Candy de pronto se transportó en su letargo a un lugar que no conocía. Un tono como gris adornaba un paisaje que debía ser hermosamente tropical. De pronto, comenzó a aclarar, a desaparecer esa bruma gris, y caminó hacia una vereda que se descubría frente a la orilla de una playa algo diferente. En su nuevo diario, en el que comenzó a reescribir la historia de su vida, luego contó:
"Era un lugar algo lúgubre, pero extrañamente hermoso. Cuando miraba hacia el horizonte, el color del agua en la playa cambiaba de pronto de un agradable color verde esmeralda, como mis ojos, a un negro intenso, como si hubiera un precipicio en la distancia. Decidí entonces caminar hacia allá, para ver la profundidad, curiosa, con miedo, pero definitivamente muy curiosa. El agua no era honda en esa charca. Lo más, aún con mi reducida estatura, me llegaba poco más abajo del cuello aún a cierta distancia de la orilla detrás de mí. Cuando miraba al fondo, podía ver mis pies. Tan pronto me fui acercando a lo que parecía ser el precipicio, de pronto dejé de verlos por la turbidez. El agua parecía tener como una succión hacia ese fondo invisible. Y aunque mi mejor sentido me decía que no me acercara demasiado a lo que evidentemente podía ser mi fin, y aún con el agua que comenzó a cubrirme la cara, y salpicarme, me di cuenta de que, a poca distancia de donde lo llano daba paso a la profundidad, lo vi. Era un avión. No podía distinguirlo bien, pero sí, era un avión o la forma de un avión. Y poco después, vi, de pronto, unos cuatro a cinco tiburones gigantes, que me hicieron retractarme y comenzar a nadar hacia atrás con mucho y gran esfuerzo, mientras la succión me halaba desde la barriga, lo que lograba que arqueara la espalda. Seguí casi tocando el fondo con los pies, pero no lo suficiente, así que comencé a sentir cierto pánico. Y ese esfuerzo que hacía para no dejarme arrastrar hacia el precipicio de pronto fue interrumpido por una mano que me tomó del brazo en ese momento, y me empujó con firmeza hacia atrás, hacia el mismo borde del precipicio, y un poco más. Sé que alguien me gritaba, me hablaba, pero no pude nunca distinguir sus palabras, y en medio de sus gritos que sonaban como a gran distancia, de pronto, desperté…"
…
"Candy, qué te pasa", pronunció Marie Helène, que de pronto se levantó en medio de unos gritos desesperados.
Candy abrió los ojos para encontrarse de nuevo en la estación de enfermeras. Las demás habían salido muy temprano, así que no escucharon el terror de pesadilla de Candy. Cuando pudo recolectar sus ideas, sacó inmediatamente el diario nuevo que le había regalado su esposo, y comenzó a escribir cada detalle del sueño. No quería olvidar nada. De pronto, era como una pista, tal vez como una premonición, pero no exactamente de ella, sino posiblemente del lugar donde podría encontrarse Stear, un lugar que ella terminaría reconociendo días después.
Candy no era de ignorar sueños o premoniciones. Con lo de Anthony, había aprendido a confiar en ese instinto. Porque si hubiera obedecido esa premonición que tuvo, tal vez la historia hubiera sido otra muy distinta. Aunque no lamentaba haberse dado cuenta de que era Albert al que siempre amó, hubiera dado lo que fuera porque Anthony viviera y fuera un hombre de bien, que hubiera tenido las oportunidades que no tuvo por morir tan joven. Bien sabía que, al madurar, igual que lo ocurrido con Terry, se hubiera dado cuenta de que, quizás, también se sintió muy atraída a él, aunque por razones muy distintas. La verdad grande es que el príncipe de la colina era su modelo, y eso no era otro más que Albert. Sí, se había pasado su juventud y joven adultez comparando a todos los chicos al príncipe, aunque nunca lo hizo con Albert, y luego con Albert... Sí, siempre había sido él…
Más allá, de pronto se levantó de la cama, se refrescó un poco en las facilidades de aseo, y luego regresó con Marie Helène, que la esperaba ansiosa, para contarle.
…
"Qué viste, Candy", comenzó a preguntarle luego de que Candy comenzara a contarle el sueño. "Estabas gritando el nombre de Stear, como si lo hubieras visto en sueños".
"Bueno, no sé si fue a él, pero sí, alguien me hablaba en el sueño, y creo que era él…Sí, yo estaba en una isla un poco particular. Cuando entras a la playa, es como si fuera un camino largo y ancho desde el mar hacia la orilla. El agua en la orilla es algo así como verde esmeralda, pero al fondo, vez como una mancha negra, como si al final de ese camino de poca profundidad de pronto todo lo consumiera un precipicio. Yo comencé a caminar desde allí, desde la orilla. Caminé y caminé, y veía mis pies en el fondo. El paisaje, sin embargo, parecía ensancharse y ensancharse, hasta que al final de pronto se perdiera el paso hacia ese abismo profundo. Entonces lo vi, pero como una imagen borrosa. Era un avión que se diluía en el fondo".
"¿Crees que sea el avión de Stear?"
"No lo dudaría ni un segundo. Suelo tener sueños y visiones premonitorias. De hecho, alguien me agarró del brazo. No recuerdo su voz mientras me gritaba que me detuviera, porque en ese preciso instante desperté, pero podría asegurar que era él, y por eso, quizás, grité su nombre".
"Entonces piensas que puede estar vivo, y que pudo haber tenido un contacto premonitorio contigo".
"Es muy posible, Marie Helène. Pero quizás sea una esperanza que guardo en el fondo de mi corazón que tal vez se manifieste de este modo. Con el embarazo, bueno, quizás estoy proyectando mis profundos deseos de que Stear viva, aunque antes me pasó esto mismo. Pero ha pasado tanto tiempo, y con esto de la señal, sí, innegablemente suena como Stear, pero una cosa que sé de él es que sus inventos siempre fueron un desastre, aunque esta vez, quién sabe si haya logrado comunicarse de algún modo. No lo sé".
"La verdad es que sólo hay una sola señal de radio y un intento de comunicación por telégrafo, y no se ha repetido la comunicación".
"Sí, es bien posible que sea él. Los inventos de Stear suelen funcionar una sola vez y luego dañarse o desbaratarse. No sé, no sé, quiero pensar…quiero pensar que sí es él…"
En eso, llegó Albert muy ansioso de ver a su esposa.
"Hola, Candy. ¿Podemos pasar?"
Las dos damas tuvieron que dejar el tema por el momento, tema que regresaría más adelante en el calor de la búsqueda. Y más porque se le veía en el rostro a Candy que algo había pasado que de pronto quiso callar, quizás en busca de confirmar que no estaba delirando por el embarazo.
"Si, mi amor. Entren. Ya estamos vestidas y listas para dar comienzo a la búsqueda", dijo tratando de disimular.
"Tenemos que ir a la cocina. Podemos caminar hasta allá. Probablemente, allí ya esté Jim y ya nos tenga noticias", le dijo Albert sin dejar de mirarla bien. Sí, estaba seguro, algo le había pasado durante la noche, pero no sería quién le preguntaría, y menos delante de nadie allía. De todos modos, sintió algo de tensión, porque lo que imaginó es que, lo que fuera, si bien podía ser una premonición, probablemente no fuera positiva. Eso lo hablarían después.
"Espero que así sea. La verdad es que no causó la mejor impresión ayer", le dijo Archi a Marie Helène mientras se sentaba en la cama que había ocupado Candy.
"Mmm, mejor es que salgamos", dijo Marie Helène. Si los ven en la estación de las enfermeras podríamos tener problemas todos", terminó Marie Helène.
"Oh, disculpa", Archi se levantó como un resorte. "Es que no pasamos la noche más cómoda. Tampoco pudimos con los ronquidos del tío abuelo", lo que ocasionó algunas risas incómodas. Archi de pronto quiso relajar la tensión y el silencio incómodo de momentos antes.
"No es chiste", respondió él. "Marie Helène", le comentó. "Ya que pasaremos varios días aquí, me parece recomendable buscar unos acomodos más razonables. Me imagino que todo se organizó muy rápido, pero no nos ayuda a nuestra misión si no descansamos bien".
"Tiene razón, Sr. William…"
"Sólo Albert. Mis amigos me llaman Albert. Te sugiero que sea de las cosas que mencionemos en nuestra reunión de hoy. Además, si es factible, quisiera dormir al lado de mi esposa. No me agrada alejarme de ella, y menos en ese estado".
"Ay, tío abuelo, cuánto me cuida", comenzó a molestarlo Candy, también para relajar el ambiente.
"No me llame usted de ese modo, señorita. Ya hablaremos después, y sí, la voy a regañar".
"Marie Helène, ya ves que mi venerable esposo no puede vivir sin mí".
Todos comenzaron esta vez a reír de buena gana, y así, salieron de la estación de enfermeras con ruta a la cocina.
…..
Unos minutos después, entró el grupo a la estación de cocina, en que los olores del desayuno no dejaban lugar a dudas de que todos y cada uno de ellos estaba hambriento, en especial porque no habían comido nada antes de acostarse. Candy era la más afectada por el hambre, pues comía por dos, y siempre era de buen apetito, embarazo o no. Georges fue el que la ayudó a acomodarse, le sirvió los alimentos, mientras Albert hablaba algo con Jim. La realidad es que no había tiempo qué perder. Había que comenzar el operativo, y Albert mismo dijo que no esperaría a los demás, sino que comenzaría inmediatamente los trámites. A diferencia del día anterior, Jim estaba de mejor ánimo, y más dispuesto a ayudar al grupo. El resultado fue que esa misma tarde, se dispuso un primer comando de búsqueda para reconocimiento del área. Mientras el grupo tomaba un sorpresivamente delicioso desayuno, Jim salió en busca de sus superiores, con un plan delineado de forma escrita que, aunque rápido, era bastante detallado. Albert mismo había hecho las sugerencias con la ayuda de Georges y de Archi.
Luego de haber resuelto el asunto del desayuno, se sentaron todos a tomarse un buen café, y algunos, a leer los diarios y descansar, mientras esperaban noticias de Jim. El trámite le había tomado más o menos una hora, tiempo suficiente para todos relajarse y hablar animadamente de todo lo que estaba ocurriendo en Europa luego de la Gran Guerra. No era un tema fácil para nadie, pero Albert era de pensar que las cosas había que ventilarlas, y no dejarlas adentro.
En esos años en que estuvo escondido con su secreta identidad tuvo que ocultar demasiadas cosas, y ahora que todos conocían quién era y los secretos que se guardaron sobre quién era él, pensaba que nada que oprimiera el pecho debía guardarse en el cajón de los secretos. Así, lograron que hasta Marie Helène se sincerara sobre sus más escondidos anhelos. Más aún, ella comenzó a desarrollar confianza en un grupo que consideró de pronto como una nueva familia. Así se decidió que ella, luego del operativo, regresara con su familia unos días. Ya llevaba demasiado tiempo alejada de ellos, y era el momento de dejar el dolor por la muerte de Domi a un lado un poco, y que regresara con ellos, aunque fuera poco tiempo. Su hermano menor, Jean Pierre, se había casado el año anterior e iba a ser padre. Cómo era posible que no tuviera contacto con él. Cuando lo contó, todos recomendaron que resarciera esa parte de su historia, porque estar alejado de los que se quiere es como un castigo auto-infligido. Es un tiempo perdido que no se recupera, palabras sabias de Albert, que perdió a tantos seres queridos con los que no tuvo tiempo de compartir, aunque no fuera por propia decisión.
"Perdí a mi madre, a mi padre, a mi hermana y mi sobrino, Anthony. Ahora también a la tía Elroy que, aunque era severa, fue como una segunda, bueno, tercera madre para mí. Ella me adoraba y yo a ella. Aunque tuve suerte…" dijo medio en broma para relajar el momento. "Ahora tengo a la Srta. Pony y a la hermanita Lane, que son mis madres postizas, ¿no Candy?"
Candy le sacó la lengua.
"Sí, me las robó", dijo Candy haciendo un puchero, lo que ocasionó las risas de todos los presentes. "Marie Helène, ellas fueron mis madres en el Hogar. Las amamos los dos".
"Las amamos todos", los corrigió Georges, bromeando también, lo que logró que las risas continuaran.
"Sí, veo que son una familia muy unida. Los envidio, y sí, lo haré. Lo haré. Iré a ver a mi familia tan pronto termine la misión", y ahí terminó exactamente la charla, con esa gran admisión de esta damita, ante la entrada de Jim al recinto con noticias…
Continuará...
