Lucif... Dalquiel se ha apoderado del despacho de Miguel y... nunca lo confesará ha ido a buscar a ver si es cierto que hay fotos suyas en los cajones.

Y la verdad, luego ha cambiado algunas cosas de sitio, escrito obscenidades en algunos papeles de por ahí y desordenado todo en general.

Ha encontrado la ARMADURA y... se ha relamido mientras le brillaban los ojos (y no solo por el brillo propio de la armadura) Incapaz de evitarlo. El mensaje no podría ser más claro.

El NUEVO Miguel. En el NUEVO orden del cielo. No tenía ni que decir nada, todo el mundo iba a entenderlo solo con verle.

—Nadie te puede decir que no sabes bien como hacer las cosas —reza, sonriendo y mirándose en los cristales reflectantes, con la armadura puesta que le sienta como un guante. Haciendo volar un poco la faldita de romano al dar la vuelta sobre sí mismo.

¿En serio? Yo como espectador neutral pienso que eres monísimo

No puede dejar de sonreír, yendo al buscar gente. Porque esto no va de esconder unos bolígrafos en otro cajón y dibujar penes en los informes oficiales.

Mira su lista de posibles opciones. Ha elegido a unos cuantos ángeles ya que le parece que podrían interpretar bien sus nuevos papeles y los hace llamar a la sala de juntas Seis.

La verdad es que… más de un angelito en su presencia opina que por qué ÉL es el que se pone la armadura y no… pues algún otro ángel.

Él se va a la sala a esperarles. Repasando la lista. Algunos serafines y arcángeles. Más o menos le parece que todos pueden tener... aspiraciones más elevadas que las actuales, por lo que recuerda de ellos.

Y deben estar lo bastante alto en las jerarquías para que sea fácil sustituir la figura de autoridad y a la vez conocer los secretos de los Arcángeles.

Lucifer junta las puntas de Los dedos y hace MUAJAJAJAJA. Tal cual.

La verdad, odia un poco que Dalquiel lleve el pelo tan corto, pero a parte de eso... ¡Es que mira que bien le queda la armadura!

Le queda mejor a Miguel (Dice Miguel…)

La verdad... vuelve a mirar la faldita de romano en el reflejo de las lunas de cristal y piensa que es bastante corta y que a lo mejor tendría alguna gracia meter la mano dentro mientras ella la está llevando...

Las fantasiassssss

Ugh. Cállate, mamá.

Los ángeles llegan puntuales a la sala seis como ha dicho y Dalquiel sonríe ampliamente ofreciéndoles asiento.

—Os preguntareis por qué os he hecho llamar...

Ahí van a sentarse, espaldas muy derechas. Dumah asiente con la cabeza.

—Supongo que todos os conocéis entre vosotros —sigue Dalquiel—. Aunque no estaría mal una ronda de presentaciones para que todos refresquemos la memoria con los nombres y cargos de los demás.

Por ejemplo, empezaré yo. Mi nombre es Dalquiel y soy uno de los altos rangos dentro del ejercito celestial, mano derecha del Arcángel Miguel —se señala a sí mismo, sonriendo—. Príncipe del tercer cielo, exactamente —añade.

—Todos sabemos quién eres —asegura Leliel, un poco descolocada con esto.

Los demás se mira un poco incomoditos y alguno carraspea, pero Abaddón, que es un tipo sombrío, de cuerpo grande, calvo y con una gran barba de pelo rizado y rojo, carraspea, poniéndose de pie.

—Ehm... Y-Yo soy Abaddón. Soy el... encargado de la plaga de las langostas.

—Gracias, Abaddón. ¿Alguien más que quiera presentarse? —sigue Dalquiel ignorando a Leliel.

Dumah levanta la mano.

—¿Sí?

Señala a la pizarra de cristal en donde está escrito su nombre y la palabra silencio.

—Ah, eso. Ya, uhm... gracias.

Dumah le sonríe.

—Yo soy Kushiel. Trabajo con la Arcángel Sariel en los juicios de las almas de los humanos, me encargo de los castigos —asegura una ángel enjuta y seria con la cara huesuda y larga.

Leliel suspira, porque sigue pensando que este ejercicio es bastante innecesario, pero vale. Venga, os encanta hacer estas mierdas en el cielo. Luego organizaremos un juego de autoconocimiento y team building.

—Yo soy Leliel, trabajo con la Arcángel Uriel en la adecuación y bendición de espacios para el uso de la Iglesia. Soy en particular la que lleva los asuntos de las bendiciones y ritos nocturnos.

Dalquiel se humedece los labios y le sonríe. Ella levanta un poco la nariz, pero le sonríe de vuelta un poquito.

—Ehm... Bueno, yo me encargo de escribir el libro del conocimiento de la humanidad —explica una chica bajita y nerviosa, rascándose la cabeza—. Un poco como Raguel. O sea, porque soy la encargada de los secretos. Aunque su libro es mucho más importante...

Una de las ángeles, chica que parece muy joven, sonriente, con un arete de oro en la nariz, uno en la ceja y uno en el labio, le sonríe a ella.

—Ya lo sé, a mí me pasa lo mismo. Yo soy Adriel y trabajo con Remi... ehm... con el Arcángel Remiel. Estoy también en su departamento, aunque me encargo más bien del área de muerte y destrucción. Pero también siento que lo que hace él es lo importante, yo soy solo... una asistente.

—Aquí ya no hay asistentes, entiendo que tengais mucho apego por vuestros Arcángeles, pero ahora mismo lo que necesita el cielo son... una reasignación de jerarquías —explica Dalquiel.

—Pero... —Raziel, la chica del libro, parpadea con eso—. ¿No era esto algo temporal?

—Tú no te has olvidado de algo, ¿por cierto? —pregunta Dalquiel.

—¿A-Algo? Ehm... yo... me encargué de echar a Adán y Eva del paraíso.

—No eso no.

—Ehm... ¿les di el libro del conocimiento?

—Hablo de tu nombre.

—¡Ah! AH. Raziel. Eso

—Ya estamos, entonces... todos presentados —sigue Leliel, dando una palmadita—. ¿Cómo... cómo puede esto ser permanente?

—Si los Arcángeles no entran en razón con el tema de los demonios, no nos va a quedar de otra —explica Dalquiel.

—Pero como no van a entrar en razón. Sariel ni siquiera conoce a su demonio todavía —explica Kushiel—. No veo porque ella tenga que quedarse fuera.

—Ella es un Arcángel igual que los otros, hasta tiene un demonio asignado. Si aún no ha ido a por ella es cuestión de tiempo que lo haga.

—Quizás ni siquiera quiere ir... hasta donde sé Remiel tampoco tenía a nadie ni estaba del todo seguro de esto —explica Adriel, dándole la razón a Kushiel.

—De hecho, Sariel estaba súper asustada —asegura Kushiel, asintiendo.

—Mirad, tal como yo lo veo, alguien tiene que encargarse de las tareas de los Arcángeles, podéis ser vosotros o pueden ser unos de los diez millones de otros ángeles que hay ahí fuera... —asegura Dalquiel—. Si pensáis que no lo haréis bien o no sois los adecuados para esto os invito a marcharos y a que me digáis quién consideráis que debería tomar estos roles —se sienta en la butaca y sube los pies a la mesa, echándose para atrás en la silla.

Claramente, la paciencia no es la virtud de Lucifer.

Nah, es la de Raguel.

Abaddon se revuelve, incomodo porque si bien no... Sabe muy bien cuál es el rol que quieren que tenga, no necesariamente cree que alguien más lo haría mejor que él.

Dumah señala la pizarra. Dalquiel mira por encima del hombro a ver que pone en ella.

"¿Qué crees que pase con los Arcángeles? No van a estar satisfechos"

—¿Y? Porque iba a importarnos. A ellos no les importa si nosotros estamos satisfechos con sus escarceos con los demonios.

Dumah vuelve a señalar a la pizarra.

"Porque ellos no van a quedarse tranquilos."

—¿Y tú estás tranquilo? Porque a lo mejor Remiel y Sariel no están haciendo nada, pero no sé si os han contado lo que están haciendo el resto. Sé un par de cosas de los otros que os escandalizarían.

—De Miguel? —levanta las cejas Kushiel y mira a Raziel—. Dicen que ella no ha hecho... dicen que L-Lu... el traidor la violó y la obligó a decir que se habían acostado, pero que no era más que un ardiz y de hecho no había pasado nada...

Dalquiel sonríe un poco cuando nota que no es capaz de decir su nombre y luego pone los ojos un poco en blanco con todo lo demás.

—Es un ardiz, pero de ella. C-Claro que se han... a-acostado. Yo... incluso los he visto.

—¿En serio? —pregunta Adriel, impresionada.

—¿Tú los viste? —Abaddón también abre la boca sin poder creerlo.

—Ehm... bueno, eso es otro asunto —Dalquiel se sonroja un poco pensando que se ha metido en un berenjenal con esto.

—Pero es… ¡es que decían que no!

—¿Lo veis? Justo ese es el problema con esto, todo son secretos e intrigas, se ha perdido la confianza y transparencia de antes.

—Eso es completamente verdad. Antes hablábamos de todo sin secretismos, todo era transparente, todo era claro, sabíamos todo lo que teníamos que hacer y todo lo que no y ahora... —Leliel asiente, apretando los ojos.

—Yo solo digo que quizás es injusto meterlos a todos en un solo saco cuando hay algunos que son inocentes —responde Kushiel.

—El problema es que ellos no lo van a entender. Sariel y Remiel ya tienen al demonio adjudicado, aunque no vayan a hacer nada, esto es preventivo —asegura Dalquiel.

—¿Pero cuál sería el plan? —pregunta Adriel igualmente.

—Pero es que eso es muy relativo, porque... por ejemplo, todos sabemos que Miguel... Bueno. Hace muchos años —explica Raziel, volviendo a hacer sonrojar a Dalquiel.

—Ehm... el plan es muy sencillo. Vamos a reorganizar el cielo y quiero que me ayudéis a ello —sigue Dalquiel sin hacer caso de eso.

—¿Pero qué va a pasar con ellos? O sea ¿la idea es hacer como hace el infierno? —sigue Adriel.

—¿A que te refieres con como hace el infierno? —pregunta Abaddón.

—Pues esto de que cambian de jefe supremo cada tiempo, que antes fue Lucifer o Leviatán o…

—Ehm... bueno, ya veremos cómo va esto más adelante. Por ahora necesito gente que se encargue de estas tareas —responde Dalquiel—. Pero insisto en que pueden ser otros si vosotros no queréis.

—Yo sí quiero. ¿Qué habría que hacer? —pregunta Abaddón.

—No, yo si quiero —asegura Adriel. Dumah enseña el pulgar en señal de estar de acuerdo

Dalquiel sonríe con eso y mira a las otras tres.

Leliel abre la boca un poco. Kushiel se incomoda con eso y Raziel les mira nerviosa.

—Pero… ¿en serio? Esto es… ¡sublevarse! —exclama Leliel.

—¿Te parece que protegernos es sublevarnos? —pregunta Dalquiel.

—Me parece que… esto no solo es protegernos.

Los ooooojos en blanco.

—Es… podría haber consecuencias a futuro de esto. ¿Y si caemos? —sigue Leliel.

—Más van a caer ellos estando haciendo lo que hacen con los demonios —asegura Adriel.

—Yo... ¿podemos hablar de lo que habría que hacer? Yo no puedo tener otra tarea además del libro del conocimiento —asegura Raziel.

Dalquiel va a decir que de todos modos caer no es tan malo pero se muerde la lengua.

Lucifeeeeeer, hombre.

—En tu caso, no sería dejar el libro, ni tampoco escribir el de Raguel, si no investigar a los Arcángeles y a sus secretos y tenernos informados de sus movimientos.

—P-Pero... —Raziel vacila—. Yo no puedo revelar los secretos que nos son entregados por inspiración divina.

—Esto es para ayudar al cielo, Raziel, Dios estaría de acuerdo en que hicieras esto.

—P-Pero… ¿y quieres que todos… ? —Leliel le mira, aun incómoda.

—Pues no. Tú sí tendrías que... ocuparte de las bendiciones de Uriel aquí y ver si encuentras alguna que poner para protegernos bien de que ellos no entren sin nuestro permiso.

—O sea, expulsarles del cielo de verdad sin que nunca puedan entrar...

—Tampoco... NUNCA, pero tenemos que estar seguros que no intentarán nada raro, siendo malinflueciados por los demonios, no podemos arriesgarnos.

—¿Romperemos relaciones con el infierno? —pregunta Adriel.

—Yo me... encargaré de esa parte —asegura Dalquiel.

—¿De las relaciones? ¿O de terminarlas?

—Ambas —Dalquiel le mira de reojo y... sonríe de ladito.

—¿Ambas?

—Lo que sea necesario.

—¿Dependiendo de qué?

—De lo que requiera el cielo, de nuestros intereses. Va a ser difícil, pero estoy dispuesto a este sacrificio.

—Ya… ya. Quizás este es el plan de Dios —asiente Adriel, emocionada con la idea.

—Eso mismo —asiente él también.

—¿Y qué hay de mí? —pregunta Adabbón.

—Pues... hay que gestionar el equipo que recoge a las almas de los muertos.

—Oye, Dalquiel, pero de verdad creo que deberíamos dejar volver a algunos… como a Remi. Él es cool —sigue Adriel —. Estaría a favor de nosotros.

—No podemos arriesgarnos.

—¿Pero a qué? Igualmente nosotros no tenemos el grado de Arcángeles —Leliel protesta.

—Bueno, pues ahora vamos a tenerlo —Dalquiel se encoge de hombros.

—¿Q-Qué? ¿T-tenerlo? —vacila Kushiel, escandalizada—. ¿Eso no sería sacrilegio? —añade.

—Podéis verlo así o podéis verlo como yo lo veo: Un ascenso y la posibilidad de crecer. Aprender un nuevo rol. Que al fin alguien valore vuestro esfuerzo y desempeño que siempre permanece a la sombra de una gente que solo se dedica a fornicar con DEMONIOS nada menos y a ponernos a todos en peligro —expone Dalquiel y luego se humedece los labios—. Os lo merecéis —acaba, casi en un susurro, pero firme, en una voz un poco diferente... tentándoles al orgullo.

Y la verdad... no se nota, apenas si es una sombra sutil, pero en las esquinas de las salas y despachos, empiezan a aparecer unos puntitos negros como si fuera humedad y unas sombras degradadas en un gris muy pálido. Podría ser solo un efecto de la luz.

Adriel le mira EMBOBADA.

—Pero nosotros podemos… n-no podemos llamarnos… Arcángeles solo así —susurra Leliel, tentada.

—¿Por qué no? —pregunta Abaddón que desde las plagas como que le tienen arrinconado y él considera que tiene mucho potencial.

—Pero es que... —Raziel vacila también porque ella ¡no puede sustituir a Raguel! ¡Esto es absurdo! Además que... es que el tema del libro de los secretos es mucho más complicado que esto que plantea Dalquiel.

—Y-Yo... —a Kushiel empieza a afectarle la tentación del orgullo, porque bueno, a Sariel a veces le hace falta un poco de sangre en las venas y de mano dura y... alguna vez ciertamente ha pensado que ella podría hacerlo mejor.

—Porque ellos lo han sido desde que nos creó —sigue Leliel que espera que alguien le diga que no. Que está equivocada.

—Y ahora están haciendo cosas preocupantes. Leliel... Leliel, Leliel... tú eres buena. He visto tu potencial en innombrables ocasiones. Uriel no es mucho más poderosa que tú, ¿porque debería apartarte a la noche? ¿No te parece que eso es injusto? ¿No crees que se sienta intimidada por tu poder y por eso te arrinconara a ser una segundona con lo que ella no quiere hacer? Pero yo veo tu luz y tu potencial y sé que puedes dar mucho más que esto —le toma las manos y le sonríe. Se muerde la lengua para no añadir "hazme caso, yo soy el dador de luz" a su discurso cliché, todo esto da muchas MUCHAS vibraciones de la primera rebelión.

Leliel traga saliva porque no lo había pensado mucho, pero sí que a veces siente que podría ella hacerlo mejor que Uriel y sí que a veces cree que su potencial es alto. Y que Uriel solo le deja hacer ciertas cosas y hay veces que ha sido injusta y le ha exigido más de lo que debería.

Dalquiel acerca las manos de Leliel a sus labios para darle un beso en los nudillos.

—Todos los que te queremos podemos ver eso y si nadie más te lo dice es porque temen que Uriel se enfade.

Es que hasta parece que Dalquiel fuera un demonio tentador…

—Yo intento hacerlo lo mejor posible... —asegura ella—. Con la ayuda de Dios.

—Igual que todos los demás. Si estáis dispuestos a hacer este sacrificio por el bien del cielo y los... intereses de Dios, os pediré que firméis un contrato vinculante y... el puesto será vuestro —chasquea los dedos y aparece un contrato frente a cada uno. El papel está un poco arrugado y maltrecho de los bordes y aunque la letra con la que está redactado es la tipografía del cielo, parece que algunas letras no están del todo bien alineadas, como si hubiera sido escrito a máquina y no impreso.

—¿U-Un contrato... vinculante? —pregunta Raziel, nerviosa.

—No hace falta que os preocupéis, es mera formalidad. Un poco de... defensa administrativa. Si esta por escrito nadie podrá venir a deciros que las palabras se las lleva el viento.

La venta del alma de los ángeles en un simple contratito que tienes que firmar aquí, y aquí, con sangre.

—Pero nunca hemos tenido que firmar... nada así.

—Estos son tiempos difíciles. Es protección

—¿Entonces yo tendría que gestionar a los que recogen almas? —pregunta Abaddón.

—De hecho, esperaría de ti incluso que pudieras hacer la mayor parte tú mismo. Quiero cuantos menos ángeles yendo y viniendo posible. Tenemos que atrincherarnos un poco, no sabemos si trataran de contactar con nosotros o tal vez quieran meter más demonios aquí dentro.

—¿R-Recoger... todas... las almas? —vacila porque eso es... venga, ni Azrael hace eso.

—Bueno, ya sabes... no sería indefinidamente, pero yo sé que tú eres capaz, eres mucho más rápido que él.

—Pero... y... qué pasará con el resto de los chicos... ¿Samael y los demás?

—Bueno, ellos... como medida temporal serán redistribuidos. La verdad había pensado reclutarlos y formarlos en el ejército celestial, prepararnos para una posible invasión.

—¿Crees que vaya a haber una invasión? —Kushiel levanta las cejas, asustándose.

—¿Al CIELO? Pero… ¿quién va a invadirnos? —pregunta Adriel asustada también.

—Es algo que no descarto, conociendo a Miguel. Y más aun sabiendo que... están trabajando con demonios, ni siquiera sería una invasión fácil y limpia. Tenemos que prepararnos para lo peor.

—Y-Yo... puedo tomar... este puesto en la...uhm, nueva junta de Arcángeles, digamos pero no puedo escribir el libro de los pecados. Eso es algo que nuestra señora le susurra a Raguel por inspiración divina. Supongo que sigue encargado de ello donde quiera que esté —comenta Raziel mirando el contrato.

—Ya te he explicado antes que no requiero para nada el libro de los pecados. Me interesa el de los secretos —le explica Dalquiel.

—Es que... es que ese es... es que no funciona así —Raziel aprieta los ojos.

—Escucha... tranquila. Por ahora tú... firma el contrato y luego iremos un rato a ver que me expliques exactamente cómo funciona esa parte, ¿vale? —pide Dalquiel.

—Pero Miguel está... ¿y quienes más nos van a invadir? ¿Los demonios? —insiste Adriel que no... acaba de entender esta parte, pero le parece súper preocupante.

—Sí. Los demonios que ahora están de su lado.

—¿¡Pero cómo va a venir Miguel a invadir el cielo con demonios?!

—Pues aliándose con ellos, justo en eso consiste.

—¡No podemos permitir eso! —Adriel en pánico. Vale, a esta ya la tienes en el bolsillo al 100%

—Entonces, lo único que tienes que hacer es como Abaddón. Firmar el contrato y ayudar a tus hermanos y hermanas en el cielo con tu sacrificio.

Adriel firma la primera sin que le tiemble la mano. Abaddón también, asintiendo.

Kushiel vacila un poco mirando a Leliel y Raziel. Esta última se muerde el labio.

Drumah les mira a todos, el ceño un poco fruncido, sin emitir palabra.

—¿No entra un poco en conflicto de intereses que yo me encargue de ser el abogado defensor y a la vez imponer el castigo? —pregunta Kushiel.

—Solo si eres un alma corrupta. Cosa que claramente no eres —se encoge de hombros Dalquiel.

—Entonces solo unos pocos haremos la mayor parte del trabajo y tú tendrás casi todas la manos de ayuda… —se piensa Leliel que esto no le gusta del todo.

—No es que yo tenga todas las manos, es que las prioridades ahora son protegernos a todos sin que el cielo deje de funcionar.

—Yo igualmente voy a necesitar manos porque el cielo no es pequeño y hacer que sea suelo consagrado es parte de lo prioritario.

—De acuerdo, haremos una auditoría para valorar cuanta gente necesitas y se te asignarán los recursos necesarios —concede Dalquiel y de repente llega Daniel con Samael, golpeando la puerta de la sala.

—Hola, perdonad la interrupción, está aquí Samael, dice que es importante y urgente —explica Daniel metiendo la cabeza.

—Uhm... —vacila Dalquiel—. Vale, hazle pasar.

Samael entra, todo preocupado y hasta un poco pálido, mira a Dalquiel.

—Están pasando cosas terribles en la tierra, con los Arcángeles.

—Tranquilo, tranquilo... por qué no... Tomas asiento y nos cuentas —le invita Dalquiel.

—Recibí la llamada de ir a recoger una de nuestras almas —Samael aprieta los ojos y asiente, sentándose muy tenso.

—Aja —asiente Dalquiel y Abaddón se revuelve de nuevo porque ahora le va a tocar hacer eso a él y tiene que decirle a Samael.

—Y cuando llegue ahí estaba el Arcángel Azrael con el demonio Leviatán.

—Oh! —Raziel levanta las cejas y Kushiel les mira a todos, nerviosa con eso.

—¿Haciendo qué? —pregunta Dalquiel pensando "Vamos, Leviatán, estúpida bestia marina, por una vez en tu vida, sé útil. No me falles ahora".

—Teniendo… hum… Ha-Haciendo… bueno… —a Samael se le acaban las posibles palabras para explicar lo que acaba de ver, de manera excesivamente veloz —. Masacrando….

Dalquiel sonríe un poquito de lado, relamiéndose.

—¿M-Masacrando? —repite Kushiel, asustada.

—Absolutamente. Era… n-no sé describirlo.

—¿Sexo? —pregunta Dalquiel, porque QUIERE que la idea sea CLARA.

Samael aprieta los ojos y se persigna.

—Y ahí no termina todo. Al sitio llegaron Gabriel y Belcebú.

Todo el mundo se exclama, Raziel se tapa la boca con las manos. Las cejas de Kushiel están en el techo.

—No creo que debas describirnos las perversiones —le detiene Dalquiel—. Esto solo refuerza porque todo esto es necesario.

—Es que... es aún peor —siiiiigue Samael.

—¿Peor? —vacila Abaddón porque como va a ser peor dos ángeles teniendo sexo con dos demonios.

—¿Lo dices por la orgía del infierno que organizaron Uriel y Miguel? —pregunta Dalquiel a sabiendas de lo que hace—. Un informante anónimo me ha contado que Gabriel y Uriel bajaron a participar con Asmodeo.

—¿U-Una qué? —Kushiel casi chilla con eso. Es que hasta Drumah emite un "Iiiih", escandalizado.

—C-Cón... Asmodeo... —repite Raziel, porque bien que sabe quién es.

—Gabriel dijo que... Dalquiel había echado a Belcebú del cielo, que estaba en el cuerpo de Gabriel y era su agente infiltrado para recuperar el cielo. Un cuerpo de un ángel tomado por un demonio...

Dalquiel hace un suspiro súper solemne con eso y niega con la cabeza. Actuando. Tienes una SUERTE Lucifer.

—Ya me lo imaginaba —confiesa—. No quería yo dudar de Gabriel, pero le pregunté varias cosas y no hacía más que darme información contradictoria y cosas que no cuadraban.

—P-Pero eso... eso significa que... ¿cualquiera podría tener un demonio dentro ahora? —pregunta Kushiel.

—¿Q-Qué? ¿Cómo que cualquiera? —chilla Raziel.

—No, no. Mantened la calma—pide Dalquiel.

—¿Cómo? Si acabas tú de decir...

—Mirad. En realidad... para empezar, para que alguien tuviera un demonio dentro, debería haber estado en contacto con demonios —asegura, un poco nervioso.

—Pero no podemos estar seguros. Samael dice que ha estado con Leviatán y Belcebú. ¿Cómo sabemos que no lleva a uno de ellos dentro?

Dalquiel vacila, porque... cosas en las que no había pensado, versión ochocientas cuarenta y siete.

—En realidad, eso no debería tan difícil. Podríamos practicar exorcismos masivos a los ángeles —suelta Leliel, la experta en bendiciones y ese tipo de cosas.

—Eso... eso solo hará cundir el pánico, no creo que sea buena idea que todos estén asustados —asegura Dalquiel, nervioso.

—Pues... es que tú has hablado de invasión, a lo mejor justo así es como comienza —replica Abaddón.

—B-Bueno, sí, pero... o sea...

—Tiene sentido que los ángeles entren en pánico entonces.

—Es que si Belcebú estuvo aquí arriba en el cuerpo de Gabriel EN SANACIÓN y no nos enteramos, es que me parece que debemos entrar en pánico —asiente Leliel.

—M-Mirad hay que... hay que ser más listos que ellos. Si empezamos a hacer exorcismos solo cundirá el pánico, nos sumiremos en el caos y aprovecharan eso para atacarnos. Hay que mantener la calma y pensar fríamente. Tenemos que fingir que todo está bien y hacer cosas que no llamen la atención...

"¿Y si hay un demonio infiltrado?" Drumah escribe en el pizarrón, haciendo señas para que lo lea.

—E-Escuchad. En... en la guerra, luchando junto a Miguel, aprendimos a-algunos trucos para esto, que son más fáciles que simplemente... un e-exorcismo masivo. Las... las alas. En las alas se puede ver si acaso hay un demonio dentro del cuerpo, ya que las alas no son enteramente físicas. Creo que todo el mundo debería ir con las alas fuera y si vemos que alguien las tiene de un... color más oscuro es indicativo claro de que hay un demonio en su interior —ahí saca sus aaaaalas blaaaaaaancas.

—¿Si tienes un demonio dentro se te verán las alas negras? —Adriel pregunta, sacando sus alas de golpe, que desde luego son blancas.

—Un poco, sí, suelen verse raras. Como con sombras. A veces hay que fijarse bastante.

—Eso... eso no lo sabía —Abaddón saca las suyas también y por supuesto Kushiel y Raziel le imitan.

Todos le imitan y la verdad es que se tranquilizan bastante al ver que todas están blancas.

—Hay que hacer una nueva política de ir con ellas por fuera todo el tiempo.

—Definitivamente —asiente Kushiel.

—Menos mal que tú estás bien, Samael —asegura Raziel.

—E-Es... es como si se hubieran vuelto locos. Quizás los arcángeles están también poseídos. No les he visto las alas —niega Samael con la cabeza.

—Eso podría ser y por eso es que no podemos dejarles entrar. Y prefiero que salgan los menos ángeles posibles.

—E-Es que ahora estamos presos del cielo... ugh.

—Solo hasta que las cosas se calmen...

—Esperemos que no sea para siempre. ¡Gracias, Dalquiel por ayudarnos con todo esto! —Adriel toda aliviada.

—De nada —le sonríe.

—Pues entonces… faltan los otros de firmar.

Dalquiel les mira.

—¿Firmar qué? —pregunta Samael.

—Los nuevos cargos mientras los Arcángeles están fuera

—Oh, ¿hay nuevos cargos?

—Sí, tú vas a pasar al ejército de Dalquiel —asegura Abaddón.

Y Dalquiel tuerce el morro porque debería ser el ejército de Lucifer, pero... nos vale con eso. Por ahora.

Kushiel y Raziel aprietan los ojos pero... acaban por firmar. Leliel vacila también pero firma pero Dumah no parece completamente convencido.

Dalquiel mira a Dumah y parpadea.

"Tenemos que ser un comité. Igualdad de condiciones para todos. No hay nadie que esté por encima del otro. ¿Tú por qué no estás firmando un contrato?"

—Yo lo he firmado antes, ya lo he archivado, para no haceros perder el tiempo.

Dumah le mira porque es qué hay algo que no termina de gustarle pero no está seguro de que.

"¿Qué labor has pensado para mí?"

—La más importante, por supuesto. Gabriel... se encarga de las comunicaciones en el cielo, quisiera que las mantuvieras tú —¿no es cínico hasta para ti poner al mudo para las comunicaciones?

"No me parece la mejor labor para mi" Dumah entrecierra los ojos y no, no es mudo. Es solo que no habla.

—Estoy seguro que serás perfecto para el cargo, solo tienes que confiar en ti mismo.

"Eso no lo dudo"

—Entonces, solo hazlo —se encoge de hombros.

"Este contrato es extraño"

—Si quieres, lo discutimos luego en mi despacho, no hagamos perder el tiempo al resto que tienen mucho trabajo.

"No, es que no eres TÚ. Hay que discutirlo entre todos."

—Soy yo, porque yo lo he redactado. Los demás ya han firmado sin ver nada raro, pero vale, expón lo que quieras —asegura, recogiendo el resto de documentos con un chasquido.

"Firmemos todos, tu incluido" Dumah replica el contrato con un chasquido, solo que el suyo si es blanco prístino con todas las letras perfectas

—Está firmado, pero vale —ojos en blanco—. No me parece una buena actitud que empecemos a desconfiar unos de otros.

"Es que todos somos iguales" le hace un gesto para que firme también y Dumah firma.

—Lo somos —ahí firma Dalquiel también, la primer D tiene la esquinita de abajo a la izquierda PREOCUPANTEMENTE parecida a una L Porque somos densitos y nos ha costado un segundo pensar lo que hacemos.

Cuando todo lo han hecho, alguna luces en algunas salas hacen parpadean por primera vez en seis mil años.

Ugh. Miguel tiene un escalofrío.

Liliel mira la de Sanación con ojos entrecerrados un segundo... y luego sigue a lo suyo.

—Bueno, ¿ahora qué sigue? —pregunta Adriel toda animada.

—Ahora... —Dalquiel sonríe con una sonrisa demoníaca, que dice "sois míos"—. Vamos a hacer que esto funcione.

—¿Ajá?

Dalquiel se levanta y... es que le gusta la estúpida faldita y la armadura. Ojos en blanco.

—Raziel, ¿porque no me enseñas lo del libro de los secretos?