Capítulo II.
Deseos con letra pequeña.
Como cada lunes, Bulma tomó rumbo al riachuelo que estaba en los límites de la propiedad para lavar la ropa. Iba pasando por lo que quedaba de las caballerizas cuando recordó a su caballo con quién siempre solía escaparse y que también había sido vendido para pagar las deudas de la señora de la casa. Hizo una mueca de pena, pero no dejó escapar las lágrimas y las contuvo como pudo hasta saber que estaba lo bastante lejos de la propiedad, donde dejó caer la cesta y se dejó caer de rodillas, cubriendo sus ojos para comenzar a llorar desconsoladamente. Estaba harta, harta de vestir ahora solo con ropa vieja, harta de comer las sobras y, sobre todo, harta de ser una esclava en su propia casa.
Estuvo llorando por unos minutos hasta que una voz la hizo sobresaltarse.
-¿No sabía que también tenías esos talentos, torpe?
Bulma levantó su vista y se sintió avergonzada al instante. Frente a ella había un joven, que le pareció bastante familiar. Iba vestido con ropa de caza, llevando por las riendas a un hermoso corcel negro. Lo miró con atención y reconoció en él a aquel maleducado que se encontró años atrás en el campo de flores. Había crecido algo y sus rasgos ya no eran tan infantiles, pero lo que llamó su atención fue que lo que no había ganado en altura lo había ganado en gallardía. Sí, debía aceptar que el chico ahora era bastante atractivo pero eso no le quitaba lo altanero y maleducado.
-¡A ti que te importa, tarado! - le gritó, al tiempo que se erguía y recogía su cesta, para enseguida alejarse, pero no llegó muy lejos, ya que tuvo que detenerse al sentir una enguantada mano sujetarla por el brazo - ¡A mí no me harás esos desplantes! ¿Me oíste? Si te pregunté aquello fue porque me interesas…
La muchacha abrió sus ojos en sorpresa y el joven al darse cuenta de lo que había dicho se sonrojó levemente y la soltó de golpe. Entonces Bulma le preguntó algo emocionada - ¿E-En serio?
El muchacho le dio la espalda y se corrigió – No me malentiendas… - se volteó a verla y continuó - Me interesas de manera laboral. Debo confesarte que no hay criadas tan fuertes a mi servicio. Serías de mucha ayuda…
Bulma se enfureció y le lanzó la cesta por la cabeza mientras gritaba - ¡Maldito idiota! - pero el proyectil no dio en el blanco ya que fue esquivado fácilmente por él, que se echó a reír con tantas ganas que la chica se sintió realmente humillada, huyendo hacia el riachuelo.
Cuando llegó a la orilla comenzó a lanzar piedras en la corriente, furiosa por lo ocurrido. No podía entender porque el mundo se desquitaba así con ella, siendo que ella no le había hecho nunca el mal a nadie. Tal vez fue demasiado mimada pero esa no era su culpa, la culpa fue de su padre por amarla tanto. Ahora las lágrimas brotaron al recordar al anciano investigador, pero solo fue un momento, ya que recordó que había perdido la carga de ropa y sintió pánico al pensar en el castigo que la esperaba en casa.
-Ay, no… Ahora tendré que volver por la cesta… Solo espero que ese idiota se haya marchado…
Regresó por donde había venido y allí encontró la cesta con la ropa ahora en su interior, pero también estaba el joven ese, recostado sobre la grama junto a su caballo, jugando con una ramilla en su boca. Éste al oír los pasos de la muchacha se incorporó, sentándose para dejar sus codos descansando sobre sus rodillas y le dijo - Sabía que regresarías… Pero no me veas con esa cara de odio, mocosa… Te tengo una interesante propuesta…- terminó sonriéndole de lado.
La chica lo miró extrañada un momento, pero enseguida pensó lo peor - ¡No me interesa! Ahora vete y déjame terminar con mis quehaceres – le respondió, mientras recogía la cesta. El joven se puso de pie y avanzó hasta ella, para decirle – No pienses mal… La propuesta que te tengo es, como te comenté, de índole laboral… ¿Estás cómoda donde trabajas ahora? Me refiero a la paga y al trato… Si aceptaras trabajar para mí, te prometo un buen salario y condiciones bastante aceptables…
La joven volteó a verlo incrédula, pues jamás se esperó que ese joven le daría la solución a sus problemas. Si se ponía bajo su alero, que por su apariencia claramente era un noble de alta alcurnia, podría reunir el dinero necesario para rehacer su vida.
El muchacho al verla dudar le insistió, tentándola, al tiempo que le indicaba con tres de sus dedos en alto – Tendrías tres comidas al día y una habitación solo para ti… ¿Qué dices?
Bulma le preguntó – Si aceptara, hipotéticamente hablando claro… ¿Que tendría que hacer? - él lo pensó un momento, porque no tenía muy claro que era lo que hacían las sirvientes pero aun así no quería quedar como un ignorante por lo que le respondió – Hmn… No lo sé... Asear mi cuarto y estar al pendiente de que mis trajes estén listos para usarlos… además de ayudar a las demás criadas… Solo debes venir mañana aquí, a esta misma hora y haré que uno de mis sirvientes venga a buscarte.
-¿Por qué no ahora mismo?
-¡Vaya! - exclamó algo sorprendido -¡Sí que deben tratarte mal, mocosa!
-No tienes idea… pero ¿qué dices?
Él negó con su cabeza - Imposible. Hoy tengo unos compromisos y además debo arreglar los detalles para tu estadía… - diciendo esto regresó al lado de su caballo, lo montó y le dijo a Bulma – Recuerda, mañana a esta misma hora…
-Sí, así haré… - le respondió segura, pero de repente recordó algo importante – Oye… ¿Puedo saber para quién trabajaré?
El joven, detuvo su caballo y volteando hacia ella le dijo – Mañana lo sabrás. De todos modos, no es importante para quién, sino la paga ¿No? - y diciendo esto se alejó al galope.
Bulma dejó caer la cesta nuevamente y se llevó las manos a su pecho – Mañana… ¡Mañana al fin seré libre!
…
En el palacio, que estaba en el centro de la cuidad, el rey se paseaba preocupado y con dificultad por el salón de audiencias. Tan solo esa mañana había solicitado la presencia de sus médicos, a causa de unos espasmos desconocidos que lo aquejaba desde hace algunos días, y estos le habían dado terribles noticias. Al parecer su movilidad se veía truncada por un extraño mal que estaba provocando que sus articulaciones dolieran como si tuviese mil agujas en ellas. Esto claramente era un indicio de que ya no podría seguir al frente de su reino y que era momento de que el rebelde de su hijo mayor se preparara para ascender al trono.
-¡Maldita sea! - exclamó deteniéndose en medio del salón para sobarse las rodillas con ambas manos - Esta estúpida dolencia parece hacerse más fuerte cada día y para peor, el idiota de mi hijo solo piensa en las guerras, sin siquiera manifestar el más mínimo interés en casarse y proseguir con nuestra dinastía… - se quejaba el monarca, continuando con su paseo diario recomendado por el médico real, el que realizaba en interiores para que nadie notara lo realmente débil que se sentía.
En ese instante ingresó su gran Ministro Muten Roshi al salón y le saludó con una leve reverencia antes de decirle con preocupación – Su majestad, aun no podemos encontrar al príncipe Vegeta…
El monarca volteó a verlo, indignado - ¡Les dije que lo quería ante mi presencia a primera hora! Ya es casi media tarde y nadie ha sabido darme razón de ese insolente.
-Lo lamento señor… ¿Hay algo más en que pueda ayudarle?
El Rey se lo pensó un momento y le dijo – Sí, Roshi… Organiza un baile para mañana mismo...
-¿Otra vez, mi señor?... Usted sabe que ese plan ha sido algo, como decirlo… terrible, si me lo permite.
-No te quejes, Roshi… No perdemos nada con intentarlo otra vez... – se quedó pensándolo un momento y agregó – Pero esta vez haremos que acudan todas las solteras del reino, sin importar si son o no nobles…
-¿Todas las solteras, señor? ¿Porqué no solo las de la nobleza? - contra preguntó el Ministro, extrañado ante la solicitud.
El Rey le dio la espalda y frunció – Porque ya lo intentamos y Vegeta no mostró interés por ninguna… Quizás si ampliamos la búsqueda puede que haya alguna que le remueva algo a ese caprichoso…Eso sí. Que solo sean de buenas familias, no quiero a ninguna aparecida que no tenga un mínimo de educación.
- Usted es muy sabio, señor. Así lo haré...- le respondió el anciano, haciendo una venía para retirarse, pero el monarca lo detuvo.
-Roshi, antes de que te marches… Ni una palabra a mi hijo. Solo díganle que debe estar presentable mañana en la noche porque tendremos una cena con algún monarca extranjero o invéntale algo que lo interese…
-Sí, mi señor – respondió el anciano, retirándose.
El Rey quedó a solas y continuó con su paseo, mientras decía – Ese idiota de Vegeta deberá darme nietos antes de que me muera, de lo contrario no me quedará más remedio que dejarle la corona a Tarble… Aunque debo admitir que a ese otro inútil hijo mío no lo puedo despegar de la biblioteca ni siquiera para ir de cacería – se llevó las manos a la cabeza y se preguntó - ¿Que hice, mis dioses, para merecer tamaño castigo?… Si tan solo mi querida reina estuviese aquí… Ella sabría qué hacer con ese par...
Uno de los guardias que casualmente pasaba por la entrada y que se había quedado a presenciar la escena abrió sus ojos como platos y enseguida dio media vuelta, perdiéndose por los pasillos del castillo.
…
Y así fue que a la mañana siguiente el reino amaneció convulsionado debido a la proclamación real que apareció en la puerta del templo, en la que se invitaba a todas las solteras de las mejores familias a la gran fiesta en honor al príncipe por su regreso de la última anexión de territorios al reino y para escoger a quien sería la nueva princesa.
La nueva familia de Bulma no fue ajena a esto, y comenzaron con los preparativos para la fiesta que se llevaría a cabo esa misma noche. Así que la pobre de Bulma se vio obligada a ayudarlas en todo lo que le solicitaron. Obviamente lo hizo con prestancia, tratando de demorarse lo menos posible para poder asistir a su cita.
A eso del mediodía le pidió permiso a Violeta para poder ir a buscar agua fresca al riachuelo, pero esta se negó rotundamente.
-¿Y para que quieres agua fresca? ¿Acaso la del pozo tiene algún problema? – le preguntó con desconfianza.
-Bueno, no… pero Maron quiere lavarse con agua fresca para verse aún más deslumbrante…
-No es necesario…- la cortó Violeta - Ella es hermosa de por sí y lo sabes… Ahora mejor ayúdame a maquillarme y después planchas mi vestido nuevo…
-Pero…
-¡Nada de peros! - le gritó la mujer - Sabes perfectamente cuál es tu lugar en esta casa, así que obedece y no vayas a hacerlo mal porque de lo contrario te encerraré en tu cuarto por una semana sin comer.
-¡Uy, te odio! - le gritó la muchacha.
La señora sonrió y le dijo – No me importa. Eres de mi pertenencia te guste o no y así será hasta el día que te mueras de cansancio o cuando decida que ya no eres de utilidad y te venda como esclava o te arriende como prostituta en el burdel…- se aproximó a su tocador y le dijo – Trae mi maquillaje y más te vale que quede perfecta.
Bulma refunfuñó, pero no tuvo otra opción más que obedecer, por lo que no podría asistir a la cita que había hecho con el misterioso joven. Así que maquillo a la mujer y al finalizar se marchó al cuarto de planchado donde miró un reloj que había en uno de los muros, notando con decepción que ya pasaban de la una por lo que le sería imposible llegar al riachuelo a tiempo. Furiosa, lanzó el vestido sobre la mesa y maldijo su existencia, comenzando primero a sollozar para terminar llorando con tanta pena que le vino hasta hipo.
Se sentía devastada y sin ánimos, pero aun así, se armó nuevamente y trabajó todo el día para olvidarse de que había perdido la gran oportunidad de su vida.
…
En palacio las cosas eran casi igual que en la cuidad. Todos los sirvientes corrían de un lado a otro por los preparativos y un delicioso olor salía de la cocina. Sin embargo, cerca de las habitaciones de los príncipes no todo era algarabío. Una mucama que pasaba casualmente por allí casi quedó pegada al techo del corredor al oír los gritos que salían del cuarto del príncipe Vegeta.
-¿Cómo que no fuiste por ella, Nappa? - gritaba furioso el joven, al escuchar las disculpas de su guardia.
-Señor, es que el Rey dio la orden de que nadie podía abandonar el palacio, incluyéndote a ti y a tu hermano…
-¿Qué? … - preguntó molesto, para enseguida pensarlo un momento y agregar - Ya veo. Supongo que el viejo quiere impedir que me escabulla a medio día como suelo hacerlo… ¡Pues no le daré el gusto!
-Señor, no se trata de eso…
-Entonces ¿de qué mierda se trata, Nappa?
El enorme hombre dudó un momento en responder, acercándose un poco al príncipe mientras ponía una mano delante a modo de secreto – Lo que ocurre es que hoy harán una fiesta…
-Lo sé. Roshi me dijo que vendría un embajador del reino de Zufu del norte a pedir clemencia… Ya quiero ver su rostro de terror cuando le anuncie que ya tengo todo un batallón preparado en su frontera, ja, ja, ja…
-No, príncipe. Hoy te anunciarán como el nuevo rey, y para ello citaron a todas las solteras del reino... para que escojas esposa…
-¡¿Qué dijiste?! - le preguntó incrédulo, borrando su sonrisa instantáneamente.
-Eso. Que tu padre te quiere nombrar su sucesor, pero como sabes, para ello debes estar siquiera comprometido…
En el rostro del joven se formó una mueca de rabia y dijo, luego de respirar hondo – No aceptaré tal cosa… ¡Mi padre tendrá que oírme! – Avanzó hacia la puerta, pero se detuvo para decirle al guardia- Tú me las pagarás más tarde. Tenías órdenes muy claras de ir por esa chica y me desobedeciste… Hmn, hace mucho que no veo rodar una cabeza, puede que seas un buen candidato para dicho espectáculo… - y diciendo esto desapareció tras la puerta, dejando a su guardia sobándose el pescuezo al tiempo que tragaba saliva con dificultad.
…
El príncipe caminó a paso ligero hasta los aposentos de su padre, donde lo encontró sentado en un escritorio que tenía allí para revisar documentos antes de dormir. Vegeta avanzó hasta el muro más cercano y apoyándose en éste, se cruzó de brazos y le preguntó, burlón – ¿Muchos decretos por firmar, padre? ¿Qué tal si aprovechas que estás en eso y escribes uno donde me liberas de la estúpida tradición de casarme para ascender al trono?
El monarca volteó a verlo molesto - ¿Por qué no simplemente acatas las leyes y haces lo que se solicita por una vez sin objetar nada, Vegeta?
El joven entrecerró su mirada y respondió - Porque si así lo hiciera sería un mico amaestrado y sabes que ese no es mi estilo… Pero dime ¿Por qué demonios debo estar presente en una estúpida fiesta con la cual ni siquiera estoy de acuerdo?
El monarca frunció su ceño y respondió – No sé cómo demonios te enteraste, pero quieras o no irás a esa fiesta. Te guste o no, aun soy tu Rey, antes que tu padre. Y aunque no lo fuera, me debes respeto y harás lo que te diga cuando te lo diga y como te lo diga. De lo contrario creo que tendré que tomar medidas más drásticas…
-¿Cómo cuales, mi querido señor? - le preguntó irónico.
-Lo sabes perfectamente. Ahora, ve a vestirte adecuadamente o de lo contrario te haré encarcelar y Tarble será nombrado como mi sucesor.
-Ja. No serías capaz… Ni siquiera tiene edad para beber - se burló el príncipe.
El rey se puso de pie y lo miró a los ojos – No tientes a tu suerte, Vegeta… ¡Ya estoy cansado de tus insolencias! Ahora haz lo que te digo o de lo contrario daré la orden de tu arresto por traición a la corona ¡No estoy jugando!
El príncipe se quedó viendo a los ojos a su padre, sin un ápice de temor. Sin embargo comprendió que el monarca hablaba totalmente en serio, por lo que le dijo - ¡Está bien! Asistiré a tu estúpida fiesta, pero si no hallo ninguna moza que se me haga apetecible me dejarás en paz.
El Rey lo miró un momento y le dijo – De ser así, yo mismo elegiré a tu futura reina… ¡Ahora vete! Que tengo mucho que hacer antes de la fiesta.
Vegeta lo miró con rabia y decidió no seguir discutiendo – Con tu permiso, padre - le hizo una reverencia exagerada y avanzó hasta la puerta, donde dio un portazo al salir de la habitación.
-Maldito mocoso insolente – murmuró el Rey, volviendo luego a sus documentos.
…
Vegeta avanzaba furioso por los pasillos. No era que le molestase ser el nuevo rey, de hecho era para lo que estaba predestinado, pero no estaba listo para casarse. Conocía bastante bien a las nobles disponibles y todas le parecían vacías y sin gracia. Pensaba que si él iba a ser el nuevo monarca, tenía derecho a elegir con qué mujer compartiría dicho título y no quería pasar sus días junto a una cabecita hueca sin criterio. Él esperaba comprometerse con una mujer audaz y con carácter suficiente como para que gobernara el reino mientras él se dedicaba a conquistar otros, combatiendo contra los mejores caballeros que tuviesen éstos. Pero ahora estaba contra la pared y no le quedaba de otra que obedecer al terco de su padre.
Detuvo su andar al darse cuenta de que estaba en las caballerizas, lo que no le pareció tan malo. Cepillaría a su caballo unos momentos para disipar la furia, mientras pensaba en como contactar nuevamente a esa extraña muchacha que había conocido en el prado y que a sus ojos era la mujer más audaz que hubiera conocido. Por supuesto que también pensaba en un castigo apropiado para su guardia personal y, sobre todo, en como escabullirse de esa ridícula tradición.
...
Llegó el carruaje para llevar a la familia de Bulma al baile real. Ella atendió la puerta y les fue a avisar, pero en vez de agradecerle, solo la miraron despectivamente y se dirigieron a la puerta principal. Violeta le advirtió antes de salir – Más te vale que te quedes despierta a esperarnos… Necesito que guardes adecuadamente nuestros vestidos cuando regresemos…
Bulma le dio una mirada de odio y le dijo entre dientes – Sí… señora…
La mujer le sonrió con soberbia y salió junto a su hija. Fue en ese instante que la joven se quebró. Había soportado toda la mañana insultos y gritos, solo pensando en el momento de su escape, pero su madrastra había cortado de raíz todas sus esperanzas. Así que corrió a su alcoba, si es que podía llamar así a ese cuchitril donde dormía y se lanzó al catre, llorando desconsoladamente.
Permaneció casi diez minutos así, hasta que su cuarto pareció iluminarse. Fue entonces que levantó su vista y vio que la luz venía del exterior. Extrañada se aproximó a la pequeña ventana circular y vio, con asombro, a una joven de cabello blanco vestida con un elegante vestido azul. Esta permanecía de pie frente de las caballerizas y parecía estar buscando algo.
-¿Qué está pasando? ¿Será alguien perdido?... Sus ropas y peinado no son de por aquí… Seguramente es una doncella extranjera que se extravió de camino al castillo… Bueno, será mejor decirle donde está a la pobrecita…
Bulma bajó y se dirigió a las caballerizas. Se acercó a la extraña joven y le dijo – disculpe, señorita ¿está perdida?
Ésta volteó a verla y le sonrió, pero a Bulma le dio un escalofrío. Primero, porque notó que era un muchacho en un vestido y segundo, porque su sonrisa era bastante siniestra - Em… ¿Puede entenderme? - le preguntó, con algo de temor, al ver que él no le respondía.
El joven la miró con ternura y le dijo – Usted es la señorita Bulma ¿no es así? - ella lo miró sorprendida – Sí, pero ¿Cómo sabe mi nombre?
-Lo que ocurre es que soy un espíritu del bosque y usted nos ha ayudado mucho alimentando a mis queridos amigos…
-¿Un espíritu?
- Así, es… Oh, disculpe, no me he presentado apropiadamente – se inclinó levemente y agregó - Mi nombre es Shin y vengo a devolverle el favor de alimentar a los animales del bosque…
-¿Vienes a alimentarme? - preguntó aún más extrañada.
-No es eso… Vengo a ofrecerle mi ayuda.
-¿Cómo es eso? ¿Vienes a ayudarme en mis labores?
El joven rodó sus ojos y le dijo – No, señorita Bulma… Le ofrezco ir al baile real.
-¿En serio? Pero… es que no tengo muchos ánimos de ir, ya que de todos modos deberé regresar para ayudarles a mis captoras…- le dijo con desánimo.
-¿está secuestrada?
-Algo así… Más bien soy su esclava…
Shin lo pensó un momento y le preguntó - ¿Qué le parece si va y le ayudo a que el príncipe se fije en usted? En una de esas se enamora de usted y soluciona su vida…
-Mmm… ¿Tú crees que casarme es la solución a mis problemas? - lo miró con desconfianza y le preguntó - ¿No eres tan poderoso como para concederme un deseo de verdad, cierto?
El joven bajó su vista avergonzado – No… Solo soy un espíritu…Aunque poseo magia no puedo cumplir deseos que se mantengan en el tiempo… Nos está prohibido.
Bulma pensó que estaba alucinando producto del cansancio, por lo que le dijo – No creo que puedas ayudarme… Estoy segura con lo que has dicho que solo eres producto de mi imaginación, ya que en lo que menos pienso en este momento es en casarme, así que adiós - terminó caminando hacia la casa.
-¿A dónde va?
-Me voy. No creo en espíritus, ni hadas, ni nada de esas cosas… - le aclaró Bulma y emprendió nuevamente su camino.
-Agg… Agg… ¡No puede ser!… Me… muero… - exclamó Shin, doblando sus rodillas mientras sujetaba su cabeza.
Bulma volvió donde él y le preguntó preocupada, mientras lo sujetaba de los hombros – Oye, ¿estás bien? No era mi intención hacerte daño… Por favor, perdóname… No te mueras…
Shin con su cabeza agachada contuvo una risilla y después la miró a los ojos, incorporándose para decirle – ¡No puedo creer que se creyera eso!… Solo las hadas mueren cuando alguien dice que no existen.
La muchacha lo soltó furiosa y le gritó - ¡¿Cómo se te ocurre asustarme así?!
-Perdóneme. No pude evitarlo, es una broma muy frecuente entre nosotros, ja, ja, ja…
La muchacha retomó su camino a la casa sin decirle nada más, pues se sintió algo estúpida, pero en eso oyó al espíritu decir con voz solemne : bibidi babidi boo. Entonces una luz la rodeó al instante y al desvanecerse la muchacha se sintió fresca, como si hubiese salido recién de la bañera, notando enseguida, que estaba vestida con un hermoso traje de gala largo, de color rojo.
-¡No puede ser! Debo estar soñando…
-No es un sueño, ni tampoco es producto de su imaginación… - le aclaró, con algo de soberbia el joven.
Bulma volteó a ver a Shin y tocó el vestido. Se sentía bastante real, enseguida llevó las manos a su cabello y lo sintió delicadamente peinado, para luego levantar un poco su falda y verse calzada con unas hermosas zapatillas de rubíes - ¿Estos son tus poderes? - preguntó, mirando nuevamente al joven.
-Sí…
-¿Y qué más puedes hacer?
-Bueno, puedo proveerle de un carruaje y aparentar ser su sirviente… Es decir, puedo aparecer cosas, pero solo unas pocas horas… Si nos apresuramos sería hasta la media noche.
Ella lo pensó un momento. Si iba al baile podía encontrar a alguien poderoso que la ayudara y poner en marcha alguno de sus planes que muchas veces había dado por perdidos por no contar con los medios. Uno de ellos era conocer a un mecenas que la apoyara, mientras ella, con sus conocimientos de botánica, desarrollaba pócimas curativas para luego vivir de las ganancias y poder poner una botica. Por lo que eso de conocer al príncipe no era tan mala idea, ya que sus conocimientos podrían ayudar mucho al reino y la paga sería mucho mayor que la de cualquier noble. Para eso, solo necesitaba unos minutos para poder explicarle su idea al príncipe, por lo que le preguntó a Shin - Estás diciendo que solo podré estar en el baile hasta las doce ¿verdad?
-Sí… Pero si todo sale bien, podrá conseguir que el príncipe la note y hasta puede que se enamore de…
-Espera - lo detuvo ella - Creo que no me escuchaste la primera vez…¡Yo no quiero casarme con el príncipe! – terminó gritándole.
-Ah ¿no? - le preguntó extrañado Shin.
-No. Solo quiero hacer negocios con él…
-En ese caso creo que puedo arreglar algo… - se quedó pensativo un momento y luego comentó - Aunque parece malvado, es una buena persona en el fondo…
-¿Lo conoces? - le preguntó Bulma ahora exaltada.
-Un poco, de hecho casi nada, pero sé de buena fuente que él también nos ayuda… Aunque no igual que usted. Él se ha encargado de cazar a varios malandrines que hacían estragos en el bosque…
-¿Te alegra que mate animales indefensos?
-No. Él cuando sale de caza no mata animales… caza humanos.
-¡¿Qué?!
-Sí… - le confirmó Shin, pero enseguida se cruzó de brazos y agregó - Aunque personalmente no lo he visto hacerlo, pero los demás espíritus me han confirmado que casualmente eran gente malvada… ¿Es curioso no?
-¡Vaya! - exclamó Bulma.
Ambos se quedaron pensando un momento en aquello, hasta que Shin le preguntó – Señorita Bulma, dígame si tomó una decisión con respecto a mi ofrecimiento, porque ya está por comenzar el baile y tenemos poco tiempo.
Bulma lo miró y le dijo – De acuerdo… Siempre y cuando me prometas que intervendrás para que el príncipe me ayude con mis requerimientos…
-Yo solo le dije que haría que él la note… - se excusó él - No puedo obligarlo a aceptar sus ideas a perpetuidad, tal vez por unos minutos…
-¡Está bien! Si no funciona, por último me habrá servido para salir de esta casa infernal…
Shin sonrió y se concentró para comenzar a crear lo necesario, pero Bulma lo interrumpió – Oye. Si vas fingir ser mi sirviente, deberías cambiarte de ropa…
Shin se miró y volvió a verla para preguntarle - ¿Qué hay de malo con mi ropa? - ella no quiso incomodarlo, pero comenzó a aguantarse una risilla cuando le dijo – Nada… Pero preferiría que me acompañes vestido como paje… Para que sea más creíble ¿no lo crees?
-Es verdad… ¿Comenzamos?
Ella asintió y Shin volvió a decir - bibidi babidi boo.
...
Continuará…
