CAPITULO 22; LA VALYRIA RENACIDA
Valyria, mediados de la sexta luna del 126 DC
Habían permanecido una luna más en la antigua capital del Feudo Franco. Un millón de hectáreas de extensión, no era de extrañar que aquella fuese la ciudad más grande del mundo, una especie de Atlántida, por un momento Aegon entendió un poco a su "padre" con la obsesión por aquella ciudad. Esta aunque descuidada y algunas de las torres estaban fundidas, la gran mayoría de la ciudad estaba indemne, pues contrario a la opinión general, una buena parte de la ciudad quedó sepultada por las cenizas como ocurrió en Pompeya.
Tras varios días de exploración se encontraron los primeros cadáveres petrificados, pero pronto los soldados a medida que exploraban más la ciudad en profundidad aparecieron miles y miles de cuerpos. Cuando Aegon los observó, descubrió que estaban en perfecto estado de conservación, aunque la inmensa mayoría fueron de plebeyos. De todas formas, ya había enviado mensajes a Volantis, para que enviasen contingentes adicionales para proceder a la limpieza del lugar.
Aegon juzgó que duraría hasta comienzos del año que viene. De momento estableció su residencia en la que había sido el corazón de la ciudad, en una gran edificación de más de cien hectárea, que había sido en su día la sede de reunión de las cuarenta familias. Había sido muy laborioso pero la mayor parte estaba ya adecuado, al menos a un nivel decente.
"Sin duda es una gran vista" dijo Aegon al ver la montaña de oro. Pues habían conseguido abrir las arcas subterráneas, donde se hallaban las arcas de presupuesto del feudo franco, pues, aunque no fuese técnicamente una nación, el gobierno requería de numerosos gastos que debían hacerse frente. La vista no decepcionó ni lo más mínimo, sobre todo a Aemond, quienes estaban abrumados por esa cantidad.
"Son ciento ochenta millones de dragones de oro" prosiguió Aegon mientras recordaba cuando en su anterior vida se había hecho milmillonario. En cambio, tenía a su vista un verdadero filón, que consistía en al menos la riqueza de todas las ciudades libres en ese momento por duplicado, y el presupuesto de quince años de su gobierno, que necesitaría reajustarlo "y eso sin contar con las riquezas que se hallaban en los palacios de los señores dragón"
"Majestad" dijo el general Manes, entrando con varios oficiales con sus mejores uniformes, claramente impresionados por el lugar "Permitidme el honor de felicitaros" dijo haciéndole una reverencia al igual que los oficiales.
Aegon sonrió y cruzó las manos, pero aun quedaba lo más importante, había enviado a Daeron a recolectar los huevos de dragón. Valyria tenía una magia innegable, razón por la cual había quedado, además de quería acceder a las bibliotecas de Valyria. No eran para menos, estaban repletas de secretos valiosísimos.
"Mi buen general" Comenzó Aegon "¿Ha llegado la noticia de Valyria al público?"
"A todos los rincones del imperio, su gracia" habló el general con energía "En Volantis ya están preparando un gran desfile" dijo entregándole un periódico donde el mismo Aegon salía junto a sus hermanos caminando por la ciudad. En el aparecía en letras grandes "La valyria renacida" con todo el periódico repleto de artículos sobre el tema, en los que aparte de maravillarse, alababan al propio Aegon.
"Perfecto" dijo Aegon "A fin de cuentas esta será nuestra nueva capital"
Todos se sorprendieron ante esa declaración. Si bien era cierto que Myr ya no era factible para que seguir siendo la capital del imperio, sobre todo ahora que se extendía hasta Lhazar, lo cierto es que la mayoría de la gente pensaba en que sería Volantis, de hecho ya se habían hecho varios preparativos para hacerlo, por lo que la decisión de Aegon trastocaba las cosas, aunque no se podía negar cierta lógica, pues era el hogar ancestral de los Targaryen.
"La ciudad tardará varios años en reconstruirse" argumentó Aemond.
"Esta es la ciudad más grande que jamás haya existido, mucho más que esas de Qarth, puede albergar a más de cinco millones de personas, y a cientos de dragones" dijo Aegon con alegría mientras miraba desde lo alto de la torre, como tras cerrarse las entradas de las catorce llamas, los ríos de lava habían sido sustituidos por poderosos ríos de agua dulce "además están revisando las bibliotecas de las antiguas familias, seguro que encuentran cosas muy interesantes"
En los siguientes días se hallaron en las cámaras subterráneas de muchos de los palacios, varias bibliotecas, que contenían todo tipo de conocimientos sobre química, mampostería, crianza de dragones y la elaboración de piedra negra (la cual interesaba mucho a Aegon) también e hallaron varios artefactos extraños que nadie supo explicar su uso, pero Aegon lo reconoció como las primeras computadoras mecánicas de la historia. Desafortunadamente el secreto de acero valyrio no pudo ser recuperado, aunque con el actual armamento del ejército este había quedado obsoleto. En cambio se descubrieron otros secretos como la seda de Valyria, la cual era muy resistente y de mejor calidad, aun así Aegon aprovechó la oportunidad para introducir bebidas como el champan, el whisky o el bourbon para venderlas como "bebidas de la vieja Valyria" las cuales también generaría muchísimos beneficios.
Aparte de riquezas, y varios cientos de espadas, en varias de las cámaras se hallaron varios huevos, aunque dependiendo mucho del palacio al final en el palacio provisional se concentraron ciento setenta huevos de dragón, de todos los colores y belleza antinatural. Sin embargo, Aegon fue cauto pues sabia lo que le había ocurrido a la hija de Baela luego de la danza de los dragones, en la cual al eclosionar su huevo de su interior apareció un monstruo que le arranco el brazo. Aun así con mucho cuidado, y delante de varios guardias, Aegon incubó el primer huevo de dragón que cogió, y tras unos momentos de tensión, este se abrió y una diminuta lagartija de color verde esmeralda nació, en medio del alivio del propio Aegon y los vítores de los demás.
Entonces ordenó a Aemond y a Daeron que incubasen con ellos todos los huevos, puesto que Daeron había ido hasta los restos del palacio de Aurion, y allí se topó, aunque no con todos, al menos un huevo de dragón el cual consiguió eclosionar revelando un dragón negruzco de ojos azules.
Por fortuna, en menos de dos horas todos los huevos eclosionaron, revelando ciento cincuenta y tres dragones en total, los restantes diecisiete simplemente estaban vacíos, con una sustancia blanca que se después de algo de movimiento quedó inerte en el suelo, para grima de los presentes, lo cual confirmó las teorías de Aegon, de que la condenación había tenido efectos sobre el desarrollo de los orbes.
En cualquier caso el exhorbitado numero de dragones trajo consigo el problema de como resguardarlos. La construcción de un segundo pozodragón estaba libre de discusión, era un hecho que los dragones necesitaban crecer en libertad para conservar su poder, el cual gracias a Valyria existía la posibilidad de que se viese reforzado, además tampoco quería aventureros como Elissa Farman que tratasen de robarlos y verderlos al mejor postor, por lo que al final Aegon decidió que los dragones se quedarían en la isla donde se hallaba Valyria. Para mayor seguridad dejo a un contingente de diez mil soldados, de lealtad incuestionables pues estos habían sido inmaculados, y para mayor seguridad nombró a Daeron gobernador general de Valyria así como "guardián de todos los dragones" peor no se quedaría solo pues tenía al septon Barth para ayudarle y a ese ser llamado Manosfrías.
Una quincena después tuvo lugar en Volantis un importante desfile de la victoria, en la que ante un millón de personas ovacionándolo, Aegon desfiló a los lomos de Vermithor, seguido de Aemond y Vhagar, más diez mil soldados. Allí al llegar al centro de la ciudad, profirió un discurso delante de la gente y la prensa.
"¡Valyria ha vuelto!" gritó Aegon ante el fervor popular "Lo que antes era yermo, vuelve a estar vivo, Las tierras del Largo Verano pronto volverán a ser las más florecientes del mundo, y en el sur la ciudad eterna irradiará paz, riqueza y prosperidad ¡No más dothraki, no más piratas, no más guerras! ¡solo paz, la paz de los dragones!" dijo provocando una fuerte ovación por parte del pueblo llano "¡Todos unidos en un único pueblo, una sola noción, un solo imperio!"
El rugido del gentío fue atronador y corearon "¡Un pueblo, un imperio una nación!" durante varios minutos. Desde las gradas la sangre se la vieja valyria miraba expectante pensando en sus futuros beneficios. Nadie dudaba de que a partir de ese momento las diversas facciones en el gobierno y demás elites lucharían por el poder. Aunque lo que nadie dudaba es que Aegon era quien poseía todo el poder, aunque había cierto debate sobre quien era la segunda persona más poderosa, si el príncipe Aemond o el príncipe Daeron.
Una hora después tanto Aegon y su sequito llegaron a The Spire, la cual era la sede de mármol blanco del gobierno de la ciudad de Volantis, un imponente edificio, que actuaba también como palacio para los triarcas. Allí fue recibido con autentica adoración y lo más granado de las grandes familias de Volantis, le agasajaron con todo tipo de chucherías. Algunos incluso llegaron más lejos como para ofrecer a sus hijas como esposas secundarias de Aegon, algo que no fue visto con agrado por las tres familias que tenían ya todas sus hijas desposadas y en cinta con el príncipe Aemond.
Tras una soberbia cena en su honor, donde se dieron un atracón con mariscos, fruta, carne de buey y los mejores vinos de la ciudad, Aegon se retiró repleto del hartazgo, y acompañado de su guardia, subió las escaleras hacía sus aposentos de honor, mientras Aemond se dirigía con al menos tres de sus esposas de doce a dieciséis años, y hermanas de sangre entre si. En la antesala se halló con más agasajos, algunos tales como seda de Yi-Ti o pieles de tigre. Pero se sentía acalorado por el festín, por lo que no les hizo ni caso. En su lugar se despidió de sus lacayos de confianza, en la antesala.
Ya en la habitación, la cual había sido de algún triarca, era fresca a pesar del bochorno tradicional que reinaba en Volantis, aun más en pleno verano. Pero estaba ricamente adornada con las mejores sabanas de seda, mandarinas y cerezas, frutos que tenían el color del fuego. Las puertas de la terraza estaban abiertas, pero aun se podía escuchar los ruidos de las celebraciones en las calles, donde corría el vino y las mujeres hermosas, además de música, por cortesía del estado.
Entonces se sentó en la cama, y apoyó la cabeza en una mano, se sentía muy cansado, de todo el esfuerzo que había hecho. Ahora que el imperio estaba restaurado, ahora tendría que lidiar con la consolidación, e implantar las diversas reformas que había hecho en Myr, pero a escala continental, por no hablar del problema de lidiar con la muerte del idiota de Viserys. Por otro lado, estaba el problema de los Velaryon, Rhaenys no concebía ningún hijo, algo que ya debía de haber sucedido, tenía a Aemond y a Daeron pero necesitaba apuntalar la sucesión. Eran demasiados pocos, y aunque el exceso de herederos podría desembocar en una guerra civil, la alternativa no era mucho mejor.
"Trabajo, trabajo y más trabajo" se lamentó Aegon "¿Por qué por más que haga nunca se termina?"
"¿Os halláis bien majestad?" preguntó una dulce voz.
Aegon alzó la vista, y vio a una muchacha de trece días del nombre. Era menuda y delicada, pero una belleza valyria clásica, con cabello rubio plateado y de media melena, ojos lilas y profundos. Su rostro estaba perfectamente formado, y era grácil. Su piel era blanca como la nieve y solo llevaba una ligerísima túnica blanca.
La muchacha caminó a paso sencillo hacia Aegon, pero de le dedico una mirada afable. En sus manos tenía un cuenco con fresas y cerezas, que le ofreció con humildad, pero se le notaba algo asustada. Aun así, era la criatura más bella que Aegon había visto, solo Daenerys Targaryen podía aspirar a comparársele.
"¿Quién eres?" preguntó Aegon cogiendo el cuenco de las manos de esa muchacha. Porque estaba claro que no estaba allí para matarle, sino para seducirle, probablemente era hija de una gran familia.
"Me llamo Jaenera Phoenymon" dijo con voz suave y melodiosa "Soy hija de la casa Phoenymon"
Los Phoenymon era una de las grandes familias de Volantis, se dedicaban a la banca y aunque no tenían el poderío de la casa Rogare, o el Banco de Hierro, pero eran relevantes, con numerosos intereses comerciales. Según tenía entendido, Aemond se había desposado con las hijas de las familias Maegyr, Malaryon y Valaar, todas ellas de riqueza opulenta y sangre integra de la vieja valyria. Los Phoenymon se hallaban en esa categoría, pero por alguna extraña razón no habían mandado, ninguna oferta de compromiso a Aemond. Y entonces recordó que solo había visto a un par de los hijos del señor de esa familia, el mayor de los cuales había participado en la marina durante la incursión en el viejo mar humeante. Probablemente, solo tendría tres hijos, y esa muchacha era la menor.
"Supongo que un emperador es mejor que un príncipe" pensó Aegon, mientras la muchacha se quitaba la túnica revelando un cuerpo pubescente que le gustaba más de lo que debería.
"No tienes porque hacer esto" dijo Aegon apartando la vista.
Pero Jaenerea Phoenymon se sentó con torpeza entre sus piernas, y dándole una mirada de verdadera devoción, le dio su primer beso a Aegon, quién metió su lengua en la boca de la muchacha y el sabor a cereza le volvió loco.
"Se…siente raro" le respondió Jaenera con el rostro sonrojado, lo que le derritió aun más.
Antes de que Aegon se diese cuenta, ya tenia sus manos recorriendo el cuerpo de la muchacha, y los besos se volvieron cada vez más salvajes, a medida que avanzaba por todo su cuerpo. Jaenera gemía por la emoción mientras cerraba los ojos, denotando su inexperiencia. Aegon se quitó su túnica quedando en igualdad de condiciones.
Entonces se posicionó y con delicadeza la penetró, con cuidado rompió su himen, y Jaenera soltó un pequeño grito, pero no se podía parar. Se movió con lentitud, pero Aegon nunca experimentó algo parecido. El interior de la muchacha estaba apretado, húmedo y caliente, pero tenía que ir con lentitud ante la incomodidad de Jaenera. Le costó horrores no aumentar la velocidad de su carga. Pero poco a poco los gemidos de dolor de Jaenera se entremezclaron con los de placer y tras media Aegon se derramó al mismo tiempo que ella.
Jaenera cayó presa del sueño, y Aegon le siguió poco después, y se cubrió a ambos con las sábanas de seda. Y un sentimiento de culpa le floreció, pero lo había disfrutado demasiado. Sin embargo, se maldijo a si mismo al caer en la misma trampa que Otto Hightower le tendió al imbécil de su padre. Pero el también tenía derecho a cometer sus propios errores, eso es lo que se sentía después de haberse casado con Rhaena, y una nueva esposa tendría muchas ventajas, pero por primera vez en muchos meses durmió con tranquilidad, mientras aquella muchacha le abrazaba como a un oso de peluche.
