Aqui les dejo mi nueva adaptación espero les guste.
**Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer la historia le pertenece a M.K Eidem
CAPITULO CUATRO
Edward se sienta en su escritorio, mirando sus puños apretados con rabia. Felix trató de tomar a sus hembras. ¿Se da cuenta de lo que ha hecho? ¿Su padre? ¿Está Aro detrás de esto? Necesita llevar a sus hembras a Lua, llevarlas a donde estarán protegidas, por los leales a él.
—Edward. —Levanta la vista, sorprendido de no haber escuchado a Bella entrar en la habitación.
—¿Cómo están las niñas? — se acerca a ella, tratando de juzgar lo que está pensando. —¿Cómo estás tú?
—Estamos bien, las niñas no vieron mucho. —Ella lo mira. — ¿Qué está pasando Edward? ¿Cómo abrieron la puerta? Dijiste que estaba asegurada.
—Hay una anulación de emergencia. Nunca lo consideré... ha sido desactivada. También habrá guardias puestos afuera de la puerta en todo momento. No se permitirá a nadie en nuestro sector sin permiso nuevamente, lo prometo, mi Bella. —Él se acerca, deteniéndose justo antes de tocarla.
—¿Quién? —Él ve la comprensión en sus ojos. —Felix. —Él la observa respirar profundamente.
—He hecho un enemigo. —Ella susurra.
—Él era un enemigo antes de ti. —Él levanta la cara con cuidado para que sus ojos se encuentren con los de él. —Nunca más se acercará a ti y a las niñas de nuevo.
Te lo prometo Bella. —Su pulgar acaricia suavemente su mandíbula hasta que finalmente ella asiente.
—Las niñas se están preparando para ir a la cama. Necesitan comer primero.
—He enviado a buscar comida. Bella...
—Esto no fue tu culpa, Edward. —De alguna manera, ella sabía que él se culparía a sí mismo. Esas ideas de Volterra sobre lo que hace que un hombre —encaje—.
—Debería haber considerado la anulación. —Edward se regaña a sí mismo.
—Es una característica de seguridad ¿no es así? —Ella pregunta.
—Sí. —Él asiente con la cabeza. —Entonces el código debería haber sido seguro. No tenías ninguna razón para pensar que no lo era. Es el deshonor de Felix, no el tuyo.
—Eres demasiado indulgente Bella. Ella niega con la cabeza. —No, Edward, no lo soy. La verdad es que si bien me asustaron mucho, nadie resultó herido. Los detuviste antes de que pudieran.
—¡Estas herida! —La ira de Edward regresa con un toque de venganza, su toque es suave en su brazo lastimado.
—Se ve peor de lo que es y creo que el macho verde le duele más que a mí.
—¡Te duele! Se lo notificaré a un sanador. —Tomando su brazo, ella lo detiene para que no se aleje.
—Estoy bien, Edward. Ella lo tranquiliza. —Es una forma de hablar.
No me duele, pero al chico verde si.
—Paul.
—¿Qué?
—Su nombre es Paul. —Edward informa.
—Lo conoces. —Ella ve la resignación en sus ojos cuando él asiente con la cabeza.
—Cuando me convertí en el Rey de Lua, el padre de Paul me lo envió para su entrenamiento de guerrero. Deseaba que fuera entrenado por un guerrero superior.
Después de que me lastimara, él lo envió con Aro, al padre de Felix.
—Lo siento. —Él ve que ella realmente lo hace, pero no entiende por qué.
—¿Por qué lo lamentas? —Él pregunta.
—Te preocupaste por él y cuando lo necesitabas, él te abandonó.
—No tenía otra opción. Estaba bajo la autoridad de su padre, tenía que irse. —Edward intenta hacerla entender.
—Ya no lo está. —Bella no es tan indulgente cuando ve la traición hacia Edward por parte de Paul.
—Tiene un hermano menor que aún está bajo la autoridad de Aro.
Aro es conocido por mantener a sus guerreros usando a sus hermanos.
—¿Lo está chantajeando?
—No entiendo este término, pero algunos obstaculizarán el entrenamiento de un joven guerrero si un hermano se va de la casa de su entrenador.
—¿Tú haces eso? —Ella no puede evitar el impacto de su voz.
—¡Nunca! Una vez que un guerrero completa su entrenamiento y su obligación, se ha ganado el derecho de ir a donde quiera.
—¿Obligación?
—A cambio de ser entrenado, un guerrero se compromete con su entrenador durante cinco años. Después de eso, puede ofrecer sus servicios a quien él quiera.
—¿Pueden venir a ti y ofrecerte sus servicios?
—Sí. Luego reciben una compensación por su servicio para que puedan comenzar a tratar de atraer a una mujer. El rango de un guerrero dentro de una Casa representa su dignidad para una mujer
—Eres un hombre digno y un guerrero Edward. Con o sin tu rango, nunca lo dudes. —Edward iba a responder cuando las niñas llaman desde la sala de limpieza.
—¡Mami, hemos terminado! Dándole una última mirada, ella se vuelve a cuidar de las niñas.
La comida las está esperando cuando salen limpias y listas para irse a la cama. Edward vigila de cerca a las niñas, buscando la menor lesión.
Se sorprende cuando, en lugar de sentarse a comer, se le acercan.
—Inclínate hacia abajo. —Carly ordena. Mirando a Bella, él hace lo que le dicen, y se sobresalta cuando los brazos pequeños se envuelven súbitamente alrededor de su cuello. Desesperadamente mira a Bella.
—Abrázalas. —Susurra.
Con cuidado, envuelve sus enormes brazos alrededor de sus diminutos cuerpos, manteniéndolas cerca. Cuando lo hace, siente unos pequeños labios en cada mejilla.
—Gracias, Edward. —Carly, la autonombrada portavoz, habla por ellas. —Por protegernos, otra vez.
—Yo…
—La respuesta correcta es: De nada. —Bella interviene para salvarlo.
—De nada, Carly. De nada, Annie. —Edward dice bruscamente.
—Muy bien, hora de comer y luego de la cama. —Bella les dice, reprimiendo las lágrimas.
—Sí, mami. Rápidamente se sientan.
—Ahí vamos, acurrucadas como un bicho en una alfombra. —Bella dice que las chicas se ríen. —Mamá, no somos bichos. Annie le dice a ella.
—Sí, lo eres, tú eres mi bichito para acurrucarse. —Más risitas se unen a su comentario. Edward las mira desde su escritorio. Dándole a cada una un último beso, ella se levanta.
—Duerman bien, nenas.
—Mamá... —La vocecita de Annie la detiene.
—¿Qué nena?
—Edward no nos ha dado beso de buenas noches todavía. —Todos los ojos se vuelven hacia él, solo Bella ve su confusión y pánico. Al pasar, ella vacila y luego lo besa ligeramente en su mejilla sin cicatrices. —Eso es lo que quieren. —Ella susurra, — retrocediendo, ve su indecisión. —Está bien. Yo me encargo de eso.
Antes de que ella pueda moverse, él la rodea. Arrodillándose, besa a Carly en la frente.
—Descansa bien Carly, estás segura y protegida. —Ella lo mira fijamente por un momento luego asiente y rueda sobre su costado.
Moviéndose al otro extremo del sofá, es aún más cuidadoso con la más pequeña Annie.
—Descansa bien, Annie, estás a salvo y protegida.
—Descansa bien, Edward. —Ella le dice con su vocecita llena de inocencia. Después de un momento, ella también se da vuelta y está dormida.
Edward no sabe qué hacer con la humedad que repentinamente llena sus ojos. Los guerreros no requieren seguridad, no lloran.
Rápidamente, él se para y camina de regreso a su escritorio.
—¿Edward? —Al ver el brillo de la humedad, ella se mueve hacia él.
—Ve a descansar, Bella. —Su tono cortante la detiene. —Estaré allí pronto.
Sin decir nada, la deja con sus niñas. Sentado en su escritorio, Edward mira desde el sofá hasta el dormitorio. Hace tres días, ambos habían estado vacíos. Hace tres días, su vida había estado vacía. Él estaba vacío. Ahora su mundo está lleno, lleno de hembras, lleno de risas y lo que llaman besos. También está lleno de peligros. Aro…
Aro quiere ser el Rey de Lua y si no fuera por Bella y sus hijas, él tendría su oportunidad.
Tanto Edward como James saben que Aro está tratando de conseguir apoyo para que lo remuevan, Bella amenaza esto, si Aro pudiera conseguir que se uniera a otro... James no tendría más remedio que aceptar remover a Edward.
Es por eso que la obligó a aceptar que se uniera a él y solo a él antes de conseguir a su descendencia. No sabía que el programa de aprendizaje no se había completado, no sabía que ella no tenía Guía, pero si ellos lograban decir que lo había hecho, sería removido.
Mirando el sofá, se dio cuenta de que hay cosas más importantes que ser Rey.
—Edward. —Volviéndose perdió el aliento. De pie en el umbral de la puerta había una visión, vestida con algo largo con un brillo que se abrazaba en cada curva.
—Apaga las luces y ven a la cama. — Lo urgió volteándose para revelar su espalda desnuda con correas delgadas que se entrecruzan hacia abajo, sosteniendo la tela que cubre el hermoso trasero. Poniéndose de pie voluntariamente sigue sus órdenes.
Bella no sabe por qué empacó este camisón, nunca lo usó. Lo compró después de la muerte de Mike, para probarse a sí misma que todavía era una mujer, no solo una madre, esta noche parecía estar bien.
Pensó todo el día en lo que había aprendido. Emmett la guió en esos minutos finales del programa y la realidad es que no respondió ninguna de sus preguntas. Sí, ella podía acceder a la información general que se le había dado, pero no había una explicación de la diferencia entre las mujeres de la Tierra y de Voltrian, tal vez no se dieron cuenta de que existían.
Lo que ella había descubierto es que las hembras Voltrian eran muy egoístas. Escogían a un hombre por lo que podía darles. Las cosas que él podía darles y si él no les daba lo suficiente, seguían adelante.
Son inútiles como madres, abandonando a sus hijos por otro hombre.
Esperan que los hombres les den un orgasmo pero no les ayudan a lograr el suyo propio. Una vez que conciben, exigen que el hombre use Serais. No solo no duermen con su macho, ni siquiera los besan.
Los Voltrianos, con su miedo a la extinción, han perdido lo que hace que la vida sea importante. Que se trata de vivir tu vida, no importa cuán larga o corta sea. Llena con lo que es importante, aquellos a quienes amas, tu familia y amigos, no cosas.
Así que ella va a cambiar eso, al menos para Edward, ella llegó a esa decisión cuando sus niñas lo besaron. La aceptación total de sus niñas hacia él le dice que ha tomado la decisión correcta. Mike querría que ella siguiera adelante, que fuera feliz y que tomara la decisión, segura que sus niñas fueran felices. Él querría que ella se enamorara de nuevo y Edward sigue tomando pequeños pedazos de su corazón con su confusión y su sorpresa ante el más pequeño gesto de afecto.
—Bella... —Él la saca de sus pensamientos. —¿Qué estás usando?
Sus ojos corren con avidez sobre ella.
—Es un camisón. Es para descansar. —Ella le informa conteniendo una sonrisa ante su mirada incrédula.
—¿Esperas que te deje descansar cuando te pones eso?
—¿Vamos a descansar? —Ella se burla y ve que sus ojos brillan.
—Tenemos que hablar primero. —Ella dice rápidamente y sus ojos se cierran.
—Sé que te fallé. —Él comienza.
—Shhhh... detente... eso no es de lo que estoy hablando. — Sus dedos suaves tocan sus labios antes de moverse para ahuecar su cicatriz en la mejilla, él se aleja.
—Esto es de lo que tenemos que hablar. —Ella deja que su mano descanse sobre su pecho.
—¿Qué? —Él demanda con aspereza.
—Tu no me dejas tocar tus cicatrices.
—No necesitas tocar mis imperfecciones. —Su piel se oscurece haciendo que las cicatrices se destaquen aún más.
—No son imperfecciones, maldita sea. —Ella le permite no solo escuchar sino ver su ira. —Son cicatrices, cicatrices que por alguna razón te hacen pensar que te denigran como hombre.
—¡Lo hacen! —Él coincide con su ira.
—¿Cómo? ¿Dime cómo? —Ella exige. ¡Porque no hay nada que haya aprendido hoy que lo explique!
—¡No pude protegerme contra esos daños! Si no pude hacer eso, ¿cómo puede una mujer confiar en mí para protegerla? ¡Ni siquiera te protegí en mi propia habitación!
—¡Tú sí me protegiste! —Ella golpea su pecho con el puño, sabiendo que nunca le haría daño.
—¡Fuiste lastimada! —Se da la vuelta y descubre que ya no puede mírala, sabiendo que le ha fallado.
—¡Porque tres imbéciles se metieron pero pude protegerme, el tiempo suficiente, para que llegaras! ¿Cuántos te atacaron?
—¡Ocho! —Él grita dando media vuelta. —¿Y quién te ayudó? —Ella exige. —Nadie
—¿Nadie? —Susurra, palideciendo de horror. —¿Cuántos sobrevivieron?
—Ninguno.
—¿Y lo ves como un fracaso? —Él oye la incredulidad en su voz.
—Ocho contra uno y sobreviviste.
—Debí haberme dado cuenta de que un ataque era posible, estaba distraído.
—Por favor, Edward. —Tomando su mano, ella lo jala para que se siente a su lado en la cama. —Tengo que entender. Si las niñas y yo vamos a sobrevivir en tu mundo, necesito entender. ¿Me dirás qué sucedió? —Le suplica.
Edward mira hacia abajo a esta valiente mujer. Solo en leyendas alguna vez ha oído hablar de una como ella. Se enfrentaba a los guerreros, protegía lo que era de ella, pero seguía siendo suave y...
¿cuál es esa palabra antigua...? amorosa... sí, eso es... amorosa con los niños. Ella necesita algo de él, no una cosa, sino honestidad. Ella y sus niñas para sobrevivir en el mundo en el que se han visto obligadas, un verdadero guerrero, se la daría.
—Hace casi quince años, iba a encontrarme con Heidi. —Él comienza a contarle algo de lo que nunca ha hablado. —Una mujer interesada en unirse conmigo.
—Eras joven.
—Veinticinco años, acababa de ser declarado Rey de Lua, eso me hizo deseable para las mujeres. —Bella quiso discutir que esa no fue la única razón, al menos no para ella, pero lo dejó pasar. —Me adelanté de mi Guardia, ansioso por conocerla, ahí fue cuando atacaron.
—Fuiste emboscado. —Él asiente con rigidez.
—Estaba distraído y no reaccioné tan rápido como debería.
—Eran ocho contra uno, Edward. —Ella le pone una mano suave en el brazo.
—Eso no importa, estaba gravemente herido y Heidi retiró su interés y se unió a otro.
—Era una idiota. —Bella dice al instante.
—No. Sacude la cabeza. —Encontró a un hombre más apropiado, uno que podría protegerla.
—Nadie es más apropiado que tú, Edward —Al ver su incredulidad, se pone de rodillas para mirarlo a los ojos. —¿Quién evitó que esos machos nos hicieran daño a las niñas y a mí? ¿Quién fue el único con voluntad para traer a mis niñas de la Tierra cuando estaban desprotegidas? Edward, solo tú, nadie más.
—Cualquier hombre habría ido si hubiera sabido que eran mujeres.
—Se obliga a decirle la verdad.
—No debería haber importado que eran mujeres. Son niños y estaban desprotegidos. Tú fuiste el único que estaba dispuesto a hacer algo para protegerlos.
—Te hice acordar unirte conmigo primero. —Le recuerda.
—¿Y? Estoy aquí, Edward. —Moviéndose, se monta a horcajadas sobre él. Me estoy poniendo justo aquí, es mi decisión.
—Podrías haber elegido entre todos los varones Volterra. —Él tiene que asegurarse de que ella entienda, incluso cuando sus manos se deslizan por el material sedoso que cubre sus muslos.
—Y te elegiré cada vez. —Ella ve sus dudas. —Realmente crees que tus cicatrices me alejarán de ti. —Le duele el corazón por él.
—Antes tenías miedo de mí. —Él le recuerda.
—Lo estaba. —Ella admite. —Nunca te había visto así, pero aun así sabía que no me harías daño, no les harías daño a las niñas. ¿Me dejarás demostrártelo? Déjame mostrarte que tus cicatrices no me importan, no a mí.
¿Cómo? —Él pregunta ásperamente, con un toque de anhelo.
—Así. —Con las manos en los hombros, ella se levanta y le da un beso a la cicatriz en la base de su garganta, se estremece pero no se aleja. Es una cicatriz extendamente gruesa que cortó sus cuerdas vocales, dándole su profunda y ronca voz. Viaja por hacia arriba por el costado de su garganta, terminando justo debajo de su oreja derecha. Que la herida no le había cortado la yugular, ella solo podria estar agradecida.
—Ocho contra uno Edward. —Ella besa su camino hacia la cicatriz, tratando de aliviar el dolor del pasado. —Ellos sabían quién era el guerrero superior, eso es por qué atacaron de la manera en que lo hicieron. Estabas solo. Fueron cobardes. —Ella le da un mordisco a su mandíbula haciendo su punto. —Hombres sin honor. —Ella sigue con las cicatrices en su cara. —Tú demostraste que eras el guerrero más apto Edward. —Ella besa camino abajo hacia su boca.
—Sobreviviste a algo que habría matado a cualquier otro hombre.
Eso es algo para sentirse orgulloso. —Su lengua se desliza hacia fuera para acariciar su labio inferior. —Me hace sentir orgullosa Edward. Me enorgullece saber que fuiste lo suficientemente fuerte como para sobrevivir.
Cuando sus labios se separan, ella desliza la lengua, jugando con la de él.
—¿Qué estás haciendo? —Susurra con voz ronca, apartándose lo suficiente como para preguntar, sus ojos ardiendo, su respiración entrecortada, mientras sus manos agarran sus caderas.
—Te estoy besando Edward.
—¿Besando? —Él gruñe.
—Déjame mostrarte. —No esperando su respuesta, desliza una mano detrás de su cabeza, tirando de su boca hacia la de ella. Cuando él abre, ella sumerge, su lengua, juega con la suya, bromea y se retira, es hasta que él se convierte en un participante activo. Cuando ella se iba a retirar, él agarra su cabeza, sosteniéndola en su lugar.
—Más. —Exige metiendo su lengua en su boca y el estudiante se convierte rápidamente en maestro.
El sabe tan bien... Bella no pensó que nada hubiera sabido tan bien como Edward. No está segura de cómo sobrevivió sin él, ella lo quiere todo. Arrancando su boca de la de él, ella jadea para respirar, mientras ella frenéticamente tira de su camisa.
—Quítatela. —Ella exige, dedos desesperados tratando de ponerse en contacto con la piel. Cuando él la tira sobre su cabeza, ella lo empuja sobre su espalda. —Bella...
—Déjame Edward… déjame amarte. —Inclinándose, ella besa a través de su enorme pecho, cicatrices, y todo, hasta que encuentra un pezón oscuro y liso. Lentamente arrastra su lengua sobre él, lamiéndolo hasta que se endurece.
—Bella... —Sus manos se deslizan debajo de su vestido, agarrando exuberantes muslos desnudos, tirando de ella contra su zona palpitante, pero eso no la detiene en su búsqueda para explorarlo, aferrándose a su otro pezón que ella chupa.
—¡La Diosa sea alabada! —Él gime, sacudiendo sus caderas. Con un puñado de su vestido, él lo levanta de su cuerpo. —Quítatelo o lo arrancaré. Agarrándolo del dobladillo, ella lo observa mientras ella lo retira lentamente. Antes de que pueda tirarlo a un lado, él está llenando sus manos con sus pechos.
—Oh... eso está bien Edward... tan bien. —Ella se balancea contra él deseando más. Alcanzando entre ellos, lo libera de sus pantalones, llenando sus manos con él.
—Bella... —Él se inclina para detenerla.
—Permíteme Edward —Ella jala desde la punta a la raíz. —Déjame mostrarte lo mucho que te deseo.
Cuando él finalmente asiente, ella se levanta sobre él, lo coloca en su entrada y se relaja.
—¡Bella! ¡Detente! —Él gime, cuando ella lo ignora, tomando más.
—Todavía no te he complacido.
—Nos complaceremos mutuamente... juntos... oh Edward, esto se siente tan bien. —Mientras ella comienza a montarlo. Sujetando sus caderas, él la detiene.
—¿Edward? —Ella lo mira, preocupada de que haya ido demasiado lejos. Usando sus increíbles abdominales, él se levanta y prende su boca de un pezón, moviéndola hacia arriba y hacia abajo.
—¡Oh, Dios! —Gimiendo, ella envuelve sus brazos alrededor de su cabeza sujetándolo contra su pecho, con la cabeza hacia atrás.
—Más Edward... Se siente tan bien... Ohhhh. —Ella puede sentir que se está construyendo, apretando, él controla todo su cuerpo y ella lo ama, ella lo adora.
—Correte para mí, Bella, —las órdenes de Edward, su voz grave y áspera. —Necesito sentir que tomas tu placer. —Capturando su boca, su lengua se envuelve alrededor de la de ella, su pulgar le aviva el nudo como él bombeó más fuerte dentro de ella, enviando a su cuerpo a una sobrecarga. Gritando dentro de su boca, ella explota.
Disolviendo su grito Edward bombea furiosamente antes de ponerse rígido para inundarla con su semilla.
—¡Alabada sea la Diosa!. —Él gime cayendo sobre la cama acunándola sobre su pecho. Cómo había vivido y no sabía que tal placer era posible. Suavemente él recorre su columna vertebral con su mano, perdiéndose a sí mismo en su sentimiento. Es un regalo de la Diosa, que le muestra que no lo ha abandonado. La mente de Edward se acerca a otra antigua leyenda, contando cómo los guerreros Voltrian salvaron a la Gran Diosa de ser obligada a unirse con el Dios inferior Joham, cuando la robó de su compañero. Para pagar a los guerreros, les prometió que para cada guerrero que naciera habría una mujer creada específicamente para él, una compañera. Que ella se uniría a él y solo a él, completando al guerrero como él a ella. Juntos descubrirían lo que era verdaderamente importante y tenerlo para el resto de sus vidas. Edward se da cuenta de que ha encontrado la suya, ya que Bella no solo lo completó, sino que también lo acepta, con defectos y todo.
Envuelta en el pecho de Edward, Bella intenta recuperar el aliento, para un hombre que nunca se ha besado antes aprendió rápidamente.
—¿Te gustaría hablar de otra cosa, mi Bella? —Edward pregunta con voz auto complacida. Ella sonríe ante el humor que ve en sus ojos. Quién hubiera pensado que Edward tenía un gran sentido de humor.
—Oh, puedo pensar en muchas cosas de las que me gustaría hablar.
—Ella juega de nuevo. —Nunca te dejaré ir Mi Bella. —Su sonrisa se desvanece lentamente ante la feroz mirada en su rostro.
—Te dije que no me uniría con otro.
—No por eso. —Hace un sonido despectivo. —Porque la Diosa te hizo solo para mí. Te incorporó a mi vida para completarme. Para que finalmente entendiera que soy digno de ser un guerrero de Voltrian, de ser rey de Lua. Soy digno de protegerte y de los regalos que has traído a la vida.
—Yo... —Bella tiene que tragar saliva. Edward acaba de decirle que la ama, a la manera de Voltrian.
—Fuiste digno de todo eso antes de conocerme Edward.
—No, mi Bella, no lo era, estaba incompleto hasta que llegaste. Serás la única mujer con la que me uniré. Tu descendencia es mía si la Diosa nos bendice con más o no.
Haciéndola rodar sobre su espalda, él comienza a moverse, lentamente al principio, observándola con una intensidad que casi la asusta.
—Tú eres mía Bella. Mi Bella. Mi Reina. —Empuja con más fuerza con cada afirmación. —¡Nadie más que la Diosa te apartará de mí!
—Capturando su boca, sella su voto mientras golpea su interior. Así como solo él puede. Bella está abrumada, mente, cuerpo y alma, Edward se las ha arreglado para tocarlos a todos. Alejándose de la boca, ella enfrenta su desafío.
—¡Tuya Edward! ¡Solo tuya! ¡Y tú eres mío! —Arqueándose, ella lo lleva aún más profundo y siente que se empiezan a fusionar.
—¡Sólo tuyo! —Él jura y se convierten en uno.
MUCHAS GRACIAS POR SUS REVIEWS Y LA HISTORIA LE PERTENECE A M.K EIDEM
