Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Me dirijo al gimnasio después de la escuela, sabiendo que he estado holgazaneando en la práctica de porristas y sintiendo la necesidad de redimirme.

Lentamente, el peso que he llevado durante tanto tiempo se está aliviando; me siento mucho más feliz con cada día que pasa con poca o ninguna molestia entre Edward y yo.

Esta cosa de "amigos" puede estar funcionando.

El impulso de besarlo, tocarlo y saltar sobre él no está disminuyendo, pero por ahora, siento que lo que sea que estemos haciendo, nos está haciendo bien.

Me estoy estirando, sentada en el suelo, con las piernas abiertas, la nariz contra la rodilla, cuando un carraspeo detrás de mí llama mi atención.

Enderezando mi espalda, miro por encima de mi hombro, sonriéndole a Edward, quien rápidamente toma asiento en las gradas, moviéndose incómodo.

―¿Golpeaste a alguien hoy? —pregunto, ignorando la forma en que está mirando mis piernas desnudas.

―Aún no.

―¿A qué debo el placer? ―Girando mi cuerpo, decido empujar la barrera de los "amigos", probarla, evaluar su fuerza. Observa cada uno de mis movimientos mientras me levanto y me dirijo a la pared a su lado.

Levanto mi pierna en alto, apoyo mi pie en la pared sobre mi cabeza, inclinándome, sintiendo el estiramiento.

Él no responde, sus ojos recorren el camino lentamente desde mi tobillo por encima de mi cabeza, bajando por mi cuerpo, hasta la pierna que me sostiene en posición vertical, tragando saliva, los ojos llameantes.

―¿Qué estás haciendo? ―pregunta, con la voz tensa.

―Um... ¿estiramientos? Es la parte más importante.

Él asiente, sus ojos fijos en mi trasero.

Mantengo mis ojos alejados de él mientras me concentro, sabiendo exactamente lo que estoy haciendo. Él fue quien me buscó, y si quiere estar aquí, tendrá que lidiar con mi cuerpo casi desnudo y mi flexibilidad.

Moviéndome hacia el centro de la habitación, puedo sentir sus ojos, como calor ardiente, observando cada uno de mis movimientos, apreciando cada centímetro de piel en exhibición. Es el poder que solía sentir, solía disfrutar.

Sin embargo, ahora es diferente, porque lo quiero a él, y creo que él me quiere a mí, pero estamos siendo... cuidadosos, pacientes. Esta es la manera correcta.

Coqueteo y provocaciones con un objetivo final. Llegar a conocerse sabiendo que en realidad puede conducir a alguna parte.

Es otra clase de juego. Nunca he tenido esto.

Tratando de ignorar su abrumadora presencia, empiezo con algunos ejercicios de volteretas.

Habla tan pronto como aterrizo.

―Eso me asusta muchísimo.

Con las manos en mis caderas, me doy la vuelta para enfrentarlo, caminando lentamente de regreso a donde comencé.

―¿Qué son unas cuantas volteretas cuando luchas por diversión?

―Pelear es instintivo. Eso… —Hace un gesto hacia la colchoneta, girando su mano en un movimiento de voltereta―. Es... jodidamente loco.

Me río, echando la cabeza hacia atrás.

―¿ me estás llamando loca a ?

―Absolutamente ―asiente, sonriendo con esa amplia sonrisa que hace que mi corazón se acelere.

Levanto las manos por encima de la cabeza, respiro profundamente, empujo hacia adelante y realizo una serie de volteretas, que terminan en una voltereta hacia atrás. Cuando aterrizo, me está mirando con los ojos muy abiertos, luciendo un poco aterrorizado.

―Me estás distrayendo ―le digo, sacudiendo los brazos.

―¡ me estás distrayendo! ―responde él.

―¿De qué? ―Acercándome, me paro frente a él, unos pocos pies entre nosotros.

―No puedo recordarlo. ―Sus ojos recorren el camino desde mis pies hasta mi rostro, agonizantemente lento. Prende fuego a todo mi cuerpo, mi piel hormiguea bajo la intensidad de su abierta apreciación.

―¿No tienes otro lugar donde estar un lunes por la tarde? ―cuestiono, levantando una ceja.

Sacude la cabeza, sus ojos finalmente se encuentran con los míos.

»Lindo ―bromeo, frunciendo los labios. Entrecierra los ojos, haciéndome reír―. Lo es ―le aseguro, decidiendo dejar de practicar y estirarme. No voy a hacer mucho con Edward aquí de todos modos.

Dejándome caer abierta de piernas, me inclino hacia adelante, descansando mis codos en la colchoneta entre mis rodillas, la barbilla en mi palma, sonriendo, observándolo.

No sé en qué está pensando mientras mira la colchoneta entre mis piernas, pero quiero saberlo.

―¿Qué estás pensando? Te quedaste pensativo.

Él resopla y se sienta más atrás en su silla. Después de un segundo, me mira directamente a los ojos.

―En ti.

Sonrío, no puedo evitarlo, ampliamente, feliz.

―¿Sí?

Asintiendo, afirma.

―Siempre.