Salió a dar un paseo para despejar la mente y aliviar sus nervios. Marinette intenta poner en orden sus ideas, y las turbulentas emociones que se agitan en su interior. En realidad no está prestando mucha atención por dónde o a dónde la llevan sus pies. El motivo de su agitación: ha llegado la oportunidad que tanto había esperado desde hace años, diez para ser precisa. Y ahora que la tiene segura, simple y llanamente no sabe qué hacer. La invitación, vuelta a doblar cuidadosamente y guardada entre sus bocetos más recientes, es la primera señal en los últimos diez años de que lo está haciendo en verdad va a producir algún cambio significativo a futuro. Porque no hay nada mejor que tener la casi certeza de que conocerá antes de tiempo a la familia motivo de todo el desastre en torno a los prodigios y su magia; o al menos a uno de sus integrantes. No puede evitar sentirse intimidada ante lo que eso representa. La seguridad que había estado construyendo en estos últimos años se desplomó de golpe en cuanto vio el sobre con su nombre escrito en él que le tendió su madre hace unas horas durante el desayuno.

— Una oportunidad como ninguna otra —había comentado su padre entusiasmado, visiblemente orgulloso—. Monsieur Agreste no podía ignorar tu talento por más tiempo. No ahora que has resultado la mejor en las nacionales, Marinette.

Marinette no pudo más que coincidir con él. La clave, que sencillamente no planeó del todo, fue intervenir ella misma en los diseños de sus trajes de competencia. Por alguna razón, conforme avanzaba en sus clases de patinaje, su torpeza comenzó a aminorar hasta desaparecer y su entrenador pudo apreciar su gracia innata. Lo que favoreció que la pusiera en contacto con uno de sus colegas que entrenaba patinadores de competencia. Si club le ofreció la oportunidad de entrenar para participar en justas locales y nacionales con vistas a llegar algún día a las competencias internacionales. Le vieron futuro como patinadora y Marinette, incapaz de decir no, terminó accediendo. Pasado su horror a lo que estaba ocurriendo, ella cayó en la cuenta de que podía tratarse de una oportunidad única. De esforzarse lo suficiente y llamar la atención correctamente, cosa que no le agradaba en lo más mínimo, se colocaría en la mira de las grandes empresas, incluso las trasnacionales, para hacer publicidad y esas cosas. Con suerte conocería a las personas correctas y… todo fluiría como el agua. En el mejor de los escenarios podría recuperar los dos prodigios perdidos antes de que fueran empuñados por el egoísmo. Así ni los kwamis, ni París, ni ella tendrían que sufrir por ello. Quizá hasta con eso evitaría que Félix cometiera cualquier locura en nombre de su preciada libertad o de sus seres queridos sin necesidad de hacerle entrar en razón por la fuerza. No critica al chico por sus ideales, aunque sí le tiene cierta aprehensión por sus métodos. Le alegra todavía que haya cambiado después de su intento de vaciar París, pero preferiría que ese evento no existiera, que no sea necesario para su crecimiento como persona. Así, en el intento por llevar los prodigios de vuelta con el Maestro Fu, a quien no ha buscado contactar nada más para no alterar tanto el curso de los acontecimientos, también estaría cerca de eliminar cualquier oportunidad de Adrien para destruir el mundo y la akumatización de cualquier otra persona. Es consciente que con eso sería altamente probable, sino es que una certeza indiscutible, que así Marinette hasta prevendría que Adrien y ella llegaran a ser el dúo imparable de la otra vida: Ladybug y Chat Noir… Marinette tuvo que respirar hondo la primera vez que el pensamiento cruzó por su mente. Tiene que confiar ciegamente o lo arruinará todo otra vez y por la misma causa. Si la suerte o el destino están en que ellos dos estarán juntos en un futuro, nada los separará, ni siquiera las decisiones de ella por salvar al mundo de un hombre cegado por el dolor de la pérdida.

— No hay mejor evento propiciatorio que esta invitación —añadió su madre igual de emocionada—. Estoy muy feliz por ti, Mari.

Si la cuestión se redujera a eso, Marinette estaría más que complacida. Su sueño dorado, el de su anterior vida por supuesto, se está cumpliendo en ésta. Logro que no hubiera alcanzado de no ser por la madurez con que ahora cuenta. No obstante, lo que menos le interesa en estos momentos es impresionar a una gran figura de la moda. No. Menos aún a Gabriel Agreste. Pero debe admitir que es una oportunidad grandiosa que no puede dejar pasar. Y no sólo porque hasta ahora ningún diseñador le está ayudando a confeccionar sus diseños en tela e hilo. Es algo más. Seguramente Gabriel Agreste no es ni la mitad de lo que será dentro de unos tres o cuatro años, pues todavía Madame Agreste sigue viva; y con suerte bastante sana —es revitalizante poder sentir sin temor a ser akumatizada. Marinette cayó en la cuenta hace poco que nunca supo los pormenores del coma de Émilie Agreste, pero sí tiene claro que ocurrirá dentro de poco y en términos generales cómo lo hará. Le agradecería a Félix una y otra vez si pudiera, mas en esta vida él no tiene idea de cuánto le ha enseñado y ayudado. Ni siquiera cuenta con Adrien para secundarla en sus planes. Al contrario está sola y debe apañárselas como pueda. Lo único que puede esperar Marinette de todo esto es asegurar que estará ahí, junto a los Agreste, desde el principio, mejor aún desde antes de la tragedia. Quizá no para impedirla, porque sin Fu no tiene ni idea de qué podría hacer ella por ellos, pero sí para evitar que el daño escale a niveles milagrosos. Marinette no espera poder persuadir o negociar con alguien que aún no tiene que enfrentar su dilema. No, señor, eso está completamente fuera de toda posibilidad. Alteraría la línea del tiempo para mejor… o para peor de cometer el más mínimo error. Mucho riesgo. Ganas de volver a empezar una tercera vez o definitivamente morir sin haber logrado su objetivo no tiene. Debe pensar en algo más, en algo menos revelador, puede que menos diplomático. Su ventaja es que conoce la mansión lo suficiente como para confiar en que podrá infiltrarse en ella con éxito, pero lo único que se le ocurre es replicar una táctica que implica la ayuda de Barkk o valerse de habilidades como las de Kalkki o Fluff… Obviamente acceso a un prodigio no tiene. Se siente miserable. Si tan sólo ya hubiera conocido a una de las pocas personas que le importan a su estratega de confianza, esto no estaría pasando.

— Supongo que sí, mamá —admitió Marinette sin mucha alegría, fingió una sonrisa para no alarmar a sus padres—. Todavía no puedo competir con los senior y ya estoy pensando en aparecer en portada —rió sin muchas ganas—. Eso sí que es mucha suerte —eso sí que aumenta la presión que ya de por sí competir a ese nivel tiene.

Sus circunstancias no son muy alentadoras. Repentinamente ya no confía tanto en su habilidad, ni en su buena suerte. Necesita ganar, necesita portarse lo mejor posible en el set, o de nada servirá todos sus esfuerzos previos. No podrá estar cerca de Adrien y su padre de otra manera. El único aliado valioso en que podría pensar para un plan B es… bastante inaccesible. Ella nunca significó algo para él salvo a través de su novia y su primo. Genial. Ya puede irse olvidando de él, realmente no le va a servir de mucho conocerlo. De seguir las cosas su curso original, Adrien sólo se fijará en ella como amiga y como Ladybug, falta mucho para la primera y duda que ocurra la segunda. Kagami la conocerá hasta mucho después. Y todavía a ambos les falta salir juntos antes de tomar sus propios caminos. Su importancia ante Félix sólo llegará entonces, si no es que, por azares del destino y los cambios que ha hecho, se hace del prodigio de pavo real antes de tiempo. Todo estará perdido si eso ocurre. Ella no tiene oportunidad en sus condiciones actuales. ¿A dónde fue a parar su lado Ladybug cuando más lo necesita? Quizá se esfumó con Tikki en cuanto volvió al pasado. Imposible. Ha estado con el antifaz imaginario puesto desde que regresó. Debe ser otra cosa… Una melodía la saca de sus negros pensamientos devolviéndola con suavidad a la realidad. La música es tan atrayente que Marinette tarda en reparar en sus alrededores. Con incredulidad y algo tarde se percata de que sus pies la han traído a orillas del Sena sin haber sido ésa su intención, entonces enrojece al notar el barco amarrado a la orilla. La culpa y la vergüenza la inundan sin piedad. Esto no estaba en sus planes.

— Luka —murmura para sí casi en una exhalación.

Los recuerdos se le caen encima, en tropel y sin piedad. Si en un principio bromeó con tomar clases de patinaje para tener la sensación de que se estaba ocupando en algo, terminó siendo una decisión que se tornó seria, incluso crucial. Secretamente desde el momento en que puso sus patines sobre el hielo no dejó de pensar en Luka y aquella vez de la doble cita. De alguna manera se sentía culpable por no haber considerado los sentimientos de los demás, en especial los de Luka, y centrarse solamente en ella. Por donde lo viera, dada su edad, podía disculparse tal comportamiento, aunque sólo a medias. Podía achacarlo a su inmadurez o… a que era bastante boba e infantil. Lo que fuera. Sin embargo, pensando en la prueba a que el Maestro Fu la había sometido, porque ahora entendía que eso no había sido otra cosa más que una prueba, le resulta lamentable e inexcusable su comportamiento aquella vez con Luka y en tantas otras ocasiones en que estuvo con él, y con muchas otras personas. Podrá calificar a Cloé de odiosa; a Lila de repugnante, pero ella, Marinette, era una heroína. Los héroes se sacrifican y piensan en los demás. ¿Cómo esperaba desempeñarse como una Ladybug excepcional si ni siquiera actuaba como una heroína promedio? Con esa actitud ni siquiera a antihéroe llegaba, pero… Esa fue su perdición… Es una pérdida de tiempo lamentarse por eso, ahora tiene la posibilidad de enmendar sus pecados; ése y otros más. Su invitación es sólo el umbral de una posibilidad para acceder a la mansión sin restricciones, ni desdén, ni sospechas. Una vez dentro tendrá que correr con suerte y eso se supone que le sonreía desde siempre en su otra vida. Espera que, tratándose de prácticamente la misma línea temporal, eso no haya cambiado.

— Pero antes de eso, debo hacer algo por mi músico y compositor favorito. Si a alguien puedo tener de vuelta en mi vida y sin muchos problemas es a Viperion. Mi segunda oportunidad —se dice en voz no muy alta dirigiéndose con paso firme hacia el barco—. ¡Buenos días! ¿Hay alguien en casa? —exclama sin pensárselo demasiado.

La música se detiene abruptamente al tiempo que alguien se deja ver desde cubierta.

— Disculpe la intromisión, madame —continúa Marinette al reconocer a Anarka Couffaine, debe morderse la lengua o levantará sospechas que no podrá disipar sin levantar más o echarse de cabeza—. Paseaba cerca y he escuchado la música que provenía de su barco. Una calidad rara vez encontrada, debo decir. El hecho es que no pude evitar querer saber más de ella y su ejecutor, si es posible su creador. ¿Podría ayudarme con eso si no es mucha molestia?

Se siente algo tonta hablando de esta manera aunque sea la correcta. Aún no se cruza con Juleka en ninguna parte, y cuando lo haga probablemente no tendrá mucho tiempo para convivir con ella o con cualquiera en la escuela. Por lo tanto, menos aún ha tratado con Luka, ni siquiera por casualidad. Así que no, no conoce a la madre de ambos de nada. No puede llegar de la nada y soltar algo como: Hola, Anarka. ¿Cuánto sin vernos? ¿Está Luka en casa?

— Una conocedora —reconoce Anarka con una sonrisa amable después de estudiarla con detenimiento—. Pasa, cariño, ya nos contarás bien de ti a bordo.

Marinette sonríe ampliamente antes de abordar. Dentro las espera Luka, guitarra en mano, como no esperaba encontrarlo. El chico aún no pinta de turquesa las puntas de su cabello, tampoco sus uñas son negras, pero su atuendo, notoriamente entre punk y gótico, delata que no tardará demasiado en hacerlo.

— Mamá, ¿qué ocurre? —indaga, pero al ver a Marinette su expresión cambia de la tranquilidad al asombro y después a una emoción extraña que Marinette conoce bien: reconocimiento—. Veo que tenemos un nuevo integrante de la tripulación —bromea—. Su melodía me dice que está preocupada, pero aliviada —acompaña sus palabras con una melodía que expresa exactamente lo que ella está sintiendo en estos momentos.

Marinette entra en pánico, pero eso no le impide que los ojos se le cristalicen conmovida por la reacción de Luka. Trata de reponerse cuanto antes. Si de su lista de metas en esta vida jamás cumplirá el tener a su estratega favorito de su lado, sí que puede enmendar las cosas con su consejero predilecto desde el principio. Quiere darse una auténtica oportunidad con él, y que el tiempo diga el resto. Así que se apresura a hablar para desviar la atención de sus sentimientos cuanto antes.

— Me llamo Ma-Ma-Ma-Marinette —se presenta. ¡No, no otra vez! Confiaba en dejar ese pequeño incidente en el pasado, aunque ver reír a Luka le alegre el corazón—. Disculpen. Dupain-Cheng. Soy Marinette Dupain-Cheng.

— Bien, Ma-Ma-Ma-Marinette —remeda él para disgusto de su madre y de ella inevitablemente—. Soy Luka, Luka Couffaine. ¿Por casualidad no eres Marinette, la patinadora?

Ella frunce los labios, aborrece ese mote. El alivio la inunda en seguida. Con que era ese el reconocimiento que vio en él.

— Marinette, sólo Marinette —ella decide proseguir sin rodeos—. Ya que lo mencionas Couffaine, lo último que hice fue ganar las nacionales de patinaje artístico. Eso supone un seguro debut fuera de Francia. Así que necesito música para mis programas y mi etapa de clásicos franceses ha llegado a su fin. Me gusta tu música, no he podido ignorarla. Si tu madre no encuentra algún inconveniente, me encantaría que compongas para mí. ¿Qué dices? ¿Le daría permiso, Madame Couffaine?

Apreciar la expresión de madre e hijo le dice a Marinette que acaba de darles una sorpresa mayúscula, espera que también sea grata. Mentalmente cruza los dedos para que acepten su oferta. Es descabellado pedirle a un niño pocos años mayor que ella que le apoye en algo tan serio. Lo entiende tan bien como el hecho de que ella misma se encarga de su vestuario y otros detalles que no le corresponden. Pero Martinete cree que así un futuro mejor aparecerá más rápido. Con o sin Sass, Luka es especial y espera poder darle el mérito que merece en esta vida. No descansará hasta lograrlo. Quizá Kitty Section no tenga que sufrir un robo en el futuro gracias a esto.

— Llámame Anarka, tripulante Marinette. Bienvenida a bordo —declara la matriarca de la tripulación tras un breve silencio de reflexión—. ¿No es esta una oportunidad sin igual, Luka? Si así lo deseas inténtalo, muéstrale a Marinette lo que tienes.

Marinette se contiene de hacer una pirueta o algo peor, se limita a hacer una ligera reverencia.

— ¿Qué dices, Luka Couffaine? —inquiere ansiosa—. ¿Quieres colaborar conmigo?

— Me puedes decir sólo Luka, Marinette —recibe como respuesta seguida de una cascada de notas que sabe bien que podrán acompañarla sin problema en sus próximos saltos sobre el hielo.

§

— Eres asombrosa, Marinette —al escuchar esas palabras, ella olvida que su cabello estaba escurriendo a chorros y deja caer la toalla sin percatarse más que de la ligera sonrisa apacible de su colega—. La rutina es diferente a todo lo que se ha visto hasta ahora. Ten seguro que vas a calificar.

Invitó a Luka a su sesión de entrenamiento para mostrarle el resultado final con la primera pista que le compone. Si alguien merecía spoiler, ése era Luka. Marinette no lo querría de otra manera.

— Gracias, Luka. No merezco todo el crédito, pero te lo agradezco —replica ella con un nudo en la garganta—. No creo que se pudiera haber diseñado una rutina así sin tu ayuda. Así que no todo es de mi exclusivo trabajo. Somos un equipo formidable.

Formidable. Un recuerdo atravesó sus pensamientos, pero lo desechó lo más rápido que pudo. Eso era su pasado futuro, no tiene porqué detenerse en él.

— Yo sólo traslado la melodía de tu corazón a un lenguaje más conocido —niega Luka—. El resto es tuyo. ¿Cómo te fue en el set?

En vista de que no lo convencerá, ella acepta su cambio de tema, sin importar cómo le incomoda el mismo. En realidad no le puede dar muchos detalles dadas sus circunstancias. ¿Cómo explicarle su angustia de tan sólo pensar en la posibilidad de encontrarse con Adrien o quizá su padre antes de tiempo? Era altamente probable que ninguno de los dos apareciera pues sólo se trataba de su imagen en solitario, pero la pequeña probabilidad era angustiante. ¿Cómo decirle que caminar guiada por Natalie Sanscoeur, a sabiendas que será Mayura, fue todo un reto? Tuvo que fingir que era la primera vez que se encontraba con ella. Sin embargo, Marinette recuerda una de las akumatizaciones de Luka. Y, aunque no hay peligro en esta ocasión, prefiere no ocultarle tanto. De cualquier manera Luka se ha de dar una idea por el cambio que seguramente hubo en su melodía personal.

— La experiencia estuvo muy lejos de lo que hubiera podido imaginar —se resuelve a admitir—. Estoy acostumbrada a que las cámaras me sigan, pero eso fue otro nivel —no le miente al decirle eso.

Eso sí, ella se guarda para sí que ciertamente su antiguo yo se la pasaba consiguiendo los horarios de Adrien en este tipo de actividades, eso es lo más cerca que estuvo de una sesión de fotografías, pero jamás hubiera podido imaginar que ella misma tuviera oportunidad de participar de ellas alguna vez, menos aún tan joven.

— No obstante, tampoco es como si no lo hubiera buscado. Bueno, sí, pero no. Quería llamar la atención del diseñador de modas más renombrado de Francia, alguien a quien admiré mucho cuando empecé a coser. Ya sabes, los deportistas tenemos una fecha de caducidad demasiado joven y tenemos que planear a futuro —aclara.

Gabriel Agreste fue su antiguo ídolo, ya no. Ahora le interesa más estar cerca de la fuente de todos sus problemas. Había tardado diez años en lograrlo desde que regresó y estaba absolutamente dispuesta a no distanciarse ni un poco más a partir de ahora. Se esforzará en conseguir todo lo contrario.

— Ya me quedó claro que la cara de la marca Agreste ha de tener una vida horrible —declara Marinette. A decir verdad quiso vomitar al sólo leer esa denominación—. El hijo de Agreste es una persona, no una simple imagen publicitaria. Ahora lo entiendo, Luka. Yo misma estoy en peligro de correr la misma suerte. Cada vez me queda más claro que me estoy volviendo el rostro del patinaje artístico francés y ni siquiera he debutado fuera de aquí. No quiero imaginarme lo que ocurrirá cuando eso suceda —termina con un escalofrío—. Si llego a conocerlo, prometo tratarlo como una persona ordinaria. Yo a veces quiero recibir ese trato.

Perdida en sus pensamientos, es vagamente consciente de que Luka la abraza por el costado y la atrae hacia él . Un recuerdo le hace estremecer. Y es que, cuando salía de ahí, chocó sin querer con alguien que caminaba en la dirección opuesta. Recuerda vagamente su ropa, especialmente su peinado idéntico al de Adrien. Pero de inmediato descartó esa opción porque el desconocido hizo un gesto muy particular. Fue entonces que ella lo miró con detenimiento y experimentó un déjà vu amargo, muy amargo. ¿Y decía que amaba a Adrien cuando ni siquiera podía diferenciarlo de su primo siempre? Vaya que sí era boba. Se le vinieron encima muchos recuerdos al apreciar con detenimiento al niño de su misma edad parado frente a ella, sólo que esta vez sí fue capaz de reconocer hasta la más mínima diferencia detrás del disfraz que en su otra vida le fue difícil reconocer cuando más lo necesitó. Se apesadumbró bastante al reconocer que no fue precisamente su familiaridad con Adrien lo que le permitió evitar la confusión en esta ocasión.

— Deberíamos tener más cuidado, Fathom —se le escapó de los labios mucho antes de que pudiera procesarlo.

Su voz fue casi inaudible, pero está absolutamente segura de qué él sí la escuchó. Bastó ver su reacción. Como era de esperar, Félix no se alteró en lo más mínimo, pero tampoco negó ser Fathom. Pasó de una hostilidad desmedida a una indiferencia absoluta. Siempre admiró su capacidad de adaptación, mas ésta vino acompañada de un añadido inusual esta vez. Félix sonrió ligeramente. Si no hubiera notado el gesto casi imperceptible y misterioso tan suyo, como si le divirtiera algo en particular, Marinette no estaría tan segura de que acertó y fue oída. Estaba en aprietos, porque estaba segura de que su antiguo cuñado no dejaría las cosas estar. Nunca lo haría.

— Eres asombrosa y muy valiente, Marinette —escucha a Luka decir con ese tono suyo tan tranquilo y relajado, pero a la vez con una intensidad inusual—. Sabrás superar cualquier obstáculo.

Y es entonces que ella considera barajar por primera vez la posibilidad de que quizá, sólo quizá, no volvió sola a salvar al mundo.