¡Buenas noches! Lamento la demora, pero tuve un compromiso que me hizo regresar hasta hoy, pero ya aquí les dejo con alegría este capítulo, ¡espero lo disfruten! ¡Bendiciones! ¡Feliz noche!
"MI REALIDAD"
CAPÍTULO XIV
Enero llegaba a su fin y, tanto Stear como su hermano Archie partirían a Nueva York para tomar un trasatlántico de la familia Brower, rumbo a Inglaterra. Patty había vuelto a su país a finales de diciembre y Annie, sabiendo de la decisión de la señora Elroy de insistir en que los hermanos Cornwell siguieran la tradición familiar y estudiasen en el Real Colegio San Pablo, había rogado a sus padres que la mandaran a realizar sus estudios al mismo lugar.
A Patty le daba pena parecer como que quisiese perseguir a Stear al ingresar de pronto a esa misma casa de estudios de la nada, pero su abuela Martha se aseguró de que la pena no se interpusiera a la conveniencia, así que Patricia O'brien comenzaría en febrero sus estudios en el San Pablo, junto a sus nuevos amigos y ahora adorado inventor.
Considerándolo todo, el futuro no se veía tan oscuro para los jóvenes Cornwell. En realidad, solo un detalle los entristecía en verdad, y eso era la ausencia de Candy y de Anthony en esta nueva aventura en sus vidas.
Ambos muchachos comprendían a la pareja, y los asombraba la entereza y el valor con los que se habían enfrentado juntos al Tío Abuelo William para apelar su decisión. Se alegraban por su triunfo, pero era la primera vez que el trío de primos estaría separado. No era un cambio menor para ellos, ni uno fácil. Habían probado la sensación de su ausencia cuando Anthony pareció desaparecer de sus vidas con el atentado, pero ahora que lo habían recuperado y estaba bien, era doblemente difícil seguir sus caminos por aparte. Y ¡Candy…!, ese era otro tema para ambos hermanos. Los dos la extrañarían grandemente. Pero sabían que era una separación que al final los ayudaría a seguir con sus vidas de una buena vez, y como dijera su primo un día, podrían darle una oportunidad al amor.
El señor Brower por su parte, al ver que su hijo había obtenido el permiso del patriarca para quedarse y estudiar en América, optó por regresar brevemente a Escocia, acompañando a los hermanos Cornwell a Inglaterra en su viaje al San Pablo, y luego de asegurarse de que se hubiesen acoplado a su nueva casa de estudios, partiría a Escocia a arreglar sus negocios, delegando a subordinados de confianza los asuntos que requiriesen su atención allí y en altamar, y retornaría a principios de mayo a Chicago para seguir compartiendo con su hijo de ahora en adelante.
Y no solo con él, sino también con William Albert. El Patriarca del Clan Andley - su joven cuñado-, se había alegrado mucho de volver a verlo, retomando la confianza y, hasta cierto punto, la relación casi paternal con él que el hermano de su esposa siempre le había tenido. Además, reunirse en secreto para ver juntos los términos del contrato matrimonial de sus hijos, le había parecido algo surreal. ¡Quién lo diría!, pensaba el capitán divertido, que su Cuñado terminaría siendo, por azares del destino, también ¡su Consuegro! Su Rosemary debía estarse sonriendo divertida desde allá arriba también.
La mansión Andley de Chicago brillaba esa noche de lunes en todo su esplendor para la presentación del Patriarca del Poderoso Clan Andley. Invitaciones habían sido remitidas desde inicios de enero en secreto a los diferentes miembros de la familia en otros continentes y la conmoción en Chicago era esa fiesta especial, cuyo aviso fuera dado al día siguiente del viaje de Candy y Anthony a Lakewood, en las oficinas centrales del Consorcio Andley, por George Johnson, CEO adjunto y mano derecha del actual patriarca, anunciando tan inesperado suceso a la sociedad.
Los invitados habían comenzado a llegar y Candy, como hija adoptiva del Tío Abuelo William, se encontraba bellamente ataviada en un elegante vestido de gala de seda rosa pálido, bordado en el cuerpo y en el borde inferior del mismo con hilo dorado, luciendo flores de cardos, la flor típica de Escocia, y de espigas, representando la prosperidad y abundancia de América. El cuello era discreto y las mangas de encaje blanco, eran cortas y de elegante caída. El mismo había sido traído desde París, mandado a hacer por la tía abuela para esta ocasión desde mediados de noviembre. Su cabello lucía recogido en una coleta abundante, decorada con una peineta de brillantes que hacían juego con la gargantilla y aretes que Anthony le había regalado, de la colección de su madre, para que los luciera en esa fecha especial.
Anthony, como siempre, había quedado extasiado al recogerla en su habitación. Su propia hada encantada, pensó él, al besar su mano enguantada con admiración. Por órdenes de la tía abuela, esa noche Candy debería dejar su anillo de compromiso guardado, como una excepción. Sus altos guantes largos completaban su atavío, y mantenían su compromiso en secreto por el momento.
Al bajar al salón principal junto con sus primos Cornwell, incluso entre todos los invitados especiales de las familias más importantes del país, así como delegados diplomáticos y miembros de gobierno invitados, la atención no se apartaba de la elegante hija del patriarca. Una situación esperada, pero, sin embargo, molesta para el rubio menor.
Mientras Anthony con sus primos se movilizaban por el gran salón, saludando a familiares e invitados, con sus elegantes trajes de gala escoceses, Annie y Candy conversaban contentas entre sí, junto a los padres de la primera. Y varios invitados les preguntaron a los muchachos, si el tío abuelo tenía planes de compromiso para la pecosa. A lo que un molesto Anthony no pudo evitar contestar que sí.
Incluso, para mayor molestia de Anthony, el muchacho pudo escuchar varios comentarios respecto a la belleza delicada de su pecosa, y a su gran parecido a la familia Andley, pero también sobre lo conveniente de un matrimonio con ella, siendo la heredera directa del patriarca.
Mientras tanto, su pecosa no la pasaba mejor, ella también había notado que todos los ojos de las jovencitas casaderas y otras, ya no tanto, seguían las apuestas figuras de sus primos, pero especialmente la de su Príncipe de las Rosas, lo cual la molestaba bastante. De hecho, varias descaradas, a su parecer, se habían acercado a platicar con él, incluso tocando su brazo 'distraídamente' al sonreírle coquetas.
"No te enfades tanto, Candy", le dijo Annie divertida, siguiendo la línea de su visión. "Anthony solo es atento con ellas, como el buen anfitrión que es. Sabes bien que solo tiene ojos para ti." Le sonrió la bella y elegante pelinegra, hoy ataviada en un vestido celeste que resaltaba el azul de sus ojos y su fina cintura.
George Johnson se acercó en ese momento a ellas, ataviado en un elegante esmoquin. "Señorita Andley", de dijo con una sonrisa cordial a la rubia, "la señora Elroy la llama."
Candy le sonrió, "Gracias, George".
Annie la miró a los ojos, "Ve, Candy, ¡y mucha suerte!" le sonrió sincera.
"¡Gracias, Annie!", le dijo, abrazándola brevemente, y suspiró, "Estoy tan nerviosa…" Y volviéndose se dirigió hacia la escalinata principal escoltada por George, mientras otros miembros del personal avisaban a sus demás primos. Al llegar, la Tía Abuela ya esperaba de pie en el primer descanso de mármol, estoica y elegante, mientras dos mayordomos menores esperaban al pie de la escalinata en ambos extremos. Los invitados al escuchar que se detenía la orquesta volvieron su atención hacia sus anfitriones, y convidados por los mayordomos auxiliares pasaron hacia la escalinata. George se colocó en primera fila, con discreción, para ser testigo del momento más importante en la vida de su pupilo y amigo.
Stear y Archie ya se habían colocado junto a Anthony, al lado izquierdo de la escalinata, en el mismo descanso en que estaba la Tía Abuela. Los tres muchachos totalmente inconscientes de su elegante porte y atractivo, en su tradicional kilt escocés, se veían tranquilos y felices. En el otro extremo, la Tía Elroy en un elegantísimo vestido gris perla con encaje italiano, asentía a Candy al llegar la rubia junto a ella, parándose esta última erguida como ella misma la había instruido, con sus manos cruzadas elegantemente frente a ella, viendo hacia el frente con serenidad. Al hacerse el silencio, la Matriarca de los Andley comenzó.
"Estimados invitados y familia de los Andley, bienvenidos." La tía abuela asintió solemne a los tres grupos de invitados frente a ellos. "Es para mí, un gran honor, en nombre del Clan Andley, dirigirme a ustedes esta noche. Comprendemos su sorpresa ante lo inesperado de esta invitación y, sin embargo, a título personal, creo que esta actividad ha sido puesta en pausa por demasiado tiempo, ya que la persona que he de presentarles hoy merece todo el respeto y reconocimiento de las personas que a lo largo de los últimos años se han relacionado con nuestra familia. Nuestro querido patriarca, siempre atento a las necesidades del consorcio y de los miembros de nuestro Clan, ha velado discretamente porque los altos principios éticos, morales y espirituales que siempre han constituido los pilares de conducta de los Andley, sean protegidos y garantizados en todos los ámbitos, sin importar las circunstancias.
Sin más dilación, permítanme presentarles al hijo menor de mi fallecido hermano William Anthony, el actual Patriarca de la familia Andley, mi sobrino William Albert Andley." Ella levantó su mano y las miradas se dirigieron al apuesto joven de cabello rubio hasta los hombros al inicio de la escalinata quien, ataviado en un frac inglés oscuro, descendía con confianza y elegancia nata, desde la parte superior de la escalera, con una expresión serena en su joven rostro.
El asombro pudo escucharse entre el público presente en la reunión.
"Gracias por sus palabras, querida tía Elroy", le dijo el patriarca al llegar junto a ella, al centro del descanso, flanqueado por sus sobrinos, y por la Matriarca y Candy. "Estimada familia Andley y distinguidos invitados, sé que es una sorpresa muy grande para casi todos ustedes el que finalmente ponga yo fin al silencio respecto de mi identidad, pero creo fervientemente que ha llegado un momento de cambio dentro de nuestra familia, en el que la transparencia y la apertura a nuevas ideas y avances de nuestra era, deben convertirse en una prioridad." Dijo viendo brevemente a su sobrino, quien le sonriera de vuelta. Los miembros del Concejo presentes se turbaron un poco por sus palabras. No era el discurso que esperaban de él. "Cualquier duda específica de los señores de la prensa respecto a mi persona o del Clan será tratada mañana, en una actividad especial en nuestras oficinas centrales, y por ahora, déjenme simplemente, a nombre mío y de mi familia: mi Tía Elroy Adeline Andley, mi hija y pupila Candis White, y mis sobrinos Anthony Brower, y Allistair y Archibald Cornwell, desearles a todos y cada uno de ustedes la mejor de las veladas. Bienvenidos nuevamente a nuestro hogar, y gracias por su distinguida presencia con nosotros esta noche."
Los aplausos se dejaron escuchar, en medio de las fotos que la prensa y delegados del Consorcio se dedicaban a sacar para documentar tan importante evento. Luego de unos momentos, el nuevo patriarca reconocido de los Andley, ofrecía su brazo a la tía Elroy, y ambos bajaban al salón principal a conversar con todos los invitados que curiosos y sorprendidos, se acercaban a felicitarlo.
Anthony hizo lo mismo con Candy, y ella sonriente aceptó su brazo y se dejó guiar junto con sus primos a otra parte del salón a donde los aguardaba el señor Brower y la familia Britter.
Al pasar junto a las jóvenes debutantes, curiosas por su cercanía con el apuesto rubio, tan parecido al Patriarca, la pecosa no dudó en dejar notar la cercanía entre ambos, arreglando la imaginariamente torcida insignia Andley en la chaqueta de su Príncipe, desilusionando de inmediato a más de alguna. Aunque no a todas, a su pesar. Parecía que no aceptaban indirectas.
"¡Quién diría que Candy fuera tan celosa!" rió bajito Stear caminando junto a su hermano, a unos pasos atrás de ellos.
"No creo que lo sea", dijo Archie. "Candy tan solo cuida de Anthony, Stear" sonrió su hermano. "Algunas damas aquí no aceptan un no por respuesta."
"Pues espero que a ti tampoco te importe un poco de competencia sana" le dijo burlón, cuando al llegar junto a los Britter, dos apuestos muchachos de las familias adineradas de Boston intentaban sacar conversación a una tímida Annie.
Más tardó en terminar de decirlo, que su hermano en apurar el paso para marcar su territorio. "Eso Archie, nada de celos…", rió tras él el apuesto inventor.
La cena siguió a los saludos y a las felicitaciones y a las vagas explicaciones en cuanto a la confusión de la identidad de William Albert con la de su padre.
Luego de la deslumbrante cena, comenzó el baile y allí la competencia con los demás jóvenes en el salón por la atención de la heredera del Patriarca, comenzó.
"No te lo tomes a pecho, Anthony." Le comentaba divertido el Capitán Brower, mientras junto con su hijo veían bailar a su prometida con el hijo menor del Gobernador de Nueva York. "Recuerda que hoy la familia es anfitriona y tu tío no podía decirle que no al Gobernador. Su compromiso, aunque ya firmado, aun no ha sido dado a conocer a los demás."
"Lo sé." Exhaló molesto el apuesto muchacho, viéndolos con seriedad. Candy lo veía de vez en cuando al girar intentando alivianar su molestia con una sonrisa.
"Ven, muchacho", le dijo de pronto su padre, "acompáñame. Quiero presentarte a alguien." Con un poco de reticencia, Anthony lo siguió. Después de todo, la pecosa había tenido que aceptar bailar otras cuatro piezas con otros tres jóvenes importantes de la sociedad.
Junto a varios grupos de caballeros que conversaban, su padre lo dirigió hacia una persona de cabello blanco y aire distinguido. "¿Doctor Anderson?," dijo el elegante Capitán Brower "por favor, déjeme presentarle a mi hijo, el joven Anthony Brower Andley, un ferviente admirador suyo y de la carrera médica".
El muchacho se sorprendió. Había escuchado mucho de él en varios documentos que había investigado recientemente sobre medicina.
"Anthony, te presento al doctor Robert Anderson, Decano de la Universidad de Glasgow, en Escocia."
El hombre gentilmente le sonrió asintiendo y extendiéndole su mano. "Un gusto conocer a un joven tan entusiasta en nuestro medio desde tan joven." Estrechó su mano afable.
"El gusto es mío, doctor Anderson." Le dijo sonriente el alto rubio. "¡Es un verdadero honor para mí el conocerlo!"
"Tú padre aquí me ha hablado de tu interés en estudiar medicina más adelante. Es una agradable sorpresa, si me lo permites decir. La medicina es una carrera que exige muchos sacrificios pero, sobre todo, un compromiso moral que hace uno de por vida."
"Así es, señor." Le respondió Anthony con toda seriedad. "He tenido la oportunidad, hace poco, de apreciar de cerca el valor de un tratamiento bien aplicado y la diferencia que hace un médico comprometido con su paciente, sin importar el padecimiento", haciendo referencia a su experiencia reciente. "Y creo que no hay tarea más noble que ayudar a los demás a recuperar su salud o a obtener la mejor calidad de vida posible, sin importar la afección que esté enfrentando."
El doctor Anderson alzó su ceja, sorprendido, "Excelente visión de nuestra profesión, muchacho." Apoyó su mano en su hombro, "Ven, vamos a conversar más sobre tu interés en este arte de sanación y ciencia en la estancia, mis cansadas piernas no pueden estar más tiempo de pie aquí. Ha sido una larga velada. ¿Nos permite?" preguntó a un sonriente señor Brower.
"Por supuesto, doctor Anderson." El caballero inclinó su cabeza en aprobación. "Yo iré a saludar a la demás familia."
"¿Has pensado ya en una especialización tras tu estudio general?" le pregunto el doctor, caminando junto con él hacia la sala cercana. Su padre vio marcharse a su hijo conversando con el doctor muy entretenido, y se dio por bien servido. Al menos así, dejaría de torturarse por lo del baile y quizás, solo quizás, podrían surgir también cosas muy interesantes para el muchacho en el futuro.
Más de media hora después, Candy se aproximaba a su primo junto a la mesa de pasabocas. "Stear, ¿has visto a Anthony?" preguntó preocupada la pecosa, viendo hacia todas partes.
"No te apures, Candy", le dijo un Stear sonriente, terminando de comer en un platito con un tenedor de postres un delicado pastelillo a base de natillas, frutas, gelatina, custard y nata montada entre capas de bizcocho empapado en zumo de naranja y licor, sin dejar de mirar un Mousse de avellana cubierto de Ganashe de chololate, con destellos de oro comestible. ¡Era el último!, y parecía que otro invitado se veía sospechoso de quererlo también. Rápidamente se adelantó a la bandeja, para sorpresa de Candy, y lo colocó en su plato. La pecosa solo sonrió divertida y sacudió la cabeza al verlo regresar orgulloso junto a ella, para molestia del invitado contrariado.
"Stear..." Le dijo Candy en reprimenda.
"Lo siento, Candy. Yo los pedí en el menú y este era el último." Se disculpó justificándose el alto muchacho de lentes. "Como te decía, Anthony está en el salón principal, conversando con un amigo del Tío Vincent. Descuida, Candy, dale tiempo, él volverá a tiempo para el baile de cierre."
Candy asintió.
Luego de un rato, la alta figura del joven patriarca se les unió. A penas si lo habían dejado los invitados unos cuantos minutos tranquilo en toda la noche.
"¿Cómo están, chicos? ¿Han disfrutado de la fiesta?" les sonrió aliviado el apuesto caballero, feliz de por fin aproximarse a su familia. "¿Qué tal les ha parecido el baile?"
Candy hizo un gracioso puchero hacia él, frunciendo el ceño.
"¡No me mires así, Candy!", rió despreocupado Albert, ante la actitud infantil de su pupila al recordarle sus múltiples parejas de baile. "Recuerda que como hija de los Andley siempre habrá ciertas responsabilidades sociales con las que debamos cumplir. Es parte de nuestra identidad familiar."
"Lo sé, Albert. Lo siento." Le dijo apenada y luego miró nuevamente hacia el salón.
Albert volvió a ver a donde la pecosa miraba. Candy lo notó y explicó, "Es que estaba buscando a Anthony hace un momento, Albert. Le había prometido el último baile, pero parece que ahora él es el que está ocupado." Dijo un tanto desilusionada, viendo nuevamente a su prometido desde lejos en el salón, sentado junto a la chimenea en la sala principal, totalmente embebido en la conversación con su interlocutor.
Albert sonrió al ver que su sobrino no notaba la hora. "Siendo así, querida Candy, me concedes esta pieza final."
Candy se sorprendió, y sonrió contenta, "Será un honor, querido padre." Le dijo divertida, haciendo una pequeña reverencia.
"¡Candy!" la increpó su joven tutor.
"Perdón, será un honor, querido Albert." Le dijo sonriendo divertida.
Y con una sonrisa, le ofreció su brazo a su pupila y la llevó al centro del salón, ante la vista curiosa de todos los invitados. Padre y heredera bailaron entonces juntos por segunda vez en la noche, primero muy serios y luego entre risas y comentarios de las ocurrencias de la noche. Todos los invitados disfrutaban del vals, bailando a su alrededor. Archie los vio tan animados que, disculpándose de los señores Britter, se unió junto con Annie a la pieza, y Stear invitó a la hija de la familia Rockefeller con un aire de caballerosidad. Hasta el señor Brower sorprendió a todos sacando a bailar a la Tía Abuela, quien aceptó con agrado.
Cuando Anthony se despidió finalmente del doctor, llegó al salón apresurado y se sorprendió con la imagen ante sí. Todos se veían felices y relajados bailando. Su prisa se esfumó.
No recordaba la última vez que había visto a su familia más cercana junta de aquella manera. Su mirada azul cielo apreciaba la escena de manera complacida. Todo era alegría y familiaridad en el salón principal. Hasta los miembros del Concejo Andley parecían disfrutar de la actividad junto a sus respectivas familias.
Anthony sonrió. Por primera vez, desde su infancia, su familia estaba completa. La persona que añoraba, su tío, estaba de vuelta con ellos y eso traía una gran alegría a su corazón.
Albert, como si hubiese sentido su mirada, volteó a verlo entre los invitados que observaban el baile y haciéndole una seña con la cabeza, lo invitó a acercarse.
Anthony obedeció y se acercó a ambos. Albert detuvo el baile con su protegida y sorprendiendo a Candy, entregó su mano a su sobrino con una sonrisa, al tiempo que Anthony agradecía a su tío y hacía una pequeña reverencia a la pecosa, y colocando su mano en su diminuta cintura, comenzaron a bailar elegantemente con una sonrisa.
Al llegar el Patriarca a la orilla del salón se detuvo a ver bailar a su sobrino y protegida.
"Hacen una linda pareja." Escuchó decir a una voz femenina junto a él luego de un rato.
Al volverse descubrió el rostro más delicado que había visto hasta entonces. Una joven de cabello castaño claro y ojos azules veía hacia la pista sin apartar su mirada de su elegante sobrino y su sonriente pupila. Apreciando él su fino vestido violeta claro y delicada y alta figura junto a él, lo hizo cuestionarse de por qué no la había notado antes en la velada.
"Así es." Contestó el joven patriarca luego de un breve silencio. "Ambos son muy unidos", continuó. La joven solo asintió sin verlo aun.
"Disculpe mi mala educación, no tuve la suerte de que nos presentaran antes, mi nombre es…"
"William Albert Andley", la joven se volvió y le sonrió de manera encantadora. Ella hizo una pequeña venia y luego se irguió segura "Catherine Vanderbilt." Le dijo. Albert se sorprendió y ella rió delicadamente. "¡No se sorprenda tanto!, soy la oveja negra de la familia, por eso no nos presentaron."
Albert se sorprendió aún más. "¿Por qué dice eso?"
"Me temo que no lleno las expectativas de mis tíos. Vivir en una granja en California trabajando un viñedo, no es exactamente una tarea para una dama, me temo."
Albert le sonrió divertido. "¿Vive en el Valle de Napa?" preguntó.
"¡S!" Ella se sorprendió. "¿Lo ha visitado alguna vez?"
"Una vez. Para una reunión del Concejo de mi familia en el área oeste. Un hermoso lugar en verdad."
"Lo es ¡¿cierto?!" dijo emocionada como una niña de cinco años. Su actitud sincera lo hizo sonreír a él de igual manera. "Cierto." Le dijo abstraído. Ninguno de los dos dejaba de sonreír al otro, sin siquiera notar que no hablaban.
"Albert." La voz de la tía abuela tras ellos los sorprendió, haciéndolos brincar un poco. "Preséntame a la señorita." Le dijo viéndolos a ambos con dignidad.
Albert la vio desconcertado. "Eh… Claro, por supuesto, Tía," y recobrando su pose erguida continuó "Por favor, permítame presentarle a la señorita Catherine Vanderbilt, ella nos acompaña desde el estado de California. Señorita Vanderbilt, mi tía Elroy Andley, Matriarca de la familia y una madre para mí." Sonrió, para orgullo de su tía.
La joven hizo su mejor venia de la noche ante la elegante dama, "Es un honor, señora Andley."
Elroy asintió muy digna. "Es un gusto conocerla al fin. Su tío me ha hablado mucho de usted."
"¿En verdad?" se sorprendió la joven.
"Así es. Me dice que tiene uno de los mejores viñedos en el Condado de Napa."
La joven de 20 años sonrió "Pues, mi padre compró la propiedad cuando yo era pequeña y desde que murió hace dos años, me dediqué a mantener vivo su sueño."
La tía abuela asintió sin dejar ver su aprobación o desaprobación a lo que hacía.
La orquesta inició una nueva pieza musical y Albert se extrañó porque la última había sido la que habían estado bailando Candy y Anthony. La música siguió. "Albert, ¿qué pasa con tus modales?, invita a la señorita a bailar", dijo la tía Elroy con una suave sonrisa.
El alto joven frunció el ceño, pero no quiso poner en predicamento a la joven recién conocida. "Por supuesto, disculpe mi distracción." Le dijo a la joven. "Señorita Vanderbilt, ¿me haría el honor de concederme esta pieza?"
La joven se sintió un poco cohibida, pero asintió sonrojada. Tomando su mano Albert la dirigió hacia el centro del salón y el ritmo del vals los incluyó en la simetría de la danza de todas las elegantes parejas en medio del salón. La tía abuela se volteó y dirigió su vista discretamente a los dos rubios que le sonreían junto a la orquesta, devolviéndoles la sonrisa con aprobación.
"¡Se ven muy lindos!", sonrió Candy emocionada, viendo hacia la pista de baile. Albert siendo tan alto sobresalía elegante en medio de todos y la joven que lo acompañaba le sonreía y platicaba amenamente con él.
Anthony asintió. Y volviéndose al encargado de la orquesta le dijo "Por favor, toquen otras cuatro piezas más luego de ésta. El señor George Johnson se encargará de cubrir el costo extra en su pago mañana en el consorcio."
"Con gusto, joven", le sonrió agradecido el coordinador.
Anthony se volvió hacia su Pecosa y le sonrió, extendiendo su mano nuevamente hacia ella, "¿Me concedería el honor de bailar conmigo esta pieza otra vez, señorita Andley?", le dijo a la ilusionada Pecosa. Ambos habían pedido a la orquesta que repitiera la que ellos ya consideraban su melodía, "Un Baile de Ensueño", para compartirla esa noche con su tío-tutor.
Candy sonrió enamorada, "Por supuesto que sí, joven Brower." Le dijo a Anthony, aceptando su cálida mano, con una sonrisa.
Y caminando juntos al borde del salón, para desilusión de varias jovencitas y de varios caballeros ilusionados con la pecosa, los dos rubios encantaron a quienes los veían, disfrutando del baile al ritmo de esa melodía tan querida para sus corazones, con elegancia… con perfecta sincronía… y con mutua fascinación…
La tía abuela, ya se había sentado en una silla especial, flanqueada por el buen George y el Capitán Brower, los tres observaban optimistas el desarrollo de los eventos.
Y la noche siguió su mágico curso y la familia Andley brilló ante toda la sociedad de Chicago tal como la Matriarca lo había previsto. Sobre todo, lo hizo su querido sobrino William Albert, Patriarca de la familia, quien para su deleite bailó con la misma joven el resto de la velada.
La presentación había sido un éxito, y el mundo lo sabría durante los siguientes días y semanas…
Continuará…
¡Nuestra historia avanza y ya todos saben la verdad del tío abuelo! ¡Y nuestros rubios tan celosos! Ji, ji, ji! ¡Gracias por tomarse el tiempo de leer hasta aquí!
Quiero agradecer a Julie-Andley-00, Guest 1, Sharick, Anguie, Guest 2, Guest 3, Mayely león y GeoMtzR por comentar el capítulo anterior y compartir su apreciación de esta humilde historia! ¡Gracias de verdad! ¡Y me alegra mucho que les guste!
Georgy, cuando leí tu comentario sobre Albert dije, "¡Ala! Como que lo hubiera sabido! Ja ja ja!" ¡Espero te haya gustado! Y te envío un gran abrazo y bendiciones para ti y tu familia también!
La historia avanza como les decía y para que la aprecien bien, la publicaré más seguido, hasta terminarla para que puedan apreciarla sin…. ¡Mejor no digo nada! Ja ja ja! ¡Un abrazo!
lemh2001
05.07.2023
P.D. El siguiente capítulo se publicará el domingo. ¡Nos vemos!
