Dulce y Amarga Despedida
La noche era joven y animada dentro del prestigioso Club "Barbaró". Ubicado en el piso más alto del hotel Marselle, en la ciudad de Roma.
Había ido a ese evento por mera conveniencia, ya que su tosco temple reflejaba gran desgano. Saludó a sus socios y compañeros de trabajo con fingido interés, aunque aparentemente agradable y natural para todos sus conocidos. Sin embargo, por dentro refunfuñaba y renegaba con braveza de su atormentada suerte, ya que no tenía ni el mínimo deseo de encarar a esas personas. Mucho menos de estrecharse fuertemente las manos, con el curioso amigo de cabello trenzado que daría un gran discurso para todos.
La noche era especial. Se podía percibir el ambiente ameno y solemne que transmitían los invitados en el gran salón, iluminado finamente de una tenue luz. El moreno de trenza larga y ojos azul oscuro; al fin lanzaría hoy su esperado proyecto, aquel en el que había trabajado durante más de tres años hasta el día de su lanzamiento. Y le sonrió con complicidad desde el punto más alto del escenario, cuando el supremo y amargado personaje le dedicó el mismo semblante intrigoso que se tenían ambos.
Masculló un "hipócrita" en pensamientos, y no se molestó en analizar siquiera, de que se estaba comportando de la misma manera que el farsante individuo. Sin embargo, en aquel apretón de manos que se dieron al inicio, se había reforzado aquella falsa "amistad", cuando lo único que los ataban eran los compromisos. Y por eso esa noche se encontraba ahí, sentado en la lujosa barra, y frente al bartender que le preparaba unos tragos con suma agilidad en sus manos pesadas.
—Dame lo más fuerte que tengas...—ordenó firmemente en la correcta y perfecta pronunciación del idioma extranjero, con un curioso y casi invisible acento japonés por lo bajo, lo que remarca que llevaba buen tiempo lejos de su país de origen.
Ni siquiera se molestó en verificar de que a lo mejor le habían servido veneno de ratas en el vaso. Total, hasta la bebida más barata del lugar sobrepasaba cien veces el salario mínimo de toda una familia honrada por completo, y sinceramente, no le molestaba gastar millones y millones de su bolsillo en un vaso mediano con hielo, rebosante de algún líquido semi amarillento.
Tan solo intentó relajarse y encajar con el sitio poco iluminado, con fondo musical nocturno tras terminar la larga conferencia. Su fina audición captó el monótono "como guste, señor" del gastrónomo oscuro de pelo afro, portador de aretes de diamante y cadenas de oro; tan solo con fijarse en su pinta refinada y de suma elegancia, supo que el joven muchacho debía ganar buen pastizal cuando se tomaba la atribución de añadirle a su vestuario tales prendas personales.
Musitó un "aquí tiene" deslizando las grandes manos sobre la mesa, antes de dejar el objeto de cristal y frío contenido frente a su persona.
Lo olió suavemente. Intentando cerciorarse de que sea algo conocido, y cuando el fuerte hedor del alcohol fue aspirado por sus fosas nasales contrayéndole un poco el rostro, decidió de que esta noche, hoy se convertiría en su bebida favorita. Dejando que el frío y desgarrante sabor acaricie su garganta, y se asiente dentro de su cuerpo para causarle estragos en el hígado. Era frío, pero también era caliente; y tras terminar con la primera copa, pidió otra y otra, hasta reservar toda una botella entera.
Porque claro, este iba a ser su último día de tranquilidad. Y buscaba la manera de perder la cabeza, y sucumbir por completo.
—No te ves muy bien...—se acercó una voz conocida con notable deje pinchador. Aquella voz perteneciente a cuyo socio que hoy cumplía realidad un sueño, y que decidía sentarse a su lado en aquella barra vacía del club—¿Acaso el menor de los Taisho se opone a las órdenes de su honorable padre?—soltó con evidente diversión. Y por más alcoholizado que estuviese, no dudó en dedicarle una mortal mirada que si matara; a lo mejor no se hubiese atrevido a lanzar tan desagradable comentario.
—¡Feh! Vete a la mierda Bankotsu...—respondió en cambio. No muy feliz de su acompañante en la barra del recinto, ignorando toda provocación de este hacía él. Dirigiendo su preciada atención al objeto semi frío que reposaba en sus manos, hasta rozar con su boca.
El mencionado finge ofenderse tremendamente con el desaire, sin embargo, su sonrisa mediocre y burlona seguía más que presente en sus finas facciones japonesas.
—Oye Inuyasha ¿Qué pasa con esa actitud de porquería? Eso no es bueno para tu largo viaje de mañana—inquirió con notable sarcasmo, bebiendo un sorbo de su vaso recientemente servido—Tranquilo amigo, si de lo que se trata es de tus negocios aquí. Por el momento no estoy interesado en ello—musitó bajo una mirada maliciosa y para nada inspiradora de confianza—Te puedes marchar más que seguro, de que no me meteré en tus asuntos.
Sonrió mansamente, de ese tipo de risas sarcásticas y caídas tal cual la expresión de su aquí "amigo". Y que bajo la tez tenuemente rojiza por el delicioso mareo embriagador, no dejaba de imponer la malicia tan característica de su persona. Alzando la vista duramente, cuando dos orbes doradas dieron de lleno en el azul profundo de los ojos del trenzado.
—Bankotsu...sabes que no me gusta lidiar con gente cobarde—declaró en un tono hostil y acusador—Y también sabes perfectamente, de que si ocurre algún tipo de movimiento extraño, entonces Myoga y Verónica intercederán. Y posteriormente, se contactarán conmigo. Así que no intentes provocarme, Shichinintai—Amenazó bajo la tonta y embriagada sonrisa, que no dejaba de lucir tan lúcido y claro, si de sus asuntos primordiales se trataban.
—Por favor...¿Y esa desconfianza?—espetó el trenzas largas, bufando con desdén—Nunca intentaría poner en duda su autoridad, y mucho menos le jugaría algo tan bajo como eso. Recuerda que aunque haya logrado crear lo mío, en parte aún dependo demasiado de tí—se victimizó como niño huérfano e inocente. A lo que el serio platinado asintió, poniendo ambos ojos en blanco.
"Si cree que va a conseguir engañarme, está más que equivocado" dictaminó en sus adentros, sin creerle media palabra a el chico de aparentemente su edad. Por lo que se aseguraría de que su gente, siempre lo mantuviera al tanto de los movimientos del mentiroso chico.
—Bueno...yo solo venía para decir que se le va a extrañar mucho por acá—posó una de sus manos sobre los hombros agotados del ambarino, que suspiró con profundidad para no hacer de la tranquila velada, una noche de peleas innecesarias—Disfrute de la noche. De su última noche huyendo de las grandes responsabilidades que tiene, como hijo y esposo, señor Taisho—soltó golpeando en el orgullo de este. Quién le ardió toda la sangre impotente, y bajo los efectos de la ira y el alcohol incitado por sus palabras, se detuvo a aprisionar el vidrio del vaso entre sus dedos que crujió a punto del quiebre—Vaya...que mal servicio dan los hoteles últimamente—exclamó siento testigo de la acción del ojidorado—Tenga cuidado, un corte en su mano no sería un buen regalo para su cansado padre—miró al serio bartender de la barra con algo de diversión—Por favor, cambie el trago del señor y dale lo mejor de la casa. Yo invito.
El moreno asintió en silencio, y continúo puliendo las copillas con una delicada toalla. Bankotsu se retiró entonces con una maldita risa en los labios, dejando en la inicial soledad al maduro ojidorado que renegaba mucho más cabreado que antes. Soltó un denso suspiro. Intentando con todas sus fuerzas resistir la noche, y no matar al trenzudo con sus propias manos.
Entonces, el peso de unas insistentes miradas cargó sobre sus hombros, y deslizó su vista hacia las llamativas gemelas rubias, que lo quemaban con sus oscuros ojos desde la mesa en que estaban. Dos hermanas altas y esbeltas, con prominente busto y caderas, que apretaban y ceñían los galantes vestidos completamente iguales. Y solamente eran diferenciadas por el estilo de peinado.
Sonrió un poco engreído, hace buen rato ya que había notado como se lo comían con la mirada, y se mordían los carnosos labios que ansiaban lamer y besar la piel caliente y bronceada. Una perversa idea pasó por su cabeza cuando ambas lo invitaron a sentarse a su lado, y por la actitud cariñosa y atrevida de ambas chicas, supo que ellas también pensaron en lo mismo.
Se relamió los labios con torturosa lentitud, y la sangre hirviente que antes lo cegaba, ahora se concentraba toda en un mismo lugar de su cuerpo. Se levantó de su sitio con el nuevo objetivo en mente; negó el trago recientemente servido por el afro, y posteriormente, pagó la cuenta de lo consumido por él. Llevándose la botella que pidió de reserva, para dar inicio a su verdadera diversión.
Lo había dicho desde el inicio. No iba a amargarse la noche por culpa de ese maldito, y más bien, la iba a disfrutar de la mejor manera en que sabía.
Ya habría bastante tiempo para cabrearse y romper cabezas.
...
Nota de Autor: Este prólogo fue creado, mucho después de la publicación de sus primeros capítulos. Por lo que puede haber gran contraste en la redacción y escritura. No obstante, intenté respetar los acontecimientos para no romper con el curso natural de la historia.
Es la primera historia que publico en aquí. Muy pronto publicaré las siguientes partes con leves cambios, ya que originalmente la estoy escribiendo en Wattpad.
Y como dato curioso:
•El Hotel Marselle, y el Club "Barbaró" no existen, son creaciones mías para darle mucha más originalidad a la novela.
Sin más que decir, disfruten de la historia.
Atte: La Kamila.
