudo, acariciando su pecho y dejando lamidas cariñosas sobre la marca. Se quedaron así, mientras sentía el calor del celo ceder, su cuerpo acompansarse a la nueva temperatura y recuperar la consciencia. En silencio, esperaron… por fortuna Alexey habia regresado muy cansado y dormía profundo en la otra habitación, permitiéndole ese momento de intimidad necesario.

—Te amo… —musitó Víctor, besando la marca mientras salía de dentro de él. Yuuri soltó un gemido suave antes de buscarlo con la mirada—. Te amo mucho…

—Te amo… —Yuuri buscó el beso y soltó el aire con pesadez al separarse, más calmado—. Víctor…

—¿Quieres que busquemos a ese otro alfa? —acarició su cabello para hacerle ver que no tenía problema con hacerlo. Yuuri estrujó el ceño—. Podemos hacerlo, si lo deseas…

—No. No quiero... Víctor, yo no quiero a otro alfa. —Se sujetaron las manos con fuerza y Víctor la atrajo para besarla con suavidad—. No quiero otro alfa… odio esta naturaleza que pide más alfas…

—No quiero que te odies, amor…

—No quiero otro alfa —afirmó vehemente—. Todo lo que quiero es estar con ustedes. Sobre todo, contigo. Yo hubiera deseado ser solo para ti, Víctor… si hubiera entendido esta naturaleza antes, no hubiera provocado todo lo que provoqué. No tengo excusa ahora para provocarles de nuevo todo eso…

—¿Estás seguro…?

—Además… no voy a poder con otro alfa más. Es agotador complacerlos a ustedes.

—Te amo…

—Tengo miedo de que me dejes… que te canses… De nuevo tengo miedo de…

—No va a pasar Yuuri. No importa si más adelante Otabek, o Yura, o Mila, deciden hacerlo. No importa… pero yo no te voy a dejar. Todo lo que quiero es tu felicidad y ser partícipe de ella —le aseguró mientras plegaba sus frente juntas, le acariciaba la mejilla con amor—. La única forma de irme es que tú me pidas que lo haga.

Aeropuerto internacional Pierre Elliott Trudeau de Montreal — May 20, 2022 / 09:12

Apresurado y con el llanto de su hijo en el brazo y el carro de maletas en el otro, Víctor estaba a punto de colapsar. Recorrió con prisa toda la extensión del aeropuerto hasta que llegó por fin a un Mcdonald para tratar de calmar a su hijo. Alexey gritaba en medio del llanto, pataleaba su pecho, golpeaba su hombro mientras ya estaba rojo de pura ira y desesperación. Él tenía ganas de hacer lo mismo, ciertamente le hubiera gustado hacerlo si con eso lograba soltar la frustración que le embargaba después de ver cómo habían retenido a Yuuri y se lo habían llevado preso por la locura jamás escuchada posible.

Ya estaban a punto de irse y habían pasado los controles reglamentarios de emigración. Víctor creyó que ya todo volvería a la normalidad, volverían a la casa que compartían los cinco y estarían disfrutando de su vida. Si había otra oportunidad en el futuro para estar a solas con Yuuri y su hijo, la aprovecharía sin dudarlo, pero no, no se quejaba de su vida.

Y la vida acababa de abofetearlo. Jamás había sentido tanta impotencia cuando los oficiales los abordaron e impidieron a Yuuri continuar el paso. Alexey empezó a llorar, cuando Yuuri intentó deshacerse de ellos y Víctor lo vio atrapado. Justo cuando todo se volvió un caos.

—Alexey, por favor, cállate —dijo exasperado, sentándose en el primer asiento que encontró disponible mientras el personal de la franquicia lo miraba intrigado—. ¡Alexey, deja de llorar! ¡Ya sé que quieres a papi de vuelta! —Nada, no había manera y todos en el local los estaba mirando. Alexey apretaba sus puños en el saco oscuro de su padre, mientras gritaba a todo pulmón un llanto casi agonizando. Y no, sabía que no era teatro, Alexey era muy apegado a Yuuri y debía sentir el miedo de Yuuri tanto como él lo sentía a través del lazo. Eso también lo tenía exasperado—. ¡Alexey, calla!

Alexey tenía tres años y era omega. Su cabello era lacio y negro, como el de Yuuri, y sus ojos rasgados eran grandes, como los de Víctor, lleno de pestañas frondosas que le daban una mirada encantadora y de un color miel casi verdoso que cautivaba a quien se acercara. Su personalidad era bastante retraída y reservada, pero con una capacidad artística increíble, digno de los genes heredados. Y allí estaba, agazapado al pecho de su padre, tras oír la voz del alfa dando una orden.

Víctor se sintió un criminal al verlo callar y hacerse una bolita temblorosa, enrojecida, llorando ahora en silencio e hipando con dolor. La desesperación le estaba robando la poca paciencia que le quedaba. Ahogado por la culpa, agarró a su niño y empezó a derramar no solo besos por su cabello negro sino lágrimas de angustia porque sí, no podía ser el alfa que coordinaba todo, porque escuchaba a Yuuri llorar a través del lazo y porque ya estaba agotado.

—Perdóname, amor, perdóname. —Ya no sabía si le pedía perdón a su hijo por gritarle de esa forma tan ruin, o a Yuuri por no haber podido evitarle semejante situación.

Para empeorarlo, Alexey dejó de llorar y derramó besitos suaves en su mandíbula mientras le abrazaba el cuello a modo de consuelo.

Tremendo remedo de alfa se sintió en ese momento.

Comisaria Principal de Montreal — May 20, 2022 / 13:45

—¡Exijo que mi alfa esté aquí! ¡No voy a hablar sin mi alfa y sin mi abogado! —Yuuri estaba furioso. Había pasado del desconcierto, miedo y frustración a la ira pura.

Los oficiales canadienses lo miraban con indiferencia, apostados a cada lado de la oficina donde lo tenían retenido. Yuuri, en su fluido inglés, no dejaba de exigir sus derechos como extranjero y de catalogar un atropello como civil el trato que le estaban dando. Frente a él, estaba un joven de piel morena y ojos claros, azules, un poco más oscuros que los de Víctor. Tenía una chamarra deportiva, nada tenía que ver con el chico de actitud desenfadada que lo abordó en el baño del restaurant una semana atrás. En su rostro mostraba dolor y desconcierto y él bien sabía por qué. Ya había visto ese rostro tres veces más. Se había presentado como Jean-Jacques Leroy, su alfa destinado.

Debía ser una pesadilla.

—Señor. —Los abogados eran los padres de aquel alfa que lo miraba como si rogara que fuera aceptado. Un omega femenino y un alfa masculino, enlazados y por el grado el compenetración, destinados—. Ya está frente a su alfa.

—Él no es mi alfa… —Yuuri gruñó, porque muy a su pesar también lo estaba reconociendo. Ese aroma donde predominaba las moras y las almendras lo tenía mareado y ofuscado. Más porque el alfa lo llamaba y su lado omega quería ir por él. Yuuri no permitiría tal cosa.

—¿Por qué no puedes aceptarme si lo sientes? —gritó el alfa, angustiado, casi al borde del llanto—. ¡Te he esperado por tanto tiempo! ¡Pensé que jamás llegaría a conocerte y aquí estamos, y me estás rechazando!

—¡Estabas esperando tu omega destinado! ¡No me estabas esperando a mí! —exclamó con rabia—. Pude ser yo o pudo ser cualquiera. ¡Para tí, sr. Leroy, hubiera sido exactamente lo mismo!

—¡Pero eres tú! —El alfa se levantó y Yuuri de inmediato comenzó a replegarse—. ¿Lo ves? ¡Lo sientes! Sabes que eres mi destinado, quieres abandonar el país sabiendo que eres mi destinado… ¡Yuuri, por favor!

—¡Aléjate! —pidió sintiéndose acorralado. Ni siquiera entendía cómo sabía su nombre, aunque era probable que hubiera escuchado a los oficiales.

—¡No! No me alejes por miedo… prometo que te trataré bien, velaré por ti, ¡tendremos muchos hijos!

—¡Yo no quiero tener hijos contigo! Ya tengo un hijo y tengo a mi alfa, ¡déjame en paz! —Empezaba a alterarse. La presencia del alfa y las feromonas que lo llamaban estaba a punto de desquiciarle como pasó en esas otras veces. Pero Yuuri ya conocía su naturaleza, entendía perfectamente lo que estaba pasando con él y podía actuar en consecuencia. Aunque resultara extenuante.

Entonces sintió aquella presencia. El lazo vibró y su corazón saltó de júbilo, casi fue como si su vientre se conmoviera al reconocerlo. Su mirada fue hasta el vidrio ciego, y no supo de dónde sacó la fuerza para empujar al alfa y dirigirse hasta aquel recuadro que le devolvió su reflejo, pero él sabía que estaban allí. Víctor y su hijo estaban detrás de ese cristal.

—Alexey, mi amor… —susurró desbordado, incluso olvidando el hecho de que había más personas en la sala.

No necesitaba escucharlo para saber que estaba llorando. No necesitaba verlo porque sabía que estaba pidiendo por él. Yuuri comenzó a llorar cuando se vio con la imposibilidad de tenerlo en sus brazos y calmarlo. Su omega, antes acosado por las feromonas del alfa que lo llamaba, ahora estaba completamente metido en su preocupación paternal, clamando por estar cerca de su hijo.

Víctor observó todo desde el otro lado del vidrio, conmovido, mirando como su hijo había empezado a llorar mientras golpeaba con sus palmas el vidrio y Yuuri había reaccionado a ello. Acababan de llegar.

—Lo ven… —dijo Víctor con la voz atorada—. Es mi omega y es su hijo… no pueden obligarnos a quedarnos. Debemos regresar a nuestra casa.

—Su alfa destinado está aquí, en Canadá, y la ley dictamina que un miembro de la pareja destinada no puede dejar el país abandonando a su compañero —dijo el fiscal, sin condolerse. Un beta que poco le importaba entender—. En el caso de que sea el omega quien quiera salir, está obligado a permanecer con el alfa y darle un hijo para librarse.

Eso era inaudito. Víctor no pudo evitar responder con violencia.

—¿Un hijo? ¿Obligan a un omega darle un hijo a un alfa al que no quiere, en contra de la familia que decidió formar? ¡Es un atropello a sus derechos, mis derechos! ¡Los derechos de Alexey! —Y el niño no dejaba de llorar, pero Víctor solo buscó calmarlo con el movimiento de sus brazos—. ¡Exijo que la organización de derechos humanos sepa de esto y tome nuestro caso!

—Sr. Nikiforov. Nuestro país acogerá a su omega y buscará que tenga un trato digno antes, durante y después de la concepción y gestación. Usted como alfa podrá decidir si su hijo se quedará aquí con él o se lo lleva de regreso. —Víctor lo miró horrorizado—. Canadá está sufriendo una de las bajas de natalidad más alarmante del mundo. Este ha sido el esfuerzo que el país ha hecho para procurar nuevas generaciones.

—Esclavizar omegas es su solución. —El tono de Víctor se escuchó peligroso, pero el fiscal siquiera se inmutó—. Gracias por aclararme el panorama, después de esto no pienso invertir en un país con semejante ideas.

Debió haber investigado más, debió estar más al tanto sobre las leyes del país antes de ingresar con Yuuri. Jamás había imaginado una situación tan inverosímil.

Nota de autor:

Creo que este era el extra que muchos me habían pedido. ¡Ya está de nuevo el línea!