¡Hola! ¡Espero que hayan tenido un lindo día! Aquí les comparto un capítulo más. ¡Bendiciones!

"MI REALIDAD"

CAPÍTULO X

La mañana de la víspera de navidad encontró a la Mansión Andley en Chicago engalanada en sus más finas decoraciones de la época. El gran árbol colocado la mañana anterior, junto a la chimenea principal de la gran sala, estaba listo para decorarse. Candy había insistido en convertir su decoración en una actividad familiar, en vez de contratar al decorador oficial como todos los años. A regañadientes, y con la insistencia de los tres nietos Andley, la tía abuela dio su brazo a torcer y esa nochebuena, ya por la tarde, comenzó la decoración oficial del árbol navideño de la familia Andley, a manos de los jóvenes Andley, Annie Britter, Patty O'brien y de un rejuvenecido Vincent Brower, junto a una parlanchina y amigable abuela Martha. Los señores Britter declinaron la invitación a decorar con el feliz grupo, y se contentaron solo con conversar con la distinguida señora Elroy en los cómodos sillones de la sala principal, viendo divertirse a su hija única con la decoración y la compañía. Los ojos de la señora Britter brillaban felices al ver a Annie conversar con Archie Cornwell tranquilamente. Se sentía orgullosa de su hija, sintiéndose casi de la familia Andley, al tiempo que tomaba elegantemente un ponche navideño.

"Tus suegros se ven muy contentos de platicar con la tía abuela." molestó Stear a su elegante hermano en voz baja, en un momento en el que Candy, Annie y Patty fueron por otras cajas con decoraciones hechas a mano. Archie solo le frunció el ceño, aunque ya no tan molesto como quisiera.

A su regreso de su estadía en la mansión Brower, Anthony había animado a su pecosa a invitarlas, so pretexto de conocerse mejor y así realizar varias manualidades para decorar el árbol ese día, como ella había planeado hacer. Y había funcionado a la perfección. Incluso Annie, una de esas tardes, le había hablado aparte a Candy, y le había pedido que la disculpara por ser tan cobarde de no acercársele antes.

Candy, como siempre la disculpó, y tras un conmovedor abrazo, le dijo a su hermana del corazón que lo único que importaba ahora era que tenían una nueva oportunidad de ser amigas y hermanas. Sin dudarlo, Annie le agradeció. Y ahora parecía que siempre se habían frecuentado.

La jovencita O'brien era otra historia, era extremadamente tímida, pero bajo la presión de su a veces imprudente abuela, había asistido a las reuniones y, para su sorpresa, había encontrado en ellas un grupo agradable y una amistad que la hacía sentir más segura.

"¿Coloco esto aquí, Candy?", preguntó Patty, ajustando sus lentes. En sus manos había un bello ángel de papel, decorado.

"Un poco más arriba, Patty", dijo la sonriente pecosa, mientras Anthony abría otra caja de adornos antiguos, junto a la rubia, sobre una mesita.

Patty se estiró hasta donde pudo, cuando de pronto una figura alta y fuerte se colocó tras ella y gentilmente sujetó su adorno, sin quitárselo.

"Déjeme ayudarla, señorita O'brien." Dijo galantemente el apuesto inventor de bella sonrisa y cabello oscuro.

Con un hermoso sonrojo, que enterneció a Stear, la joven asintió permitiéndole tomar el adorno y colocarlo en una rama más alta.

"Muchas gracias, joven Cornwell" Le dijo la joven de cabello castaño claro, viéndolo con sus hermosos ojos avellanados.

"Stear." Le dijo el muchacho con una sonrisa, "llámame Stear", la corrigió.

La jovencita inglesa lo miró sorprendida pero luego se recompuso y asintió sonriente "Gracias, Stear." Le dijo con una mirada brillante.

Algo en el muchacho se estremeció, y tomó una decisión, "Déjame ayudarte con el resto, Patty", le dijo atento, y ambos comenzaron a dividir los adornos y a conversar con mayor confianza. El joven inventor colocó la escalera de interior más cerca al árbol para subir los demás adornos que la joven aún sonrojada le pasaba.

Al otro lado del árbol Anthony y Candy, que habían estado observando la escena, cruzaron sus miradas y sonrieron cómplices.

Horas más tarde, "Es un honor para mí," dijo la tía abuela solemne, desde la cabecera de la enorme mesa del comedor, decorada navideñamente, "agradecer a la familia Britter y a la familia Miller O´brien por aceptar nuestra invitación esta noche tan especial para conmemorar-"

"El honor es nuestro, señora Elroy." dijo la madre de Annie entusiasta, "Estamos muy honrados de haber recibido tan inesperado honor de compartir con ustedes hoy. Nos sentimos como de la familia." concluyó sincera, haciendo sonrojar a su esposo, junto a ella. Y a Annie también, que avergonzada, apartaba la vista de un sorprendido Archie, y de un divertido Stear que solo atinó a toser un poco, ocultando su risa.

La señora Elroy volteó a ver a su nieto molesta, quien inmediatamente recuperó la claridad de su garganta y su expresión seria. Y luego la dama dirigió su vista a la señora Britter y le asintió con cordialidad, intentando no mostrar su molestia por la inoportuna interrupción.

"Desde hace muchos años ya," continuó solemne "la familia Andley siempre ha atesorado las fiestas navideñas..."

El discurso de la Tía Abuela seguía y seguía, ante la total atención de todos los presentes, mientras Anthony y Candy no apartaban su feliz mirada uno del otro. Ambos se encontraban frente a frente en la mesa, por lo que su conversación no necesitaba de palabras para realizarse. Ambos estaban conscientes de que era su primera navidad juntos, y eso era algo que ninguno de los dos dejaba de apreciar.

"¡Salud!", dijo la tía abuela.

Archie empujó el pie de su primo rubio con el suyo, bajo la mesa. Y Anthony, poniéndose de pie apresurado, unos segundos detrás de los demás, tomó su copa y se unió apenado al brindis navideño. A su pecosa le había pasado lo mismo y estaba igual de apenada, así que ambos sonrieron divertidos viéndose, mientras bebían de sus copas. Archie y Stear solo sacudieron sus cabezas comprensivos.

La cena fue un despliegue de exquisiteces escocesas, desde la típica sopa Cock O Leekie, al pavo asado con salsa de trufas, pasando por el suflé de tres quesos con corazón de alcachofa y salmón ahumado, y los postres típicos navideños escoceses Cranachan, una copa rellena de frambuesas, arándanos, copos de avena y un chorro de whisky en crema de nata; así como el típico Clootie Dumpling un pastel navideño de pasas, grosellas, zanahoria, zumo de naranja, pan rallado y cayena. Agregaron también un típico budín inglés de chocolate, en honor de la señora Martha.

Tras la cena, el padre de Anthony recitó un poema tradicional escocés en la sala junto a la chimenea, y Candy leyó el típico cuento "La Noche antes de Navidad", para deleite de un enamorado Anthony. Más tarde, Annie conmovió a todos tocando varios villancicos navideños en el fino piano de cola, acompañada en su interpretación por la abuela Martha que, al saber la intención de la pelinegra días atrás, había llevado su propio violín, haciendo un dúo muy conmovedor en las melodías. La presentación concluyó cerca de la media noche, con todos los jóvenes cantando Noche de Paz, acompañados por Annie y la abuela Martha con sus instrumentos. Algo que sorpresivamente hizo derramar una discreta lágrima a la tía abuela. Anthony sostuvo la mano de su Candy, al cantar las últimas estrofas del enternecedor villancico, con un corazón lleno de júbilo y una mirada agradecida al cielo por parte de ambos, mirando la estrella sobre la punta del árbol iluminado por pequeñas velas.

Posteriormente, los señores Britter y las damas O'brien agradecieron la velada y entregaron sus presentes a sus anfitriones, siendo colocados estos al pie del árbol para la mañana siguiente. Los jóvenes Andley entregaron los suyos también a sus distinguidas visitas, y Annie recibió doble, con uno especial de parte de Candy. Al marcharse la visita, el padre de Anthony abrazó a cada uno de los muchachos deseándoles muy feliz navidad y se retiró a sus habitaciones en la mansión. Por primera vez en su vida, se permitiría dormir bajo el techo de la familia de su esposa en Chicago. Algo que alegró mucho a su hijo cuando él se lo pidió la semana anterior. No quería que viajara hasta la mansión Brower de noche y quería que se quedara con ellos todo el día de Navidad, sin tener que dividir la familia entre la mansión Brower y Andley. Sobre todo esa noche tan especial, el joven rubio sonrió.

Extrañamente la tía abuela, se despidió inmediatamente después de que se retirara el capitán, recordándoles la puntualidad para abrir los obsequios a la mañana siguiente y para el desayuno navideño.

Tras retirarse la tía abuela, los muchachos se quedaron junto al árbol platicando un poco más.

"Es increíble cómo la abuela Martha toca de bien ese violín, ¡y a su edad!" comentó Archie, sentado en el mullido sillón junto a la chimenea.

"Más increíble es su entusiasmo por Stear", molestó Anthony divertido.

"No sigas, Anthony" su primo de cabello oscuro se recostó en el sillón exhausto. "Ella solo se muestra preocupada por su nieta."

"Es cierto", le siguió la corriente Archie. "Preocupada por su futuro." rieron ambos primos molestándolo.

"Chicos, ya basta." Dijo Candy un tanto molesta. "Patty y la abuela Martha son unas damas, y su cordialidad con nosotros no es motivo de burla."

Anthony y Archie dejaron de reír. "Lo siento, Candy." dijeron juntos como niños regañados, tanto el rubio como el castaño. Un sonriente Stear, a espaldas de Candy, les sacó la lengua, burlón.

"Y Stear," se volvió al primero que le sonrió inocente mostrando su linda dentadura. "Yo pienso que Patty es una gran persona" continuó Candy. "Y se nota que quiere ser nuestra amiga. Solo eso." Explicó. "Para algo más que estés imaginando, creo que tendrías que ganártelo. Como todo un caballero."

Stear frunció su ceño "¿En verdad lo crees?" se extrañó. "¿Yo pensé que ella-? … Bueno, que yo a ella-", se calló de pronto viendo a sus primos.

Archie y Anthony se empezaron a reír bajito. Candy los volvió a ver y ellos se callaron otra vez.

"Bien," dijo Archie viendo hacia el reloj inglés de péndulo en el salón, poniéndose de pie. "queridos primos, me retiro. Les deseo una feliz noche a todos. Y una muy Feliz Navidad." Les dijo sonriente. Luego miró a su hermano inventor, sentado despreocupado en el sillón.

Stear lo vio sin comprender. Archie aclaró su garganta señalando el reloj con la mirada. "Ah, ¡sí!" se levantó en el acto, "¡pero qué tarde es!" exclamó apresurado. "Bueno," se volvió a la sorprendida rubia y al risueño rubio, "fue una velada muy especial, gracias, Candy. Sin ti no hubiera sido tan memorable." Candy le sonrió emocionada.

"Agradecemos todo tu esfuerzo, gatita", le dijo Archie sincero. "Las chicas y los señores Britter estaban muy impresionados. - ¡No digamos la señora Martha que aseguró venir también el próximo año!- Y nosotros también te lo agradecemos mucho. Gracias, Candy."

Candy y Anthony se pusieron de pie. "Gracias a ustedes por apoyarnos para convencer a la tía abuela y lograr juntos una noche tan especial", les dijo la feliz muchacha. "¡Feliz Navidad, Stear y Archie!"

"¡Feliz Navidad, Candy!" Le dijo Archie y la abrazó brevemente, y Stear hizo lo mismo.

"Hasta mañana, Anthony." los chicos palmearon el brazo de su primo y le sonrieron con añoranza.

"Hasta mañana, muchachos." Les dijo. "Y gracias", concluyó emotivo.

Archie sonriendo le guiñó el ojo y ambos hermanos salieron conversando del salón.

Los mayordomos seguían al pendiente, y aún había movimiento de la servidumbre a su alrededor. Los dos jóvenes sonrieron y tras recoger una caja escondida en la parte de atrás del árbol, se dirigieron juntos hacia la cocina de la mansión.

El servicio se puso de pie al verlos entrar al área de su comedor, decorado con modestia, pero demostrando el espíritu de la festividad. A esa hora la servidumbre se disponía a celebrar su propia cena navideña, luego de terminada su atención a sus patrones.

"Jóvenes Andley, ¿necesitan algo?" preguntó el señor Robert Collins, el mayordomo principal, con preocupación.

"Por favor, Robert, estamos bien, gracias. Disculpen la intromisión, por favor, tomen asiento." Dijo Anthony, mientras todos los presentes se volvían a sentar.

Anthony vio a Candy y la joven rubia asintió a su petición, volviéndose sonriente a la concurrencia "Venimos en esta noche tan especial a agradecerles a cada uno de ustedes por sus atenciones para con nosotros y para con cada uno de los miembros de la familia. Y a desearles, de todo corazón, una muy Feliz Navidad para ustedes y para todas sus familias. Aquí traemos un pequeño regalo para cada uno de ustedes de nuestra parte," dijo refiriéndose a ellos dos "es algo sencillo pero que esperamos sea de su agrado. ¡Muchas bendiciones del Niño Jesús para todos!"

Todos mostraron su sorpresa y aprecio por su fineza.

Anthony había puesto la caja sobre una mesita lateral y comenzaron a llamar a cada uno para entregarle su regalo. Unos los daba Candy, otros Anthony, cuando llegó el turno de Dorothy, para su sorpresa, quien se lo entregó fue Anthony. "Dorothy", le dijo el alto muchacho, "¡Feliz Navidad!" le entregó su obsequio.

"¡Gracias, joven Anthony!" sonrió la joven al recibir una caja envuelta en papel de regalo y moña de seda.

"Espero que la semana de vacaciones junto a tu familia la pases muy feliz." Y más serio continuó. "Y Gracias", dijo solemne, "por cuidar tanto de Candy, y por traerla de vuelta a mí."

Esa parte no muchos la entendieron, asumiendo que se refería a su papel de dama de compañía. Dorothy lo miró conmovida, y asintió con una sonrisa.

"Feliz Navidad, Dorothy." Le volvió a decir Anthony.

"Feliz Navidad, joven Anthony." le sonrió ella agradecida.

"Gracias a ustedes también." Se volvió entonces el apuesto muchacho a todos los demás presentes. "Y que pasen una Feliz Navidad".

"¡Feliz Navidad!" les sonrió Candy también, sintiéndose orgullosa de su príncipe.

"¡Feliz Navidad, joven Anthony! ¡Señorita Candy!" sonrieron de vuelta, acercándose a saludarlos agradecidos.

"Feliz Navidad, Candy." Le sonrió Dorothy suavemente.

"Feliz Navidad, Dorothy." La abrazó la rubia antes de que ambos se retiraran para dejarlos disfrutar de su festividad.

Ya de vuelta junto al árbol navideño, Anthony le comentó a la joven, "¿Sabes?, hay otro regalo muy especial que tengo aún pendiente de entregar."

"¡¿En serio?!" se sorprendió Candy. "Podemos regresar todavía." Dijo despistada como siempre, volviéndose para regresar.

Anthony rió suavemente ante su inocencia, deteniéndola, y tomándola de las manos, la vio a los ojos con total adoración. Al ver la azul mirada de su prometido, el corazón de Candy redobló su emoción.

"Es nuestra primera navidad juntos, Candy, y mañana abriremos los regalos frente a todos. Este regalo quiero dártelo en la privacidad que nos conceden estos inusuales momentos de soledad. Ven, salgamos."

"Anthony, pero…" ella dudó, deteniéndose, "la tía abuela…" Ella dudó. "Y Dorothy…" frunció su ceño con preocupación, lo último que quería era un conflicto que terminara alejándola nuevamente de él.

"Descuida, Candy, ellos no se molestarán." Anthony le sonrió sereno. "Me crees ¿verdad?" Le dijo. Y Candy viendo la sinceridad y claridad en su mirada de cielo, le sonrió de vuelta y estrechando más su mano, asintió, y se dejó llevar a la parte lateral de la casa y colocándose unos abrigos que notó ya se encontraban en un sillón cercano, salieron a la fría noche, cruzando el jardín hasta llegar atrás, hasta el vivero.

Al entrar, los ojos de la joven brillaron al notar las múltiples velas encendidas en el lugar y la magia que despedían.

"¿Pero qué….?", se asombró, viendo las plantas a su alrededor, bañadas delicadamente con ese suave esplendor.

El joven Brower la ayudó a quitarse su abrigo, como el caballero que era, y tomando nuevamente su mano, la dirigió hacia una de las secciones del vivero. Los ojos de Candy brillaron asombrados.

"Noté el botón hace unos días, y esta mañana floreció." Anthony le explicó, mostrándole uno de los rosales que ambos cuidaban antes de su viaje a la casa de su padre.

Una esplendorosa Dulce Candy de invierno, como un milagro navideño, florecía en todo su esplendor frente a sus verdes ojos. Sus pétalos blancos aterciopelados y su centro corazón con una leve tonalidad esmeralda la dejaban sin palabras. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

"Candy", escuchó la voz de su Príncipe sacarla de su momentánea abstracción, y al volverse el corazón de Candy se detuvo.

Él sostenía en su mano un hermoso anillo de oro, con un precioso diamante azul, de corte princesa. "Este anillo perteneció a mi madre." Le dijo suavemente el alto muchacho. "Se lo dio mi padre el día que se comprometieron. Y contrario a lo que todos creen, no fue un año antes de su boda, sino el día antes de que mi madre partiera hacia Inglaterra, a completar sus estudios en el Real Colegio San Pablo. Eran muy jóvenes entonces. Como nosotros." le dijo con una mirada enternecida. "Todo ese tiempo lo llevó cerca de su corazón, lejos de la vista de todos. Pero hoy quisiera entregártelo como prenda de mi amor por ti, y como promesa de que, independientemente de lo que la familia decida, sepas que mi amor y mi vida son solo para ti."

Candy lo escuchaba deslumbrada, con lágrimas en sus ojos.

"Por lo tanto…" Candy tembló al ver que el apuesto muchacho se hincaba en una rodilla ante ella, sosteniendo una de sus temblorosas pequeñas manos en la suya, y el bello anillo ofrecido en la otra.

"Anthony…" ella susurró conmovida.

"Candis White Andley," le dijo feliz pero solemne "te he amado desde el primer día que llegaste a mi vida, en aquel portal. Al igual que esta rosa de invierno, nuestro amor ha luchado por florecer en medio de todas las adversidades y dificultades que hemos tenido que enfrentar hasta hoy.

¿Me harías el hombre más feliz de la tierra y me concederías el inmenso honor de aceptar ser mi esposa, para recorrer la vida juntos, cuando ambos estemos preparados?"

Candy tembló como una hoja ante sus palabras, y una sonrisa tan brillante como el sol iluminó entonces su rostro "¡Sí, Anthony…!" exclamó feliz, "¡Sí! ¡Seré tu esposa! ¡Sí!"

"¡Candy, mi amor!" El joven se puso de pie de inmediato y la abrazó fuertemente contra sí.

El momento se detuvo para ambos en su fuerte abrazo. Sus corazones, latiendo felices y extasiados, no reconocían otra cosa que no fuera su cercanía y su amor por el otro. Era una familiar calidez que habían descubierto desde que se vieron por primera vez, pero que ahora los desbordaba y los bendecía con su esplendor. Era la sensación de encontrarse finalmente en casa.

Luego de un momento, se separaron y Anthony tomó su mano para colocarle el anillo reverentemente en su dedo anular. "¡Un calce perfecto!" exclamó feliz. Ambos sonrieron, y Anthony viendo la belleza de sus emocionados ojos esmeralda, se inclinó lentamente hacia ella y la besó respetuoso, pero con fervor. Luego sonriendo otra vez con ilusión, la levantó por su breve cintura, y la giró en el aire abrazándola a él, riendo, llenando el acogedor vivero con sus alegres y cristalinas risas.

"¡Anthony! ¡tu espalda!" Exclamó Candy luego de un momento, recordando su condición. Anthony la bajó suavemente. "¿Estás bien, amor?" le dijo Candy preocupada, acariciando su brazo, que aún la sujetaba por la cintura.

"No te preocupes por mí, pecosa" le sonrió feliz, "Nunca he estado mejor en toda mi vida." Le dijo y acercándola hacia sí, su mirada apasionada la hizo olvidar su preocupación, y el mundo volvió a desaparecer a su alrededor con la caricia de sus labios.

Fuera del vivero, la nieve comenzaba a caer nuevamente, mientras desde el tercer piso de la mansión Andley, el señor Vincent Brower junto con la tía abuela Elroy, veían apagarse, luego de unos minutos, la luz en el vivero e inmediatamente los veían salir a ambos rumbo a la mansión, caminando del brazo, bajo la suave nevada que había iniciado.

La señora Elroy cerró la cortina y, por primera vez, el señor Brower la vio sonreír totalmente feliz, casi tan feliz y conmovida como se sentía él mismo. "Ahora sí solo falta una cosa." Le dijo el señor Brower sonriendo.

La dama de férreo temple lo vio a los ojos y resignada, bajó su mirada y asintió.

En su camino a la entrada lateral de la casa, Candy y Anthony se detuvieron un momento bajo la nieve. El muchacho tomó la mano de la joven y besó reverentemente el anillo que ahora brillaba orgulloso en su mano izquierda. Y luego, compartiendo la belleza de su mirada, tomó el rostro de la joven e inclinándose lentamente, besó de nuevo sus labios con total adoración. Candy respondió con igual devoción estrechándose más a él en su abrazo.

Los copos de nieve los envolvían mágicamente, cayendo silenciosos a su alrededor, mientras, no muy lejos de allí, unos binoculares eran retirados de unos ojos con expresión seria.

Continuará…

¡Espero les haya gustado!, y les haya traído un poquito de paz y alegría navideña!

¡Agradezco con cariño a Julie-Andley-00, Mayely león, Sharick, Guest 1 y Guest 2, GeoMtzR y a Rocssy por compartir sus comentarios del capítulo anterior! ¡Un gusto saber sus pensamientos y que les gusta la historia! ¡Gracias de verdad a cada una! ¡Y gracias también a los lectores silenciosos! ¡La idea es que la historia toque y haga felices a todos los que llevamos a Anthony y a Candy en nuestro corazón!

¡Muchas bendiciones a todas! y ¡Feliz noche!

lemh2001

14.06.2023