Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
El Dodge negro mate de Edward está estacionado bastante lejos de la multitud congregada, me hace pensar que es un poco valioso, tan estereotípicamente rico, pero le queda bien.
Pasa directamente junto a él, sin repararle una mirada. Tal vez no demasiado preciado entonces.
No me espera, camina adelante, grandes zancadas sobre la hierba cubierta de rocío. Lo odio, pero me apresuro tras él, aterrorizada por nuestro entorno repentinamente desolado, impulsada por un precario tirón. El ruido de la reunión se disipa a medida que avanzamos, más lejos de nuestros amigos.
―Si me has traído hasta aquí para matarme, regresaré para asustarte.
Él no responde, pero su sonrisa es clara cuando me mira por encima del hombro, sus pasos nunca vacilan en el suelo irregular. No tengo idea de por qué lo estoy siguiendo libremente, eso es mentira.
Está tan oscuro, tan espeluznantemente silencioso entre los árboles. Déjà vu, eso espero.
Me cuestiono y me reprendo todo el tiempo. Estúpida. Hasta que se detiene, girándose hacia mí y en cuatro zancadas largas, está sobre mí, elevándose por encima, mi rostro entre sus manos, labios fuertes sobre los míos, implacable.
Jadeo en busca de aire, pero sus labios nunca se aflojan, nunca se relajan. Lo disfruto, derritiéndome en él, tirando de su camiseta suave porque nunca está lo suficientemente cerca.
Separándose, sus dientes muerden mi pómulo y siseo.
―Eres mía ―gruñe, con las manos en la parte posterior de mis muslos, levantándome en el aire.
―No lo soy ―discuto, provocándolo. Piernas envolviéndose alrededor de su cintura, tratando de aferrarme a cada gramo de orgullo que poseo.
―No me presiones. ―Su tono es de advertencia. Me encanta.
Mi espalda golpea un árbol, atrapándome, y lo miro, agarrando su cabello con un puño, tirando de su cabeza hacia atrás.
―Solo es un trato si tú también eres mío. ―Mi voz entrecortada me traiciona, no tiene ni una pizca de bravuconería.
Dientes perfectamente rectos brillan cuando sonríe, su cabeza todavía echada hacia atrás.
―De ninguna maldita manera ―se burla, con la mandíbula apretada.
―Tu pérdida. ―Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia, aflojando mi agarre solo para que él pueda levantar la cabeza. Labios contra labios de nuevo, lenguas luchando.
Me deja caer tan rápido que no tengo oportunidad de sostenerme, y mi trasero golpea el suelo con un ruido sordo. Con la mandíbula floja y los ojos muy abiertos, lo miro.
―¿Qué diablos?
―Si ese hijo de puta, Crowley, te toca de nuevo, le romperé las piernas.
Pongo los ojos en blanco, me siento más erguida, llevo las rodillas al pecho y las rodeo con los brazos.
―¿Qué? ¿Crees que ahora eres mi dueño?
Su amplia sonrisa activa campanas de advertencia en mi cabeza, pero las ignoro, solo ahora me doy cuenta de lo negros que son sus ojos, sus pupilas tan dilatadas que apenas se notan, no hago nada más que estudiar los pozos negros de sus ojos.
Confundida, me pongo de pie, sacudiendo el barro de mi trasero y agarrando su rostro.
―¿Qué demonios? ―Estoy frunciendo el ceño, inclinando su cabeza de lado a lado, estudiándolo de cerca―. ¿Qué mierda has tomado? ―Yo sé lo que es esto...
Él no responde, apretando los dientes una vez antes de que sus labios choquen contra los míos.
Las preguntas se olvidan mientras sus manos trabajan sobre mí, desabrochando mis vaqueros, empujándolos sobre mis muslos. Aire frío y manos fuertes me agarran, haciéndome girar para que quede de espaldas a él, su agarre fuerte en la parte delantera de mi cuello, mi espalda arqueada contra su pecho.
Puedo escucharlo detrás de mí, su cremallera fuerte en la oscuridad y el silencio que lo rodea. Amplío mi postura tanto como puedo, el corazón golpeando contra mi pecho, el pulso acelerado, la anticipación abrasadora.
Todo dentro de mí me dice que corra, pero no hay manera. Quiero esto. Tanto. Lo quiero. Nadie más puede hacerme sentir de esta manera.
Hojas susurrantes en los árboles que se balancean, animales que gritan en la oscuridad, un empaque roto, anticipación paralizante.
Mi respiración es brusca cuando me penetra desde atrás, su agarre me acerca más, gruñe bajo en mi oído.
Él se queda quieto, permitiéndome un segundo para adaptarme a su tamaño, gimoteo en protesta. Se ríe sombríamente y mis manos se estiran para hacer palanca contra la corteza afilada del árbol.
―Te arruinaré para otros hombres ―advierte, las caderas se retiran lentamente y luego empujan hacia adelante con tanta fuerza que grito―. Dentro de veinte años, cuando estés aburrida y tu marido te esté follando... será en mí en quien pienses.
Sus embestidas son un castigo, mis palmas me arden, las uñas se rompen mientras me aferro, con la cabeza echada hacia atrás. Nunca me han follado así, y ahora entiendo el alboroto. Es estimulante.
―No te halagues ―gimo, la parte de atrás de mi cabeza contra su hombro.
Su mano en mi garganta se aprieta, aunque no lo suficiente como para preocuparme, el pulso late en mis sienes, mi respiración irregular. Puedo sentir lo mojada que estoy, poca resistencia ahora mientras él me llena, golpeando puntos dentro de mí tan profundo que veo estrellas.
Su pulgar encuentra mi clítoris y grito con la boca cerrada, los dientes mordiendo mi labio inferior, sus dedos índice y medio me abren más.
Golpea dentro de mí, el tiempo se detiene pero vuela. Lo siento con cada centímetro de mi cuerpo, cubriéndolo, tocándome, tirando, apretando, agarrando.
Me corro más fuerte que nunca antes, temiendo que él pueda tener razón, que en realidad podría tener éxito en arruinarme para otros hombres. Eso sería trágico. Me aprieto a su alrededor, jadeando, agarrando el árbol como si fuera mi vida, con los ojos cerrados con fuerza.
Él no se queda atrás, sus embestidas se vuelven erráticas y desesperadas; su cabeza se inclina, descansando contra la parte superior de la mía. Se estremece, derramándose en el condón, gimiendo a través de su liberación.
Mis piernas tiemblan, mi cuerpo agotado.
No quiero abrir los ojos; no quiero que vuelva la realidad. Esta jodida burbuja es mi nuevo refugio y no quiero que estalle.
Es una euforia como nunca antes había sentido, un momento de alivio de mi existencia solitaria y mundana; es emoción donde nunca supe que me faltaba, tormento que me enciende.
―Lo dije en serio. ―Su voz me devuelve a la tierra con un golpe repentino, mis ojos se abren, mi visión se aclara―. Si veo a otro hijo de puta con sus manos sobre ti, lo mato.
