Prisioneros
SERENDIPIA: Circunstancia de descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual, o cuando se está buscando una cosa distinta.
Él estaba tan atrapado como ella, pero era ella quien tenía ese sufrimiento marcado en el cuerpo.
Él guardaba en su interior el miedo.
Ella guardaba dolor y vergüenza.
Cada uno estaba atrapado a su manera…
Puede que, muy en el fondo de su corazón, sí que estuvieran buscando algo de magia.
Otro día más, una chica con las manos llenas de heridas añadía una nueva marca en la pared de los calabozos de la mansión Malfoy. Una pared apartada de la vista de sus captores, y un medio para no perder la calma ni la cordura. Luna Lovegood había tomado ese hábito desde que le capturaron porque sentía que tanto ella como los otros prisioneros querían y necesitaban una forma de tener control en ese oscuro y húmedo lugar.
Tomó el trozo de piedra que utilizaba para marcar y tachó otro cupo de días para mirar luego a su alrededor:
Se encontraba en un gran sótano con forma de galería, vacío de no ser por tan solo tres camastros en esquinas separadas, con almohadones y colchones desgastados, y una mesa con un par de sillas y candelabros y una habitación que hacía de cuarto baño.
Todo ese espacio para un duende, un anciano fabricante de varitas y dos jóvenes alumnos del colegio de magia y hechicería más amenazado en ese momento. Todos diferentes pero con algo en común, estaban despojados de su libertad por oponerse al nuevo sistema que el Señor Tenebroso quería instaurar. Todos aliados de El Elegido o meras herramientas para un tenebroso plan. Víctimas colaterales, ases en la manga que a la vez eran insignificantes. Huéspedes temporales que no sabían cómo podrían salir de esa gran casa, si salían.
En realidad, la rutina de marcar la pared había sido más una motivación por parte de su compañero de colegio y de celda que de ella. Nunca habría imaginado una situación así para conocer a ninguno de los presentes, pero desde que llegó Dean Thomas al sótano con ella y con el señor Ollivaander sintió algo más de fortaleza porque, menos al duende Griphook, que no participaba en el ritual de conteo de la pared, a todos les pareció buena idea y lo tomaban como una promesa secreta; por cada día tachado, harían algo divertido tras su salida.
Aun que Luna a veces no se sentía con ánimo, se obligaba a tachar los días en la pared, recordaba cómo pintaba las paredes de su casa, e intentaba también buscar ladrillos escondidos para no caer en el tedio durante el cautiverio y que a la vez no la pillaran. Pero ese día se sentía débil en todos los sentidos.
Su cautiverio era muy extraño, pues estaban encerrados en pésimas condiciones en esa estancia, pero, por otro lado, no les faltaba comida. Un elfo doméstico se encargaba de llevársela en una gran bandeja. Dean decía que era porque no les interesaba que les vieran sin fuerza para no resultar una carga y así estar lúcidos para obtener información.
Desde que entró, a Luna no le comunicaron dónde se encontraba, pues en el viaje de vuelta a casa por Navidad, unos mortífagos la aturdieron en el expreso de Hogwarts y lo último que recordaba era un vagón y luego aparecer allí en una de las camas. Pero, por la información de sus compañeros, supo que se hallaba en la mansión Malfoy.
Ella no había estado en presencia de Voldemort, pero sí de Colagusano y del matrimonio Malfoy y otros mortífagos que según fue sabiendo, habían tomado la casa de la antigua familia aristocrática como cuartel. Bajaban sobre todo a por Griphook y a por el señor Ollivander y después los acompañaban de regreso con un aspecto demacrado... Dean y ella mientras tanto intentaban hacer algo para distraerse de los momentos de tortura de sus compañeros y estar preparados para ayudarles a su regreso, pues algunos días era difícil porque podían escuchar desde esa oscura estancia los gritos de dolor que El Señor Tenebroso les provocaba.
La chica estaba algo más calmada porque hacía varios días que no les hacían subir a ninguno de los dos, pero notaba que algo no era normal de todas formas. No sabía si eso era buena o mala señal.
El frío había irrumpido en la mansión esa semana de una forma brutal y no tenían suficientes mantas y cuando intentaban pedírselas a un elfo, este no entablaba conversación con ninguno por miedo a las represalias de sus amos y tan solo se ceñía a su tarea de servir y retirar la comida.
Luna Lovegood despertó esa fría mañana envuelta en un sudor frío, con un ruido estridente que parecía proceder del piso de arriba. Tras una noche de tormenta, se empezó a sentir mareada y cuando la comida llegó, no pudo probar bocado. Había dormido fatal, la invadieron un montón de pesadillas y ese día no se tenía en pie. Tachar con la tiza el cuadro de la pared se le hizo un mundo, pero se obligó a levantarse.
Luna, ¿qué haces? le dijo Dean incrédulo al observarla levantarse en ese estado y en tono de regañina Vuelve a la cama. Y mira, el elfo ya se ha ido. Tienes que comer el muchacho puso una bandeja grande de plata en el camastro de la chica.
No puedo, Dean, esa es tu parte .
Me da igual. Necesitas comer más que yo. Te está subiendo la fiebre.
Por favor, estoy bien, de verás, esto es algo pasajero. He dormido destapada y he cogido algo de frío, eso es todo… la joven ya se sentía bastante mal al ver que su nuevo amigo de Gryffindor insistía en dormir cada noche en el suelo de ese frío suelo con un simple montón de mantas, no quería arrebatarle más cosas allí abajo.
Te estás cayendo de cansancio. Si sigues así, voy a tener que avisarles. Me da igual lo que me me hagan si les molesto, pero a este paso vas a necesitar medicinas.
Muchacha, haz caso a tu amigo. Estas enfermando y este no es buen sitio para ello.
Pero, señor Ollivander, usted también está delicado. Todos estamos cansados, no solo yo. Y aún así está preparando la poción para escapar. Necesita comer más que yo para tener energía para los encantamientos protectores y las varitas que nos está fabricando… a la chica le estaba empezando a costar formular las frases, notaba una ligera afonía y fatiga. Se sentía pesada y tomaba aliento de vez en cuando.
Esos gestos llamaron la atención de sus compañeros.
Jovencita, esto no me está gustando Ollivander se decidió a revisar por encima a la joven y entre él y el duende, sin mucho esfuerzo, coincidieron en que la Ravenclaw había contraído una variante del Spattergroit. Algo muy contagioso y duro de curar en magos que se torna en forma de una gran gripe difícil de paliar. Acabaron de llegar a esa conclusión cuando notaron que a Luna le empezaban a picar los brazos y se rascaba sin ser del todo consciente de ese gesto, le habían aparecido unas pequeñas manchas en el dorso de las manos y los antebrazos.
Sabiendo eso, Luna se encontró muy ansiosa esa tarde. Siempre le habían dicho que el Spattergroit era algo muy contagioso y temía por sus amigos. Decidió que, para arriesgarse lo menos posible, se apartaría un poco más de todos ellos.
Eso no solucionará nada, niña dijo el duende, que en esos momentos comenzó a fabricándose una especie de mascarilla con unas telas que tenía en su camastro . Si estás contagiada de eso, es que aquí abajo hay hongos mágicos. Puede que ya estemos todos infectados, pero, por si acaso, sería bueno buscar la fuente de la infección para quemarla.
Lo siento mucho, Luna. Ojalá no tengas que volver, pero a la vez eso significaría que ya estás bien
Entiendo lo que quieres decir
No, Dean, te voy a contagiar.
Me de igual el chico la encerró en un delicado abrazo, era tan alto que le sacaba a Luna una cabeza y media, y ella, triste y emocionada a la vez le correspondió aferrándose como le dejaban sus fuerzas.
El resto de sus compañeros decidieron que lo mejor sería intentar tratar con el elfo o provocar un gran escándalo para que alguien de la casa bajase y que pudieran tener en cuenta la situación de la joven Lovegood.
Finalmente, el elfo doméstico no pudo ignorar tal problema y se arriesgó a comunicarse con la familia Malfoy. Con lo que no contaban era que algunos de los dueños bajasen en persona a examinar a la chica Lovegood.
Llevaban unas cuantas horas sin saber nada del elfo y Luna iba empeorando, se había ido poniendo pálida y se mareaba incluso tumbada.
Esperar respuesta era una tortura. Luna empezaba a quedarse dormida mientras Ollivander y Dean le cambiaban paños de agua improvisados con lo poco de aseo que había en el espacio tan reducido, pero no parecía bajar la temperatura. Y cada vez le dolía más la garganta.
Lo que más preocupaba a la joven era que fuera contagioso, insistía en apartarse, pero ninguno de los dos le hizo caso. Griphook, en cambio tenía sus dudas y se apartaba sin mucho más que hacer ni colaboraba con los dos que la asistían. Luna le entendía.
Sus párpados comenzaban a cerrarse, pero de repente estuchó un estruendo procedente de la entrada del sótano. Se escucharon varios pasos y murmullos. El corazón le empezó a latir vertiginosamente según veía descender desde las escaleras varias siluetas desiguales que moldeaban sombras tenebrosas a través de los barrotes de la puerta principal del sótano de la gran mansión.
Tenía los ojos llorosos por la fiebre, pero pudo observar cómo una primera figura menuda abría la puerta, llevaba puesta una máscara que le cubría nariz y boca dejando media cara tapada y tenía una mano cubierta en plata, por lo que recordó que el único con esa extraña prótesis era Colagusano. Apareció amenazando con su varita a cada uno de los prisioneros pidiendo silencio, ya que, en el momento en que les vieron entrar, Dean comenzó a pedir asistencia para ella, pero fue ignorado al instante. Era evidente que el hombre-rata tenía miedo al posible contagio.
Tras Colagusano llegó otra sombra con un porte más alto y esbelto, también tenía máscara, pero algo más pequeña que la del primero, por lo que se dejaba ver más un rostro bien marcado. Caminaba haciendo hondear la falda de un vestido negro y de falda lisa , lleno de costurones que para la propietaria eran muy estéticos. Tenía el pelo recogido a medias dejándolo caer en una especie de cascada de rizos enmarañados que a Luna le hicieron recordar lo mal que se le daba peinarse hacía un par de años, cuando aún no se acostumbraba del todo al colegio. La mujer parecía más delgada desde la última vez que la vio… Fuera como fuera, su aspecto y lo que decidiera llevar en cada momento, Bellatrix Lestrange imponía y no pasaba nada desapercibida. Con la máscara, ahora escondiendo su rostro que sabía era de grandes ojos profundos y gruesos labios, Luna podía intuir de todas formas algunas de sus expresiones. Aunque, debía admitir que en ese momento le resultaba más impredecible y peligrosa
Hacía mucho que no se encontraba esos ojos llenos de rabia. Y nunca se habían clavado en ella, sino en los amigos por los que luchaba, pero en ese instante la analizaban cuidadosamente. No sabía si era el efecto de la fiebre, pero notaba que al mirarla fijamente, los ojos de la mujer reflejaban un destello verde brillante, como si fueran dos esmeraldas, cosa extraña porque sabía de sobra que en realidad era morena tanto de cabello como de rostro y de ojos… Pero le daba la sensación de que desprendía una extraña magia oscura a la par que atractiva… Luego le vino a la mente que, ese destello verdoso brillante también era el que reflejaba la peor de las maldiciones imperdonables. La mujer dio un gran vistazo a la habitación, en busca de algo en las paredes, sobre todo. Esto le hizo a Luna temer por la pared que estaban marcando para controlar el paso del tiempo, pero intentó mantener la calma todo lo que pudo.
Pendiente de que no descubrieran su mural de la libertad, casi no se percató de una figura algo más alta que iba detrás de la mortífaga. Se presentaba con una capa de mago bastante extensa y con capucha que le hacía esconder mucho el rostro. Al contrario que los dos primeros, este último decidió quedarse al margen cuando se dirigían hacia los demás presentes, parecía un guardaespaldas o un mero espectador entre el marco de la puerta y las escaleras. Cuando Lestrange se aproximó un poco más a la cama de Luna, la chica pudo ver cómo la figura desconocida sostenía un gran maletín y se estremeció.
Luna se empezaba a encontrar más débil. Veía cada vez más borroso y le picaba cada vez más la garganta, por ello, no temió romper el corto silencio tosiendo para aliviar la fatiga.
¿Esta es la muchacha? preguntó Lestrange lazando una risa floja Qué poca cosa. A ver, hablad alzó más la voz para dirigirse a los presentes , nuestro elfo nos ha alarmado diciendo que tenéis a una enferma entre vosotros. Esperemos que no sea una estratagema, porque os aseguro que no os funcionará nada de lo que estéis tramando.
¡Nada de eso! replicó Dean sin amedrentarse . Se encuentra mal de verdad. Tiene fiebre. Desde anoche empezó a tener mala cara.
Y le han salido unas marcas moradas en la piel añadió Ollivander preocupado.
Griphook se limitó a quedarse en su esquina sin intervenir de ninguna manera, no le interesaba el conflicto.
Bellatrix les miró a los tres con cara aburrimiento y después se ladeo cruzando los brazos para dar paso a la figura desconocida, como si le diera con ello permiso para entrar.
Luna se asustó un poco cuando el encapuchado pareció trasladarse rápidamente de una esquina a otra de la estancia para situarse justo delante de ella. Confusa, tan solo notó como una mano fría se posó en su frente y en ese momento la chica se sintió como una vela derretida por el calor de la fiebre. Agradeció el roce de la palma de la mano tan fría en un leve suspiro de alivio. Después las desconocidas manos pasaron a tomar su muñeca y deslizarse por su cuello para tomarle el pulso. Era una sensación que a Luna le sorprendió al notar tanta calidez en un instante. Manos masculinas y pálidas con un esmalte de uñas negro que la tomaban con cuidado para observar las marcas que le habían salido entre las manos, brazos y por último el cuello.
Esta es la hija del periodista, ¿verdad? comentó el desconocido voz suave y joven soltando su mano y dejándola con una extraña sensación en el cuello.
Cierto. Bueno, si lo quieres llamar así… respondió Bellatrix Creo que recordar que también era una de las mocosas que estaba con Potter en el Ministerio el día de la emboscada. Los muy asquerosos se salvaron por muy poco, ¿verdad, niña?
Nos costó lo nuestro respondió Luna de forma inconsciente pensando en voz alta. La fiebre no le dejaba pararse a reflexionar para contener su lengua, y eso molestó a Lestrange.
Vaya, aún tienes energías para ser insolente. Tan enferma no debes estar. ¿Cómo te llamabas, niñata?
Luna… tosía y le costaba cada vez más hablar en voz alta.
Resulta que ahora tienes dos motivos por los que permanecer aquí, sumando la batalla del Ministerio rió Bellatrix. ¿Vas a causarme problemas… Luna?
No le respondió dirigiéndole una mirada de tristeza y cansancio.
En Hogwarts se han perdido los buenos modales, por lo que veo añadió la mujer agachándose para apoyarse en el catre de la cama de forma amenazadora Responderás a lo que se te diga con cortesía en esa casa… Así que, repite: "No, señora" le corrigió.
No, señora negó Lovegood con la cabeza de la forma más tranquila que pudo.
Bien, porque, si se diera el caso y si tienes suerte, el Spattergroit será lo mejor que te pase aquí abajo…
Tranquilícese, madame Lestrange dijo la voz desconocida y suave que en ese momento se disponía abrir el maletón que llevaba. Entre la capucha y la máscara, Luna no era capaz de identificar si se trataba de un motífago, una criatura mágica o de un nuevo prisionero. Haciendo un esfuerzo podría intentar fijarse en si se arremangaba para poder observarle los brazos y localizar la marca tenebrosa . La chica no sabe lo que dice, es la fiebre. Vamos a tener que revisarles a todos más detenidamente.
Qué pérdida de tiempo espetó Bellatrix dando casi un salto para apartarse de la cama de forma ansiosa... ¡Esta escoria no se merece tantas atenciones! Bastante hacemos dándoles de comer.
Bueno, señora, piense que es por su bien y por el del Señor Tenebroso… dijo en ese momento Colagusano con un tono que denotaba sumisión Que ustedes son mejores. Y si resulta que es algo que se puede propagar…
Cierto… reflexionó Lestrange arqueando una ceja y dirigió su mirada a sus compañeros Pero seguro que es un resfriado de invierno… Tómate tu tiempo, chico. Cuando acabes estaremos en el gran salón. Colagusano, harás guardia.
Muy bien, señora la antigua rata la siguió hacia la puerta haciéndole una reverencia.
En el momento en el que la impredecible bruja se marchó, a Luna pareció quitársele un peso de encima, su corazón empezó a latir más despacio, pero los ojos se le cerraban de cansancio. Se sentía mareada. Fijó una última mirada hacia el rincón donde estaba Dean, quien permanecía de pie, expectante. Pero en ese momento se dio cuenta de que veía a sus amigos gesticular y no podía escuchar nada de lo que decían. Estaba aturdida y se volvió a sorprender cuando las delicadas manos de la figura encapuchada la incitaron a tumbarse del todo en la cama.
El techo estaba sucio y lleno de figuras de colores en movimiento que le recordaban a los Torposoplos.
En ese momento sí que no era capaz de hablar y estaba a punto de perder el sentido del todo. Dirigió una última mirada enfocando la vista recorriendo la capa del desconocido para ascender hasta su rostro, donde observó que este se liberó de la capucha y se bajo, solamente un instante, la máscara para intentar comprobar si la muchacha le podía escuchar, pero no era posible.
Luna quedó sorprendida al ver su rostro, en una mezcla de asombro e iluminación por ponerle cara finalmente. Ya no pudo aguantar más, parecía que con ese último acto también sació su curiosidad, quedó tranquila y cayó en un profundo sueño.
Continuará
