Descargo de responsabilidad.

Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Robb 2

Los señores continuaron llegando y después de veinticinco días, todos estaban en Invernalia. Robb los recibió a todos y ordenó un censo de sus guerreros, campesinos, caballos, suministros y equipos, destacando a los Karstark y los Manderly como los que más colaboraban en materia de equipos y gente preparada para la guerra.

Los Manderly superaron a todos los demás en suministros, mientras que los Umber destacaron en cuanto a números y en gritos. Como era de esperar, Lord Bolton se negó a proporcionar recursos, suministros y tropas, trayendo solo la mitad de guerreros que el resto. Si el Robb de sus recuerdos hubiera hecho una simple suma, habría sabido que no podría confiar en este Lord ni siquiera en una pequeña medida, pero solo era un niño y fue fácilmente engañado.

Robb no hizo ninguna mención a los resultados del censo, aunque todos los señores sabían que había ordenado uno. Él mantuvo las formalidades, tratando a todos por igual, excepto a los Manderly, cuyo representante, Wendel Manderly, fue llamado por orden suya antes de que sus fuerzas fueran reunidas por completo. Se reunió con él varias veces desde que llegó y antes de la reunión final, Wendel se había convertido en su sombra y había enviado a un grupo de sus hombres, junto con algunos sirvientes de Robb y ayudantes del maestro Luwin, de regreso a Puerto Blanco con una importante encomienda y una carta para el Banco de Hierro y el Señor del Mar de Braavos.

Robb también tenía tiempo para Bran, y todas las noches, sin falta, dejaba a sus señores para estar con su hermano y darle pequeñas dosis de conocimiento, nunca más de lo que él pudiera asimilar. En su mayoría, eran historias de fantasía para distraerlo y evitar que se volviera loco debido a la presión que estaba soportando.

Finalmente, Robb reclutó a un extra de trescientos hombres para unirse a la guardia de Invernalia, y también reclutó a otros hombres de sus propias fuerzas campesinas, lo que sumó un total de quinientos extras a la fuerza de Invernalia. Esto sería efectivo después de su partida. No quería que Lord Roose Bolton, al que llamaban "Lord Sanguijuela" se enterara de sus preparativos en contra de las traiciones, revueltas e invasiones.

Ahora, Robb estaba en el gran salón, encabezando la mesa de los grandes señores. A su lado derecho estaba Wendel Manderly, un hombre pelón algo gordo con bigotes de morsa, y a su lado izquierdo, Rickard Karstark, un anciano con cara de pocos amigos y una barba blanca y cuidada. Más allá de Wendel estaba la mujer osa, Maege Mormont, robusta y fea como un oso. Parecía capaz de competir con un oso a pulso.

Robb, que conocía la descripción física que se hacía de su hermano Jorah Mormont, el exiliado, se preguntaba si no le darían el nombre a su isla debido a la apariencia de esta gente, aunque había que destacar que la hija mayor de esta osa, a pesar de ser alta, tenía una excelente figura, quizás debido a su juventud.

Los señores no pasaron por alto los asientos que se les habían asignado por orden de Robb, y tampoco pasaron por alto que Lord Bolton estaba exiliado en los últimos puestos, aunque parecía indiferente como si no se diera cuenta de nada o como si no se sintiera ofendido.

El maestro Luwin era un manojo de nervios debido a esta orden, ya que los señores debían ser puestos según su importancia, y Wendel Manderly, un señor extranjero para algunos norteños a pesar de llevar cientos de años en el norte, Lady Maege, un señor menor con unos pocos hombres y Roose Bolton, uno de los más fuertes en el norte, estaban sentados en lugares que no les correspondían. De hecho, se podía decir que Lady Maege estaba ocupando el puesto de Roose Bolton y Wendel ni siquiera debería estar en esa mesa. Él debería haberse escaqueado de eventos como este y esconder su cara extranjera de los señores legítimos del norte.

—Mis señores, es hora de discutir sobre el liderazgo de este ejército —declaró Robb con un tono de voz normal.

A pesar de que los señores norteños no estaban acostumbrados a un tono de voz así (ya que solían hablar en un tono alto que se podría clasificar como gritos), todos cerraron la boca y lo miraron como si le hubiera salido otra cabeza. Incluso Roose Bolton, que fingía indiferencia, parpadeó una vez rompiendo su fachada de calma. Robb asintió para indicarles que entendía su sorpresa.

—Señores, ahora ante ustedes, soy el primero en reconocer no mis faltas, pero sí mis carencias en cuanto a experiencia. La mayoría de ustedes ya han participado en más de dos guerras, una incluso antes de que yo naciera. Siendo mi edad de diez y cuatro años, la segunda de estas carencias. En ausencia de mi padre, yo soy su señor, el señor del norte, y es mi deber, honor y privilegio liderarlos a la batalla para asegurar el bienestar de mi señor padre y los derechos del norte que han sido violados y pisoteados.

»Sin embargo, como ya he dicho, soy joven y carezco de experiencia, por lo que debo consultar con ustedes, mis leales señores, quién debería liderar este ejército hacia el sur con el propósito de liberar a mi señor padre de las manos de la reina regicida y su bastardo fruto del incesto —finalizó Robb y guardó silencio para dar lugar a sus señores.

—Está claro que solo mi señor puede liderar este ejército —dijo Roose Bolton con tono neutral y en voz baja, casi un susurro.

—¡Ja, Bolton, no es el momento de lamer las suelas del señor! —declaró Jon Umber con una voz estruendosa, remarcada por el hecho de que el comedor estaba en silencio tras su declaración—. ¿No has oído lo que dijo el chico? Es demasiado joven y prefiere dejar las cosas en manos de hombres capaces, por lo que… —Rickard Karstark aporreó la mesa con todo el peso de su mano abierta, llamando la atención de todos e interrumpiendo al gran Jon.

Viento Gris, que estaba tumbado al lado de Robb, se levantó y miró el desarrollo de los acontecimientos con interés. Robb no hizo más que mirar a Lord Karstark.

—¡Cállate, Umber! —reprendió Rickard—. No nos hagas quedar como idiotas a todos y de paso perder tu cabeza por falta de cerebro. Porque como todos nosotros, escuchaste bien las palabras del joven señor cuando dijo que era su deber, honor y privilegio liderar al ejército.

»Si no lo entendiste, eso significa que cualquier intento de tomar el mando en su lugar se considera una falta a su deber, a su honor y a sus privilegios como tú señor. Lo que te hará perder la cabeza al momento —explicó Lord Karstark con varios gruñidos de por medio.

El gran Jon frunció el ceño, primero mirando al viejo con ira y luego a Robb.

—¿Chico, eres un lobo o una serpiente? —reprendió Jon Umber, haciendo que Maege Mormont se levantara y llevara la mano a su espada, seguida de Wendel Manderly.

—Mi abuelo fue un lobo. Su primer hijo, Brandon, fue un lobo. Su hija Liana, fue una loba. Y según dicen, mi padre también es un lobo, aunque uno silencioso. Yo, yo planeo ser un huargo, y dicen que estos son más astutos e inteligentes —dijo Robb con indiferencia.

El gran Jon frunció más el ceño y mientras pensaba, Robb casi pudo oír a su cerebro pidiendo piedad por el esfuerzo debido al gesto de dolor que hizo en varias ocasiones y al tiempo que le tomó responder, que fue casi un minuto. Pero cuando finalmente lo hizo, golpeó la mesa con su mano derecha, haciéndola rebotar y salpicar comida a unos cuantos señores descuidados. Luego, sus risotadas se extendieron por todo el comedor.

—Mierda, ya entendí. Chico, quizás tengas razón. A los lobos no les va muy bien yendo al sur. Quizás necesitemos a un huargo —concluyó entre risas y volvió a sentarse para tomarse una jarra de cerveza de un trago.

El maestro Luwin se apresuró a secarse el sudor de la frente mientras Lady Maege y Wendel se volvían a sentar, sacudiendo la cabeza en gesto de frustración por la inteligencia deficiente del gran Jon.

—Mis señores, disfrutemos de este banquete mientras podamos —dijo Robb para declarar el regreso a la celebración, y el alboroto volvió a estallar en las mesas circundantes.

—Mi señor, antes ha dicho que la reina asesinó al rey y que el hijo de la reina era fruto del incesto. ¿Puede decirnos, mi señor, cómo se ha enterado de esto? —preguntó Lady Maege Mormont, y los señores volvieron a guardar silencio al momento y lo miraron a él.

Robb asintió con calma, dejando a un lado la presa de pollo que acababa de devorar. Era un alivio comer con estos brutos, porque los modales a la mesa daban igual. Aún así, Robb terminó de masticar antes de hablar.

—He estado en comunicación con mi señor padre desde que este salió de Invernalia. Él estaba interesado en las razones de la muerte de Lord Arryn, su mentor, cuya muerte repentina y posteriores descripciones y detalles de esta, le hicieron sospechar de un asesinato.

»Investigando, mi señor padre se enteró de las últimas palabras de Lord Arryn, que fueron: "la semilla es fuerte". Sin embargo, sin un contexto, mi señor padre no entendió su significado. Aun así, siguió investigando y se interesó en los últimos movimientos de su mentor en la capital, que lo llevaron a varios niños y a un libro. Los niños, descubrió, debido a su apariencia y a los relatos de sus cuidadores, eran bastardos del rey, y el libro era uno de las grandes casas, que hablaba de matrimonios entre estas y las casas menores de sus descendientes.

»La antigua mano, el mentor de mi señor padre, estaba interesado en la descendencia del rey Robert Baratheon, y en especial, en la apariencia de sus bastardos, los cuales, como mencionaba el libro, eran de cabello negro y ojos azules. El rey tenía más de quince bastardos registrados y uno legítimo, y todos ellos eran de cabello negro y ojos azules. Sin embargo, ni uno solo de sus hijos legítimos tenía el cabello negro, y sus ojos eran verdes.

»Visto de esta forma, había motivos para la sospecha. Por desgracia, Lord Arryn murió antes de saber nada más o poder contarle sus sospechas al rey. Sin embargo, mi señor padre, gracias a los dioses antiguos, tuvo mejor suerte que él y también más pistas.

»Como mis señores deben saber, mi hermano Bran sufrió un desafortunado accidente mientras escalaba una torre. Allí encontraron cabellos dorados y marcas de pisadas recientes, haciendo suponer que la larga cabellera dorada de la reina estuvo allí. Luego, en su convalecencia, mi hermano sufrió otro accidente cuando un hombre que portaba una daga de acero valyrio trató de cortarle la garganta mientras estaba inconsciente.

Los señores maldijeron y aporrearon la mesa, maldiciendo a los Lannister. Robb hizo una pausa mientras se calmaban, y cuando lo hicieron, continuó hablando.

—Como saben, mi señor padre no es un hombre de actuar por impulso. Solo actúa bajo la base de la razón y el honor, por lo que mi señora madre, consciente de que no teníamos ninguna prueba real, partió a Desembarco del Rey para contarle los últimos acontecimientos. Debido a esta nueva evidencia y junto con lo que ya sabía, mi señor padre concluyó que las sospechas de la anterior mano eran reales y que era probable que su hijo fuera empujado desde la torre al presenciar algo que no debía haber visto.

»Sin embargo, una vez más, no tenían pruebas concluyentes, ya que Bran sufrió un golpe en la cabeza y apenas recuerda nada de aquel día.

»En cuanto a la daga, un amigo de mi señora madre le informó que pertenecía a Tyrion Lannister. Supongo que ella, cegada por sus sentimientos, cometió la imprudencia de secuestrar al enano para interrogarlo al respecto, sin consultarlo con mi señor padre por temor a que escapara de sus manos.

Robb hizo una pausa y miró a Roose Bolton.

—Mi señor, algunos me han dicho que usted destaca por su astucia e inteligencia. ¿Qué opina de este pequeño asunto en particular? —preguntó, mirando a los ojos claros e imperturbables del Señor Sanguijuela.

—Mi señor, diría que las amistades de vuestra madre son poco confiables. Los Lannister destacan por su inteligencia y crueldad, pero esa amistad de vuestra madre los hace ver como tontos e incapaces —dijo Roose Bolton en voz baja, obligando a todos a agudizar sus oídos. Robb asintió con pesar.

—Por desgracia, mi señor padre no pensó lo mismo. Él creyó en el honor de ese hombre y eligió pensar que su información podía ser un error o que los Lannister cometieron un error. Por eso decidió enviar a mi señora madre de vuelta mientras investigaba mejor las cosas. Luego mi señora madre se encontró con Tyrion Lannister, y todos sabemos lo que ocurrió después —dijo Robb con pesar.

Mientras los señores discutían sobre la decisión de Lord Stark, Roose pareció frustrarse y decidió morder el anzuelo de Robb, o quizás estaba provocándolo para hacerlo perder la paciencia. Sea lo que fuera, habló.

—¿Por desgracia? —preguntó el Lord Sanguijuela dos veces porque la primera vez los lores estaban alborotados y no se escuchó nada. Robb asintió con indiferencia.

—Como dije antes, mi señor padre decidió confiar en ese hombre debido a su amistad con mi señora madre. Justo me contó en su última carta que cuando decidió escuchar sus instintos y contarle todo al rey para que investigara el asunto por cuenta propia, se apiadó de los hijos de la reina. El rey Robert no era conocido por su piedad hacia los niños, y creía que serían asesinados si sus sospechas se confirmaban. Por eso mi señor padre fue primero con la reina y le contó lo que sabía.

»Para su consternación, ella admitió que sus hijos eran bastardos y no solo eso, sino que eran los bastardos de su hermano gemelo, y parecía incluso orgullosa de ello, negándose a aceptar ninguna piedad o exilio. Mi señor padre no pudo hacer nada para convencerla de huir antes de que hablara con el rey, que en ese momento estaba de cacería. Justo después de la confesión de la reina, el rey sufrió un lamentable accidente producto de un vino demasiado cargado, servido por su copero Lannister, y sufrió una herida letal.

»Mi señor padre, incapaz de confesar todo en el lecho de muerte de su amigo y hermano para no hacerle morir sabiendo la verdad sobre los que creía sus hijos, eligió guardar silencio y encargarse de todo después de la muerte del rey. El rey nombró a mi padre guardián del reino hasta que su supuesto heredero alcanzara la mayoría de edad, haciendo su testamento en presencia de algunos testigos, incluyendo a Ser Barristan Selmy, quien también era la guardia del rey al momento de su accidente y le informó a mi padre del vino y el copero Lannister, que resultó ser Lancel Lannister, hijo de Kevan Lannister el hermano de Tywin Lannister. Según algunos rumores insinuados por el supuesto amigo de mi señora madre, este Lancel Lannister había sido visto en actitudes sospechosas y demasiado cercanas con la reina Cersei Lannister, hasta llegar a ser indiscretos.

»Luego de la muerte del rey y debido a los sucesos desatados por el secuestro de Tyrion Lannister por parte de mi señora madre, mi señor padre tenía pocos hombres en los que confiar, mientras la reina tenía a doscientos guardias Lannister a su disposición, por lo que podía oponer resistencia ante la última voluntad del rey y negarse a cumplirla, o directamente atentar contra mi señor padre debido a lo que sabía, como sospechaba le ocurrió a la anterior mano. Por eso mi señor padre estaba en serios problemas hasta que llegó la amistad de mi señora madre y le ofreció el apoyo de los capas doradas, tres mil hombres que él aseguraba apoyarían a quien les pagara más.

»Sobra decir que mi señor padre estaba indignado, pero después de pasar varios meses en el sur, ya había comprendido que allí el honor era una palabra extraña, por lo que aceptó la humillación y confió en la amistad de mi señora madre para conseguir hombres con los cuales hacer frente a la reina Cersei y arrestarla, ya que ella no quiso dejar el trono por voluntad propia ni aceptar el exilio junto a sus bastardos.

»Y esta es toda la información que recibí de mi señor padre en su última carta. Pero como todo su plan dependía de esta supuesta amistad, solo puedo pensar que Lord Bolton tiene razón y mi padre fue traicionado y capturado por esa supuesta amistad y la reina, quien ahora lo acusa de traición y lo tiene prisionero —concluyó Robb.

No había terminado de hablar cuando el Gran Jon se levantó y con su puño cerrado aporreó la mesa con toda su fuerza, sacando astillas y haciéndose sangre.

—¿Quién es? ¡Mi señor, exijo saber el nombre de este desgraciado traidor! —gritó el Gran Jon a todo pulmón.

Nadie lo reprendió, y hasta Maege se levantó para exigir el nombre del traidor. Robb suspiró, y todos guardaron silencio y dejaron de alborotarse al comprender que iba a hablar.

—Era un antiguo pupilo de Lord Hoster Tully, mi señor abuelo, y se crio junto a mi señora madre y su hermana. Tenía un apodo. Según se lo dieron porque era originario del Valle, de un lugar llamado Los Dedos. Y como era un chico pequeño, le pusieron Meñique, pero su nombre es Petyr Baelish, actual consejero de la moneda. Como no nos ha llegado ninguna noticia de que fue arrestado junto a mi señor padre, me temo que, en efecto, él fue quien lo vendió a la reina. El porqué de sus acciones no puedo entenderlo, pues no dispongo de mucha información sobre él.

»Mi señor padre no lo investigó, lo que ahora resultó en su captura —dijo Robb con pesar y miró a Roose Bolton.

Los demás señores parecieron recordarlo y también lo miraron. Roose mantuvo la calma, pero un destello de ira pasó por sus ojos, o eso creyó ver Robb. Fuera lo que fuera, el señor con fama de ser astuto e inteligente ahora tenía toda la atención del norte, que le exigía información sobre Petyr Baelish.

—No soy el único que conoce sus razones —dijo mirando a Lord Karstark—. Todos, los más viejos de ustedes también deberían saberlo. El chico que retó a Brandon Stark por la mano de Catelyn Tully también se llamaba Petyr Baelish y también fue un pupilo del Valle de Lord Hoster Tully —dijo Roose Bolton en un susurro tan apagado que algunos señores se inclinaron para poder escucharlo.

—Mi señor padre permanecía en el Nido de Águilas en ese momento y no pudo haberse enterado de ello. Y parece que mi señora madre creyó que su amistad estaba por encima de su rencor… o pensó que no había razones para tal rencor —corrigió Robb con pesar.

—Las mujeres… —el Gran Jon se atragantó con sus palabras cuando Lady Maege fijó una mirada fría en él.

—Es evidente que Petyr Baelish tiene una gran enemistad con los Stark, y no hay duda de que ha traicionado a nuestro señor. Debemos exigir su cabeza —declaró Rickard Karstark. Robb negó con la cabeza.

—Mis señores, no estamos en posición de exigir nada, pues no hay honor ni deber en el sur. Mi señor padre es prisionero junto a mis hermanas, y como no hay noticias del resto de nuestra gente, me temo que ya han sido silenciados.

»Así que repito, no estamos en posición de exigir nada, pues allí solo entienden de fuerza. Por fortuna… —dijo Robb levantándose y mirando la mesa agrietada donde el Gran Jon aplastó su mano—. ¡Mis señores, la fuerza es algo que tenemos de sobra! —rugió Robb, y todos se carcajearon y gritaron en apoyo, con gritos de "¡Stark!" y "¡Que viva el norte!".

—Hermano, los señores te llaman el Lobo de Invierno —dijo Bran con emoción mientras Robb le ayudaba a acostarse junto al maestro Luwin. Robb hizo una mueca al escucharlo, y el maestro Luwin sonrió, sabiendo que el apodo no era de su agrado y que sus planes para hacerse uno habían fallado.

—¿Quién demonios me ha llamado así? —preguntó Robb con indignación. Claramente, prefería que lo llamaran el Lobo Huargo. Incluso el Huargo Astuto sería aceptable, pero el Lobo del Invierno era demasiado común para su gusto.

—Fue el Gran Jon, dijo que a tu lado se respiraba hielo y crueldad. Y era como estar en una tormenta en pleno invierno —dijo Bran con aprensión al ver que no le había gustado su apodo.

Robb puso los ojos en blanco. Debió poner al lord de descerebrado junto al lord sanguijuela, pero recordaba un dicho de su antiguo mundo que decía que "si pones a mil tontos al lado de un villano, tendrás a mil y un villanos", y debía asegurarse de mantener a salvo al tonto de la influencia del villano, aunque eso significara tenerlos a su lado. Esta decisión ya le estaba dando dolor de cabeza.

Robb se apresuró a acariciar la cabecita de Bran, quien ya se había recuperado de su estado de desnutrición en el último mes y ahora lucía como un pequeño peluche pelirrojo.

—Tranquilo, no es tu culpa, y con la fuerza que grita ese hombre, creo que ya estoy sentenciado a ese apodo. No se puede hacer nada. Además, aunque es un apodo vulgar hecho con el ingenio de una medusa, es intimidante, al menos para aquellos que conocen el invierno. No es algo de leyendas, pero las cosas del mundo suelen asustar más que las leyendas —dijo Robb para consolar al pequeño y a sí mismo—. Ahora duerme, tengo que ir a dar vuelta a Rickon. La niñera se lo llevó hace un rato y no le di las buenas noches —agregó.

—Es un bebé, se duerme al atardecer —dijo Bran, presumiendo de sí mismo.

Robb le volvió a revolver la cabeza. La única razón por la que este mocoso no se había dormido era porque los gritos de los señores le habían mantenido con el corazón en la mano.

—Bran, Invernalia está en tus manos ahora. Recuerda todo lo que te he dicho —dijo Robb, y Bran asintió con despreocupación sobre su caballo mientras Rickon lloraba a las puertas del castillo en brazos de su niñera y Peludo aullaba encerrado tras las murallas.

—No te preocupes, seguiré tus consejos —dijo Bran con seguridad y confianza.

La pequeña plasta en realidad no se estaba despidiendo de él, por lo que no estaba preocupado por verle partir y se hacía el valiente. Robb puso los ojos en blanco en su mente y le dio una palmada de despedida. El maestro Luwin miraba a Bran con incredulidad por su inexplicable aplomo y valor adquiridos de forma repentina.

—Maestro Luwin, pronto enviaré a un capitán adecuado para la guardia, y no olvide mis órdenes en cuanto a mejorar la seguridad. Informaré a la persona que enviaré —dijo Robb.

Robb no pretendía ser críptico, pero si le decía al maestro Luwin que enviaría a Rodrik, quien se encontraría con Catelyn Stark, este pensaría que se había convertido en adivino o haría preguntas que Robb prefería no responder. El maestro Luwin asintió, pensando que Robb tenía más planes secretos debido a sus constantes reuniones con Bran y la palidez del niño cuando alguien le preguntaba sobre lo que estudiaba con su hermano mayor. Amenazó con azotar a cualquiera que tratara de sacar información sobre los planes de Robb. Bran no era demasiado discreto, pero al menos no había revelado nada y logró asustar a los sirvientes más chismosos.

Una hora después, Robb cabalgaba al frente de un ejército de veinte mil hombres, al lado de Roose Bolton, a quien le gustaba pensar había sorprendido al llamarlo para que cabalgara a su lado.

—Mi señor, vuestra abierta desconfianza hacia mí me ha desconcertado, pero ahora, al ser el primer señor en ser llamado a cabalgar a vuestro lado, me hace pensar que mi señor es algo descarado —dijo Roose Bolton después de una hora de silencio e ignorándose el uno al otro. No habló porque Robb le hubiera ganado en mantenerse callado, sino porque el protocolo exigía que hablara con su señor. Lo que no exigía era que fuera sincero, por lo que eso era una rama de olivo por parte de Bolton.

—¡La desconfianza que os habéis ganado con vuestro chapucero intento de probar mi inteligencia! Tenéis suerte de que sea joven y no tenga el respeto de estos hombres, o vuestro pequeño acto os habría costado la cabeza en lugar de vuestro puesto en el comedor —reprendió Robb con un tono frío.

—Mi señor, me disculpo por mi comportamiento. Ya he enviado un mensaje urgente, y trescientos hombres bien armados junto a los suministros adecuados estarán llegando con nosotros a Foso Cailin —ofreció Lord Bolton.

—Lord Bolton, conozco la historia de nuestras casas. Incluso sé algunas cosas sobre usted, como el nacimiento de su bastardo y la muerte de su heredero. No diré que somos iguales, pero permítame ser arrogante y decir que lo entiendo.

»Su señor rival ha caído prisionero, y solo hay niños al mando. Es una oportunidad, y al menos debe probar las aguas, porque un hombre sin ambición es un hombre muerto. Esa actitud no es algo que desapruebe, y tampoco es algo que este mundo que hemos creado desapruebe, así que no seré hipócrita llamándolo traidor u otros insultos similares.

»Sin embargo, a pesar de que este mundo acepta la fuerza y el poder como excusa para escalar posiciones, como ya lo han demostrado nuestros antepasados, también debe recordar que el precio del fracaso en estos intentos de elevarse en estatus es su cabeza. No se mantendrá sobre sus hombros ni la de sus herederos, aliados y allegados si osa hacer otro pequeño truco como este —advirtió Robb con un tono de voz sereno y desenfadado. Roose hizo una reverencia formal desde su caballo.

—Mi señor, agradezco su consejo y lo tendré en cuenta de ahora en adelante —dijo Roose de manera vaga, dejando a Robb sin saber si estaba aceptando la derrota o posponiendo sus planes para un mejor momento.

Robb asintió siendo igual de vago, sabiendo que cualquier intento futuro de traición resultaría en la caída de la cabeza de Bolton.

—Mi señor, parece que está al tanto de muchas más cosas de lo que dice. Antes, me pareció notar que ya sabía la razón por la cual Peter Baelish traicionó a vuestro padre, y por eso nos contó sus orígenes —dijo Lord Bolton, sin que sus palabras pudieran ser interpretadas como afirmación o pregunta.

—No lo sabía, pero dada la traición del hombre y su evidente resentimiento hacia mi familia, supuse que mi señora madre omitió algunas partes importantes en su relación con él —dijo Robb con calma.

Roose no estaba hablando con un niño de catorce años que se sobresaltaría al ser atrapado en sus tramas, sino con un hombre que había vivido una vida completa y había enfrentado situaciones comprometidas antes. A Roose le causaba cierta expectación este tipo de situaciones, y asintió siguiendo el ejemplo anterior de Robb.

La conversación de Robb con Roose Bolton duró medio día y fue agradable. Incluso llegó a simpatizar con el Lord sanguijuela por su astucia, crueldad e inteligencia, así como por su autocontrol casi inhumano, gran paciencia y coherencia en su comportamiento y forma de vida.

Después de un rápido almuerzo, Robb cabalgó con Lord Karstark, quien habló orgullosamente de sus hijos. Robb complació a Karstark nombrando a sus hijos como sus guardaespaldas, aunque sabía que esto había sido una de las razones de la caída del antiguo Robb. Él no era el antiguo Robb y sería un idiota si permitiera que algo así volviera a suceder.

Al final del día, Robb encargó una ballesta a los herreros que los acompañaban, preguntándose qué tan bueno sería el Mata Reyes con un virote incrustado en el brazo de la espada. Sabía que este plan tenía altas probabilidades de fallar, pero siempre había querido una ballesta, y esta era su primera línea de defensa. Después, podría probar con modelos que priorizaran la eficiencia en lugar del placer personal.

Por la noche, Robb invitó a los señores a su mesa. Esta vez, Roose Bolton se sentó a su izquierda y Rickard Karstark a su derecha. Wendel Manderly se sentó al lado de Bolton y Jon Umber al lado de Rickard Karstark, seguido por Leidy Maege Mormont.

Robb se dio cuenta de que el gigante se sentía intimidado por la Mujer Oso y decidió sentarla a su lado para evitar cualquier problema. Lord Bolton notó la elección de asientos y le dedicó una pequeña sonrisa cómplice a Robb.

A la mañana siguiente, Robb tuvo que soportar los gritos del gigante mientras cabalgaba a su lado y se quejaba de forma descarada de tener que cabalgar después de "esa mierda pretenciosa y anciana de Karstark" y del Lord "demasiado pálido". Esto provocó un dolor de cabeza terrible en Robb, quien no estaba acostumbrado a este tipo de alboroto, ya que en su antiguo mundo la gente no solía gritar. En realidad, él simplemente no se juntaba con gente escandalosa porque le dolía la cabeza, como en este momento.

—Os lo tenéis merecido, mi señor —agregó Maege Mormont al final, notando el estado alterado de Robb.

—¿Me vais a recriminar por querer comer en paz? —preguntó Robb con justa indignación.

—Cuando esa paz es a costa de la mía, debo admitir que me molesta un poco, mi señor —agregó como si lo hubiera olvidado.

—Leidy Mormont, mi cabeza da vueltas, solo diga su precio por la paz de su señor —dijo Robb.

—Mi señor, no me atrevería a pedirle nada. Su bienestar es mi prioridad, y los problemas de mi territorio deben ser resueltos por mí, así como el asunto del matrimonio de mi hija mayor —dijo Leidy Maege.

Robb hizo una mueca en su mente. Había leído que estas mujeres no estaban interesadas en el matrimonio, incluso esta osa anciana no mencionaba marido, lo que significaba que todas sus hijas eran bastardas, y nadie comentaba sobre ello.

¿A qué demonios venía la mención de un marido ahora? Robb miró de forma disimulada a la mayor de las hijas de la anciana osa, que a pesar de que sus cabellos ya eran blancos, sus hijas no parecían superar los treinta años. La mayor de ellas, a lo sumo, parecía tener veintiocho. También era guapa, nada que ver con el callo de su madre, debió haber salido a su no mencionado padre, quizás algún bardo desafortunado al que esta osa secuestró, porque estos solían ser hombres guapos…

—¿Os parece atractiva, mi señor? —preguntó Leidy Maege con picardía.

«Mierda, esta osa sí que es descarada», pensó Robb, pero de inmediato un sentimiento de tristeza lo invadió y, por la forma en que la osa se arregló sobre su caballo, ella se dio cuenta. Robb suspiró y negó con la cabeza.

—No habéis dicho nada inapropiado, mi señora. Simplemente he recordado que ahora soy un Lord, y eso tiene un precio —dijo Robb pensando en los Frey. Ese era otro futuro que no podría evitar y para él, un asunto desagradable que no quería recordar.

—Mi señor teme tener que intercambiar su mano por una alianza política —preguntó la vieja osa siendo asertiva, pero por su reacción anterior y sus palabras, no había demasiado que imaginar.

—Me temo que es más que un presentimiento, mi señora —dijo Robb con una mueca.

—¿Una mujer a la que apoyan la bella? —preguntó Leidy Maege tratando de devolverle los ánimos, al recordarle que hay destinos peores que la muerte, y a su pesar, Robb sonrió.

—Supongo que soy afortunado entonces —dijo Robb con una media sonrisa.

En los libros no se dejaba de mencionar que los Frey tenían cara de comadreja, pero había varias bellezas entre ellos, y la mujer osa tenía razón, había destinos peores que ser casados a la fuerza, como ser casado a la fuerza con un callo feo, y en este mundo no faltaban los ejemplos de eso, como el caso de Lisa Tully, casada con un anciano que podía ser su abuelo. En los libros ella hacía una espeluznante descripción de cómo era besar su boca sin dientes y ver su cara de pasa mientras tenían sexo…

"Espera un momento, hay cosas peores que no tener belleza", pensó Robb. Por supuesto, él no negaba que la belleza le atraía en casi el cien por cien de los casos, y eso era solo por dejar un margen de error. Pero los casos en que una mujer le atraía y, al abrir la boca, le causaba repulsión también eran habituales, ni hablar de sus modales y su forma de ser…

Robb recordó algo que era fundamental para él y miró hacia donde cabalgaba el gran Jon con un horror creciente.

"¡Dioses antiguos, si fueron ustedes los que me trajeron aquí, no me importa si ella es descuidada, incluso si come como un cerdo y eructa en la mesa, por favor, dioses antiguos, que tenga cerebro y sentido común!", pensó Robb con desesperación mientras seguía cabalgando con los demás.

La belleza ya no le parecía un rasgo tan atractivo, después de todo, su propia apariencia era aceptable, y los desdichados que saldrían feos serían sus hijos si se casaba con alguien poco agraciado. Pero el que sufriría noches de insomnio y dolores de cabeza constantes si se casaba con alguien tan escandaloso y descerebrado como Jon Umber, sería él.

Era probable que muriera de un accidente cerebrovascular antes de los treinta, y eso era siendo optimista. Si llegaba a los veinte sin sufrir varios infartos debido al aumento constante de su tensión arterial, ya sería un gran logro…

—Mi señor no tiene de qué preocuparse, los Umber son seres únicos, aún en el norte, no creo que encuentre una gemela en el sur —consoló Leidy Mormont, comprendiendo sus miedos al respecto.

—Leidy Mormont, espero por mi bien que eso sea cierto, porque creo que si no lo es, me verán a mí, su Lobo de Invierno, salir corriendo para salvar mi cordura —dijo Robb en tono serio.

Leidy Maege se rio con ganas. Al finalizar el día, Robb había agregado otra guardia, la hija mayor de Leidy Mormont, Dacey Mormont.

La marcha al sur continuó con prisas y sin pausa. Robb continuó conociendo mejor a sus señores, sufriendo dolores de cabeza cada vez que le tocaba cabalgar con el gigante de garganta atronadora, risa fácil y cerebro atrofiado, amante de la guerra, leal hasta la muerte, fuerte como una aplanadora y bocazas cómo ninguno.

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