Capítulo 43 . ¿Te sientes mejor Taicho?

Fue un día de lluvia cuando se celebró la ceremonia funeraria.

Inclusive los cielos parecían resentir la pérdida del invaluable shinobi bajo la tierra.

El cenotafio lucía lúgubremente bajo la estela de un único rayo solar que atravesaba las nubes oscuras; algo que parecía marcar aquellos escritos detallados donde ahora se agregaba un nuevo nombre.

Su fiereza sólo equiparable a su lealtad.

La actual kage de la Aldea Oculta entre las Hojas leyó las palabras inscritas que están listas para ser colocadas en la tumba del cementerio.

Suspirando internamente, empezó con el discurso consignado de aquel día, que más que para reconocer a Izumo, era para reconocer a todos los suyos:

"Al nacer, nunca sabremos a la grandeza a la estamos destinados, nunca sabremos cuantas vidas tocará nuestra alma durante el recorrido de nuestro sendero.

Nunca sabremos que las acciones de harán aquellos que nos extrañen al partir.

Lo que sí sabemos es quienes somos hoy por hoy.

Kamizuki Izumo sabía quién era y lo que representaba. Él era un digno representante de la lealtad a la que sirvió noblemente.

No hubo, ni habrá shinobi que pueda equipararlo, aunque al mismo tiempo, todos sentimos su perdida porque más que un ninja, es y seguirá siendo uno de nosotros, un ejemplo a seguir, un vecino, un amigo.

Un hermano.

No debemos menospreciar el legado que nos hereda Izumo; él no querría que suframos su ausencia, sino que continuemos recordándolo, agradeciéndole el procurar su vida a nuestra Aldea, dando continuidad a su trabajo.

Podremos sentir que le fallamos. Tal vez las fuerzas nos abandonen al sentir su desaparición más marcada que nunca hoy, mañana o en un año. Pero no olvides que fue un hombre en toda la extensión de la palabra.

Uno que sabía por lo que estaba velando; por proteger su casa, nuestro hogar.

Les invito a reflexionar, no su caída, sino su gloria en la vida.

No es la muerte lo que nos espera a cada uno de nosotros, es el delegar un mejor mundo para la nueva generación.

Larga vida, portador de la Voluntad de Fuego, Kamizuki Izumo".

Silencio absoluto, sin aplausos, ni palabras de consuelo.

Sólo y sólo una lágrima que escurría rebelde sobre la mejilla de Kotetsu.

Sosteniendo su fotografía, el mejor amigo de Izumo está temblando.

Del dolor, de rencor, de odio, de autoflagelación, Senju sólo podía imaginar las razones.

No había dicho ni una sola palabra desde que despertó en el hospital. Ni siquiera pregunto por la estabilidad del brazo izquierdo que figuraba ausente, sólo una pregunta broto de él y fue para cuestionar por su mejor amigo. Desde entonces, nadie pudo arrebatarle una sola oración; inclusive parecía que el fantasma de Izumo se había llevado su alma, porque Kotetsu no mostraba reacción alguna.

Lo más trágico del caso, es que Kotetsu no es ni de lejos, el peor desgaste del desastroso equipo Nijū Shōtai.

Por fortuna no hubo más muertes, es correcto, sin embargo, Raido y Sarutobi, ambos líderes de sus respectivos equipos al borde de la muerte fueron agraciados para no ver al resto de sus escuadrones hospitalizados también. Yamashiro, quien, según Shikamaru, combatió junto a Chōji, procurándolo fue lastimado también gravemente, cuando su pierna derecha fue prácticamente amputada, únicamente salvado por un ligamento que continúo uniéndolo a su cintura.

El patriarca Akimichi estaba desesperado esperando ver despertar a su hijo, quien después de haber sido desgarrado en un costado arrasando con casi todo el pulmón derecho, tenía tres días en que su condición continuaba como crítica. Fue por pura gracia de Kami, que los herederos Yamanaka y Nara salieron básicamente ilesos al poder complementarse en combate contra un tipo que a todas luces necesitaba tocarlos para leer sus mentes y cada pensamiento que hayan tenido.

El mismo bastardo que asesino a Izumo, de alguna manera, sin ningun arma, sin ninjutsu médico, ni genjutsu, simplemente mediante el toque.

Seis individuos, cada uno tan letal como el anterior, ninguno con debilidades aparentes más que unas inmensas reservas de chakra, dōjutsu sin deficiencia de poder, implacables en genjutsu y ninjutsu. El taijutsu pudiera ser una debilidad porque todos eran de largo y mediano rango, no se dejaban posiciones abiertas para atacar. Uno a uno, aquellos que podían ponerse en pie, relataron su versión de los hechos.

Gracias a los poderes de cuentacuentos de Sakura - quien la hacía recordar a un fauno albino precioso y mítico - el ninshu mostro las escenas a las que llegaron Shisui y ella misma; así como su escape, magistralmente por los pelos.

Un Shisui que, dicho sea de paso, estaba enfermo y prácticamente ciego hasta hace una semana, y curiosamente, hoy día tiene otro modelo de sharingan, la evolución máxima del dōjutsu.

Una Sakura que, dicho sea de paso, estaba enferma de mononucleosis supuestamente hasta hace una semana.

La común de todo el relato que pudieron enunciar los herederos sanos y salvos, fue como Itachi repelió a todos y cada uno de los ataques letales que iban detrás de los siete ninjas de Konoha, al tiempo que tomaba en las narices de los criminales a un jinchūriki extranjero, y combatía contra su propio Nukenin.

Ese era el problema. El Uchiha se había extralimitado, pero no permitió que nadie lo revisará; ni siquiera Sakura.

Senju sólo quiere seguir suspirando, a pesar de que su exterior muestra únicamente inexpresividad y poco consuelo para Kotetsu.

Aún recuerda hace tres días, en el quirófano, totalmente sellado después de que ella misma y Shizune apoyaron a curar a los heridos, mientras que la pelirosa auxilió a Sarutobi y a Raido, ambos salvándolos cuando ya no tenían suficiencia cardíaca.

El shinigami aún no está aquí, tienen oportunidad, escucho que murmuraba. Sin más, con la Yamanaka como su asistente trajeron de las garras de la muerte a Asuma, mientras que Raido fue congelado en el limbo, gracias al neko Bastet.

La rubia Hokage ya tenía bastante en su plato como para preguntar cómo mierdas hacía eso.

Estaban en pleno informe, muy tarde, prácticamente medianoche explicando la conclusión de la fantástica escapatoria de los ninjas de Konoha de seis individuos con Rinnegan propio – de todos los mitos posibles - cuando sin deberla ni temerla Sakura, o la cosa élfica, desapareció de la oficina.

No hubo más. Solo fue visible como en su hombro empezó a marcarse una X en tono verdoso fosforescente que cada vez se iluminaba más, hasta que dedicando una mirada a Itachi y Shisui, ella entrecerró sus ojos, les asintió y se teletransporto.

Pasaron más de treinta segundos en los que ambos Uchiha orgullosos, erguidos, en su posición shinobi como capitanes, ni siquiera intentaron dar una respuesta.

La chica maldosa, más allá de pedirle permiso para retirarse a ella, se dirigió a ellos. ¡¿Quién se creía que era?!

Cuando estaba perdiendo la paciencia, cuando el juicio estaba nublando cada mancha oscura que obstruía la mirada de sus ojos en tono miel, cuarenta segundos después, apareció un portal marcado en la puerta que dejaba ver un bosque o lo que parecía ser un bosque, por todos los troncos derrumbados a su paso. El cuerpo de una serpiente enorme blanca se veía al final de la anarquía.

Por el portal de la puerta de la oficina, entro desesperado Uchiha Sasuke, vestido como… ¿un señor feudal? uno muy joven, y muy zarandeado. Toda la boca manchada de sangre, así como sus ropas chamuscadas, enmugrecidas y sangrientas.

Miro a Itachi, dirigió una mirada a Shisui, y retorno a su aniki, quien lo veía de la misma manera.

Maldito sea el lenguaje estreñido Uchiha. Sus emociones ni siquiera afloraron, pero al parecer se habían entendido porque Sasuke enseguida realizo su reverencia ante la Hokage al tiempo que Naruto entraba cargando entre sus brazos a una joven pelirroja bastante mal herida.

Naruto con una camisa rota, empapada en sangre, apenas por encima junto a unos pantalones raídos. Parecía más alto. Donde su hermana se veía delicada llena de misticismo, Naruto parecía un peligroso toro rubio bronceado, ninguna sonrisa brotaba de sus labios luciéndolo todavía más mortal.

Al último lugar del desfile, una cara extrañamente familiar, noqueado bajo la garra de una fauno irritada. Lo reconoció en cuanto su cara quedo visible bajo la luz de la oficina.

Tsunade quería golpearlos. A todos hoy mismo.

Porque Sakura – ¿tenía esa cola antes de irse? – cargaba tomando del cabello arrastrando su cuerpo sobre el piso a Kabushi Kabuto.

¡Simplemente no podían quedarse quietos, un segundo, sólo uno!

- Senju-bachan – fue el saludo de Naruto, quien fue el único que se dignó a hablar.

De ahí en más todo fue caos sobre caos. Aún recuerda como el Uchiha menor hablo a Naruto, murmurando algo como entrégaselo.

La rubia memorizo como Naruto le entrego un pergamino sellado. Sólo en la soledad ábrelo, Bachan.

Aprendiendo por experiencias previas que había que tener cuidado con las instrucciones de Naruto y Sakura, lo guardo bajo su cajón; los dedos picando en deseo por ser abrirlo de inmediato, al sospechar qué o mejor dicho quién se trataba.

El nudo en la garganta quería liberarse. Su garganta se sentía terriblemente seca, y violentamente quería abrir la botella de sake debajo de ella, pero por respeto a lo que tenía por escuchar decidió que no era momento. Aún no.

Para cuando fue el turno del Uchiha menor de informar, ambos familiares mayores no se retiraron de la oficina. Gustaron de escuchar todo y Tsunade se los permitió.

Para cuando llegaron al momento del suicidio de Orochimaru, por un momento, la voz de Sasuke se entorpeció, para ser recuperada de inmediato.

La rubia entrecerró los ojos. Orochimaru jamás habría cometido suicidio, ella lo sabría bien.

Por otro lado, entendió al pelinegro. Viéndolo tan estropeado como estaba presentaba indicios de conmoción mental y estrangulamiento; sus propios camaradas lo habían traicionado y aparentemente fueron los seguidores de Danzo quienes lo entregaron a Orochimaru; toda una composición jerárquica estuvo detrás buscando el momento perfecto en que pudieran disponerlo al Sennin, sospechando que con Itachi afuera, nadie cuidaría de Sasuke.

Orochimaru…

Su entonces compañero de equipo, su alguna vez mejor amigo, se había enfermado y para su mal, no existía cura.

En un tétrico silencio, solicito que todos se retiraran, y la rubia recuerda que no fue sino hasta que Jiraiya llegará, reclamando por la pérdida de un Naruto, que decidió abrir el pergamino.

Nadie supo cuánto tiempo estuvieron velándolo en silencio, solos; ellos tres, como en los viejos tiempos, sólo que uno de ellos ya en el otro mundo…

Quería tanto ofrecerle consuelo a su shōnen, al Uchiha, hacerle ver que la muerte de Kazumi Izumo no fue su culpa.

Pero al estar entre los brazos de Jiraiya, quien no podía consolar todas sus lágrimas derramadas, se sentía tan hipócrita ya que sentía que fue ella misma quien empuño la daga contra la garganta de Orochimaru.

A veces… a veces, la Voluntad de Fuego, no es suficiente.

Lo siento Izumo.

Lo siento Kotetsu.

Lo siento Itachi.

Lo siento Orochimaru.


Respira profundo. Inhala, exhala.

Tres ejercicios y una pausa.

Continua así.

Respira profundo. Inhala, exhala.

Respira profundo. Inhala, exhala.

Cuando al fin se siente listo, abre sus ojos.

Una preciosa vista se alza por debajo de él. Por años había evitado este lugar. No porque lo odiará, por supuesto que no; todo lo contrario, era tan fastuoso cuyo esplendor podía dejarlo sin aliento.

Aún recuerda cuando pudo verlo correctamente por última vez, una noche tranquila justo como la de hoy, donde la brisa permanecía fría por la ligera lluvia de la tarde. Esa memoria no le hacía justicia a su espectáculo actual. Habían crecido favorablemente, pensó mientras dejaba que una sonrisa se deslizará entre sus labios, muy suave.

Las casas habían crecido de tamaño, haciéndolas más altas, las luces de los talleres aún abiertos, deslumbrantes, las tenues lámparas de los restaurantes más exquisitos encendidas para noches de romance, así como las velas en los pocos templos que se podían ver abiertos aún, daban un aspecto impresionante de su hermosa Konohagakure.

Por primera vez en años, pudo verlo sin temor a quedarse cegado por la iluminación tan cargada. Por primera vez en años, sentía la esperanza crecer en sí mismo, para sí mismo.

Tanto tiempo había creído en que Itachi haría la diferencia en otro nivel. Que sería su primo quien daría el primer paso a un cambio para mejor, y que él mismo sólo era un escalón más en la vida de su primo para que el clan pudiera terminar de abrirse realmente a la Aldea.

Pero ahora, años después de sentirse perdido, siente que al fin se encontró a si mismo. No sólo eso.

Al fin encontró un propósito propio y puede ser él quien marque la diferencia. No se había sentido tan, apreciado por si mismo desde hace décadas. Tal vez desde que murió su ka-chan, o oto-chan, ambos tan consumidos en si mismos y perderse mutuamente que lo abandonaron dejándolo en una casa donde los recuerdos lo abrumaban.

Noches en que las fotografías sobre la repisa eran demasiado para volver a verlas diario. La comida fría era la metáfora perfecta de su vida hasta que llego su primera luz. Un niño cuyo rostro era tan indiferente que él decidió que necesitaba dibujarle una sonrisa.

Descubrió entonces a Itachi.

Y después de una noche que fue el parteaguas con sus peores pesadillas, conoció a la segunda luz de vida intensa que ilumino su alma, más cerca de lo que creía.

Su obasan, Mikoto-san.

Le hubiera encantado jamás haber conocido al Elder del pueblo; tantas veces el mismo pensamiento le ha rondado la cabeza. Si hubiera hablado con el Sandaime, si hubiera interrumpido a Shimura, si sus planes se hubieran concretado aquella fatídica noche… El pensamiento lo estremece, porque de haber sido así, él ya no estaría en pie. Era todo. Se habría considerado a si mismo una piedra más en el camino del destino, una que el mismo removería y por tanto, se habría entregado a los brazos de la muerte con tal de otorgarle a su primo una nueva esperanza; tal vez para obtener lo que hoy tanto es tabú entre los suyos.

Apenas hace menos de un año, aún tenía noches en que, si bien no grita, el sudor en las sábanas lo decía todo.

Siempre sintió que su vida seria de corta duración, pero nunca creyó que sería tan improductiva. Por eso él intentaba devolver esa luz, esa esperanza de una vida mejor, en cada existencia con la que se cruzaba; dejando que fueran, aquellos primos y tíos de la casa principal, quienes se alimentaran más de ella.

Los adoraba. Si algún día olvidaba su propio nombre, tenía la certeza de seguir amándolos en la feliz inconsciencia.

Por eso nunca quiso producirles ningún problema.

Por eso nunca le dijo al patriarca que se estaba quedando ciego. Nunca le comento a Itachi que la famosa curandera del País de las Olas, aquella que tanto reconocimiento tenía, lo había dado por perdido para recuperar la visión hace años.

No tenía miedo de tomar protesta, al contrario, creía necesario hacerlo para apoyar a Itachi cuando los ancianos del consejo empezaran a demandarles necedades de dinosaurio cuando suceda como Hokage.

Habían discutido sutilmente los temas durante las reuniones que a veces discutían aún. Tan contentos como estaban por su nueva situación, donde el pueblo realmente parecía aceptarlos como clan cofundador, algunos terribles seniles pretendían que Itachi aprobara beneficios, entiéndase como la estrategia shinobi, hacia el clan del Uchiwa.

Evidentemente teniendo la policía militar del que tenían 60% de participación hoy día, al obtener la fuerza Especial ninja, la gente creería que estaban militarizando a la Aldea, apropiándosela, y por tanto se vería como un Golpe de Estado, sutil, pero un ataque al fin.

Esos ancianos respetables no habían dejado de exhibirse de manera tan hostil ante Konoha y ser sus totales dueños; es algo que Shisui jamás entenderá porque ansiaban tal nivel de amargura del pueblo contra ellos.

Itachi siempre terminaba con terribles dolores de cabeza posterior a una de esas reuniones, cosa que Shisui trataba de mejorar estando ahí para él.

En un momento, especialmente de los últimos años, Shisui dejo de apoyarse con Itachi, reprimiéndose sus miedos y algunas emociones negativas. No porque no confiará en su primo, sino porque sentía que tenía demasiado en su propio plato para aun derramar más del suyo.

Ideando como sería la conversación del patriarca sobre su posible abdicación, debido a que el Uchiha no aceptaría a un líder ciego – literalmente – se había resignado a convertirse en el paria del clan siempre y cuando pudiera votar por otro Uchiha capaz.

Nunca pensó que, a sus veintiséis años, al fin se sentiría seguro de caminar seguro por su calle sin tantear las rocas o las paredes sin el Sharingan activado, viendo con todo detalle los colores gracias a la lámpara más intensa de todo Konoha.

Hace diez años, pensó que su clan perecería bajo un intento de Golpe de Estado.

Hace dos años, pensó que él no marcaría la diferencia al sentirse menos que incompetente como patriarca.

Hace un año, pensó con todo su ser, que se quedaría ciego.

Hace un mes, pensó que sería el más marginado de su propio clan.

Hace tres días, por fin creyó en los milagros.

Es por eso, que independientemente de lo que sea, él devolverá el gesto, porque a pesar de lo que digan, él es otro hijo más de Mikoto-sama y ella siempre les enseño a ser agradecidos.

Así que, citando a esta hora de la noche, encima de la cabeza del Yondaime Hokage, extiende su firma de chakra sólo para confirmar que su invitado ya llego.

Nunca creyó que sería posible, pero agradeció internamente que la joven no preguntara sobre las lágrimas que escurrían bajo sus alargadas pestañas.

Con el corazón en un puño, y la determinación emergiendo lustrosa en sus ojos, quienes seguían admirando a su pueblo, dijo al viento:

- Yo, Shisui, acepto tu favor.

Una X verde fosforescente sobresalió en su hombro izquierdo.


Espero a llegar al baño primero. Cerró la puerta sin prisas.

Abrió la regadera sin esperar que el agua caliente saliera.

Se desnudo tranquilamente, doblo su ropa y junto todo su dominio para evitar mirarse asi mismo en el espejo. Si lo hacía, sabría que no aguantaría más.

Sólo bajo el chorro cálido del agua, por debajo del sonido de la regadera a toda potencia, se permitió cerrar los ojos.

No quiere recordar la voz de Sakura.

No quiere centrarse en cómo le pidió activar el Mangekyō. No quiere inmortalizar cómo ella dejo caer la guardia mental permitiéndole ver sus recuerdos.

Su vida entera.

No quiere recordar nada, pero nada deja de recordárselo.

Tan joven y tan maldecida.

Esa noche, nadie escucho llorar a Shisui.


Ninguno de los tres machos hablo cuando llego al campo veintitrés de entrenamiento.

Simplemente miraron. Y miraron. Y continuaron mirando. Los vientos helados provocaban las caídas de las hojas marchitas. Ninguno movió un centímetro, aún reflexionando lo que estaban viendo.

Cuando el joven semidesnudo se sintió confiado de hablar, lanzo las palabras al viento:

- ¿Puedes creer que ellos no creían que eres una bruja… bruja? Hasta tienes cola.

De más está decir, que aquella mañana, una Sakura muy entretenida le enseño las artes místicas a un atolondrado Sai.


Nii-san lo está mirando. Fijamente. Intenso.

Tantas ocasiones atrás se sintió abrumado por esos ojos oscuros tan parecidos a los suyos.

Antes cuando quería su atención y la obtuvo, había días en que se sentía perturbado por las emociones que se dejaban entrever.

Orgullo, afecto, ansiedad, nostalgia, protección.

Siempre aunadas a una situación en particular. Sólo cuando fue atacado en el Bosque de la Muerte, recuerda que sus ónix transmitían preocupación. Odio y resentimiento contra aquel quien lo quiso marcar a sus once años, casi doce. Su intensión asesina congelando todo a su paso y en ese momento, Itachi fue dios para Sasuke.

Sin embargo, cuando se da cuenta que fue él mismo quien venció a Orochimaru, quien lo quemo y quien lo degolló, Sasuke se yergue a sí mismo.

No le da vergüenza admitir que lo mato, aunque sería traición ante el Hokage, quien pidió su cuerpo con vida.

Pero ante Nii-san, no tiene de que temer porque Itachi estuvo ahí, enterrando los demonios que acechaban a Sasuke cuando más niño.

Ahora la mirada de Nii-san, no es de preocupación o incluso de cariño. Sus orbes oscuros transmiten algo que nunca habían hecho.

Admiración.

Un igual ante sus ojos.

La sensación de alta autoestima y orgullo por si mismo no se desvanece por días; de hecho, aun cuando intenta por todos los medios evitarlo, incrementa su satisfacción cuando la mano de Naruto es la que esta enredada junto a la suya.


- Permíteme hacerlo por ti – dice una dulce voz, en la oscuridad tenue del departamento, acomodando su cuerpo en la cama, cubriéndolo gentilmente con una manta.

Tan oscuro como está el lugar, es una perfecta visión de cómo se siente hoy día su corazón.

No quiere más falsas palabras de consuelo, no lo calman, no detienen el ardor en su pecho. Sus ojos tan perdidos y desorbitados confunden sus sentidos provocándole vértigo. Tan cansado. Tan solo. Tan muerto. Su mirada inerte no lo abandona, ojos con un velo blanco por encima indicando su alma perdida.

Él no se merecía esto.

Él no se merecía esto.

Él no se merecía esto.

Sentía que era él quien debía estar enterrado, refundido bajo tierra. No él. Él era el ordenado, el organizado, quien seguía orden por orden al pie de la letra.

Al contrario de si mismo, quien era el desastre ambulante. Eran un equipo y le arrebataron el alma de su cuerpo. Él se lo llevo junto con la propia.

Ha pasado una semana, escucho al fondo de su habitación.

Debe comer, escuchaba a cada tanto.

Cuando creyó que la inanición al fin se lo llevaría, escucho decir en los recovecos de su mente un murmullo. Shinigami.

El recuerdo tan veloz como llego lo hizo reaccionar de inmediato. Sí, un dios de la muerte. Sí un dios que recogería las almas de los bastardos que se metieron con Izumo. Sí, él sería un shinigami aun si vendía su alma al diablo.

Ahora tenía un objetivo. Nada más importaba, ni siquiera los susurros de una guerra en el horizonte, ignoro cada mirada de consuelo o condescendencia con la que se encontró.

No encontró a su primer objetivo rosa, pero si encontró al otro.

Interrumpió el campo donde él y el jinchūriki del Kyūbi entrenaban. Los ojos espectadores cambiaron su objetivo de mira cuando él se acercó al Uchiha.

Sólo importaba su respuesta:

- Entréname.

Espero el tiempo que fuera necesario mientras el Mangekyō sharingan Eterno lo evaluaba.


- Vigílalo, algo no me está diciendo.

- Hai, Danzo-sama.

Las hojas se mueven más de lo normal, pero no te preocupes, pronto lo averiguare por mi cuenta, Sai.


- Así que lo ayudaste para acabar con un nure-onna.

- Sip.

- Y lo sellaste para que te pudiera invocar.

- Sip.

- Y ayudaste a su amiga la loca pelirroja.

- Sip.

- Y se veía sexy en su traje de lordsito.

- …Sip.

- ¿Qué se siente besar a un vampiro?

- …Sabía que no debía decirte que bebió su sangre.

- Otouto, los vampiros necesitan sangre para sanar, es normal tener curiosidad, ¿no?

- … -

- Entonces dime, ¿Qué se siente besar a un vampiro?

Lo pensó un momento, rememorándolo, sonriendo juguetón y sonrojándose locamente cuando engancho su mirada con la de ella.

- No lo recuerdo, por eso debería volver a intentarlo.

- …Eres asqueroso, Otouto.

- ¡Oy!


- Ven conmigo.

- ¿Por qué?

- Aquí no estás seguro, lo sabes.

- Mi lugar es aquí, con mi clan y mi Aldea.

- Un clan que no puede protegerte mientras estes lejos.

- Sirvo a mi Aldea, a nadie más.

- Entonces me quedaré contigo.

- No puedes.

- ¿Por qué no?

- Porque aquí…- fue silenciado de inmediato por un dedo colocado en sus labios.

- Me quedaré contigo, y si me hacen falta tres días o tres años para aprender, que así sea, lo haré contigo.

- … - No quería sonrojarse, pero era tan difícil cuando Naruto lo miraba tan intensamente, a pesar de sus mejores esfuerzos.

- Permíteme hacerlo, de cualquier manera, Ero-sennin dice que ya lo tengo, sólo es dominarlo.

Eso hizo que casi pusiera los ojos en blanco.

- En cuatro meses apenas pudiste convocar el modo sabio en completo silencio una o dos veces. Mantenerlo estable es un tema totalmente distinto.

- Fueron cuatro veces en que lo logre – el pelinegro le dirigió una mirada plana al rubio – y sólo es entrenar, pero lo importante aquí es que…

Siente como se acerca más a su lado, a pesar de estar sentados en el árbol de sakura detrás de la casa Namikaze, viendo el atardecer.

- No volveré a arriesgarme a perderte – le dice en voz baja.

Desesperadamente intento, apenas evitando, que se erizaran sensualmente los vellos de su nuca.

- Por cierto, termine de leer toda la serie de Icha Icha, ¿Por qué no me dijiste que era tan… - sintió su aliento en su oído - …impura, teme?

Esta vez no hubo escapatoria para el delicioso temblor que sacudió su centro.


Todo estaba muy bien, Akatsuki en plena cacería, unos cuantos shinobi traumatizados, un Junchiriki protector en la aldea, la botella de sake repleta; sin embargo, algo le seguía molestando. Al final decidió preguntar verdaderamente lo que sus pensamientos le gritaban por saber:

- ¿Cómo te convertiste en un fauno, Sakura?

- …No soy un fauno, Hokage-sama. Todos saben que los faunos son agresivos y asquerosamente inmorales. – respondió tranquilamente.

- …Por supuesto, todos sabemos eso.

Aunque quería rodar los ojos, porque por supuesto Sakura no era sino agresiva, significaba que ella debía preguntar más directamente, sólo que no lograba tener las palabras correctas.

- ¿Desde cuándo puedes transformarte en tu versión bestial de Sabio, Sakura-chan? – pregunto entonces el hombre a su lado.

La joven – no-fauno – subió la mirada directamente a Jiraiya quien la veía seriamente. Sakura no se veía sorprendida o impactada por la pregunta, de hecho, parecía estar considerando responder.

- Cada vez que Seiryu-sama lo cree conveniente.

Y ahí está de nuevo. Una incógnita aún mayor. Una que a Jiraiya parece intrigarle por la forma en que se inclina a Sakura:

- Estas al servicio de Seiryu-sama, entonces, ¿Sabes lo que eso significa verdad, Sakura-chan? – pregunta curioso el peliblanco.

La forma en que se apagan brevemente los ojos de la pelirosa le indican que está totalmente consiente de su destino.

Uno del que el Ero-sennin incluso la mira con compasión y lástima. Uno del que nadie más en toda la habitación entiende de que están hablando.

- Lo siento tanto, Sakura-chan.

- … Está bien, Jiraiya-sama.

Jiraiya no tendría el corazón para explicarle a nadie que Sakura ha vendido su alma.


- Pensé que no querías volver a verme, mi precioso príncipe.

- …He decidido que te daré otra oportunidad.

- Entonces, ¿puedo acariciarte?

- Mejor aún, en lo que la primera seikō regresa, viviré contigo. Ahora, atiéndeme.

Shisui sonríe mientras adormilado, deja salir un bostezo, al tiempo que Bastet se acurruca sobre su pecho.

Esta es la primera vez que el neko le habla desde que activo su Mangekyō Sharingan eterno; lo había visto dirigirle intensas miradas, cada una tan inexplicable como la anterior y por más que intento acercarse a él, Bastet solo le rehuía.

Shisui siente su corazón más ligero cuando siente el peso del gato sobre su pecho mientras esta acostado en la cama.

Al parecer, lo que sea que ocasiono conflicto en el neko ha quedado resuelto.

- Te mataré si les fallas.

O tal vez está demasiado resuelto. Los ojos ónix se encuentran con los hermosos felinos morados. Bastet estaba al tanto del favor de Sakura.

- No es necesario pedirlo, Bastet-sama. Cumpliré.

Bastet no contesto, continúo mirando, amenazando con la mirada a Shisui. Cuando el neko se sintió seguro con lo que sea que estuviera pensando, se dejó acariciar por el Uchiha.

- Mas te vale, seikō.

Shisui no pudo evitar el cálido sentimiento en su corazón cuando Bastet se acurruco todavía más a él, cerca de su barbilla.

Durante muchas noches, Shisui no podía dormir, no si su pequeño príncipe no estaba a su lado.


- No fue tu culpa, lo sabes.

Inmensas montañas de papeleo, informes, pergaminos, sellos, autorizaciones, certificaciones, todo ya analizado y colocados en las bandejas correspondientes había impedido que descansara los últimos días.

Los ya de por sí marcados lagrimales, superaban ahora el estándar en su rostro ensombreciendo con horas de sueño interrumpido su hermosa piel.

Necesitaba revisar los últimos pendientes, delegar lo último agenda.

El pergamino abierto en su escritorio lo lleno, al ojo extranjero, tranquilamente; pero el primo fue capaz de ver a través de la hendidura del pincel sobre el papel. Su estrés estaba carcomiéndolo; su cuerpo exigía un descanso urgente, pero su cerebro corría a velocidad de la luz, realizando la conexión entre los neuro transistores.

- Si estas buscando la dulce epifanía de la muerte bajo el cansancio y el agotamiento, lo estas logrando Itachi.

Siendo indiferente ante tal acusación, continúo redactando sus últimas órdenes. Debía cubrirse correctamente la frontera con Amegakure, Takigakure y Kusagakure.

Kumogakure, Yugakure, Otogakure, Namigakure eran fronteras cuya estabilidad y alianza estaban viento en popa con la Aldea Oculta entre las Hojas. Sunagakure los estaba apoyando con el País de los Ríos, cuidando que a cualquier sospecha de presencia de Akatsuki fueran informados al País del Fuego.

Kirigakure no había respondido al llamado para recoger al poseedor del Rokubi, pero no hacía falta.

Se decía en un informe de esta misma mañana que un barco con carátula del País de la Niebla había embarcado en sus puertos más temprano.

Los tripulantes, hasta el momento, de identidad desconocida.

Según la inteligencia Nara, Takigakure y Amegakure eran con gran sospecha las sedes principales de los Nukenin.

Estando tan cerca necesita moverse y rápido, aunque el mismo departamento descarto un ataque inmediato viendo que varios de sus miembros fueron eliminados.

Necesitan reagruparse, consolidarse antes de atacar.

Lo sabían él y Hokage-sama, pero eso no impedía que sintiera que estaba perdiendo el tiempo con cada segundo que se quedaba aquí.

- Oka-san está preocupada por ti.

Eso hizo detener su escritura. La voz que sonaba más al fondo, detrás de Shisui, era de su persona más amada.

Otouto.

Dando los últimos retoques a su pergamino, procedió a cerrarlo, sellarlo y se lo entrego al hermano de Hōrai, quien justamente estaba llegando a la ventana de su oficina.

Un cuervo salía mientras otro entraba colocándose en el hombro del Vicepresidente de las Fuerzas Especiales de Konohagakure, al tiempo que se levantaba y caminaba para colocar una mano sobre el hombro de su primo. Lo miro reteniendo sus orbes unos segundos antes de continuar su desplazamiento hasta su hermano menor.

Sasuke lo miraba con una mezcla de preocupación y rebeldía. No se supone que debería estar en su oficina por el anonimato del puesto, pero, en fin, que se le va a hacer.

- No te metas en problemas, Sasuke.

Su tenor sonando tremendamente suave, tratando de apaciguar el alterado chakra de Sasuke al ver el rostro demacrado de su héroe.

- Aniki – Sasuke fue silenciado por la forma en que la cabeza de Itachi se levantó una fracción.

El comandante en jefe tomando lugar, desvaneciendo la expresión del hermano mayor haciendo que Sasuke guardara silencio. Saliendo sin más ceremonias de su propia oficina, camino en la oscuridad de la noche.

Tuvo siete días para pensar como lo haría. Siete días en los que por más discursos elaborados que recitaba mentalmente no sonaban sinceros incluso a sus oídos. Días enteros donde no llego a ninguna conclusión más que decir justo lo que pensaba, de cualquier manera, una mentira sería capaz de olerla a kilómetros.

Además, no era algo que se le diera a Itachi tampoco. Sabían perfectamente a lo que se arriesgaban uno al otro. La encontró en la discreción de una cabaña solitaria a las afueras de Konoha.

Era el lugar donde alguna vez sus padres decidieron construir un retiro muy pobre cuando las dificultades de la Aldea eran vastas en la guerra. Una cabaña tradicional y antigua. Era perfecta.

Prendiendo el fuego en la chimenea con un katōn marca Uchiha, espero a que fuera la hora acordada.

El viento arrecio cuando la puerta se abrió; en cambio, ninguna hoja, polvo o sentido del enfriamiento ambiental ingreso a la cabaña. Su capa ocultando su cuerpo fue lo único que ingreso por la puerta principal gracias al sello que le había brindado previamente él. Retirando la capucha de su rostro, sintió un conflicto interno.

Tanto se animaba por ver que había vuelto a su forma humana como tenía curiosidad por ver de cerca aquellos cuernos retorcidos que la hacían ver una criatura del bosque.

Sin más demora, recordando todo lo que está en juego, dijo:

- Yo, Itachi, pido un favor.

Sin moverse un centímetro, ella pregunto:

- ¿Cuál es tu condición?

- Prometo dejarte en libertad en el momento que desees, sin restricciones por parte de Konohagakure.

Ella levanto las cejas, sorprendida, mientras él continuo:

- No habrá repercusiones, Konoha no te perseguirá, inclusive si Naruto-kun decide ir contigo. Serán bienvenidos cuantas veces lo deseen, siempre y cuando – ensombreció la voz – no sea para atacar ni tramar contra la Aldea Escondida entre las Hojas.

Si esto lo hubiera dicho hace seis meses, seguramente se reiría y se referiría a si misma y a su otouto como criaturas libres, sin lealtad a nada más que a ellos mismos, su libertad cuya responsabilidad era únicamente para ellos con el mundo visto como su parque de juegos. Al final, era cierto relativamente hablando.

Itachi seguiría pensando eso si no hubiera visto el cambio en Naruto-kun. Lo vio sonreír con cada sello nuevo, con cada pergamino regalado que abría, con cada página de los diarios de Jiraiya-sama que leía. Los cerúleos tan expectantes por un cambio en su vida, su entorno, sólo era opacado ligeramente por la melancolía cuando veía llover, pero por lo general era un ser lleno de luz que brindaba felicidad a aquel que lo conociera.

No dudaba que su carácter tan animado y sin prejuicios era lo que atraía la mirada a su persona.

Vio cómo estaba pasando de ser un extranjero al verdadero hijo del Yondaime perdido. Naruto-kun estaba haciendo crecer sus raíces aquí, silbando, cantando y gritando histéricamente Dattebayo sin necesidad alguna.

Incluso un pequeño grupo de Genin, entre ellos el adolescente y rebelde chico Sarutobi, lo llamaban Nii-san.

Él estaba feliz en Konoha. Y lo más importante: su hermana lo sabía.

Pensó que la tenía tomada, por un momento, pensó que había superado de todas sus tretas, que nada de ella podría asombrarlo, no había forma de debatirle, hasta que abrió los labios para dejar salir un:

- Iie.

Rotundo, cortante, sin empatía.

No supo reaccionar, estaba seguro de que la tenía en la palma de la mano, que no había forma en que ella no aceptará. Estaban hablando de su libertad, lo que ella tanto deseaba. Él no podía dar más, no podría ofrecer algo que pudiera comprometer a Konoha; en unos años, ni siquiera sería libre el mismo, le pertenecía a la Aldea. Por y para siempre.

- Cambio tus condiciones – dijo ella muy segura – Tu favor… – levanto su un dedo transformándose en garra lentamente, sus ojos acerados prometiendo una muerte negra – …a cambio de que me ayudes a acabar con cada Akatsuki y con aquello que representan.

Esto… ciertamente no lo esperaba. Pero cual foco encendiéndose en la plenitud de la oscuridad de pronto, en aquel momento lo vio. El fuego fraterno que sólo una vez ha visto en la vida.

La Voluntad de Fuego. Asombrosa. Fulgurante. Iracunda.

Sólo tuvo el honor cuando su adorada Oka-san se enfrentó a la posibilidad de haber perdidos a sus hijos bajo la mano de Shimura Danzo una vez.

Esmeraldas abrillantados con la llama de la chimenea le regresaban la mirada con furia apenas contenida, sobreprotectores, resplandecientes de oscuras promesas a quien ose lastimar a su gente.

Por supuesto, en Konoha no hay amenaza para Naruto-kun. Akatsuki sí lo es.

El futuro Hokage la miro cautivado.

Fuera de las discusiones que han tenido por la lealtad o lo que significa la paz para cada uno, al final era como ella misma había dicho una vez: ¿Realmente importa?

¿Importa el por qué tome la vida de alguien si esa persona tuviera la oportunidad para tomar la vida de mi familia? No importa si lo hice bajo el nombre de una Aldea o bajo mi propio legado, si al final a esa persona la asesine por puros medios egoístas, porque sé que, si la dejo vivir, es muy posible que a mí no me devuelva el favor. ¿Es egoísta querer protegerme a mí y a los míos cuando el resultado es el mismo que la Aldea me pidió?

Perseguían el mismo objetivo, por distintos fines. Querían que sus hermanos menores estuvieran sanos y salvos en su amada Aldea y estaban dispuestos, ambos, a sacrificarse para lograrlo, sin importar las consecuencias.

Cientos de pensamientos, todos confusos, todos contradictorios fluían en su mente, la cual se quedaba a cada segundo en blanco. Ella lo espero pacientemente, su garra enfundada en una pizca de tonalidad verde en la punta, lista para marcar su contrato.

Lo dudo, sólo un momento, hasta que vio en las imágenes recientes de su mente la sonrisa de Shisui al saberse curado; al ver a Sasuke vivo, después de que su mayor pesadilla fuese destruida; al recordar cuantos ninjas más podrían sufrir el mismo destino que Izumo; más que nunca su deseo de ser Hokage se fortaleció. Nadie más caería bajo su manto.

Un paso más hacia su meta de convertir el mundo en un lugar de paz, y ella, sin saberlo, lo estaba ayudando.

La Voluntad de Fuego prevalecerá por siempre.

Con toda la pasividad del momento, pronuncio un:

- Acepto.


Ella se define como fría.

Sin cariño para dar, sin amor para prestar,

pero anda mira cómo lleva su vida.

Tiene magia en las manos,

Fuego en los ojos

Y encanto en los labios.

No le llamaban Ero-Sennin por gusto, sino por convicción y quedo totalmente demostrado orgullosamente con el nuevo título de su libro, pero el prólogo… ahhhh…un sueño para los ojos viciosos de cualquiera:

Bienvenidos a la historia de esta ermitaña pelirrosa y su trío mandilón de shinobi de cabellos negros.

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Días después en la frontera de Konohagakure y Yugakure, mansión de otoño Uchiha

- Entonces eres un sensor.

- Un médico-

- Un médico que necesita desangrarse asi misma para curar, ¿es así?

- … -

- ¿Sabes cómo curar la letalidad de la preclamsia?

- Mi sangre no lleg-

- Entonces tu sangre es infructuosa, tu conocimiento débil.

- ¡Oye! ¿¡Quién te crees que eres?!-

- Yo digo que la masoquista no sirve. Permiso para matarla, ¿puedo, Taicho-san?

- Iie.

Peligrosos ojos verdes miran a los – fingiendo no estar asustados – carmes de la niña con bata de médico. Karin se estremece queriendo no hacerlo, pero cualquiera que sintiera ser acorralado de la nada por una serpiente venenosa temblaría. Especialmente cuando Sakura parecía estar divirtiéndose maliciosamente de su malestar y la provocaba a propósito.

Sus esmeraldas habían estado sobre la joven médico sólo un minuto, juzgándola mentalmente, en tanto, podía ver a la pelirroja encogerse a cada segundo.

Sasuke puso los ojos en blanco, aprovechando que Itachi estaba leyendo, ignorando a todos. Debía hacerlo. Sakura recomendó reposo y una excelente alimentación, cosa de lo que ella se había encargado durante los últimos catorce días dentro de la cabaña familiar.

Hokage-sama mando a Sasuke junto a Karin extraoficialmente para una evaluación rápida de Itachi, pero sinceramente, sólo era para calmar al pequeño Uchiha que había estado molestando a la Senju constantemente con avances de su hermano mayor.

Aunque pudo influir mucho cuando Naruto hizo un berrinche porque el aniki de Sasuke había desaparecido con permiso de la Senju, así como su propia hermana y exigió verlos.

Una pelea verbal tras una física donde Naruto obtuvo un precioso moretón en su mejilla fue el resultado de una restauración en la oficina de la Hokage, pero al menos cuando Sasuke dijo por favor, a él sí le dieron permiso.

Naruto estaba verde de envidia.

- Tienes suerte de ser el alimento del vampiro; de lo contrario, te degollaría por la inutilidad que representas.

- Sakura.

La voz de Itachi sonando, cual recriminación a una pequeña soez, desde la hamaca que había dispuesto la flor rosa, donde reposaba cómodamente disfrutando el aire cálido, también cortesía de Sakura, en el jardín.

- Y tienes suerte de que el vampiro sea hermano de Taicho-san – murmuro aquello sonriendo maléficamente para salir a recostarse boca abajo en el pasto continuando su lectura. "Black Cat Bone: tradición mágica de hoodoo"

Libro proporcionado por Jiraiya-sama quien dijo que evitaría que las malas energías torturaran a Sakura.

Todo el mundo le brindo un soplamocos épico, exhibiendo particularmente un rasguño bastante feo de parte de Bastet ya que dicho libro indica como se debe hervir un gato negro vivo en una olla de agua a medianoche, para que sus huesos puedan ser cortados más fácilmente por el practicante y realizar la invisibilidad.

Desde entonces, el neko vive con Shisui por el tremendo pavor que le provoco Sakura al medir sus patas gatunas una vez mientras leía su nuevo texto.

Dejando su taza de té, Sasuke se acercó para despedirse de Aniki.

Tenía misión en donde por orden de Hokage-sama revisarían el resto de las guaridas de Orochimaru.

Naruto, por orden expresa, tenía que quedarse para continuar su interrumpido entrenamiento bajo el seguimiento del Maestro Espía.

En conjunto con Kakashi-sensei, otro espeluznante llamado Yamato y un chico, más pálido que el mismo, llamado Sai seguirán a Karin-san hasta la Guarida del Sur, en las fronteras del País de las Olas, para continuar con la liberación de "experimentos" que tenía la víbora de Orochimaru encerrados.

La pelirroja había accedido a cooperar mientras que fuera Sasuke quien la socorriera a velar por los esclavos; por alguna razón parecía haberle tomado confianza, aunque Naruto parecía nervioso a su alrededor cada vez que ella estaba cerca.

Frunciendo el ceño decidió alejar esos pensamientos antes de despedirse de su hermano mayor.

Viendo por si mismo que su salud estaba regresando lenta pero progresivamente por sus propios ojos, se sentía más tranquilo, tan calmado de saber que su admirado héroe lo seguirá siendo por mucho tiempo más.

Las vacaciones imprevistas le están sentando de maravilla si la piel sana y cálida es un indicador.

Sus lagrimales parecen haberse atenuado haciendo que sus ojos parezcan más enérgicos a últimas fechas.

El ambiente de primavera que la hechicera creo a su alrededor, que fungía como una burbuja, evitaba que el frío del invierno se colará en los huesos de Itachi, produciéndole un agradable color en sus mejillas.

- Nos retiramos Aniki.

- Hai otouto, procúrate a ti y a tu equipo, que la Voluntad de Fuego te guie.

Respondió su aniki enviándole una mirada de afecto, al saber que ninguna de las féminas, los observaban.

Ambos pares de orbes oscuros se miraron con esplendido cariño, al saber que el otro estaba a salvo y que pronto regresarían a casa juntos.

Sólo un poco más.

- Sayônara, nii-san.

El Uchiha mayor asintió y no dejo que su mirada se despegará de la espalda del menor hasta que salieron por la puerta principal. Así Itachi hablo sin mostrar ninguna emoción, regresando la mirada al libro en sus manos:

- No debiste comportarte así con ella, Sakura.

- Es por su bien – dijo la cínica.

- Dudo que ella lo vea como un bien con palabras tan innecesarias.

- Por el ciclo de educación en el que sido manipulada, no se arriesgará a perder su estatus como curandera instantánea. Hoy día es una inútil, pero a decir por sus manos sudorosas y ojos nerviosos, significa que ella quiere agradar. Más importante aún: quiere mostrarse útil ante Sasuke… por alguna misteriosa razón – murmuro lo último sonando incrédula.

Eso hizo levantar la ceja de Itachi. Sabía que la niña pelirroja quería lucir… agradable, también detecto los mismos signos que Sakura, y su muy curioso apego a Sasuke, pero ¿que tenía que ver con…? Oh.

- Quieres retarla.

Una sonrisa sabionda se desplego en el rostro de su enfermera-médico actual.

- Si nunca se siente motivada, se conformará con el hecho de que su sangre es curativa, dejando de lado estudios médicos que pueden mejorar su conocimiento. Además, seguramente quieres a un médico capaz en el equipo de tu vampírico otouto – lo miro evidenciando la lógica -; eso por un lado y por el otro, - murmuro con intención astuta - tengo un plan sobre la utilidad en su ADN, Taicho-san.

- ¿Tienes una idea? – pregunto intrigado y curioso. La pelirroja no había sido ningún tema de conversación más que para el cuestionamiento de los escondites de Orochimaru, entonces ¿Cuándo llego a picar la curiosidad de Sakura?

Ella le dedico ahora una sonrisa traviesa, levantándose fue a la casa, se escuchó como se movieron algunos pinceles y madera sobre el escritorio que estaba destinado para ella en su recamara, salió trotando con un pergamino en la mano. Itachi se sentó entonces más erguido en la hamaca, tan placentero como estaba, parecía que Sakura tenía algo que mostrarle y necesitaba su atención.

Desplegando los pergaminos en el pasto, Itachi observo el trabajo de Sakura en borradores. Mapas, al menos unos cinco o seis mapas. No… eran más como… planos… anatómicos.

- En Sunagakure, Kankuro-kun se especializo en títeres, de hecho, me explico en detalle por misivas actuales, el funcionamiento de las habilidades que él ha podido desarrollar, el problema es en si la cantidad de chakra a utilizar para estabilizar a todos.

Movió el primer plano para mostrarle a Itachi un brazo izquierdo completo, y sobre este coloco un papel calca con el mismo contorno, pero en un sistema mecánico; articulaciones y números detallados en ambos papeles que se trasponían para verificar los tamaños.

- Este es el primero, pero observa aquí – señalo la unión al hombro – si usáramos la misma teoría que en algún momento aplico Sasori de la Arena Roja, cosa que ya confirmé con Kankuro-kun, es factible utilizar un brazo protésico en aquellos casos donde el desgarramiento muscular haría imposible volver a colocar un miembro… -

Ella se mueve a través de los planos evidenciando el conocimiento que le ha aplicado a esto:

- …Sin embargo, ambos tenemos el problema en que desconocemos como Sasori aplico la parte de estabilidad de chakra, porque él permanecía con un corazón latente dentro de él, lo que fungía literalmente como el motor de energía; aun así, una prótesis de brazo y esta de pierna, - mostro otro papel calca en las mismas condiciones – necesitarían una bobina específica para poder operar ajustando su chakra al de las extremidades nuevas para-

- Sakura – murmuro no viendo los papeles calca, si no a la cabeza rosada.

- ¿Si Taicho-san? – levanto su vista obedientemente.

El corazón se le estremeció positivamente al ver las esmeraldas expectantes de presentarle sus avances.

Le hizo recordar a Sasuke cuando le mostraba sus primeros dibujos. Una niña enseñándole a su maestro sus primeros logros.

- Arigatou.

Ella no respondió. Él sabía para quienes eran estas simulaciones de prótesis, estos maravillosos diseños que por lo poco que había entendido, si funcionaban como debían, le darían otra oportunidad a los shinobi cuyos nombres estaban apenas visibles encima de cada papel.

Raido, Sarutobi, Kotetsu.

El escuadrón que pensó que no volvería al ruedo.

Sorprendido y extrañamente orgulloso, se dedicó esa tarde junto con su shonen, aportando en lo que pudo, brindando su propia opinión y con cada nuevo apunte y rastro de tinta que dejaba en el papel, Itachi se sintió más útil, más optimista.

Porque no existían imposibles, sólo improbabilidades, y esas eran buenas noticias. Especialmente con un nuevo brío de esperanza donde la lealtad de ambos huérfanos parecía arraigarse cada vez más en Konoha.


Se odiaban.

Y Hatake Kakashi quería cerrar su libro y regañarlos seriamente.

A finales de Agosto, había disfrutado con Naruto, quien aunque era desobediente, gritón, alborotador, defensor de la justicia, metiche a morir, de alguna manera lograba esa tonta sonrisa zorruna con sus bigotes y te hacía reír en lugar de enojarte con sus boberías.

Con Sasuke desde genin, jamás había tenido problemas, más que cuando fue el examen Chūnin y fue su único chico que continuo con el camino ninja.

Días oscuros para Sasuke y Kakashi.

Los tres habían sido un equipo muy equilibrado; aunque continuamente lo culpaban de que ellos hacían el trabajo y él sólo miraba desde lejos con la nariz metida en su libro erótico.

Pero fue un buen equipo, uno excelente donde faltaba un montón de comunicación por fuera de la batalla, pero en el campo, Sasuke y Naruto parecían complementarse al dedo.

Cuando fue su turno con Sakura y Sai, bien…, había tenido sus serias dudas al respecto desde el inicio.

Sabía que Sai era el encargado de Danzo para vigilar las interacciones de la pelirosa, pero nunca imagino que la joven le daría tanta guerra y conseguiría la buena cara de Sai desde el inicio.

Sí, era justo como dijo Itachi, pero le hubiera encantado que el Uchiha le diera una advertencia a este pobre hombre.

Una etiqueta de locura fácil, manéjese con cuidado, se hubiera agradecido.

No sólo el hecho de que ella parecía tan oscura y sangrienta le impacto, eso prácticamente tenían la mitad de los ANBU a los que conocía, pero en ella era como un deseo continuo de sangre que deseaba arrasar todo a su paso y hacía que te rebajaras a su nivel, una probada del infierno.

No ayudo a que tuviera a Kubiki-chan alimentándose de sangre enemiga cada dos por tres, sino que Sai se le unía a la refriega como experimentando, jugando con ella. Incluso se atrevieron a arrebatarle su libro y amenazar con quemarlo si no respondía unas cuantas preguntas, sólo por puro aburrimiento.

Fueron la dupla contraria a Naruto y Sasuke, donde el primer grupo era infantil y ruidoso, el segundo era bélico y metódico. Extrañamente ambos grupos, funcionaban, entregando misiones en tiempo récord, gratificaciones de los clientes, solicitudes de otros contactos que gustaron del servicio, incluso hombres y mujeres por igual, una que otra vez, deseaban comprar una noche con cualquiera de los cuatro.

Una imagen bastante… tenebrosa según Kakashi.

Incluso a él le propusieron un trio. No tuvo el valor para ver a los ojos a Sakura y Sai, de todos los más densos absurdos, después de explicarles que significada hacer un trío.

Aun así, los entendió y tuvieron sus momentos en que lo hicieron reír con sus payasadas, especialmente desde que Yamato fue la nueva víctima del dúo. Jamás olvidará la mirada de traición dirigida al copia ninja cuando dejo que lo enterraran en una tumba de agua.

¿Por qué? Veamos si la madera flota, decían.

Kakashi no pudo parar de reír un buen tiempo. Luego vio que sus ninken lo miraban juiciosos.

La locura se contagia, entendió a lo que se refería Hokage-sama ahora.

Ahora tal vez la rubia Senju pensó que sería entretenido mandar a Kakashi con un miembro de cada uno de sus equipos anteriores más una pelirroja obsesionada con Sasuke.

¿El resultado?

- ¿Te gusta que te laman?

- … ¡No, asqueroso! ¡Deja de preguntarme eso!

- ¿Cómo sanaste al pato entonces?

Esquivando un kunai veloz impregnado en electricidad, no permitió que interrumpiera su siguiente pregunta:

- ¿A qué sabe su sangre, pato?

- Kakashi.

- Sasuke.

- Permiso para matarlo a Sai.

- Iie.

- Taicho-san.

- ¿Si Sai?

- Permiso para matar primero al pato, así confirmaré el sabor de la sangre de la fea.

Fue por pura fuerza de voluntad que Kakashi dejo salir primero un suspiro antes de detener la pelea inminente entre los miembros de su equipo.

Yamato no hacía nada más que caminar, aun molesto porque tuvo que abandonar el precioso proyecto que trae entre manos en Konoha. Para variar, fue Sakura quien le susurro maléficas palabras al oído.

Un nuevo método de seguridad y protección para cubrir el rededor de Konohagakure, sin embargo, dicho proyecto está en pausa porque la ninja pelirosa decidió dedicarle al futuro Hokage unas merecidas vacaciones o algo así dijo la rubia Hokage, sin dar mucho detalle.

Sin alguien que le siga el ritmo a Yamato, este se desilusiono un poco y decidió acompañar al grandioso actual equipo, pero en lugar de ayudar a calmar a las fieras, sólo esta… siendo Yamato.

- ¡Te enseñare quien es una fea!

- ¿Me darás una foto tuya? No gracias.

- Te odio.

- … Ya entendí por qué.

Todos lo miraron, sacando un libro que rezaba "Mil y una formas de socializar".

Un día Sai llego cargando un libro sacado de la biblioteca, aludiendo a que lo utilizaría para comunicarse mejor con ellos debido a que Sakura lo llamo alexitímico. Al ser una palabra que ni Kakashi ni Sai conocían, Sakura lo mando a la biblioteca a buscar un tumbaburros. De nuevo rodo los ojos ante las miradas atónitas de ambos.

- A esto se refería este capítulo – dijo mientras continuaba caminando – "las personas no se sentirán a gusto hasta que no hayan compartido algo en común".

Giro su cuerpo para volverse a Karin:

- Por eso te apegas tanto al pato, como ya te lamio, ya compartieron fluidos. Por supuesto que si yo te lamo, también te adherirás como larva a mí.

Lo lógica era infalible, pensó Kakashi, pero de alguna manera se sentía mal.

- … ¡No me lamerás! ¡Maldito bastardo!

- Nunca dije que quería lamerte, fea, al contrario, podrías lamer al pato de vuelta para que se apegue a ti como tanto quieres.

- … Te mataré…

Karin furiosamente pisoteaba la tierra hasta llegar a un Sai completamente seguro de su enunciado.

Kakashi una vez más quiso golpearse la frente por aceptar un equipo tan denso.

- Equipo.

Tanto Sasuke como Sai, preparados para la orden conforme el tono de capitán que adopto Kakashi.

- Preparados, estamos cerca, no permitan distracciones.

- Hai Taicho-san.

- Hai Kakashi.

Una mirada dirigida de pelinegro a pelinegro, midiéndose, estableciendo límites como felinos ante los terrenos.

Cuando llegaron a la Isla de la Guarida del Sur de Orochimaru, planificaron rescatar a todos los heridos, inmovilizar a los guardias y recuperar cualquier pergamino o sello que pudiese ser de alto valor.

Por tanto, Karin, fungiría como el señuelo y mediante genjutsu podrían superar a los guardias, que según la pelirroja a su orden quedarían quietos, mientras la noticia de la muerte del Sennin aún no se hubiera expandido.

Kakashi miro a Sasuke, quien parecía relativamente tranquilo. Todos, tanto Hokage como Nara Shikaku, él mismo habían reflexionado si era una buena idea realmente permitirle ir a esta misión; sin embargo, tanto Naruto como Itachi-san en la distancia habían pedido accederle esta labor.

El copia ninja lo entendió, por supuesto, el Uchiha menor quería cerrar este capítulo en su vida y que mejor que ser él mismo quien borre toda existencia de Orochimaru, pero, aun así, le preocupaban los extraños quejidos que Sasuke emitía mientras dormía, y eso cuando realmente dormía, porque al parecer le estaba constando conciliar el sueño.

Lo que sea que vio cuando fue secuestrado, estaba pasando factura al pelinegro.

- Escuadrón Kakashi – dijo para iniciar con el plan "liberando las serpientes"

Sólo rezaba para que, de alguna manera, lo que sea que el Sennin dejo atrás no condene a Sasuke más de lo que ya lo ha hecho; para que este equipo funcione correctamente a pesar de sus defectos; y para que, de alguna manera, todos salgan con vida.


Y de alguna manera funcionó.

De hecho, funciono a las mil maravillas. Tanto es así, que ahora pareciera haber dos Karin en el equipo.

Ambos pelinegros, Sasuke y Sai, trabajaron perfectamente, prácticamente indicándose sus maniobras bajo lenguaje de señas, y fue una ejecución perfecta.

No hubo incendios, no hubo inundaciones, no hubo explosiones nucleares innecesarias, no salieron corriendo por despertar a una tortuga dormida, no hubo que vender a Yamato a traficantes, simplemente fue paz y tranquilidad.

Justo como Kakashi deseaba, y de alguna manera, sintió que algo hacía falta.

Tal vez una flama o dos.

De cualquier manera, con la situación fluyendo, la guarida, la cual constaba en una serie subterránea bajo el aspecto de un falso volcán, fue clausurada y deshecha.

Los guardias que presentaron guerra, exterminados.

El problema no fue la resistencia; el problema fue todo lo demás.

Las víctimas. O lo que quedaba de ellas.

Pudo ver el puño de Yamato presionarse una y otra vez, cuando atravesaron celda tras celda buscando una señal de vida, por más reducida que estuviera, quería encontrar, aunque fuera una tenue firma de chakra pidiendo ayuda.

De unas cien, ciento veinte personas raptadas, atadas con cadenas al suelo, sólo veinticinco estaban con vida, y era una vida deplorable.

La peste de la acumulación de inmundicias de semanas, incluso meses atrás, las paredes pintadas entre rojo fresco y café deteriorado sólo fueron el preámbulo de las decenas de miradas muertas que los recibieron.

Dijo que los estaba cuidando, decía Karin al pasar por cada celda putrefacta. Al parecer, ella había sido sacada por órdenes de Orochimaru meses antes del secuestro de Sasuke para preparar su cuerpo, brindarle la fuerza que su cuerpo actual ya no podía procesar para si mismo.

El problema es que no eran tanto los guardias, sino que algunos de los propios esclavos, personas con uniforme estándar en gris, los que no estaban encadenados, los atacaron mostrando transformaciones de los sellos Malditos que les incrusto Orochimaru.

Cuando Karin corrió buscando al fondo, a alguien en específico, abrió una puerta, una que parecía estar fuertemente cerrada con cadenas inclusive y columnas de grueso metal.

Mirando de reojo a Yamato, Kakashi y él se prepararon sólo para ser atacados por la vista de un experimento más.

Un joven enfurecido quien presenta malformaciones en todo su lado izquierdo del cuerpo. Un brazo en un ariete parecido a un pistón, así como la piel de tono oscura y su esclerótica completamente negra. También contaba con una franja negra que va desde la mitad de su frente y por el puente de su nariz.

La intensión asesina inunda el lugar, atacando justo a Karin, quien fue salvada por Sasuke.

Una explosión de chidori que toco el hombro izquierdo del individuo lo paraliza, hasta que la katana del propio Uchiha levanta la barbilla del chico.

En ese momento, Karin grito el nombre de Sasuke, lo cual hizo que el joven transformado de inmediato, volviera a su forma humana normal y gritará, "no quiero asesinar a nadie, váyanse y déjenme solo".

Tan confuso como fue eso, la pelirroja empezó a explicar quién era este amigo suyo.

Jūgo: un joven muy alto, un poco más que Naruto, entre los dieciocho y diecinueve; musculoso, con el pelo naranja puntiagudo, ojos rojo-naranja, y es extremadamente gentil.

Incluso agradeció a sus guardias, quienes ya estaban en el otro mundo, por haberlo cuidado por tanto tiempo.

Jūgo, alguien que puede utilizar el modo sabio desde su nacimiento, pero el ejercer tanta energía natural de forma masiva y tan repentinamente lo obliga a tener ataques de ira, lo cual lo vuelven violento.

Así es como encontraron que Jūgo, es el origen de Juinjutsu de Orochimaru, sus marcas, los Sellos Malditos.

Karin quería salvarlo porque de alguna manera, había entablado una buena relación con él y el chico no era malvado, ni siquiera era seguidor de Orochimaru, y su conocimiento sobre los sellos malditos podrían funcionar para salvar a otros.

Cuando escucho que era Uchiha Sasuke quien detuvo su presagio de matanza sobre Karin, el chico agobiado murmuraba cosas sobre un tal Kimimaro y que es su resurrección y su legado está en su alma, y cuando parecía recobrar el sentido, Jugo se volvió alguien inseparable del Uchiha.

Yamato silencio en tiempo a un Sai que justo preguntaba si también lo había lamido.

Negando la cabeza ligeramente, al menos agradeció que esta misión estuviera finalizada, faltaba el regreso a casa y se preguntó si en cada futura misión con estas generaciones estarían tan impregnadas de misterios y sorpresas cada vez.

¿Una buena noticia? Al menos, Jiraiya-sama ya anuncio una nueva entrega de su serie favorita.


No lo podía creer.

Por un momento se sintió en los castigos de su infierno personal, pensando que era el final; que dio todo de sí, lo mejor, peleo con todo y aun así perdió.

Para despertarse entre suaves sabanas y un aire enriquecido con fragancias de romero y lavanda, sus favoritos.

Sentía mucho dolor, tal vez sí era un infierno al final.

- Despertaste al fin. Por un momento, pensé que tendría que ir a por ti al inframundo, ¿eh?

Una voz sonó a su derecha, intento abrir los ojos, pero la luz estaba demasiado fuerte. Al parecer su visita se dio cuenta y cerro las cortinas.

Sirvió para que la iluminación bajara permitiéndole abrir los ojos tratando de enfocar.

Se sentía seco y vacío. Muy vacío.

- Tranquilo, al parecer semana y media en cama pueden dejarte descolocado, date tu tiempo.

Esa voz, él la reconocía, pero ¿de dónde?

Trato de tocar su cabeza, con el terrible dolor que tenía; pero sus brazos estaban pesados, se enteró entonces de los múltiples tubos que estaban ligados a sus muñecas inyectando algo.

Reviso y parecía ser un suero.

Tan cobijado como estaba pudo sentir en su pecho otra ropa. Una bata.

Estaba en un hospital se enteró, al ver todo el blanco a su alrededor.

- Toma.

Le acercaron un vaso de agua. No quería aceptarlo no iba a aceptarlo, pero ya era tarde cuando razono que ya la estaba terminando.

Su sed se apaciguo por apenas, pidiendo por más, cuando volvió a escuchar:

- ¡Oy! Tranquilo, no puedes beber todo de uno solo, más despacio o…

Fue interrumpido por la voz quejumbrosa de un cuerpo que apenas estaba recibiendo sustento por si mismo.

Sus ojos se cerraban continuamente porque necesitaba descansar más, pero al tiempo sus recuerdos le impedían que se durmiera, necesitaba respuestas, pero no podía hablar del esfuerzo descomunal del dolor de cabeza.

Sintió que su palma, la que no tenía el vaso, se abría y era metida una pastilla.

- Es para la migraña, te ayudara.

Frunciendo levemente el ceño, solo bebió agua más apaciguadamente, antes de intentar acomodar su voz.

Tuvo que aclararse tres veces antes de volver a tomar agua y sentir que su voz saldría sin problemas.

Agradeció internamente de que quien fuera que estuviera esperándolo, no lo presionara.

- ¿Hotaru?

- ¿Quién?

- … ¿Don… dónde estoy? – su pensamiento lo había traicionado dejando salir el nombre de su shōnen.

- Estás en el hospital, sexto hermano.

Esa palabra, esa entonación, esa sonrisa mientras hablaba revelo quien era su visita.

- … ¿Naruto?

- Créelo, amigo.

- ¿Por…por qué…cómo?

Intentando sentarse, sus articulaciones empezaron a quejarse cuando la presión arterial subió.

- No, espera, espera recuéstate, yo lo muevo – pudo vislumbrar como un rubio muy alto se acercó a un control junto a la mesita a la derecha y la cama se movió por si sola dejándolo en ua posición sentada – ahí está, listo, ¿cómo te sientes?

- ¿Qué...? ¿Qué está pasando...? ¿Eres… tú? – dijo aun tambaleante.

Utakata se sentía demasiado débil, pero eso no evitaba que viera al chico, enorme, delante de él.

Lo reconoció esta vez que pudo enfocar correctamente su mirada.

Ahí está, el noveno hermano. El más amado de todos.

Hace años que no lo veía y eso fue cuando era un pequeño altanero, una pulga, que no le llegaba sino hasta el codo.

Tanto había cambiado en él y al tiempo, un destello de nostalgia y melancolía lo recorrió al ver su rostro: los bigotes más pronunciados ahora, alargados, el cabello aún en un tono rebelde levantado, todavía más dorado, la piel aún más bronceada, haciéndolo ver musculoso. Su forma robusta era más imponente por el metro ochenta que le calcula ahora que tiene.

Hizo las cuentas. Ahora el chico dorado tenía diecinueve años.

Tan joven e imperioso, justo como se esperaba del jinchūriki del Kyūbi. Prácticamente evoluciono de lo que era aquel niño curioso y cauteloso, tan parlante que parecía escribir un libro por medio de su voz.

Ahora, aquellos ojos azul cielo, esos se habían endurecido; la palabra que le venía a la mente era Maduro.

Definitivamente su aura, su energía, el chakra que radiaba de él calmando a Utakata, era más controlado, tan ordenado como del que él mismo goza, se nota su experiencia practicando con su bestia de cola; parece que su forma de ser creció para bien.

El jinchūriki del seis colas quiere sonreír; pero no olvida que aún necesita respuestas.

- No te preocupes, estas a salvo aquí. Eso sí, te trabajaron duro ahí afuera, ¿eh?

- ¿Dónde estoy? – su voz salía cada vez más estable, gracias al chakra del rubio que estaba apaciguándolo.

- Antes de nada, debo pedirte que te calmes, estas a salvo reitero, pero necesito explicarte primero que ocurrió para que entiendas donde estas, dime si me entiendes ¿por favor?

Definitivamente era más maduro.

Utakata asintió y así fue como un Naruto muy crecido, comenzó a relatarle sucesos impresionantes sobre un grupo denominado Akatsuki, y aunque se desconocía su propósito, se sabía que tenían por meta previa conseguir a todos las bestias de colas.

Escucho sobre como un escuadrón de Konohagakure no Sato, lo rescataron en el último minuto. La Aldea Oculta entre las Hojas peleo ferozmente contra el grupo en reiteradas ocasiones debido a sus múltiples intentos de capturar algún bijuu.

Escucho como lograron llegar al primer hijo, convertido en el Kazekage, y extrajeron a Shukaku.

Horrorizado escucho como también trataron de llegar a la poseedora de las segundas colas; como también fue salvada por el mismo escuadrón que lo salvo a él.

Una vez que Naruto termino de explicar que fue la misma Hokage quien dio seguimiento a su salud dentro del hospital, Utakata no tenía palabras inmediatas.

Su mente esta reflexionando sobre todo lo que había escuchado, y aun así tantas preguntas más estaban en el aire, quería tanto saber, pero dudaba que Konoha fuera tan… cordial como Naruto lo indicaba, así que se fue por lo seguro:

- ¿Dónde está Hotaru? – lo miro a los ojos buscando indicios de mentira.

- Lo siento, Dattebayo, pero no sé a quién te refieres. Conforme lo que reviso el escuadrón, eras el único en kilómetros.

Miro hacia las sábanas, su mente volaba recordando donde la había dejado; donde estaría ella ahora.

Quería pensar que ella estaba bien, que ella había regresado a su clan en la aldea Tsuchigumo.

Era tan irónico, pensó. Ella paso tanto tiempo solicitando, suplicando volverse su aprendiz, para que cuando al fin aceptará, fuera atacado mortalmente. Emboscado para extraerle el poder por el que se había recluido tanto tiempo.

A la vida le encantaba ser tan cruel, decidió.

- Sé que puede ser abrumador – escucho la voz del rubio – pero te aseguro que Konoha no tiene mala fe contra ti, de hecho, yo mismo ni siquiera soy un shinobi al cien por ciento dentro de la Aldea. Los estoy probando.

Naruto no era alguien que hiciera uso de las mentiras; él lo conoció de más joven, y, desde entonces el chico tendía a convertirse en un rayo de sol a donde caminara.

Tantas veces lo intento convencer para que fuera a vivir con él y su familia, a saber, la famosa Sakura, a quien nunca tuvo el placer de conocer. La hime de Kirigakure.

- Dime Naruto, ¿Por qué estas entonces aquí?

El hijo más amado, el noveno, le conto todo lo que había vivido el último año, y Utakata de alguna manera, sintió que Naruto lo volvió a hacer.

Logro que Utakata, el ermitaño de Kirigakure, se sintiera en casa y a salvo.


Fibrosis quística.

Ese era el nombre médico de la enfermedad que lo había acongojado desde los cinco años.

Nadie le había puesto un nombre, porque nadie había siquiera empezado a investigar correctamente la enfermedad, no más allá desde hace tres años.

Es una enfermedad cuyo nombre inclusive estaba en riesgo de desaparecer al no diagnosticar a más de dos personas al año con ella.

Entendió la parte de mutación genética que afecta principalmente a los pulmones, riñones y curiosamente, los ojos. También entendió, aunque lo ensombreció, cuando escucho la palabra incurable.

Sin embargo, el pronóstico era ciertamente tentador. Aseguraba, si todo salía bien, una recuperación básicamente completa, tanto que ni siquiera se acordaría que retozaba en dicha enfermedad.

Lo alimento y medico con todo lo que pudo durante una semana entera. Desde enebro hasta fresa, salvia hasta saúco, incluso probo la ruda marinada en tres tipos distintos de hongos, todo para que su cuerpo tuviera el sistema inmunológico adecuado para comenzar a restaurar la necrosis pulmonar.

Tan contento como se compuso por el pronóstico, ella parecía negativamente motivada murmurando algo sobre capitanes necios, que les encanta un kunai clavado en el pecho, pero no fuera una revisión médica a la que rehúyen a la primera oportunidad.

Murmullos muy parecidos a los que haría Hokage-sama, lo sabía muy bien.

Después de la primera semana, comenzó el tratamiento. Catorce días, diagnóstico, y otros treinta para revisar avance y observaciones.

Dos meses en total para confirmar que el tratamiento principal estaría liquidado; después de ello, serían revisiones de cada tres semanas, cada dos meses, posterior, y al final cada seis meses; sí por el resto de su vida, pero cuando se le garantizaba que no volvería a sufrir ataques letales de tos con sangre o inclusive mejorar su rendimiento, no se quejaba.

Itachi ni siquiera recuerda cómo es vivir sin tener un ataque de asma cada noche.

En donde cada célula afectada habría que debilitarla, metabolizándolas hasta dejarlas muertas y que su cuerpo reconociera la perdida tanto para desecharlas como para volver a crear nuevas células.

Los glóbulos blancos tendrían que reproducirse por sí solos, para que el cuerpo no rechazara cualquier antígeno que ella creara dentro de sí. Algo así como cuando se rompen los huesos para hacer más fuerte al nuevo vínculo que se cree.

Nunca le informo a Sakura, pero él - desde joven - había acudido con su médico de mayor confianza dentro del clan, uno al que tuvo que ilusionar posteriormente para hacerle olvidar su cita médica. El diagnóstico del médico fue irreparable, más allá de cualquier cura.

Fue enfermizo desde niño, pero a petición de Chichiue-sama, este era un secreto bien guardado entre las altas cabezas Uchiha. Hasta que fue designado como el futuro Hokage, permitió que Itachi buscara medicación inclusive fuera del clan, sobre todo con discreción. De cualquier manera, él ya se había prevenido, ya había buscado información, tratamiento, pero todo hasta el momento había sido inútil.

Hasta que llego una oportunidad que parecía gritarle por ser tomada.

Ahora, cuando Sakura dijo que dolería, le creyó; se maldijo a si mismo mentalmente cuando entendió que la definición de dolor era muy distinta entre ella y él.

Jamás pensó que caería al grado en que ahora es él quien necesitaba que le dieran de comer en la boca.

- Abre grande Taicho-san.

Y la papilla de avena centrada en una cuchara se introdujo a su boca.

Ella continuó leyendo mientras con sus formas telepáticas, Sakura alimentaba a media mañana a Itachi.

- Previendo que la sombra que la acechaba era el asesino, consiguió pensar frenéticamente en una salida, tan asolada, tan cansada desde que a Phillip lo encontraron muerto, sobre su cama con una dulce carta suicida, entendió que ella era la siguiente, justo en este momento si no se daba prisa… Abre de nuevo, Taicho-san.

Y esta vez fue un popote apostado en un vaso con jugo de naranja lo que se colocó cuidadosamente entre los labios.

Itachi estaba sentado sobre el montón de almohadas que ella había dispuesto en la recamara, a la vez que no podía levantarse. Se sentía asqueado consigo mismo por tener más de cuatro días sin poder bañarse, levantarse o siquiera estirar sus músculos; por otro lado, se sentía golpeado brutalmente en cada parte de su cuerpo tanto que la mera acción de levantar los párpados dolía en este proceso.

Por su lado, Sakura continuaba leyendo sentada con un pie dentro de la ventana. Juntos habían elegido una lectura ligera, criminalística confiando en su mutuo gusto por Sherlock.

Esta había sido su rutina, él dormía y cuando despertaba, ella lo alimentaba mientras le leía para distraer su mente.

Cero estrés, Taicho-san.

Más bien no tenía tiempo para tenerlo. Al inicio pensó que podría dar un vistazo a algunos pergaminos enviados por la inteligencia Nara, pero el cansancio y el dolor, entumecían cualquier acción.

Esperaba caminar pronto.

Esperaba recuperarse aún más rápido.

Pero lo que más deseaba, era poder regresar a proteger Konoha.


Deliraba.

Tenía tanta fiebre y no le bajaba, aunque el trapo húmedo fuera enjuagado y pasado nuevamente por su frente y pómulos delicadamente.

No tiene idea de cuánto tiempo paso así, pero dolía y sentía su voz tan seca que con cada gruñido que quería emerger quería atrapado en su garganta.

Siente frío. Siente calor.

Esta tan incómodo y adolorido que no puede pensar en nada más. Ni siquiera siente sus propias manos.

Cuando el trapo húmero se retira de su frente, quiere gemir. Era el único consuelo ante su maltrecho cuerpo.

No pasa ni un segundo cuando siente verterse dentro de él la más pura energía. Se siente como una cascada de agua fresca y fría, prácticamente quiere abrir la boca para tomar un trago o dos.

Se siente tan pleno, tan satisfactorio.

Siente sus venas llenarse de impoluta adrenalina, sus miembros dejan de sufrir adoloridos, y su corazón empieza a latir velozmente por otra razón. Tanta nobleza que siente hace que quiera soltar una lagrima, pero la retiene.

Mientras se calma deja de escuchar los furiosos latidos de su corazón y su respiración superficial ya no lo es tanto, y empieza a escuchar una canción de cuna.

Cree que es una canción de cuna.

Nunca lo ha escuchado anteriormente. Debajo de su paisaje mental donde esta cómodamente recostado en blancas arenas al lado de un precioso río de agua dulce, escucha una dulce melodía. Las caricias en la frente y en sus mejillas reemplazaron al sucio trapo que lo procuraba. Ahora huele una fragancia.

Madreselva.

Quiere aspirar profundo, quiere, pero no puede, se está atragantando en su impulso desbocado. La melodía se interrumpe ahora por un quedo murmullo.

- Shhh, shhh… no dejaré que te pase nada malo, shh…

No quiere admitirlo, pero se siente tan bien ser mimado como a un niño pequeño.


Un día más de esta tortura, ella promete y él decide creerle.

Sabe que ella no es médico, pero es la mejor curandera que ha conocido.

Sus contradicciones no dejan de perturbarlo. No es profesional ni ética cuando está cuidándolo.

No recuerda que alguna enfermera antes le haya preparado una tarta de amaranto y plátanos con té negro con chai por el simple antojo que él expreso. Tampoco recuerda algún médico que haya masajeado con tanto cuidado sus pies bajo sales minerales y agua tibia.

No tiene experiencias donde el médico haya cantado suavemente mientras acomodaba su cama para que su espalda descansara mejor. Pero lo que más le sorprende, es que por si mismo, extraña las sonrisas que le devuelve cada vez que ella hace alguna travesura.

Como ponerle huevos de serpiente a su licuado verde.


Se despertó en una noche tumultuosa. La asfixia lo estaba abrumando.

Se había acostumbrado a eso, pero esta vez fue enorme, brutal, una bola de fluidos que podía saborear estaba obstruyendo sus vías respiratorias.

Se levanto inmediatamente tratando en vano, de deshacerse de ella.

La oscuridad de la habitación entonces se diluyo cuando una vela se prendió de la nada, justo en su mesita de noche.

Un balde de agua se colocó entre sus piernas, sentado como estaba en la cama, para que fuera inclinado por Sakura detrás de él colocando sus palmas en su espalda:

- No lo fuerces, cuando yo te diga tose todo lo que puedas y luego lo retendrás de nuevo, ¿bien?

La bola estaba creciendo, se sentía desfallecer por la falta de oxígeno en los alveolos de las vías respiratorias, los pulmones exigían trabajar, el cuerpo sufría por la ausencia de aire, manchas oscuras empezaron a llenar su visión:

- Ahora – y acto seguido tosió hasta que le dolió la cabeza.

Una flema sanguinolenta salió de su garganta. Mucosidad y sangre coagulada en su conjunto broto de la boca de Itachi, no viéndole el fin próximamente.

- Retenlo de nuevo, aguanta, aguanta – Volvió a dejar de respirar hasta que escucho – Ahora.

Sentía como si los pulmones estuvieran por escupirse por si solos y salir de su cuerpo dándole el descanso que tanto anhelaba.

El ardor en la tráquea, en la nariz, en la lengua incluso no era nada comparado al dolor en el pecho, de donde trataba de arrebatar lo que sea que está asfixiándolo.

Fue un martirio de una hora entera, en donde Itachi empezaba a arrepentirse de tal tratamiento; el dolor, la sensación ingrávida, el sentirse desolado, abrumado y vacío, era una tortura.

Al final, dos tarros enormes de agua, tal vez seis, siete litros en total de flemas, sangre coagulada, lagrimas, todo tipo de fluidos fue lo que expulso salvajemente Itachi. El olor del cumulo negro, parecido al petróleo, era tan nauseabundo que si no fuera porque literalmente ya no le quedaba nada en el estómago lo hubiera desecho sin ninguna precaución al viento.

Cuando su cuerpo empezaba a entregarse a los brazos de Morfeo, Sakura lo congració agitándolo por los hombros.

- Bien hecho Taicho-san, ahora descansa. Eso fue todo.

Lo último que recuerda es una inocente sonrisa justo al lado de dos baldes llenos de su sangre y baba.

No tuvo tiempo para pensar en que significaba, simplemente se entregó al dios del sueño mental y físicamente dañado.


Incredulidad.

Era justo lo que congelo su cuerpo dejándolo totalmente tenso en cuanto fue consciente.

Lo intento de nuevo.

Y… lo logro.

Volvió a hacerlo… y lo volvió a lograr.

Abrió los ojos para confirmar que no era un sueño.

El techo de madera de alta calidad lo recibió con el esplendor del reflejo de la luz de la mañana.

Volvió a hacerlo.

Respira profundo, aguanta, déjalo ir.

Y lo logro sin ningún ataque de tos, sin el más mínimo rastro de dolor ni de cansancio ni de… nada.

De hecho, era como respirar por primera vez. Como no lo había hecho en años, como no lo había hecho nunca, pensó.

Así que lo hizo de nuevo, pero esta vez quiso saborearlo. Lleno los pulmones lo más que pudo impresionándose del enorme espacio que ahora sentía en sus pectorales.

No había respirado así en años y se sintió tan puro y completo.

Olía a verde pino y delicioso pan recién hecho; percibió sopa de fideo a fuego lento y naranjas frescas, olió gozosamente té negro, su favorito, recién servido y el aire del campo.

Dirigió su mirada al resto de la cabaña, su recamara apenas estaba separada del resto de la casa por una pared de arroz deslizante, la cual estaba abierta.

Todas las ventanas y puertas lo estaban, claramente dejando entrar aire fresco permitiendo airear el ambiente.

Un olor especialmente desagradable llego a su nuevo olfato cuando inclino delicadamente la cabeza.

Él mismo.

Se levanto lentamente, confirmando que podía hacerlo sin ningún malestar, ningún musculo atrofiado, ninguna articulación maleándose, cada movimiento tan natural y sencillo. Sentía las fuerzas regresar a su cuerpo; a pesar del infierno por el que paso, su cansancio era solo eso cansancio.

Hace años, Itachi no reconocía al cansancio por lo que era siempre confundiéndolo con agotamiento extremo por el sobre esfuerzo a su cuerpo. Esto, este nuevo concepto de cansancio era… suave. Era casi gentil porque sabía que sólo necesitaba reposo, pero no al grado de dormir durante días como antes.

Sabía instintivamente que necesitaba comer y tomar agua para saberse sano.

Pero primero lo primero.

Ingresando al baño, encontró sus dispositivos colocados cerca de la regadera, acondicionados para su baño, inclusive una toalla limpia. Sakura seguramente sabía que desearía primero adecuarse a si mismo antes de presentarse al mundo. El agua cayendo sobre su cabello maltratado por el sudor de días recorriendo la piel estaba tan idealmente tibia, levemente con una fragancia de hierbabuena y menta, se dejaba oler en el aire.

Itachi se sentía renacer, consiguiendo limpieza profunda y sin dolor alguno, como antes hubiera tenido que escapar levemente del agua para poder respirar, o incluso no erguirse correctamente por el dolor en los riñones.

Cuando se sintió correctamente aseado, noto que las sábanas sucias de la cama habían desaparecido, y habían sido reemplazadas por nuevas, dejando impregnado un olor de suave lavanda; a un lado, ropa limpia estaba cuidadosamente doblada en la superficie de algodón.

Mientras se colocaba los pantalones, noto que necesitaba procurarse mejor. Estaba demasiado delgado, teniendo en cuenta que eran los mismos pantalones con los que llego hace dos semanas, pero ahora veía sobresalir sus costillas y pelvis.

Aunque, por el contrario, a pesar de la delgadez, estaba increíblemente activo. Se sentía capaz de saltar y correr como nunca, tenía tanta adrenalina por la restauración de su cuerpo que quería comprobarlo. Quería disfrutarlo como hace más de una década no podía. Una sonrisa casi infantil broto en su rostro ante las posibilidades.

Su ánimo se sentía a cada segundo superior.

Al salir al comedor donde le esperaba una merienda en condiciones, situada en la mesa del comedor, escucho el tararear de una canción.

¿Por qué aparecen pájaros de repente, cada vez que estás cerca?

Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti

¿Por qué las estrellas caen del cielo, cada vez que caminas?

Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti

El día que naciste, los ángeles se reunieron

Tan impactado como estaba por su nueva salud, comió asombrosamente, cual huérfano famélico. Incluso noto que la comida sabía distinta, tenía un sabor más enriquecido y sabía que era uno de los beneficios de su recuperación. Deseaba tanto contactar a Shisui para contarle la buena nueva, hasta que el canto se acercó a la puerta.

Y decidió crear un sueño hecho realidad

Así rociaron polvo de luna en tu cabello de oro

Y luz estelar en tus ojos de azul

Sakura entro desde la engawa con una canasta de fruta en su costado.

Un destello de nostalgia lo recorrió cuando la vio vestida con sus viejos harapos, sus ropas campesinas, invitando a creer que era una ruda civil gruñona.

La melancolía fue arrebatada por un destello de diversión cuando vio que estaba llena de tierra de pies a cabeza, luciendo como una niña que hubiera jugado con el lodo. Una parte que últimamente veía mucho en ella. Inclinando ligeramente su cabeza lo observa, confirmando que él está bien.

El rostro de diecinueve años se suaviza al terminar de escanearlo, especialmente cuando él continúa comiendo de la exquisita harina de lo que era un pan relleno de dulce de leche, aún caliente, tratando y fallando en cerrar los ojos, prácticamente gimiendo ante la textura que se deshace en su boca.

Una sonrisa mezclada con ternura y burlonería lo embiste con toda su fuerza.

- ¿Hambre, Taicho?

Resoplando graciosamente continua con su camino hacia el lavabo de la cocina para limpiar las frutas recolectadas en su canasta.

- Ohayō, Sakura.

Siempre correcto, a pesar de ser interrumpido a la mitad de su desayuno, Itachi no olvida ser un caballero.

- Ohayō, Taicho. ¿Tienes malestar en el pecho? – dijo la pelirosa mientras continuaba lavando los melones que cosecho.

- Iie, todo es… diferente.

Eso saco una sonrisa más abierta en el rostro de Sakura.

- Cuando termines de desayunar, esperaré un poco para poder revisarte; debemos confirmar que la digestión está haciendo su trabajo correctamente y llevando el sustento por las células sin que estas mueran.

Itachi no contesto, sólo asintió aun cuando ella no podía verlo.

Es por eso, que todas las chicas de la ciudad te siguen por todas partes

Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti

De alguna manera, era una mañana tan placentera, en la que decidió que, si el trabajo ya lo había esperado casi dos semanas, podría esperar un poco más.

Wah, cerca de ti

Wah, cerca de ti

Ah, cerca de ti Wah, cerca de ti

No tuvo nada que ver el impresionante olor del té negro entre sus manos.


Limpio.

Como hace tantos años no recordaba oler el aire.

Toma una respiración profunda y la deja salir con toda la calma del mundo.

Siente como sus pulmones se llenan con el rico olor a pino.

Se siente complacido, pacífico.

Doblar su torso con la segunda serie de kata para activar el tercer chakra es delicioso, en particular, al escuchar como los huesos se colocan en su lugar; esa pequeña dosis de anestésico natural que provee su cuerpo a los músculos cuando siente la contracción de su espalda.

Mientras da comienzo al bassai-dai, continua instintivamente por los años de crianza: sube la rodilla izquierda, y a continuación paso con pierna derecha a migi-kosa-dachi.

Adelantar la pierna izquierda, girar sobre el talón izquierdo, echando peso y girar por la espalda 180°, sentido horario, adoptando las posiciones de hidari-kokutsu-dachi. Desde aquí llevar manos en gedan-morote-shuto-uke.

Manos en movimiento de apertura de kwnaku-dai, llevar manos casi tocando la frente, muy cerca de ella; deslizar el pie derecho hacia adelante.

Respirar.

Girar 180° por la espalda, en sentido antihorario; en el giro emplear brazo izquierdo como defensa en soto-ude-uke.

Para ser una rutina, es tan placentero poder hacerlo sin tener un ataque de tos.

Le gusto cerrar los ojos, sentir el cómodo pasto verde bajo sus pies descalzos, moverse junto a la satisfacción del aire al ser dividido cuando él lo atraviesa; es una delicia deslizarse sin ninguna restricción.

Antes, este mismo kata le costaba trabajo por el hecho de que implicaba contraer la espalda en múltiples ocasiones y, por ende, los pulmones; respiraciones profundas se requerían cada dos por tres.

Ahora… se siente tan pleno. Confiado.

Su tanto es levantado en algún momento, elevado para luchar contra un enemigo imaginario, pero no es contra un enemigo con quien él imagina.

Sin desplazar, abrir piernas y caer a Kiba-dachi, realizando migi-age-ude-uke.

La lucha es consigo mismo.

Porque ahora sabe que su cuerpo está sano, básicamente, y debe entrenarlo adecuadamente.

Adoptar posición final de migi-kokutsu-dachi.

Debe amoldarse a lo que su capacidad realmente puede hacer. Ahora no hay temor al límite.

Recoger pie izquierdo y llevarlo hasta el derecho, adoptando la posición heisoku-dachi, y kamaei final. Fin del kata.

Si antes eras un hombre mortífero Taicho, ahora eres un temible demonio, uno que incluso yo temería invocar, escucho esas palabras más temprano.

Palabras que, inexplicablemente sin querer, acariciaron sensualmente su ego masculino.


- Tal vez si no lo leyeras al revés, podrías avanzar.

Y sintió como la cabeza en su regazo empezaba a moverse por la risa contenida.

- Considerando que apenas me has permitido comenzar, esto se consideraría un avance.

- Dije que nada de estrés, pero parece que te gusta retarme Taicho.

No lo mira mientras lo dice y de hecho sí parece exacerbada, pero poco hace para detenerlo.

Trata de leerlo dos o tres veces hasta que se vuelve a perder ante el bonito espectáculo frente a él.

Cuando dijo que le enseñaría a bailar, Itachi por alguna razón, se sintió colorear sus mejillas. Por fortuna ella no estaba viendo.

Por otro lado, cuando vio que no eran ellos quienes iban a bailar sino los espíritus del aire, agua, fuego y tierra, brindándoles una obra de teatro al parecer, se sintió contrariado.

Por un momento, pensó, una mínima fracción de segundo que deseaba realmente bailar, deshacerse del estrés sobrante de su cuerpo, comprobar si era tan cremosa y suave como se veía; y por otro, el baile al que se refería era una belleza.

¿Cuándo alguien más podría mostrarle lo bonito que podía ser, ver jugar y bailar entre sí un espíritu de fuego con el agua, siendo arrebatado su compañero por el aire y llevándose jaloneos, sólo para empujar al de la tierra al agua para que se hiciera lodo y pareciera enfurruñado?

Pequeños seres que cabían en la palma de su mano, todos con patrones humanoides sin rostro, con descripciones tan curiosas como orejas de gnomo caídas o élficas, algunos parecía que su cabello era su cerebro brotando, mientras que otros tenían pies enormes desproporcionados a sus pequeños cuerpos, todos luciendo del color de su elemento, tan carismáticos y a la vez juguetones, parecían querer divertirlos por el puro placer del atardecer.

Cuando se dispuso a leer la misiva de Hokage-sama, más informativo que constructivo, Sakura se hartó y se sentó a su lado en la engawa, sólo para colocar su cabeza rosa en su muslo.

Veamos como lees ahora, dijo.

Con mucho trabajo, pensó Itachi.

Sabía que ella no lo hacía con otro fin. Nunca vio en sus ojos lo que tantas otras féminas le habían dedicado.

Miradas de admiración, deseo y sumisión había visto incluso en ojos masculinos, que era una de las razones por las que no gustaba de interactuar en grupos grandes.

Las pocas kunoichi compañeras o subordinadas que se le asignaron en algún momento le habían enseñado de mala gana, a siempre mantener un debido espacio, para que no se sintieran tan cómodas y sobrepasaran el espacio personal de él, a saber, Mitarashi Anko, o la heredera Yamanaka, eran de las más insistentes.

Pero en Sakura, nunca vio esa mirada, al contrario, al inicio, en Yugakure era de aburrimiento, cosa que le impacto, porque estaba acostumbrado a un trato distinto, cortes tanto por su estatus shinobi como social, político y económico. Todos buscaban su aprobación ya fuera por ser un miembro principal de la noble casa Uchiha o por ser el futuro líder de la Aldea Oculta entre las Hojas.

Por eso, que ni ella ni Naruto lo vieran como un objeto financiero o político, aun sin ser de Konoha, fue un respiro para Itachi.

Al menos en ese aspecto, sentía que su aprendiz pelirosa no era más que honesta con sus interacciones.

Cuando se volvió su subordinada, por lo general veía el gusto de retarlo en sus ojos, ya fueran desafíos para él o para el equipo en general, entiéndase, el sufrimiento de Shisui. A menos que su primo sintiera ganas de unirse a las macabras bromas de Sakura ante gennin despistados.

Cuando se volvió la Onmyōji de la mitad de ANBU, su mirada se volvió más creída. Socarrona, era la palabra. Le encantaba desafiar y ser desafiada.

Y ahora siendo su médico, él no sintió que ella lo viera o tocará inapropiadamente, a diferencia de las enfermeras del Hospital, de quienes sentía que se demoraban innecesariamente ya fuera al tacto o vista, en ciertos lugares tonificados y venosos.

Incluso el estar acostada y su cabeza soportada en su pierna parecía cómoda, no entusiasmada. A gusto y tranquila como lo estaría con cualquier amigo. Como la ha visto estarlo con Naruto-kun.

Por eso, no la retira. No por la piel de gallina que resalta en su pierna bajo los pantalones de Itachi.

Porque si la retira, él estaría prácticamente admitiendo, que no fue el baile de los espíritus quien lo hizo sonrojar, sino la fina estructura ósea que está soportando, tan cálida y suave que sobrepasa la tela y cuyo deseo de dejar ahí es tan poderoso como el de quitarlo.

Por su bien mental, deja de leer para que ella sepa que aprendió la lección.


- ¿Entonces lo sabes leer? ¿Entiendes lo que digo ahora?

Itachi sin saber a qué se refiere, asiente. Ella lo mira frunciendo el ceño.

- No tengo tendencia a falsear información, Sakura.

- No es eso Taicho, además no dije eso. Es sólo que…

Ella no lo mira, sino que se pasea lentamente frente a él, tocándose los labios con la mano derecha, pensativamente. Da una vuelta, luego camina un poco y vuelve a dar girar. Hace eso repetidas ocasiones hasta que lo mira fijamente.

- Dime que dice aquí.

Ella mueve su brazo derecho hacia el aire de la recamara y la pequeña llama de la vela se mueve a través del viento. La simulación de pequeñas luciérnagas formando una pregunta en el aire es el truco de ahora.

El Uchiha lee, frunce el ceño y la mira con recriminación en los ojos:

- No te voy a prestar la serie de Icha Icha, detén ese pensamiento de una vez – dice.

Ella no se avergüenza de su solicitud, en cambio alza una ceja. Pasan tres solidos segundos antes de que se acerque hacia él, caminando los tres metros que separan la cama donde él está sentado.

Camina moviendo sus caderas que se ven demasiado marcadas por la pijama, que lavo en caliente y encogió la playera, dejando ver una fina línea de piel nívea que se antoja deseosa por ser tocada. Itachi ha pasado tanto tiempo con ella que sabe que el concepto de autoconciencia no funciona en su mente.

No tiene idea de lo encantadora que se ve. Él no quiere saber lo encantadora que se ve.

Itachi evitar tragar mientras ella se agacha un poco a su altura sentada y trata de controlar su palpitar.

Ella no será una shinobi en regla, pero Kami, tenía mejores nociones que la mayoría. Detectaría su respiración agitada si él la dejaba ver su inquietud.

Para cuando ella se acerca deja caer su rostro prácticamente frente al suyo y lo observa absortamente seria. Si alguna vez pensó que ella fue cerrada, es porque evidentemente no la conocía. Puede prácticamente tocar las ideas detrás de sus ojos, viendo sus pensamientos a toda velocidad.

Cuando abre su boca, sus ojos van directo a sus labios:

- Taicho-san.

- ¿Sí?

Quiere lucir impasible, pero ante la sonrisa que empieza a deslizar ladeadamente en su rostro, se da cuenta que ha cometido un grave error. Uno que aún no sabe que es.

- No sé cómo, no sé qué hiciste, no sé si Sasuke-san o Shisui puedan, pero tú – se le acerca aún más permitiendo que el olor a madreselva y sabanas frescas lleguen sin problema a su nariz – tú…

Los ojos tan verdes se ven tan dominantes en este momento, que Itachi tiene problemas para razonar en sus palabras hasta que ella le murmura en voz muy baja:

- No tienes idea de lo increíble que eres.

Entonces ella no suelta su mirada, sintiéndose traviesa mientras deja caer una animada oración llena de asombro.

- ¡Entiendes el lenguaje ninshu! De alguna manera, aprendiste ninshu.

El pobre pelinegro no supo si abrió al máximo los ojos cuando sintió las palabras llegar correctamente a su cerebro.

No quiere pensar que fue por el delicioso escalofrió que recibió su oído con la murmurada voz.


- ¿Qué piensas cuando asesinas a alguien? ¿Lo haces por Konohagakure o por ti?

Eso desconcertó a Itachi, quien estaba sentado frente a la mesita de la ventana, con su propia vela encendida, empacando sus notas con respecto al resumen de hoy de Nara, mientras Sakura permanecía en la cama.

Aunque la habitación era de Itachi, ella tenía la costumbre de quedarse con él hasta que decidiera el Uchiha retirarse a dormir.

Con otro de sus pijamas naranja, cortesía de Naruto, ella parecía una niña envuelta en un mameluco, solo mostrando los pies descalzos, cómodamente sentada en la cabecera, mientras que Itachi con su pijama totalmente blanco parecía formal incluso mientras se iba a dormir.

Sakura se reía a menudo, diciéndole que incluso en sueños debía de ser todo un caballero, vestido como un estudiante civil.

En la vida, Itachi jamás le contara cuando soñó que iba a la universidad civil a estudiar filosofía.

- Por nuestras conversaciones anteriores, tienes conocimiento que mi honor y lealtad se aferran a Konoha, por lo que dudo cuál es tu cuestionamiento real.

Ella no lo miraba, veía la vela encendida al lado de la mesita de noche, tan ensimismada que dudaba que lo hubiera escuchado, hasta que respondió sin desviar la mirada:

- ¿A veces te arrepientes?

Esto era nuevo. Ella no había expresado sentimiento alguno en batalla, ni cuando se trataban de mujeres o ancianos.

- ¿Sientes remordimiento, Sakura?

- Iie Taicho.

- ¿Entonces porque la pregunta?

- Pensé que alguien nacido dentro de muros, vería su jaula más hermosa, sin embargo, gozaría del arrepentimiento de haberse dejado encerrar.

- A diferencia de ti, mi lealtad está construida por años de solidaridad y vínculos sólidos con mis compañeros, familiares y amigos; en elegir a la Aldea por, sobre todas las cosas.

- ¿Y si te dieran a escoger entre tu Aldea y tu otouto? Tus dos principales prioridades enfrentadas, ¿a quién escogerías Taicho?

Itachi guardo silencio por mucho tiempo, sólo mirándola.

Esa pregunta él se la había hecho hace mucho tiempo, en otro momento, en uno donde esta situación hipotética no era tan imposible.

Sakura, no escuchando ninguna respuesta, dirigió su mirada a Itachi. El verde esmeralda marcado con un tenue fuego no lo veía con juicio, simplemente con aceptación:

- Si me dieran a escoger entre salvar a Naruto o salvar a mis propios desconocidos padres, elegiría a Naruto siempre.

Eso levanto una ceja.

- ¿Por qué no salvarías a tus padres, los cuales pudieron haber dado la vida por ti?

- Porque a Naruto lo elegí, a mis padres no.

Y eran por cosas como esta, que Itachi recordaba que Sakura no era normal.

No quiso pensar en su propia respuesta. Sería un hipócrita si lo hiciera.


- No deberías de beber.

Dice cuando ella ya tiene alrededor de cuatro tazas y sus mejillas se ven adorablemente rosadas.

- El mundo se irá al carajo Taicho, al menos podemos beber… bueno tú no, estas curándote…, así que todo lo que te tocaba a ti, ahora es para mí. Salud.

Lo dijo de forma tan graciosa, como si se le ocurriera al último minuto.

- Agradezco que seas mi médico Sakura. – dijo sarcásticamente.

- Por supuesto, protegiéndote incluso de ti mismo Taicho.

- Para llevar cuatro botellas, aguantas muy bien tu alcohol. ¿A qué edad empezaste a beber? – pregunto genuinamente curioso.

Ella le dio una sonrisa lobuna.

- Adivina.

- Quince – ella levanto su pulgar señalando hacia abajo - ¿Catorce?

- Intenta lo de nuevo, Taicho.

- ¿Trece? – ella negó - ¿Doce?

- ¡Bingo! – dijo risueña burlándose de la cara de impacto del Uchiha.

- ¿Por qué tan joven? ¿no te pusieron límites? ¿No eras demasiado joven? – pregunto conmocionado de tal negligencia infantil.

- Obāsan-sama decía que, si no hay edad para la muerte, tampoco la hay para beber – dijo como si su lógica no tuviera ninguna falla ignorando todas las demás preguntas.

El Uchiha quedo sorprendido ante la información, imaginándose a la pelirosa y a Naruto, teniendo tremendas resacas tan jóvenes. Las raras y pocas que él había tenido eran cuando ya tenía dieciocho y la única cruda física fue un tormento cuya lección fue aprendida inmediatamente, por lo que siempre prefirió llevarlo tranquilo a comparación del pozo humano sin fondo a su lado.

Continuaron escuchando la melodía de las cigarras, admirando la belleza de las estrellas, absorbiendo la oscuridad que los rodeaba por hectáreas de terreno Uchiha.

Entonces ella murmuro, con voz muy apagada, su estado de ánimo muerto:

- ¿Ellos no pidieron ayuda, Taicho?

- ¿A quiénes te refieres esta vez, Sakura?

- Los hombres de Pain.

Guardaron silencio un segundo. Por alguna razón, hablarlo en grupo no era problemático como cuando brindaron su informe y repasaron los detalles.

Hablarlo entre ellos solamente se antojaba tabú.

- Iie, ellos parecían tener sólo un objetivo y ese no sería conversar con nosotros.

- ¿Mencionaron si tenían dolor?

- Iie.

Sombras de dudas y conflictos pasaban a través de sus veladas esmeraldas.

Vio su pelea a través de sus embriagados ojos, conflictos entre hablar o callar. Quería escucharla, quería saber que estaba pensando entre su mente tan astuta y al parecer misericordiosa a veces.

Hasta que se sintió segura, murmuro:

- … Estaban muertos, Taicho.

- ¿Todos? – susurro también él al haber sospechado.

Ella giro su cabeza para mirarlo, sus ojos parecían tristes. Podría decirse compasivos.

- Quien sea que los haya controlado, tiene atrapadas sus almas. No permite que el shinigami los tome. La vida antes de su presente ruega liberarse, Taicho.

No quiere perderse en las lagunas de verde aguamarina, pero parece tan desolada, tan entristecida por personas que no tuvo oportunidad de conocer, compadeciéndolos por su cruel destino, que Itachi se tiene que convencer de no abrazarla para calmarla.

Ninguno dice nada después de eso. No había necesidad.


- Ups, se me resbalo la mano.

Itachi casi quiso rodar los ojos por la respuesta de Sakura; pero primero lo primero.

- ¿Por qué estás aquí? – su voz demandaba autoridad.

- Se le busca Uchiha-san, Hokage-sama envio a buscarl…

Otro kunai se enterró en la otra mano, idéntico al del primer envió de Sakura. Ninguno escucho grito alguno del shinobi espía, totalmente entrenado para no evidenciar su dolor.

- Inténtalo otra vez, amigo – comento la pelirosa, quien estaba enroscada arriba en las ramas de un pino seco que yacía al lado del río donde habían tenido su picnic matutino.

- A ti no se te debe nada, bruja – gruño el hombre enmascarado.

- Pero a mí sí. ¿Por qué estás aquí? – Itachi cerro toda expresión facial desde que lo sintieron llegar y esconderse.

Sólo cuando lo considero correcto, al no detectar más firmas de chakra acompañantes, realizo un genjutsu para colocarlo frente a él.

Para cuando el hombre salió de la ilusión, Itachi ya había confirmado su identidad.

Yamanaka Fu, uno de los hombres de Anbu Raíz que entregó a Sasuke a Orochimaru. Un traidor. Un ciudadano de Konoha. Un shinobi.

- Hokage-sama pregunto por su ubicación y no se ha reportado enfermo por lo cual se le consideraba desaparecido, Uchiha-san.

Sabía que este hombre no hablaría; no por el sello impregnado en su lengua, sino porque se le consideraba una de las personas más allegadas a Shimura y, por tanto, moriría con cualquier secreto hediondo con tal de encubrirlo.

El hombre no despegaba la mirada de la pelirosa quien movía una de sus piernas cual micifuz travieso, totalmente juguetona con un tercer kunai entre sus dedos, listo para dispararse a la orden de Itachi. Un gato jugando con su comida. Sin embargo, sus ojos calculadores, veían monótonamente al Uchiha.

¿Qué harás Taicho?, prácticamente la escuchaba ronronear.

Un hijo de la Aldea Oculta entre las Hojas, pueblo al que prometiste proteger junto a todos sus ciudadanos, pero al mismo tiempo, ese tipo es un vende hermanos que puso a tu otouto en peligro, aquí decides Taicho.

El brillo fastuoso en sus ojos le indicaba que estaba segura de la decisión que Itachi tomaría.

- Me mientes y más que eso, fuiste parte de aquellos que entregaron algo preciado a un Nukenin de Konohagakure hace tan solo unas semanas, lo que te convierte en un traidor, ¿no es así, Yamanaka-san?

Por un momento, el Yamanaka parecía haber abierto más los ojos. Evidentemente no esperaba que Itachi supiera esta información. Salvo el séquito de Itachi y la Hokage, nadie más sabía sobre la muerte del Sennin. Todo para asegurar que Danzo siguiera confiado en lo que sea que haya tramado con Orochimaru.

Sasuke había estado confinado bajo una máscara todo este tiempo y residiendo bajo la casa de Naruto-kun, ni siquiera sus padres sabían dónde estaba.

Un boletín de "Desaparecido" se estaba emitiendo hoy mismo, todo para continuar la jugarreta de Shimura.

Cada vez que recuerda que su otouto esta tan lejos de Hahaue-sama, tan lejos de su hogar en el clan, le tiembla el pulso, le hierve la sangre.

Eso debería impulsar su deseo asesino para aniquilar a este hombre, lo hace de hecho. Nadie se mete con Sasuke mientras Itachi tenga algo que decir.

- Espósalo, lo entregaremos bajo cargos de traición a Hokage-sama.

Sakura lo miro con una sonrisa pretenciosa, entrecerrando los ojos. Ella sabe que siendo el futuro Hokage no puede tomarse atribuciones personales, ni venganzas. Todo actuar de él debe de ser en base a la ley, si no, no habrá nada.

Incluso si tiene al asesino enfrente, no promoverá la venganza, sino la justicia.

No lo juzga, no esperaba menos ni más. Itachi no es sino un excelente shinobi; uno que vela por la seguridad de su Aldea, una que guarda dentro de si su corazón latiente.

Su familia entera.


Ella se quedó dormida en su ventana de nuevo.

Últimamente hace mucho eso, cuando es el turno de él para leer. Quiere creer que no es por la cadencia de su voz o porque se siente segura en su presencia.

Ella piensa que se levanta en modo zombie por la noche, retirándose a su propia cama y lo deja dormir en paz.

E Itachi no tiene palabras para decirle que es él quien la carga hasta su recamara.


Parecían dos ráfagas de luz lanzadas al viento cuya trayectoria es al azar.

Rasguños quedaban grabados entre los troncos; ramas deslizándose al suelo de forma tan sutil; el cómodo silencio rutinario del bosque sólo interrumpido por las cuchillas que danzaban entre sí deteniendo su avance; una pequeña gota roja cae al suelo, salpicando el centro de una hoja caída.

Los dos se detienen en cuanto ven la sangre derramada.

Una sonrisa muy tenue adorna los labios femeninos cuando vieron que era la de ella. Su delicado brazo apenas tenía un rasguño de donde fluyo la dramática gota.

Itachi le corresponde con una enigmática sonrisa; su respiración apenas alterada, al igual que la de Sakura.

- ¿Otra ronda?

En lugar de palabras, su respuesta fue demostrada con un ataque a su costado derecho, que logró esquivar con un ataque propio a sus piernas.

Los kodamas sólo pudieron admirar a los bellos bailarines, que gozaban de cortarse masoquistamente entre sí.


En los mensajes que recibió cierto familiar Uchiha, se podía percibir el gusto por el olor del pan recién hecho de las mañanas y la esplendorosa fragancia del té negro a la hora del almuerzo.

La esperanza flotaba entre las misivas cuando se leían las comparaciones en cuanto a rendimiento y fuerza, y lo agradable que era dormir tan tranquilo sin una sola molestia ni flema acumulada.

Lo que esas cartas no mencionarían serían el cómo disfrutaría de ser despertado tan dulcemente cada mañana.

Una canción que termino por memorizarla, siguiendo la melodiosa voz que lo acompañaba relatando la historia de un hijo nacido de una gitana, ofrecido a la luna.

No era la letra lo que le cautivaba o el sabor de sus comidas, pero eso era algo de lo que no tenía necesidad de saber Shisui.


Había practicado furiosamente con sus propios clones, medio día y apenas empezaba a sentirse fatigado.

Era increíble. Se sentía extasiado cada vez que tomaba conciencia de su salud restaurada.

Se sentía tan ligero, tan liberado. Fuerte. Imponente.

Lo suficiente como para combatir contra Pain si se requería. Estaba seguro de que podría contenerlo por lo menos.

Cuando el estómago empezó a rugir, cuando el sudor empapaba sus pantalones holgados, cuando se tuvo que retirar la camisa por los jirones en los que se había convertido, decidió que era hora de un descanso.

En cuanto entro, no pudo evitar el goce de una rebanada de sandía que se veía exquisita en un plato colocado sobre la mesa del comedor. El dulce estallido de sabor en sus papilas gustativas evito por un segundo sus buenos modales dejando escapar una gota del néctar deslizarse por su barbilla.

Una risa silenciada sonó en la puerta del otro lado, abriendo los ojos para ver a su aprendiz ninja, burlarse calladamente de su hambre.

Entonces ella inclino su cabeza delicada, lentamente viendo lo que él supuso era la trayectoria de la gota rebelde trazando los visibles músculos bajo su piel desnuda. Se sintió extrañamente satisfecho al ver que Sakura no retiraba la mirada.

Sus ojos verdes recorrían su garganta, su tonificado pecho, bajando más allá del pezón, sintiendo la gota recorrer sus abdominales, el torso cuadriculado, hasta desaparecer en la línea del pantalón.

Él se quedó expectante ante la inspección de Sakura. Sentía su respiración un tanto superficial cuando la boca de ella se abrió sutilmente aun congelada en su lugar.

El ambiente se llenó de tensión sin ninguna palabra.

A pesar de que era él quien comía la deliciosa fruta, era ella quien paso saliva. Su delicado cuello permitió ver como se movía trémula su tráquea. Fue ahí cuando ella subió sus esmeraldas al ónix de él lentamente recorriendo de nuevo su cuerpo, sintiéndose como una suave seda cruzando sus salvajes avenidas.

Cuando lo miro al rostro, ella se desapego de su lugar acercándose magnéticamente, caminando lentamente, atraída a él sin mirar a otra parte.

Itachi no podía razonar correctamente. Parecía hechizado sin poder escapar sus ojos de ella. Sabía que debía mirar a otra parte, pero aquellas lagunas cristalinas de rico verde no lo dejaban huir.

Cuando Sakura se quedó de pie frente a él, vio su mano derecha subir hasta su mejilla, su boca de nueva cuenta quedando ligeramente boquiabierta dejando ver unos labios carnosos rosados, hasta que ella dejo su mirada para ver su mejilla derecha.

En cuanto lo toco, aunque fue delicado, Itachi siseo.

Ella retiro la mano colocando sus dedos frente a él. Sangre.

- ¿Comprendes que estas sangrando hasta la muerte, Taicho? - pregunto con voz plana.

Cualquiera que fuera el ambiente que se había creado, Itachi supo que sólo fue en la mente de él. Se inspecciono a si mismo. La sangre bajaba hasta la línea de su pantalón. Recordó un shuriken que no esquivo en tiempo, de los últimos segundos, cuando justo decidió el descanso.

Eso era lo que ella había visto. No quería decir que Sakura había devorado casi sensualmente con la mirada su cuerpo.

Se deshizo de esos pensamientos, antes de que ella regresara con una toalla de mano.

- No es nada – dijo intentando que su voz no sonara como la de un tartamudo.

- No es nada hasta que consigues una infección – dijo en su tono de regañina – Arriba.

Aunque él estaba obedeciendo, la mano derecha de ella fue la que subió la barbilla del Uchiha, quien se había sentado, dejando espacio abierto entre sus piernas para que ella se quedara de pie frente a él.

De nuevo evidenciando su pequeño tamaño, aun sentado, le llegaba a los hombros mientras ella estaba de pie, que le hacía recordar algo que Shisui le había dicho una vez.

Las cosas más peligrosas vienen en paquetes muy pequeños.

Después de sentir el chakra medicinal, tan pacificador y puro, cociendo nuevamente su piel, ella mojo la toalla, y suavemente limpio su rostro. Quiso protestar al principio, comentar que de cualquier manera se daría una ducha para eliminar el sudor y la suciedad, pero el gesto fue tan enormemente dulce a sus ojos, ya que ella nunca había interactuado así con alguno de sus pacientes anteriores, ni siquiera su primo a quien parecía agradarle mucho.

Al final, se dejó hacer en las manos de Sakura. Estaban a sólo centímetros el uno del otro. Pudo oler su aroma limpio y embriagador de la madreselva llenaba todo el espacio a su alrededor.

Sin querer, estudio cada rasgo de su rostro.

El último año se veía más madura que cuando la conoció, estaba afinándose maravillosamente. Aún recuerda a la adolescente gruñona que ella les quiso hacer creer; en cambio hoy, ve a una mujer joven, madura, mucho más que sus contemporáneas.

Estaba extrañamente silencioso, pero Itachi trato de parecer sereno y tranquilo cuando ella cepillo su cabello detrás de sus orejas para limpiar el resto de su cara. Trato, logrando por apenas, no estremecerse.

Sin embargo, cuando sus dedos tocaron accidentalmente la piel de Itachi sintió una onda de electricidad que al parecer ella también sintió, debido a que retiro los dedos enseguida.

- Suficiente. Estoy bien – la voz cortante de Itachi salió al tiempo que se levantaba intimidante, haciéndola retroceder.

Sin saber porque se arrepintió por la forma en que ella ya no le regreso la mirada y respondía con un tranquilo:

- Hai, Taicho.

Sakura se giró para lavar la toalla que había utilizado y sin más por decir, ni querer continuar viendo su espalda cubierta de lino, Itachi partió hacia el baño.

Una ducha, es lo que único que necesita para deshacerse de la sensación de remordimiento. Una fría y larga ducha.


En una tarde otoñal, donde la burbuja ambiental permitía ver como las hojas de los árboles caían hermosamente formando una alfombra de colores naranjas y amaderados, Itachi estaba entretenido hasta las cejas mirando a su shonen con sus brujerías.

- Cabellos de rana calva, pelos de burra, huevos de marrana, lágrimas de sirena – decía ella muy concentrada lanzando a diestra y siniestra sus materiales a una enorme cacerola – un pedacito de cuerno de unicornio manco…

Itachi la miraba recostado de lado en la fogata que había preparado para ella. Nada como el inmutable y perenne fuego Uchiha para calentar estos viejos huesos, decía Sakura haciéndose ver como una niña pequeña calientita con su taza de chocolate con bombones.

Y así estaban ambos, degustando sus chocolates repletos de malvaviscos, una brujita haciendo sus maquiavélicas pócimas y otro entretenido escuchando sus curiosos ingredientes, hasta que la curiosidad pudo más e Itachi pregunto:

- ¿De dónde sacaste eso? – cuestiono señalando el gran frasco de uñas del tamaño de la cabeza de la pelirosa

- ¿Cuál? ¿Este? – asintió Itachi y Sakura sonrió alegremente – Son las uñas de un gigante. Son excelentes para el colágeno. Una pizca y te crecerá el cabello como a Rapunzel en una noche.

- ¿Cómo conseguiste eso? – pregunto curioso el Uchiha.

- Una vez, un gigante me contrato. Pode su madriguera de los duendes malditos donde se escondía el arcoíris que curiosamente estaba debajo de la cascada, una cerca de la Tierra del Hierro. Cuando el gigante se dio cuenta de que su vivienda era habitable de nuevo, me regalo las uñas de sus pies como forma de pago.

Sin saber como podría creer esa ridícula historia, el capitán Anbu dejo salir una risa divertida e irónico pregunto:

- ¿Cómo te deshiciste de los duendes?

- Fácil, me llevé sus cofres del tesoro y los regué por toda la tierra de Takigakure. La pena por haber perdido su tesoro, llevo a los duendes a la locura y la demencia – dijo tan desvergonzada y sonriendo por el recuerdo.

- ¿Por qué no te quedaste con el cofre? Serías rica como tanto has querido – pregunto Itachi pero sólo vio a la pelirosa rodar sus ojos.

- Porque el dinero de los duendes está maldito, Taicho. Todo aquel que se lo quede quedará maldecido de por vida. Me seguirían persiguiendo hoy día. – Dijo ella mientras revolvía su pócima la cual brillaba desde el fondo del cazo – Además, Obasan-sama no me habría dejado quedarme con el dinero.

Sakura levanto su gran cucharon para arremedar con una agravada voz y poniendo una mano en su cadera, luciendo como una madre regañona mirándolo:

- "No quiero ver pisadas de duendes en esta casa, ninfu, o te pondré a limpiar con la lengua a ti. Y deja de jalarle las orejas a tu hermano", a veces Naruto jugaba a que era un duende y usaba tontas orejas puntiagudas – Sakura rió – era divertido, pero siempre lo hacia cuando no quería hacer sus tareas y las terminaba haciendo yo por él.

Aprovechando el excelente ambiente y la forma en que Sakura se estaba abriendo, Itachi empezó a preguntar con cautela sutil:

- ¿Tu Obasan-sama te pondría a limpiar con la lengua? Nadie es tan malo.

- Por favor – dijo Sakura resoplando – Obasan-sama le encantaba castigarnos. La mantenía en forma. – ella le sonrió a Itachi maliciosamente – Otouto y yo éramos demonios, unos malcriados. Siempre la desafiábamos, pero no era intencional. Sólo éramos muy curiosos por todo lo que nos rodeaba, así que íbamos e investigábamos. Claro esta que a Obasan-sama no siempre le gustaba eso.

- Todos somos traviesos de niños, Sakura – contesto tranquilo Itachi.

- Ay por favor, Taicho, no te imagino siendo travieso, ni en esta ni en la siguiente vida. Además, traviesos para mí, puede significar muy distinto de para ti.

- Dame un ejemplo. Pruébame. – refuto Itachi.

Con una última meneada al cazo de pócimas, Sakura volteo su mirada a Itachi y puso una cara pensativa. No tardo ni cinco segundos cuando chasqueo los dedos y dijo:

- ¿A ver que tal esto? Una vez, Obasan-sama dijo que teníamos prohibido ir al cementerio así que fuimos.

- Todos hemos roto una regla así, Sakura – dijo Itachi sonando decepcionado.

- ¿Y te llevaste un hueso de muerto?

- …-

- ¿Un hueso de un niño?

- …¿Por qué lo robaste, Sakura?

Con una falsa mirada desilusionada, Sakura negó con la cabeza:

- ¿Cómo puedes pensar eso de mí, Taicho?

- ¿No fuiste tú?

- Sí, pero me duele que pienses de mí así. Aunque lo regrese enseguida, no quería problemas con fantasmas infantiles. Son los más tenebrosos. – Sakura miro hacia arriba recordando el suceso – Sin embargo, Naruto fue el que sin querer tomo algo sin permiso.

- ¿Qué ocurrió?

Un trago a su chocolate después, Sakura empezó a relatar:

- Teníamos tal vez cuatro otoños, o cinco por mucho. Habíamos tenido nuestra primera fiesta de sangre, quizás por eso fue tan fácil que se le pegara a Naruto. Habíamos ido al cementerio sin los ojos vigilantes de Obasan-sama, pero era obvio que ella sabía dónde estábamos a cada segundo. Lo sé ahora. La cuestión es que nos gustaba jugar con los espíritus que veíamos allá. Tu mismo viste el cementerio del pueblo. Era mínimo, y almas perdidas todavía menor; pero había un par de gemelos con los que Naruto y yo jugábamos. – Sakura movió sus manos como dando a entender – de ellos eran los huesos que te mencione, a ellos les gustaba ya sabes, ser removidos de lugar.

Itachi escuchaba atentamente, imaginándose aquella infancia en donde huérfanos jugaban con niños fantasmas.

- Bien, lo que no sabíamos es que las fiestas de sangre abren el apetito de varios yokai, y ahora ciertos lugares, como el cementerio tenía ciertos yokai escondidos. A uno de ellos le gusto mucho Naruto. Días después, sentíamos algo extraño dentro de la cabaña. Las cosas se movían de lugar, la fogata se encendía sola, las puertas crujían; es decir, todo eso ya ocurría – Sakura rodo los ojos – vivíamos con Obasan-sama, ese tipo de cosas pasaban todo el tiempo, pero de alguna manera esta vez era extraño. Otouto decía sentir una mirada siempre encima de él; y Bastet se erizaba cada tanto mirándonos mal tanto a Naruto como a mí y se iba a dormir con Obasan-sama esos días. Llevábamos tal vez dos meses así, en los que las sombras se alojaban en nuestros rabillos de los ojos hasta que una noche, a mitad de la noche, escuche que Naruto gritaba aterradoramente. Saque mi puñal debajo de mi almohada y con ninshu congele toda la habitación, aunque aun era pequeña pero la adrenalina logro que el yokai se detuviera a centímetros de la cara de Naruto.

Sakura se detuvo un segundo para tomar del cazo del cual ya salía una curiosa neblina y una fragancia a mandarina, una cucharada y le soplo levemente para darle un sorbo.

Entrecerrando los ojos, dio otro sorbo y la pelirosa decidió que le faltaba otro trozo de mandrágora bebé la cual lloro cuando fue arrojada al cazo. Así Sakura continuo con su cuento:

- ¿Dónde me quede?

- En el yokai que atacaba a Naruto-kun – dijo Itachi intrigado.

- Oh, si si. Naruto gritaba locamente: ¡Sakura-chan, el coco, el coco ha venido por mí! – arremedo la pelirosa - Todo ese tiempo, el yokai había vivido debajo de la cama de otouto, a quien encontró fascinante. Cuando me coloque entre Naruto y el yokai, este último se escondió debajo de la cama. No nos atacó, ni siquiera sabíamos que era.

- Pero, ¿cómo era?

- Ohh, los yokai varían mucho dependiendo la naturaleza de las que fueron forjados. Este era completamente negro, como si una sábana oscura lo hubiera cubierto. No podíamos ver su cara o su cuerpo, sólo sus ojos que nos miraban temerosos mientras volvía a esconderse bajo la cama.

- ¿Qué hicieron?

- Yo quería atarlo. Un yokai atado te puede servir para el campo de batalla – dijo victoriosa Sakura – pero Naruto quería saber que es lo que quería. Resulto ser que el yokai tenia más miedo de nosotros que nosotros de él.

Itachi sonrió irónicamente. Sí, seguro que fue así.

- Naruto me pidió bajar las armas y el ninshu, así que sí, lo deje ser; y ambos miramos atrevidamente al yokai bajo la cama, el cual se escondía como si fuera un perrito aterrado en una noche tormentosa. A la final, tras noches de mucho insistir en que saliera, fue Naruto quien logro que el yokai saliera temeroso de debajo de la cama; era un yokai de miedo, creado a base del terror de los fantasmas en el cementerio, en los tiempos de guerra; la luz de otouto le llamo la atención. Fue así como se le pego a Naruto y lo llevamos sin querer a casa. El Yokai solo quería luz en lugar de la oscuridad con la que estaba hecho. Otouto siempre dice que ese yokai le enseño algo muy importante: que el miedo sólo es mental.

- ¿Qué paso después? – pregunto intrigado.

- Ahh… convencimos a Obasan-sama de liberar al yokai, de darle la luz que necesitaba. Fue entonces cuando hicimos un ritual de liberación. Algo muy parecido a lo que hicimos con Otousan y Olli, ¿recuerdas? – Itachi asintió – Desde esa vez nos turnábamos para hacer los rituales paganos.

- ¿Entonces esa es tu definición de traviesos? Ciertamente, eran unos demonios tu y Naruto-kun – dijo Itachi sonriendo imaginando una infancia así de estruendosa.

- Es tu turno, Taicho. ¿Tu peor travesura? – dijo Sakura sonando interesada.

Pensándolo seriamente, respondió lo que más le resonaba en la cabeza:

- Una vez Shisui me convenció de comer dos platos más de las medidas recomendadas de dango a espaldas de Chichihue-sama. – Itachi miro a Sakura quien esperaba un remate – Eso es todo.

Contrario a la ceja levantada llena de incredulidad, observo como la pelirosa se ahogaba en carcajadas porque dijo:

- ¿Eso es todo? Jajajaja – Sakura se revolcaba en el pasto llena de risas – Obasan-sama te habría amado, definitivamente – dijo cuando al fin pudo hablar.

- Dudo mucho que tu abuela podría considerarme digno, Sakura.

- Creéme, Taicho, hubieras sido su nieto favorito. Al menos te habría apuñalado menos – dijo resuelta mientras volvía a probar su pócima.

Esta vez dando por buena la sopa, vacio un cucharon en un vaso, a la vez que Itachi refutaba dando por hecho que la joven estaba siendo dramática:

- No creo que sea tan mala, Sakura.

Dándole el vaso a Itachi, Sakura respondio:

- Al menos a ti te habría dicho donde escondió tu corazón.

- ¿Mi corazón? – pregunto Itachi confundido a la vez que veía extraño el vaso.

- Hai, al mío no lo encuentro desde que me lo escondió la última vez. Hace cuatro años. Sería la novena o décima vez que me lo esconde desde que me lo quito del pecho. Por cierto, si algún día lo ves u oyes, no se lo des a Naruto, por lo general, Kurama-san siente antojo por él y quiere comérselo cada vez que lo huele.

- Sakura… ¿qué?

- Ahora, Taicho, tomate el menjunje. Es bueno para tu salud.

- Sakura-

Itachi no podía creer lo que acababa de oir. Justo cuando pensaba que el apodo de la bruja para la abuela era innecesario, la pelirosa va y cuenta algo demasiado extraño para terminar de rematar con:

- Tranquilo, puedo vivir sin mi corazón, gracias al sello oscuro de Naruto. Sólo que a veces me pregunto dónde esta escondido. Una mujer no puede entregar su corazón si no sabe dónde está, ¿verdad? A menos que lo apuñalen primero – dijo ella tan divertida – Ahora tomate la sopa Taicho, - Sakura sonrió oscuramente – o el coco vendrá por ti.

Sin saber que pensar, sabiendo que todo lo que ella dijo es real, toma su poción sin saborear mucho todos los ingredientes. Mirando a Sakura quien regreso al cazo a removerle un poco más, no puede evitar mirar su pecho, donde se supone que debe de estar su corazón.

Se dio que tal vez, tal vez, los dangos fueron toda la travesura que necesitará alguna vez en la vida.


Era su penúltimo día en la cabaña, dos meses después del encuentro con Pain. Dos meses después de la muerte de Orochimaru, un rayo ciega a Itachi temporalmente al caer escandolosamente cerca de la mansión, al salir y ver el desastre se permitirle ver la razón de la tensión del cuerpo de su compañera rosa.

En el pino donde gustaban acurrucarse para mecerse por las tardes, unas letras en azul eléctrico, rezan en el tronco de un árbol:

Madre llora por la muerte de su tercer hijo más amado y el cuarto está por caer.

Esmeraldas curiosas se encuentran con joyas carmesíes amenazantes.

Con un sentimiento al unísono, se preparan para la siguiente aventura.

Más noche, Hokage-sama recibiría un mensaje: "Regresaremos más tarde".