—¡Ahí están! —Escuché gritar a Jyushimatsu a la lejanía mientras nos apuntaba con su dedo.
Todos venían corriendo hacia nosotros como una manada de toros salvajes. Daba mucho miedo desde el ángulo en el que yo me encontraba, sentí ganas de huir sin motivo aparente.
—¡Tú! —exclamó el mayor de los seis. Jyushimatsu, Osomatsu e Ichimatsu agarraron a Karamatsu para no dejarlo ir. El primogénito ordenó—: ¡Jyushimatsu, una llave ahora mismo!
—¡Sí, hermanito!
—¡N-No, alto, no lo hagas, Jyushimatsu! —Intervine poniéndome frente a Karamatsu mientras agitaba mis manos como rogando por piedad.
—¡¿Por qué se fueron?! —preguntó Choromatsu no pudiendo ocultar su histeria, su verdadero ser.
—Porque ustedes se fueron por el dinero y nos dejaron solos —respondió Karamatsu disimulando su nerviosismo.
—¡Exacto! Eso fue, chicos —dije yo.
—¿A dónde fueron? ¿Qué hicieron?
Ahora nos estaban interrogando, qué fastidio.
—N-Nosotros… —Karamatsu no terminó su frase, pues Ichimatsu le tapó la boca como mero instintito. Me pareció gracioso.
—No confío en ti, que nos lo diga _. Solo podemos fiarnos de ella —dijo Ichimatsu, la seriedad en persona.
—Muy bien pensado, Ichimacchan. —Osomatsu acarició la despeinada cabellera del cuarto.
—Este… —comencé a decir—. Fuimos a… Emm. Karamatsu me acompañó a una pequeña tienda de por ahí. ¡Tenía muchísima sed! Solamente eso, je, je.
—¿Segura que este idiota no te hizo nada malo? —me preguntó Ichimatsu con toda intención de protegerme. Con el disfraz que llevaba puesto me daba algo de escalofríos.
—Sí, ¡segura! Por favor, suéltenlo ya.
Karamatsu me dirigió una mirada de agradecimiento, pues si no fuera por mis palabras sus tontos hermanos no se habrían apiadado de él. Fue muy gracioso ver cuán agresivos pueden ser entre ellos. «Estos chicos no han cambiado nada. Qué alivio», pienso para mis adentros.
—¿Y qué pasó allá adentro? —cuestioné.
—Ah, eso. Pues… no pudimos ganar —dijo el primogénito.
«Eso era más que obvio, Osomatsu…»
—Había muchas cosplayers muy lindas —decía Choromatsu tocando con sus manos sus mejillas rojas como tomates.
—Es verdad, Choromatsu-niisan —comentó Todomatsu tocando el hombro de su hermano y sonrojándose también.
Cielos, ¡son chicos al fin y al cabo!
Estuvimos rondando por la ciudad de Akatsuka. Había transcurrido cerca de una hora y nuestras canastas de dulces no estaban ni la mitad de llenas a lo especulado. Todos resoplamos al mismo tiempo como su tuviéramos el mismo pensamiento y la misma pesadumbre.
—Parece que ya fuimos a todas las casas a las que pudimos ir… —dijo Totty mientras sacudía su pequeña canasta de dulces, escuchándose algo hueca.
—Estoy cansada.
—Me too —dijo Karamatsu mientras se pasaba la mano por el cabello.
—Empiezan a dolerme los pies… —dije con voz cantarina y un tono de agitación.
—¡A mí también! —coinciden Osomatsu y Choromatsu.
—¡Me muero! ¡Coagh! —Ichimatsu hizo una imitación a una tos mortal que, pensándolo mejor, podría volverse real. Se quitó un rato la máscara y después se la volvió a poner.
Me detuve para hacer un ademán a los chicos para que me siguieran y funcionó. Me senté en una banqueta bajo una farola que quedaba cerca de un pequeño vecindario desconocido. Ellos hicieron lo mismo.
—Ah, ¡qué a gusto! —dijimos los siete al unísono.
—¡De verdad necesitábamos descansar! —exclamó Totty mientras estiraba brazos y piernas soltando un bostezo.
—Ajá, ajá —dijo Jyushimatsu imitando los movimientos de su hermano—. Pero, hermanitos y _, no hemos terminado todavía. ¡Hup! —De un salto se puso de pie—. ¡Arriba todos! —sonrió.
—¡¿Eh?! —exclamamos el resto al unísono una vez más, confundidos.
—No hay tiempo para descansar todavía. De pie todo el mundo.
Jyushimatsu me tendió su mano. Yo la tomé, pero solo podía pensar: «¿Qué tienes en mente? Por favor, quita esa cara, ¡deja de sonreír!»
—¡Aun tenemos que divertirnos! —dijo Jyushimatsu mientras se reía con desesperación y locura.
—¡Jyushimatsu va a explotar! —grité, pues de verdad creí que eso pasaría. Para mi suerte no fue así.
No solo se abrió la camisa a cuadros que llevaba puesta, y no, no era para exhibirse, sino para algo distinto. Pensé que su traje estaba diseñado para verse bastante robusto de la parte de la panza, pero realmente no era así. Jyushimatsu llevaba rollos de papel higiénico, huevos de gallina REALES, y mucha pirotecnia.
—¡Hey! ¡Déjate de juegos o vas a explotar, literalmente! —le grité a Jyushimatsu desde una distancia prudente, pues reuní a los cinco hermanos restantes con mis manos como si fuera una gallina clueca y los aparté lejos del quinto chico. Temía que de verdad explotara con esos cohetes entre sus ropas.
—No te preocupes, _, eso no pasará.
Yo confiaba en Jyushimatsu, por lo que me dispuse a acercarme de nuevo. Sin embargo, al momento del acercamiento uno de sus cohetes explotó detrás suyo, haciendo que saliera volando por los aires y cayera encima de todos, destruyendo nuestro refugio improvisado y más que nada imaginario que nos protegía de él y sus ocurrencias.
—¡No se preocupen, tengo más! —Dejó ver en el interior de su atuendo. Había demasiados cohetes. Demasiado peligro destinado a convertirse en fuegos artificiales.
Jyushimatsu había quedado tendido encima de mí.
—¡Aléjate de mí con tus cosas explosivas! —Me lo quité de encima. Sentí algo de lástima, pero mi seguridad era prioridad.
—¡Es para divertirnos en el último momento de nuestra salida! —Levantó sus brazos muy animado y feliz. En definitiva, no podía rechazarlo. Era adorable.
—¿Eh? —Miré mi reloj de mano—. ¡Es cierto! Solo un par de horas y Halloween habrá terminado… —Hice una pausa y lo llamé—. Jyushimatsu.
—¿Mhm?
—Hagámoslo. —Todos me miraron de una manera extraña por lo que sentí ganas de aclarar mis intenciones—. Todo. ¡Usemos todo!
Quizá fue solo percepción mía, sin embargo, sentí que sonreí igual que Jyushimatsu.
—¡¿Eh?! ¡¿Hablas en serio, _?! —Jyushimatsu estaba atónito. Todos lo estaban.
—¡Sí!
Sus ojos brillaron. Quizá yo había sido la única que hacía caso a sus locuras.
—Emm… ¿sabes lo que significa esto, _? —intervino Todomatsu.
—¿El qué? —pregunté con inocencia.
—Todo esto. La pirotecnia, el papel, los huevos… —respondió Karamatsu con calma.
—¡Diversión, por supuesto!
—Ugh… —Osomatsu se pasó la mano por la nuca, nervioso.
—¿No? ¿Entonces a qué se refieren? —pregunté.
—Vaya… ¿En serio no lo sabes? —Salió un pequeño suspiro de los labios de Choromatsu—. Travesuras. Todo esto se usa para hacer travesuras el día de Halloween… Hacer un montón de maldades por diversión.
—Umm… —Me quedé pensando en sus palabras. ¿Realmente íbamos a hacer eso? ¡Sonaba muy mal!
—Claro, si no quieres hacerlo ahora que lo sabes está muy bien. —Ichimatsu se acercó y tímidamente me tentó el brazo—. Al final del día vendrían siendo crímenes.
—¿Q-Qué dices? Crí… ¿Crímenes? —Eso me asustó. No quería ir a la cárcel aquella noche ni ninguna otra.
—¡Cállate, Ichimatsu! ¡La asustas! —Osomatsu le dio un trancazo en la cabeza a Ichimatsu y éste se alejó sobándose sin objetar.
—No nos meterán a la cárcel por hacer estar cosas… ¿Qué no se saben ese movimiento especial llamado correr? —comentó un sarcástico Totty imitando a un corredor profesional.
—¿Sin reparar nada ni disculparse? Quiero decir… La gente de por aquí siempre ha sido amable con todos.
Ellos comenzaron a reírse muy bajito ante mi reflexión. Ahora yo solo era una estúpida ante sus ojos.
—Creo que no terminas de entenderlo muy bien… —Osomatsu pasaba su dedo índice por debajo de su nariz. Daba la impresión de no querer hacerme ver como una idiota que no comprendía, aunque sí lo hacía.
—¡No! Sí lo comprendo. Es solo que… nunca he hecho este tipo de cosas —murmuré con vergüenza. Sentí pena al exponer mi aburrida vida.
—Oh, bueno. Si te sientes así... Como dije antes, no tienes que hacerlo.
—¡Voy a hacerlo! —exclamé decidida con voz muy alta para que todos pudieran escucharme claramente—. No quiero arruinar nuestra cita después de tanto tiempo sin vernos… ¡Hagámoslo! Además, creo que ya soy lo suficiente mayor como para hacerme cargo de mis acciones. Ya tengo _ años después de todo. Solo que ustedes deberán enseñarme cómo se hacen estas maldades, ¿sí? —Guiñé un ojo para todos. Sentía que mi cara estaba toda roja y llena de vida.
—Qué linda… —Los escuché decir a todos en voz baja.
