¡Buenos días! Aquí les comparto un capítulo más. Mizuki e Igarashi son las autoras originales. Esta historia es una adaptación hecha en homenaje al amor de Candy y Anthony, y está escrita únicamente por cariño a ellos y a lo que representan desde nuestra niñez. Espero sea de su agrado. ¡Un abrazo!

"MI REALIDAD"

CAPÍTULO XII

Stephan, el chofer que los acompañaba, detuvo el vehículo y saliendo apresurado, se dirigió a la parte de atrás del Rolls Roys para abrir la portezuela a los jóvenes Andley. Anthony salió primero agradeciéndole y luego se volvió a ayudar a Candy a que bajara también. Ambos jóvenes, en medio de suaves ráfagas de aire gélido, se aproximaron a la escalinata de ingreso de la Mansión de las Rosas, donde un rostro familiar los esperaba junto a la puerta principal.

"Bienvenidos, joven Brower, señorita Candy." Se inclinó levemente en reverencia. "Espero que el viaje no haya sido demasiado extenuante", les dijo cordial.

"Gracias, George." Respondió Anthony amablemente, haciendo pasar a Candy delante de él dentro del calor de la estancia. "Estuvo bien, sin inconvenientes, gracias."

"Buenos días, George." Lo saludó Candy con una sonrisa, su chaqueta y su sombrero de invierno la hacían lucir hermosa y bien abrigada.

"Señorita Candy." Le sonrió el amable administrador, sin poder dejar de notar su parecido a una joven muy querida de su ya lejana adolescencia. La bella Rosemary Andley, madre de Anthony, a quien conociera al comenzar su servicio junto a su padre, en el Consorcio Andley en Chicago. Su padre, Robert Johnson, había sido un empleado de confianza del abuelo de Anthony, en su momento, y le había facilitado a él el ingreso a trabajar con ellos desde muy joven, y a permanecer en funciones incluso después de que su padre se retirara.

También notó que ambos jóvenes se notaban cansados. Habían sido cuatro horas de viaje desde Chicago y habían salido desde muy temprano. Adivinaba también que no habían logrado conciliar el sueño muy bien la noche anterior, con la presión de su encuentro de ese día.

La atenta servidumbre recibía ahora sus abrigos en el recibidor de la mansión, mientras detrás de los recién llegados, más empleados se veía que retiraban discretamente el equipaje del vehículo y comenzaban a subirlo a sus respectivas habitaciones.

"Me alegra escuchar que su viaje ha estado bien", continuó George. "Lamento lo temprano que debieron salir de Chicago para estar aquí a esta hora" respondió el señor Johnson. "Si lo desean, joven Anthony, pueden subir a sus habitaciones para refrescarse un poco y los esperaré en el salón principal en dos horas, para la comida."

"Está bien." Dijo el joven rubio terminando de quitarse sus guantes y entregándoselos a una de las mucamas que tras una breve reverencia se alejaba con ellos y su abrigo. "Dime algo, George," dijo entonces, "¿El tío abuelo ya se encuentra aquí?"

El elegante caballero asintió. "El señor Andley los recibirá después de que descansen de su viaje."

Anthony asintió y no quiso presionar por más información. "Gracias, George, te veremos en dos horas entonces", le dijo el muchacho y, junto con Candy, subieron al segundo nivel de su antiguo hogar.

Hacerlo era como regresar a los tiempos antes del accidente, algo que los conmovió mucho a ambos. Era como un sueño hecho realidad para Candy, la última vez que había salido de esa mansión, su corazón estaba hecho añicos, y ahora, su corazón regresaba con ella y la acompañaba hasta su habitación.

Anthony besó su frente de pie junto a la puerta abierta de su recámara. Dentro de ésta, tras su pecosa, se podía ver a las mucamas de la mansión ya desempacando el equipaje con eficiencia. Esta vez Dorothy se había quedado en Chicago para sorpresa de ambos. La situación era tan secreta que nadie más podía acompañarlos.

"Te veré en un momento más, princesa." Le dijo Anthony. "Descansa un rato."

"Eso haré, amor." Le sonrió ella de vuelta. Desde la pedida de mano de Anthony en el invernadero, ambos se decían epítetos de cariño cuando estaban solos. Anthony asintió sonriente y caminó hacia su habitación en el siguiente pasillo.

A la hora acordada, ambos jóvenes, en sus vestimentas más elegantes y formales, bajaron del brazo por la escalinata principal, hasta el primer nivel de la mansión, y al hacerlo, ambos intercambiaron miradas cómplices recordando cómo habían hecho algo parecido, en aquel su primer baile juntos en Lakewood, hace tanto tiempo atrás.

"Te ves hermosa, Candy." Le había dicho Anthony al recogerla momentos antes en su habitación, y la joven se había sonrojado como la primera vez que lo vio. Ese mediodía tan trascendental, ella llevaba puesto esta vez un bello vestido rosa de invierno, de manga larga, con su cabello recogido en una cola alta y los discretos aretes de brillantes que él le había regalado para navidad. Y, por supuesto, su bello anillo azul de compromiso. Anthony vestía un traje gris claro, con corbata y chaleco negro, de corte inglés. En el bolsillo interno de su chaleco, agarrado con una cadena, llevaba el reloj de cadena que Candy le había obsequiado para navidad - con la ayuda de la tía abuela -, y que tenía grabada la leyenda "Pienso en ti... Con amor, Candy."

Al entrar al salón principal, un atento George los esperaba. "El señor Andley los recibirá ahora", les dijo cortésmente. "Por aquí, por favor."

Candy y Anthony intercambiaron miradas y tomándose de la mano, caminaron junto con George por el pasillo hacia el despacho de la mansión, pasando, para su sorpresa, de largo frente a este, lo cual confundió un poco a los jóvenes, pero sin decir nada, siguieron en silencio a George, hasta que llegaron a un área apartada del primer nivel. Se trataba de una Sala de Té privada que la tía abuela solo utilizaba para recibir a familiares del Concejo Andley o a invitados de gran alcurnia.

George tocó a la puerta doble, labrada exquisitamente con la imagen de uno de los fiordos más grandes de Escocia, el Fiordo Moray y, sin esperar una respuesta, abrió una de éstas él mismo y entró, inclinándose levemente ante alguien frente a él.

"El joven Anthony Brower y la señorita Candis White están aquí."

"Gracias, George." Se escuchó una voz varonil contestarle. "Hazlos pasar, por favor."

A pesar de los nervios de los rubios, ambos se extrañaron por el timbre de esa voz.

"Pasen, por favor." George se hizo a un lado de la puerta, y los invitó a seguir cortésmente.

Anthony y Candy, por respeto, soltaron sus manos, y entraron al suntuoso pero elegante salón. Esta estancia de la mansión, aunque conocida para ambos, ya que Anthony solía jugar de niño allí a las escondidas con sus primos, sin que la Tía Abuela lo supiera, y a que Candy recibiera un regaño de la Tía Elroy en ese recinto, la situación tan especial ahora les hacía sentir a ambos que los dos entraban en un lugar totalmente desconocido e irreal.

El resplandor invernal del mediodía, tras el ventanal, los cegó por un momento al ingresar, pero luego sus ojos se centraron en el hombre alto, de cabellos dorados hasta los hombros y de expresión gentil, incluso casi paternal, que les sonreía a ambos.

¡Era un joven!, de pie frente a ellos, ataviado en un impecable traje blanco inglés.

¡Esas facciones…! Candy inhaló sorprendida, llevando su mano a su corazón y volteando a ver a su prometido con ojos asombrados.

Anthony miraba fijamente al hombre de vuelta, calculó que estaba en sus tempranos veintes, no mucho mayor que él. Lo contempló en silencio olvidando las circunstancias de su encuentro. Todo en aquel hombre hacía eco en su memoria… su semblante, su porte, su expresión… Él mismo era ya casi de su misma estatura, pero… ¡No podía ser él!, se dijo a sí mismo.Su atención se centró nuevamente en la expresión de sus ojos, y su corazón se aceleró. De pronto, la expresión de Anthony cambió, sin previo aviso, de sorpresa, a una de profundo sentimiento. "¿Tío, Al?" se atrevió entonces a preguntar con voz incrédula.

El joven frente a ellos se sorprendió por su pregunta y abriendo sus brazos, con una sonrisa, asintió. "Pequeño Tony" le dijo, convidándolo a acercarse.

Candy vio con admiración cómo su prometido caminaba hacia el desconocido, deteniéndose un momento a reconfirmar su impulso, antes de aceptar el abrazo que el mayor gentilmente le ofrecía.

¡No puede ser!, pensaba Candy viendo la escena impresionada. ¡Era increíble! ¡El Tío Abuelo William… ¡era un hombre joven! y su parecido con Anthony… ¡era impresionante! Pero aun así, reflexionó la sorprendida muchacha, al verlos sonreírse entre sí, frente a frente, con lágrimas en los ojos, las diferencias entre ambos se hacían totalmente distinguibles al contemplarlos. Empezando por el color de sus ojos. Los ojos del tío abuelo parecían ser verdes, ¡como los de ella! y eran diferentes en forma y expresión a los de su amado.

El mayor se volvió entonces hacia Candy y sonriéndole le dijo "¿Acaso ya no me reconoces porque no llevo barba, pequeña? ¿O debí enviarte una invitación personal, no a través de Anthony, sino en una botella por el río?" le dijo con cariño.

Candy se estremeció, "¡Albert!", dijo entonces sorprendida. "¿Albert?", se cuestionó confundida.

El hombre apuesto asintió. "Es un gusto verte otra vez, Candy", se volvió hacia ella y le ofreció un abrazo también. Candy sonrió reconociendo su mirada a pesar del cambio de apariencia y, sin dudarlo, corrió hacia él y lo abrazó. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Candy se separó para verlo nuevamente. "¿Cómo es esto posible?", dijo. Era verdad, la mirada gentil estaba allí, su cabello largo, pero todo lo demás no coincidía con sus recuerdos de él.

"Disculpa el engaño, Candy." Le dijo entonces el elegante hombre un tanto apenado, al ver su expresión.

"¿Pero cómo?" Candy se apartó secando sus lágrimas. "¡Pero tú eres Albert!", le dijo "¿Cómo es posible que estés aquí?" dijo confundida. "No entiendo…"

"Candy", le dijo entonces Anthony, interviniendo. "Es una gran sorpresa para mí también, pero… Albert, como tú lo conoces, es el hermano menor de mi madre, Candy, es mi tío William Albert Andley. Y asumo yo, también nuestro misterioso tío abuelo William, o como yo lo llamaba de niño, mi querido tío Al." Albert le sonrió al recordar el mote que su sobrino pequeño le diera de cariño cuando pequeño.

"Así es Candy. Como bien dice Anthony, yo soy el actual Tío Abuelo William." El alto muchacho explicó. "Anthony es el hijo de mi hermana mayor, Rosemary Andley Brower. Y hasta hoy he sido para la familia el excéntrico y esquivo Tío Abuelo William. En realidad, soy el heredero del patriarca original de la familia, William Andley, mi padre y abuelo de Anthony. El tío abuelo que todos mencionan, y que ahora me creen ser a mí, era mi padre, quien falleciera hace varios años atrás, cuando yo aún era niño."

Candy frunció su ceño.

"Ya conoces a mi demás familia, pequeña. Stear y Archie son mis sobrinos, hijos de mi prima en segundo grado, Janice Andley Cornwell. Y la tía abuela Elroy, como ustedes le dicen, para mí es solo mi tía Elroy. Pero, en resumen, desde que Anthony era pequeño y mi hermana falleció, las cosas cambiaron para toda la familia Andley sin que la mayoría de la familia en el extranjero lo supiera. Cambió, sobre todo para mí." Les dijo explicando ya a ambos. Albert suspiró, "Por decisión del Concejo Andley, tras la muerte de mi padre, y luego de que mi hermana falleciera, yo fui apartado de la familia para iniciar mi preparación para dirigir el consorcio familiar. Debido a mi corta edad al fallecimiento de mis padres en aquel terrible accidente de automóvil, debí asumir en secreto el nombre de mi fallecido padre, William Andley, ante todos. Pero al llegar a los 15 años, me tuve que apartar del conocimiento público, y en realidad, de toda la familia."

"No comprendo, ¿por qué?" dijo Candy "¿Por qué mantenerte lejos, en secreto, de esa manera?" dijo, viendo a su amigo con tristeza, pensando en sus días solo en el bosque, rodeado de sus queridas mascotas silvestres cuando lo conoció. Se veía tan solo, tal como se sentía ella en ese entonces. "No era justo, Albert." Le dijo mientras una lágrima corría cristalina por su mejilla.

Enternecido, Albert le ofreció su pañuelo con una sonrisa comprensiva. Candy lo aceptó apenada. Anthony se acercó a la joven rubia y pasando su brazo por sus hombros, la abrazó a su lado en silencio, mientras ella secaba sus lágrimas delicadamente.

"Fue para no mermar la credibilidad y estabilidad del consorcio ante los inversores, Candy. No podíamos en ese momento mostrar un vacío de poder a la cabeza de la principal rama del Clan Andley, habían varios acuerdos que acababan de firmarse y que no podían detenerse a mitad de camino. Habría sido un desastre financiero." Albert suspiró. "O al menos esa es la versión que la Tía Abuela y el Concejo me dieron entonces."

"Tío." Anthony lo vio con tristeza y empatía también. "Lo siento mucho."

Albert le sonrió conmovido y asintió hacia su sobrino.

"Como verán, es una larga historia, chicos." Aceptó el rubio mayor. "Pero por eso pedí que vinieran hasta aquí hoy, - aceptando tu petición de encontrarte conmigo, Anthony, - porque ya no quiero que haya más secretos en esta familia. Mucho menos entre nosotros tres."

Candy se maravilló al darse cuenta de pronto que, en realidad, con quien hablaba, y quien en su momento le salvara la vida al caer por una cascada en Lakewood, era la misma persona que había aceptado darle su nombre y era quien la reconociera como su hija adoptiva, a petición de su prometido y de sus ahora primos Cornwell.

"No sé qué decirte, Albert… ¡Me alegra tanto volver a verte!" Le sonrió Candy feliz, "Haz hecho tanto por mí, sin yo saberlo." Los ojos de Candy se anegaron en llanto otra vez.

"Vamos, Candy, no llores." La consoló sonriente el rubio mayor. "Como le decía mi querida madre a mi hermana Rosemary cuando estaba triste: Recuerda que eres mucho más linda cuando ríes, que cuando lloras." Le dijo con una sonrisa, tocando la punta de su nariz levemente con su índice.

"Mamá nos decía lo mismo a nosotros también", reconoció Anthony con una sonrisa, introduciendo su mano en el bolsillo de su pantalón, sintiéndose en más confianza con su tío. Candy lo miraba sorprendida al escucharlo decir eso.

"Pero a nosotros nos decía que éramos ¡mucho más guapos al sonreír!" aclaró Albert sonriente.

"¡En realidad, decía que más guapo era yo, tío!" le aclaró Anthony pícaro.

"¡No!, ¡Yo era el más guapo, Anthony! - ¡Tú eras el más tierno! -" lo molestó Albert, con expresión divertida, guiñando un ojo.

"¡No, Tío, yo el más guapo!" exclamó Anthony. Y su tío lo despeinó divertido acercándosele.

"¡Tío…!" se quejó el rubio, haciéndose el quite y haciendo un puchero.

"¡¿Lo ves?!" le dijo Albert señalándolo como evidencia, "¡Tú más tierno, sobrino!" y comenzó a reír divertido.

"¡Tío…!" se quejó Anthony otra vez, recordando que siempre lo molestaba con lo mismo frente a su madre. Pero Candy estaba de acuerdo, tratando de no reírse de su Príncipe, ¡su Anthony se veía realmente adorable al quejarse!

"No peleen…" sonrió la pecosa conciliadora, "¡guapos y tiernos los dos!" les dijo divertida, y ambos rubios se le quedaron viendo sorprendidos, olvidando de pronto su querella infantil.

Al ver la expresión en sus rostros tan apuestos, Candy se apenó sonrojándose, "¿Acaso dije algo malo?" preguntó apenada.

"No, Candy" le sonrió Albert, colocando su mano derecha en el bolsillo de su pantalón. ¡Eran tan parecidos a veces! "Es que así nos decía mi hermana para que dejáramos de pelear por eso."

"¡Oh…!" Candy se sorprendió.

"¡Pero igual yo más guapo, tío!" dijo Anthony sonriente y desafiante.

"¡Ya verás!" le dijo Albert, yendo tras él al apartarse el rubio menor rápido de Candy y alcanzándolo juguetón, lo abrazaba despeinándolo, en medio de las risas de ambos.

Candy se alegró enternecida de ver la interacción entre tío y sobrino. Eran dos chiquillos otra vez. Cuánto tiempo perdido entre ambos, se dijo para sí misma, sintiendo tristeza por el tiempo separados. Y, sin embargo, todos los misterios poco a poco se resuelven, pensó Candy maravillada, al reconocer la frase que ambos Andley usaban sin notarlo.

Al regresar de vuelta junto a la pecosa sonrientes, Anthony recordó de pronto una escena de antes de su accidente. Él iba a revelarle la identidad de su tío a ella cuando montaban a caballo el día de la cacería, había recordado su parecido con aquel chico de ojos verdes. El rubio menor se sorprendió, deteniéndose en sus pasos, "Tío, entonces ¡tú sí eres el Príncipe de la Colina de Candy!" le dijo sin pensarlo.

Candy lo volteó a ver sorprendida por sus palabras.

"Pues… no sé bien a qué te refieres con eso de Príncipe?" dijo Albert extrañado.

Candy se sonrojó terriblemente frente a su tutor y padre adoptivo. Anthony bajó la vista, apenado por hablar de más, sin fijarse. Candy al ver su vergüenza, le sonrió disculpándolo con la mirada. "No es nada, Albert." agregó la pecosa serena. "Anthony se refiere a que te había conocido antes del accidente en la catarata, cuando yo era pequeña, en el Hogar de Pony."

"Sí." Aceptó su interlocutor. "Eras una niña adorable, Candy. Aún a esa edad noté, al conocerte, que te parecías mucho a mi hermana." Le sonrió. "Nunca creí que ese día de paseo representaría tanto en mi vida más tarde."

Anthony sintió cierta incomodidad ante sus palabras.

Su tío continuó, "Verte luego en la propiedad Andley fue una agradable sorpresa, a pesar de lo peligroso de las circunstancias. Y luego, con lo de la petición de mis sobrinos…"

"Gracias por confiar en mí, Albert." Le dijo Candy sincera. "Por darme la oportunidad de tener un nuevo hogar", dijo conmovida. "Gracias de verdad. Lo ha sido todo para mí." Candy lo abrazó espontánea.

"Gracias a ti, pequeña." Albert la recibió de nuevo en sus brazos, cariñoso. "Y te lo digo de corazón, Candy, gracias… por todo." Le dijo el alto joven, pensando en la dedicación de la rubia hacia su sobrino, sobre todo en esos meses de incertidumbre y convalecencia.

Anthony no pudo evitar sentir un poco de celos al ver la escena. Después de todo, era su pecosa. Y él era su posible suegro. Ese último pensamiento eliminó todo sentimiento ilógico de contienda de inmediato. El joven Brower inhaló profundamente e intentó desviar su atención de tontas reacciones adolescentes. Candy tenía razón, le debían mucho a su tío.

"Tío Al", dijo entonces, "No sabes la alegría que me da saber que volverás a estar con nosotros otra vez." Le sonrió más tranquilo, viendo cómo Candy se separaba de él. "Debo aceptar que fue muy confuso para mí el que de un día para otro me dijeran que te habías ido del país cuando niño. Por mi edad entonces, no entendía muy bien. Y debo aceptar también que, luego de perder a mi madre, y viendo que mi padre se marchaba otra vez a altamar, me enfadé por mucho tiempo contigo por no quedarte a mi lado o siquiera despedirte."

Albert sintió una punzada en su corazón al escuchar las palabras honestas de su sobrino.

"Debo admitir que, por un tiempo, hasta creí que… bueno," suspiró cansado Anthony, y lo miró a los ojos con tristeza "que talvez era que simplemente ya no querías saber nada más de mí."

"¡Anthony! ¡Eso jamás!" Se sorprendió su tío por su sincera confesión, acercándosele y apoyando sus manos en sus hombros para que lo viera de frente. "¡Siempre has sido lo más importante para mí! Eres todo lo que me queda de mi hermana." Reconoció su tío, notando que su sobrino ahora era ya casi tan alto como él. "Cuando supe lo que te había sucedido el año pasado… lo que Sarah te hizo…" él continuó mientras su apuesto semblante se convertía momentáneamente en uno de ira y dolor, pero la amabilidad regresó tras un profundo suspiro, "Anthony, casi muero de la pena." Le dijo con sinceridad.

"Tío," Anthony apoyó su mano, sobre la suya en su hombro izquierdo, conmovido. De pronto otro hecho tomó sentido en su mente. "Tío Al!", le dijo de pronto, "¡Fuiste tú…! ¡Tú fuiste entonces quien se dio cuenta del hombre que colocó las trampas por órdenes de Sarah aquel día!, ¿verdad? ¡Tú eres el hombre que nos dijo George que supuestamente eras el guardián de la casa del bosque en Lakewood, que lo siguió hasta atraparlo en Canadá!"

Albert asintió. "Sí, fui yo." Aceptó irguiéndose.

"Yo creí que el nombre Albert era una coincidencia." Confesó Candy asombrada, "y pensé que se trataba de alguien más."

Anthony lo veía conmovido, sintiéndose orgulloso de él.

"No pude detenerme a contactar a la familia entonces y lo seguí tras haberlo visto tener otras trampas más en un cobertizo de los Legan." Continuó su tío con seriedad. "Al seguirlo en tren hasta Toronto, contacté a George, pidiéndole que se uniera a mí cuanto antes, y juntos pudimos lograr su detención. Permanecí luego para todos los trámites yo solo, hasta resolver su extradición de vuelta a los Estados Unidos para enfrentar juicio, y regresé a Nueva York, para ver el asunto de la relación de ese atentado con el del hombre que atacó a tu padre, Anthony. Más tarde, a inicios de diciembre, volví finalmente a Chicago y me quedé en la residencia de George a pasar las fiestas," les contó Albert. "Luego vine a Lakewood, poco después de año nuevo, para ver los detalles de mi regreso a la familia", explicó. "Como les dije, la historia es larga. Por favor, siéntense, hay mucho qué aclarar y mucho qué discutir."

Continuará…

¡Vamos avanzando en la historia! ¡Albert al fin se presentó ante Candy y su sobrino! ¡Espero les haya gustado el capítulo!

Quisiera agradecer a Julie-Andley-00, Mayely león, Sharick, Guest 1, Guest 2, GeoMtzR y Maria José M, por sus comentarios al capítulo anterior. ¡Gracias, amigas por su apoyo! Y gracias también a Guest 1 y Guest 2 que me aparecen como comentarios del capítulo 1. ¡Me alegra que también les guste la historia!

Querida Julie, ¡gracias! Creí que habías salido de viaje y que por eso no habías podido comentar. ¡Te extrañé en los comentarios! Y sí, el sistema a veces falla. ¡Pero te agradezco que le sigas la pista y te esté gustando la historia! ¡Te envío un fuerte abrazo!

¡Hola, Georgy! ¡Lo siento!, te di un alegrón con lo del sueño! Ji, ji ji! Pero sí, ¡aun están muy jóvenes nuestros tórtolos! ¡Pero ya les llegará su día! Ji, ji ji! ¡Y qué alegre saber que estás trabajando en dos historias! Recuerdo una que mencionaras… ¡Qué emoción! ¡Te envío un fuerte abrazo!

P.D. Te cuento que ya tengo otro dibujo hecho. Me toca pasarlo y pintarlo. ¡A ver qué tal! ¡Hgs!

¡Hola, María José! Es que cada capítulo está diseñado como una unidad, con un cierre marcado, y eso te da la sensación de ser independientes. Como cuencas de un mismo collar, separados pero juntos, ji, ji, ji! pero sí para entender los últimos, como verás, hay que leer los primeros! En cambio, este, como ya viste, sí es parte del siguiente, por la naturaleza de la situación. Espero también te guste. Y me alegra que te emocione ¡que ésta sea otra historia completa para honrar a Anthony! ¡Totalmente lo merece! ¡Un abrazo!

¡Saludos a todas, queridas lectoras!, y gracias también a los lectores silenciosos por darse un momento para leer esta historia y seguirle la pista a nuestros rubios enamorados!

¡Un abrazo y que tengan un feliz día!

lemh2001

28.06.2023

P.D. La continuación se publicará el domingo para no tenerlos tan en ascuas. Ji, ji! Un abrazo.