No soy el autor de la saga de canción de hielo y fuego, lo derechos de la misma así como la de todos sus personajes, son propiedad de George RR Martin y HBO.
CAPITULO 1: VOLVER A NACER
Todo estaba oscuro, pero el dolor de su cuerpo había desaparecido. "¿Estaré muerto?" pensó Aegon. Y es cuando alguien se emborracha y se tira desde un cuadragésimo quinto piso, eso es lo más lógico. Además de lo mejor, si te acaban de echar como un perro de la empresa que tu mismo fundaste, y te han dejado en la ruina.
Aegon Martell nunca había tenido una vida fácil, abandonado al nacer, y circulando de orfanato a hogar de acogida. Había comenzado a trabajar desde los catorce años cortando césped en casas pudientes, incluso había trabajado en tres sitios a la vez para pagar los créditos estudiantes en Caltech, que le había hecho merecedor de una beca para el postgrado en biomedicina y electrónica. Aun recordaba cuando se graduó y creó su criptomoneda le había hecho mil millonario a los veintiocho años.
La gloría le había sido tan dulce como breve, pues uno de sus viejos compañeros de estudio, al cual había hecho socio de su empresa, había cometido malversación de fondos, llegado a inculparle a el mientras ese sinvergüenza se compraba una mansión en las Bahamas. ¡Ni siquiera le dieron tiempo ha defenderse, y eso sumado al pinchazo del mercado, de la noche a la mañana se quedó sin nada, y a punto de ser arrestado por las autoridades, en un apartamento que estaba en vías de embargo!
Lo más curioso de todo, es que cuando los servicios de emergencia le encontraron, tenía una sonrisa irónica en su cara. Y aunque su corazón ya había dejado de latir, podía ver como su cuerpo era metido en una bolsa, para ser trasladado al depósito. Y la angustia comenzó a aflorar en el.
"Dios mío" se dijo así mismo sin poder creerse su desgracia, pues el había creído que con la muerte encontraría la paz "¡He entrado en el infierno!"
"No has entrado en el infierno" dijo una dulce voz.
Aegon sintió un pequeño halo de sorpresa y esperanza, y antes de darse cuenta se hallaba caminando por las nubes. El aire frío recorriendo su cuerpo le resultaba sobrecogedor, y se sintió como un átomo al ver un océano sin fin. Entonces siguió caminando hasta que al poco halló a una dulce niña de piel nívea, cabellos dorados y ojos cerúleos, como la túnica blanca que llevaba, creyendo que era un querubín. Pero lo que le llamó la atención era la lagartija voladora que lo rondaba.
"¿Dónde estoy?" preguntó Aegon acongojado.
"Estas muerto" dijo la niña mientras se pasaba una mano por la cabeza "oh…pero si cierto, digamos que esta es una prueba"
Aegon se asustó y retrocedió.
"¿Pero que clase de prueba?" preguntó Aegon con no poco temor. A lo que la niña le sonrió.
"¡Para entrar en el cielo!" dijo la niña con alegría mientras la lagartija revoloteaba con la misma emoción.
"¿Entrar en el cielo?" se preguntó Aegon. No era un genio de la filosofía, pero el suicidio era uno de los pecados mortales en prácticamente todas las religiones. Entonces dio un suspiro, al saber cómo sin pensárselo había tomado la peor decisión posible.
"¡Así es!" dijo con energía "Dime Aegon ¿conoces canción de hielo y fuego?" preguntó la niña con una sonrisa pícara.
Aegon suspiró, como no iba a conocer la saga. Su nombre aparte de ser el mismo de una aseguradora holandesa, era el nombre del primer señor de los siete reinos y otros cinco que le siguieron. Aun recordaba las burlas que había sufrido en el colegio y los chistes sobre que mi padre era Rhaegar, porque además su apellido era demasiado, pero que le iba a hacer, fue el nombre que le dieron cuando lo encontraron en el parque de bomberos.
"Si, la conozco" respondió aun apesadumbrado "¿Pero que tiene que ver eso conmigo?"
"Muy sencillo" respondió la niña volando a su alrededor en perfecta sincronía con su lagartija "la historia de George RR Martin, ha llegado a tanta gente, que los miles de sueños de sus seguidores han conformado en el subconsciente ha ido a parar a Padre Sueño, y han dado lugar en otra realidad, la creación del verso de Juego de tronos. Sin embargo, empezar a enviar a gente a mejorarlo. Y enhorabuena has sido seleccionado, para tener un gran papel"
Aegon se sorprendió, no creía que fuese a estar listo para ese mundo, pero no le quedaban muchas opciones. Aunque siendo sincero, en su vida ya le habían tratado peor que a Jon Snow, y tenía con Ned Stark puñaladas traperas que bien podrían haber hecho juego. Por otra parte, la idea de volver a vivir tampoco le había parecido mala, pero su pesimismo le azotaba, además si había alguna verdad en el mundo es que siempre se podía ir a peor.
"¿Y que tendría que hacer?" preguntó Aegon, temiéndose caer en las garras de Ramsay Bolton o de la Montaña.
"Mejorar las cosas, sabemos que sabes mucho y tus conocimientos mas una buena posición podrían hacer maravillas en los siete reinos" dijo con una gran sonrisa, mientras lo señalaba con sus manitas mientras volaba a su alrededor "pero tranquilo, si hacen una buena labor, cuando te llegue la hora, yo mismo te abriré las puertas del cielo"
Aegon sabía que no necesitaba preguntar lo que pasaría si fallaba. Por lo que miró temeroso por si la tierra le tragaba hasta llevarle al infierno. En cambio, sintió que su cuerpo se desvanecía, mientras la niña le miraba con sus ojos fijos y una sonrisa inocente.
"¡Animo!" le dijo mientras sus ojos le brillaban "¡Y recuerda, en la vida solo hay dos caminos el fácil y correcto, escoge bien!"
"¡Pero…!" trató de decir, pero sentía como ya volaba en el viento como si fuese una hoja marchita sin dirección alguna.
"¡Hasta dentro de muchos años!" le gritó la niñita en modo de despedida mientras agitaba sus brazos con su lagartija imitándola graciosamente. "Te deseo la mejor de las suertes…la vas a necesitar" dijo mirando a la tierra con algo de preocupación.
Entonces Aegon quedó sumido en la oscuridad más absoluta, aunque comenzó a sentirse cálido y cómodo en su prisión, mientras dormitaba por quien sabe cuanto tiempo. Hasta que su paz se perturbó en medio de los gritos de una mujer. Y se hizo la luz, y el frío como nunca antes lo había sentido en su vida. Sin poder remediarlo gritó, aunque pronto calló mientras abría por primera vez los ojos, para ver como la comadrona le sonreía.
"¡Es un varón mi reina!" dijo la anciana, mientras lo envolvía en unas mantas, y se lo entregaba a la mujer postrada en la cama.
Aegon la miró fijamente, y era salvo algún que otro rasgo de la nariz, idéntica a Emily Carey. Y no le cabía duda, su madre era la reina Alicent Hightower. La joven mujer, le acunó y le sonrió con debilidad. Aegon nunca había experimentado el amor de una madre, por lo que se sintió invadido por el cálido sentimiento del que todo niño era merecedor, mientras un hombre mayor entraba en la habitación.
Tenía el pelo largo y rubio plateado, barba escasa pero bien cuidada, ese sin duda era el rey Viserys I Targaryen. Detrás de el, se hallaba un hombre de más edad con cabello y barba castañas, y con el broche de la mano. Ese era su abuelo Otto Hightower.
"Alicent…" dijo el rey con una sincera sonrisa, mientras se acercaba lentamente, pero se le podía notar nervioso.
"Es un niño majestad" dijo la reina con alegría "he decidido ponerle Aegon…si a su gracia me lo permite"
"Por supuesto" dijo el rey mientras cogía su hijo recién nacido entre sus brazos y lo acunaba. Aegon miró fijamente a su padre, quien se sorprendió de que no estuviese llorando. Aegon le sonrió con alegría, aunque no se le escapó la sonrisa triste de su padre, sin duda aun lamentando la muerte de su primera mujer y de su hijo. Y ese sentimiento le dejó muy mal sabor de boca a Aegon, y al rey una sensación agridulce por decirlo suavemente.
"Ah cierto, mi padre es un imbécil" pensó Aegon mirando fijamente al rey. Y es que se había leído la los libros, y si hubiese un podía entre los personajes más imbéciles de juego de tronos, Viserys Targaryen, ocuparía el primer puesto seguido por Roberth Baratheon. Aegon desde ese mismo momento comenzó a mirar a su padre con desprecio, pensando en lo débil y preferente que había sido con su primogénita, la cual entró en la habitación, y le dedicó una mirada educada, pero que no escondía su desdén hacia su persona.
Aegon entrecerró los ojos y miró a su Rhaenyra con frialdad. El tiempo en el que Aegon Martell era paleado como un perro callejero ya había pasado, y no dejaría que ella ni el psicópata que tenía el idiota de su padre como hermano acabasen con el, no permitiría la danza, ni todas las tragedias que con ello vinieron. Si quería que las puertas del cielo se le abriesen, tendría que detenerlos.
"Muy bien querida hermana" dijo mientras volvía a los brazos de su madre, y veía como ambas mujeres se miraban con amabilidad forzada "Espero que no te importe que te mande al infierno" dijo el príncipe Aegon Targaryen mientras cerraba los ojos para reposar. Una gran tarea le aguardaba.
