—No tengo hambre —farfulle Hugo— No comeré nada hasta que llegue mamá.

—Hugo…—advierte una derrotada Marinette— Tú sabes que Fei vuelve tarde los viernes por la noche. Se queda siempre hasta muy entrada la mañana a trabajar.

—No me importa —espeta molesto el menor, jugueteando con unos legos— La esperaré. Dijo que veríamos una película de Marvel juntos en Disney.

—Si, lo sé. Pero tu mamá no siempre puede venir cuando quieres —advierte Dupain-Cheng— ¿Lo entiendes o no?

—¿Por qué me hablas como si no entendieras lo que siento? —protesta el peliazul— Dije que no quiero cenar y punto.

—¿Qué dices, hijo? —la muchacha hace amago de culpa, viéndose así misma inmiscuida en la represalia de su retoño— Por favor, no te pongas así. Tú sabes que-…

La puerta del apartamento se abre. El reloj marca las 00:12AM. Y es Fei Wu en persona quien hace ingreso; asomando apenas sus ojos y parte de su cabeza. Trae consigo un paquete color azul, con un listón gris.

—¿Me extrañaron? —pregunta divertida la muchacha de aspecto asiático— Ya no lloren por mi~

—¡Mamá Fei! —chilla Hugo, abalanzándose a sus brazos con briosa intención— ¡Te extrañe! ¡Creí que no llegarías!

—¿De que hablas, campeón? —carcajea la ojinegra, jovial— ¿Y perderme un día como hoy? Porque imagino que ya sabes que fecha es ¿No?

—¡Hoy es mi cumpleaños! —vocifera animado el pequeño, dando brincos entre sus brazos— ¡Ah! ¿Ese regalo es para mí?

—No ¿Cómo crees? —bromea la mayor, guiñendole un ojo de complicidad a Marinette— Es del vecino. Es que se lo debía.

—¡No bromees así! ¡Se que es para mí! —se lo arrebata de las manos— ¡Quiero abrirlo!

—Jajaja —Wu se cruza de brazos, satisfecha con el resultado de su intervención— Míralo…no sé si me echó de menos a mi realmente o al regalo.

—No digas esas cosas, por favor —murmura melancólica Dupain-Cheng— Sabes muy bien que te extrañaba a ti.

—¿Solo él? —arquea una ceja, con suspicacia— ¡Jm! En esta casa me parece que falta algo de disciplina.

—Como siempre no pierdes el encanto de la diversión —la profesora rueda los ojos, rodeando sus brazos sobre su cuello con cariño— Por supuesto que yo también. Y muchísimo…lo sabes…—roza sus labios contra los suyos, de manera melosa— ¿Estuvo muy agotador el viaje?

—Así me gusta —Fei la agarra de la cintura, jalándola con vigor hacia su cuerpo— Cuando mi mujer me recibe de esa manera, no puedo concentrarme en descansar. Me dan ganas de comerte la boca —añade, regalándole un ósculo húmedo y prolongado— No pierdes tu sabor, cariño.

—Ni tu el tuyo —sisea febril su cónyuge, mordisqueándose el labio inferior— Aunque a veces no sé si extraño mas tus besos o tu humor todo cagado.

—Dejémoslo en que todo y sin ropa —le gruñe como un gatito.

—¡Fei! —le da un golpecito sonoro de vuelta— No delante del niño…

—Perdona. Pasar tanto tiempo con varones estúpidos me pone algo bruta —bromea en respuesta, ligeramente abochornada— Tal vez debería solo retirarme de esto y ya.

—¿Y renunciar a tu sueño de ser la campeona mundial de artes marciales? —Marinette le mordisquea la mejilla a modo de juego— Tu papá estaría un tanto triste ¿No crees?

—Tsk, ni lo menciones. Solo estoy divagando.

—¡No puede ser! —brinca Hugo, extasiado en jovial alegría— ¡Es el último modelo de Loki edición limitada, del multiverso! ¡Solo hicieron unos pocos! ¡¿Cómo lo lograste?!

—Es una historia un tanto violenta para este horario —ríe Fei, abrazando con una mano a su esposa mientras narra— Pero verás. Me tuve que enfrentar a 10 viejas de mierda velociraptors y 2 tiranosaurios Rex para eso. Con una llave de zurda ¡Les partí el culo!

—¡Jajaja! ¡Tú eres la mejor, mami! —el menor la abraza con fuerza— ¡Muchas gracias!

—Cuida tu lengua —Dupain-Cheng le jala la oreja, grácil— Ve a bañarte mejor será, indiana Jones. Ya te sirvo la cena.

Hugo y Fei intercambian miradas solapadas en medio del silencio. Algo inquieta a la madre y no le parece correcto simplemente dejarlo pasar.

—Hey —Wu se agacha hacia su hijo, con voz mesurada— ¿Te has portado bien en mi ausencia?

—¿A qué te refieres?

—A mi no me mientes, niño —le regaña— ¿Hiciste algo para hacer enojar a tu madre?

—Y-yo…no…—desvía la mirada, avergonzado con su pregunta. Se mete de lleno en su regalo, examinando la figurita de acción— He estado normal…

—Dupain-Cheng —reverbera con autoridad, obligándole a verle a los ojos con seriedad— ¿En que quedamos? Dijiste que serías un buen niño mientras yo no estuviera.

—Hago lo que puedo —el pelinegro infla las mejillas, a tono de berrinche— De igual forma paso solo la mayor parte del día.

—Solo te pido que cuides a mamá en mi ausencia. No que la hagas tu enemiga —Fei le aclara la situación, con expresión templada— Sabes que viajo mucho por negocios. Marinette es la única que puede reemplazarme cuando no estoy. No solo es tu progenitora, también es tu profesora y tu mentora.

—Es que te extraño mucho, mami —bosqueja malogrado el menor, tentado a llorar— Me gustaría que pasaras mas tiempo con nosotros.

—Hablas en plural. ¿A qué viene eso?

—Mamá te extraña incluso mas que yo —revela cabizbajo— La he escuchado triste algunas noches.

—Lo sé. Y es por eso que, como hombrecito de la casa, te pido encarecidamente que veles por su sueño —la docente de artes marciales le abraza con fuerza e intencionalidad, depositando toda su confianza en el— Ahora que ya has cumplido 8 años, espero mucha mas madurez de tu parte para entender la situación. ¿Lo comprendes?

—Lo comprendo —corresponde con airosa nostalgia, su apretón de brazos— Por favor, solo no nos dejes…

—Jamás lo haré —asiente, sonriente— Es una promesa.

Una platica enriquecida de cariño, paciencia y amor maternal en la escena. Pero no estaban solos en ello. Marinette había escuchado todo detrás de la puerta de la cocina, con la mirada humedecida en padecimiento. Hay cosas…que ya escapan de su entendimiento.

[…]

Tuve el privilegio de conocer a mis abuelos paternos. Eran gente decente, de trabajo honrado y clase media esforzada. Mi abuelo Rolland solía repetir que se sentía muy orgulloso de ser hijo directo de un galo proveniente del clan Asurancetúrix. Casado con una Ordenalfabetix de la tribu del norte, se dedicaron de antaño a la fabricación de preparaciones en harina de trigo y cebada. De generación en generación, él había heredado un oficio de orfebre, convirtiéndose así en uno de los mejores panaderos de parís. La genética, la conquista de Galicia y la invasión de los greco-romanos, obligaron a sus padres a modificar su apellido por "Dupain". Con el paso del tiempo, se casó con mi abuela Gina, una inmigrante italiana aventurera, ávida de conocimiento y animosa algarabía a la hora de socializar. Lo totalmente contrario al enchapado de mi abuelo. El universo en su infinita bondad, fue diligente conmigo y me proveyó de una infancia dotada de afecto familiar, como otros, que no pudieron atestiguar con esmero. Mi papá, Tom, se enamoró de una joven estudiante de arte de nacionalidad china, Sabine Cheng. Y al tiempo luego de casarse, nací yo como hija única. No me dieron hermanos, pero nunca le tomé importancia al asunto. Yo fui feliz. Disfruté a concho mi juventud y siendo una estudiante pueril de pedagogía conocí a Fei Wu, el que resultó ser el amor de mi vida. Mis padres nunca denostaron profesarse conservadores o religiosos ante el tema. Y no manifestaron atisbos de rechazo cuando les comenté que me consideraba bisexual. Si. Así es como podría catalogarme. Lo reafirmo, porque me gustaron un par de muchachitos tontorrones en la escuela y en la universidad, pero jamás llegué a nada con ellos. Fei resultó ser mi talón de Aquiles por esos años. Mi motivo de vivir. Mi anhelo más lozano. Tras un ferviente y destellante romance, nos casamos un 20 de julio, en la plenitud de mi tesis. Decidimos irnos a vivir juntas y compartir un modesto apartamento en la urbe que pagábamos a media con trabajos esporádicos y tiempo parcial. Ella, era 5 años mayor que yo. Ejercía la profesión de docente en una academia de artes nobles, en Chateu. Nuestros primeros años de casadas los pasamos conviviendo en un colchón en medio del salón, comidas a medio día y muchísimo sexo. En algún punto llegué a conocer a su padre, quien era un hombre de edad avanzada y prolongada carrera. Le había adoptado cuando ella solo tenia 3 añitos. Pero siempre fue considerado para mi como mi suegro. Reservado, respetable y de nacionalidad china como mi madre. No se opuso a nuestra unión. Por el contrario, afiatamos la familia de una manera tan natural, que casi parecía irrisorio.

Luego de titularme y conseguir un trabajo como pasante de profesora en una escuela de primaria, Fei y yo comenzamos a replantearnos la idea de concebir una familia como era lo natural. No éramos chicas que tomáramos roles en particular. En cosas de intimidad, nos repartíamos las labores maritales. Pero si se trataba de darnos un rango en cuanto a lo familiar, mi esposa no tardó en dar sus primeras luces verdes de ser la activa de nuestra unión. Me confesó sus planes de pretender optar por su título de proveedora de la casa. Lo que me dejó sin reclamos como la pasiva por así decirlo. No chisté. Emprendimos así un interesante camino por agrandar nuestro nidito. Recurriendo a un par de tratamientos modernos, gastos médicos en fertilidad y mucha paciencia en base al amor que nos teníamos, logré ser yo quien por majadería se embarazó en torno a un ambiente de inseminación artificial.

Fueron días de verano calurosos. Si bien las dos nos sentíamos mujeres en genero y sexo, ninguna de nosotras realmente dimensionó lo que sería la maternidad. Pero supimos apañárnosla re bien. El 15 de agosto del siguiente año, di a luz a Hugo. Fei decidió darle mi apellido, para que así pudiera obtener la procedencia francesa como un ciudadano que optara a beneficios del estado. Ella en su calidad de inmigrante, nunca los obtuvo. Digamos que mi cónyuge era muy patriota a sus raíces. Y al cabo de un par de años, reacia a obtener la doble nacionalidad, no llegó a regularizar su situación en Francia. Su trabajo, además, le impedía obtener mayores resultados.

Solía ir y venir de Shangai a Paris. Fue una chica presente en todo lo que pudo en mi vida, lo reconozco. Pero si tuviera que definir su estancia y existencia en términos de porcentaje, lamentablemente solo alcanzaría un pobre 56%. Estuve felizmente casada con ella, viviendo mi maternidad compartida mitad del año. Aunque pasamos las fiestas mas importantes juntas, siempre sentí que, para Hugo, no era suficiente. Extrañaba con mas fuerza a su madre con el pasar de los años. Yo no hallaba consuelo para explicarle las razones del por qué, su madre no estaba con nosotros tanto como quisiéramos. Jamás tuve una pelea con Fei. No recuerdo haber tenido una desavenencia con ella. En mi calidad de madre, profesora, ama de casa y esposa, mi rol como mujer decaída y limitada se había vuelto una rutina para mí. No estoy diciendo que mi esposa haya sido una pésima madre o una mala pareja. Pero…siempre sentí que nos debíamos una conversación a fondo, de esas sin pelos en la lengua. En donde te vas a dormir y no sientes que hay un jodido elefante en el cuarto. Algo…de lo cual aclarar.

Continue de forma ecuánime mi rutina, hasta que Hugo cumplió 8 años. Para ese entonces, yo me había encargado casi al 100% de su crianza, educación y valores. Fei solo aportaba dinero, intimidad nupcial a nivel carnal y mucha paciencia; en forma de tiempo y amor. Ella siempre aportó su granito de arena y por ello, estoy muy agradecida. Me declaro bendecida de haber conocido a una chica tan bonachona, divertida, carismática, sincera y con valores milenarios. No se encuentra gente "buena" hoy en día. Lo declaro con soberbia. Puede que mucha gente se jacte de otras cualidades. Pero ser ¿Bueno de adentro? No. Eso ya casi no existe.

Lo que nos lleva finalmente a este día. Nuevamente, mi esposa llega de un viaje de negocios alejada de nosotros. Hugo se ha dormido esa noche, contento con su regalo de cumpleaños. Dócil y servil, como una esclava del medioevo por placer, he servido su cena y preparé su baño. Había practicado esta rutina desde hace tantos años, que ya me parecía natural. Sin darme cuenta, normalicé un estilo de vida que de cierta manera me terminó por consumir por dentro. Fei llegando a casa. Hacemos el amor. Pasamos una semana juntas, hacemos familia, ella se va. Todo vuelve a lo mismo. Pero… ¿Es esto lo que realmente quiero?

—Eres increíble, Marinette —regocija Wu, fumando un cigarrillo a desnudez completa sobre la cama— No sabes cuanto los extrañé a ambos. Estoy harta de este empleo…

No les miento. Ella si me mostró aires de querer renunciar a ello. Pero… ¿Por qué yo…seguía cegada a lo mismo?

—No lo hagas, cariño —jubila Dupain-Cheng, abrigándose con las colchas a su lado. Se recuesta sobre sus pequeños pechos pueriles— Es tu sueño. Por favor, no renuncies a ellos…

—No quiero hacerlo —advierte Fei, aferrándose a su anatomía con uno de sus brazos libres— Pero últimamente siento que me estoy perdiendo lo mejor de mi vida. Y eso no es precisamente mi trabajo —añade, derrotada— En verdad, desearía…poder…

—Nada de titubeos —espeta su mujer, bosquejando una mueca pueril en el proceso— Te amamos como eres, Fei. Te ruego, no lo hagas. Siempre estaremos aquí, esperándote. Confía en ti. ¿Sí?

—Confío en mi…—sisea grácil la ojinegra— Y en ti…

—Siempre estaremos para ti —asiente la francesa, con orgullo— Lo prometo. ¿Cuándo volverás?

—Para navidad —sentencia Wu, con mesura— Les traeré regalos.

—Aquí estaremos…—esboza contenta Marinette, besando sus labios— Te amo…

—Y yo a ti, pequeña "Chouquette" —declara la asiática, dándole ínfulas a su apodo— Buenas noches…

[…]

—¿Qué está pasando, comisario Kurtzberg? —rezonga Alix Kubdel— ¿Qué tenemos aquí?

Madrugada del 20 de octubre del 2021. Carretera de Lound.

—Los registros indican a un Peugeot 208 de color blanco, patente FM-423-WM —relata Nathaniel, anotando todo en su bitácora— Accidente vehicular por inmersión.

—¿Inmersión? —espeta Alix, frunciendo el ceño— ¿Qué insinúas? ¿Qué se volcó por el pavimento, chocó y murió?

—Todo indica que sí, prefecta —asiente el policía— Hay marcas en el suelo de un derrape. El auto al parecer no respetó la señalética de trabajos y se dio un trompo, luego de colisionar contra la barra de contención.

—¿En serio? —Kubdel examina el pavimento con la ayuda de una linterna, suspicaz— ¿Te parece que haya sido responsabilidad solo de una persona?

—¿Disculpe?

—Mira esto —lo jala del brazo, obligándole a mirar— Estas marcas de neumáticos, no son de un Peugeot 208. ¿O sí?

—¿No lo son? —parpadea, estupefacto.

No —gruñe la pelirroja, apartándolo violentamente— Argg…largo. No entiendes nada de esto. Te falta experiencia —mide el diámetro de la calzada— No son ruedas de un Peugeot. Son de un auto de gama alta, con llantas de poco uso. Apelo a un Mercedes Benz. O un BMW. Un aro 40 por lo bajo. Un vehículo de carrera.

—¿De…carrera? —no entiende nada.

—Un conductor de mucha expertiz, adinerado, con un prontuario intachable y 0 cámaras, por lo demás —Alix hace un paneo a la zona, sin divisar ningún registro audiovisual en el ambiente— Sin testigos en la escena, joder.

—Comisario —interfiere un forense— Hemos logrado sacar a la victima del interior del coche. Y ahora haremos el traslado del cuerpo al centro medico legal. ¿Sería tan amable de firmar el-…?

—No se irá a ningún lado sin que antes yo lo vea, cabo —berrea Kubdel, encendiendo un cigarrillo para aproximarse al cuerpo a semi tapar— Pero si es…—traga saliva, ligeramente pasmada— Es solo una muchacha…

—Encontramos sus documentos en una riñonera, a un costado del asiento del copiloto —le extiende la billetera— La victima es de sexo femenino, 36 años, chino-francesa de nombre Fei Wu. Murió al instante. No tuvo tiempo de sufrir al menos. Hay restos de un traumatismo encéfalo craneal en el interior del carro. Al parecer se golpeó la cabeza contra el parabrisas. El airbag no llegó a activarse a tiempo y el cinturón era de largo alcance.

—Cielos…—Nathaniel hace una pausa prolongada en silencio, compungido— ¿Tiene familia o algo así?

—Desconocemos. Su móvil y sus pertenencias fueron depositadas en un contenedor aislante —agrega el forense— Tenga. Si ya no hay nada mas que hacer, debemos trasladarla para la autopsia.

—Si…claro…—despabila Alix, a duras penas. Aspira un poco de su tabaco y desvía la mirada— Yo me encargo de lo demás —firma la orden del juez— Llévensela y llamen a la grúa para que saque el vehículo de aquí.

—¿Se encuentra bien, Alix? —consulta, acongojado su camarada— La noto pálida…

—No es nada. Estoy bien —niega la fémina, observando fijamente el fondo de pantalla del teléfono que yace en su mano. Es una fotografía de dos muchachas y un niño pequeño— Esta es la parte…que nunca me gustó de este maldito trabajo.

A la mañana siguiente. Escuela pública Françoise Dupont, 11:20AM. Recreo.

—No has tocado tu café, amiga —comenta Alya, preocupada— ¿Qué sucede?

—Estoy algo preocupada, es todo…—manifiesta Marinette, colgando el teléfono— Fei no llegó anoche como estaba previsto. Le he escrito un par de mensajes, pero solo marcan un check. Y tiene el móvil con buzón de voz.

—Mhm… ¿Tal vez se retrasó su vuelo?

—No lo creo…—añade, malograda— De ser así, me hubiese avisado. Además, la ultima vez que hablamos ella ya venia de camino hacia Paris.

—¿Quizás pasó a otro lado? —Césaire le soba la espalda, en un intento de calmar su angustia— Tranquila, todo estará bien. De seguro se le acabó la batería o algo así. Dudo le haya pasado algo malo.

—Eso espero, Alya…—Dupain-Cheng divisa a su hijo, jugar en el patio trasero con otros niños. Y exhala finalmente con temor— Eso espero…

¿Por qué? Es una sensación que no logro entender del todo. Me desperté en la madrugada a eso de las 4 en punto. Y desde entonces no logré conciliar el sueño. He estado toda la mañana con nauseas, el cuerpo apretado y una jaqueca irrisoria que me priva de hacer clases con normalidad. Tengo un mal presentimiento que de manera infame me asalta. No es bueno tanto silencio por parte de Fei. ¿Qué está pasando? Ruego que solo sea un temor infundado. Pero este sexto sentido femenino me invita a sobre pensar su ausencia. Conozco a mi esposa. Por mas viajes que haya hecho a lo largo de nuestra relación, nunca se desapareció así.

Por sanidad mental y criteriosa moral de docente, hice caso omiso a mis preocupaciones y me volqué de lleno retomar la lectura con mis alumnos. Las únicas lecciones que impartía con Hugo presente en el salón, eran las de literatura inglesa. Mantuve la cordura cuanto pude. Aunque no sin poder evitar revisar mi móvil cada vez que tenia la oportunidad, de manera disimulada. Tampoco me tenté a despertar malos augurios delante de mi hijo.

A eso de las 12:10PM, me encontraba yo terminando la ultima pagina de Hamlet, cuando logré divisar dos patrullas de policía y balizas azules en la entrada del colegio. No eran policías. Eran de la brigada de detectives. Algo se apretó en mi pecho. Cálmate, Marinette. Contrólate. No es nada. No vienen por ti. Debe de ser otra cosa. Me repetí un par de veces. Tras cerrar el texto, mis dedos temblaron trémulos sin motivo aparente.

De pronto, alguien llamó a la puerta del salón. Y todo el poco color que me quedaba en el rostro, se esfumó. Tragué saliva con fuerza. Acudí con prestancia. Eran el director, el coordinador y dos muchachos; una chica y un chico, que se presentaron con el rango más alto de su prefectura. Alix Kubdel y Nathaniel Kurtzberg. Quise pedir algo de clemencia por la delicada situación en la cual me encontraba. Y por supuesto, por el entorno que me rodeaba. El señor Damocles me tomó el hombro y asintió, indicándome que tomaría mi lugar para que pudiera salir un momento.

Instintivamente, miré por el hombro a Hugo. Y este, me alcanzó con la mirada. Estaba asustado. Dios mío… ¿Acaso habrá notado algo? Le sonreí jovial, como si nada pasara. Me disculpé con el alumnado y me trasladaron hacia la sala de profesores. Pero ¿Les soy sincera? Ni si quiera alcancé a entrar al cuarto. Mi mano se congeló en la manilla, en el preciso momento en que la mujer, me entregó una bolsa gris con algunos objetos en el interior. Eran…las pertenencias de esposa…

—Lamentamos tener que haber venido así, señora Dupain-Cheng —musita Alix— Pero sepa que cumplimos con la orden del juez.

—¿Por qué me entregan esto? —pregunta con ingenuidad la profesora— ¿Qué pasó? ¿Acaso Fei perdió sus cosas?

Alix y Nathaniel se miran entre ambos. Ninguno se lo ha tomado en gracia. Por el contrario, pareciera que escucharon un cuento de terror.

—Marinette Dupain-Cheng —sentencia Kubdel, con voz hosca y la mirada endurecida como el metal— Su esposa Fei Wu, sufrió un accidente automovilístico anoche.

—Dios mío…—la peliazul se cubre la boca, horrorizada— ¿Qué sucedió?

—Todo indica que su auto chocó contra una barrera de contención —explica el pelirrojo— Justo en las reparaciones del viaducto de Lound.

—No puede ser…—añade, pasmada— Ahora entiendo por qué no contestó mis llamadas ni mensajes. ¿Ella está bien?

—Fue grave…—agrega Nathaniel.

—¿Qué tan grave? —sisea la maestra, aún más asustada que antes— ¿A que hospital fue llevada? Yo necesito ir a verla.

—Es por eso que estamos aquí —argumenta Alix, frunciendo el ceño— Necesitamos que nos acompañe por favor. Ella se encuentra en el servicio médico legal.

—¿Servi-…? —hace una pausa, paralizada— ¿Qué me cuenta, detective? Ese no es ningun hospital.

—No. Ciertamente no lo es —la policía hace amago de dolor, compungiendo el rostro— Es una morgue. Fei Wu está…

—…

La bolsa cayó al suelo. No es que la haya soltado a propósito. Es solo que…toda fuerza del cuerpo hizo abandono de si y mis dedos, flaquearon al punto de dejarle caer sin mayores miramientos. Instintivamente, mis ojos se inundaron de lúgubres lagrimas que, sin tregua, resbalaron envilezcas por mis mejillas. ¿Fei está…muerta…?

Los detectives continuaron hablándome. Pero yo ya no oía a nadie a mi alrededor. Todo se vino a negro. Y yo, en una cámara en retroceso que se hundía más y más y más en la plena oscuridad de la desolación. En algún punto, solo llegué a escuchar los latidos de mi corazón. Que cada vez, se hacían pausados y de forma paulatina, mi presión arterial disminuía…hasta ya no percibir nada más que un mutis eterno en la lejanía del todo.

Señora Dupain-Cheng —espeta Alix, tomándole del rostro con firmeza para que despabile— Necesitamos que venga con nosotros. Debe ayudarnos a reconocer el cuerpo.

—¿Reconocer…? —murmuró Marinette, con voz robótica.

—Por favor —Kubdel la invita a acompañarlos— Ya hablamos con el director y están al tanto. No le tomará mucho tiempo. Luego…podrá continuar con sus quehaceres.

—Mis…quehaceres…—repite, en calidad de muerta— Si…ya voy…

[…]

Todo pasa delante de mí como una película en slow motion. Veo algunas personas en batas blancas, transitar a mi lado. Pero no son reconocibles para mí. Solo forman figuras blanquecinas, con contornos luminosos que, sin rostro, vagan por los pasillos. Mis zapatillas son lo único que ahora me mantienen concentrada para no perder el equilibrio. Es difuso. Pareciera como si les hubieran puesto censura a sus voces y pixeles a sus expresiones. Alguien, de quien no distingo si está vivo o es espectro de mi imaginativo, desliza el zipper de un saco mortuorio. Lo primero que veo es a una chica, pálida como el papel. ¿Quién es? Creo que…no es Fei. Si, definitivamente no es ella. Se han equivocado. Digo, no puede serlo. ¿Cómo va a ser…? Ella era una muchacha sonriente, alegre, con mucho color en sus mejillas. Eso que está ahí es un maniquí, la verdad.

Mi propio juicio se ha visto intrincado por una nebulosa de negación que me cuesta trabajo reconocer. ¿Qué estoy haciendo? Claro que es ella. Es…mi esposa…

¿Por qué? ¿Por qué mierda estás aquí? Tu no tenias que acabar de esta manera. Éramos jóvenes las dos. Tenemos un hijo de por medio, joder. Me prometiste que nunca nos dejarías. ¿Qué hiciste, Fei…? Totalmente fuera de si, el shock me provocó un vomito reflejo que dejé salir en un basurero que yacía a mi lado. Alix me socorrió unos momentos, obligando a todos a que salieran del mortis. Me ofreció algo para limpiarme y un vaso de agua. Pero yo solo acepté el pañuelo.

—Señora Dupain-…

—Si. Es ella —sentencia Marinette, desviando la mirada con nauseabunda expresión— Por favor, ya…es suficiente.

—Gracias. Se que es difícil. Pero era necesario —asiente más aliviada la prefecta, cubriendo nuevamente el cuerpo— Quiero que sepa que hemos abierto una carpeta investigativa con este caso. He ordenado al juez para que emita un mandato de causa y efecto. Creemos con mi grupo de colegas que no fue un simple accidente —narra— Verá, había trabajos en el sector del hecho y el cartel estaba removido. Según las pesquisas que analicé personalmente, esto podría ser constitutivo de un presunto homi-…

—¿Cuándo podrá salir de aquí? —interrumpe de sopetón.

—¿Eh?

—Su cuerpo —expresa agraviada la peliazul— ¿Cuándo lo podré retirar para velarlo?

—Pues…—Kubdel se rasca la nuca, un tanto liada— Eso ya no depende de mí, señora. En cuanto estén los resultados de la autopsia y-…

—¿Autopsia? —Marinette la fulmina con la mirada, poco menos que asesinándola con los ojos— ¿Se volvió loca? ¿Usted cree que yo voy a permitir que ultrajen así el cuerpo de mi esposa? ¿Qué la tajeen para sus experimentos enfermos? —gruñe, furibunda y al mismo tiempo derrotada— Jamás. No le tocarán ni un puto pelo a Fei ¿Me oye? Quiero que me la entreguen hoy mismo.

—Pe-pero…la carpeta…—traga saliva, sutilmente asustada con su amenaza.

—Si no me la entregan hoy, yo mismo me encargaré de venir por la noche a llevármela a la fuerza —advierte colérica— Ya me escuchó. No autorizo nada —coge su cartera y sale por la puerta— Y puede ir metiéndose su investigación por el culo. Adiós.

Mierda…—Alix aprieta los puños, con evidente frustración— Este caso será mucho mas complicado de lo que pensé —regresa la visual hacia el saco sobre la camilla— Pero a mi nadie me saca de la cabeza el hecho de que hay un responsable involucrado aquí. Y no descansaré hasta saber quién fue…

—Jefecita…—hace ingreso de nuevo Nathaniel, confundido— Vi salir a la señora Dupain-Cheng convertida en una furia. ¿Qué le dijo?

—Nada malo, Nath —berrea la muchacha con actitud agria— Es solo una viuda más, en proceso de negación. Pero es normal. Luego ya se le pasará.

—No quiso firmar el poder para la autopsia… ¿Sabe?

—¡Ya lo sé, tonto! —vocifera de vuelta, ofuscada— Tsk…pero eso no me detendrá. Seguiremos adelante con lo que te dije. Le entregaremos lo que pide. Pero no acaba aquí…esto solo comienza.

[…]

Lo había visto en películas. En obras de teatro. En literatura antigua. En documentales de Netflix. Pero jamás creí llegar a experimentarlo en carne propia. No al menos, a una edad tan corta para ser sincera. Amargamente descubrí que lo peor de perder a un ser amado no era aceptar su muerte como tal, si no la forma en la que repercutía en la vida de los demás. Pues las personas son universos, con galaxias en el interior, exo planetas y muchas constelaciones en una red invisible de amigos, familia, amistad, trabajo, etc. Y una historia. Una…que no llegó a su fin de la manera en la cual esperaba. Lo complicado de este proceso no fue acostumbrarme a su ausencia, pues de cierta forma ingenua ya lo estaba. Fei no era una chica tan presente en mí. Lo mas doloroso era…todo lo demás. ¿Cómo le digo esto a Hugo? ¿De que forma podría, con humildad y mucha madurez contarle a nuestro hijo que su madre ya no estaría con nosotros? Y no de una manera empírica. Si no mas bien…etérea.

No recordaba haber tenido una conversación mas dura que la que tuvimos esa noche al llegar a casa. Asumí el rol que me correspondía como madre y sostenedora del hogar, al ser la primera en relatarle los hechos de mis labios. No pretendía que se enterara por terceros. Y que alguien tergiversara la realidad. Temí la peor de las reacciones por parte de Hugo. Pensé que me odiaría de hecho, al ser yo la encargada de tal hazaña mortífera. Pero le juzgué mal. Lo primero que hizo, fue abrazarme y llorar conmigo. Si. Claro que lloramos. Muchísimo. Y solo para cuando logré que se quedara dormido, me senté en el living a beber de manera solitaria una botella de litro de un vino que guardaba en la alacena. Tentada a emborracharme no para dejar de sentir, si no para aclarar mi mente sobre lo que ahora vendría a futuro, le marqué a mi mejor amiga, a mis compañeros, a mis padres y por supuesto a mi suegro a china. Este último, ni si quiera se mostró conmovido.

Parecerá una canallada de su parte, pero me cortó el teléfono en cuanto le mencioné su deceso. Yo le conocía poco. Por no decir, nada. De hecho, el ni si quiera asistió a nuestra boda. Y nunca se mostró como un abuelo cariñoso con Hugo. Nunca quiso conocerlo. Se negó siempre a aceptar que su hija era lesbiana. Si bien no estaba preparada para esa reacción tan errática, tampoco estaba en condiciones de juzgarle. Cada quien sabe como lidiar con la perdida. Solo me aliviaba el saber que desempeñé mi misión de avisarle. Le dejé una invitación cordial a su funeral. Y fue la ultima vez, que crucé palabra con aquel caballero.

La noticia se esparció como la peste en el colegio, los apoderados, los docentes y parte del alumnado. Mis jefes me dieron un mes de goce de sueldo para velar a mi mujer y de paso, me entregaron toda la ayuda psicológica posible que mi posición me daba. Todo, pagado. Todo, corría por cuenta del estado. A los 3 días, me entregaron el cuerpo de Fei. Alya fue un pilar fundamental en mi vida. Mas ahora, que estaba al borde de la crisis. Fue ella de hecho quien me dijo que me mantuviera estoica. No por mí. Si no por Hugo. Así como lo es de complejo un parto, también lo es un funeral. Me ayudó a buscar un lugar bonito para velarla y enterrarla. Cuando quise ir a inscribirla al registro civil como fallecida, la asistente social me advirtió de que curiosamente Fei había abierto una cuenta de ahorro y en vida, había tomado un seguro de vida. Uno, del cual yo desconocía por completo.

¿De dónde salió?

—Es un albacea —revela la muchacha— La señorita Wu pertenecía a la asociación de artes marciales. Y mientras se desempeñan en el rubro, el gobierno chino les otorga un seguro de vida en caso de fallecer en el oficio.

—Pero mi esposa no murió en…

—Por favor…—advierte la chica, tomando su mano con cariño por encima del mesón— No hace falta los detalles. Tómelo. Estoy segura de que es lo que ella hubiera querido para usted y su hijo.

¿Eso no era una especie de fraude al fisco? Perdón si sueno medio solapada a lo moral, pero me sentí mal. Pensé que estaba robándole algo a alguien. Aunque cuando me mostró el documento con la firma, la foto de ella y su puño y letra en la redacción, algo en mi aceptó con honor su voluntad. Fei…había pensado en todo. Incluso si no me lo contaba. No digo que me haya mentido, pero digamos que mantenía también sus recelos a la hora de morir. No era un seguro millonario, pero si de mucho dinero. Lo suficiente para cubrir los gastos mortuorios y pagar los estudios universitarios de Hugo, hasta que incluso pudiera irse de casa. Pedir más, sería avaricia para mí. Era lo justo. Acepté el dinero y sin premuras, lo cobré esa misma mañana. Con dejo de temor, lo deposité inmediatamente en mi cuenta bancaria. Mucho efectivo podría ser tentativo de robo para los amantes de lo ajeno.

Fei fue velada un 5 de noviembre en el Parque del Recuerdo. Un cementerio privado a las afueras de Paris. Y como era tradición de su nacionalidad, la cremamos, conservando así sus cenizas en un ánfora preciosa con inscripciones chinas. La depositamos en un mausoleo sobrio pero que infundía mucho respeto ancestral, rodeada de estatuas y dioses de su cultura. Mamá me inspiró a continuar su credo. Le mandamos a tallar una tablilla con su nombre y le construimos un altar en casa bien precario, con una fotografía para recordarla y muchos inciensos alrededor. Hugo poco y nada conocía de las usanzas y ritos de su madre. Pero yo me esmeré en conservarlos, solo para mantener viva su imagen hasta que el tuviera la capacidad de…asumir, cual era la mejor forma de recordarla en vida.

Fueron los días más duros, después de mi parto. Pero nos apañamos como pudimos. Dentro de mis miles de intentos por sobrellevar ahora, nuestra familia fragmentada, rápidamente asumí mi posición en mi estado civil como "viuda". Mis padres solían repetirme por esos días, que yo era una mujer fuerte. La mas fuerte y valiente jamás conocida. Se sentían orgullosos de mí. No me dieron chance de echarme a morir. Me volqué de lleno a mi trabajo, mis obligaciones de madre y las faenas de una madre soltera.

Los primeros cuatro meses pasaron jabonados por mi cuerpo. Pero al quinto mes, las primitivas secuelas me pasaron la cuenta. Comencé a experimentar inapetencia. ¿Habré perdido un par de kilos? No me di cuenta. La ropa ahora me cruzaba de doble y de seguro que bajé tres tallas. Sufrí insomnio, problemas de concentración, mi desempeño como profesora había declinado demasiado, al punto de preocupar a mis jefes. Fui citada muchas veces a la UTI de la escuelita. Siempre negué mi estado. Siempre, en negación. Hasta que una mañana simplemente sobrepasada por todo el estrés psicológico, me desmayé en plena clase de matemáticas; al no saber resolver un problema de aritmética simple.

Cuando desperté, estaba en la enfermería y con un catete metido en el brazo. La escuela Françoise Dupont era gubernamental. Eso quiere decir, que era financiada por el estado francés. Y mantenía sus recursos invictos por entidades tanto privadas como estatales. Por esos días, la enfermera era una muchacha llamada Rose Levillant. La conocía bien poco. Pero sabía que trabajaba en varias cosas. Me comentó que hacía labranzas de caridad, complementando su labor en hospitales públicos, albergues de invierno y también privados. Una chica jovencita, adorable y muy sonriente.

Pretendía dejar todo en cero y marcharme para retomar mis clases, pero ella me detuvo antes de salir. Pues se mostró preocupada por mi de manera sincera, a nivel…espiritual, casi.

—No importa cuantos medicamentos le haya suministrado, Marinette —acota la rubia, inquieta— Pero el dolor que siente, no sanará solo con esto.

—¿De que hablas? Estoy bien —falsea Dupain-Cheng, bosquejando una sonrisa falsa en el proceso— Solo se me bajó el azúcar. Debo comer mas cosas dulces para aumentar mi presión. Estamos en exámenes finales.

—Es usted una mujer muy fuerte, lo reconozco —menciona Levillant, extendiéndole una tarjetita— Pero necesita ayuda. Incluso los más fuertes, lo necesitan.

—¿Qué es esto? —la ojiazul relee el documento— ¿Un psicólogo? ¿Es una broma?

—Por favor, no se ofenda —murmura Rose, bosquejando una sonrisa ladina de optimismo— Se que no lo necesita. Pero piense en su hijo. Tal vez, sería bueno…

—¿Qué tiene que ver Hugo en todo eso?

—Bueno…—desvía la mirada con bochorno, mostrándole un reporte de docencia— Su hijo ha bajado mucho sus calificaciones últimamente. Y…

—Ya veo. ¿Quién te mandó? ¿Damocles? —espeta— No. Espera. ¿Fue Alya acaso?

—Fue Marc…—revela finalmente la especialista— El profesor de arte.

—¿Mar Anciel? —mencionando a su otro colega, confundida— ¿De verdad?

—No me mal interprete…—exclama tímidamente la asistente— Pero por favor, prométame que al menos lo pensará ¿Sí? Lo necesita…

Mis propios colegas estaban preocupados por mi y yo ni en cuenta. ¿En que momento dejé que esto se escapara de las manos? Si. Que tonta. Fue una porquería hacerme la ciega, la sorda, la muda. Y es que desde la muerte de Fei, Hugo ya no es el mismo niño de antes. Ya no sonríe. Ya no juega. Ya no sueña. Ya no muestra esos atisbos de querer vivir una vida feliz y plena. Estúpida de mí, en querer cubrir la madera podrida con estuco de pintura barata. No sé si su sugerencia fue mas bien un regaño o una señal de peligro. Pero sea cual haya sido la motivación de hacérmelo llegar, era válido. Ya que yo…estaba viviendo mi propio infierno interno. Y sin querer…descuidé los sentimientos de mi hijo. No le respondí nada. Solo tomé la tarjetita y salí del cuarto, mas mareada que otra cosa. Le eché la culpa a los medicamentos. Pero en el fondo sabía, que era mi propia alma quien me tiraba para abajo; repitiéndome: Haz algo. No te rindas. Debes…dar la pelea…

[…]

A casi un año desde que enviudé, mi vida…es un constante "tire y afloje". Pero no tanto con mi mundo. Si no mas bien, con quien conforma parte de el…

—¿Qué ha pasado? —Dupain-Cheng frota sus cabellos con champú.

Apartamento de los Dupain-Cheng, 22:10PM. En medio de un baño.

—¿Con que? —Hugo desvía la mirada, dentro de la tina.

—La profesora de química me ha dicho que has hecho explotar el experimento que ensañamos la noche anterior —comenta Marinette, preocupada— ¿Por qué hiciste eso?

—Nada…—se encoge de hombros, jugando con unas figuras de Marvel en el agua— No fui yo. Fue Loki.

—¿Loki?

—Si —miente— Una de sus variantes vino con el Tesseract a destruir todo.

—¿Qué dices, hijo? —no entiende nada. Haciendo amago de ignorancia, le enjuaga la cabeza— A ver, cierra los ojitos. Eso…—echa a correr agua para terminar de asearlo— Levántame los bracitos. Y explícame como funciona eso.

—Na…—farfulle cabizbajo— ¿Para qué? No lo entenderías —le muestra las axilas de mala manera.

—¿Por qué dices eso? —esboza triste, la mayor— Yo no soy tonta, cariño.

—No he dicho que lo eres. Pero no entiendes el mundo de Marvel.

—Bueno, si me lo explicas…

—Mamá Fei lo entendía sin explicárselo —chista, molesto— ¿Por qué tendría que hacerlo contigo?

Porque mamá Fei está muerta y yo estoy viva —Marinette lo piensa. Pero obviamente no se lo dice. No. No es forma de hablarle. Recula, eligiendo mejor sus palabras antes de cagarla— Porque a ella le encantaría que me lo explicaras. Dado que los dos eran fans de lo mismo, le gustaría mucho que yo también lo fuera. ¿Sabes? Para ayudarte.

—…

—Buen niño. Mira, estás limpiecito —sonríe afable, cogiendo una toalla— Levántate. Te secaré ahora mientras me explicas como funcionan las variantes de Loki. ¿De donde vino? ¿Esa variante era buena o mala? Porque si hay muchos universos, de alguno salió.

—Bueno…—Hugo redunda, pensativo. Y dentro de su inocencia, cede; en lo que su madre le frota el cabello con una toalla— Si te explico ¿Va? Pero presta atención.

—Toda la que gustes —esboza jovial— Ven —lo toma en brazos, depositándolo sobre la alfombra— Vamos a lavarnos los dientes juntos ahora —le entrega su cepillo con pasta lista.

—Pero no quiero enjuague bucal —saca la lengua, asqueado— Me da nauseas.

—Loki usa lenguaje bucal —sisea divertida— Así que tu deberías usarlo igual.

—¿Cómo sabes? —parpadea, atónito con su declaración.

—¿No has visto su sonrisa acaso? —carcajea Marinette, con dejo de cariño. Deposita un beso casto en su frente— Es blanca, resplandeciente. Cuando ríe, todos lo hacen.

—¿El enjuague es para eso? —pestañea, entusiasta.

—¿No lo sabias? —Dupain-Cheng le aprieta la nariz, juguetona— Los dioses del Valhalla lo usan.

—Mami…el Valhalla es a dónde van los guerreros cuando mueren —aclara el menor, risueño— Ahí no viven.

—Bueno…eso no lo sabemos hasta que vayamos a el ¿No? —balbucea la mayor, cepillándose los dientes— Sígueme. De arriba abajo. Vamos.

—Si —asiente obedientemente, frotando las cerdas contra sus muelitas— Mamá…

—¿Sí, tesoro?

—¿Mamá Fei está en el Valhalla?

—Lo está —declara, sin saber que mierda dice— Ella era una guerrera.

—¿Está cenando con Thor y Odín? —consulta, curiosito— ¿En el gran banquete?

—¿Bromeas? Fei era una Valkiria. Está con todos ellos —le guiñe el ojo— Agüita. Bebe, gárgaras y escupe.

—Ya está —berrea, escupiendo— Arg…pica. Pero…me alegra saber que mamá Fei era una Valkiria.

—Odín solo acepta a los valientes. Ella te observa ahora. Y demanda que, como su fiel ciervo, vayas a dormir —Marinette le cubre con su pijama, tomándole en brazos para retirarse a la cama— Vamos.

23:50PM.

—¿Qué ofrenda le dejaste esta noche? —curiosea la progenitora, acariciando sus hebras azabaches en el proceso— ¿Leche?

—Donas y un vaso de zumo de naranja —asiente con respeto el menor— ¿Y tú?

—Yogur de almendra. Su favorito —responde la docente, rodeándole con sus brazos— Estará complacida. Y te agradezco por haberme explicado el incidente en el laboratorio. Solo quisiera pedirte un favor pequeño ¿Puede ser? —el, asiente con docilidad— Si Loki es tu amigo como dices, no permitas que explote el salón. Hay gente muy ingenua que no entiende su existencia y nos puede meter en problemas. A la próxima, dile que no haga mucho escandalo ¿Sí?

—Jajaja…si, lo haré —bufa Hugo, aferrándose a su madre como un Koala en pleno árbol— Mami…no quiero ir al campamento de verano este año…

—Tus calificaciones han bajado demasiado, mi niño —advierte Marinette, con voz templada— Sobre todo en Educación Física y en Filosofía. Lo cual significa que ya no te gusta hablar con la gente.

—Son todos tan aburridos y corrientes…

—Lo sé. Pero no vivimos solos en "Midgard" —Marinette ha googleado todo eso, entre tanto. Menos mal se metió de lleno en el asunto— Y dado que Fei nos está mirando, sería bueno que cumplieras algunas cositas que espera de ti ¿No? Porque imagino, que tu eres el hombrecito de casa ahora.

—Yo no-…—Hugo recuerda vívidamente, las palabras de Fei. Casi, como un flashback—Como hombrecito de la casa, te pido encarecidamente que veles por su sueño. Ahora que ya has cumplido 8 años, espero mucha más madurez de tu parte para entender la situación. ¿Lo comprendes? —traga saliva, asintiendo— Lo comprendo. Y si soy —asiente, con potestad— Si. Me haré cargo.

—Genial —lo repleta de besitos por toda la cara— Ahora que estamos solitos, podemos dormir juntos en la cama. Pero no te acostumbres mucho, eh. Será solo hasta que te sientas listo de volver a tu pieza.

—Gracias, mami…—se frota contra su pecho, cerrando los parpados— Seré un buen guerrero…para ir con mamá Fei al Valhalla…lo prometo…

Taller de verano, Françoise Dupont. 13:10PM.

—¡Ya déjame en paz! —berrea el menor, ofuscado— ¡Ya te dije que no quiero estar en este estúpido lugar! ¡Ya no me gusta!

—¡Mi amor, espera! —protesta Marinette de vuelta, comprometida con el rechazo del menor— ¡Por favor, cálmate! ¡Esto es por tu bien!

—¡Suéltame! —responde con un palmetazo violento. La fulmina con la mirada, colérico— ¡Si mamá estuviera aquí no me haría venir! ¡Me caes mal! ¡Déjame ya! —sentencia, echando carrera hacia los otros docentes.

—¡Hugo! —le llama desesperanzada. Muy tarde. El pelinegro se ha marchado— Santo dios…

No. No resultó ser como esperé. En cuanto llegamos, se mostró tan errabundo en la pendencia que no pude debatir con su afán por huir. Una voz dulce y masculina llega a mis oídos. ¿Qué fue? Ah…válgame dios…

¿Quién es…este hombre…? En cuanto le vi delante de mí, un resplandor airoso casi irrisorio me obnubiló por completo, al punto de quitarme el aliento. Un aura fascinante rodeaba su semblante juvenil y sereno. Me paralicé. El, hizo lo mismo. Y sin caer en el espacio tiempo en el que nos encontrábamos, ambos nos desplomamos en una contemplación suspendida en el lugar, como si nos hubiéramos reencontrado…de otra vida. Era una biosfera, un ecosistema, un hábitat creado solo para nosotros dos. Por unos segundos, tanto los niños como los padres desaparecieron de mi alrededor y solo me encontré con él. Su mirada penetrante, sus pómulos ruborizados y una torpe…mueca grácil; con dejo de timidez varonil me robó el aliento.

—¿Usted…? —musita la muchacha, ligeramente divertida.

Era un muchacho de mi edad, no le doy mas años. Y al parecer, estaba tan liado como yo en esto de la paternidad compartida. Me mostró a su hija como si fuese una ofrenda a los dioses. Pero yo solo me limité a reír y a seguir el protocolo. Mas allá de eso, no puedo evitar sentirme encantada con su presentación. Félix Fathom Graham de Vanily. Félix Fathom. Félix Fathom. Félix…Fathom. La conjunción perfecta para el nombre perfecto. Dos F en seudónimo de pila y apellido. Seguido de un estatuto burgués británico con un acento galo-anglosajón sensual.

Que tierno…—No pasa nada. Todos los años vemos caras nuevas —asiente jovial la muchacha. Le estrecha la mano— Marinette Dupain-Cheng. Soy la profesora encargada del curso de verano.

—Es usted muy hermosa, Marinette —sentencia Graham de Vanily, sin rodeos— Tome…—le extiende el documento, ya firmado— ¿Tendría una cita conmigo?

—¿Qué dice…señor?

No me lo van a creer. Pero apenas nos vimos, este chico ya me invitó a salir. Haciendo mucho amago de su caballerosidad, se ha dejado llevar por el impulso mas pueril de todos. No pretendo juzgarlo ni mucho menos pensar que solo busca sexo casual. Ya que según la ficha que ha rellenado, es padre soltero igual que yo. Si. Tiene una pequeña hijita como yo tengo al mío. Y quiero apelar a su noble encanto, de verse obnubilado con mi presencia, tanto como yo quedé con la suya. Es que no voy a mentir, joder. Se que he enviudado hace poco. Mas bien, hace un año. Pero tengo mis aprensiones. Este hombre me ha gustado desde que lo vi, casi como amor a primera vista. Pero ese es un sentimiento que los adultos no podemos darnos el lujo de sentir tan loablemente. Hay cosas…de por medio. Así que no lo se la haré tan fácil tampoco…

—Venga la próxima semana —manifiesta Dupain-Cheng, con zozobra— Si le parece prudente, verá a su hija y podrá comentarnos que le pareció nuestro curso de verano. ¿Sí?

—Si…—asiente obedientemente el ojiverde— Vale…algo entendí. Quiere que nos veamos más delante. ¿Me está poniendo a prueba? Ok…lo tomaré— Vendré como dice, profesora. Por favor, cuide a mi hija.

—Como si fuera mía —sentencia la ojiazul.

¿Cómo si fuera mía? ¿Qué mierda dije? Disimuladamente he aceptado hacer de madrastra de su hija cuando ni si quiera lo conozco. Ni sé por qué dije eso. Me aferro a mi idea docente de madre de todos, como profesora y digna para enseñar buenos modales, costumbres e historia a mis alumnos. Noto como el hombre se va, despidiéndose amargamente de su hija. Ya veo, la quiere un montón. Posiblemente, mantengan un lazo familiar sumamente estrecho al punto de hacer difícil la separación. Pero para eso me entrenaron. Haré de que su hija viva la mejor experiencia…si es que mi propio retoño me lo permite.

El muchacho inglés ya no está. Busco a Hugo con la mirada, mientras termino las inscripciones. Lo alcanzo a divisar a lo lejos, jugueteando con una rama de roble y picando unos hongos. Me aproximo a él, muy suavemente. Sin animosidad de invadirlo.

—Alya ya les mostró el campamento a todos —narra Marinette— ¿No quieres ir a conocer a tus nuevos amigos de contienda?

—Yo no tengo amigos —gruñe magnetizado a su soledad, el menor— Solo rivales en el campo de batalla para ir al Valhalla.

—Hugo —comenta Dupain-Cheng, acariciando su nuca con desazón— Incluso Thor tuvo a su camarada en la guerra. ¿Recuerdas a su hermano Baldur? —Si, porque investigó— Tú no eres la excepción. Los vikingos, son amigos de todos.

—Pero no soy vikingo.

—Exacto. No lo eres —sonríe— Eres galo, como tu abuelo. Pero tampoco tienes enemigos.

—¿No tienen enemigos los galos? —consulta, confundido.

—No —niega con la cabeza— Nadie los tiene. Solo los avaricientos y envidiosos los tienen. Pero tú no eres nada de eso ¿O sí?

—Jamás, mami —lanza su palo a la mierda.

—Mira…—Marinette apunta hacia una esquina. Justo en donde se encuentran Alya y Emma— Tenemos nuevas aliadas al clan. ¿Te parece si le damos la bienvenida?

—¿Quién es? —Hugo se ruboriza al instante, al verla— Es hermosa…

—¿Verdad que sí? —especula Dupain-Cheng, con picardía. Susurra en su oído— Me contaron que es la hija de Freya.

¿En persona…? —el pequeño se sonroja aún más, con algarabía— Es rubia como ella y tiene unos ojos bonitos.

—Vino para hacer amigos. Me dijo que no tiene, como tu —añade, divertida— Y quiere hacer un par. Busca a un noble vikingo que le ayude. ¿Le darías una manito?

—Claro…—asiente Dupain-Cheng, obnubilado— Voy a ayudarla…—Hugo saca pecho, cogiendo un par de gomitas sobre la mesa— Le llevaré una ofrenda. ¿Será de su agrado?

—Jajaja…—Marinette desvía la mirada hacia la chica, risueña— Llévale lo que gustes…mi noble caballero. Solo no olvides ser amable.

—No olvido —asiente.

[…]

—Esto es…

—¿Qué sucede? —pregunta Rose, curiosa.

—Complicado…—traga saliva, con dificultad.

—¿Ah?

—Demasiado…para mi…—Graham de Vanily aprieta los ojos, como quien se ve tentado a llorar— No sé si pueda…

—Doctor Fathom…—Luka hace amago de incredulidad, chasqueando los dedos— Despabila…

Hospital Universitario Pitié Salpêtrière, lunes. 18:10PM.

—¿Disculpa? —Félix vuelve en s, confundido con el espacio tiempo en el que se encuentra— ¿Qué pasó?

—Bueno…es lo que queremos saber —Couffaine mira a Levillant, liado— Te estábamos preguntando, si te gustaría ir al cumpleaños de Jul este jueves.

—¿Jueves? —Fathom echa una ojeada torpe y bastante banal por sobre su calendario, negando instantáneamente— Lo siento, no puedo. Tengo asuntos que atender con Emma.

—Pero —inquiere Rose, arqueando una ceja— ¿No nos habías dicho que Emma estaría en un campamento de verano?

—¿Campamento? —el rubio sacude la cabeza en el acto— Mierda…tiene razón —Bueno, yo…aún así, tengo cosas que hacer, chicos. Comprenderán que soy un hombre ocupado jeje…—levanta la línea telefónica, llamando a su secretaria— Clara. ¿Qué pacientes tengo para cirugía el jueves?

—Ninguno, doctor —contesta en altavoz.

—¡¿Ya ven?! ¡Jajaja! ¡No tengo ningu-…! —recula, pegándose el teléfono a la oreja— ¿Cómo que ninguno?

—Como lo oye. Las dos intervenciones están para el próximo lunes y el jueves de la semana que viene —menciona la fémina con normalidad— El viernes de esta semana solo hay una paciente para las 15:00. Pero es ambulatorio.

—Gra-gracias…por la información…—cuelga, malogrado. Se ve indiscutiblemente de frente con sus dos colegas— Bueno…supongo que tengo libre entonces, jeje…

—Escucha —suspira el anestesista, con una sonrisa ladina— Se que-…

—¿Señorita Levillant? —interrumpe uno de los paramédicos— Disculpe, la necesitan en pabellón 9.

—Con permiso, chicos —se retira, dejándole a su compañero; la invitación.

—Félix…—el peliazul se sienta frente a su escritorio, sereno en su dialogo— Entiendo que esto de estar lejos de tu hija sea difícil para ti. Pero ¿Sabes? Sería bueno que al menos te lo tomaras como algo de relajo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste vacaciones?

—Vamos, Emma no tiene nada que ver en esto —el cirujano se levanta del asiento y se da una vuelta por la habitación, jugueteando con un elástico entre sus dedos— No recuerdo cuando fue. Pero créeme, realmente no necesito vacaciones. Mi terapeuta me dijo que mantuviera la mente ocupada durante este proceso. Y es lo que pretendo hacer.

—Lo sé. Pero volcarse de lleno en el trabajo tampoco es tan "sano" por así decirlo —explica jovial el ojiazul— Darte un momento de esparcimiento…te sentaría muy bien, amigo.

—Yo me recreo sanamente aquí —confiesa el británico, simulando una sonrisa cínica— En verdad, Luka. Amo mi trabajo.

—Comprendo que seas un chico muy hermético con tu vida privada —exhala preocupado el francés— Y por la amistad y respeto que te guardamos ninguno de nosotros hemos querido indagar mas sobre esto. Pero…desde que te divorciaste, ya no eres el mismo. Pasas mucho tiempo de paciente en paciente y cuando te queda algo de tiempo libre lo ocupas en tu hija.

—¿Qué tiene eso de malo? —sisea el ojiverde, mirándole de frente— Creí que solo estaba siendo un adulto funcional y un profesional decente.

—Y lo seguirás siendo —Couffaine se levanta y le toma los hombros, con cariño— Sin embargo, dejarse de lado…podría traerte problemas. Como perderte tú mismo, el placer de vivir la vida a través de tus ojos. No necesariamente de otros.

—¿Qué insinúas con todo esto? —rezonga Félix, suspicaz.

—No has pensado en…no sé —se encoge de hombros, proponiendo— ¿Rehacer tu vida otra vez? Quiero decir, se que estás soltero ahora. Pero no estas muerto. Tienes apenas 33 años. Estás en la flor de tu juventud casi.

—Luka…entiendo a lo que vas —suspira aliviado el inglés, regresándole el toque grácil en los hombros— Y en verdad te agradezco un montón tu preocupación. Pero no soy un chico muy sociable que digamos. El solo hecho de tener que pensar en conocer a alguien de 0 de nuevo…me da algo de ansiedad.

—Por supuesto. Toda rosa tiene espinas —exclama el doctor— Pero no comprendo. ¿Lo dices por ti? ¿O por tu hija?

—Por ambos —Fathom regresa a su silla, derrotado— No me desagrada la idea. Pero…es…complicado…—desvía la mirada.

—No pretenderás quedarte solo para siempre… ¿O sí? —masculle Luka, pasmado ante su dubitativa actitud— La mente, el cuerpo y el alma demandan atención también ¿Sabes? Tarde o temprano…te pasarán la cuenta. Además, Emma-…

—No estoy buscándole una madre sustituta a Emma, por si estabas a punto de decírmelo —interrumpe abruptamente el especialista— Ella ya tiene a Kagami para eso.

—Iba a decir, que a Emma le vendría bien una amiga que quiera a su papá —le guiñe el ojo divertido. Coge su maletín y se encamina hacia la salida— Piensa en lo del miércoles. ¡Te estaré molestando estos días!

—Tsk…—Graham de Vanily da un zapatazo contra el suelo, examinando con pretensión el retrato que yace sobre su escritorio. Son el y Emma, en un Zoológico— Pero Luka tiene razón en algo… ¿Qué demonios haré ahora?

Eran dos semanas. Dos jodidas semanas, sin ella. Que las fuerzas del universo se apiaden de mí; ya que no tengo como lidiar con el vacío que sentí esa tarde al llegar a casa. Mierda. Apenas alcancé a prender la luz y ya me quería echar a llorar. Sonará una pelotudez de mi parte, pero cuando llevas tantos años acostumbrado a la compañía, la soledad se vuelve una enemiga invisible de subyugar. Me había convertido en un esclavo del cariño familiar. La única razón vehemente por la cual mi divorcio se hizo un poquito mas tolerable de lo que creí, fue porque Emma se había quedado a mi lado. Y ahora que no iba a estar un par de días, me profesé un zombi en vida. Las palabras de Luka resonaron en mi cabeza una y otra vez con avidez. "Date un momento de esparcimiento para ti. Diviértete. Pásalo bien". Me lo imaginé justo al lado mío, como quien tiene un brote psicótico medio esquizoide.

—Vale…solo un par de días. ¿Qué tan malo puede ser?

Me di ánimos. Aunque admito me los saqué del culo, porque ni ganas de respirar tenía. Recargado de una pila motivacional que me duraría menos que el sabor de un chicle, terminé tirado en el sofá, con una película corriente en Netflix que pretendía ver, pero acabó viéndome a mí porque me dormí. Unas botellas de 330cc de cerveza sobre la mesa de centro. Medio trozo de pizza mordisqueada y mi amargo humor en decadencia, me deslizaron latamente hacia la locura de mi soledad. Ni ganas de cocinarme me dieron. A eso de las 00:10AM. Apagué la TV y me fui a la cama. Pasé al baño a orinar y a lavarme los dientes. Y cuando por fin daba pasos firmes a mi cuarto, no pude evitar detenerme en la habitación de Emma.

Ni sé por qué la abrí. Quizás para empaparme de la energía lozana y jovial que siempre mostró conmigo. Su fragancia de peluche en el aire y su entretenida risa de niña saltando sobre la cama; pidiendo un cuento o alguna jugarreta.

—No llores…no seas marica…

Me dije a mi mismo. Dios mío, no saben cuánto la extraño. Cerré la puerta. No pasaron ni 10 minutos, que volví al cuarto. Me metí a su cama y me dormí entre sus peluches, fingiendo que le abrazaba como una noche fría de invierno. Mi nivel de dependencia emocional y apego paternal me dio una patada en los huevos esa noche. Necesito a mi psicólogo...o terminaré demente.

Martes. 11:41AM. Ala oeste de traumatología.

—Media hora, Adrien. ¡Media jodida hora! —chilla Félix ofuscado, caminando por el pasillo con el teléfono en la mano derecha y un café en la izquierda— ¿Se puede saber para que coño me dices: "Llimimi cindi mi nicisitis" si ni estas, cabrón?

—¿No crees que es un poco temprano para andar con una crisis? —chista Adrien del otro, lado, suspirando en el proceso.

—Tu, me provocas las crisis —berrea el doctor— No puede ser que tenga que sacar cita para ver a mi propio primo hermano

—Aunque te moleste, si, Félix —aclara el Agreste— Independientemente de nuestro parentesco, soy un profesional. Y debes agendar las citas y llamadas, como todo ciudadano civilizado.

—¿Ah, sí? ¿No me digas? —gruñe ofendido el británico— Entonces cuando estes en medio de un puto paro cardiaco, tendrás que sacar hora para que te atienda. ¿Así es cómo funciona tu filosofía?

—Dios mío, primo. ¿Por qué eres tan melodramático? Madre santa…te pones peor que una chica en su periodo —Adrien se aprieta los ojos, con los dedos— Eso es distinto, Félix. Eso se llama "emergencia"

—¡Pues esto es una emergencia!

—Te dejé medicamento para cuando eso pasara —explica sereno el rubio— ¿Qué hiciste con las pastillas?

—Ya me las acabé —sentencia.

—Eso es imposible, eran de 500mg y una caja de 30 ¿Si entiendes esa cifra? —narra preocupado su familiar— 30, Félix. Una por crisis.

—Bueno, supongo que me dieron muchas —se encoge de hombros.

—¿Cuántas te dieron ya? ¿200 acaso?

—¿Qué te importa? —frunce el ceño.

—No me llames si vas a seguir respondiéndome así ¿Quieres? Te pones muy pesadito —inquiere inoportuno el psicólogo— Adiós.

—¡Es-espera! ¡No me cortes! ¡Perdona! ¡Ya me calmo! —se detiene en medio del pasillo, agraviado— Por favor…

—Escucha…—exhala templado el Agreste— Lo ideal es que nos apeguemos al protocolo de las citas y el tratamiento ¿Sí? Obviamente puedo hacer excepciones, si tienes crisis. Pero no a cada rato, primo. No puedo ayudarte así. Tu próxima sesión es el viernes —hojea en su cuadernillo— Y como siempre, te dejo al ultimo para que podamos charlar más y nos tomemos algo y todo eso que te gusta. ¿Podrás resistir de aquí al viernes a las 18:00?

—No creo…

—Bien. ¿Qué sugieres? —arquea una ceja el psicólogo.

—Adrien…—Félix tiembla del otro lado, apretando su café con impotencia.

—¿Si, Félix?

—Creo que…necesito más bien un amigo…

—…

¡Doctor Fathom a sala de urgencias 3-45! ¡Doctor Fathom a sala de urgencias 3-45!

—Tengo que colgarte. Me llaman por alto parlante —murmura Graham de Vanily— Ignora eso que dije. Es una tontería —cuelga.

—Esto no está bien…—Adrien observa su móvil, con melancolía— Pero tarde o temprano, sabía que pasaría. Necesitare algo de ayuda —busca en la agenda y marca otro número en particular. Alguien contesta del otro lado— ¿Hola? Si. Soy yo, Adrien. Lamento molestarla tan temprano…pero no le quitaré mucho tiempo.

Habitación 215 de cuidados intensivos. 15:20PM.

—¿Me voy a morir, doctor? —consulta una niña, asustada.

—¿Qué cosas dices, pequeña? Claro que no —Félix le regala una sonrisa afable— Solo debes tener mucho cuidado con lo que te metes a la boca. La pasta de zapato, es para los zapatos. No para los niños. No se come.

—Su pulso ya está estable —comenta Rose, acomodando el suero sobre la báscula— No le pasara nada, señorita. Con algo de reposo, mucha disolución alcaloide y cariños estará mejor en unos días. Ya lo verá.

—¿Quién vino contigo? —pregunta el inglés.

—Mi mamá —explica la menor, apuntando hacia la puerta— Ella me trajo.

—Félix, déjeme hablar con ell-…

—No, Rose. Yo lo haré —farfulle molesto el británico.

Estas son las mierdas que me enfurecen en demasía. Yo mejor que nadie, sé lo que es hacerse cargo de una niña. Y cuando pasan esta clase de cosas, les prometo que todo mi lado científico se desvanece y aflora el sentido paternal que prolifera en mi con desazón. Estando lejos de Emma un par de días, me hizo querer reforzar aún mas mi posición como su tutor legal. En algún punto, sentí que me había extralimitado con el regaño que le di a la mujer. La pobre llegó a soltar unos lagrimones infames. Pero no me apoqué por su tentativa a sonar como una víctima. Ella, era el victimario. Unos minutos mas tarde que hubieran tardado y lo único que hubiera tenido en esa jodida camilla sería el cadáver de una inocente.

Si. Admito que me desquité. Fui tan enérgico y duro, que, si hubiera querido, la progenitora me demandaba por injurias. Pero no lo hizo. Curiosamente, aceptó todo con hidalguía y finalmente, me dio las gracias por haber atendido con premura a su hija. Juró nunca mas descuidarla. Mas le vale.

Cuando me retiré del pasillo, Luka y Rose me miraban de reojo sobre la recepción. Noté encarecidamente sus expresiones inquisidoras hacia mi persona. Jamás me tomé tan a pecho mi trabajo; dándole un sentido más bien moral, fuera de lo racional que eso significaba para mí. ¿Qué tanto me ven? Eso les pasa porque no tienen hijos. No entienden nada.

Miércoles, 16:05PM.

—Estos exámenes de sangre están todos alterados —rezonga Félix, frunciendo el ceño— Hay que tomarlos de nuevo.

—Con todo respeto, Doctor —acota Levillant, frustrada— Es la segunda vez que los tomo y sigues diciéndome lo mismo.

—Bueno, están malos ¿Qué quieres que haga? —se encoge de hombros, devolviéndole la carpeta— La insulina no está dentro de los rangos negativos ni positivos que deberían. Necesito esa curva para mañana, por favor. Ultimo plazo.

—Félix…

—¿Qué quieres? —la fulmina con la mirada.

—No…nada…—mas intimidada que otra cosa, coge los resultados y se retira— Ya te los traigo de nuevo.

La estropeada enfermera sale de la oficina, topándose de lleno con un mohín abatido por parte de compañero de trabajo. De forma disimulada, caminan hacia el laboratorio mientras platican en voz baja.

—Está peor que antes —alega la rubia— No entiendo nada. ¿Cómo es posible que le haya hecho tan mal estar lejos de su hija?

—Es mas que solo eso —afirma Luka, como fiel testigo de los hechos— Félix lleva un año cubriendo el dolor de su divorcio. Y todo indica que ha canalizado la pena de la perdida en Emma. Ahora que ella no está por unos días, temo…que esté desequilibrado.

—¿Qué sugieres?

—Al principio creí que le haría bien compartir con amigos —agrega Couffaine— Pero creo que necesita más bien a su familia. O algo… "similar" a una.

—Luka, debemos ayudarlo —señala Levillant, realmente preocupada. Lo ataja en medio del pasadizo— Félix no es solo nuestro jefe y compañero de trabajo. Es nuestro amigo.

—Lo sé, pero-…

Ambos callan de golpe. Han visto como Fathom se despide de su secretaria y de las recepcionistas, poco menos que saliendo disparado por la salida del recinto hospitalario. ¿A dónde va con tanta prisa? Los muchachos corren hacia su oficina; con todo el afán de interrogar a su asistente.

—Clara. ¿A dónde demonios va? —examina el anestesista— Aun no salimos de turno.

—No tengo la menor idea, Luka —la muchacha se minimiza en su asiento, tan embrollada como el— El doctor Fathom lleva saliendo desde el lunes a esta hora. Luego regresa a eso de las 18:00 para continuar con los turnos mas largos. No comprendo. No me dice nada.

—¿Qué demonios estás haciendo, Félix…? —Luka estruja el ceño, intrigado.

Taller de verano, Françoise Dupont. 17:04PM.

—¡Felicidades a los verdaderos campeones de la contienda! —chilla uno de los profesores.

Los niños saltan entre ellos, celebrando la gran victoria que acaban de obtener luego de una increíble competencia de obstáculos. Marinette, es la encargada del Team que viste bandana roja. Y Alya del Team azul. Brincan y dan canticos en forma de recitales por el trabajo en equipo, la honra y lo que significa ser mas unidos que nunca. Curiosamente, los monitores también han escogido lideres en cada uno de sus bandos. Dupain-Cheng, tiene a Emma de su lado. Y Césaire a Hugo. Aunque estos dos últimos, no se llevan para nada bien a la hora de llegar a acuerdos.

—No es justo —refuta Hugo, quitándose la pañoleta del brazo— ¡La mayoría son chicas!

—¿Te molesta que las mujeres te ganen, acaso? —carcajea la morena.

—Al contrario. Yo quería estar en su equipo —infla las mejillas, berrinchudo.

—Pero lo estás, tontito —Alya le despeina con cariño— Emma es tu camarada de equipo. Solo nos hemos dividido por hoy.

Un poco más allá.

—Eso estuvo muy reñido ¿No cree profesora? —comenta Tsurugi, bebiendo agua desde una botellita— A pesar de que hace mucho calor hoy.

—Lo fue sin duda, señorita —le sonríe la mayor— Y por el calor no te preocupes, recuerda siempre usar el bloqueador.

—Estoy cubierta —le enseña la botella— Papá me compra de lo mejor.

—Si…veo que tu padre tiene buen gusto —ríe, sorprendida.

—Es que es doctor —exclama Fathom, con total naturalidad; en lo que se amarra el cabello en una coleta— Aunque no se crea. Sabe mucho de medicina, pero nada de las mujeres. Está medio bobito.

—¿Co-Como es eso…? —Marinette se va a la chucha ligeramente.

—Mh…—ríe de manera afable, limpiando el sudor de su frente con elegancia— Hace un año que se divorció de mamá y aun no tiene novia.

—¿No te molesta eso? —consulta la profesora, sumamente curiosa.

—¿El que?

—¿Que pueda tener una novia…?

—¿Por qué me molestaría? Creo que le haría bien —suspira, encogiéndose de hombros— Con mamá no se aman ya y ella ya tiene a la suya. Además, yo no dejaré de compartir con los dos —sonríe finalmente.

Nunca conocí a una chica tan madura…santo dios —redunda Marinette, anonadada— ¿Realmente tiene 8 años? ¿Qué clase de educación le han dado? Ojalá Hugo entendiera tanto las cosas como ella…

—¡Muchachos! ¡Vamos a comenzar con la competencia de Futbol! —enuncia Damocles a lo lejos— ¡Armen equipos!

—¡Bueno, niños! ¡A jugar! —aplaude Bustier, animándolos a todos.

—Soy tu centro delantero —masculle Hugo, con las manos metidas en los bolsillos— Espero no te llegue ningún pelotazo.

—¿Centro delantero? —carcajea fútil Emma, dándole un empujoncito hacia atrás— Tu eres mi arquero. Te vas para atrás, que la que hará los goles soy yo. ¿Queda claro?

—Tsk…—el varón chasquea la lengua, obedeciendo de mala gana— Bueno, pero no abuses mucho.

La amo…—Dupain-Cheng casi se va de culo al ver que su hijo ni chistó con su orden— Quien lo diría. Siendo tan rebelde y ahora doblegado por una muchachita…

¡Pito a la boca! Caline Bustier es quien será arbitro del partido. Pelotazos van, pelotazos vienen. Emma Fathom es la mas audaz de todas. Paseos de doble pie, salpicadillas, derrapes bajo pasto, patadas de empeine y 0 faltas. Un gol. Dos goles. Tres goles. El marcador prontamente se pone a la cabeza del equipo rojo. La rubia celebra con sus amigas, retozando cual conejo en medio de una pradera del jubilo. En medio de un saque mal hecho, Hugo manda la pelota a la concha del toro. Y esta, termina perdida entre unos arbustos. Emma lo fulmina con la mirada. A lo que el responde con una miradita de: "Perdón, jefa. Mucho ColaCao, jeje"

—¡Iré yo! —advierte la ojiverde, echando carrera hacia el cerco.

[…]

—Jejeje…soy…intangible, señores…

Mierda. No sé que demonios estoy haciendo, les prometo. No puedo evitarlo. Es algo que me supera a niveles estratosféricos. Pero desde que Emma está aquí, siento la vanidad intrínseca de ver si realmente lo está pasando bien. ¿La estarán cuidando? ¿Será feliz? ¿Compartirá con otros niños? Este sol del carajo se ve dañino para su hermosa piel de porcelana. Espero esté embetunada en estuco. Bueno, bloqueador. Porque me va a dar algo si la veo insolada. Con este disfraz, he pasado desapercibido desde el lunes. Me escondo detrás de la reja que separa el campamento, al costado de unos arbustos. Llevo una peluca rubia, anteojos y boina de mujer. No es por presumir, pero si no me afeito por dos días, soy un Femboy de Onlyfans ruso que derrite corazones. Yo creo que ni Sherlock Holmes me descubre. Si. Como lo oyen. ¡Soy invisible al ojo humano! Nada ni nadie podría reconocerme con este estupendo Outfit.

Bien, a lo que vine. Veamos. Asomo la cabeza por las ramas. Oh, vaya. Están jugando un partido de futbolín. Que emocionante. Reconocí a la profesora Dupain-Cheng a lo lejos. Demonios, que hermosa que es. Con ese peinado recogido y ese sudor corriendo por su cuello y frente. Si tan solo…

Ah. ¿Qué demonios es es-…?

—¡Ouch!

Una maldita cosa me acaba de dar en toda la jeta. Me desorientó unos momentos. ¡¿Qué fue?! ¡¿Llueven asteroides?! Despabilando, diviso una pelota. ¿Era futbol o beisbol? Esto fue un HomeRun. Levanto el esférico con mis manos, dispuesto a arrojarlo de regreso sin que nadie me vea. Pero soy asaltado indiscriminadamente por la mirada esmeralda e inquisitiva de una muchacha en particular. ¡CON UN DEMONIO, ES EMMA!

—¡Oh! —carraspea Félix, imitando una voz femenina mal actuada— ¿Esto es tuyo, pequeña?

—¿Papá…? —parpadea, estupefacta.

¡¿COMO?! ¡¿ME RECONOCIÓ LA MUY BRIBONA?! ¡PERO SI SOY UN SER INMATERIAL! —Fathom hace amago de negación, desviando la mirada— N-no…querida. Creo que me confundes…

—Papi…—suspira Emma, con vergüenza— ¿Qué haces aquí? Se supone que no deberías venir. Este es un campamento privado…

Bueno…ya fue… ¿A quién quiero engañar? —Graham de Vanily se quita el ridiculo disfraz, exhalando— Hola, hija…

—¿Qué estás haciendo, tontito? —le interpela la menor, sujetando el balón— Si los maestros te ven, nos meterás en problemas a ambos.

—Perdóname, cariño. Es que…—el joven medico aprieta los labios, agraviado y abochornado al mismo tiempo— Necesitaba saber que estabas bien, es todo. No creas que soy una especie de psi-…

—Lo pareces —murmura la Tsurugi, confundida— Y te ruego ya no lo hagas mas ¿Sí? Tú no eres así. Además, es solo una semana. Te juro que estaré bien.

—¿Estás segura? ¿Realmente no quieres volver a casa ya? Si tu me lo dices, yo no-…

—Estoy bien, papá —su retoño besa su mejilla con cariño, sonriente de mejilla a mejilla— Te lo prometo.

—¿Por la garrita? —propone el británico.

—Por la garrita —le estrecha el meñique.

¡¿Emma?! ¡¿Y la pelota?!

—Me están llamando ya, papá —se despide— ¡Nos veremos la próxima semana!

—¡Emma! —la ataja.

—¿Sí? —se voltea a verle una última vez.

—Te…—traga saliva, febril— Te amo mucho, hija…

—Y yo a ti, papá —asiente con ternura— Nos vemos. Ya no vengas, no seas loquito o me darás cringe.

—…si…

"Dar cringe". Es una frase que me he grabado a fuego no solo en mi cabeza, si no también en mi corazón. Lo que menos quiero, es que mi propia hija sienta pena ajena por mis erráticos comportamientos, que de seguro considera atípicos y vergonzosos. Creí que saldría como los otros días. Pero ese encuentro con ella, me dio la chance de abrir los ojos y percatarme del error garrafal que estaba cometiendo. ¿Qué pretendo? ¿Hacer lo mismo cuando tenga su primera cita, se case o que más? No puedo ser así. Me siento perdido. Confundido y sobre todas las cosas, muy solo. Necesito con urgencia una señal del universo…

Cuando regresé al auto, noté que tenia una llamada perdida en el móvil. Chequeando el remitente, reconocí instantáneamente el número, la foto y el mensaje. ¿Y esto? Que cosa tan rara…

Marqué de vuelta.

—¿Hola…?

—¡Félix, cariño! —vocifera Amelie del otro lado del teléfono— ¡No sabes cuanto añoré escuchar tu voz finalmente! ¡Que sorpresa la mía!

—¿Ma-Madre? —pestañea, anonadado— La sorpresa es mía, la verdad. No pensé que me llamarías tu.

—¿Qué insinúas, hombrecito? —protesta ofendida la rubia— Sigo siendo tu madre, niño descariñado.

—N-no quise decir nada de eso. Con todo respeto…—sisea Fathom, entre que se siente triste y contento— Fuiste tú la que se alejó de mi ¿Sabes? Solo para refrescarte la memoria.

—Ay ¿Qué tonterías dices, Félix? —le regaña su madre— Jamás me alejaría de mi hijo. ¿De dónde viene este cobro de sentimientos? Te dije que me iría un par de días a la India para tomar el tratamiento con los monjes. Incluso lo hablamos y todo.

—Mamá…eso fue hace 3 años…—Que le cuenta.

—Bueno, bueno, bueno. Me habré retrasado en volver, puede ser —Graham de Vanily le resta importancia, como si nada— ¡Pero ya estoy de vuelta! Regresé en cuanto me enteré de tu situación.

—¿Disculpa? —frunce el ceño— ¿Qué situación?

—Que. ¿No tenías pensado contarle a tu propia madre que te divorciaste?

—Pero es que tu-…—aprieta los labios, colérico— Maldito cabrón, Adrien. Fuiste tu…y encima a mis espaldas —Nada…—flaquea— Nada de lo que piensas, mamá. Es que no estabas. Pero jamás te lo ocultaría. Imagino que fue mi primo quien te lo contó.

—Dios mío, tesoro. Que el rey nos ampare —implora la fémina, con agravio— Escucha, tú sabes que jamás te dejaría solo en esta batalla. Si admito que fue el, pero regresé a Francia en cuanto pude. Ven a verme por favor, platiquemos. Desahógate conmigo. ¿Sí? Te amo muchísimo, mi pequeño mago.

—Yo…—suspira derrotado el británico, bosquejando una mueca sobria— Si, claro, madre. Iré. El viernes nos vemos por allá.

—¡Genial! Haremos una cena familiar. Nunca lo olvides, cariño. La familia está primero —alardea— ¡Y trae a la hermosa Emma contigo por favor! Extraño tanto a mi princesa.

—Me temo que eso no será posible, madre —explica cabizbajo— Emma está en un campamento de verano. Luego te explico las razones. Pero estaré ahí, lo prometo.

—Bien. Te amo, tesoro. Nos vemoooooos —le lanza un beso por el teléfono— ¡Moac!

—…

Realmente no sé que intenciones tenía mi primo para hacer esto. Creo que se tomó muy a pecho lo de que necesitaba un amigo. Básicamente, convocó a toda la parentela. Pero es verdad de que mi mamá se olvidó de mí, cuando decidió ir a sanarse a la india de su mal. Dado que la medicina tradicional no daba frutos a su enfermedad, optó por recurrir a vías más ortodoxas y espirituales en dicho proceso. No la culpaba tampoco. Asumí en algún punto que de hecho no volvería jamás. A menos que lo hiciera caminando, cosa de la cual estaba privada en esa pútrida silla de ruedas. ¿Quién lo diría? Un sentimiento de cariño se anidó en mi pecho, con la esperanza y atisbos de luz de que no estaba del todo solo en este mundo.

Canalizar…como dijo, Adrien. ¿Debo canalizar ahora?

Jueves. Laboratorio de resonancia magnética. 14:20PM.

—¿Lo ves? —señala Fathom, hacia la pantalla— Ahí está. Es enorme. Casi del porte de una aceituna.

—Es un tumor, sin duda —advierte Couffaine, sentado a su lado— Voy a tomar dos imágenes más, para descartar. No lo veo maligno.

—Yo si —espeta el rubio, anotando en una ficha medica— Lo quiero para biopsia a las 16:00. No me voy a arriesgar a cometer un diagnóstico errado.

—Está bien. Tu dame la orden y lo haré —Luka asiente.

—La voy a imprimir ahora —declara Graham de Vanily, tecleando en la computadora— Le agregaré una radiografía de cadera. Temo que haya afectado la espina cervical.

—Félix…

—¿Dime? —pregunta, concentrado en su informe.

—Vendrás esta noche ¿Verdad? —inquiere el peliazul, observándole por el rabillo del ojo.

—¿A dónde? —se hace el desentendido.

—Por favor…

—Ando con diarrea —miente.

—No es verdad —refuta.

—¿Juleka es tu hermana melliza?

—Si —aclara su compañero.

—Feliz cumpleaños entonces —Félix le entrega la orden y se levanta, caminando hacia la salida— Mañana te doy tu regalo. ¿Qué quieres? ¿Dia libre o spa?

—Ven a la celebración —demanda Couffaine, esta vez bastante malogrado— Lo pasarás bien. Te hace falta.

—Luka, yo no estoy en el mejor momento para fiestas —rezuma el médico, por sobre el hombro— ¿Por qué insistes en obligarme a ir a un lugar, al cual no seré ningún aporte?

—No quiero que aportes nada, Félix. No eres un donante de sangre —repara el enfermero— Somos amigos…

—¿Lo somos? —pregunta con voz agria.

—¿Disculpa…? —el ojiazul hace amago de sinsabor.

—Vale…iré —acepta Félix, sin animosidad de seguir renegando la eventual cercanía entre ambos— Escríbeme un WhatsApp con la dirección. Ahí estaré.

—No te arrepentirás —asiente enfático su compañero, sonriente.

[…]

No quiero ir.

Me dije, en lo que me daba un baño exfoliante con mi mejor jabón, mi mejor champú y el toque mas fino de mi crema de ducha. ¿Debería afeitarme? Si, bueno. Es solo el tonto cumpleaños doble de mi anestesista con la curiosa secretaria de mi primo hermano. Porque vamos, son gemelos. ¿O mellizos? Sepa la genética. Aún así lo hice contra mi voluntad. Incluso, me di el lujo de rasurarme alguna que otra parte, porque siempre he sentido que si muero en alguna fiesta pretendo que mi cuerpo sea exhumado de manera pulcra.

No quiero ir.

¿Esta camisa estará bien? No. Siento que si voy de negro será mas bien un funeral que otra cosa. Aunque soy muy fan del negro y el blanco. No lo niego. Opté por un terno elegante, vestimenta acorde a una celebración de cumpleaños. Urra, viva nacer. Lo dije sin ningún ánimo. Me embetuné en perfume maderoso caro y me peiné muy bien.

No quiero ir.

Compré un vino y chocolates, como un acto solemne de quien no tiene concha idea a donde va pero que quiere cumplir de manera honorable y caballerosa al asunto. Kagami fue de hecho quien me enseñó a ser "burócrata" o al menos, así lo llamaba ella. Yo lo veo mas bien como ser hipócrita y fingir apariencias. Vamos, ella era la política, no yo. Lo de mentir es cosa de mujeres últimamente.

No quiero entrar.

Estoy en la puerta. ¿Será muy tarde para irme y salir corriendo como marica? Hay una fila india de autos estacionados en ambos costados de la calzada. Mierda. Mucha gente…me da ansiedad como no tienen idea.

Acabo de entrar.

Dios salve al rey. Hay música fuerte, extraños que ni en pelea de perros he visto, mucho alcohol, aromas herbales en el aire (marihuana) y una piscina. Es pleno verano. Joder, no vine con traje de baño. Tampoco soy de usar bóxer. Me gustan los calzoncillos tradicionales, de esos que te agarran realmente el paquete y no te lo dejan colgando a su suerte. ¿Ahora qué? Me intimido. Voy a irme. Alguien me ataja del brazo.

—¡Félix! —brama Luka, entusiasmado— ¡Ven acá! ¡Deja presentarte a todos!

—N-no…Luka, prefiero…pasar desapercibido —sisea con voz agria— Mira, traje regalos. ¿No es suficiente?

—¡Da igual eso! El mayor regalo es tu presencia —le guiñe el ojo— Ven, acompáñame al patio.

Me quiero matar.

—¡Señora y señores! ¡Les quiero presentar a mi mejor amigo y jefe además! —Couffaine alza su mano al aire— ¡Félix Fathom! ¡El mejor cirujano de todo parís! ¡Ha venido a mi cumpleaños con Jul!

—¡YEEEEY! —chillan todos unánime.

Ya me morí.

—¿Félix? —interrumpe Adrien, mas ebrio que otra cosa. Carga en su diestra un vaso de whisky con soda— ¡Primo, viniste!

—¿Qué demonios haces aquí? —refuta Félix— Maldito traidor. Tu y yo tenemos una conversación pendiente.

—¡Es lo que yo me pregunto! ¡Jajaja! —carcajea jovial el francés— No pensé que aceptarías la invitación finalmente. Estuve toda la semana tratando de decirle a Luka que te convenciera de venir.

—¿Esto fue idea tuya, cabrón? —lo fulmina con la mirada.

—¡Anímate! ¡Te hacía falta! —le ofrece un trago— Whisky a las rocas como te gusta. ¿Nos divertimos un ratito?

—Adrien, yo no me siento cómodo —alega el británico— Y lo sabes. ¿Qué pretendes?

—¿No fuiste tu quien me dijo que necesitaba un amigo? —el Agreste le da unas palmadas amistosas en la espalda.

—¿Y por eso llamaste a mi mamá, en otro continente? —le interpela ofuscado el ingles— ¡Eres un-…!

—¿Alguien sabe donde hay mas hielos? —pregunta una chica.

Puedo…reconocer esa voz a lo lejos. ¿De quien es? ¿De quien viene? Se que la he escuchado antes. ¿Pero de dónde? Estaba tan molesto y abstraído en mi angustia solterona, que no caí en cuenta hasta que volteé la mirada hacia la piscina. Si no solté mi vaso, fue porque meramente estaba consciente de su contenido. Un whisky a las rocas no se malogra de esa manera tan austera. La vi salir de la alberca como una sirena en medio de un naufragio. Fue un acto súbito de cámara lenta. Precipitando su cabello hacia atrás, sensual, femenina, empoderada, con un bikini increíblemente ceñido de coloración roja, pómulos moceríos y gesto de quien ha bebido un montón. Era…era…

—¿Profesora Dupain-Cheng? —tartamudea el rubio, casi al expirar.

—¿Profesora? —bufa la fémina, entretenida— ¡Que dices! ¡Soy solo Marinette para los amigos! —le estira la mano para saludarle— Mucho gust-…—calla de golpe, tras reconocerle. Se ruboriza hasta las orejas— F-Félix…

—Wow…—Adrien hace un paralé, estupefacto— ¿Ustedes…se conocen?

¡NO!

Ambos negaron al unísono el reencuentro, inhibiendo de pleno el saludo en un acto súbito de intentar disimular lo obvio. Pero nadie les creyó. Ni si quiera los mismos cumpleañeros. ¿Qué estaba pasando ahí? Luka rompió el hielo, soltando una canción tecno noventera en el proceso para que los comensales perdieran la noción del tiempo, distraídos con otras cosas. Por su parte, Juleka; cómplice de su hermano arrastró a su jefe hacia la alberca, indicándole falsamente que su presencia era requerida. Todo, para que ambos jóvenes pudieran tener su momento de esparcimiento. Saliera como saliera…

—Con todo respeto…—murmura Félix, templado— ¿Qué hace aquí? ¿No debería estar en el campamento?

—Las noches son libres para algunos docentes, señor Fathom. Los pequeños quedan a cargo del director y la coordinadora. Tranquilo, Emma está en buenas manos ahora mismo —aclara la fémina, llevando un par de mechones tímidamente detrás de su oreja— Y tengo permiso del profesorado para salir a recrearme. ¿Qué hay de usted?

—¿Yo que?

—No…nada…—desvía la mirada, abochornada— Fue una pregunta fuera de contexto.

—Soy especialista de la salud —confiesa el rubio, sin jactarse con soberbia de su profesión— Y me dan libres algunos días también.

Doctor, como dijo Emma. Ya veo…—Marinette sonríe ladino, observando su vaso vació— ¿Sabe usted donde hay más hielo?

—Si…claro…—sisea, dándolo por sentado— En la cocina. Venga, le acompaño.

¿Qué estoy haciendo? Yo invité a salir a esta mujer y ella me rechazó en plena presentación. ¿Cómo es que de pronto ahora está en la misma fiesta que yo? Me muero por preguntarle un millón de cosas, pero no me atrevo. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Yo le pregunté: "¿Tendría una cita conmigo?" Y ella me dijo: "Venga la próxima semana". Pero la semana aun no se cumple. ¿Entonces…?

Estamos solos en la cocina. Haciéndome el sabelotodo del asunto, hurgo como es natural dentro del congelador y me topo de lleno con unos cubos de hielo sobre la cubeta. Agradezco a los dioses a no haber quedado como estúpido. Corté un par de cuadraditos y le serví 3 en un vaso. Me observó taciturna, esperando algo más. ¿Quería que le sirviera un trago yo? Mierda. ¿Cómo les explico que soy pésimo en entender las señales de las mujeres? Pero por milagro, comprendí esta vez y le rellené la copa. Increíblemente, era como le gustaba. Un cuarto de Whisky, medio de energética. Exhalé soberbio ante mi adivinanza y juntos chocamos brebajes para beberlos, como quien celebra algo.

Vale…me está mirando cual leona enjaulada. Quiere decirme algo. Algo importante. Sus ojitos brillan en medio de la penumbra. Si no me lo dice ella, se lo diré yo. Pero se que está consciente de que este encuentro no fue casual. Traga saliva. Yo también. Es hora de seguir mis instintos y seguirle el juego que Luka me propuso.

—Por favor, llámeme Marinette —sentencia, para romper el hielo.

—Marinette —aclara Félix— ¿Pensaste en mi propuesta?

—Si —revela la fémina, decidida— Lo pensé mucho.

—¿Y qué dices?

—Sigue igual —confiesa, sonriente— Ven la próxima semana a buscar a Emma…y te daré la respuesta.

Ok. Es definitivo. No me ha rechazado. Pero tampoco me ha aceptado. Se va a tomar su tiempo. ¿De qué? Solo los dioses saben. Es mujer, vamos. Ellas se lo piensan mucho. Y yo, seré paciente. Me siento tan aterrado que ella. Así que no tomaré mas participe en el asunto, mas que dedicarme a conocerla. Volvemos a brindar y bebemos, cuales amigos de toda la vida.

—Hasta la próxima semana entonces —acepta jovial el británico, sin animosidad de presión.

—¿Nos bañamos juntos, Félix? —propone Marinette, de manera inocente— El agua está tibia. Hace calor. Es un buen clima.

—No vine con traje de baño…

—Ya veo…—desvía la mirada, decepcionada.

Eh, carajo. Espera…—recula Fathom— Pero…vino mi primo. El siempre trae uno de sobra. Si me consigo uno. ¿Sirve?

—Claro —acepta.

—Nos metemos juntos entonces —carcajea grácil el varón— Salud.

—Salud…

¿Qué estoy haciendo…? En cuanto Marinette regresa a la piscina, intercepto a Adrien que, a pocas luces, se ve sobrio. Después de zarandearlo un par de veces, despabila. Me mira como si hubiese visto el fantasma de nuestra abuela. Poco y nada entiende. Pero soy enfático en mi demanda. Le he pedido un bañador de los que siempre trae de sobra. El termina asintiendo y me pasa uno de color azul rey. Prometo que no sé que estoy haciendo, jamás me metí al mar, a una piscina o un jacuzzi en traje de baño. Me da mucha vergüenza que me vean semi desnudo. Sonará una porquería, pero no soy fornido, musculoso, tetón ni mucho menos vigoroso a nivel entrepiernas. Soy más bien escuálido, deslavado y desabrido. Pero en cuanto me paro en el borde del estanque, Marinette es la primera en mirarme con etérea mueca cariñosa. ¿No le importa que sea así? ¿Tan debilucho…? Estaba cubriendo mi anatomía de la cintura para arriba con una toalla. Ella ríe, divertida y agraciada.

—Eres muy tierno, Félix —se mofa la peliazul, levantando la mano— ¡Ven ya!

"Ven ya". Me dijo. Y yo, asentí como un niño pequeño, temeroso de probar habichuelas por primera vez. Me deshago de la toalla y me tiro un piquero. Tampoco había alcanzado a notar lo escuálida que era mi compañera. Nadamos un poco y cuando finalmente nos sentamos fuera del agua, ambos nos vimos de pies a cabeza. No me sentí mal. Al contrario. Ella era de una complexidad y anatomía parecida a la mía. Solo entonces, todos mis miedos me abandonaron con total normalidad. Visibilizando nuestra contextura, brindamos de nuevo y platicamos con sensatez.

Me gusta esta chica. ¿Ella sentirá lo mismo por mi…?

—¡Feliz cumpleaños, chicos! —berrea Iván, lanzando champaña a todos lados— ¡VAMOS A CELEBRAR TODA LA NOCHE!

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritan todos.

Mierda, que mañana trabajo.

Dicen Félix y Marinette al mismo tiempo.Carcajean. Válgame dios. ¿Estamos condenados los dos? Espero que sí. Luka se sienta a mi lado y me da un codazo, repitiéndome lo mismo de hace unos días antes.

—¿Te diviertes Félix? —halaga Couffaine, más ebrio que otra cosa— Es un campo floral. Lleno de rosas.

—¿No que toda rosa tenía espinas, sabelotodo? —rezonga, irónico el rubio.

—Depende —le guiñe el ojo, mirando a Marinette en el proceso— ¿Cómo te va con esa?

Cierto. ¿Cómo me irá…con esa rosa…?