Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


El viernes llega sin incidentes; una pequeña misericordia por la que me alegro estos días. O tal vez sea porque tengo una perspectiva más brillante, no estoy segura.

Edward no ha estado en la escuela. Tres días sin verlo ha sido extraño. Me preocupo, pero luego me recuerdo a mí misma que no es mi deber preocuparme por él.

Mientras detengo el auto en el camino de entrada, mi teléfono suena desde el asiento del pasajero y entrecierro los ojos al número desconocido que ilumina mi pantalla.

―¿Hola? ―respondo, mi voz llena de temor.

―Hola... ¿eres... Bella? ―pregunta la profunda y desconocida voz masculina. Me quedo en silencio por un segundo, contemplando mis opciones. Decidiendo rápidamente que tengo demasiada curiosidad para mentir.

―Sí, sí... soy Bella.

―Soy Emmett. ¿El hermano de Edward? ―Me congelo, viendo brevemente en la dirección general de su casa, incapaz de verla desde aquí―. Mira, yo... lamento mucho llamarte así, pero necesito tu ayuda.

―¿Está todo bien? —pregunto, incapaz de ocultar la leve vacilación en mi voz. Edward puede estar ignorando mi existencia, pero me preocupo por él.

―La verdad es que no. ¿Puedes venir? Realmente no quiero hablar por teléfono.

―Um… ―vacilo, no estoy segura de si debería hacerlo. Distancia, ¿recuerdas? Necesito espacio. Edward dejó muy claro que no quiere tener nada que ver conmigo. Es típico que en el momento en que las cosas empiezan a mejorar, Edward encuentra la manera de arruinarlo. Debería estar enojada.

Emmett suspira y al instante me siento mal. No estoy segura de por qué.

―Realmente lamento hacer esto, Bella, pero en este momento podrías ser la única persona que puede entenderlo.

―Está bien, dame cinco minutos.

―Gracias.

Finalizando la llamada, suspiro y dejo caer mi cabeza contra el asiento.

―Mierda ―gimo. ¿Qué acabo de aceptar?

Decido caminar a la esquina hacia la casa de los Cullen en lugar de conducir, pensando que el tiempo extra me dará unos minutos para recuperarme y aclarar mi mente.

En realidad, tiene el efecto contrario. Resulta que, después de toda una vida negándome a pensar demasiado en nada y evitando todos los problemas que he tenido, recientemente tuve un trasplante de personalidad y ahora pienso demasiado en cada maldita cosa en lo que respecta a Edward Cullen.

También debería estar enojada por eso.

Para cuando llego a la ornamentada puerta de entrada, no recuerdo haber caminado hasta aquí, ni puedo calmar mi respiración errática y las palmas de las manos sudorosas.

El timbre suena fuerte. Su casa es enorme, y escucho su eco en todo el espacio interior, lo que aumenta mi temor.

La puerta se abre y me encuentro con los ojos preocupados y frenéticos de Emmett Cullen. Es mucho más grande de cerca, no es que me dé tiempo para realmente considerarlo.

Llevándome adentro rápidamente, miro alrededor del espacioso vestíbulo de mármol. Es casi clínico: demasiado brillante, demasiado limpio, demasiado perfecto. Estéril.

―Está arriba. ―Observo a Emmett por un segundo mientras se dirige a la gran escalera de caracol, subiendo los escalones de dos en dos. Mi boca se abre y se cierra, confundida mientras pienso en algo que decir, pero él se ha ido y luego estoy corriendo detrás de él, casi tropezando en mi prisa.

Pierdo la noción de dónde estoy después de la segunda escalera, aunque supongo que nos dirigimos hacia el ático, que es solo un poco menos aterrador que la perspectiva de un sótano.

Abriendo una puerta, él entra y yo lo sigo ciegamente, haciendo todo lo posible por captar mi entorno, recordar mi camino.

Las paredes son de un gris pizarra oscuro; la mayoría de los muebles son blancos, un hermoso y marcado contraste. Girando en círculos lentos, casi chillo cuando noto el cuerpo de Edward extendido en medio de una cama grande. Está dormido, pero parece cualquier cosa menos pacífico. Parece... muerto.

Jadeo y corro a su lado, tirando mi bolso al suelo.

―¿Qué diablos pasó? —pregunto, tocando su cara fría y sudorosa, sintiendo su frente, buscando su... pulso, ignorando la sensación de él bajo mis dedos.

Emmett suspira, pasando una mano nerviosa por su cabello corto mientras lo miro con desesperación.

―No sé lo que ha tomado, pero está jodido.

―¿Llamaste a una ambulancia?

Sacudiendo la cabeza, deja caer el brazo.

―Me rogó que no lo hiciera. Antes de que se desmayara. Repetía tu nombre una y otra vez, sin tener ningún puto sentido. Puedo llamar a mi padre, pero...

Edward no se mueve cuando mis manos tocan su piel, no responde y es irreconocible en este estado, y me siento fuera de lugar, sin ni puta idea de qué hacer. Está respirando, tiene pulso, pero es errático.

Levantando uno de sus párpados, jadeo. Negro, el más negro de los negros. Parpadea rápidamente, apartando la cara de mi agarre y volviendo a cerrar los ojos, murmurando incoherente.

―¿Puedes traerme un paño de algún tipo y un recipiente con agua fría? ―le pido a Emmett, sin mirarlo.

Lo escucho moverse, saliendo de la habitación.

―Joder, Edward. ¿Qué hiciste? ―Mi voz se quiebra, no reconociendo a la persona frente a mí, aterrorizada por lo que sé que es.

Emmett regresa a la habitación, coloca el recipiente con agua a mi lado en el suelo y me entrega una toallita limpia.

Tomándola sin decir palabra, empapo el paño y empiezo a aplicar con cuidado la tela mojada sobre la frente de Edward.

Emmett no hace ningún sonido. Yo tampoco, no estoy segura de qué hacer o decir. Soy una chica de dieciocho años que prácticamente se crio sola. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo.

Mirando a Edward, mi ira no sale a la superficie. No puede. No ahora.

Después de unos minutos, que se sienten como horas, comienza a moverse. Su cabeza se mueve lánguidamente de un lado a otro, sus ojos se cierran con más fuerza. Creo que está soñando, su expresión torturada.

―Bella ―susurra. Mi mano se detiene, levantada ligeramente por encima de su frente. No puedo moverme, espero, mirándolo de cerca.

―Nuestro papá trabaja en el hospital. ―La voz de Emmett atraviesa el silencio de la habitación mientras coloca un vaso de agua en la mesa al lado de la cama de Edward―. Edward no quiere avergonzarlo, ni depender de él... para nada.

Me siento en el suelo, dudando si apartar mi atención de Edward.

―No entiendo lo que está haciendo. Por qué lo está haciendo. ―Pongo mi brazo en la cama, bajo mi cabeza, para descansar sobre él, sin quitar mi mirada de Edward, demasiado preocupada de que si desvío la vista, algo malo sucederá.

―Él siempre ha... luchado. ―Es todo lo que Emmett me da, y no responde nada. Ya estoy acostumbrada a eso. Todo lo que rodea a Edward es críptico―. No es la primera vez que hace esto, pero es la primera vez que pide activamente a alguien.

Dirijo mi mirada a Emmett brevemente, justo a tiempo para verlo encogerse de hombros.

Edward se mueve de nuevo, sus brazos se agitan ligeramente, sus puños cerrados giran, su ceño fruncido y la mandíbula apretada. Extiendo la mano sin pensar y coloco mi mano encima de la suya ligeramente.

Instantáneamente, se relaja.