¡Buenos días! ¡Espero estén todas muy bien y que estén pasando un lindo domingo! ¡Les doy la bienvenida a un nuevo capítulo! Espero lo disfruten. ¡Continuamos!
"MI REALIDAD"
CAPÍTULO XIII
En la Mansión de las Rosas, Anthony y Candy, aún aturdidos con toda la información recibida de William Albert, se movilizaron al servicio preparado en la misma sala del té donde se encontraban.
"Descuiden," les sonrió el joven patriarca al verlos aún atónitos y pensativos frente a la elegante mesa oblonga de cedro, llena de todos los platillos preparados. "Ordené que trajeran muchas viandas para que disfrutemos del almuerzo mientras conversamos. Incluso, Candy," se dirigió más animadamente a la joven pecosa, "incluí un delicioso pastel de chocolate dentro de los postres. Y Anthony", se volvió al alto muchacho a su lado que - si alguien los viera juntos sin conocerlos, creería de seguro que se trataba de su hermano menor - "Te tengo un licor de chocolate traído especialmente para ti desde México", le dijo. "- Aunque pensándolo bien, no sé si el doctor Carnegie te dejaría tomarlo. -" Dudó de pronto su tío, frunciendo el ceño, y tocando su mentón pensativo.
Candy sonrió por la preocupación de Albert por su sobrino. "El doctor le dijo a Anthony que podía tomar licor al dejar los medicamentos."
"Dejé de tomarlos hace una semana, tío", le confirmó Anthony sonriente.
"Pero dijo que no tomaras demasiado. Una copa ocasional de vino en la comida o un poco de crema irlandesa antes de la cena, talvez solo tres veces por semana. Al menos durante el primer año." Candy advirtió.
Anthony vio a su pecosa comprensivo y asintió. A lo largo de los últimos meses había aprendido a no rebatir las indicaciones de Candy sobre su salud.
"Pues allí tienes", dijo Albert a su sobrino. "Tendrá que ser solo una pequeña copa por lo pronto. Igual te la puedes llevar para más adelante." Le sonrió.
"¡Gracias, tío!" le respondió Anthony animado. Archie y Stear estarían encantados de esconderla para él de la tía abuela. Candy prefirió no comentar nada más.
Los jóvenes Andley se sentían felices de compartir la mesa junto a Albert. "Y por favor, Candy," continuó el mayor mientras los invitaba a sentarse y a auto servirse, él nunca había sido partidario de los servicios ostentosos si podía evitarlos, "soy legalmente tu tutor y padre adoptivo", le aclaró, "pero puedes confiar en mí como en un hermano. Después de todo, somos amigos, y sin importar lo que diga la tía Elroy, ¡aún no estoy taaan viejo!" dijo riendo. Candy y Anthony rieron junto con él.
"¡Vaya!", dijo Candy "¡Es verdad, Albert! ¡Y yo todo este tiempo me la pasé con miedo de que, siendo tú un anciano, te diera un infarto cuando te dijéramos que ya nos habíamos comprometido sin decirte!", dijo Candy, riendo divertida, sin pensarlo.
"¡¿Se comprometieron sin mi permiso?!", dijo Albert de pronto sorprendido y soltando sus cubiertos de manera estrepitosa sobre el plato. Candy dejó de reír. Los ojos verdes de su padre adoptivo la hicieron sonrojarse y bajar la vista apenada, uniendo sus manos sobre su regazo.
Al ver su expresión, Albert comenzó a reír amenamente. Anthony supuso la broma y solo sacudió su cabeza divertido, viendo a su tío. "Descuiden," continuó el mayor, retomando sus cubiertos. "¡Es broma, Candy! ¡Lo siento!, no pude evitarlo." se disculpó sonriente.
Sorprendida del cambio de ánimo en su tutor, Candy se enfadó entonces colocando sus manos en sus caderas. "Eres malo, Albert." Le dijo decidida.
"No te enojes, Candy." Le rogó Albert. "Anthony con sus cartas me ha tenido al tanto de ustedes al escribirme siendo el tío abuelo William. En realidad, si me lo preguntan, ya lo veía venir. La tía Elroy me ha tenido informado de tu salud, Anthony, y me comentó del inicio de tu cortejo oficial a Candy. En realidad, me encantó tu idea de pedir su mano en el invernadero, ¡escogiste una noche muy hermosa en realidad! ¡Con toda esa nieve navideña cayendo en la madrugada a su alrededor en el jardín junto a la fuente! ¡Un cierre muy romántico!"
Los dos jóvenes lo vieron como si de pronto le hubiese surgido una segunda cabeza. "¿Estuviste allí?", preguntaron ambos a una voz.
"¡Era un momento trascendental para la familia! La tía me avisó y George me acompañó. Descuiden, solo los vi salir del invernadero juntos, desde lejos, como todos los demás. Después de eso… simplemente miré hacia otra parte." dijo con picardía.
"¡Albert!", Candy se horrorizó y se tapó la cara avergonzada, totalmente roja de la pena, mientras Albert y Anthony soltaban una sonora carcajada.
Después de distraer a Candy de su pena, asegurándole Albert que de verdad no había visto nada, la conversación durante el resto del almuerzo transcurrió amena, con Albert contándoles de sus viajes ocasionales a Europa y África en sus pocos meses libres, y luego su regreso a América. Ya en el postre, la conversación se volvió más seria al narrar el patriarca los trámites que había realizado con George para tratar el asunto Legan, tanto en los Estados Unidos, como en Canadá e Inglaterra. Tal cual lo había solicitado Anthony, se habían asignado investigadores a los tres miembros de la familia Legan restantes. A Albert le sorprendió saber que Anthony había recibido una llamada de Elisa sin haber sido detectada, y prometió a Anthony revisar el asunto. Cuando tocaron el tema de sus estudios, Anthony habló.
"Tío Albert", dijo el muchacho con seriedad, "como mencionas, tú estudiaste en el extranjero los últimos años antes de tu regreso a América. Y asumo que fue en el Colegio San Pablo y luego en Oxford." Le dijo.
"Así es." Albert asintió. "Después de eso George ha sido mi mentor en cuanto al Consorcio se refiere."
Anthony asintió. Con un suspiro, el rubio menor extendió su mano y tomó la de Candy, apoyándolas unidas sobre la mesa. Ambos jóvenes se miraron a los ojos un momento, sabiendo que había llegado el momento tan temido.
"Tío," continuó Anthony con decisión, volviéndose al mayor "lo hemos pensado mucho y… nosotros dos no queremos viajar a Inglaterra a fin de mes para estudiar en el Colegio San Pablo. De hecho, Candy y yo hemos pensado que, terminados nuestros estudios con los tutores, sabemos ya a dónde queremos dirigir nuestros esfuerzos durante los próximos años", dijo Anthony con certeza.
"Muchachos, sé que se aman…," comenzó Albert incómodo, "pero creo que antes de casarse sería bueno que-"
"Tío, Candy y yo queremos estudiar juntos medicina." Lo sorprendió sonriente. Albert lo miró en silencio. "En realidad, tío Al, Candy averiguó, y ella quisiera estudiar para enfermera en una prestigiosa escuela de enfermería aquí en Chicago, avalada por el Hospital Santa Juana, y a mí me gustaría estudiar medicina en la Universidad de Chicago, y hacer mis prácticas en esta misma ciudad."
Albert los miró asombrado. "¿Están seguros?" inquirió. "Una carrera así, Anthony, demandaría muchos años de estudio de tu parte, horarios extensos, y si tu intención es conseguir una especialización, implicaría varios años más, no creo que con sus carreras separadas como mencionas, puedan casarse ustedes dos en cuatro años, como habíamos hablado con tu padre para el contrato matrimonial."
La joven pareja se miró sonriendo y Anthony volvió a hablar, "Estamos dispuestos a hacer las cosas bien, tío. Estudiaremos primero y luego, cuando estemos listos y establecidos, nos casaremos. Pero ahora no queremos, por ningún motivo - si nos lo permites -, vernos viviendo en ciudades separadas, o en continentes separados, o bajo normas absurdas que nos mantengan alejados. Ya ha sido suficientemente dolorosa la separación que tuvimos por el accidente. Sobre todo para Candy." Él acarició la mano de su prometida levemente, haciéndola sonreír enamorada. "No queremos tentar más al destino, tío," volvió a ver al mayor, "no queremos poner distancia entre nosotros nunca más" concluyó.
Albert lo miró con seriedad. Si tan solo él mismo hubiese tenido las agallas que ahora mostraba su sobrino, para haber hablado de igual manera a la tía abuela cuando lo involucró en todo este secretismo, él hubiese podido proteger lo que más amaba involucrándose de cerca y no como un espectador segregado, desde lejos, sin importar lo que ella dijera.
"¿Cómo llegaron a esta decisión?" preguntó con la actitud que utilizaba al enfrentar negocios de mucha seriedad.
"Durante los últimos meses de mi recuperación, Candy y yo hemos conversado mucho con el personal médico que me asistió."
"La señora Elena, la enfermera que atendió a Anthony cuando aún estaba convaleciente" dijo Candy, "me enseñó muchas cosas interesantes y compartió con nosotros experiencias de su trabajo durante las guerras en la frontera con México", explicó Candy. "Y yo siento que puedo ser muy útil a los demás con esa profesión, Albert. No me malinterpretes, estoy muy agradecida con los Andley y contigo. Quiero ser una dama que represente dignamente a nuestra familia, y también quiero ser una dama digna de ser la esposa de Anthony." dijo sincera.
"Candy…" dijo su prometido.
"Pero también quiero ser una dama útil, Albert", continuó la pecosa. "No quisiera ser solo una decoración en actividades sociales de la familia o en eventos de caridad." Explicó la rubia. "Es un llamado que siento en mi corazón. Lo siento, Albert, pero es la verdad."
"En mi caso," dijo el rubio menor luego de un momento, "He sentido el mismo llamado. Y en nuestras charlas, el doctor Carnegie, me ha compartido su convicción de que el linaje no debe interponerse al llamado de la medicina, y estoy de acuerdo. Por ejemplo, él mismo es sobrino nieto de Andrew Carnegie, cabeza de la familia Carnegie, y eso no le ha impedido desarrollarse dentro del ámbito médico. Sigue su llamado, pero al mismo tiempo sigue manteniendo sus obligaciones para con su familia." explicó Anthony. "Yo tomo muy en serio mis responsabilidades para con la familia también, tío, de hecho, hay algunas ideas que tengo en mente desde hace algún tiempo y que me gustaría discutir contigo. Más adelante, claro, cuando lo creas conveniente. Sé que soy joven, tío, y hasta podría decirse que quizás para algunos 'ingenuo'…" Anthony sonrió sincero, "pero siento que nuestra familia tiene muchas oportunidades para innovarse y convertirse en líder en muchos más ámbitos. No solo en lo económico. Estamos en una posición privilegiada en la que podemos crear tendencia y hacer la diferencia para otros menos afortunados, o carentes de oportunidades."
"¡Vaya!" exclamó Albert sorprendido, "veo que es algo que ambos han pensado con bastante detenimiento." Los vio serio a ambos. Las expresiones de Anthony y Candy también eran serias al asentir. "¿Lo sabe la tía abuela?", preguntó después de un momento.
"Solo mi padre." respondió Anthony. "Se lo platiqué unos días atrás, cuando le conté que vendríamos a verte."
El patriarca de los Andley guardó silencio. Se puso de pie y caminó hasta el ventanal con vista a los nevados jardines de la mansión. Sus manos se cruzaron tras su espalda, mientras reflexionaba las implicaciones de lo que los muchachos pedían. Anthony terminaría sus estudios con los tutores hasta el próximo año, a los 17, y Candy tardaría un año más que él en terminar los suyos. Entraría a estudiar enfermería a los 15, cerca de cumplir 16.
Luego de unos minutos, nada. La expresión de Candy se mostró consternada y Anthony acarició su espalda confortándola en silencio. Era mucho más tiempo del que pensarían esperar como antesala a una respuesta favorable.
"Ustedes saben que, como cabeza de la familia Andley, y tío y tutor suyo, respectivamente, mi decisión no puede ser cuestionada." continuó la erguida figura, solemne, aún dándoles la espalda.
Candy y Anthony asintieron, aunque él no los viera, y se prepararon para lo peor.
Albert se volvió. "Hablaré con la tía abuela y con el Concejo de la familia. Cuentan con mi total apoyo en esto."
"¡Oh, Albert, gracias!" exclamó Candy emocionada, poniéndose de pie junto con su prometido, y yendo ella hacia el primero, lo abrazó con total gratitud.
"¡Tío, no te arrepentirás!" le dijo el joven Brower feliz. Al Candy apartarse, tío y sobrino estrecharon sus manos cordialmente y compartieron un breve abrazo. "Te haremos sentir orgulloso, ya lo verás, tío Al." Le dijo seguro.
"Sé que lo harán." Concedió el mayor.
Los jóvenes enamorados se miraron y corriendo uno al otro, se abrazaron emocionados riendo aliviados, dando vueltas. Después de tanta incertidumbre, al fin llegaba la certeza. Su abrazo era tan natural, que ni siquiera pensaron en su anfitrión a pocos pies de ellos, y envueltos en su celebración personal, al bajarla Anthony, viéndose a los ojos felices y sintiendo que sus vidas daban finalmente un giro para lo mejor, cayeron en el embrujo de sus miradas, y sus labios se acercaron lentamente sin pensarlo.
Un carraspeo tras ellos los detuvo. Candy y Anthony, sorprendidos, recordaron de pronto dónde estaban. Apenados, se volvieron a su interlocutor.
"De igual manera, tienen mi permiso para comprometerse", continuó Albert con seriedad. "Pero deberán prometerme unas cuantas cosas antes."
"Claro, tío. Lo que tú digas", dijo Anthony menos apenado.
"Primero, deberán prometerme que no dejarán de asistir a las actividades familiares cuando la tía Elroy así lo exija. Si es necesario, la familia pedirá los permisos necesarios."
"Por supuesto." dijeron juntos, totalmente convencidos.
"También me prometerán que no influenciarán ni a Stear ni a Archie a buscar una salida fácil de lo que aconsejamos ahora como un futuro para ellos dentro de la familia."
Los dos dudaron un momento. "No lo haremos", respondió Anthony resignado.
"No." Concordó también Candy, bajando la vista.
"Y, por último, deben asegurarme de que tú y Candy esperarán hasta su matrimonio… antes de convertirme en el tío abuelo ¡que todos ya creen que soy!" les dijo sonriente.
"¡Albert!", Candy se sonrojó por su implicación.
Y Anthony sonrió apenado, sobre todo por el último episodio entre ambos frente a su tío.
"Descuida, tío Albert." Le dijo Anthony más serio y solemne, tomando la mano de Candy. "Tienes mi palabra. Candy siempre será mi prioridad." Le prometió, viéndolo a los ojos.
Albert asintió complacido.
Verlos tan unidos desde ahora, lo obligó a dejar las cosas en claro de una buena vez. Y la palabra de su sobrino era totalmente valedera para él.
"Gracias por confiar en mí, tío" continuó entonces Anthony sincero. "Gracias por concederme la mano de la mujer que amo." Concluyó sonriente, llamando la atención de su Candy, quien aún tomada de su mano sonrojada, lo miró sorprendida por escucharlo llamarla así frente a su tutor, y le sonrió con total adoración.
El Patriarca se aproximó a los enamorados y apoyó una mano en uno de los hombros de cada uno de ellos.
"Gracias a ti, Anthony," le dijo entonces, "por quererla como ella lo merece. Sabes que Candy es muy querida para mí."
"Albert…" Candy lo miró conmovida. Y Anthony asintió a su tío.
"Y gracias a ti, Candy," le dijo entonces a ella con dulzura, "por haber cuidado de Anthony como lo hiciste, y por haber conseguido traerlo de vuelta a nosotros. Es un verdadero milagro."
"Lo es." Una lágrima de felicidad escapó de los ojos esmeralda de la rubia volviéndose a ver a su prometido, junto a ella. "Él es un milagro." reconoció la joven, recordando todas las penas vividas al pensar que podía perderlo, y lo deslumbrante de su presencia ahora, de su bondad. Anthony le sonrió y enjuagó dulcemente una de sus lágrimas con su otra mano.
Albert les sonrió. Es innegable el afecto entre ambos, pensó al dar un paso hacia atrás. Candy recordó el pañuelo de Albert en el bolsillo de su vestido y sonriendo, lo sacó y secó sus lágrimas delicadamente.
Anthony se inclinó hacia ella y le dijo, "El milagro, eres tú, pecosa mía", le dijo con convicción. "Tú eres el gran milagro de mi vida." Le dijo sincero. Y viéndolo a sus ojos azul cielo, Candy le sonrió enternecida de vuelta. Sus miradas se hablaron en silencio, adorándose… amándose. Todos los momentos de felicidad que habían compartido desde que se conocieran hacían eco en sus corazones en ese momento. Miraban al amor brillando en los ojos del contrario, y el tiempo ya no tenía significado para ellos.
Excepto para Albert, claro.
"Bien, chicos", les dijo aclarando su garganta otra vez. Si no lo hubiese visto con sus propios ojos, no lo hubiese creído. ¡Cinco minutos sin siquiera pestañar! "Si no les importa," continuó, "talvez quisieran ayudar a su joven tío abuelo a arreglar los últimos detalles de su presentación…" les dijo dirigiéndose a la puerta doble hacia el pasillo, abriéndola. "Aún no sé si deba dar un discurso leído ¿o solo improvisar? Invitar a la prensa a una conferencia más tarde ¿o recibirlos en la mansión?" Anthony y Candy se le quedaron viendo "¿Y bien…?" les inquirió alzando una ceja.
"¿Eh? ¡Con gusto, tío!" dijo animado Anthony, saliendo de su trance.
"¡Claro que te ayudaremos, Albert!" sonrió Candy emocionada también, volviéndose hacia él. "¡Tú solo dinos!"
"Vengan conmigo entonces. Lo tengo todo en el despacho."
Los jóvenes juntos de la mano siguieron al Patriarca animados.
"¿Y cuándo será la presentación, Albert?" preguntó Candy, curiosa como siempre.
El joven Patriarca se detuvo y se volvió hacia ellos, "El lunes" respondió con una sonrisa. Candy y Anthony se sorprendieron. "Tenemos dos días, y luego volveremos a Chicago a tiempo para prepararnos para la recepción."
Anthony y Candy asintieron y se adelantaron a acompañar a Albert, uno a cada lado de él, "No te preocupes, tío." dijo entonces Anthony. "Estamos aquí para apoyarte". Albert pasó su brazo sobre los hombros de su sobrino, abrazándolo brevemente, y Anthony le devolvió el abrazo con simpatía.
"Sabes, Albert," le dijo Candy con una sonrisa "tengo una duda, cuando nos encontrábamos en la cabaña de los Aldley, siempre huías de los guardias… ¿No era más fácil que avisaran que no te molestaran si te veían?" comenzaron los tres a caminar, platicando con familiaridad. "Al principio era más divertido que no lo supieran, pero después de que sin querer me dispararan una vez…" Ambos muchachos se asustaron mucho de escucharlo, "George avisó al personal que tenía permiso de movilizarme con libertad por toda la propiedad. Que era un guardia especial de la familia, a cargo de la cabaña principal, y por eso no tuve problemas en seguir al enviado de Sarah aquella vez."
"Tío, yo tengo otra duda." Comentó Anthony.
"Claro, dime." Le dijo un afable Albert.
"¿Nos llevarías de excursión contigo, un día de estos?"
Albert sonrió, "Por supuesto, Anthony. Solo deja que llegue la primavera y los llevaré a ustedes dos a las montañas a pasar unos días. Stear y Archie tendrán que esperar a sus vacaciones, claro."
"A Archie no creo que le cause eso mucha gracia." Sonrió Candy conteniendo la risa.
"Eso será divertido de ver." Estuvo de acuerdo Anthony feliz.
"Por lo pronto, tendrán que conformarse con una excursión fugaz mañana al lago cercano, llevaremos uno de los carruajes." Estaba consciente de que Anthony no podía montar. "Pediré a la cocinera que nos prepare algo caliente que tomar allá. Podemos llevar madera para hacer una fogata."
"¡Sí! ¡Será divertido!" dijo Candy feliz. "¡Podemos incluso intentar pescar en hielo!" exclamó la pecosa ilusionada.
"¡Pero sin caer en el agua otra vez!", sonrió Anthony, "¡Como nos pasó cuando Stear rompió sin querer toda la capa de hielo en que estábamos parados, en la casa de mi padre!" dijo divertido. "Vaya que el estanque era solo de metro y medio y estábamos a cien metros de la casa! ¡Si no, nos hubiéramos congelado todos!" Los tres comenzaron a reír, - unos al recordar y otro al escucharlo-.
"Dependiendo del clima veremos si se puede entonces." Sonrió Albert.
Y así, conversando amenamente, los que una vez se consideraran tres solitarios en alguna parte sus vidas, ahora se sentían una familia unida y feliz, a la que sabían nunca nadie podría volver a separar jamás. Su cariño mutuo no lo permitiría.
El sol de la tarde iluminaba naranja sobre la blanca nieve, alrededor de la Mansión de las Rosas, mientras, dentro, los herederos Andley departían, riendo y conversando, como siempre debió ser.
Continuará…
¡Espero les haya gustado! A mí, en lo personal, ¡me alegra muchísimo verlos compartir felices!
Quiero agradecer con cariño a Cla1969, Guest 1, Sharick, Guest 2, Guest 3, Mayely león, y GeoMtzR por sus comentarios al capítulo anterior. ¡Muchas gracias de verdad! Gracias a ustedes por su apoyo, ¡y por querer tanto a Anthony!
Guest 1, ¡Hola! Como verás aquí ya se arregló el compromiso! ¡Ji, ji, ji! ¡Saludos!
¡Hola, Georgy! Cierto, fueron muchos años de soledad… pero ahora los tres se tendrán mutuamente. ¡Al menos aquí! Ji, ji ji! ¡Gracias por tus buenos deseos para mí y mi familia! ¡Te agradezco, y también te envío un fuerte abrazo! ¡Bendiciones!
Querida Julie, por si acaso, ¡Gracias a ti también por leer y comentar! ¡Un abrazo y bendiciones!
¡Muchas bendiciones a todas las lectoras silenciosas también! ¡Y que sigan pasando un lindo domingo! ¡Hasta el miércoles, primero Dios!
lemh2001
02.07.2023
