¡Buenos días! Quisiera agradecer su apoyo a todos los que leen esta historia, y en especial, agradecer los comentarios de Sharick, Anguie (Era la noche del Patriarca, la tía no quería distracciones con otras noticias o suposiciones en los periódicos. ¡Un abrazo, Anguie!), Guest 1, Guest 2, Mayely leon, Cla1969 y GeoMtzR! Gracias, chicas, por tomarse un tiempo para compartir conmigo sus impresiones de la historia, ¡se los agradezco en el alma! Es lindo saber lo que les gustó o sus dudas respecto de la historia. ¡Gracias otra vez! Y bueno, aquí les comparto ¡un nuevo capítulo! La historia avanza… ¡Un abrazo!
"MI REALIDAD"
CAPÍTULO XV
Como era de esperarse, la prensa se había vuelto loca con la noticia de la aparición del joven Patriarca del Clan Andley. Todos los periódicos del país y de otras naciones principales, destacaban la noticia en sus secciones de sociales con fotos del patriarca, facilitadas por el Consorcio Andley para dicho propósito. Incluida una foto de toda la familia en la escalinata en la Mansión Andley, junto a él, durante su presentación oficial en la gala de Chicago.
El periódico donde aparecía publicada la foto se arrugó de pronto entre un par de manos blancas, estrujándolo, al tiempo que un grito de total cólera se escuchaba, antes de tirarlo al piso y tirar con su mano todo el servicio de su desayuno frente a sí.
"¡¿Quieres calmarte, Elisa?!" le gritó su hermano avergonzado, mirando a todas partes del elegante restaurante de su Hotel en Toronto, mientras los demás comensales en las elegantes mesas del lugar se les quedaban viendo con marcada reprobación. Un Maître se acercaba presuroso dirigiendo a los meseros a recoger de inmediato los platos rotos y comida en el piso y sobre la mesa.
"¡Pero, Neil! ¡¿Qué no ves que esa huérfana infeliz se ha quedado con todo?!", le gritó la pelirroja con lágrimas en los ojos.
"¡Shhhhh…!" le insistió su hermano, y poniéndose de pie, retiró la silla de su hermana para que se levantara, y con toda la dignidad que le quedaba la sacó, aun ella llorando, del elegante lugar, conduciéndola, sin que ésta presentara resistencia alguna, hasta la suite presidencial donde se hospedaban. Su padre había salido temprano ese día a resolver unos últimos detalles de la transferencia de su nueva fortuna a Australia, luego de la venta de sus activos en Michigan, Illinois y La Florida a la tía abuela.
Elisa entró en el lugar llorando y se tiró al diván color azul francés en la suntuosa sala. Las vistas de la bella ciudad nevada de Toronto, lograban vislumbrarse entre el cortinaje del alto ventanal a sus espaldas.
"¡Deja de lloriquear, ¿quieres?!" continuó molesto Neil, dejando las llaves de la suite sobre la mesa de mármol en el recibidor. "¡Cálmate!"
"¡¿Como quieres que me calme, Neil…?!", se volvió su hermana furiosa, "¡Candy ha arruinado nuestras vidas! - ¡¿Qué no te das cuenta?! - ¡Se quedó con Anthony! ¡Se quedó con el apellido y con la fortuna Andley! Y ahora…" no pudo detener su llanto "…ahora los periódicos la describen ¡como la heredera más codiciada de América! ¡Esa desgraciada huérfana!" gritó, lanzando el almohadón decorativo del mueble en que estaba hacia un florero de rosas sobre un aparador. El sonido estridente del cristal rompiéndose al caer al suelo ni siquiera la distrajo "¡No es justo, Neil...! ¡No lo es!" lloró amargamente.
Neil suspiró cansado, viendo el desastre de rosas y cristales cerca del ingreso al salón del comedor de la suite, y aflojando su corbata, se quitó el saco y lo tiró en una silla lateral, antes de sentarse junto a ella en el diván. "No hay nada qué hacer respecto a eso, Elisa." Le dijo con serena amargura, inclinándose hacia adelante, con sus manos entrelazadas frente a sí... "La tía abuela nos ha ayudado, es cierto, pero no lo suficiente. Somos parias en medio de la familia ahora."
Elisa dejó de llorar y se le quedó viendo sorprendida. "¡Ellos no son nuestra familia! ... le dijo furiosa, "- ¡Nunca lo fueron! -" le gritó.
"Bueno…. pues ahora ellos también lo creen." Le concedió con ironía. "Además, los Andley siempre tendrán más poder y más dinero que nosotros, hermanita, no importa cómo lo veas." Concluyó el moreno serio. "Lo mejor será olvidarlo, y como nos dice papá, comenzar de nuevo en otra parte."
"¡No quiero!" dijo la pelirroja de largos bucles, poniéndose de pie. "¡¿Por qué tenemos que dejarlo todo atrás?! ¡Solo hacemos el ridículo!" Y caminando temblorosa hacia la ventana, se abrazó pensativa a sí misma, buscando una solución en su oscurecida alma.
Neil la miró por largo rato, y luego de unos minutos, viendo que se había tranquilizado, se levantó con cansancio y tomó su saco, lanzándolo sobre su hombro y caminando entonces hacia el pasillo que lo llevaría a su recámara.
"Antes de encerrarte otra vez a beber, Neil", le dijo Elisa con una voz extraña… por primera vez sin emoción. El muchacho se detuvo y se volvió a verla, extrañado. La joven seguía sin moverse de su posición, de espaldas a él, viendo por la ventana "…hazme antes un favor." le dijo.
Su hermano la vio sin parpadear desde el otro lado de la habitación. "¿Cuál?" le preguntó, frunciendo el ceño.
Ella se volvió seria hacia él y tras unos segundos de verse ambos fijamente, sin decirse nada, un destello extraño brilló en los castaños ojos de su hermana "¿Sabes dónde guarda papá la llave del joyero de mamá?"
En Chicago, Illinois, Archie y Stear se habían sorprendido mucho de descubrir la verdadera identidad del esquivo Tío Abuelo William. Fue una gran sorpresa para los hermanos Cornwell, primero saber ese fin de semana por la Tía Abuela sobre la gala inesperada que se celebraría, y luego, ver a Candy y a Anthony regresar desde Lakewood, el mediodía del lunes, en compañía del mismísimo Tío Abuelo William.
Al principio, ambos hermanos sintieron cierta aprensión en su trato con él, al no recordarlo. Pero con la ayuda de los rubios, pronto los primos Cornwell habían logrado dejar atrás ese temor de hablarle como al serio Patriarca del Clan y aprendieron pronto a verlo y a tratarlo como su tío, un joven amable y empático con el que podían convivir sin etiquetas absurdas, creando pronto una verdadera amistad. La fiesta de presentación cimentó esa familiaridad entre ellos al convivir frente a los invitados sin tensiones, disfrutando todos, junto a Albert, de su noche especial.
"Creo que la actividad terminó siendo todo un éxito, ¿no le parece, tío abuelo William?", dijo Vincent Brower, dejando su taza de té sobre la mesa del desayunador en la mansión Brower, algunos días después de la gala. Ahora todos lo llamaban en los periódicos y en la familia 'el Patriarca Albert Andley'.
Albert le sonrió desde su asiento al otro lado de la pequeña mesa rectangular, al escucharlo llamarlo otra vez así. En medio de ellos, el juego de ajedrez de mármol italiano era estudiado minuciosamente en una partida entre ambos. "Creo que no puedo quejarme." Reconoció sonriente el rubio, moviendo inteligentemente su alfil a G5. "George me comentó que los periódicos tomaron la noticia con mejor actitud de la que esperábamos." Continuó viendo a su contrincante estudiar su jugada. "Nadie mencionó mucho la discrepancia de identidad con mi padre. La Tía Abuela está muy complacida." Le dijo bebiendo de su taza de café caliente, tras tomarla de la mesita junto a él.
"Lo que me preocupa un poco, he de confesarte," le dijo su cuñado con tranquilidad, comiendo con un movimiento despreocupado la torre del patriarca con su caballo. Albert frunció el ceño sorprendido. El capitán continuó, "…son todas esas propuestas de matrimonio que Elroy tendrá que considerar para ti durante el resto del año. Empezando por cierta señorita de bellos ojos azules como el mar de California…"
Albert se atragantó con su bebida, para risa y diversión de su interlocutor.
"¡Vincent!" Se quejó su rubio cuñado, secando sus labios y su fino traje con una servilleta bordada.
El capitán carraspeo, "Capitán Brower para ti, Patriarca Albert Andley." Lo corrigió alzando su ceja. "¿No ves que en un futuro - algo lejano-, seremos consuegros?" Lo siguió molestando el mayor. "Y lo primero lo digo muy seriamente, vi al señor Vanderbilt muy interesado en platicar con Elroy la otra noche. Incluso la invitó a tomar el té en su propiedad de Chicago cuando se despidió."
Albert rió sacudiendo su cabeza, "Pues yo no creo que la tía-
"Disculpen la intromisión, señores", se disculpó el mayordomo principal de la Mansión Brower tras ingresar al salón.
"Descuida, Charles, ¿qué sucede?", preguntó el capitán.
"El señor Andley tiene una llamada urgente en el despacho, de parte del señor George Johnson."
"Qué extraño." Comentó el joven patriarca.
"Ve y atiéndelo. No te preocupes, aquí te espero."
"Tomará solo un momento." Se levantó. "¡Aun tengo que ganarte otra partida! Además," se volvió sonriente señalándolo "…¡todavía tienes que aclararme qué piensas hacer con la gran dote que te estoy dando por mi adorada hija!" bromeó, mientras Vincent Brower sonreía divertido, viéndolo salir en compañía de Charles.
"¡Cunas, Albert!" le gritó "¡Encargaré muchas cunas desde ya!" le gritó fuerte para que todavía lo alcanzara a oír en el pasillo.
Albert se regreso ofendido, "¡Vincent!" le dijo reprobatoriamente apoyando su mano en el marco de cedro de la puerta, y luego se volvió a marchar contrariado, haciendo reír aún más fuerte al capitán.
El teléfono permanecía descolgado sobre el escritorio. "Aló, ¿George?" Albert preguntó por el auricular al levantarlo. "Te dije que solo estaría un par de horas aquí por la mañana. ¿Qué es tan importante que no podía esperar?" le dijo despreocupado.
La voz de su administrador le habló desde el otro lado de la línea y la expresión del muchacho cambió. "¿Estás seguro?" preguntó con seriedad. Lentamente se fue sentando en la silla tras de sí. "¿Cuándo?" Su interlocutor volvió a hablar. Y tras escuchar su respuesta, su mirada verde mar se convirtió en una oscura tormenta.
Ese mismo día, por instrucciones del Patriarca, la Tía Abuela, Anthony y George fueron convocados de urgencia a la Mansión Brower.
Cuando Anthony ayudó a su tía abuela a bajar del vehículo al medio día, le pareció extraño que su tío hubiese elegido esa residencia alejada, en vez de las oficinas centrales del consorcio. Y lo que más le extrañaba, era la instrucción explícita de que nadie más de la familia se enterara de con quién se reunirían. Para Candy y sus primos, Anthony había acompañado a su tía abuela a un almuerzo social de última hora.
Los empleados recibieron sus abrigos en la antesala al ellos entrar.
"¿A dónde, Charles?" preguntó Anthony con seriedad.
"Los esperan en el despacho, joven Anthony."
"Vamos allá." Dijo decidida la tía abuela, avanzando por la propiedad y ubicándose en ella como si siempre la hubiese visitado.
Cuando ambos entraron al despacho, encontraron que George estaba mostrando unos documentos a Albert sobre el escritorio principal, mientras Vincent caminaba de un lado a otro aparentemente intranquilo.
"Ya estamos aquí." Dijo la decidida dama al entrar. "¿Qué sucede? ¿Por qué convocaste a esta reunión tan precipitada, Albert?" preguntó la Matriarca, quien solo lo llamaba ahora por su segundo nombre, como todos los demás.
"Tía." Su sobrino la miró con preocupación. "Antes que nada, gracias por venir. Lamento el secretismo, pero era necesario."
Anthony se aproximó a su padre para saludarlo y vio las líneas de preocupación en su rostro.
"¿Qué sucede, papá? ¿Pasó algo malo?" Su padre le sonrió comprensivo, y sin responder, simplemente acarició paternal el hombro del muchacho.
"Les pido que lo que vamos a decirles, lo tomen con calma." Continuó su tío, sentándose frente a la tía abuela quien se había colocado en uno de los mullidos sillones en la sala del despacho. Anthony y el capitán permanecieron de pie junto al escritorio.
"¿Con calma, Albert?" se sorprendió la tía abuela. "Habla de una buena vez. Nos asustas."
Albert miró a George un momento al otro lado del escritorio, antes de continuar con seriedad, "Recibimos un reporte del grupo de seguimiento asignado por petición de Anthony a monitorear los movimientos de los Legan en Canadá-
"¡¿Pero qué estás diciendo?! ¿Los han estado siguiendo?" se sorprendió la Matriarca. Ella se puso de pie indignada. "¡Esto es inaudito! ¡Anthony, por favor, sé que lo que hizo Sarah no tiene perdón de Dios, pero ni Thomas ni Elisa ni Neil tuvieron nada que ver con esos atentados! ¡No son delincuentes para que los traten así! - ¡Albert! -" protestó firmemente volviéndose hacia su sobrino.
Albert se puso lentamente de pie con una expresión sombría. "Y nuestros investigadores nos reportaron" continuó el joven patriarca "que el día de ayer, a petición de ellos mismos, tras días de investigación, se solicitó la detención en Canadá, en un tren que iba de Toronto a Chicago, de un hombre que transportaba consigo una gran cantidad de joyas, pertenecientes, ya confirmado con la policía canadiense, a Sarah Legan, dadas en pago por su hija, según declaraciones hechas por aquel mismo hombre en el interrogatorio, como pago anticipado para atentar aquí en Chicago… contra la vida de alguien de nuestra familia, con la promesa de recibir una segunda entrega una vez concluido el trabajo", terminó él con dificultad.
La Matriarca se quedó de piedra.
"El hombre, al detenérsele, bajo cargos anteriores confirmados por nuestro personal, se verificó que viajaba armado, y además de las joyas consigo, llevaba entre sus pertenencias la dirección escrita de la mansión Andley aquí en Chicago, así como una foto arrancada de un periódico local canadiense, donde aparecía la familia Andley completa. Un rostro estaba marcado entre ellos."
Anthony dio un paso al frente, aterrado. "¿Candy…?" preguntó casi sin aliento, sin poder creer siquiera que hubiese podido pronunciar su corazonada.
Su tío se volvió a verlo sombríamente y lo confirmó con un apesadumbrado asentimiento.
"¡No puede ser! ¡No puede ser!" comenzó a llorar la Matriarca perdiendo fuerzas en sus piernas y cayendo sentada nuevamente en su sillón, llorando como no lo hacía desde la muerte de su hermano.
Anthony, por su parte, de pronto empezó a sentirse mareado y fatigado. Y buscó el apoyo del escritorio de su padre.
"¡Anthony!" tanto Albert como Vincent se aproximaron a él preocupados, mientras George atendía a la tía abuela.
"¡Hijo!, ¿te sientes bien?" le dijo un Vincent asustado. Su rostro se veía sudoroso y pálido.
"¿Quieres recostarte, Anthony?" le dijo su tío preocupado.
"Me siento mal, tío..." Fue lo último que le dijo antes de derrumbarse en medio de los dos hombres.
"¡Anthony!" gritaron los dos caballeros, tratando de sostenerle y de recostarlo poco a poco, entre ambos, sobre la alfombra, sin lastimarlo.
"¡Anthony!", gritó la Matriarca con horror desde el sillón, llorando aterrada, pero ahora por su nieto.
Continuará…
(¡Por favor, no me peguen!) ¡Saben que yo también lo amo! ¡Bendiciones!
lemh2001
09.07.2023
P.D. La continuación se publicará este martes.
