Descargo de responsabilidad.

Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Robb 5

Después de la toma de Aguasdulces y de dispersar el ejército de Jaime Lannister, y sabiendo el destino de su padre, sus señores se reunieron para dar ideas sobre lo que debían hacer.

Robb, que había recibido noticias de Roose Bolton, estaba de buen humor, considerando que en los últimos días habían matado a su padre. Cuando la noticia llegó, Robb solo pudo pensar en sus próximos movimientos. Lo calculó todo, negándose a llorar. Su nueva parte sin corazón, ya le había obligado a aceptar la muerte de su padre, cuando recibió la carta de Sansa. Él no pudo tener ninguna esperanza de poder salvarle la vida.

Su padre no murió por accidente, su padre fue asesinado porque Meñique necesitaba una guerra. Varys podía darle tiempo, porque sus planes más allá del mar estaban en pañales, pero Meñique no. Si de alguna forma detenía la ejecución, Meñique todavía buscaría otra forma de cumplir su propósito. Por eso, no tenía ninguna esperanza, solo cálculos en su mente para evitar pensar en ello. Eso era algo que aprendió de su otra vida.

Trabajar y olvidarse de todo. Fijar un objetivo y no distraerse con cosas que consideraba inevitables. Aun así, no todo estaba perdido, y aunque su vida y la del resto de su familia podían perderse, todavía podía luchar por ello. Todavía podía poner una esperanza en ello, fijar su objetivo y trabajar por él sin mirar a sus lados. Gracias a eso, ahora tenía algunos resultados, que podían ser un pequeño progreso en sus objetivos actuales. Ese pequeño progreso, era la carta del Lord Sanguijuela, que ahora tenía en sus manos, y que era la segunda que había recibido de él.

El Lord Sanguijuela, envió su primera carta cinco días después de su separación, él no se atrevió, o no planeó decepcionarlo esta vez. Él marchó con pompa y fanfarria contra Tywin Lannister, haciendo un gran alboroto para que este centrara su atención en él, pero a diferencia de lo que Robb sabía, Roose no se apresuró al combate, y marchó a un paso normal, por lo que antes de que se enfrentara a Tywin Lannister, a este le llegaron noticias de que el ejército del norte se había dividido y Roose era un señuelo, por lo que Tywin Lannister se dio media vuelta, sabiendo que iban por su hijo, y no escatimó esfuerzos en ir de prisa.

Roose no se quedó de brazos cruzados viendo cómo partían, y junto a su pequeño ejército de tres mil hombres, acosó a Lord Tywin día y noche, atacando sus líneas de suministros y su retaguardia, capturando a los artesanos que viajaban con él, herreros y hasta prostitutas.

El Lord Sanguijuela saqueó todo lo que pudo del león, haciéndole sufrir grandes pérdidas materiales, artesanos y herreros, que luego echaría en falta durante la guerra, y que a su ejército de gente necesitada, le vendrían como anillo al dedo. Además de saquear los indefensos suministros del león, Roose también realizó tres incursiones sobre sus filas apresuradas y desprevenidas, causándole pérdidas no inferiores a mil hombres, con apenas pérdidas de su lado, debido a su táctica de golpear y huir.

El viejo león, ante la terrible insistencia de Roose Bolton, tuvo que detener su marcha y plantarle cara, pero Roose se apartó y dejó todo intento de asaltar el campamento enemigo, por lo que Tywin solo pudo maldecir, y hasta ahora solo podía reanudar su marcha a paso lento, para evitar más desastres, y aún así sufrir pérdidas en ataques relámpagos, que se llevaban caballos y suministros, por lo que Roose mandaba a decir en su primera carta, que estaban bien pertrechados y que podían seguir poniéndole la zancadilla al león por otro par de años, mientras este se retiraba como una fiera herida y furiosa que se desangraba.

Robb respondió a su primera carta, diciéndole que si los leones caían en esta guerra, quizás él fuera el siguiente Lord de Casterly Rock, y guardián del oeste.

Ahora Robb leía la respuesta de Bolton, y su segunda carta, asegurándole que Tywin Lannister perdería cinco mil hombres antes de que se refugiara en alguna fortaleza, lo que hizo que Robb se carcajeara por dentro. Quizás se había librado de la ambición de Bolton, y esta pasó a respirarle en el cuello al león. Y Robb no mentía, si Bolton cumplía lo que decía, sería un candidato para ocupar el puesto de los Lannister.

Si se esforzaba al máximo, Robb se aseguraría de usar todas las influencias que poseyera para que fuera nombrado Señor del Oeste. Él no se preocupaba por los señores del Oeste, porque si era la parte ganadora de esta guerra, todos ellos caerían junto a Tywin Lannister, y sus tierras serían tratadas como botín de guerra para sus señores y los señores de las Tierras de los Ríos, que se destacaran en la batalla.

Los norteños eran tercos, y mencionar el sur los hacía escupir en el suelo, por lo que Robb no creía que estuvieran dispuestos a tomar tierras allí. En cambio, Roose Bolton era casi un señor sureño, y Robb sospechaba que por ascender a una casa principal, a él no le importaría cambiar sus tierras.

Robb observó todo, mientras releía la carta de Bolton para animarse a sí mismo y aumentar las esperanzas en sus propios planes, viendo que obtenía pequeños resultados que al final podrían llevar a buen término sus planes. Sus señores y los pocos señores de las Tierras de los Ríos que habían podido liberar, debatían acaloradamente a qué rey servir, entre Renly y Stannis.

Cada uno de sus lores tenía su opinión, y Robb les escuchó a todos. El único que no tenía partidarios era Joffrey, porque ya se había corrido la voz de que era un bastardo. Sin embargo, no estaban seguros de Stannis, debido a su carácter gruñón y su afición por las leyes y las reglas. Renly destacaba por su diplomacia, pero no tenía derechos y eso lo hacía un traidor a su propio hermano. Tampoco tenía méritos militares a su favor, lo que hacía que la mayoría de señores del Norte le dieran un rotundo pulgar abajo.

Eso comenzó más discusiones, hasta que la voz del Gran Jon retumbó imponiéndose sobre las demás, y como Robb esperaba, tras un pequeño discurso, el gigante de complexión algo delgada, le nombró Rey en el Norte, y los demás señores, presionados por las ovaciones, apoyaron la decisión, pero Robb no se levantó para agradecerles ni a aceptar su corona figurativa, por lo que se hizo el silencio.

—Mis señores —dijo Robb sin levantarse, y mirando a varios de ellos a los ojos, incluyendo al Gran Jon—. Vuestra lealtad y orgullo de nuestra tierra me honra, pero no me veo capaz de portar una corona —dijo Robb con sinceridad—. Me temo que tal cosa solo nos conduciría al desastre, y nuestro propósito original aquí era la paz. Paz que ya no existe, porque ahora solo habrá guerra, hasta que todos nuestros enemigos mueran, o se rindan.

»En las guerras se necesitan aliados, y poniéndome una corona en la cabeza, no conseguiremos ninguno.

»En las guerras necesitamos en quién confiar, y mi experiencia apenas alcanza para ser un señor apropiado. En las guerras necesitamos recursos, y se acerca el invierno, nuestra tierra está sola y muchos morirán, si no acabamos esto rápido.

»Por último, en una guerra necesitamos números, y nuestro ejército, a pesar de tener a los hombres más valientes, estos son pocos, y nuestros enemigos son numerosos, y se reproducen como gusanos que infectan una herida supurante y abierta.

»No, mis señores, no necesitamos una corona sobre mi cabeza, necesitamos terminar esta guerra, y terminarla ganándola, por nuestro bien, y el de nuestras familias. Y eso solo podremos hacerlo, siguiendo al rey Stannis. Pero no por una cuestión de derechos, que no es algo insignificante, sin embargo, en estas circunstancias, poco nos importa el derecho, pues los nuestros han sido pisoteados una y otra vez, en apenas unos pocos días.

»No, seguiremos a Stannis, porque él puede conducirnos en esta guerra con honor, deber, fuerza, ¡Y una voluntad inquebrantable, que nos asegurará, que nunca jamás tratará de llegar a ningún acuerdo con nuestros enemigos, y eso significa, que a su lado podremos enfrentarles a todos hasta la muerte! —declaró Robb, levantándose de su asiento y mostrando su ira aporreando los reposabrazos de su silla, mientras lo hacía.

Su ira era más que real, porque a pesar de que ya había aceptado la muerte de su padre, la nueva parte de su personalidad también le traía una gran ira, y él se aseguraría de que Joffrey muriera de la misma forma que su padre, y Meñique ni siquiera alcanzaría a contemplar el final de esta guerra, él iba a morir, e iba a morir retorciéndose de dolor por su veneno…

Robb sonrió en su mente, porque ya sabía cómo iba a matar a Meñique.

Mientras él hacía otro plan rastrero, el Gran Jon fue el primero en gritar "¡Stannis es venganza!", y todos corearon detrás de él con aprobación. Robb estaba sorprendido por las ocurrencias del gigante, pero se encogió de hombros y gritó junto a los demás.

—¡Stannis es venganza! —gritó Robb.

Tres días después, Robb convocó a todos al salón, porque tenía invitados, aunque estos invitados hicieron fruncir el ceño a sus señores. Sus invitados también miraban a todos en el gran salón con dudas, en especial al viejo gruñón, Rickard Karstark, y a la Mujer Osa, Lady Maege Mormont, que eran la descripción gráfica de un salvaje debido a sus expresiones de "si me miras mucho estás muerto". Tampoco era que los demás fuesen ejemplos de elegancia y buenos modales, porque les miraban con sospechas, y sin ningún disimulo les observaban de arriba abajo.

—Lord Torden Fregar, representante del Señor del Mar de Braavos, y Lord Tycho Nestori, representante del Banco de Hierro de Braavos —presentó lo que vendría a ser su canciller.

Robb sonrió cuando ambos invitados del frente miraron al canciller. Por sus conocimientos sobre este mundo, Robb sabía que los braavosis no se presentaban como lores, y los hombres del Banco de Hierro eran empleados, y se sentían orgullosos de ello. Torden y Tycho no venían solos, detrás de ellos había otras diez personas de vestiduras similares, por lo que era claro que venían juntos, pero en estos casos, solo se nombraba a los representantes, y los demás eran obviados.

—¿Robb Stark? —preguntó Tycho cuando se acercó hasta tres metros de su trono. Robb asintió a su pregunta.

Tycho era un hombre alto, que se veía aún más alto debido a su cuerpo delgado y su sombrero púrpura en punta, con una característica barba fina. Su ropa era ancha, y llevaba una capa púrpura. Su acompañante, el hombre apellidado Fregar, llevaba el mismo tipo de ropa, que en su antiguo mundo serían de un estilo oriental, pero ninguno en colores tan vistosos como los que usaba Tycho. Tycho no pareció convencido por su respuesta, y llamó a uno de sus ayudantes que le entregó un libro de tapa dura donde estaban grabadas algunas letras, que decían Robb Stark.

—¿El mismo Robb Stark que escribió este libro? —preguntó Tycho.

—En realidad yo no escribí el libro, lo hizo mi maestre, yo solo le dicté e hice algunos bocetos —explicó Robb—. Pero sí, el libro es de mi autoría, también he sido yo quien lo ha enviado a Braavos y les ha llamado a este lugar —agregó Robb acariciando la cabeza de Viento Gris, que estaba entretenido devorando una pierna de oveja al lado de su trono y los crujidos del hueso estaban incomodando a los acompañantes de Tycho, por lo que Robb le acarició para que mostrara sus modales.

Viento Gris despegó su cabeza de mala gana de la pierna de oveja, y miró a su grupo de invitados con enemistad, lo que hizo que ellos se tensaran, causando el efecto opuesto al que Robb quería.

—Olvídalo, sigue comiendo —dijo Robb en voz baja y con un tono de impotencia.

Viento Gris dio un lametón de placer y siguió comiendo, sin importarle nada. Tycho estaba algo aprensivo, pero lo normal de alguien que estaba en frente de un lobo de casi la altura de una persona.

—Lord Robb, no quiero ser grosero, pero en el tiempo en que se envió esta carta, usted estaba en Invernalia, pero el lugar de la cita es Aguasdulces, dos meses después —dijo Tycho con desconfianza.

—¿Un hombre no puede planear vacaciones con anticipación? —preguntó Robb levantando una ceja—. Además, difícilmente encontrará a otro Robb Stark por estos lugares —dijo Robb.

Robb era consciente de que si los del Banco de Hierro creían que un adolescente envió el libro, surgirían muchas dudas que retrasarían las negociaciones. Por lo tanto, jugó un pequeño truco al colocar su nombre real pero una dirección diferente, para hacerles pensar que no era un adolescente, sino una persona diferente.

—Nos han dicho que está usted aquí debido a una guerra y que su destino original era Desembarco del Rey, así que su presencia aquí es una casualidad de la que no sabía nada hace dos meses —acusó Tycho sin miramientos.

Su madre, que no sabía nada de este asunto, estaba cada vez más nerviosa, de pie a su lado izquierdo. Robb sonrió.

—Ja, las coincidencias siempre ocurren cuando el Lobo de Invierno está presente. Si no, pregúntenselo al brazo del Matarreyes —dijo el Gran Jon, y todos los señores asintieron, algunos escupiendo al suelo y haciendo muecas grotescas al recordar el sacrilegio cometido contra el Brazo de la Espada, el mejor espadachín de Poniente.

Ellos eran conscientes de los problemas que eso le estaba causando al honor del norte, porque ahora había rumores que decían que él capturó al Matarreyes y luego le aplastó el brazo, por lo que ya no era un asunto de defensa personal, sino un chisme que arriesgaba su honor. Esto tenía a sus lores con los nervios de punta, exigiéndole al Matarreyes que saliera a declarar en su favor y que les dijera a todos que su brazo fue debidamente machacado en batalla.

—Mis señores, él envistió, yo solo me dispuse a salvar mi vida. Fue un lamentable accidente —declaró Robb—. Además el maestre dice que el hueso se partió sin hacer mayores daños y que Ser Jaime podrá usar su brazo de nuevo en un año, a más tardar —dijo Robb con fastidio, porque ya había explicado el asunto un millón de veces.

Sus lores le miraron con enemistad, y eso que solo era una sospecha. Estos tipos eran demasiado rígidos. Robb hizo una mueca y miró al Gran Jon, que estaba a punto de escupir. Parecía que el gigante no olvidaría que trató de cortarle la cabeza una vez. Robb entrecerró los ojos para advertirle que se enojaría si ese escupitajo salía de su boca, y el gigante se tragó su saliva y miró a otro lado.

—Mis lores son algo escandalosos. En realidad, este es el castillo de mi abuelo, y él estaba enfermo de gravedad, por lo que me disponía a hacer una visita antes de pasar por Desembarco del Rey —mintió Robb de forma descarada.

Tycho fijó su atención en su madre, que le miraba con los ojos muy abiertos de sorpresa, pues se atrevía a usar a su abuelo moribundo de excusa.

—¡Traigan la caja! —ordenó Robb con molestia. Con estos bárbaros presentes, era imposible jugar juegos sutiles.

La mujer Osa, a quien había instruido al respecto, hizo pasar a su hija, que cargaba una caja rectangular de un metro de largo y medio metro de alto, que colocó entre Robb y los representantes de Braavos.

—Señor Tycho, señor Torden, creo que están aquí para ver esto, no para hacer preguntas sobre mi identidad o si debería o no estar aquí —sentenció Robb, mientras Dacey Mormont abría la caja y los señores se empujaban unos a otros para ver qué había dentro, quedando algo decepcionados al ver lo que les parecían algunos juguetes.

Los aparentes juguetes eran algo parecido a un carruaje con forma de tetera, un pequeño montón de madera para una hoguera, aceite de lámparas y yesca. Pero los artesanos detrás de Tycho y Torden avanzaron con prisas y levantaron el pequeño carruaje con forma de tetera, y teniendo cuidado de no derramar el agua dentro, inspeccionaron sus ruedas y los mecanismos que las hacían moverse.

—Nunca vi nada igual. Comprendo el mecanismo, y es genial, pero no entiendo su utilidad —dijo un anciano de cuerpo robusto y barba con leves rastros de haberse quemado más de una vez, ignorando a todos y mirando a Robb. Robb asintió.

—Eso es porque falta el fuego —dijo Robb mirando a Dacey Mormont, quien se encogió de hombros y procedió a encender el fuego usando el aceite de lámparas.

—Coloqué el modelo sobre la llama, y no se preocupe, todos los mecanismos son de acero, no van a derretirse o deformarse con facilidad —explicó Robb al anciano, quien pareció reacio a colocar el modelo sobre el fuego una vez que este estuvo encendido. Tycho frunció el ceño un minuto después, porque no pasaba nada.

—Tardará un poco más, tenga paciencia —dijo Robb.

Todos esperaron por cuatro minutos más, hasta que la tapa de la carreta tetera se levantó de golpe, y el modelo salió corriendo por sí solo, provocando gritos y maldiciones de sus señores más supersticiosos.

Tycho y el enviado del Señor del Mar miraron la escena con los ojos muy abiertos de la sorpresa. Los artesanos que trajeron con ellos corrieron detrás de la tetera carreta, y el Gran Jon gritó y se carcajeó.

Dacey Mormont, que era la que estaba al lado del prototipo de vehículo de vapor, dio un respingo y sacó su espada dispuesta a partir el cacharro en dos, pero el modelo salió en la dirección opuesta a donde estaba ella.

Después de unos diez segundos, y sin el calor del fuego, el modelo se detuvo por sí mismo, y los artesanos parecían desesperados por cogerlo y estudiarlo de nuevo, pero era un cacharro de acero y había estado sobre el fuego, por lo que estaba extremadamente caliente.

—El modelo a escala real hará que el fuego sea una parte interna de la máquina, haciendo que se mueva de forma constante, y la caldera estará separada de las ruedas, pero en principio es lo mismo: una máquina que se moverá por sí sola, ya sea sobre tierra o sobre el mar, sin necesidad de caballos, remeros o velas —explicó Robb llamando la atención de todos, que se habían calmado al ver que el modelo en miniatura se detenía.

—¿Creen que he exagerado cuando les dije que podía mostrarles el futuro si eran sinceros en su proceder con la información detallada en ese libro? —preguntó Robb con una sonrisa. Tycho y Torden se miraron el uno al otro y luego miraron al anciano.

—Es posible, pero tardaríamos una década en pasar de esto a lo que él describe —dijo el anciano.

Robb asintió y sacó un libro de su lado para entregárselo a uno de sus guardias y que este se lo entregara al anciano de barba quemada, pero antes de que lo abriera, Robb levantó la mano.

—Le advierto que si abre ese libro y ve su contenido, si no llego a un acuerdo con mis invitados, solo vuestra cabeza regresará con ellos, y si queréis quedaros con ella, tendréis que servirme a mí el resto de vuestra vida —explicó Robb.

El anciano dudó por un segundo, pero luego abrió el libro con decisión, abriendo cada vez más los ojos a medida que leía.

—Sería un honor para mí aprender de la persona que escribió e hizo estos planos —declaró el anciano cinco minutos después, mientras apartaba el libro para que los demás artesanos no pudieran ver ni siquiera su portada.

Robb hizo una mueca, al parecer el anciano tampoco creía que todas estas cosas fueran de su autoría. Pero eso no importaba. Robb miró a Tycho.

—No necesitan una década para lograr nada, pues en ese libro está todo lo necesario para construir lo que he descrito —dijo Robb y Tycho miró al anciano que asintió con decisión—. Por supuesto, esta vez no haré una apuesta de confianza en ustedes, y si quieren ese libro, deberán ofrecer el pago correspondiente, por este, y por el primero que les he enviado, que al parecer también les ha impresionado —dijo Robb. Tycho lo miró con serenidad.

—Mi señor, el Banco de Hierro jamás robaría a sus preciados clientes, nuestra conducta es intachable y nuestra reputación nos precede —declaró Tycho. Robb le imitó, dirigiéndole una mirada serena. Sería un completo idiota si creyera esa propaganda absurda, conociendo la reputación de estos tipos. Tycho no dijo más para intentar demostrar su punto.

—El Banco de Hierro ofrece seis millones de monedas de oro por todo lo descrito en el primer libro, y como ha solicitado, estamos dispuestos a compartir el cincuenta por ciento del mercado para el segundo libro, proporcionarle el ochenta por ciento de la producción inicial durante un período de tres años, además de permitir a los Manderlys, y sus artesanos, participar en la construcción de este proyecto —ofreció Tycho.

Ellos habían aceptado sus condiciones para el segundo proyecto, pero le estaban estafando con el primero, porque las cosas que se detallaban en ese libro eran la producción industrial de papel, la imprenta, jabones, colonias y la fabricación de acero de calidad empleando altos hornos. Ese era un negocio para toda la vida, y daría ganancias por miles de millones de monedas de oro en su apogeo, y decenas de millones en un corto plazo.

—¿Señor Tycho, señor Torden, me han visto ustedes cara de mendigo? ¿Por qué mencionan seis miserables millones de monedas de oro como si fuera una gran oferta? ¡Solo es calderilla en comparación a lo que les ofrezco! —reprendió Robb con justa indignación, pero Tycho lo miró y no dijo nada, solo giró su cabeza para indicarle que mirara a sus señores, que estaban con la boca abierta de puro asombro.

«Sí, ellos son la descripción gráfica de un mendigo viendo algunas buenas monedas», pensó Robb sintiendo un dolor de cabeza creciente. Sus lores estaban ahí para que el Banco de Hierro comprendiera que él tenía un ejército detrás, y no podían intentar hacer trucos porque se los pondría en la puerta de su casa para reclamarles cualquier trato inadecuado. Pero estos señores le estaban causando muchos problemas.

—Diez millones de monedas de oro y la cancelación de la deuda del Trono de Hierro. No es necesario que reconozcan a alguien como rey —dijo Robb con impotencia y pesar.

Al final, sus señores arruinaron la mayor parte de sus planes. No se podía confiar en ellos para asuntos sutiles como estos.

—Podemos discutir esos términos, pero creo que no habrá problemas. Ahora hablemos de la forma de pago. ¿Según su carta, mi señor está interesado en barcos y suministros como parte del pago? —preguntó Tycho.

...

Davos

Davos Seaworth miró la oscuridad creciente mientras se acercaba al puerto. Aún así, al atracar su barco, no dudó y emprendió rumbo a la Fortaleza de Roca Dragón, una fortaleza tan antigua como las historias que se escuchaban de ella.

Cuando Davos anunció su llegada, ya era casi la medianoche, pero como esperaba, se le hizo pasar de inmediato, y unos minutos después, en una sala alumbrada por la luz de una hoguera, encontró a su señor, Stannis Baratheon, señor de Roca Dragón y príncipe heredero de Robert Baratheon. El difunto rey, muerto recientemente en una cacería, pero según los rumores circundantes, fue asesinado por la reina, porque su Mano se disponía a acusarla de traición, incesto y el asesinato de la anterior Mano.

Según decían, por estos crímenes, tanto el rey como su nueva Mano pagaron con sus vidas. Pero todo esto eran rumores. Rumores que venían del norte, pero sobre los cuales no había ningún pronunciamiento oficial de parte de ningún señor.

—Ser Davos, bienvenido, tome asiento y cuénteme las palabras de mis señores —ordenó el rey con brusquedad.

Davos se sentó en un sillón que estaba a su lado, aunque su Lord permanecía de pie, con su gran altura y cuerpo musculoso creando sombras mientras las llamas bailaban en la hoguera. Él ya estaba medio calvo, pero no llegaba a los cuarenta y estaba más cerca de los treinta, pues era el hermano menor del rey Robert Baratheon. A su lado estaba la Mujer Roja, una sacerdotisa que venía del otro lado del mar y que se había convertido en la confidente de la dama Selyse, y ahora también una de los consejeros del Lord.

Davos sintió un pequeño escalofrío al mirarla. No porque fuera fea o por cualquier detalle en ella. La Mujer Roja era una de las más bellas que Davos hubiera visto, lo que le hacía sentir escalofríos en ella era su susurrada magia y lo que había pasado hacía un mes atrás…

Davos apartó su atención de la Mujer Roja y volvió a su señor.

—Mi rey, los señores de la tormenta dijeron muchas palabras, pero ninguna de ellas fue un apoyo o un juramento de lealtad —resumió Davos porque a su señor no le gustaba que le dieran discursos. A su vez, sacó una carta y se levantó para pasársela a su rey, que no mostró sorpresa por sus palabras anteriores y recibió la carta.

—Un cuervo la dejó caer sobre mi cara cuando partía de las tierras de la tormenta —explicó Davos. Ese animal inoportuno la estalló directo en su rostro, y con la velocidad que volaba, no fue una experiencia grata.

El rey Stannis frunció el ceño y miró la carta con ojo crítico mientras Davos volvía a sentarse.

—El Lobo de Invierno —comentó viendo el sello de la carta, que era diferente a todos los que Davos vio hasta ahora.

El sello era la cabeza de un lobo huargo, grabada sobre una cera blanca como la nieve y sus ojos eran azules como zafiros. Davos había dicho lo mismo que su señor al ver la carta, porque había todo tipo de rumores extraños acerca del hijo de Eddard Stark, incluyendo que podía enviar cuervos a personas específicas… Bueno, ese ya no era un rumor porque él mismo lo comprobó.

—Así que la desgracia de Tywin Lannister es cierta —dijo su rey haciendo una mueca de sonrisa al mirarle.

—Majestad, considerando que lo he visto en persona, es lo más probable —confirmó Davos.

Se decía que el Lobo de Invierno jugó al poderoso Lannister como a un cachorro indefenso usando este mismo truco para marcar sus movimientos, engañarlo con un señuelo y luego ir a capturar a su hijo, al que algunos rumores decían que lesionó su brazo de la espada por haberlo blandido en contra de su padre. Por supuesto, tal cosa sería una atrocidad a ojos de hombres y dioses, por lo que el Lobo de Invierno juró que el Lannister le embistió, y él solo se defendió. El mismo Jaime Lannister era testigo de ello.

Sus señores también habían jurado que los hechos sucedieron cómo fueron descritos, y Jaime Lannister también mandó una carta, pero este estaba prisionero en manos del Lobo de Invierno y se debía esperar a que fuera liberado para conocer su versión de los hechos.

Con todo lo que Davos había oído del Lobo de Invierno, no se creería que eso fue un accidente, incluso había rumores de que el Lobo de Invierno mandó a preparar la ballesta con las que lesionó al Lannister al salir de su castillo, más de un mes antes, y que en ese momento no llevaba más virotes que los que usó contra Jaime Lannister. Era evidente que solo esperaba que el Lannister le embistiera para lesionarlo. Averiguar esto no era muy difícil porque el Matarreyes era conocido por su carácter volátil. Por supuesto, si fuera así, el Lobo de Invierno sería culpable, pero no podrían acusarle de nada porque el Matarreyes había embestido contra él como había descrito en un principio…

—Cinco mil hombres —murmuró el rey Stannis.

Davos sabía de lo que estaba hablando. Estas eran las acciones de uno de los señores del Lobo de Invierno, Roose Bolton, que fue enviado para servir de señuelo para Tywin Lannister, mientras el Lobo de Invierno capturaba al Matarreyes.

La treta no duró mucho, y Tywin Lannister se enteró tres días después, cuando aún no se había encontrado con el ejército de distracción de Bolton, por lo que dio media vuelta y se preparó para ir al rescate de su cachorro, creyendo que Bolton no se atrevería a atacar a un ejército diez veces mayor al suyo, pero se equivocó por completo, porque el Lord atacó sus suministros, robando la mitad de ellos, y luego lanzó un ataque decidido sobre sus filas traseras, cobrándose la vida de tres mil hombres del león, que indignado, tuvo que detener su marcha de rescate y plantarle cara durante tres días, en que Bolton desapareció de su vista.

El león, consciente de que su hijo estaba en peligro, reanudó la marcha, esta vez cuidando su retaguardia durante tres días, y al ver que no era atacado, volvió a apresurar el paso sin ninguna consecuencia. Luego, estando cerca de su destino, se enteró de que su hijo ya era un rehén, y decidió marchar a Harrenhal, pero tres días después de comenzar su marcha, Roose apareció de la nada y atacó de frente, dándole el susto de su vida al viejo león, que había concentrado sus fuerzas para proteger su retaguardia y suministros, quedándose al frente con su guardia de batalla, sus señores y los soldados más cansados.

El esperaba un ataque a su retaguardia para diezmar las fuerzas de Roose, que se apareció en su cara, matando a diestra y siniestra, y se decía que incluso el león tuvo que luchar por su vida para salir de allí, y en este momento yacía agonizante en Harrenhal. Los rumores habían llamado a la batalla "la tragedia del león".

Davos solo podía quedarse con la boca abierta ante la astucia de los norteños, que siempre habían sido conocidos por su brutalidad, pero que estaban diezmando las fuerzas de los Lannister con una emboscada detrás de otra.

—Majestad, no creo que esa cifra sea real, Lord Tywin marchaba con un gran número de seguidores, puede que la mayoría de los muertos sean estas personas. Un ejército así no perdería más de dos mil hombres en una emboscada hecha por solo tres mil hombres, pues solo dispondrían de unos pocos minutos para golpear y huir antes de ser perseguidos y pasados a espada por los superiores números de su enemigo —opinó Davos. El rey Stannis asintió en acuerdo mientras rompía el sello y sacaba una carta para leerla.

Mientras leía, su señor apretó los dientes en repetidas ocasiones, por lo que Davos supuso que no eran las noticias que esperaba. Davos no lo entendía.

Mientras estaba en Bastión de Tormenta, él escuchó la frase, "Stannis es venganza", y esta se había extendido por todo el reino, como una declaración de que tanto el norte como las Tierras de los Ríos se unirían a su señor, pero esta actitud de su señor decía lo contrario. Davos guardó silencio y esperó expectante a que su señor acabara de leer la carta, lo que hizo tres veces antes de tirarla a la hoguera con un rechinar de dientes.

—¡Mocoso indisciplinado y arrogante! —reprendió el rey con ira. Él miró a Davos—. Dice muchas tonterías, pero en esencia, dice que se quedará a jugar a Tywin Lannister en las Tierras de los Ríos, me mantendrá informado sobre los planes del enemigo, y que me jurará lealtad como debe ser, frente al trono de hierro, cuando haya conquistado Desembarco del Rey —gruñó su señor y rechinó los dientes.

"En resumen, no va a darnos ni un solo hombre", pensó Davos contrariado, pero fue distraído por una risita suave, una que venía de la Mujer Roja. Él y su señor la miraron.

—Mis señores, el joven no es arrogante, solo expresa su confianza absoluta en el elegido R'hllor, el señor de la luz. Yo opino lo mismo, nuestro príncipe prometido no necesita ejércitos para ganar el trono de hierro, solo su fe en R'hllor —declaró Melisandre.

Davos pensaba muchas cosas al respecto de esta declaración, que no se atrevería a decir en su vida.

Tyrion

Tyrion Lannister releyó la carta que le habían entregado al presentar sus papeles como Mano interina del rey, después de un correspondiente suspiro de fastidio hacia su hermana Cersei, quien según todos los rumores que había escuchado en los últimos meses, era una de las personas más locas, psicópata y despreciable que conocería en toda su vida.

Entre los muchos rumores sobre ella, se incluían el asesinato de un rey, que era su esposo, dos manos del rey, los hijos bastardos del rey (incluyendo a un bebé de pecho), tener tres bastardos de su propio hermano, ser amante de su primo Lancel Lannister, ser una alcohólica y, por supuesto, ser zorra. Eran tantos los rumores que nadie pensaría que fueran simples casualidades, aunque aún no había ninguna acusación oficial en su contra.

Tyrion miró el sello roto pegado a los bordes de la carta, que según el maestre Pycelle, Gran Maestre del reino y uno de los miembros del Consejo, un cuervo se lo lanzó a la cara apenas entró a su torre de cuervos, picoteándole un ojo y saliendo volando. El ojo vendado del anciano servía como prueba de su historia y también daba fe de los rumores de cómo su señor padre fue jugado por un niño.

Tyrion juntó el sello roto. Era un sello de color blanco, grabado con un lobo huargo de ojos azul zafiro. Extraño y fascinante a la vez, Tyrion quería saber cómo fue hecho ese sello, pero no era momento de admirar el arte en el sello de una carta, sino de evaluar las palabras.

En resumen, después de los saludos y el protocolo adecuado, el niño quería a su hermana Sansa Stark de vuelta, y la estaba cambiando por nada más y nada menos que por su hermano, Jaime Lannister, hijo único y heredero de Roca Casterly, a ojos de Tywin Lannister. El niño no pedía nada más que a su hermana, ni siquiera una moneda de oro extra, aunque según lo que había oído, ahora tampoco le hacía falta el dinero.

—Deja de leer, ya llevas media hora con esa carta. Ahora concentrémonos en discutir el proceso de entrega para asegurar la vida de mi hermano —dijo Cersei.

Para otra persona, ella era vaga en sus palabras, pues tenía dos hermanos, pero para ella estaba siendo exacta, pues no veía a Tyrion, el enano que mató a su madre, como un hermano, y se lo recordaba cada vez que lo miraba, imprimiendo todo el asco y repulsión que podía en la expresión de su rostro.

Tyrion la miró de arriba abajo. Ella llevaba un vestido digno de una reina y lucía el cuerpo de una diosa, de larga cabellera dorada y ojos verdes. Nada daba indicios de que le faltara el cerebro.

—¿No crees que hay algo extraño en esta carta? —preguntó Tyrion con seriedad. No creía posible que su hermana fuera tan estúpida.

Varys, el calvo y gordo consejero de la moneda, vestido de seda, polvos y perfume, a quien llamaban la araña, soltó una risita nerviosa. A su lado, Petyr Baelish, a quien los norteños reclamaban la cabeza porque de alguna forma se enteraron de que había traicionado a su Lord, la anterior Mano, Eddard Stark, se acarició su pequeña barba arreglada.

Baelish era solo dos cabezas más alto que Tyrion, y hasta más flaco, no había dudas de por qué le apodaron Meñique. Luego estaba Ser Janos Slynt, un animal del que Tyrion pensaba encargarse pronto. Janos era un tipo gordo, calvo, quemado por el sol y sudoroso como un cerdo en pleno verano, que le ofrecía una sonrisa grasosa cada vez que él lo miraba.

—Sí, parece que los norteños ahora sufrirán las consecuencias de poner a un niño al frente de su ejército —sentenció Cersei.

Tyrion comprendió que era inútil tratar de hacerla razonar por cuenta propia, por lo que, por el bien de la paz, procedió a explicarle la situación.

—Cersei, querida hermana, en el último ataque, nuestro señor padre ha capturado a más de seiscientos norteños, incluido el heredero de uno de sus señores, Wilys Manderly, y muchos de los hijos de estos.

»Sin embargo, pudiendo exigir como rehenes a la mayoría de ellos, incluida su hermana si es que estaba dispuesto a hacer un intercambio, acción incomprensible, porque nadie en su sano juicio intercambiaría a mi hermano Jaime Lannister por nadie menos que uno de los grandes señores de los Siete Reinos, y aún tengo dudas sobre alguno de ellos, este niño solo exige a su hermana, ignorando a todos los demás prisioneros, e incluso a su otra hermana, que hasta este momento, yo creía que estaba en nuestras manos, pero ahora me doy cuenta de que los norteños saben más sobre lo que tenemos y no tenemos que yo —concluyó Tyrion, porque la carta también implicaba que Arya Stark no estaba en sus manos o que a su hermano no le interesaba, lo cual era tonto de pensar.

Varys se removió con incomodidad, y Meñique volvió a acariciarse la barba. Tyrion ni siquiera quiso mirar a Janos y a Pycelle.

—¿A quién le importa lo que planee ese niño? Si quiere cambiar a esa niña por mi hermano, solo debemos preguntar a dónde quiere que le mandemos a la mocosa y con qué ropa quiere que vaya vestida —declaró Cersei.

Tyrion hizo una mueca. Él ya había conocido a Sansa Stark al llegar. Ella supo sobreponerse a los maltratos y humillaciones de su sobrino, pero no era nada del otro mundo. Tyrion no veía nada en ella que la hiciera tan valiosa como a su hermano.

Se podía decir que Sansa Stark superaba en inteligencia a su hermano, pero eso se podía decir de casi todos los nobles del reino. Él era el primero en admitir que su hermano nunca sería un genio o alguien que destacara en astucia o inteligencia. Pero esto no era una competencia de atributos, sino de valor, y el valor de Jaime como rehén superaba mil veces al de Sansa Stark. En parte, Cersei tenía razón, y no debían dudar en aceptar el trato.

Sin embargo, Tyrion, que había estudiado al Lobo de Invierno desde que vio cómo jugó con su padre como un gato con un ratón moribundo, tenía esa vocecilla molesta que le repetía en la cabeza que por ningún motivo debía devolver a Sansa Stark o intercambiarla por Jaime. Y esto no era un presentimiento, era su propia experiencia, o más bien, la experiencia de su desafortunado señor padre, que subestimó al niño desde un principio y ahora estaba lamiendo sus heridas en Harrenhal tras una campaña desastrosa.

En su última batalla, donde Roose Bolton salió de la nada y se lanzó de frente, cuando su padre había fortificado su retaguardia y montado al menos diez emboscadas en su camino para asegurarse de hacerle sufrir una pérdida desastrosa al insistente señor, su señor padre fue jugado por las estrategias de los norteños, y a pesar de que esa batalla podría calificarse como una victoria, pues Roose se retiró con poco más de la mitad de sus tres mil hombres, se debía tener en cuenta que su padre perdió cinco mil hombres, y que su enemigo solo tenía tres mil hombres mientras su ejército llegaba a los veinte mil.

Los hombres que Bolton perdió no superaron los cuatrocientos, porque el resto, después de matar hasta saciar su corazón, al verse rodeados, levantaron las manos y se rindieron, ofreciendo oro por su rescate mientras, de forma descarada, les recordaban a los hombres de su padre que el Lobo de Invierno tenía a más de cinco mil prisioneros Lannister, incluyendo al cachorro del león.

Ante esta clara amenaza, su señor padre solo pudo tragarse su ira y encerrarlos a todos, a pesar de que en batalla y antes de huir, el mismo Bolton había tratado de cortarle la cabeza, dejándole una fea cicatriz en la mejilla derecha. Por fortuna, eran pocos, y la guardia de batalla de su padre pudo repelerlos, dejando como saldo quince hijos de grandes familias muertos, que ahora reclamaban venganza, dándole terribles dolores de cabeza a su padre.

No, Tyrion no se fiaba ni un pelo de los norteños, y sentía que en cualquier momento él también recibiría un corte en la mejilla si no rechazaba este aparente buen trato. Tyrion no tenía la suerte de su señor padre, que había sobrevivido como Mano del rey loco, Aerys Targaryen, a la guerra de Robert Baratheon, a la de los Hijos del Hierro, incluso a los planes rastreros y taimados del Lobo de Invierno y sus esbirros cuando estos se le lanzaron al cuello. No, Tyrion había sido desafortunado toda su vida, incluso los dioses le maldijeron al nacer enano.

Su madre murió por su causa, lo que hizo que su padre lo odiara; su hermana había tratado de matarlo en varias ocasiones… Él estaba seguro de que ese corte a su garganta no fallaría.

—Lord Petyr, ¿qué opina de esto? —preguntó Tyrion, tratando de ganar tiempo. Petyr asintió como si esperara la pregunta y no mostró nada en su expresión serena que delatara alguna emoción. Este tipo era frío hasta los huesos, incluso sus sonrisas eran falsas.

—Podríamos suponer que el brazo de la espada de Ser Jaime fue irremediablemente dañado, y que de hecho, la historia de cómo sucedieron los hechos también sería falsa, por lo que una vez que Ser Jaime vuelva, nos contará todo, y los norteños ya preparan sus excusas por adelantado, ofreciéndonos este intercambio como forma de compensación, para que no manchemos su honor —dijo Petyr. Tyrion reflexionó, al menos esa era una teoría interesante.

Se rumoreaba que el Lobo de Invierno era un psicópata, que intentó cortarle la cabeza a uno de sus señores para que el resto no dudara en seguirle, y lo hizo de tal modo que ellos no pudieron reprocharle su honor, porque justo se amparaba en este para sus acciones. Del mismo modo, se rumoreaba que las ballestas que hirieron el brazo de su hermano ya habían sido preparadas desde su salida de Invernalia, y todos sus señores lo vieron. También se sabía que solo tenía dos ballestas y que no se les dio uso hasta que fueron disparadas contra su hermano, y luego desechadas.

Esto hacía evidente que el Lobo de Invierno de hecho ya planeaba arruinar el brazo de su hermano desde hacía mucho tiempo, y planeaba hacerlo usando una ballesta, arma que todo espadachín despreciaba por considerarla de cobardes. Pero los hechos oficiales eran otros, pues todos confirmaban que su hermano, al verse rodeado, no se rindió sino que envistió contra Robb Stark, y este le disparó en defensa propia; algunos dirían que fue afortunado de que no le matara. Tyrion también había leído una supuesta declaración de su hermano, diciendo que él envistió y que la defensa de Robb Stark era legal.

Por todo esto, y a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra, la única duda que pesaba sobre el honor de Robb Stark era si el testimonio de su hermano era falso. Como hacía siempre, el Lobo de Invierno se escudaba en su honor y deber para cometer actos deshonrosos, y sin ningún honor más que una sed de sangre y venganza.

—Puede ser —admitió Tyrion de mala gana—. Aún así, mi hermano no es de los que mantengan la boca cerrada, si el Lobo de Invierno actuó con deshonor, él lo dirá sin ningún temor, aunque le llamen a él "rompe juramentos". No veo por qué lo liberaron —aseguró Tyrion. Así era su hermano. Varys soltó otra risita nerviosa, y Tyrion lo miró amenazador.

—¿Discrepa de mi opinión, Lord Varys? —preguntó Tyrion con tono amenazador.

—Mi señor, su hermano, de hecho, es una persona sumamente discreta. Si han logrado hacer que él esté de acuerdo en decir que su brazo fue justificadamente roto en varias partes, no dirá lo contrario aunque le corten la cabeza —dijo Varys. Tyrion solo pudo mirarle aturdido, incluso su hermana lo miró con sorpresa—. Mis señores, me temo que eso es todo lo que puedo decir, si quieren saber más, deben hablar con Ser Jaime directamente —dijo Varys mientras hacía gestos nerviosos con sus manos regordetas. Tyrion hizo varias muecas. ¿No conocía él a su hermano?, se preguntó Tyrion en un pensamiento aturdido.

—Entonces, tenemos una causa probable: el propio Ser Jaime logró su liberación al aceptar mantener el honor del comandante enemigo, y este intercambio es solo una excusa —dijo Petyr. Tyrion gruñó, pero se vio obligado a asentir, al menos hasta que pudiera hablar con Jaime y preguntarle qué demonios estaba ocultando, y cómo la araña lo sabía… fuera de ese asunto del incesto entre él y Cersei, que Tyrion ya suponía que era real y no necesitaba preguntar sobre ello.

—Bien, aceptaremos el intercambio, pero debe ocurrir aquí —dijo Tyrion.

Si los norteños estaban tan confiados en este trato y no planeaban nada, aceptarían el trato; si no aceptaban, podrían seguir negociando y él tendría más tiempo para pensar las cosas.

NA: Aclaraciones: Si no lo notaron, el que entrega las cartas es Bran. Robb no tendría tiempo para eso, él solo las escribe.

No hay forma de que Robb deje vivo a Meñique, quien ha matado a su padre.

En el siguiente capítulo, veremos más cosas durante la pausa que habrá hasta la siguiente guerra. Tendremos un punto de vista de Arya, Tyrion, y creo que Jaime, para ver lo que le pasó después de su captura. Aunque no sé si alcanzará, porque si es muy largo, lo dividiré en dos capítulos, como hice con el primero. También escribí un punto de vista de Sansa para este capítulo.

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