Disclaimer: Ever After High no es de mi autoría, es autoría de Shannon Hale, y pertenece a Netflix y Matel

La Reina, El Caballero Y La Damisela

By: LupitaAzucena

.

.

.

Capítulo XXI: El Regreso Del Caballero

Cuando estos se fueron acercando al muchacho este se puso a la defensiva con los puños en alto.

—Queremos que se vaya en son de paz— Afirmó el primero.

Daring simplemente se lanzó a atacar al primer guardia dándole un golpe dirigido al rostro que este esquivó, apresurándose el segundo caballero a sujetar sus brazos, para que el primero comenzará a golpearlo un par de veces en el estomago, iban a continuar golpeándolo pero la princesa se levantó movida por la rabia tomando al guardia que sostenía a Daring y empujándolo hacía atrás con una fuerza que desconocía y aunque débil su empujón logró que soltara al rubio que se dejó caer de rodillas tosiendo y recuperando aire.

Una vez alejado de su hermano, el caballero se volteó mirando a la princesa que lo observaba furiosa.

—Princesa, no queremos hacerle daño, solo cumplimos ordenes— Aclaró el hombre.

—Claro, piensas que te voy a creer cuando acaban de golpearlo frente a mí— gruñó indignada.

Sin saber de dónde, Darling se acercó lo suficiente para darle un par de patadas que el hombre no se esperaba, una dirigida a su rostro y una más contra su estomago que lo envió al suelo, el segundo guardia miró esto en estado de shock, se suponía que la princesa se mantenía aun sin memoria según sus fuentes, sin saber que hacer se apresuró a sacar de su cinturón un radio por el cual comenzó a dar alerta.

—Emergencia en la torre este— Afirmó por este.

Y aunque no pudo decir más porque el príncipe estaba de nuevo de pie, sin su corona, con el cabello un tanto desordenado y un hilillo de sangre corriendo por su labio, al verlo dando aviso volvió a lanzar un gancho en su contra haciéndolo perder el aparato, el caballero al recibir el golpe solo se puso a la defensiva mirando como su compañero se levantaba del suelo. Estaban a punto de volver a abalanzarse contra el muchacho cuando Darling nuevamente comenzó a soltar un par de golpes contra el guardia, una patada contra su parte interna de la espinilla y un golpe en sus serratos.

—No me des la espalda— Le exigió— No me parece nada justo dos contra uno.

Y aunque Darling no sabía de donde venía su furia y ese espíritu de lucha volvió a provocar al soldado, que podría someterla en un par de minutos, pero iba a luchar, no dejaría que lastimaran a su hermano sin dar lucha.

El enfrentamiento de Daring estaba reñido con el guardia, esquivando y soltando igual que el golpes, primero un directo a su nariz que Daring esquivó tomando su brazo y haciéndolo caer al suelo, cuando hizo esto quiso correr a ayudar a Darling que hasta el momento se dedicaba a esquivar los golpes que el otro guardia le lanzaba, en el momento de querer correr hacia ellos una mano se sujetó a su tobillo jalando con fuerza y evitando su escape, cayó de suelo bocabajo colocando las manos para evitar caer de cara, un cuerpo más pesado que el suyo se trepó a su espalda comenzando a tomar su brazo queriendo aplicar una llave. Daring echó su cabeza hacía atrás dándole un cabezazo logrando soltarse, no obstante se volteó contra el guardia subiéndose encima de el y comenzando a golpear su rostro.

Darling por su parte se dedicó a esquivar golpes, había logrado asestar solo uno contra su rostro, pero evidentemente un golpe de ella cansada, y sin mucha masa muscular no iba a ser algo que pudiera detener al militar experimentado, no obstante antes de rendirse ofrecería pelea, el guardia le dio un fuerte codazo contra su pecho que la envió hacía atrás, seguido de un golpe contra el estómago que la dobló de dolor.

—Usted ha causado esto princesa— Advirtió el guardia.

—No iba a… permitir que molieran a golpes a Daring— Jadeó recargándose contra la mesa de noche.

Llevó sus manos detrás de su espalda tomando de su mesa de aquella lámpara de noche que no era más que un trozo de madera torneado, el guardia al ver que había tomado un trozo de madera volvió a ponerse en guardia al ver a la tambaleante muchacha blandiéndolo y empleándolo con maso, Darling sintiéndose más segura lanzó un golpe torpe primero al rostro del guardia el cual esquivo, seguido de un estoque más al estómago que cubrió con su brazo, logrando emparejar su rutina de solo esquivar los golpes del hombre haciendo que el soldado comenzara a moverse evitando los golpes que Darling lanzaba a diestra y siniestra.

Pronto, en la habitación había cinco guardias más que se repartieron notando que Daring golpeaba al otro, tres corrieron a él y dos acudieron con el que Darling ya había logrado golpear en el rostro noqueándolo.
Daring se levantó al sentirse sujetado de los brazos y elevado del cuerpo del cadete furioso, mientras que Darling miró con horror a los otros dos fornidos hombres que se acercaban a ella sujetando con más fuerza la madera torneada.

Daring comenzó a removerse logrando zafarse de uno de los hombres dándole un codazo a uno y luego al otro, encontrándose con el tercer guardia que había desenvainado su espada, sabiéndose desarmado, observó a Darling que le lanzó sin dudar la madera torneada, Daring la atrapó con rostro de confusión.

—Sabes, no es como que fuera a tener una espada aquí— Exclamó con obviedad.— Damisela ¿Lo olvidas?

—Bien— Suspiró el rubio mirando al militar restante que comenzó a burlarse de su arma improvisada.

El combate comenzó con el militar encajando la espada en el trozo de madera hasta que logró arrebatársela al rubio y sus dos compañeros arremetieron golpeando su rostro logrando hacerlo caer al suelo para prontamente sujetarlo, Darling que hasta el momento había estado forcejeando con los hombres que le sujetaban de donde podían, solo pudo intentar correr al rubio.

— ¡Daring!— Exclamó con prontitud siendo sujetada de los brazos.

Los guardias comenzaron a arrastrar al muchacho a la salida, este solo intentaba llegar a Darling que igual forcejeaba con los dos militares.

— ¡Tú eres una guerrera Darling, un caballero, no dejes que te mientan, esta no eres tú!— Exclamó entre forcejeos mientras lo sacaban de la habitación.

—Déjenme ir ¡Maldición! ¡Daring no puedes dejarme así!— Gruñó mientras era recostada en la cama con rudeza.

Se levantó con rapidez intentando salir de la habitación pero al llegar a la puerta ya había sido cerrada con seguro por fuera.

— ¡No pueden dejarme así!— Exclamó con fuerza.

Comenzó a golpear la puerta con rabia, cuando estaba a punto de intentar averiguar de su pasado habían irrumpido para que una de las únicas personas que estaba dispuesta a decirle algo fuera golpeada brutalmente frente a ella. Estaba tan cansada en verdad.

.

.

.

Daring conocía las consecuencias haber hecho aquel plan para entrar a hablar con su hermana, sabía que algo así sucedería pero, necesitaba saber cómo estaba, siendo arrastrado por los guardias y adolorido de su perfecta nariz solo se dejó llevar, si querían llevarlo a su madre iban a esforzarse cargando con el peso de su cuerpo.

Le había partido el corazón verla en esa cama, atada, con la mirada perdida y la desesperación marcada en cada arruga de su fino rostro, estaba tan delgada y demacrada, su hermanita estaba sufriendo tanto ahora mismo y él no podía hacer nada.

Apretó los puños al recordar cómo había rehuido de él hasta que lo reconoció brevemente.

Con la mirada gacha se negó a mirar aquellos pasillos de piedra glacial que conocía perfectamente, una perfecta fortaleza más que un castillo o un palacio, por mucho que no lo expresara detestaba aquella fortaleza, le gustaba más cuando iban a su palacio de verano, era más cálido y menos sombrío que este.

El castillo encantador tenía terroríficas cabezas y cuerpos de animales fantásticos disecados, unicornios, tigres, leones, osos, venados, hidras, grifos, entre muchos más, la larga lista de logros familiares que todos los Charming se enorgullecían de llevar a sus espaldas cuando para él había sido una maldición que cargaba con una sonrisa perfectamente practicada. Ser un Charming le había arruinado la vida no solo a él sino a sus hermanos.

Aunque no siempre se los dijera a estos, el deseaba poder ser libre, librarse de la presión de tener que ser perfecto, ser macho, duro, un conquistador, y por un tiempo se dejó controlar por la vanidad y el ego que su destino traía consigo, fue un conquistador, un casanova, el macho que no solo se había acostado con Apple White, sino que el mismo que usó a otras muchachas para satisfacerse sin impórtale su placer sexual, el que habló de muchas llamándoles zorras y fáciles, el mismo que bebió alcohol desde antes de poder tener una identificación legal pero que no le importó con tal de que todos vieran lo genial que era. Quien se dejó consumir por todo lo que un hombre, un hombre Charming debía ser.

Cuando los pasos se detuvieron elevó la mirada, pero no para ver delante de él, sino a los lados encontrando a su hermano con un labio roto, sin sus lentes y con sangre corriendo de su ceja derecha. Este solo le sonrió con culpabilidad al notar su estado.

—No pude comprarte más tiempo— se lamentó.

—Vaya que ustedes son un par de imprudentes— Les acalló la reina.— Mis dos perfectos y obedientes hijos desobedeciéndome deliberadamente solo para ver a su hermanita, ¿no es eso tierno?

—No podías alejarnos de ella para siempre— Exclamó Dexter— tiene derecho a saber la verdad…

El sonido de una cachetada resonó, a lo que el castaño solo le miró con fuego en los ojos aunque no se pudo mover por los guardias que lo sostenían de ambos brazos.

—Ella no debe recordar— declaró— Darling es una damisela en apuros y nada, ni nadie, ni siquiera ustedes cambiaran eso.

— ¿Qué tan miserable debemos ser para que ustedes los padres sean felices?— Pregunto Daring llorando se impotencia.

—Detén esas lagrimas Daring, los hombres no lloran, lo sabes bien— Dijo con frialdad.

— ¡No volveré a hacer nada que pueda complacerlos!— Exclamó— Ustedes, tú y mi padre solo son un par de narcisistas que no han parado de hacernos como arcilla a su gusto y no volverá a suceder, ¡Déjenos ser felices!

—Aquello que tú le llamas felicidad es deshonrar nuestro perfecto legado— Dijo con frialdad— Un reino no se construye sobre verdades y cosas honorables, el pueblo quiere figuras que adorar ¡Héroes con los cuales compararse! El obrero quiere ver caballeros con los cuales sentirse menos inútil, las mujeres quieren reinas en las cuales pensar y aspirar a parecerse mientras sirven a ese obrero con el cual se casaron, las jóvenes quieren una princesa a la cual querer parecerse imitando los modales de los cuales no tienen ni idea regresando al molino o a la tienda donde trabajan— Explicó— Los cuentos de hadas mantienen a los súbditos en su lugar y a la gente rica y poderosa como nosotros en la cima— Sentenció— Llévenselos y que no salgan de sus aposentos más que para sus comidas y entrenamientos— Ordenó la mujer.

Un par de guardias y la dama de Darling que hasta el momento había sido llamada se quedaron mirando a la mujer rubia que solo suspiró.

—Mantengan a la princesa sedada, no sabemos cuánto sabe o recuerda ahora, pero más vale no sea un problema — Miró a la muchacha— Amelie, preparen una visita al psiquiátrico del reino, ingresaremos a la princesa— Dijo sin más.

—Por supuesto su majestad— Dijo se forma temblorosa realizando una reverencia.

—Y antes de irte— La detuvo— si me entero que quieres volver a violar a mi hija te asesinaré en la hoguera— Advirtió dándose la vuelta y mirando el rostro de miedo de la sirvienta.

— ¿Yo? su majestad

—No hables, no te creas lo suficientemente lista, no eres más que un peón en este juego, obedece o dejarás de tener inmunidad— le aconsejó — Ahora vete de mí vista.

.

.

.

Cupido no sabía en primer lugar porque se estaba arriesgando a salir con estos desconocidos por los bosques de los sueños y la ciudad de los dioses, si en verdad desconocía si iban a hacerle daño o realmente eran saqueadores.

De manera premeditada se había puesto en peligro y se estaba comenzando a arrepentir de ello, aunque mientras colocaba cosas en su mochila y se ajustaba un traje de montura en colores ocres solo negó, en verdad no tenía remedio.

«Además aquella princesa, en verdad no lucía como una, era bella, hermosa como pocas mujeres que pudiese mirar en vida pero, sentí como si su corazón estuviese muriendo» Pensó mientras se ajustaba una daga en su cinturón, una más en su bota y se colgaba su arco y sus flechas junto a su mochila de viaje.

Salió de su hogar encontrando a los desconocidos al pie del muelle quienes al mirarla tomaron sus cosas.

—Nos vamos entonces ¿No?— La miró la peli morada.

—Así es— Afirmo la peli rosa.

—No nos presentamos como se debía, si viajaremos juntos, debemos conocernos— Comenzó el centauro— Mi nombre es Aland, ella Cerise y Raven.

—Cupido— dijo sin más.

—Bien, mujer de pocas palabras, ya me caen bien— Sonrió la hibrida mostrando brevemente sus colmillos.

La comitiva comenzó su pasó alejándose de la ciudad costera caminando por un largo valle de grandes piedras blancas.

—Si lo que quieren es llegar al lago de Oblivion— Comenzó cupido— Será un viaje de al menos tres días de ida y tres de regreso, quizás dos si evitamos retrasarnos demasiado— Los miró— Por lo que veo tienen prisa, entonces intentaremos avanzar o más rápido posible.

— ¿Qué camino seguiremos y a que no enfrentaremos?— Le miró el macho.

—llegaremos primero a la ciudad de los dioses— Les explicó— Allí tendremos que poner una ofrenda y pedir permiso a los viejos druidas que nos dejen pasar al bosque de los sueños— Los miró— Si los druidas nos dejan pasar, probablemente nos encontraremos a los elfos también, están en guerra con los orcos actualmente, también con los elfos oscuros que serán nuestro último peldaño a encontrar.

—Elfos oscuros…— musitó la hechicera— ¿Qué tan difícil será negociar con ellos?

—No mucho, esperemos que estén de buen humor— La miró la pelirosa

— ¿Hay alguna cosa más que debamos saber?— Le interrogó la loba.

—Quizás ya lo saben pero, solo dos personas pueden entrar a hablar con los guardianes del lago— Comenzó— ellos pondrán una prueba para el que desee llevarse el agua, pondrán a prueba su corazón— Informó

—Bien, esperemos regresar con vida— dijo sin más la hechicera.

—Solo hagan caso a lo que les diga y es muy probable que logremos superar las pruebas— Les consoló.

Así, sin más palabras la comitiva comenzó a seguir a Cupido, en una larga caminata a lo que parecía ser una muerte segura o una gran aventura.

.

.

.

No supo como pero volvió a terminar en esa cama atada, imposibilitada de todo pero con las palabras de Daring haciendo un profundo eco en su mente, casi podía jurar que era una locura pero estudiando sus mano más cercana atada por encima de su cabeza aquello parecía lógico, una guerrera… ¿sería por eso que odiaba tanto aquellas lecciones de princesas?

La realidad es que ahora su mundo se había vuelto un infierno verdadero perdiendo la noción del tiempo, porque era sedada de forma constante, sintiendo la desagradable sensación de la aguja adentrándose en su cuello.

Pero todo cambió cuando abrió los ojos y se miró sentada en uno de los lujosos autos de su familia, con su madre sentada a un lado de ella mirando por la ventana con desinterés.

Al intentar moverse se encontró tan debilitada y si mirada también era lenta y torpe, tanto como sus movimientos, aunque sus pies y manos estaban restringidos por grilletes pesados. No había escapatoria.

— ¿A dónde vamos?— Gesticuló con más lentitud de la que le gustaría sintiéndose lo suficientemente lenta para saber que algo estaba mal— ¿Qué me hicieron?

—Veo que no fue suficiente dosis para mantenerte completamente dormida— La reina miró como se detuvieron en medio de la carretera.

Darling registró como el copiloto delantero bajaba y abría la puerta de su lado, giro su rostro a él notando la armadura de su reino, la sobrevesta ocre con el símbolo de la espada, el dragón enroscándose alrededor de la espada con la corona como parte central superior, el hombre abría con parsimonia un estuche medico de dónde sacó una jeringa y sujeto el hombro de Darling para exponer su cuello.

La peliblanca sintió su estómago encogerse ante la anticipación del dolor que sentiría cuando la inyectaran con esa aguja, que se había dado cuenta que no era de las más delgada que había.

—Deténgase, no creo que sea necesario sedarla nuevamente— Detuvo al caballero con voz suave— ¿no es verdad Darling?

—Lo es… madre— murmuró con cansancio.

El guardia obedeció a las ordenes regresando a su asiento delantero y Darling regresó su mirada a la reina que solo la observó con su mirada azul profunda de vuelta, su hija, delineó ese rostro hermoso, la nariz respingada, su rostro afilado y su perfecto cabello rubio platinado en un recogido superior, todo coronado en una tiara sutil pero elegante.

—En realidad, también te encuentras drogada, por eso no fuiste sedada de nuevo— afirmó— no deseo que con la cantidad de drogas en tu sistema puedas morir llegando al hospital— le informó con frialdad.

— ¿Hospital?— la miró extrañada luego de procesar la primera parte— ¿se han atrevido… a drogarme?

—Lo suficiente para ralentizarte, como notarás tus movimientos son torpes, te encuentras débil, mareada y procesas las cosas con una lentitud ajena a tu pensamiento, que se sobra que es agudo y veloz— se burló— si tan solo fuera así la mayor parte del tiempo.

—Sigo sin entender— argumentó.

—No te preocupes querida, madre está aquí, y haré un último esfuerzo por enderezarte antes de que recuerdes tu horrible pasado— Negó con falsa aflicción— Te internaremos en el hospital psiquiátrico del reino— informó— allí con terapias experimentales podrán lograr que dejes de ser tan rebelde y quizás detener tu memoria un tiempo, o lo suficiente para que ese tonto amor verdadero deje de involucrarse en tu vida.

Los ojos de la princesa se abrieron con miedo y sorpresa pero era cierto, estaba demasiado cansada como para poder hacer algo, y se resignó, la verdad es que estaba exhausta incluso para pelear con su madre.

— ¿Sin lucha?— la miró asombrada y con una sonrisa burlona.

— ¿Cómo pretendes que me atreva a pelear si he perdido desde que ustedes me encerraron en esa torre?— argumentó— Lo recuerdo, fue la mejor solución que se les ocurrió para que dejarán de perseguirme los muchachos.

—No lo sé, llevas haciéndolo tanto tiempo— Siguió atacando en la misma herida de la princesa— quizás se cure esa desesperada depresión que has tenido.

—No me van a curar de nada— explicó— no hay informes de salud mental en este reino… me van a torturar y acondicionar hasta que sea lo que tú quieres que sea— gruñó con cansancio.

—Las princesas no hacen ese tipo de sonidos bestiales— le corrigió— créeme, algún día agradecerás que no permita que seas algo malo.

Darling volvió a guardar silencio aguardando a la llegada de ese lugar del horror.

.

.

.

El rey Charming regresó a su reino con la promesa del rey Enrique de que la princesa embarcaría en su reino en cuanto tuviese el agua del lago, aunque devastado aun, emprendió su camino de vuelta con algo de consuelo encontrándose con malas noticias de parte de sus consejeros y miembros de la corte.

En su ausencia de casi una semana sus hijos estaban confinados a sus habitaciones sin visitas, mientras que su querida princesa había sido ingresada al psiquiátrico del reino, noticia que le hizo sentirse miserable.

Claro que escuchó a su esposa hablar de lo terrible que se portaron sus hijos y la besó prometiendo que aquello no se quedaría así y se lamentó cuando ella habló de que Darling había perdido la razón.

No obstante citó a la sirvienta de su hija en su despacho un par de días más tarde.

—Su majestad ¿Me llamó?

—Si, Amelie, siéntate por favor— La miró con interés. Se recargó contra su silla acolchada y suspiró tratando de mantener la templanza— Quiero que me cuentes, ¿cómo sucedió el que mi hija de encuentre en el hospital psiquiátrico?

—Yo…

—Dime todo lo que sucedió en mi ausencia, la ayuda viene en camino para mi hija, pero ¿Qué ocurrió?

—Los príncipes hicieron un plan para distraer a los guardias y que uno de ellos entrara a hablar con la princesa— Comenzó— ella recuerda pocas cosas, pero sabe quién es la reina White y la ex soberana Snow White— Explicó.

El hombre la miró de forma acusatoria demandando silenciosamente el resto de la información que aún no le decía.

—El príncipe Dexter comenzó una pelea con el encargado de lo los establos que requirió a buena parte de la guardia cercana, incluida la que vigilaba los aposentos de la princesa— Afirmó— Cuando regresaron a su puesto de vigilancia se acercaron a verificar el estado de la princesa y encontraron al príncipe Daring allí, lo invitaron a que se retirara por las buenas pero este se negó, comenzó una pelea que involucró a la princesa que estaba libre de sus ataduras y de alguna manera logró noquear a un guardia— Le relató.

—Ya veo, entonces ¿por eso mis hijos están recluidos en sus habitaciones?— Le preguntó.

—Si majestad.

—Pero eso aún no responde, por qué mi hija fue enviada al psiquiátrico ¿ella perdió el juicio acaso?

—No mi señor— Negó con prontitud— La reina ordenó mantenerla sedada hasta poder ingresarla al hospital psiquiátrico, la reina sospecha que recuerda un poco de su pasado y quiere que ella crea que esta fuera de sus cabales con tratamientos en el hospital.

—Ya veo— La miró— por cierto ¿te molestaría ayudarme?

— ¿A que su majestad?

—Dime, ¿Qué tanto darías por la libertad de la princesa?

—Lo suficiente señor— Afirmo con culpabilidad.

—Perfecto, porque, tu y yo sacaremos a los príncipes y la princesa de este reino— Le informó— serán libres al fin… pero necesito que todos los días por la mañana vayas a los muelles, si ves una nave del reino negro hagas que su comitiva pueda ir con la princesa ¿entendiste?

—Claro su majestad— Asintió

— En cuanto a los príncipes, ahora planearemos como sacarlos de aquí.

Miro a la criada con tristeza y pensó «Ojalá puedan encontrar el agua, no sé cuánto más resista Darling…»

.

.

.

Recientemente Darling le temía a abrir los ojos, cada vez que lo hacía su confusión crecía cada vez más, no entendía que sentido tenía dormir y despertar en diferentes lugares o sometida a diferentes situaciones.

Se sentía como una muñeca que los demás manipulaban a su antojo, aunque comprobó que aquellos hospitales psiquiátricos no eran más que cámaras de tortura aprobadas por la corona para mantenerse en funcionamiento.

Había sido amagada con una camisa de fuerza desde su llegada y encerrada en un insalubre cuarto que era más una celda, con azulejos, un pequeño desagüe, y un colchón duro e incómodo.

Todos los días era despertada por un pinchazo, una droga que cumplía la función de que no tuviera fuerza para resistirse cuando las enfermeras retiraban la camisa de fuerza y la bañaran en agua helada con una manguera.

Y cuando terminaban se quedaba allí tendida en el suelo tiritando de frío, después de un rato volvían, la hacían comer una papilla asquerosa, viscosa y nauseabunda, para posteriormente volver a medicarla, la camisa de fuerza regresaba a su lugar y se quedaba sola, adormilada y exhausta.

La mayor parte del tiempo intentaba tener pensamientos coherentes, pero no solía lograrlo dejándose vencer por el sueño, sus sueños eran pesadillas constantes que la despertaban de golpe repitiendo ese ciclo. Había días en que una "doctora" regresaba y hacía preguntas, y la corregía con información que no era cierta, cuando terminaban la plática inmediatamente ingresaba un enfermero a la habitación.

Generalmente este la arrastraba, no solía estar en las mejores condiciones para caminar, y siempre llegaba a diferentes lugares pero, no quería recordar las cosas horribles que sucedían allí, bastaba con resumir que se detenían hasta que sollozaba diciendo las palabras que querían escuchar.

Las noches eran aterradoras, con gritos desgarradores y risas estruendosas, durante el día había suplicas de piedad y en algunos casos escuchaba llantos que le hacían temer, y preguntarse ¿los demás internos la escucharían cuando la torturaban a ella?

Quizás no todo era malo, a ratos recordaba su infancia, lento y despacio, bellos recuerdos jugando con sus hermanos en los jardines del palacio, y en momentos pequeñas imágenes fugaces de la pequeña Apple White se colaban en su mente.

Cuando la epifanía finalizaba miraba su desolador entorno y rezaba a cualquier dios o entidad que quisiera oírla, a cualquier mortal o inmortal, que la ayudara.

.

.

.

La noche llegó cuando se adentraban a las fronteras de la ciudad de los dioses, cupido agradeció que sus compañeros de viaje fueran particularmente callados, parados sobre aquella colina, donde podía vislumbrar la ciudad entera de los dioses entre las penumbras, la hechicera se acercó a ella.

Habían decidido acampar a las orillas antes de adentrarse a la ciudad, por lo que la más alejada era cupido que miraba con nostalgia.

— ¿Por qué le llaman ciudad de los dioses?— la miró curiosa la peli morada.

—Aquí habitaron mis antepasados, se dice también que los titanes comenzaron su labor justo aquí— Dijo sin más— ¿No deberías estar con el resto?

—No… no quiero que convivan tanto conmigo en esta expedición— suspiró recargándose contra un tronco mirando a la lejanía.

— ¿No te caen bien?— sonrió con burla.

—No siento nada por ellos— Dijo con un atisbo de tristeza— al menos no lo mismo que cuando los conocí.

—Quizás sea por el tiempo que llevan viajando juntos— Agregó cupido sin mirarla.

—No, no es eso— La interrumpió de pronto— Yo… estoy perdiendo mis emociones— Afirmó.

Cupido miró a la hechicera de gesto avergonzado, concentró más su mirada sintiendo en su corazón como si fuera una bomba de tiempo, pero no una de las buenas, era verdad que esa muchacha se encontraba en una carrera contra el tiempo.

— ¿es permanente lo que dejas de sentir? ¿O solo es momentáneo?— preguntó interesada.

—Normalmente es momentáneo… pero está sucediendo con más frecuencia— suspiró.

—Si te sirve de consuelo, yo no puedo llegar a amar a nadie— La observó— Aunque si estoy condenada a hacer que los demás se amen entre si.

—Ya veo— La apreció con detenimiento— ¿Por qué las calles se ven tan iluminadas?

Cupido dirigió su atención a la ciudad de los dioses, efectivamente siempre se encontraba iluminada.

—Muchos viajeros vienen todo el año, es un sitio sagrado, oran durante toda la noche o realizan rituales, hacen diferentes ofrecimientos a los dioses— relató— la ciudad de los dioses está siempre abierta para el viajero que viene con una plegaria desde tierras distantes— dirigió un momento su mirada a la hechicera.

—Entonces, ¿por eso debemos poner una ofrenda?— la miró.

—No es obligatorio, pero, quizás necesitemos un empujón en el viaje o una bendición— Cupido tuvo la necesidad de rehuir a la mirada de la princesa pero solo logró sentirse cálida al encontrar sus ojos violetas hipnotizantes— Ustedes han venido aquí a una misión prácticamente suicida.

—Es en bien de una amiga— su mirada se desvió un momento a los ojos de la peli rosa, aunque regreso su campo de visión a su rostro— Está en verdaderos problemas, ella necesita recordar a su amor verdadero.

—Ya veo— Dio una última mirada a la ciudad de los dioses— quizás deberíamos dormir— Le sonrió— Mañana será un largo día de viaje.

—Creo que tienes razón— Asintió la peli morada.

.

.

.

La soledad era hasta cierto momento un viejo amigo, pero Dexter no era fan de estar en su habitación, solo con sus pensamientos, menos con un tabique desviado doliendo cada cierto rato, saliendo solo a ejercitarse y comer como todo un reo.

La peor parte de aquello era la cena que había tenido durante la noche anterior.

Lo primero que notó en el comedor fue la ausencia de su hermana, aunque esta se había hecho recurrente en la mesa en las últimas semanas, había algo diferente. Algo que le hizo erizar la piel con un escalofrió.

Daring pareció notar el tenso ambiente, su madre estaba furiosa con ambos, pero en esta comida sonreía con superioridad y autosuficiencia.

¿Qué le hiciste a Darling?— Exclamó de pronto Daring.

¿Cómo puedes decirme eso? Soy su madre, de ustedes tres, yo jamás sería capaz de hacerle daño— Dijo con tranquilidad.

Mientes— exclamó entre dientes Dexter— tu siempre le has hecho daño— Afirmó con dolor— No quieras hacerte la desentendida, Daring no lo sabe, pero tú siempre le has golpeado.

Por favor Dexter, eso es exagerado incluso para ti— Negó bebiendo de su vino.

¿En serio? ¿Entonces porque Darling acudía a mi habitación con las palmas de las manos prácticamente paralizadas del dolor?— Reclamó— Padre solo nos golpeó cuando lo desobedecíamos, pero tú, parecía que le golpeabas más por placer que por métodos de enseñanza.

¿Eso es verdad madre?— La miro Daring con molestia.

Es curioso, ustedes se han enterado de demasiadas cosas hasta ahora que es tarde— negó— Darling fue ingresada en el psiquiátrico…

¡Ella no está loca!— Se apresuró a exclamar Daring.

Tus modales cariño, no se interrumpe a los demás cuando hablan— le recordó—Será solo una estadía pasajera, en verdad estoy preocupada por su depresión.

Los muchachos Charming se quedaron en silencio con aprehensión, aunque sabían perfectamente que Darling se encontraba deprimida, no creían que aquella fuera una solución prudente, al menos no para Darling que su salud iba en deterioro.

En verdad no dijeron nada, solo se mantuvieron callados, asintiendo silenciosamente a todo lo que su madre decía, Daring con la furia luchando por no desbordarse y el mismo preso de la preocupación.

Un par de días más tarde su padre se adentró en sus aposentos con un rostro serio, Dexter tenía tantas ganas de golpear a ese hombre, un cobarde, se había percatado ahora que lo era, quien obedecía ciegamente sus prejuicios y para quien no fue suficiente nunca.

—Hijo…

—Padre— Dijo con el mismo tono aburrido.

—He venido a hablar contigo— dijo acercándose a los pies de la cama.

—Si se trata de lo que hicimos Daring y yo, puedes salir ya por esa puerta— avisó sin importarle aquella forma fría de decírselo.

Un tenso silencio se instauró entre los dos, cuando Dexter tomó valor para seguir hablando.

— ¿Sabes que llevaron a Darling a un psiquiátrico?— Lo miró con odio— ¿Qué demonios les ocurre a los dos? ¡Esta no es una maldita familia!

—Lo sé… y créeme que no estoy de acuerdo con las medidas de tu madre— dijo con prontitud.

—No parece… tú no sabes, no tienes idea de lo que son los psiquiátricos en este reino— exclamó— aquí estamos tan atrasados, somos tan retrogradas que los torturan… Darling regresó a una maldita celda… y ustedes no hacen nada por ayudar— suspiró con pesadez.

—Dex… yo en serio, quiero ayudarla, ayudarlos a ustedes

Dexter guardó silencio regresando la mirada al techo, no podía creer en las palabras de aquel hombre.

—Tranquilo, no he venido a reprocharte nada— Se acercó más a él— he venido a pedirte que me escuches. Yo sé que no he sido el mejor padre, pero en verdad quiero ayudar.

— ¿O en serio?— se mantuvo impasible— Te escucho.

El mayor de los encantadores se mantuvo un momento meditando sus palabras ante la acusadora mirada de su hijo, leyendo en sus ojos los reproches.

—Fui al reino negro— confesó— le rogué por ayuda al rey enrique y a la reina Ravena, ellos han enviado a su hija para que pueda traer aguas del lago de Oblivion para que tu hermana pueda recuperar su memoria…

— ¿Y porque no llevarla con Apple y que se besen?— lo miro acusador— ¿no sería más fácil?

—No, todo lo contrario, tú madre jamás lo permitiría y lo sabes, por eso, debemos encontrar una manera de sacarte a ti, a tu hermano y hermana del reino mientras yo lidio con tu madre— Suspiró pesadamente acercándose al muchacho.

Dexter incomodo con la cercanía del hombre poco cariñoso solo sintió como lo acercaba a su cuerpo y lo abrazaba con fuerza.

—Voy a enmendar todos mis errores aunque me cueste la vida…

Y esas palabras fueron suficientes para hacer que Dexter confiara.

.

.

.

Cuando el sol se asomó por el horizonte el escuadrón del reino negro se adentró en la ciudadela de los dioses donde enorme templos de mármol con suelos de marfil se abrían paso, cerca de estos templos había pequeñas casas, donde algunos sujetos con prendas y túnicas de suaves y ornamentadas telas se disponían a apagar lámparas y comenzaban a acarrear recursos.

—Son sacerdotes y sacerdotisas encargados de proteger y mantener los templos en buen estado— explicó— también realizan oraciones, rituales y guían a los peregrinos que visitan la ciudad.— continuó la peli rosa.

Todos siguieron en silencio cuando la hija de Eros avanzaba entre los sacerdotes que los miraban murmurando.

— ¿Por qué nos miran tanto?— preguntó la hechicera con indiferencia.

—Porque los estoy guiando y son extranjeros— afirmó— generalmente el culto a los dioses solo viene con personas locales, no con extranjeros.

— ¿A qué templo iremos?— la miro Cerise.

—Al templo de todos los dioses, solo colocaremos algunos inciensos y les dejaremos algún objeto— les explicó.

Caminaron hasta llegar al templo más grande subiendo cientos de escaleras hasta llegar a la cima, donde las columnas enormes, al fondo del todo un altar cubierto de oro contenía las esculturas de al menos 3mts de alto de los principales dioses.

Todos miraron como la peli rosa sacaba de su bolsa de viaje un incienciario y comenzaba a poner copal, el aroma del incienso llenó el lugar y comenzó a tirar granos por el altar con los ojos cerrados, la peli rosa se arrodilló un momento, mientras los del reino negro observaban en silencio.

Se quedaron boquiabiertos al mirar como de su espalda brotaban alas de plumas rosadas, estás se extendieron mientras hacia su oración, en especial la hija de la reina malvada, que había conocido seres mágicos alados se maravilló por la belleza de sus plumas.

Cuando acabó de rezar, quito de su muñeca un brazalete que dejó frente a la escultura de Zeus.

—Ahora ustedes…

Los viajeros lucieron confundidos y dudosos, pero la primera en acercarse a dejar alguna pertenencia fue Raven quien se quitó una daga de la cintura con empuñadura de plata patinada y la dejó junto al brazalete arrodillándose a hacer una oración. La siguiente fue Cerise dejando el broche de su capa, y al final el centauro dejando una cadena de oro que llevaba al cuello.

La semidiosa satisfecha saco de su mochila una botella que vació sobre la ofrendas, parecía ser aceite y al final tomo un poco del aceite y ungió a los presente dibujando en sus frentes una línea.

—Bien, podemos irnos— Indicó.

Los viajeros salieron del templo y dejaron que la muchacha los guiara a las afueras de la ciudadela justo en la frontera comenzaba un denso bosque dividido por un rio, se adentraron más hasta llegar al puente que permitía el paso del río, había arboles cercanos de donde se movieron figuras que se encontraban camufladas con ellos.

— ¿Quién osa pasar el puente que conecta con el bosque de los sueños?— Anuncio una voz carrasposa y cavernosa con un dejo autoritario.

Los druidas, sacerdotes, intermediarios entre los dioses y los mortales se revelaron ante ellos, varios druidas de diferentes géneros e imágenes, algunos con partes de animales, y otros de imagen completamente humana.

—Soy la hija de eros— Reverenció manteniendo sus alas en alto— queremos pasar para cumplir una encomienda importante.

—Se quienes sois vosotros— anunció el anciano— y que vienen por el agua del lago de Oblivion, quieren salvar a la hija de un rey.

—Entonces permítanos el paso y entréguenos su bendición— Comenzó Raven— Sabe usted que el camino será largo y tortuoso, habremos de necesitar toda ayuda y bendición posible.

—Hija de la reina malvada, ¿tú crees que será difícil esta encomienda?— Sonrió con diversión— Será el pilar de tu vida, tanto así que cambiarás… os diría que abandonen su viaje, pero les daré un consejo, aquel que cierra los ojos a lo evidente camina enceguecido por la vida— Sentenció.

Raven miro confundida al viejo druida y asintió con respeto.

—Sigan viajeros, pero les advierto, este viaje no será fácil.

.

.

.

Marcus era un hombre de conducta intachable. Un soldado fiel a la corona que con la caída de la reina blanca había tenido la oportunidad de probarse como algo más que un simple soldado.

Con las nuevas reformas de la joven reina había visto los cambios que el reino había tenido en esos años, donde las clases conservadoras se habían visto sacudidas en su comodidad, misma razón por la que él le fue asignado a su majestad, por el intento de asesinato en la cámara del consejo.

Una fatídica tarde se habían reunido para hacer una ley que impidiera la explotación laboral en criaturas mágicas, quizás nadie lo esperaba pero a la cámara se adentraron hombres armados que pudieron adentrarse al parlamento con facilidad, apuñalaron dos ministros, y a reina sufrió una puñalada más.

Los refuerzos llegaron tarde, pero los heridos fueron trasladados y sanaron con normalidad, pero la noticia de que la reina había sido herida fue desmentida con rapidez para evitar rumores y que hubiese más levantamientos.

El mismo miró a la muchacha rubia levantándose de la cama tras ser curada para mantener las apariencias que eran necesarias en el reino, le impuso tanto la fuerza de voluntad que no había mirado ni siquiera en soldados.

Apple White era una luchadora y una reina excepcional, no tenía ninguna duda de ello, acercarse a ella fue difícil y tortuoso, le comenzó a interesar tanto su majestad, que no supo cuando su curiosidad y admiración se volvió en algo más.

Pero su majestad siempre era sombría, pasaba los días suspirando con cansancio, su mirada denotaba el cansancio y la tristeza, y había días como aquel, que se cansaba de su papeleo y salía al balcón de la oficina mirando la ciudad, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, en esa hora el sol la iluminaba con vehemencia haciéndola lucir más hermosa, sintiéndose dichoso de estar en la posición de poder contemplar de cercas a su majestad.

Cuando miraba así, sumida en sus pensamientos, sabía que ella pensaba en alguien, la mujer por la que muchos sabían que la rubia añoraba su regreso, era algo que no todos en el reino sabían, pero los soldados sabían que su majestad amó a un caballero del reino negro, una mujer de cuna noble que fue cazada interminablemente por la anterior reina hasta que provocó su muerte.

Un amor trágico que no le deseaba a nadie, pero a su vez, él quería ser algo más para su reina.

—Majestad— Habló sacándola de sus pensamientos.

—Oh… lo lamento Marcus, si deseas marcharte puedes hacerlo— dijo distraídamente.

—Me gustaría seguirle acompañando, si no le molesta— Admitió respetuosamente.

—No, para nada, quédate— lo miró antes de regresar su mirada al atardecer.

Hubo un lapso de silencio entre ambos, cuando el soldado estuvo lo suficientemente cerca de la rubia.

—usted siempre mira con tanta añoranza estos atardeceres— Le dijo el soldado.

—Cuando te sientes incompleto solo vagas— Dijo sin más.

—Usted no debe vagar majestad— la miró— es una mujer bella y poderosa, incluso no debiese de sufrir la soledad… mil hombres matarían por usted.

—Créeme, dudo mucho que aquellos mil hombres pudieran llenar mi soledad…

— ¿Incluso si esa persona jamás viene?— dijo arriesgándose a perder su trabajo.

—Incluso si paso cien años esperándole…— sentenció.

Ambos continuaron en silencio, aunque en el pecho del guardia se albergaron los celos y el deseo de poder cortejar a la reina.

.

.

.

Las palabras del viejo druida no habían hecho más que ponerla nerviosa ¿y si por fin perdía el control? ¿Qué haría? Si lo hacía Darling estaría condenada y Apple perdería por siempre el amor de su vida.

Estaba muy claro que no sería nada fácil y el caminar interminablemente durante horas no le estaba ayudando a calmar su ansiedad, menos al ver el campo que se extendía ante ellos, un claro de bosque con cráneo y cuerpos en descomposición, cuerpos grandes y corpulentos, con verrugas y colmillos prominentes, orcos, y cuerpo delgados pero altos, con finas facciones y vestimentas hermosas aún así fueran de guerra; elfos.

—estamos en la tierra media de las batallas— Anunció Cupido— Debemos ser cuidadosos para no quedar atrapados en medio de las guerras de ellos.

—Esto es un poco perturbador—Admitió la semi loba— y huele terrible.

—Es lo que causa la guerra— admitió cupido.

— ¿Pero porque están el guerra?— preguntó el centauro.

—Los orcos creen que las tierras de los elfos son más prosperas que las suyas porque ellos siempre visten sedas y joyas, y comen las mejores cosechas, entonces hablan de que la repartición que tienen entre ambos reinos es injusta— relató— los elfos entraron a la guerra porque los orcos asesinaron a su reina.

—Maldición… eso es demasiado denso— continuo el muchacho.

—No pararan hasta cobrar con sangre su deuda— suspiró— lo mejor será movernos rápido.

.

.

.

Esa particular tarde su corazón pesaba más que otros días, en su memoria aun yacían los recuerdos, hacía ya con aquel día tres años desde que no la mirada, tres años en que la sostuvo entre sus brazos moribunda, desangrándose, su sangre cubriendo sus manos, la espada atravesando el cuerpo cansado y moribundo.

Aún tenía pesadillas de ella muriendo en sus brazos, pero estaba viva, el tarot, su cuento y todo indicaba que lo seguía, Darling vivía y algún día volvería, pero el tiempo se sentía tan pesado y tormentoso desde que la extrañaba.

No pudo evitar sentarse en silencio en aquel sitió pensando ¿Qué hubiera sido si su madre lo hubiese aceptado en primer lugar?

—Majestad…

Se acercó el guardia, Marcus era bueno, un buen hombre, pero le recordaba tanto a Darling que dolía.

—Por favor Marcus, te lo pido, en este momento déjame sola— Se lo dijo con más fragilidad de la que quería admitir.

—No me iré majestad— Anunció arrodillándose frente a ella— no cuando está tan mal… desde que trabajo con usted no he visto más que la sombra de una mujer que alguna vez fue feliz— Comenzó mirándola— y no me gusta verla triste majestad.

—Marcus, por favor…— le pidió sintiendo sus lágrimas comenzar a derramarse sin control— vete.

—No… no cuando es el segundo año que se para aquí sollozando y rompiéndose ante un recuerdo de un fantasma— Dijo firmemente acercándose a limpiar sus lágrimas— no tiene por qué sufrir sola.

El hombre se acercó tanto a ella que Apple sintió nerviosismo ante la cercanía impuesta. Y este simplemente la abrazó apoyando la cabeza de su reina en su pecho dejándola sollozar tranquilamente.

Apple no pudo controlarse más y se derrumbó ante el hombre apuesto, sollozando hasta sentirse vacía y cansada.

—La llevaré a sus aposentos— anunció cargándola en modo nupcial.

Apple solo asintió aceptando las atenciones, se sentía tan miserable y vulnerable, que no pudo evitarlo Marcus era tan caballeroso como su princesa.

El hombre la cargó escaleras arriba hasta llegar a sus aposentos donde la recostó suavemente, pero antes de marcharse la rubia no lo soltó haciendo que este cayera en la cama quedándose abrazada al hombre que se inclinó para comenzar a besarla suavemente.

No obstante la rubia se separó al percatarse que se estaban besando y negó en voz baja repetidamente con aflicción.

—No Marcus— Sentenció— No puedo, no debo, no, está mal— dijo con aflicción.

—Yo… lo lamento lo quería pero…

—Basta— ordenó— fingiremos que esto no pasó, y tú te marcharás por hoy, no quiero que esto vuelva a pasar— lo miró con seriedad— ¿entendido?

—Entendido majestad— asintió con la cabeza gacha y salió de la habitación.

Apple se encontraba un poco confundida pero si de algo estaba segura era que no quería salir con nadie que no fuera Darling, había prometido esperarla y así lo haría.

.

.

.

Continuaron su expedición por el bosque durante un día más donde se adentraron en los territorios de los elfos, estos al ver a la hija de la reina malvada se alejaban con temor.

—Solo queremos pasar— exclamo la peli morada.

—Usted lleva la maldad— exclamó el elfo más ataviado de joyas, con una fina corona.

La belleza de estos seres era tanta que podían apreciar sus hermosos rostros andróginos, sus cabellos largos y sedosos, de diferentes colores, eso sí, ojos azules profundos o verdes vivos, con pieles blancas como la luz de luna.

Con ese grupo de Elfos que se alejaban temosos del grupo de viajeros, cupido decidió intervenir en esta interacción pues no les dejarían pasar de otro modo.

—Soy la embajadora de los dioses, y guío a estos viajeros en esta travesía— le explicó al líder— No vienen con motivaciones malignas.

— ¿Cómo podemos comprobarlo?— exclamó.

Los arboles alrededor de todos ellos comenzaron a moverse, el sonido de la vegetación siendo movida por un gran grupo, los elfos se pusieron en guardia con su magia mientras que la hija de la reina malvada comenzó a ponerse alerta.

De entre los matorrales emergieron elfos, pero estos tenían una profunda mirada violeta, otros tantos ojos plateados, su tez era morena clara, mientras que sus vestimentas eran de telas oscuras pero bellas, que reflejaban la luz del día por los colores oscuros.

Los elfos al verlos continuaron a la defensiva, mientras que los visitantes ignoraron totalmente a los otros arrodillándose ante los viajeros en silencio.

— ¿Qué demonios?— masculló entre dientes la loba.

—No lo sé— murmuró el hombre que les acompañaba.

— ¡Tú!— exclamó el rey elfo— Eres maldad, un ser de oscuridad ¿de qué otra manera estos esbirros del mal vendrían a adorarte?— apunto a Raven lleno de furia— Las profecías son ciertas, vendrás a causar caos a nuestras pacificas tierras.

Raven no pudo evitar sonreír burlona, como si no sintiera nada al ser llamada maligna, con pasos calmados se acercó al elfo permitiéndole sentir su presencia, su magia, la potencia de esta, el ser no retrocedió ni un paso, no obstante, antes de poder defenderse la bruja comenzó a envolverlo en una densa bruma de magia violácea, que se manifestaba como un vapor espeso, con vida propia.

— ¿Quieren ver maldad?— sonrió mientras su voz se iba distorsionando— Puedo ver su futuro y oler su miedo aunque se esfuerce en ocultarlo.

Los elfos presentes apuntaron a la mujer lanzando sus ataques, pero los elfos oscuros comenzaron a bloquear estos sin decir una palabra.

— ¡Bruja!

—La mejor que han conocido, con un linaje de destrucción y desolación— le contradijo— la misma que coserá tu boca, si no nos dejas pasar ahora.

Cupido miró a la peli morada con temor, notando que estaba bastante fuera de sus cabales, decidiendo acercarse a sujetar su hombro tímidamente.

—Raven, por favor, desiste, no les demuestres lo que dicen que eres, eres mejor de lo que ellos creen, por favor…

Miró por encima de su hombro a la peli rosada con una sonrisa de locura, una que se fue desvaneciendo al mirar el rostro afligido de la semidiosa.

—Por favor…

Se acercó movida por un impulso a abrazarla con fuerza, recargando su cabeza en su espalda.

—Déjalo ir… por favor— murmuró.

Raven miro al elfo aterrado con cierta duda y lo bajo poco a poco disipando su magia, los elfos se acercaron a los elfos oscuros y a los viajeros dispuestos a atacar, el rey comenzó a toser sonoramente y sin control, no obstante les detuvo con una mano.

—Alto, déjenlos marcharse, abran el camino— ordenó— pero que sea la última ocasión que te miro por mis reinos, hija de la reina malvada— exclamó con odio.

—Lo prometo— le dijo sin más.

El grupo de viajeros camino escoltados por los elfos oscuros, a quien decidió confrontar la semidiosa.

— ¿Por qué han venido a nosotros?— los miro la peli morada.

Se trataban de tres elfas y dos elfos, todos con algunos accesorios de guerra, pero que los miraban con un rostro neutro.

—Nuestra señora nos ha enviado a escoltarlos— respondió una de ellas— mi nombre es Alessandra, somos un equipo de reconocimiento.

— ¿Qué cosa podemos tener nosotros simples viajeros que le interese a su señora?— preguntó el centauro.

—Ustedes no, ella— señaló a cupido uno de los elfos.

.

.

.

La reina blanca miraba a su esposo extraño desde que este volvió e su viaje de casa, había tomado tiempo para hablar de cerca con sus hijos, pero con ella se encontraba distante y bastante acongojado.

A pesar de esto, sentía una gran desconfianza pues ya no estaba tomando las cosas con la mano dura que habitualmente lo hacía.

—Te estas ablandando— comentó distraídamente al alejarse los sabios de su lado.

— ¿Lo crees así?— la observó con una mueca indescifrable.

—Sí, con aquel granjero, lo habrías descabezado sin problemas, tenía seres mágicos ocultos en su granero.

— ¿No que crees que somos demasiado injustos con los seres mágicos?— preguntó pensativo.

—Somos piadosos, al permitirles marcharse de las inmediaciones de nuestro pacifico reino— exclamó— Los seres mágicos deben ser controlados o no estar aquí.

—Pero… ¿los tiempos han cambiado no?— desvió la mirada con preocupación— Tenemos tecnología y, es muy probable que estemos siendo arcaicos.

—No lo olvides, el reino encantado no tendrá seres mágicos practicando magia a diestra y siniestra— le aclaró— nuestra ley lo dicta así, ¿sabes porque?, gracias a las reinas malvadas.

Dijo zanjando el tema ante su marido, que pareció quedarse inconforme y con más cosas que refutarle a su esposa por lo dicho en un inicio. Sin embargo, guardaron silencio, porque era más fácil callarse antes que comenzar a discutir.

Sus hijos estaban castigados y vigilados desde el incidente con Darling y aunque su hija estaba en el hospital psiquiátrico, esperaba que con los tratamientos que le estaban dando allí retomara su camino.

Su familia no se caería a pedazos si podía evitarlo.

.

.

.

Raven no se esperaba que su siguiente parada fuera hasta el reino de los elfos oscuros, con dos días de viaje estaban a punto de llegar al tercer día. Y estaba siendo más exhaustivo de lo que creía.

Aquella noche del segundo día se encaminaban a las afueras del reino negro con rapidez, siguiendo a los escoltas que los habían interceptado en su camino.

—En verdad vamos el por el camino correcto ¿o ellos nos están desviando?— preguntó con mal temperamento Cerise

—Vamos por el camino que debemos, pero ellos han adelantado nuestro encuentro por alguna razón— le aseguró Cupido

— ¿Es en serio?— La miró Raven— ¿Qué desean ellos de ti?

—No lo sé— aseguró— yo no soy clarividente.

Cupido solo soltó aire pesadamente, mientras vislumbraban el reino de los elfos oscuros, que aunque no era tan enorme como otros, imponía por sus barreras de espinas rodeándolo.

Se adentraron en sus dominios, donde Raven sintió la impresión de que los presentes la respetaran a cada paso que daba entre ellos. Los elfos oscuros parecían estar verdaderamente felices de verla visitar su humilde reino.

Se adentraron en lo que parecía ser un edificio de piedra antiguo, iluminados por llamas eternas azuladas, que se extendía por el lugar en lugar de candelabros, las estatuas de diferentes tipos tapizaban el lugar y los guardias vestían con armaduras pesadas.

Se detuvieron ante una mujer alta, con orejas puntiagudas y cabellos blancos, sus ojos verde profundo resaltaban de su piel albina, portaba telas de suave caída en colores borgoña, y su corona parecía una serie de ramas espinosas de pura plata. En sus manos portaba un báculo de madera negra como la noche con una piedra azulada.

Raven fue capaz de sentir su inmenso poder en cuanto se presentaron ante ella, a lo que esta le sonrió de forma felina, consciente de que el poder de Raven era equiparable al propio.

—Saludos viajeros del reino negro— los saludo— princesa, y por supuesto primogénita de Eros.

Los presentes hicieron una reverencia rápida antes de volver a escuchar la voz de la reina que los analizaba atentamente.

—No sé exactamente cuál es su objetivo, viajeros, pero debo admitir que me ahorraron buscar a la hija de Eros, así que, por ello los dejaré pasar de ida, pero su boleto de regreso depende de ella— dio un vistazo rápido a cada uno de ellos prestando especial atención a la peli rosa antes de tomar más atención a la hija de la reina malvada.

Raven se tensó teniendo un mal presentimiento, pues la mirada de la reina se extendía por la muchacha, notándose sus malas intenciones casi de inmediato.

—Puedo ofrecerles mi hospitalidad esta noche a todos— les dijo de inmediato— solo necesito una audiencia con la señorita cupido.

Cupido miro a la mujer sintiendo un escalofrió, regreso la mirada a sus acompañantes y se cuestionó mentalmente que quería aquella mujer con ella, no entendía exactamente que quería de ella, pero sabiendo que necesitaban urgentemente el agua, solo asintió.

—Que ellos vayan con su gente, para que podamos hablar majestad— le dijo con seriedad la peli rosa

—Claro, solo nos tomara un momento hablar, no necesito demasiado para tratar lo que debamos tratar— Admitió.

La muchacha asintió despidiendo con la mirada a sus acompañantes que fueron sacados del gran salón de la corona. Cupido miró a la reina con algo de aprehensión y solo movió nerviosamente sus manos.

Por el contrario la otra mujer le miraba orgullosamente, como si hubiera obtenido algo que deseaba hace mucho. Solo tomo un largo suspiro antes de comenzar a hablar.

—Desde que supe que tú, semidiosa estabas en mis dominios no pude evitar regocijarme por la oportunidad que me estaban ofreciendo con vuestra presencia— le dijo con parsimonia.

— ¿Qué es lo que quieres?— le preguntó con algo de inquietud, intentando ocultar su temor. — Sé que tu hospitalidad no es gratuita y tu favor, tampoco lo es.

—Iré al grano— comenzó a caminar por el salón— hace tiempo me dijeron que necesitaba un elemento importante para un gran hechizo, no pude conseguirlo y dada tu naturaleza es lo que preciso ahora mismo— le explicó— pido vuestras alas a cambio de poder ir y venir por mi reino de la manera que deseen, tus acompañantes estarán seguros y no sufrirán extraños… accidentes durante su estadía.

Todo tuvo sentido para cupido, la mujer los había atraído directamente a una trampa que siguieron ciegos por la búsqueda de aquellas aguas sagradas. Jamás pensó que la petición de aquella mujer sería algo tan sádico y retorcido, algo que no imaginó y que sin embargo sabía que ahora mismo tendría que dárselas sin protestar, intentó en vano pensar en más escenarios, salvaciones que pudieran ayudarles, en vano.

Raven tenía el sentimiento de que no podía dormir desde que fueron escoltados a las habitaciones, como si algo malo hubiese sucedido sin haber podido hacer nada para evitarlo, el sentimiento de incomodidad se colaba en su ser, debajo de su piel y de sus huesos haciéndole perder la calma.

Fue al lujoso baño de la habitación para mojarse el rostro con agua viendo en su reflejo aun a la reina malvada, sus ojos llenos de odio mirándole con esa amenaza silenciosa de que se volvería como ese reflejo.

Decidió que necesitaba algo de aire fresco, lo cual buscaría aunque no tuviese permiso de deambular por aquel castillo extraño, no obstante cuando comenzó a pasear por los pasillos apreció a lo lejos una silueta silente.

Arrastraba los pies mientras se sujetaba de los muros con desesperación, Raven pudo reconocer su cabello rosado preocupándose de inmediato y acercándose a ella. Sus pasos apresurados buscaban su encuentro, conforme más se acercaba, podía notar la sangre escurriéndole a la semidiosa por la túnica blanca.

—Cupido— Se apresuró a tomarla suavemente apoyándola en su cuerpo mientras hablaba preocupada— ¿quién te hizo esto?

—Tranquila, solo debo llegar a mi habitación— le susurro sin aliento— Allí podré descansar

—Te acaban de atacar, estás herida— le dijo con prontitud— debemos hacer algo, llevarte a una enfermería.

—Me han dado una poción, pero la tomaré hasta que este recostada— le restó importancia continuando con sus pasos.

—Cupido, maldición, que necia eres— murmuró preocupada— en momentos así me gustaría ser más atlética— suspiró invocando su magia.

Cupido al sentirse levantada se preocupó pero al ver el rostro lleno de preocupación de la peli morada, en lugar de su habitual mueca de aburrimiento se sintió apenada de creer que podría engañar a todos y volver al viaje al amanecer como si nada.

—Raven…

—No me digas nada, solo indícame donde te dijeron que estaba tu habitación— sentenció con frustración y preocupación a partes iguales.

Así lo hizo cupido señalando que lugares debía caminar y donde dar vuelta según recordaba las indicaciones, donde le esperaba un ramo de flores exóticas con una nota agradecimiento, en la cama varias toallas absorbentes y un plato de comida caliente. Raven al ver esto comprendió que lo que sea que hubiera pasado, Cupido lo acepto conscientemente.

No hizo preguntas solo la depositó cuidadosamente en la cama, le quitó la poción oliéndola y analizándola cuidadosamente antes de dársela a beber.
Se trataba de una poción de sanación acelerada, la contraparte de estas pociones es que solían ser muy dolorosas y según la gravedad de las heridas, había personas que no lograban sobrevivir a estas. Se preocupó por la peli rosa, tendría que cuidarle toda la noche para asegurarse de que esta iba a soportar el proceso de sanación.

Tomó cuidadosamente su cuerpo para enderezarlo, y le ayudó a beber la poción, se anticipó a los efectos, acercando un cuenco con agua, busco en las gavetas tela que pudiera convertir en lienzos para bajar la fiebre y antes de que comenzaran los efectos rudos de la poción le dio a comer un poco de la cena que estaba allí servida.

La hechicera estaba genuinamente preocupada por la guía de su viaje, lejos del egoísmo de como llegarían al río, le preocupaba verdaderamente que la muchacha sobreviviera al remedio.

Se preparó mentalmente y solo esperó hasta que la peli rosa comenzó a murmurar cosas inteligentibles entre espasmos dolorosos, sus ojos se abrían y cerraban dejando derramar lágrimas gruesas a la par que se aferraba a las sabanas con desesperación.

Ahora más que nunca sabía que le debía demasiado a la joven semidiosa…

Para cupido la noche fuer tormentosa y horripilante, sufrió, deseo que acabaran con su vida, pero ahí estaban, los ojos suaves y gentiles mirándole con preocupación mientras trataba de ayudarle a sobrellevar su sufrimiento, hasta el momento en que vio los destellos violetas y dejó de sufrir.

Cuando despertó por la mañana entendió porque dejó de sufrir, vio a la hechicera encogida sobre el suelo, durmiendo con cansancio, se transfirió el dolor de su herida…

No sabía cómo reaccionar a lo hecho por la joven, pero al verla dormir allí en el suelo acercó las almohadas y las mantas y decidió, acurrucarse junto a ella, por el momento eran dos mujeres heridas que necesitaban descanso, y les quedaban un par de horas de sueño, antes de dejar ese horrible reino…

.

.

.

Trataron de partir lo más pronto que pudieron al amanecer, dejando atrás el reino pero sin decir una palabra, los acompañantes de la peli morada pudieron intuir que las cosas estaban yendo muy mal cuando vieron a la semidiosa sin sus grandes alas, y a la peli morada conteniéndose de asesinar a alguien del reino cuando marcharon del reino de los elfos oscuros.

No hicieron preguntas, ya tendrían tiempo para ello.

Llegaron cerca del atardecer a las orillas del río mágico, teniendo que atravesar la barrera del reino de las hadas, encontrándose con una comitiva en la frontera mucho antes de poder avanzar.

Raven sabía que habían llegado al punto crucial de su misión, fue entonces que las hadas enfrentaron a los viajeros.

—Están en el punto más antiguo de la magia ¿Qué deseas de aquí hija de la reina malvada?— preguntó el jefe.

—Busco ayuda, nada más que eso, solo necesitamos el agua del lado y podremos irnos en paz.

— ¿Por qué habríamos de ayudarte? si tu maldición no es revertida nosotros sufriremos la aniquilación total por tu causa— dijo el jefe.

—Porque, la he roto— Dijo sin más, no queriendo mirar a cupido.

— ¿En serio?— Dijo no convencido el hada.

—Yo, conocí a mi alma gemela… Eso creo

— ¿Cómo podemos estar seguros?— La juzgó otra hada.

—Ponga una prueba que les permita saber que puedo sentir emociones de nuevo— Le pidió.

Los nativos del lugar cerraron circulo hablando de sus posibilidades y al tomar una decisión, se acercaron a los jóvenes ya con un postura clara.

—Te pondremos a prueba Raven Queen, para saber si tus intenciones son nobles— habló el viejo.

La peli morada asintió de manera tranquila y solo se acercó al viejo, dejando que este tocara su frente con su bastón, de manera en que al hacerlo, todo se llenó de niebla espesa.

Raven sintió como todo se transformaba y al abrir los ojos miró el reino convertido en cenizas, no había nada en pie, solo sombras atemorizantes que aguardaban a la orden más próxima de su ama.

Antes de poder decir o hacer algo, un par de esbirros se acercaron sujetando por cada brazo a una mujer de cabello peli rosado, su rostro murmuraba palabras de odio y terror dirigidas a la hechicera, mientras el dolor proveniente de su pierna la obligaba a arrastrar el zapato.

El sentimiento de decepción y sorpresa por todo lo que estaba pasando a su alrededor estaba comenzando a hacerle sentir intranquilidad y una serie de sobrestímulos que no podía sobrellevar. Cerró los ojos bloqueando todo lo que pasaba a su alrededor.

Recuerdos de cuando estuvo en Ever After high invadían su cuerpo, su corazón se volvía cálido cuando se veía así misma más joven rodeada de amigas y personas especiales, cuando estuvo con cupido entre clases solo riendo y disfrutando. Solo siendo Raven. Los paseos por la noche, los momentos después del caos tocando la guitarra mirando a la misma muchacha de cabellos rosas junto a ella. Cómo no se dio cuenta antes..

Miró a la peli rosa y la tomó por el rostro con dulzura.

—Yo jamás te haría daño— habló mirándola con ojos llorosos— Ni a ti, ni a nadie, no soy capaz de tomar una vida, aun si no sé qué es lo que estoy sintiendo, tú me haces sentir, sentir cosas extrañas pero, son sentimientos— suspiro y se recargó en ella— Yo no soy este ser desprovisto de sentimientos.

La muchacha negó sollozando contra el suelo, dejando ir todos los sentimientos que se arremolinaban en su interior hasta que el viejo apareció frente a ella con la peli rosa a su lado viéndola con tranquilidad.

—Por lo visto, tu corazón es más noble de lo que parece Raven Queen— Suspiró mirándole— podéis continuar hasta el lago.

El hombre le abrió el paso, e igualmente lo hicieron las hadas del lugar.

Raven continuó con sus acompañantes hasta que estuvieron frente a un lago de aguas completamente cristalinas, el lago de Oblivion, las leyendas sobre este eran tan antiguas como el reino mágico mismo, a la lejanía se miraba el reino de las hadas, con construcciones cristalinas y doradas.

—Es como dicen las historias— miro sorprendida Cerise.

—Lo es…— dijo Cupido mirando con orgullo a la hechicera.

La princesa apreció un momento más el sitio y sacó de su alforja dos botellas de cristal agachándose a recoger el agua del lago, el cual al estar en la botella se tornó dorada y deslumbrante.

—Lo logramos— dijo aliviada— tenemos que volver y correr al reino encantado.

Miro a sus acompañantes mostrando ambas botellas, para finalmente guardarlas cuidadosamente en su alforja y tomar una fotografía del sitio donde estaban.

La comitiva de viajeros emprendió su viaje de regreso inmediatamente, siendo interceptados por la noche más allá del reino de los elfos oscuros, teniendo que dormir en el bosque. Como cada noche desde que emprendieron el viaje Raven y Cupido se encontraban mirando el fuego consumirse, mientras sus compañeros descansaban.

—Necesito preguntarte algo— Habló por fin la semidiosa escuchando el crepitar de la fogata.

—Claro, hazlo.

— ¿Qué hiciste mientras estaba agonizando anoche?— Miro a la bruja— En algún punto deje de sentir dolor.

El silencio las acompañó por unos minutos en lo que la muchacha se decidía a contarle a la hija de Eros lo sucedido durante la noche.

—No podía verte sufrir— admitió— algo se estaba quebrando en mí, porque no podía hacer nada para ayudarte… y al final decidí conjurar un hechizo antiguo, prefería aligerar la carga de tu dolor algunas horas.

—Ya veo, entonces ¿transferiste mi dolor a ti?— La miró con atención analizando sus expresiones fáciles.

—Lo hice…

Cupido no agregó nada más solo buscó con su mano una de las de la hechicera, tocando con suavidad su piel. Teniendo un tacto, descubriendo que la temperatura de la joven era fría.

—Así que, ¿ahora tienes sentimientos de nuevo?— le interrogó la semidiosa.

—Los tengo, rompí la maldición— le dijo con tranquilidad y algo avergonzada.

— ¿Soy tu alma gemela?— preguntó con una sonrisa divertida mientras entrelazaba sus manos con la otra.

El silencio se extendió entre ambas mujeres hasta que Raven miró a la semidiosa algo incomoda.

—Lo eres… Aun si yo no soy la tuya, yo siento que eres la mía, porque lo que me haces sentir rompió la maldición— Le explicó mirando a sus ojos— Me encantaría haberme confesado como la gente normal, ya sabes, flores y cartas de amor, y con cosas menos confusas.

Cupido dejo que la bruja hablara y dijera todo lo que en ese momento estaba pensando.

—Cuando yo obtuve mi labor, se me dijo que no podría volver a amar de nuevo porque es la maldición de los cupidos— le explicó— pero… tú haces que sienta cosas, que deben de sentirse con el enamoramiento, incluso… recuerdo la escuela, ya sabes— le sonrió— desbloqueaste la magia…

Raven sonrió mirando a la peli rosa, y solo pudo reaccionar entusiasmada.

— ¿Tú también lo recuerdas?— exclamó con felicidad— quiere decir que… ¿en verdad logramos terminar la parte importante del cuento?

—Lo hicimos… Aunque ¿qué sucederá ahora?

—Yo debo ir por Darling y regresar al reino negro— Suspiró pesadamente— Tu… ¿Tienes que quedarte aquí?

—No… no realmente, pero ¿crees que sea prudente que me vaya con ustedes ahora?

—Podrías… tendrías un lugar en el castillo para ti, siempre y cuando quisieras ir conmigo — le aseguró.

— ¿Me lo pides así?, ¿sin un beso primero?— la miro con cierta diversión.

La hechicera se acercó tomando la cintura de cupido, mirando con atención y tentación sus labios rosados.

— ¿Podría besarte?— sonrió con una tranquilidad y devoción que desconocía en ella.

Cupido miró a la hechicera con una gran sonrisa en sus labios.

—Hazlo por favor.

Las chicas se besaron a la luz de la hoguera que tenían cerca, sellando el compromiso de haberse reencontrado nuevamente en su cuento que iban a reescribir.

.

.

.

Las cosas en el sanatorio mental habían comenzado a ser frenéticas, luego de estar tan tranquilas, el ruido de alarmas gritos de guerra y metales chocando comenzaban a taladrarle las sienes y no podía hacer nada para remediarlo por la maldita camisa de fuerza.

Mantuvo los ojos cerrados hasta que escuchó como su puerta se abría con un gran estruendo que le hizo estremecerse en su sitio. Los abrió de golpe mirando como una joven de cabello violeta y su hermano Dexter entraban a la celda.

— ¡Darling, que bueno que te encontramos!— Exclamó el de lentes corriendo hacia ella comenzando a quitarle la camisa de fuerza.

La rubia miró a ambos, pero conforme la prenda salió de sus brazos pudo sentirse aliviada y bastante bien, puesto que de tanto tiempo con ella puesta no podía sentir sus brazos.

— ¿Dónde está Daring?— miró a ambos.

—Logramos salir del palacio a hurtadillas hace un día, estuvimos aguardando a que Raven pudiera llegar a los puertos, ahora Daring y algunos amigos pelean con los guardias pero no nos queda mucho tiempo— le explicó cortamente.

—Yo creo que no me recuerdas, pero traigo algo que puede ayudarte a recuperar tu memoria— sacó de sus ropajes una botella dorada— debes beberla ahora.

—Eso es ¿Seguro?— miró a Raven con sospecha.

—Lo es— Dexter asintió— créeme, no permitiría que lo bebieras si fuera a causarte daño— Le aseguró.

La rubia lo pensó unos segundos y con debilidad extendió la mano para tomar la botella y destaparla, la olió, no tenía aroma, por lo que llevó el contenido a sus labios y bebió el líquido sintiendo como un golpe cálido le regresaba los recuerdos.

Cada cosa sucedida en su vida, su infancia, la escuela, el miedo, el dolor, el sufrimiento, éxtasis, cada sensación que llenaba su cuerpo era ensordecedora y paralizante, apenas recordaba donde estaba, que estaba en peligro. Sintió como los fuertes brazos de la hechicera la sacudían mientras la jaqueca la hizo sentir náuseas, volteó hacía un lado saturada de sensaciones y vació el contenido de su estómago sintiendo el agrio sabor de la bilis llenar sus papilas gustativas pero logró erguirse con debilidad ante la atenta mirada de la peli morada y Dexter.

— ¿Nos vamos?— preguntó con la voz áspera.

— ¿Nos recuerdas?— la miró con cierta duda Dexter.

—Los recuerdo, también lo que me hizo Snow White y que Apple está sola sin mí— Sonrió con debilidad— Sáquenme de este infierno por favor.

Pasó su brazo por el cuello de Dexter para apoyarse en su huida, sabía que seguía débil, que no podría soportar la carrera sola, pero debían marcharse. Sus músculos entumecidos reclamaron del dolor cuando comenzaron a correr por los pasillos, mientras sus brazos se debilitaban a cada paso.

—Resiste Darling— La alentó Dexter— estarás a salvo y podrás ir con Apple muy pronto — Afianzó su agarré en su cintura, cuando pensó que lo mejor sería cargarle en brazos.

Pero al querer intentarlo ella sacudió la cabeza intentando mantenerse más tiempo consciente, el suficiente para que salieran de aquel infierno y ella pudiera sentir la satisfacción de haber salido de su infierno personal por su propio pie.

Cuando estuvieron lejos del hospital de salud mental pudo mirar como Cerise, un centauro que no conocía y su hermano Daring corrían a toda velocidad, pero detrás de ellos un grupo de guardias les seguían.

La persecución los llevó a correr por sus vidas hasta el muelle donde un barco con banderas negras ondeaban, Darling se tiró contra el suelo mientras los demás comenzaban a acomodar todo para poder zarpar hasta que una oleada de flechas se cernió sobre ellos.

Daring mirando que había varios arqueros debajo y que estaban muy decididos a matarles tomó una cuerda y desenvainó su espada.

— ¿Qué demonios haces Daring?, ¡baja de ahí!— le grito Cerise.

—Voy a volver, los voy a entretener, ustedes váyanse, yo encontraré una forma de escapar, pero lo importante es poner a Darling a salvo ahora que recuperó la memoria.

—Espera, no lo hagas, podemos irnos sin necesidad que te arriesgues tanto— le gritó Raven.

—No van a herir a nadie más si puedo evitarlo, váyanse, la armada del reino es tan numerosa que si se quedan por mí, en cuestión de minutos estaremos desarmados y arrestados, solo váyanse— les indicó, miró brevemente a Dexter y Darling y sonrió— Los amo hermanitos.

Fueron las palabras que dijo antes de columpiarse hasta el muelle donde comenzó a abatir a los arqueros que disparaban al barco. Con esta distracción, todos comenzaron a hacer que el barco zarpara lo más rápido posible, en unos minutos estaban lo suficientemente lejos, mirando como lo que Daring les había advertido sucedía, rodeado de guardias y exhausto soltó la espada colocándose se rodillas, estaba arrestado.

.

.

.

Darling fue llevada a un camarote luego de que se desvaneciera contra el suelo donde se mantuvo recostada, el cansancio y el saberse a salvo lograron noquearla.

Dexter llevó a la muchacha al interior del camarote recostándola en un catre, miró su semblante tranquilo, se notaba que no había dormido bien varios días, afortunadamente no duró más de dos o tres semanas internada en aquel infierno.

Sus brazos mantenían aun las marcas de la tela que estaba fuertemente ceñida a su piel haciéndole daño a cada minuto, suspiró pesadamente tomando asiento a su lado, ahora Daring había sido capturado, y tendrían que volver por el… Pero harían eso hasta que Darling estuviese en condiciones de emprender una nueva misión.

Negó con frustración, tonto Daring y su maldito heroísmo, ahora estaban un paso más lejos de su felicidad, pero al menos no todo era malo. Ya eran dos Charming lejos del yugo de sus padres.

Y tendrían un viaje un poco corto, pero que serviría para que pensara y aclarara un poco sus pensamientos, de por sí los últimos años habían sido una locura, ya había vivido una guerra, un encierro y varios escapes de distintos lugares.

Tomó suavemente el dorso de la mano de su hermana.

—Espero que pronto logremos ser felices los tres— susurró con una sonrisa cansada.

Se levantó de su lado y regresó a cubierta, quería ver si podía ayudar con algo.

.

.

La llegada al reino negro no había sido fácil para los Charming, la ausencia del mayor de ellos logró hacer que los ánimos de los jóvenes mermaran, evidentemente la rubia fue recibida con gusto y con los brazos abiertos por los reyes negros, pero a su vez le dieron tiempo en cama para que descansara, y que decidiera socializar con calma, sin presionar cuando esta deseaba comer en su recamara.

Darling por su parte estaba sumamente exhausta, era como si su cuerpo no quisiera asimilar los traumas vividos aunque, su mente lo resentía aún más, con los terrores nocturnos, las pesadillas, todos los males que no le dejaban sentirse en paz, lo cual lamentaba profundamente.

Fueron semanas en las que decidió que los paseos vespertinos a los bosques podían ayudarle a meditar, el silencio, los árboles mágicos y la presencia de seres del bosque que solo pasaban de ella como si fuese una piedra más en su camino.

Se replanteó tantas cosas, su vida, su hermano, lo que había estado haciendo, y quería su final feliz. Darling quería conseguir su final feliz. Aunque aquello no iba a ser tan fácil.

Cuando decidió hablar con el rey bueno sobre aquello pudo ver su rostro de incomodidad.

—La reina Apple ha tomado el trono, eso es cierto— comenzó— Lo cual solamente va a dificultar tu acercamiento a ella gracias a que tus padres han informado a los reinos que tú no eres de la familia real más.

—Pero eso no es todo— Agregó la reina— A su coronación y en respuesta al consejo parlamentario a que debía casarse, ella acepto que se organizara anualmente un torneo de caballería en el reino, el ganador de la justa se convertirá en el caballero oficial del reino y podrá pedir la mano de la reina.

Darling miro a ambos reyes procesando la información suspirando con pesadez.

— ¿Cuándo será el próximo torneo?

—En tres meses— le informó el rey bueno— Pero no estarás preparada en tan poco tiempo, has estado un año sin realizar entrenamiento y aunque eres una peleadora nata se ha dicho que el torneo será sumamente mortal y arriesgado.

—Aun así debo intentarlo— afirmó con determinación— ¿y si alguien lo gana?

Los reyes miraron en silencio como la rubia partía con determinación tras aquella última declaración, no dejaría que alguien desposara a la rubia sin pelear, tan solo… tenía que intentar ponerse lo suficiente en forma, volver a su antiguo ser antes de la herida y el estar en su reino.

No perdería un solo día más…

Comenzó a entrenar desde aquel día pero tras los primeros tres días se convenció de que iba a ser más difícil de lo esperado.

Se hecho al suelo exhausta y cansada, se sentía inútil, con su cuerpo debilitado y sus habilidades tan oxidadas tendría que pasar al menos unos siete meses para que recuperara su condición física, no estaría preparada para el próximo torneo que sería en tres meses, no iba a estar lista.

Su bello y hermoso cabello era estorboso, aunque poseía la habilidad de ralentizar un poco a sus adversarios al moverlo, ventaja que ahora mismo no le era tan útil, y además nunca lo había intentado con un corte más pequeño. Desde que tenía memoria había usado su cabello increíblemente largo, cortando cada cierto tiempo solo las puntas, la realidad es que detrás de su larga cabellera había una gran serie de reglas y tediosas imposiciones propias de una "princesa", porque solo las plebeyas lo cortaban, aunque esta era ya de por si una idea demasiado anticuada que su padre y madre sostenían, además que era una cuestión histórica.

Hacía cientos de años habían existido grandes epidemias de piojos, chinches garrapatas debido a las condiciones insalubres en las que vivían las personas de los reinos, una consecuencia evidente del aumento de población, lo que le llamaron globalización temprana un par de años más tarde. La realeza optaba por dos opciones, la primera era usar su cabello largo y mantenerlo en extremo cuidado cepillándolo incluso 5 veces al día de forma concienzuda, trabajo que era realizado por dos damas. Después era recogido en apretados moños o elaborados peinados. La segunda opción era cortarse el cabello a rapa y emplear pelucas, aunque esta última fue más usada durante la escasez de agua por la peste negra. Así pues, los plebeyos siempre usaban corto el cabello por carecer de la posición acomodada para mantenerlo libre de plagas.

Estando ahora en la disyuntiva de cortarlo o no empezó a enumerar los pros y contras que le generaba mantenerlo de ese largo, la primer de todas era que se tornaba difícil usar los cascos de caballería con su cabello, en la armadura del caballero blanco no existía problema por el gran tamaño de esta, pero con las armaduras del reino negro su cabello debía estar habitualmente en una coleta baja y este se queda normalmente atrapado en el peto recibiendo constantes tirones cuando luchaba.

Raven se acercó al campo de entrenamiento donde había estado la peliblanca durante toda la mañana, aunque no esperaba lo que iba a ver, parada con una liga sujetando su cabello en una cólera baja, Darling sujetada con una su largo cabello y contra una daga larga, antes de siquiera poder decir algo empleo un par de movimientos como si cortara con una cuchillo de cocina y la coleta cayó al pasto.

—Darling…— la miró Raven— ¿Qué hiciste?

—Lo corté— Suspiró acercándose a la fuente cercana a ese campo y se miró— Por fines prácticos.

—Sabes, había formas más fáciles de que lo hicieras— Sonrió con una risa divertida— Como ir con peluquero quizás.

—En mi mente iba a quedar más épico si yo lo hacía— Comenzó a reír— Supongo que debería ir a que acomoden estas puntas disparejas— Agregó, su cabello había quedado a la altura de sus hombros con algunas puntas disparejas.

—Claro que esto— se acercó a levantar la coleta que media poco más de 60cm— lo donaremos —La miró con una sonrisa tranquila. —Vamos, date un baño e iremos con mi estilista— Agregó antes de cruzarse de brazos— te esperaré en los jardines de la zona norte.

.

.

.

El paso del tiempo era inevitable y como todo lo que debe suceder el torneo se acercó con rapidez, odiándose a sí misma por no decir que no y hacerse escuchar con más autoridad. El día llegó.

Lo últimos días estuvo con una profunda ansiedad al ver que ninguno de los caballeros que se unieron a la justa eran su caballero.

Y tuvo que dar la cara, saliendo al palco real.

En su corazón se mantenía la inseguridad y el miedo latente, aunque era seguro que nadie pasaría las pruebas, no quería pensar en la mínima posibilidad de que un caballero fuera lo suficientemente fuerte como para lograrlo.

—Súbditos míos, Reyes, Reinas, Princesas, Príncipes de todos los reinos que nos acompañan hoy, los saludo con la más cálida de las bienvenidas— comenzó en el micrófono— estamos hoy aquí, en la reformada arena del reino blanco, para inaugurar este magno evento, el torneo de caballeros.

Miró a los caballeros en fila, cada uno de ellos desde la arena sin sus yelmos, solo deseaba que no fueran tan buenos.

—Agradezco a nuestros nobles competidores que hoy se van a probar en cuatro pruebas de vital importancia para el caballero que protegerá este reino; Valentía, Agilidad, Inteligencia y Nobleza— Explicó— Cada una de estas pruebas tendrá como objetivo hace valer su temple, su corazón y su intelecto, dejando que solo un gran caballero pueda superarlas… y en caso de que ninguno pase las pruebas, este torneo se realizará año a año, con nuevos retos que pondrán a prueba los mismo cuatro atributos.

El público enloquecía aplaudiendo ante las palabras de la reina.

—Con esto dicho, doy por iniciado el torneo, buena suerte a todos, y que gane el mejor…

.

.

.

Y pasaron tres meses, en los que si bien se puso más en forma, supo que no podría lograr su cometido.

Le faltaba demasiado para lograr tener el entrenamiento necesario. Y aquello le frustró mucho, pero aun con ello decidió regresar al reino blanco, necesitaba presenciar ese evento, asegurarse con sus ojos como sucedía y si alguien ganaba, buscar la forma de llegar a Apple.

Así luego de un año, sin regresar a aquellas tierras y ahora en la arena de dragones, que estaba más ampliada, encontró asiento cercano al palco de la realeza.

Y Apareció ella…

Darling la miró desde las gradas, miraba desde los lejos a la bella mujer, el pasar de los meses habían hecho verse aún más hermosa a Apple, vestida de seda de pies a cabeza podía apreciarse imponente, una reina en todo el esplendor de la palabra.

Con su cabello un tanto más corto, pero ataviado en finas joyas y adornos exquisitos, su mirada un tanto más fría y cautelosa, una mujer poderosa, madura, que había tenido que enfrentarse a tantas cosas hasta hoy en día.

.

.

.

Al finalizar el torneo Apple no podía negar que se encontraba más tranquila, de todos los inscritos, 3 fallaron la primer aprueba, 4 la segunda, y el ultimo que pasó a la tercera ronda había fallado, claro que al termino de todas las actividades era requerido que ella diese una gran fiesta para sus invitados y los caballeros, no obstante, no estaba de humor para fiestas.

Aunque las fiestas de la realeza no eran tan aburridas como recordaba de pequeña, seguía sin encontrarse lo suficientemente serena, con ese presentimiento de sentirse observada desde que comenzaron las celebraciones, podía sentir su cuerpo vibrar y su corazón dolorosamente afligido.

Su padre por fortuna había estado apoyándola en las relaciones sociales, atendiendo a ratos a los reyes, príncipes y caballeros de otros reinos. Ella misma se había dedicado a declinar ofertas de baile de muchos hombres y mujeres.

La fiesta era suntuosa pero agradable, con música, comida y mucha bebida, los invitados vestían con sus mejores ropas y máscaras, siendo la temática de aquella noche, propuesta por su padre mientras planeaban esta.
Ahora mismo descansaba en una esquina con una copa de sidra de manzana, su vestido era azul celestre, abrazando sus cuervas perfectamente con una falta de corte abultado, usaba una máscara, antifaz de color blanco aperlado con marmoleados negros, y algunas aplicaciones de perlas y diamantes. Solo un labial rojo carmesí adornaba sus labios, en el escote de su vestido pendía aquel amuleto libro con una fina cadena de oro.

A lo lejos miró alguien que llamó su atención, no podía descifrar si era un muchacho o una muchacha, vistiendo traje militar rojo quemado, con aplicaciones doradas, pantalones negros ajustados con botas militares de tacón, camisa negra pirata, encima de esto una chaqueta de color escarlata con bordados finos dorados y botones del mismo metal, usaba una máscara de tres cuartos de rostro negra, con detalles rojos y dorados pintados sobre esta, que solo le permitía ver unos labios rosados pálidos, sus cabellos peliblancos, rizados se perdían en un corte pequeño, no podía descifrar bien quien era ese misterioso invitado, que en apariencia lucia tan andrógino.

Como si leyera sus pensamientos dirigió su mirada a ella y con una sonrisa caminó en su dirección, paso a paso sintió el nerviosismo en su pecho y como un nudo en su estómago se asentaba, se parecía tanto a Darling.

—Majestad— Saludó con un suave reverencia que hizo que aquellos cabellos blanquecinos y rizados se moviesen enmarcando la máscara negra.

Extendió su mano sin decir nada, notando Apple sus manos con guantes negros, se mantuvo a la expecta, sin saber si bailar con su invitado o no hacerlo, había estado rechazando a todo aquel que se le acercó en aquella noche sin tomar en cuenta que el extraño ni siquiera había hablado pero su mensaje era claro y conciso.

Movida por un extraño sentimiento de añoro tomó la mano del desconocido que la sujeto de forma firme pero delicada llevándola con hasta la pista de baile, algunos murmullos poco prudentes se filtraron entre la multitud los cuales fueron callándose conforme se alejaba de las personas hasta llegar a la pista de baile donde algunas persona bailaban en pareja.

El extraño posó su mano en su cintura con confianza aparente y Apple adoptó la posición de baile, su desconocido invitado era ligeramente más alto que ella a pesar de que usaba tacones, notó que mientras comenzaban a bailar al ritmo de un vals su aroma le llenó las fosas nasales, olía a bosque, sal de mar y flores del campo con un suave toque cítrico, un aroma familiar, pero tan indistinto al género que la confundió más, y aunque su voz la escucho un segundo podría jurar que era femenina.

Miró sus ojos, eran azul profundo, tan azules como un cielo abierto, en ellos podía leer dolor, una profunda y larga historia de decepciones y luchas, pero también notó el brillo de la alegría.

—Es usted tan parecido a alguien que tengo en mi memoria— Musito la reina.

— ¿Lo soy?— le observó con atención inclinándola suavemente al suelo.

—Sí, demasiado— Acercó la mano que tenía en el hombro del desconocido a su cuello.

— ¿Tan afortunada soy majestad?— Se burló con gracia— Me halaga— Admitió.

—Lo eres— Sonrió al escuchar cómo se dirigía a sí misma en femenino— No tengo idea de si eres o no esa persona, pero, creo que estoy sonando muy impropia y atrevida.

—No lo hace majestad— Aseguró

—Es muy extraño ver a una dama de cuna noble con ropas de caballero— Agregó con una sonrisa coqueta.

—Bueno, me gusta estar cómoda y causar impacto— Dijo haciendo que la dama diera una vuelta.

El baile de las muchachas fue interrumpido cuando el padre la reina se acercó.

— ¿Me permite la pieza con mi hija?— Miró al aparente muchacho o muchacha.

—Adelante majestad— Le sonrió dando una reverencia caballeresca.

El desconocido de la máscara se perdió entre los invitados mientras Apple miraba a su padre con un poco de alivió.

— ¿Pensé que no bailabas?— Le dijo con tranquilida— No pude evitar preocuparme.

—No lo hacía, pero ella…— Suspiró pesadamente— Es tan parecida a Darling y… solo se acercó a invitarme sin decir una sola palabra, no pude negarme.

—Ya veo— La miró el rey— Aunque es un poco diferente de las fotos que he visto.

—Por eso no estoy segura si lo era o no— Suspiró mirando al hombre.

—Entiendo, si lo era ¿Por qué crees que no se quedó?

—No lo sé, quizás aún no se siente segura de regresar o la vigilan de su reino— Dijo con un deje de tristeza.

—Volverá, de eso estoy seguro— Dejaron de bailar y beso con dulzura su frente.

Apple le sonrió a su padre alejándose de nuevo de la gente y en un nuevo momento de soledad de aquella fiesta se acercó al enorme balcón seguida por el fiel guardia, que se acercó con discreción cuidando no asustar a su joven reina.

—Majestad— Le sonrió— ¿Se encuentra bien?

—Marcus…— suspiró extrañada de que el reservado hombre se acercara— En realidad me siento un poco aliviada.

— ¿Por qué nadie se casará con usted en un año?— La miró confundido.

Apple se sintió más tranquila de que el guardaespaldas no hubiese notado que la muchacha había bailado con ellas y que no hiciera preguntas al respecto.

—Por eso precisamente, me he comprado más tiempo— Aseguró sujetando la barandilla de piedra del balcón y mirando a la lejanía del reino.

—Me pregunto, ¿Cuántas mujeres tomarían como insulto lo que usted toma como tranquilidad?— Le sonrió.

—Demasiadas Marcus— Admitió— Pero ellas no son yo— Agregó— Y ellas no deben preocuparse más por un reino que por un absurdo matrimonio.

— ¿Tan infeliz la hace la idea del matrimonio?

—Tanto— suspiró mirándolo— Sabes, a veces me preguntaba si tenías voz… no es que me moleste que no hables pero, no sueles hacerlo más que para lo más necesario— Dijo observando al apuesto hombre.

—No hablaré a menos de que sea necesario— Se justificó.

— ¿En este caso fue necesario?— Elevó la ceja curiosamente.

—Yo… me preocupé por usted…— Dijo con un sonrojo leve y desviando la mirada.

—Apreció tú preocupación— Le aseguró con una sonrisa coqueta— Aunque si no te molesta me retiraré a mis aposentos por hoy.

Se encaminó por los pasillos del palacio, había cambiado tanto de su infancia a su reinado, y al llegar a las escaleras se quitó los tacones avanzando descalza por los pisos alfombrados.

Cuando estuvo en sus aposentos, los antes aposentos de su madre dio un vistazo nostálgico y camino a su armario a quitarse el vestido y las joyas quedándose solo en unos shorts rojos y una suave blusa de tirantes de encaje.

Caminó al baño donde se retiró con calma el maquillaje y se lavó el rostro, quitándose al último sus lentes de contacto y remplazándolos con unos anteojos comunes, se sentó en el escritorio de la habitación y comenzó a sacar de la caja de documentos que debía revisar cada semana. No encontraba su pluma por ningún lado abriendo uno de los cajones del escritorio encontrándola allí encima de un sobre con su nombre.

"Apple White"

Aunque pasaran mil años, Apple podría reconocer esa fina caligrafía, delicada y expresiva.

"No hay momento en que no desee estar contigo, pero ciertamente reconozco que aún no es nuestro momento, pero no podía perder la oportunidad de verte de nuevo y me confirme que te amo como la primera vez que te vi.

Has crecido tanto, eres una reina y me he informado un poco de tus reformas y propuestas, estoy tan orgullosa de ti, lo has estado haciendo tan bien, pero debes tener cuidado, estas creando una revolución ideológica y no todas las personas son capaces de abrir su corazón como tú.

Yo que sé que tienes muchas preguntas acerca de mi

—No sabes cuantas— Murmuró con un nudo en la garganta.

No ha sido fácil, he pasado por tantas cosas y aun no termino con la sombra de mi pasado.

Sé que estarías dispuesta a ayudarme… Pero no quiero traerte más sufrimiento y problemas en tu reinado.

El reino encantado es un caos, regresar luego de años fue lo peor que me pudo suceder, perdí mi memoria, será largo de explicar pero tú madre me hechizó para que si no renunciaba a mis memorias de ti muriera lentamente. No me enorgullezco de no haber luchado más. Hice lo que en mi agonía creí mejor.

Lo que siguió fueron meses insoportables, terribles cosas, hasta que fui recordando por sueños y pesadillas, pero la resolución real me la trajo mi padre con Raven, recuperaron mi memoria y estoy muy agradecida.

Y Ahora… Estoy lidiando con las consecuencias de mi escape del reino encantado, pero te prometo que nos volveremos a ver.

Yo siempre regresaré a ti.

D.C

Negó con algunas lágrimas cayendo de sus ojos no pudiendo evitar sentirse aliviada y la vez molesta porque de nuevo, no le dijo quién era.

Aquella joven con la que bailo era claramente ella pero se negó a verla y se odio por no darle un beso justo allí mismo.

.

.

.

Continuara…

N/A: Después de dos años de terrible pandemia, regresé, pasaron muchas cosas en este tiempo, pero al fin me di al tiempo de ponerme a terminar esta serie, que tendrá un capítulo más, que se volverá nuestro epilogo, para darle fin a esta aventura.

Una gran disculpa por a tardanza, la verdad es que conforme los años pasan la vida de adulto nos va consumiendo cada vez más y a veces es inevitable ausentarse.