Notas de la autora

Este es mi primer fanfic de Dragon Age Inquisition. Por fin me armé de valor para escribir algo de Solavellan, aunque había querido hacerlo desde hace tiempo. Espero les guste.

Tomen en cuenta que en este fic la inquisidora es guerrera, y usé el nombre estándar que pone el juego: Ellana. Por otro lado, utilicé la canción de Linger de los Cranberries para pensar en el concepto y la idea general de la historia, aunque nos es necesariamente su banda sonora o un songfic. De igual manera, siento que la melodía da una idea general del ritmo de la historia.

¡Disfrútenlo!

Antes…

Caos, destrucción, incertidumbre y miedo fue lo que la brecha en el velo ocasionó, no sólo en Thedas, sino en resto del mundo y sus pobladores. Nunca antes el mundo se había enfrentado a tal catástrofe, y eso es mucho decir en una realidad en la que La Ruina, los demonios y la guerra son preocupaciones cotidianas.

Tal parecía que ese sería el fin de todo, y en medio de la confusión, Ellana Lavellan fue sorprendida mientras luchaba por su vida junto a Cassandra, cuando una mano sostuvo su muñeca de manera firme.

-¡Rápido, antes de que vengan más! –con voz apremiante un elfo que nunca antes había visto, cogió su mano, apuntándola hacia donde había una grieta de donde salían demonios. Todo pasó tan rápido, que lo único que Ellana recuerda de aquel momento, fue el cosquilleo en su mano al cerrar la grieta. Eso, y la mirada de aquel elfo: Solas, cuyos ojos le transmitieron paz y certeza de lo que acababa de pasar.

Ella estaba confundida; ¿cómo había podido cerrar la grieta, si nunca había demostrado tener habilidades mágicas? La teoría de Solas al respecto resultó bastante convincente, y su actitud amable hacia Ellana le transmitió confianza, siendo ese el momento en el que el apóstata despertó interés en ella, y sin saberlo, ella tuvo el mismo efecto en él.

En retrospectiva, es posible que la inquisidora haya romantizado las memorias de su primer encuentro, pero está segura de que cuando sus ojos se encontraron, su corazón se aceleró un poco.

Al inicio, Solas se mostró reservado y cauteloso con todos los que lo rodeaban, incluyendo a Ellana, pero lentamente el mago se llevó una grata sorpresa al ver que ella se interesaba genuinamente en lo que él tenía que decir, sus opiniones, experiencias en el velo, sus sueños y la historia de los elfos antiguos, y sin darse cuenta, comenzó a verla diferente.

En repetidas ocasiones se sorprendió a sí mismo mirándola, cuando sus ojos permanecían más de la cuenta en sus facciones cuando hablaba o pensaba detenidamente en algo, en su cabello moviéndose mientras luchaba o una ráfaga de aire lo hacía bailar, o también su figura caminando frente a él en las expediciones, e incluso cuando por casualidad ella pasaba frente a su sitio en Haven para hablar con Dorian, contoneando las caderas de manera sutil, pero muy atractiva ante sus ojos, sintiendo cierta decepción al darse cuenta que no era él a quien ella iba a ver… al menos en un inicio.

Lavellan intentó ser lo más discreta que pudo, deliberadamente evitando mirar a Solas cuando este se acercaba en Haven, o durante alguna misión en Redcliff o Crestwood, pero cuando hablaba con él, era imposible no notar las pecas en su nariz o la forma en que sus ojos se iluminaban al hablar sobre el velo, y qué decir de su sonrisa, la cual inconscientemente terminaba imitando cuando la veía, haciendo su mejor esfuerzo por que sus ojos no permanecieran mucho tiempo sobre sus labios.

Y todas esas miradas no pasaban desapercibidas para Varric, quien como buen escritor tomaba nota de las miradas de anhelo, deseo y coquetería entre ellos, a pesar de sus mejores esfuerzos por no ser tan obvios con sus ojos persistentes, el uno sobre el otro.

Para Solas, Ellana Lavellan era un pensamiento que solía colarse en su mente en momentos inoportunos, como antes de dormir, mientras caminaba o incluso visitando el velo, imaginando que algún día podría mostrarle aquellos lugares que había visitado en sueños, ruinas que contaban historias maravillosas del pasado e imágenes perdidas en el tiempo, las cuales podrían llegar a tener un significado diferente con ella.

Por otro lado, ella permanentemente pensaba en nuevas preguntas interesantes para hacerle, y poder escuchar sus relatos y su voz, preguntándose qué podría interesarle o cómo podría llamar su atención de alguna manera; una pequeña distracción en medio de todo lo que ocurría en Thedas.

Después llegaron los roces inocentes y accidentales, cuando uno pasaba junto al otro demasiado cerca durante una caminata por el bosque y sus manos se rozaban por un instante demasiado largo, o cuando había necesidad de proporcionar alguna poción y sus dedos se encontraban brevemente, ambos intentando que el momento durara lo más que se pudiera, hasta que una tarde, después de cerrar una grieta de cuyo interior provenían demonios particularmente violentos y peligrosos, Solas resultó herido. Estado al menos a un día de camino con respecto a la siguiente villa, sin suficientes suministros de curación y siendo el único mago del pequeño grupo durante esa expedición, todos se vieron en la necesidad de curar sus heridas y golpes sin ayuda de la magia.

Una vez instalado el campamento, Cassandra y Varric se encargaron de atender sus propias heridas de piernas y brazos, mientras que la elfo se ocupó de atender una herida que parecía ser profunda en la espalda de Solas. Al principio, la chica se preocupó por la gravedad del corte, pero cuando el mago se quitó la camisa debajo de la túnica, Ellana no pudo evitar querer recorrer su espalda con las yemas de los dedos. Poco a poco limpió la herida, y cuando esta dejó de sangrar, se aseguró de aplicar un ungüento que inhibiera el dolor, sus dedos rozando con suavidad la piel del mago, sintiendo la tibieza en su espalda, la cual pensó que derivaba de la herida y el dolor que estaba sintiendo. Sin embargo, la verdad era distinta. Solas sintió un escalofrío cada que los dedos de Ellana tocaban sus hombros con delicadeza, olvidándose del dolor por un momento y disfrutando de su tacto, cuidadoso y delicado.

Estuvo casi seguro de que su rostro y orejas estaban sonrojadas y agradeció en silencio que sus compañeros estaban muy ocupados encargándose de lo suyo para notarlo. Deseó que el contacto con la chica continuara por más tiempo. Disfrutó de cada escalofrío y lo guardaría en su memoria por siempre, mientras ella hacía lo posible por extender el momento, sus dedos permaneciendo por más de la cuenta sobre la espalda de Solas.

Una noche, fue el turno de Ellana para cuidar el campamento mientras los demás dormían, pero la presencia del apóstata permaneció hasta altas horas de la noche junto a la fogata, sin aprovechar su turno para dormir y cambiarlo por disfrutar de la presencia de la chica. Fue entonces que pensó que prolongaba su compañía innecesariamente. Un lujo que podría darse de vez en cuando, apaciguando sus miedos a la soledad.