Escribir buenos padres, sana mi niña interior. Manden reviews que estoy destrozada.


Bang Bang

por Syb

Capítulo VIII: Huit


Despertó de una siesta en el sofá cuando todo ya estaba oscuro. Se había echado a dormir cuando Benjamin se encerró en su habitación con la excusa de tener tarea que hacer, ¿de dónde habría sacado ese sentido de la responsabilidad en la escuela? Ni ella ni Michael lo sabían, pero era algo menos de lo que preocuparse. Mimi se levantó del sofá y fue a la cocina, pero nada allí se había movido desde el desayuno, ni siquiera habían dejado los trastos sucios en el lavavajillas. Tampoco era como si Michael lo hiciera alguna vez. Resignada, empezó a meter todo dentro de la máquina, mientras pensaba en la cena de ese día, aunque no tenía ganas de cocinar.

Finalmente, decidió pedir la cena a domicilio, así que fue por su celular y se encontró con un par de mensajes. Leyó el primero, enviado hace dos horas: "aprobaron mi proyecto, estamos celebrando en el bar. Estás invitada. Taichi." Pero no tenía ganas de salir de fiesta un día de escuela como si tuviera diecisiete años, además, Michael no parecía estar en casa como para quedarse con Benji. Leyó el siguiente mensaje, era de Miyako: "¿Vamos por un café mañana?" Podría ser, necesitaba despejarse o le daría migraña. Ya sabía de qué hablarían: de Michael y de su poca participación en absolutamente todo lo relacionado en Benji. Debía empezar a preguntarle a la señora Ichijouji si Ken alguna vez hacía algo por alguno de sus tres hijos, quizás era normal; aunque no recordaba que su padre estuviese tan distante de ella.

Subió hacia la habitación de su hijo, tan ensimismada en sus pensamientos sobre Michael que abrió la puerta sin pensar. Lo único que quería era saber qué clase de comida le apetecía a su hijo.

—¡Mamá! —gritó Benji y apagó la pantalla tan rápido como pudo—. ¿Podrías llamar a la puerta?

—Perdón —le dijo con un hilo de voz y un torrente de curiosidad—, ¿qué hacías?

—Nada.

Mimi pensó que era todavía muy pequeño para ver contenido para adultos. Ella sabía que no estaba para nada preparada para hablar de ese tema, pero nunca quiso ser una madre estricta sino una mamá genial y si empezaba a acosarlo por preguntas, lo arruinaría todo. Benjamin era un niño relativamente tranquilo ya que nunca había preguntado cosas relativas a la reproducción ni tampoco parecía interesado amorosamente por nadie de su edad, a pesar de que la mitad de su clase y Osen Izumi estuviese enamorada de él. Tardó un par de segundos en reaccionar, pero cuando abrió la boca para decir cualquier cosa para no extender ese momento incómodo innecesariamente, Benji suspiró un poco irritado y fue a encender la pantalla.

—Solo es un juego —dijo el chico con un sonrojo en las mejillas—. El señor Izumi dijo que, si quería que me lo comprara, no debía decirte.

—¿Y por qué Koushiro diría eso?

—Es un shooter. No puedes comprar estos juegos sin el permiso parental.

Conque disparos, se dijo Mimi, aunque no le gustaba que su hijo jugara a esas fantasías de guerra, Koushiro parecía ser un padre atento y presente, así que debía haber una explicación razonable detrás de esa compra ilícita. Quién sabe, quizás él siempre había querido un hijo como ella quiso una hija, y esa era una forma de formar un lazo con su hijo. Su corazón dio un vuelco por el pelirrojo y sus mejillas tomaron color, era tonta si pensaba que Koushiro quería algo con ella y su hijo, luego de tantos años desde que le destrozó todas sus fantasías románticas. Simplemente, el señor Izumi solo vio a Benji como un chico solitario y quiso hacer algo por él.

—Quiero jugar —le dijo ella con determinación y tomó el control sin saber qué botón presionar ni qué cosa esperar del juego violento. Disparos seguramente, pero ¿a qué?

Benji alzó una ceja.

—¿Por qué querrías jugar a un shooter?

—¿Crees que porque soy una chica no puedo? —le dijo a la defensiva—. Soy una mamá genial.

—No digas eso —pidió el chico como su madre fuese lo más cringe del mundo y le quitó el control de las manos para salir del juego.

Mimi estuvo a punto de protestar, pero pronto se dio cuenta de que el chico solo estaba cambiando unos parámetros para que ambos pudiesen jugar al mismo tiempo. Le dio el control para que eligiera el género, la ropa y accesorios de su personaje, mientras él iba a buscar un segundo control que seguramente Michael jamás tomó. Mimi asintió mientras se le anudó la garganta, si Michael no estaba siendo el padre que Benjamin necesitaba, ella debía serlo por él. No necesitaba a un reemplazo como Koushiro, no si ella podía serlo todo.

Cuando su personaje estuvo listo con el conjunto más femenino que pudo armar, Benji empezó a explicarle lo básico. Lo básico era demasiado complejo para que ella pudiera entender, pero Mimi se dio cuenta de lo paciente que era su hijo y no pudo evitar sonreír.

—¿Y a quienes tenemos que matar? —preguntó ella, intentando parecer como si entendiera más de lo que realmente entendía. Benji se puso unos auriculares con un micrófono, pero mantuvo una oreja descubierta para escucharla—. ¿Hablas con alguien?

—Todos los jugadores son gente del servidor —dijo mientras apuntaba a la pantalla otros personajes—. No conozco a nadie, el señor Izumi dice que no debo usar el micrófono porque todos sabrán que soy un niño. Solo hablaré con él cuando se conecte al servidor y me enseñara algunas cosas.

Aparentemente, Koushiro se comportaba mejor con Benji que el mismo Michael y solo habían interactuado una sola tarde. Eso la llenó de furia.

—Yo te puedo enseñar algunas cosas —dijo con la audacia que la caracterizaba.

Please —respondió sintiendo cringe, pero seguía sonriendo divertido ante el atrevimiento de su madre—. Dices eso porque no lo viste jugar en el centro comercial.

—Lo he visto frente a pantallas toda la vida, claro que sé que juega bien —le dijo engreída—. Cuando éramos niños, solía ignorarme todo el tiempo y yo me enfadaba.

—También te ignoraría si fuera él —resolvió el niño y luego se rió de ella cuando Mimi lo golpeó suavemente en el hombro.

Amaba escuchar la risa de su hijo, así que no le importó que se riera cada vez que la mandaban de vuelta a la base, solo porque alguien le disparó mortalmente y, no contento con eso, también le dijo que era una maldita novata. Sin embargo, también debía admitir que la adrenalina, esa que le generaba buscar la base enemiga y tratar de matar a todos esos jugadores expertos, era energizante. Era como si apagara su mente con respecto a Michael y sus fantasías de divorcio, y de lo atractivo que se había vuelto Koushiro con sus malditas habilidades paternales.

Estaban compartiendo unas papas fritas cuando una fantástica idea se materializó en la mente de Mimi. Ella era una maldita novata, pero también un genio.

—¿Sabes qué sería mejor que esto? —le preguntó la madre a su hijo y él la miró curioso—. Jugar esto en la pantalla grande de la sala.

Estaban bajando las escaleras con la consola y los controladores cuando Michael hizo su entrada triunfal. El rubio parecía preocupado por no hacer ruido, como si sintiera culpa de despertarlos o destruir la armonía de aquella noche de escuela, pero su esposa y su hijo parecían estar pretendiendo estar en una tranquila noche de verano.

—¿No deberías estar en la cama, Benji? —preguntó el padre, a lo que su hijo puso los ojos en blanco.

—Está bien —dijo Mimi con una sonrisa en los labios—, solo instalaremos la consola abajo y nos iremos a la cama, ¿cierto, Benji?

—Sí.

Michael vio cómo su esposa e hijo llegaban a la sala y ella empezaba a ordenar el espacio para poder poner la consola. Benjamin estaba activamente ayudándola. Era obvio que ninguno de los dos lo había extrañado, aunque hubiese desaparecido toda la tarde. Su entrenamiento con Mina había terminado hace horas, pero Mimi jamás llamó para controlar que todo estuviese bien. El esposo de Mina había llamado y enviado mensajes mientras ella lo besaba en medio del estadio olímpico, lo sabía porque había escuchado el celular de su entrenadora pitar en su pequeño bolso; además, la mujer se lo había confirmado luego.

Sintió que Mimi no lo quería y Benji tampoco.


—Mina no vendrá —le dijo Taichi, su voz ya empezaba a sonar cansada, como si ya no tuviera energía para modular correctamente.

Catherine se rió a su lado y le quitó la botella de cerveza a medio tomar.

—No, ella ya fue por Osen —le explicó Koushiro pacientemente—. Es noche de escuela.

—Pero no dejas de mirar la puerta —le recriminó Taichi y miró a su esposa rubia como si buscara una aliada en ella, pero la mujer estaba lo suficientemente sobria como para ignorarlo—. ¿Cierto?

—Seguramente ya quiere irse.

—No es cierto —resolvió Taichi con una sonrisa tonta y Catherine volvió a reírse—. No creo que esté esperando a Mimi, ¿cierto? Ella lo dejó hace tiempo.

—¿En serio?

Koushiro bajó la vista cuando la francesa se volteó a verlo, curiosa de aquella historia que todavía no había oído. Seguro ya había oído bastantes historias del mítico grupo de amigos que se había reunido, contra todo pronóstico, en la casa de los Ichijouji hace poco, incluso habría oído ese relato en que se decía que su actual esposo enamorado de la actual señora Ishida.

—Pasó hace mucho tiempo —le explicó el diplomático a su esposa—, antes de que Mimi se casara con Michael, ella estaba con Koushiro, pero fue en la escuela. Hace mucho, mucho tiempo.

—Bueno, Koushiro debería apresurarse y divorciarse de su esposa, la señora Barton estará soltera pronto —opinó Catherine, mientras empezaba a cubrir a su esposo con su chaqueta con la idea de llevarlo a casa—. Pero hoy es noche de escuela, Taichi, debemos ir a dormir. No quieres llegar tarde a la oficina mañana.

—No —opinó el moreno con una sonrisa y los ojos cerrados.

—Nos vemos, Koushiro. Gracias por venir, bonsoir —le dijo la francesa mientras dejaba unos billetes en la mesa y se retiraba con su esposo adormilado.

Koushiro se quedó unos minutos más sentado en aquel bar, no quería de irse de ahí todavía. No había bebido tanto; de hecho, no había podido terminarse la botella de cerveza que Taichi le había comprado para que celebrara con él, así que no le encontraba sentido el quedarse en un lugar como ese. Simplemente, él no quería llegar a casa. Sentía culpa por esperar a que Mimi llegara con su sonrisa a celebrar a Taichi, y al llegar a casa y tener a Mina a su lado en la cama solo lo haría sentir peor. Sin embargo, también sentía conflicto, porque Mina ya no sentía atracción hacia él y se preguntaba si merecía la pena seguir junto a él.

Las palabras de la francesa no eran disparatas como Taichi pensaba.

Él no había dejar de fantasear con la esposa de Michael desde que la había visto en la casa de los Ichijouji y no había querido aceptarlo. No era posible, intentaba convencerse, no era como si Mimi lo eligiera ahora.

Tomó un taxi a casa y cuando llegó, Mina ya estaba acurrucada en su lado de la cama. No supo si estaba realmente durmiendo o simplemente lo ignoró cuando entró a la habitación matrimonial, pero no quiso quedarse a adivinar. Se cambio de ropa y bajó a su estudio, se puso sus auriculares y encendió la consola, decidido a desviar su energía negativa hacia el juego.

"Benjamin, es muy tarde para jugar. Vete a dormir" Escribió en el chat privado cuando vio que su contacto estaba conectado al servidor.

El chico escribió eternamente, como si borrara y volviera a escribir el mismo mensaje una y otra vez, como si estuviese redactando una excusa que explicara su presencia en ese juego tan violento, peligrosamente cerca de la medianoche en una noche de escuela.

"No soy Benjamin, soy su madre. No puedo dormir, decidí matar a unos gringos mientras me entra el sueño."