Descargo de responsabilidad.

Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Robb 4

Siete horribles días después, al atardecer, por fin estaban emboscados para pescar al Matarreyes en el Bosque Susurrante.

Robb esperaba al Matarreyes junto a un pequeño ejército, y su ejército de guardias de batalla, que ya superaba los treinta, incluyendo a Dacey Mormont y los dos hijos de Rickard Karstark a quienes Robb no pensaba dejar morir en esta batalla, por lo que enceraba la cuerda de su sacrílega ballesta bajo la mirada de sus guardias, que cada vez que la veían, se tomaban la molestia de explicarle por qué tal arma no era confiable y cómo ellos podían disparar cinco flechas con un arco, en el tiempo que le tomaría recargar una ballesta.

Theon, un acérrimo defensor del arco, era quien más insistía, haciendo demostraciones constantes de su habilidad con el arco. Su único apoyo era Dacey Mormont, la única de sus guardias que atendió a su pedido y también llevaba una ballesta. Por eso, Robb le había explicado su plan rastrero para encargarse del Matarreyes en cuanto lo vieran.

Al caer la noche, los gritos comenzaron. Jaime Lannister había mordido el anzuelo del Pez Negro y perseguía a sus hombres hacia la emboscada que le tendían, lejos de su ejército, lo que aseguraría su captura. Lo que los Lores no sabían era que Robb tenía su propio plan y estaba seguro de que Jaime Lannister no saldría ileso de esta emboscada. Era su salud o la vida de Robb, y él siempre escogería su propia vida. Sabiendo que Jaime Lannister no se dejaría capturar fácilmente y que embestiría, pues nada había cambiado para evitarlo, Robb no estaba dispuesto a dejar que matara a los hijos de Rickard Karstark y pusiera un clavo en su propio ataúd. No, el Matarreyes iba a sufrir si decidía resistirse a la captura.

Después de algunas idas y venidas de sus mensajeros, Jaime Lannister, enfundado en una armadura dorada, llegó a su posición persiguiendo a su carnada. Lo acompañaban algunos jinetes que fueron sorprendidos por decenas de hombres, cayendo bajo la fuerza abrumadora de los números.

Jaime Lannister, al ver cómo sus hombres caían a gran velocidad, no hizo caso a los gritos de "¡Ríndete, Matarreyes!" y decidió tirar todas las precauciones al aire. Se lanzó contra el ejército de guardias de batalla de Robb para intentar matarlo, pero apenas recorrió unos cinco metros cuando dos virotes de ballesta impactaron en el brazo que levantaba junto a su espada, haciéndolo un blanco perfecto tanto para él como para Dacey Mormont.

Cuando los dos virotes impactaron en su brazo, la fuerza fue tal que el Matarreyes fue arrastrado hacia atrás y cayó de su caballo. Por unos segundos reinó el silencio y Robb temió que se hubiera roto el cuello al caer. Pero después de unos segundos, el asesino se movió y comenzó a chillar mientras se retorcía de dolor en el suelo. Robb suspiró aliviado.

—¡Ya tenemos a nuestra presa! ¡Recójanlo, empaquétenlo y llévenselo a mi señora madre! ¡Nosotros tenemos que barrer un asedio! —ordenó Robb a sus conmocionados guardias, quienes se habían estado preparando para detener la embestida del Matarreyes con sus vidas.

Cuando Ser Jaime Lannister fue arrastrado cerca de él y las antorchas que habían encendido, Robb vio cómo su brazo había sido impactado por ambos virotes. Uno pasó por sus brazaletes y otro cerca del codo. Los virotes fueron detenidos por su armadura y su penetración fue mínima, pero al caer, su antebrazo se había fracturado y lucía bastante feo. Robb no sabía si lograría sanar, los huesos podían curarse, pero si sus músculos o alguna arteria estaban dañados, tal vez quedaría manco o tendrían que amputarle el brazo. También podría morir debido a una infección.

Después de que Ser Jaime pasó a su lado, toda su guardia lo miró con horror y cierto repelús.

—¿Lo has hecho porque usó esa mano para herir a tu padre? —preguntó Theon en un susurro. Él era el único de sus guardias que se atrevía a tratarlo con familiaridad, aunque Dacey a veces bromeaba con él. Robb parpadeó con genuina sorpresa, ganándose una mirada horrorizada de sus guardias.

—¡En verdad estoy sorprendido por su pregunta! —reprendió Robb al ver que todos habían malinterpretado su gesto—. Solo pretendía defender mi vida en un momento de peligro, no arruinarle el brazo —explicó con calma al comprender todas las implicaciones que podían dar a entender sus actos.

Sus guardias miraron a Dacey Mormont, armada con otra ballesta, y por sus miradas alrededor, Robb comprendió otro detalle al que no le había dado importancia: tanto él como Dacey solo tenían un virote.

Era algo evidente, ya que la ballesta solo tenía un uso y no más de un disparo para salvar a los hermanos Karstark, que según su conocimiento del futuro, serían asesinados en la embestida del Matarreyes.

Si el primer disparo fallaba, no tenía caso intentar otros, ya que todo ocurriría en cuestión de segundos. Así que él solo tenía un virote y Dacey otro. Al verlo ahora, todas sus explicaciones carecían de sentido y, de hecho, era una prueba irrefutable de que, desde un principio y según la imaginación de estos hombres, él, el Lobo de Invierno, con malicia y alevosía, había planeado mutilar al Matarreyes, una de las espadas más renombradas, o quizás la más renombrada de los Siete Reinos. Todos criticaban su falta de honor, pero aceptaban que su talento con la espada era inigualable.

Y ahora, él había dejado a este dios de la espada lisiado por pura venganza. A los ojos de estos hombres, tenía un plan y también la crueldad necesaria para haber planeado algo así, además del intelecto para predecir que el Matarreyes no se rendiría al verse rodeado e intentaría embestirlo. Robb se dio cuenta de que no importaba lo que dijera, nadie le creería, por lo que solo hizo una mueca de impotencia.

—Solo cumplí con las órdenes estrictas de mi señor y apunté a su brazo de la espada en cuanto él embistió —se excusó Dacey Mormont con desagrado.

Robb parpadeó mirándola. Ya sabía que esas muecas que hacía cuando le explicaba su plan no eran normales. Ella también creía en ese credo del guerrero y dispararle en el brazo de la espada al mejor espadachín de Westeros también era un sacrilegio para ella, pero al ser él su señor y ordenárselo, ella obedeció.

Robb sacudió la cabeza y no se molestó en excusarse más. Él ni siquiera tomaba en cuenta la pelea del Matarreyes con su padre ni la herida que le causó. Solo estaba pensando en salvar su propia vida y la vida de su madre al evitar que el Matarreyes matara a los dos hijos de Rickard Karstark y se viera obligado a enfrentarse al anciano gruñón, para que no arruinara sus planes de salvación ni intentara vengarse de los Lannister, además de evitar la pérdida de unos mil hombres que la Casa Karstark aportaba a su causa.

—¡Dejen de mirarme, he ordenado avanzar! —reprendió Robb, y su guardia de batalla dio un respingo y se apresuró a formar filas.

Unas horas después, estaban atacando los tres campamentos de asedio liderados por Jaime Lannister. Los campamentos estaban divididos por ríos, ya que el castillo de Aguasdulces no se llamaba así por casualidad. Era un castillo defendido por ríos a ambos lados y podían añadir otro caudal al ser asediados, levantando una especie de dique y obligando a cualquiera que los asediara a dividirse en tres campamentos y tener que cruzar los ríos si querían apoyarse mutuamente.

Era una genialidad de castillo para su defensa militar. Por desgracia, para esta familia, su última generación era desastrosa, y cada vez caían más bajo. Sus antepasados debían estar retorciéndose en las tumbas y maldiciendo a Hoster Tully por tener unos hijos que no valían para nada en un mundo de locos y asesinos sedientos de poder.

Con el campamento enemigo, que ya era inferior en número al suyo, dividido en tres, Robb dividió su propio ejército en dos y atacó los dos campamentos menos defendidos. Debido a sus ataques para provocar al Matarreyes, los muy crédulos habían reforzado al máximo el campamento que recibió los ataques de los anzuelos y habían dejado los otros con defensas más débiles, lo que facilitó aún más su barrido.

Robb no se contuvo y, sin ningún temor, marchó al frente de sus hombres, enfundado en cota de malla y armadura de acero.

Esta batalla no fue un enfrentamiento de líneas enemigas contra líneas enemigas; fue una carga de caballería contra un campamento sin vigilancia en la retaguardia. Ni siquiera habían cavado zanjas, y los caballos cabalgaron por el campamento sin ningún obstáculo.

Robb lideró a sus más de treinta guardias de batalla, embistiendo en formación contra hombres aterrados que trataban de huir, mientras unos pocos intentaban formar filas. Pero era inútil, ya que el alboroto que había causado su ejército daba la impresión de que eran diez veces más numerosos, y la mayoría de los hombres en los campamentos bajo ataque solo pensaban en huir.

Robb enfrentó algunas filas de enemigos, pero no llevaban armadura, como mucho llevaban un peto colocado de manera apresurada, lo cual no suponía ningún problema para su armadura de acero completa. Algunas veces Robb sentía un pequeño golpe en algún lado, pero era amortiguado por el gambesón bajo la armadura, y la única pérdida que sufrió en la batalla fue su propia resistencia, ya que al terminar, su cuerpo temblaba de agotamiento.

Un tiempo después de su ataque, Robb observaba cómo al ejército enemigo no le importaba la oscuridad y se lanzaba a galope hacia los bosques cercanos. Con tal de huir, no les importaba nada. Sin embargo, Robb pudo escuchar algunos gritos de dolor y se preguntó si alguien había caído o si ya estaban heridos.

Robb miró al otro lado, donde estaban los ríos, y donde algunos tipos demasiado locos, pertenecientes al ejército de Jaime Lannister, se habían hundido como rocas en el fondo del río al intentar cruzarlo con sus armaduras puestas, navegando en pequeños botes para llegar a la batalla. Sus muertes fueron espeluznantes y Robb prefería no pensar en ello, mientras su cuerpo temblaba de agotamiento y trataba de recuperar el aliento. Observó a Viento Gris, que estaba a su lado y no parecía haber sufrido ninguna herida.

—Los guardias de batalla, que experimentaron su primera carga, parecen estar temblando —dijo el Gran Jon, acercándose a su grupo con otro grupo de señores detrás, quienes venían a ver cómo estaban sus hijos.

Ninguno de estos hombres parecía cansado, pero al igual que ellos, habían estado cabalgando por todas partes. De hecho, se podía decir que a ellos les habían dado la parte fácil de la batalla.

—¡Es la emoción! —sentenció Torrhen Karstark.

—¡Es la emoción! —apoyó el resto de su guardia de batalla con tono decidido. Sus señores lo miraron a él mientras seguía tratando de recuperar el aliento.

—Yo solo necesito un lugar donde echarme a morir —dijo Robb con sinceridad, porque incluso estar sentado sobre su caballo le parecía demasiado agotador en este momento.

El Gran Jon empezó a carcajearse, y los señores se rieron con él. Por supuesto, Robb era el señor y no había tiempo para echarse a morir, ya que tenía que hacer un recuento de las pérdidas, ver qué suministros habían robado del campamento enemigo, enviar un cuervo a Bran para tratar de salvar la cabeza de Ned Stark y visitar a su señor abuelo, quien gracias a sus hijos se veía obligado a soportar un asedio en su estado convaleciente.

El anciano Hoster Tully solo tenía elogios y palabras amables para él, diciéndole lo mucho que se parecía a su madre y lo orgulloso que se sentía de ser su abuelo. Este anciano, según Catelyn Stark, había sido un buen padre para ella, pero siempre priorizó lo que creía que eran los mejores intereses para sus dos hijas.

Con Catelyn, él tuvo razón. Incluso si se hubiera casado con Brandon Stark, quien tenía fama de ser un salvaje, los Stark eran honorables. Pero con Lysa Tully, se equivocó completamente al hacerla abortar y casarla con Lord Arryn. Se podía decir que Lysa tenía razón y que su padre solo tenía ojos para Catelyn, desconociendo a Lysa por completo.

Luego, Hoster Tully también intentó casar a su hermano, lo que terminó en una pelea que hizo que éste se marchara con Lysa al Valle de Arryn. Robb sospechaba que fue esta pelea la que provocó que el fanático del matrimonio y las alianzas familiares que había en Hoster Tully se arrepintiera de sus acciones. En opinión de Robb, no debió haberlo hecho y haber criado a su heredero de manera libre y sin ninguna responsabilidad, lo cual resultó en un desastre con patas apenas le entregaron el mando.

Robb cayó rendido cuando el sol ya estaba saliendo, pero a media mañana, se despertó con un grito de angustia que lo llenó de terror, aprensión e impotencia, y que no había sido emitido por él.

—¡Mierda! —chilló Robb, levantándose de un salto mientras Viento Gris se alejaba. Él ya sabía lo que había sucedido.

Sus guardias entraron a su habitación con las espadas desenvainadas, buscando a algún asesino furtivo, pero solo lo miraron a él con ojeras y el cabello castaño rojizo alborotado mientras ajustaba su cinturón para salir corriendo hacia la torre de cuervos, dondequiera que estuviera.

Mientras Robb corría, los chillidos desesperados de los cuervos llegaron a sus oídos. Era una mezcla entre lloros y lamentos que hizo que el resto del castillo, que no se había levantado debido a su alboroto inicial, se parara ahora con los ojos muy abiertos por el susto.

—¡Maten a cualquiera que intente entrar! —ordenó Robb a sus veinte guardias, después de haber sacado al maestre de la torre de cuervos.

El maestre pedía explicaciones por sus acciones, pero cerró la boca y se apartó al escuchar su orden. Robb pasó a la torre junto a Viento Gris y cerró la puerta tras de él.

—¡Bran! Tranquilízate, matarás a los cuervos —dijo Robb al ver a los cuervos chillando desesperadamente, pero él sabía que era Bran el que estaba detrás de ellos, llorando y chillando.

—¡Lo mataron! —gritó Bran en su mente—. ¡Joffrey mandó a su verdugo a cortarle la cabeza a padre y nadie hizo nada para ayudarlo! —lloró Bran en su mente. Robb cerró los ojos durante unos segundos, no sabía que esto ocurriría apenas se realizara la toma de Aguasdulces. No estaba preparado.

—Bran, por favor, cálmate. Todo estará bien…

—Nada estará bien. ¡Mataron a padre! —chilló Bran, y tres cuervos cayeron muertos al suelo.

Robb se preguntó si este niño podría hacerle lo mismo a él. Sabía que Bran era capaz de hacer cosas horribles con su magia, incluyendo tomar posesión de un cuerpo, y por las descripciones sobre su poder en los libros, era posible que también pudiera expulsar la conciencia de una persona de su cuerpo.

Robb se preguntó si no había cometido un error al enseñarle a usar su magia a este niño. La verdad era que hasta el momento, su magia le había sido extremadamente útil para que sus planes fueran cien por ciento acertados, pero no valía la pena si él estaba en peligro…

—Bran, toma —escuchó la voz del maestre Luwin, incluso un asustado Hodor que no dejaba de repetir "Hodor" con nerviosismo y miedo.

—¡No quiero! ¡Han matado a padre! —chilló Bran.

Robb trató de ver qué pasaba, pero él no era Bran. Era un logro que pudiera escuchar algo de lo que sucedía al otro lado de la conexión entre cuervos, pero se pudo imaginar lo que estaba ocurriendo.

—Bran, escucha al maestre Luwin, tienes que calmarte. Estás poniendo en peligro a todos. Padre no querría eso, recuerda lo que te he dicho. ¡Debemos ser fuertes, Bran! Y ahora que padre no está, no podemos permitir que su muerte sea en vano. Debemos sobrevivir y ser valientes —consoló Robb con calma.

—Pero mataron a padre —lloró Bran con dudas.

—Y lo vengaremos. ¡Ahora debemos sobreponernos! —consoló Robb, mirando a los cuervos que lucían más calmados y ya no parecían sufrir un ataque.

—¿Bran? —preguntó Robb.

—¿Robb? —escuchó la voz del maestre Luwin. Robb se tensó, no sabía cómo el maestre Luwin podía escucharle.

—¿Maestre Luwin, puedes escucharme? —preguntó Robb.

—¿Robb, eres tú? Mueve un ala, di algo —dijo el maestre Luwin. Robb hizo una mueca, había pensado demasiado. Él no podía escucharle, seguramente los cuervos también habían armado un alboroto en Invernalia y el maestre Luwin no era un idiota, él ya sospechaba de ellos.

—¡Robb ha preguntado si podía escucharlo! —dijo una pequeña voz aguda y llorosa.

—¿Rickon? —preguntó Robb.

—Robb, Bran dice que mataron a padre —chilló Rickon. Dios, pensó Robb. Ahora sí que no sabía qué decir.

—Rickon, debes ser valiente —dijo Robb sintiéndose muy estúpido al decirle eso a un bebé.

—¡Robb, mátalos a todos y trae a madre de vuelta! —exigió Rickon. Robb parpadeó de sorpresa.

—Robb, si estás ahí, he puesto a dormir a Bran usando la leche de la amapola, tenemos que hablar cuando despierte —dijo el maestre Luwin con tono grave y algunas advertencias implícitas en su voz.

—Rickon, toma un poco de esto —dijo el maestre Luwin, que ya había dormido a Bran y parecía querer hacer lo mismo con Rickon.

—Rickon, ¡obedece al maestre Luwin! —ordenó Robb.

—Lo haré, pero mátalos a todos —volvió a pedir Rickon.

—Haré lo mejor que pueda —dijo Robb con un suspiro.

—Y trae a madre de vuelta —dijo Rickon. Él no olvidaba sus prioridades.

—Lo haré, Rickon —prometió Robb. Unos segundos después, los cuervos se habían calmado por completo, pero había seis de ellos muertos.

Cuando todo estuvo tranquilo, Robb se recostó en la pared y dejó que sus piernas perdieran su fuerza hasta recostarse con un suspiro de frustración e impotencia.

«Así que fue eso», pensó Robb. Creía recordar que habían pasado algunos días entre la captura del Matarreyes y la muerte de su padre, pero no pasó ni un día, ni siquiera medio día. Su padre estaba condenado desde un principio y la guerra no se podía evitar, lo que significaba que la amenaza seguía cerniéndose sobre su cabeza y la del resto de su familia.

Robb pensó en sus próximos movimientos. Aun si no rompiera su compromiso con ellos, confiar ciegamente en los Frey era una locura. Por fortuna, tenía a un ejército de ellos como rehén y, mientras no los dejara ir lejos de él, estaría a salvo, porque el viejo miserable valoraba a los suyos.

Lord Bolton pronto perdería la cabeza si se atrevía a presentarle algún informe que no cumpliera con sus requisitos mínimos para el desempeño de la tarea asignada. No creía que el lord sanguijuela fuera estúpido, pero si lo era, su cabeza rodaría y sería un problema menos. En caso contrario, sería alguien a quien debía sobornar y también mantener vigilado. Para el soborno, Robb debía pensar en algo grande que satisficiera un poco la ambición de este lord. Por fortuna, estaban en guerra y sus enemigos eran numerosos, por lo que había botín por todos lados.

Otro de sus problemas era el Rey en el Norte. Si se dejara coronar, estaría muerto. El Norte simplemente no tenía suficientes hombres. Las Tierras de los Ríos velarían por sí mismas y los Frey no eran idiotas, no se sacrificarían por él. Así que su siguiente paso sería rechazar la corona y poner en su lugar la mente de sus lores.

El siguiente paso era buscar un rey al que servir. Sin una corona sobre su cabeza, todos ellos estarían ansiosos por tenerlo de su lado. Joffrey estaba descartado, ya que era su enemigo actual. Renly era insignificante, y Stannis lo mataría pronto. Stannis era su candidato más seguro, pero debía tener en cuenta que Daenerys Targaryen llegaría tarde o temprano junto a sus dragones, y no habría un ejército capaz de hacerles frente. Por supuesto, esos dragones ahora eran bebés, si es que ya habían nacido, y Daenerys aún tendría que superar muchas dificultades para llegar a los Siete Reinos. Aun así, no le gustaba la idea de sobrevivir solo para morir chamuscado por un dragón…

Robb sacudió la cabeza. Debía concentrarse en sobrevivir en este momento y no pensar en lo que ocurriría en tres o cuatro años, ya que su muerte estaba predeterminada para este mismo año. Ahora, Stannis era su mejor opción, por lo que debía destinar sus recursos a ayudarle a ganar la guerra.

Decidido en qué rey se apoyaría, ahora Robb debía organizar lo que sabía para buscar alianzas. Los Tyrell eran necios y demasiado ambiciosos, nunca apoyarían a Stannis teniendo el trono al alcance, les daba igual que Joffrey fuera un bastardo, en cuanto Renly muriera, se pondrían del lado de Joffrey. No había manera de atraerlos a su bando sin coronarse a sí mismo y romper sus juramentos para casarse con Margaery Tyrell. En ese caso no tendría que temer a los Frey, aunque podría convertirse en otra víctima de la magia de Melisandre, así que esa no era una buena opción si quería vivir más tiempo. Por todas estas razones, los Tyrell estaban descartados.

Los Martell… directamente descartados. Los Siete Reinos podrían arder y Doran Martell seguiría haciendo planes enrevesados destinados al fracaso, porque no tenían ninguna seriedad detrás de ellos. Los Martell también estaban descartados.

Luego estaba el Valle. Lysa Arryn, la loca que mató a su esposo. Él tenía información sobre ella y también sabía cómo sacarle el máximo provecho. Pero su señora madre sufriría y su abuelo convaleciente moriría en agonía, tanto mental como física. Debía pensar si sacaría provecho de ello y cuándo necesitaría esas fuerzas.

Los Lannister, por supuesto, estaban descartados. Le agradaba Tyrion Lannister e incluso el Matarreyes, pero no había posibilidad de reconciliación entre sus familias y perdería el apoyo de sus lores si hablaba de paz, y estos eran los que mantenían su cabeza unida al resto de su cuerpo.

Por último, estaba Balon Greyjoy, un enemigo, y al igual que los Lannister, no había reconciliación posible con los hombres del hierro, lo que llevaría a una guerra a muerte con ellos.

Robb suspiró. Decididos sus aliados y enemigos, ahora debía revisar sus estrategias. Para que Stannis tomara Desembarco del Rey, tres cosas eran vitales. Primero, evitar que se llevara a cabo la alianza entre los Tyrell y los Lannister. Segundo, mantener a Tywin Lannister en las Tierras de los Ríos. Y por último, confirmar la estrategia de Tyrion Lannister para usar fuego valyrio y hundir la flota de Stannis. Si estos tres puntos se cumplían, la victoria sería automática. Si fallaba en uno de ellos, la victoria le costaría más. Si fallaba en dos, su vida apenas podría salvarse, y si fallaba en los tres, estaba condenado.

Ahora debía pensar en sus hermanas, Sansa y Arya, y cómo debía traerlas con él. El Matarreyes también seguía en sus manos y era una gran carta de negociación…

Viento Gris gruñó amenazadoramente cuando alguien tocó la puerta.

—Mi señor, vuestra comida está preparada. Vuestro tío está esperándole en el comedor —dijo la voz de la Mujer Osa, Maege Mormont. Por su tono, parecía como si nada hubiera pasado y le llamara para el desayuno. Robb esbozó una media sonrisa y acarició la cabeza de Viento Gris, quien dejó de gruñir.

Robb se levantó, se arregló un poco su desaliñado cabello que estaba algo largo, se pasó la mano por la cara y notó que había vuelto a crecer un poco de vello facial. Decidió llamar a su barbero más tarde, no iba a hacer el ridículo queriendo lucir una barba cuando no tenía mucho vello que mostrar. Si solo tenía pelusa, entonces preferiría llevar la cara lisa. Si alguien lo subestimaba por ello, eso sería algo bueno para él. Además, sus lores parecían algo asustados de él y solían malinterpretar sus acciones, así que era mejor no darles más razones para temerle.

Robb ajustó sus pantalones y se dio cuenta de que estaba descalzo y llevaba una túnica de dormir. Hizo una mueca y caminó hasta la puerta para abrirla y encontrarse a sus guardias siendo intimidados por la Mujer Osa. Sin embargo, debido a su orgullo, habían formado un semicírculo a su alrededor para dejar claro a los demás señores que estaban más allá que no les tenían miedo. El resto de los señores, más allá de los guardias, estaban liderados por Rickard Karstark y el Gran Jon. La Mujer Osa le sonrió con simpatía al verlo, lo que hizo suponer a Robb que ellos ya imaginaban lo que había ocurrido o al menos lo sospechaban.

—Ha llegado un cuervo. Mi señor padre ha sido ejecutado en Desembarco del Rey y la paz ya no es una posibilidad —informó Robb con tono neutral.

La Mujer Osa se acercó y lo abrazó. Robb iba a apartarla, pero descubrió que no tenía fuerzas para hacerlo, ya que sus sentimientos lo abrumaron.

Robb hizo lo posible por mantener su dignidad frente a sus señores, conteniendo las lágrimas y manteniendo los brazos quietos sin corresponder al abrazo. A cualquiera que lo acusara de ser débil, le diría que la Osa le había quitado el aire y asunto arreglado.

Mientras la Osa lo soltaba, Robb se alegraba de conservar su lucidez.

—Mis señores, ha sido una larga noche para todos, y ahora mi padre ha muerto. Como vuestro antiguo señor, les pido que guarden este día en su honor. Yo haré lo mismo en el Bosque de Dioses… —Robb miró su apariencia—. Después de hacer mi aseo matutino. Lady Mormont, por favor, notifique a mi tío Edmure sobre estas noticias y que hoy no asistiré al comedor —ordenó Robb y comenzó a caminar.

Sus guardias se apresuraron a seguirlo y Viento Gris gruñó a todos los que intentaron importunarlo.

—En este maldito bosque, no hay un árbol corazón —se quejó Robb, aunque creía recordar que todos los árboles corazón del sur habían sido talados.

—Si es para comunicarme contigo, no se necesita un árbol corazón, joven Lobo —dijo una voz en su cabeza, y Robb levantó la vista para ver a un pequeño pájaro amarillo que lo miraba a los ojos—. Has cometido un gran error al no pensar en las consecuencias de entrenar a un niño en una magia que ni siquiera puede controlar —agregó la voz grave. Robb supuso que estaba hablando con el Cuervo de Tres Ojos y se recostó en el tronco del árbol para suspirar.

—Fue solo un arrebato, Bran es algo sentimental y ha presenciado cómo le cortan la cabeza a su propio padre, él se calmará —dijo Robb con seguridad.

—¡Lo hará! —aceptó la voz—. Pero debido a lo que sucedió, los ojos de la oscuridad se han posado en él. De no ser por mi intervención, también habrían llegado hasta ti y habrían visto lo que estás haciendo, por lo que tus esfuerzos ya serían inútiles. ¿Pensaste que usar la magia en tu beneficio no tendría un costo? —preguntó la voz.

—Según he escuchado, en sus días también ocurrían cosas extrañas a su alrededor, y parecía saber muchas cosas que no debía —acusó Robb.

—En mis días, no teníamos un ejército de Caminantes Blancos acechando en el norte y esperando el desastre para tomar este mundo —reprendió la voz—. Aun así, la magia siempre tiene un precio, incluso tu propia magia. El hecho de que no seas capaz de verlo no lo hace menos real —advirtió la voz.

—¿Bran corre algún peligro? —preguntó Robb. Le parecía extraño perder tan rápidamente el contacto con Bran, pero había sido este anciano sospechoso quien intervino y calmó su arrebato.

—La oscuridad no pudo marcarlo, pero ahora sabe que está allí y estará pendiente de él. Otro arrebato como este y no podré impedir que lleguen hasta él —dijo. Robb hizo una mueca.

—¿Anciano, me estás pidiendo que ponga una venda sobre mis ojos? —preguntó Robb.

—Lo que haces y lo que pretendes lograr es en beneficio de todos. Sin embargo, usar a un niño de ocho años para espiar por ti en una guerra brutal y despiadada, donde verá sufrir a sus seres queridos, no solo es una decisión moralmente cuestionable, sino también una decisión muy estúpida si ya conoces su poder y sabes lo que podría pasar si su camino se tuerce o enloquece.

»En primer lugar, tú, que no posees ni una pequeña parte de su magia y que has abierto tu mente a la suya, serás el primero en morir. Luego seguirán tus hermanos, hermanas, madre… Y todos los demás. Cada muerte será un paso más hacia la locura, y la oscuridad se aprovechará de eso, creando una avalancha de muertes a su alrededor y llevándolo más allá, para eliminar la luz de aquellas pocas personas que podrían oponérsele —explicó la voz. Robb hizo varias muecas.

—Si es tan peligroso, ¿por qué no me has detenido antes de enseñarle? —preguntó Robb con sospechas, aunque inicialmente ya lo habían convencido.

—Porque no me habrías creído y habrías seguido delante de todos modos, considerándome un enemigo y haciendo que el chico levantara defensas en mi contra. En ese caso, ahora estarías muerto junto con muchos otros, y la humanidad estaría condenada.

»No, el camino a seguir era hacerte enfrentar tu propia muerte cara a cara, para que entiendas que incluso la magia que posees puede causar tu perdición —explicó. Robb aceptó su declaración a regañadientes.

—¿Y qué crees que debo hacer ahora? —preguntó Robb.

—Anula las instrucciones que le diste al niño sobre mí. Permíteme enseñarle y vigilar lo que hace, porque es evidente que tú no puedes hacerlo. El niño simplemente te ignora y ha estado usando su magia por todas partes. Medio mundo ya sabe de él en este momento —informó la voz.

Robb hizo más muecas y sintió ganas de llorar. Había involucrado a un chico sin experiencia en un mundo mágico donde él era como un dios, pero era imposible controlarlo allí. Incluso sentía algo de envidia por el pequeño bastardo mentiroso y astuto que le había prometido no ir más allá de los límites establecidos por él. Por supuesto, Bran Stark era famoso por hacerle la misma promesa a sus padres cada vez que lo reprendían por escalar, por lo que el estúpido era él al confiar en el pequeño engendro.

—¿Cómo puedes ayudarme con Bran? —preguntó Robb.

—Puedo vigilarlo por ti y enseñarle a tener control, pero si él se resiste, será imposible. No hay magia que pueda hacer que un niño se comporte si no quiere obedecer —dijo la voz. Robb suspiró. Era justo el trato que esperaba. Usaría al anciano sospechoso para vigilar que Bran le obedeciera. Eso significaba que si este anciano sospechoso le hiciera algo al pequeño engendro mentiroso, sería su culpa.

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